Veo gente muerta Todos esperamos grandes cosas del personaje que bautiza una película con su nombre, así que probablemente sea una movida inteligente traducir Charlie St. Cloud (2010) al castellano como Más allá del cielo, un título genérico para una película genérica. Nuestro homónimo héroe es interpretado por Zac Efron, la boca y ojitos detrás de la mega franquicia High School Musical (2006). Interpreta a un jovencito de oro con todos los prospectos por delante, listo para dejar la soporífera vida pueblerina detrás, hasta que la fatalidad se lleva a su hermano menor Sam y “5 años después” Charlie dedica su frustrada vida a mantener el cementerio local y jugar religiosamente por las tardes béisbol con un (¿Fantasma? ¿Alucinación? ¿Aparición esquizofrénica?) de su hermanito. El cómodo automatismo de Charlie es puesto en jaque con la aparición de Tess (Amanda Crew), un viejo interés romántico que comparte la vieja pasión de Charlie de remontar veleros y quiere recorrer el mundo. Así que Charlie debe batirse entre serle fiel a la memoria de su hermano y vivir y morir atrapado en una mediocre fantasía consoladora, o ir en busca de carrera, amor y vida. En más de un sentido la película responde al éxito de Crepúsculo (Twilight, 2008), otro melodrama adolescente de pueblerinos carilindos flirteando en bosques plagados por algo sexy y sobrenatural. La premisa suena familiar. Pero el bosque de Charlie es más una postal a contraluz y menos un gris portal gótico, y la carga sexual se haya dosificada por la chata interacción entre Charlie y Tess. El encanto de Efron probablemente sienta mejor a un rostro congelado en una portada de revista, porque a la hora de actuar le es imposible perder ese brillo delator en los ojos que acompañan tanto la risa como el llanto y señalan algo infantil en su personalidad. Está lejos de poseer el carisma o la verosimilitud de Robert Pattinson, un histrión de tablas tomar a su lado. A Crew le va mejor que a la lánguida Kristen Bell en el papel de la damisela en peligro. Mientras tanto, los pros Kim Basinger y Ray Liotta pasan tarjeta en un par de escenas. Reducir a Más allá del cielo al chico-conoce-chica normalmente sería políticamente correcto, pero, la verdad es que, la chica en cuestión es realmente un accesorio a la verdadera trama – el trauma que Charlie debe enfrentar y superar con las herramientas que ya conocemos. El meollo del asunto está centrado en el difunto y resentido Sam (Charlie Tahan), y es aquí donde la película se rinde a un argumento falaz: ¿Exactamente cual es el don de Charlie? Se lo presenta como loco, como esquizofrénico, como médium. Para cuando la peli se decide, el giro es tan abrupto que parecería arrancar con otra historia, más nueva y más predecible, conformada por pedazos de otras películas que hemos visto crecer dentro de la cultura popular. El director es Burr Steers, el hombre detrás del clásico de culto Las locuras de Igby (Igby Goes Down, 2002), su ópera prima, en la que demostró su genio y acidez para hablar del ansia existencial del adolescente enajenado. Desde entonces ha dirigido por encargo 17 otra vez (17 Again, 2007, también con Efron de diva) y ahora esta adaptación del best-seller de Ben Sherwood. Estos engendros de Frankenstein irán bien con el pochoclo, pero no honran su verdadero talento.
Veo gente muerta Zac Efron pierde a su hermanito en un accidente. Y lo sigue viendo. En un paisaje paradisíaco, Charlie y su hermanito Sam disfrutan de correr carreras en un mar azul, con su velero. Y ganarlas. Ambos se llevan a las mil maravillas, hasta que por un infortunio, cuando Charlie manejaba una noche se produce un accidente automovilístico, y Sam muere. Pasan los años, y aunque pareciera que no para Zac Efron, ahora Charlie trabaja cuidando las tumbas en el cementerio en el que Sam, su hermanito, está enterrado. El paisaje no es tan, tan paradisíaco como antes, aunque el cielo, donde debe descansar el alma del niño, esté dando vueltas por allí. Pero Charlie tiene la suerte, para alguno no será precisamente suerte, de ver a su hermano vivo . Y quiere cumplir la promesa de enseñarle a jugar al béisbol todos los días, a la hora del crepúsculo, allí, en el bosque. La carrera de Zac Efron, de la primera High School Musica l a esta parte, no deja de sorprender. Porque tras actuar en Hairspray , un paso lógico en la comedia musical a punto de desligarse de la factoría Disney, hizo la comedia juvenil 17 otra vez y Me and Orson Welles , la excelente película de Richard Linklater, donde la película le pedía entregar algo más que una actuación convincente. Y Zac lo hacía. Bur Steers, el director de Más allá del cielo , conoció a Efron cuando lo dirigió en 17 otra vez , así que se corría el riesgo de que ésta fuera otra película vehículo para afianzar la fama del joven maravilla. Pero no. El tono no es sencillo, Efron debe convencer de que Charlie es tierno, pero no está loco -aunque también vea vivo a otro amigo muerto en Medio Oriente-, al margen de mostrar sus músculos y el brilo de sus ojos celestes al borde del agua. Por allí está Kim Basinger, como la madre de los chicos, aunque pronto desaparezca del mapa. Y la canadiense Amanda Crew, como el interés romántico de un muchacho mucho más interesado en ese lazo que no puede desanudar con su hermano. Un caso de diván, seguro, pero resuelto lejos de la psicología barata.
Drama con aires fantásticos El actor de High School Musical protagoniza esta película para llorar a mares El primer papel protagónico que hizo Zac Efron apenas graduado del fenómeno mundial High School Musical fue 17 otra vez , una comedia ambientada en el secundario con una excusa argumental tan poco original como efectiva. Allí, por un pase mágico que no necesitaba demasiada explicación, un cuarentón deprimido se transformaba en Efron para volver a vivir la experiencia de ser un adolescente con toda la vida por delante. Aquel film, aunque poco inspirado, lograba sacar lo mejor de Efron, un joven carilindo desesperado por demostrar que podía hacer algo más que cantar y bailar al ritmo de Disney. Una desesperación que también parece haberlo guiado para interpretar al personaje central de Más allá del cielo . Dirigida por Burr Steers, el mismo realizador de 17 otra vez , la película sigue la vida de Charlie St. Cloud, un prometedor chico pobre de pueblo chico que por sus habilidades para la navegación está a punto de dejar todo atrás gracias a una beca universitaria. Claro que el auspicioso comienzo vira rápidamente a una terrible tragedia cuando Charlie y su hermano menor Sam sufren un accidente y el pequeño muere. Revelar la tragedia en el centro del relato no arruina ninguna sorpresa para el espectador, que rápidamente será testigo del declive de Charlie y su extraña relación con los que se fueron. Tarde a tarde, el muchacho pasará el ocaso del día jugando al béisbol con su hermanito fallecido, un recurso fantástico que la fotografía de Enrique Chediak acercará peligrosamente al realismo mágico. Con planos que sacan el mejor provecho de la belleza física de Efron y convierten su pueblito en un lugar de ensueño, el film adelanta sus intenciones melodramáticas desde la escena de apertura, y cuando intenta sorprender al espectador lo hace sin sutilezas. Más allá de su simbiótica relación fraternal, el protagonista tendrá una relación sentimental con Tess (Amanda Crew), una ex compañera del secundario que, aparentemente, intentará sacarlo de su aislada existencia. A medida que la trama avanza, su coherencia interna comienza a resquebrajarse y con ella el director opta por utilizar al máximo a su protagonista. Claro que cuando se trata de Efron, ídolo adolescente de póster inmaculado, ese uso tendrá que ver más con mostrar su cuerpo que sus capacidades interpretativas. Así, el actor, que de hecho posee el carisma y el potencial para convertirse en un buen actor, cae en la misma trampa de la que estaba intentando escapar. Empeñado en desprenderse de su imagen de galancito juvenil, eligió un proyecto que terminó por encerrarlo en esa casilla una vez más.
Después de haber participado en proyectos como Hairspray, 17 Otra Vez y High School Musical, Zac Efron, el galán estadounidense que causa furor entre el público adolescente ha decidido encarar un nuevo desafío en el ámbito del séptimo arte. La nueva película que lo trae de vuelta a la pantalla grande es Charlie St. Cloud, un drama dirigido por Burr Steers que en el caso de la República Argentina, se presenta como Más allá del cielo. Esta obra en la que Efron ha tenido como compañeros a artistas como Amanda Crew, Kim Basinger, Charlie Tahan, Donal Logue y Augustus Prew está inspirada en una novela del mismo nombre que, hace unos años, publicó el escritor y periodista Ben Sherwood. Su historia merece la oportunidad de ser contada porque habla de amor, obsesión, culpa, sueños y muerte, todas cuestiones conocidas por el común de los mortales. Envuelto en los hermosos paisajes de Canada, la historia, narra la vida de dos hermanos muy unidos que viven con mucha pasión y disfrutan juntos de la náutica. Pero luego de un trágico accidente que provoca el fallecimiento de Sam, el hermano menor de Charlie, todo parece dar un vuelco. A partir de ahí, es donde se inicia para él un camino nuevo que lo lleva a comprobar que el vínculo que hay entre ellos es tan fuerte que no pudo romperse ni con la muerte. Es aquí donde Zac debe mostrar su talento y no realizar un papel que lo muestre como alguien que está loco o no del todo cuerdo, sino todo lo contrario, implantar un personaje que por su intenso amor, aùn sigue unido a su hermano ya muerto. El realizador Bur Steers, quién ya había trabajado junto a Zac en 17 Otra Vez, pudo sacar del protagonista lo que deseaba en esta cinta no tan convencional.
Mucho más que una cara bonita Charlie (Zac Efron) tiene todo lo que un joven sano y ambicioso debe tener. El muchacho es una estrella en la navegación a vela que practica con su hermanito Sam (Charlie Tahan), ganó una beca para estudiar en una prestigiosa universidad, y aunque la ausencia de su padre hizo que la vida fuera un poco más difícil, el amor de su madre Claire (Kim Basinger) y el esfuerzo no hicieron más que templar el carácter ganador del protagonista. Sin embargo, justo el día de la graduación, cuando realmente comienza el futuro, pierde a su hermano en un accidente de tránsito y Charlie queda detenido en el tiempo, sin cumplir con todo lo que se esperaba de él y aferrado a Sam, al que ve diariamente aunque está muerto. La película dirigida por Burr Efron (17 otra vez) plantea una tragedia con toques sobrenaturales, que rescata el poder terapéutico del amor desde una puerilidad que ni siquiera alcanza el estándar mínimo de decenas de películas industriales destinadas al consumo rápido que, año a año, salen de Hollywood. Así, el film recorre todos los tópicos del manual de obviedades, desde la relación estrecha de los hermanos por la falta del padre que los abandonó hasta un romance que es a la vez cura y redención, con una puesta que abusa de la luz fantasmagórica (que tan bonito da en pantalla), una banda de sonido atronadora y sensiblera, personajes que desaparecen sin explicación y largos planos dedicados al protagonista, que para eso es un galán –estrella de High School Musical, aunque hay que decir que en Hairspray estuvo muy bien–, en pleno tránsito al reconocimiento de actor serio.
Solamente faltaba Bruce Willis El titulo de esta nota no es un eufemismo ya que se aplica perfecto a este mediocre melodrama lacrimógeno para quinceañeras, con atajos sobrenaturales, para justificar lo injustificable: una penosa historia de fantasmas protagonizada por el carilindo Zac Efron. Como parte del relato de Más allá del cielo gira en torno al mundo de la náutica, podríamos decir que el film de Burr Steers (responsable de 17 otra vez) navega por las profundidades de la obviedad al utilizar la fórmula reiterativa de la culpa del sobreviviente que busca redención. En este caso, la victima de semejante karma es Charlie (Zac Efron) que en plena etapa de crecimiento y vida exitosa sufre la pérdida de su hermano menor Sam (Charlie Tahan) -ambos eran muy apegados a partir de la muerte de su padre- tras un fatídico accidente automovilístico en el que el protagonista vuelve de la muerte luego de la resucitación de los paramédicos, encabezados por un avejentado Ray Liotta. Semejante golpe emocional lo condena a una vida gris como cuidador de un cementerio, salvo en los momentos de contacto con el espectro de su hermano menor, con quien juega al baseball todas las tardes. Esa atadura, a partir de una promesa, no le permite a Charlie avanzar y dar vuelta la página de su existencia hasta que se cruza en su camino Tess, una simpática y atractiva amante de los barcos a vela que lo vuelve a conectar con su antigua pasión. La falta de tacto en la dirección y la superficialidad al abordar la temática de la relación entre los hermanos; el duelo de la pérdida y las segundas oportunidades son apenas un escollo en una trama repleta de diálogos explicativos, frases hechas y relato cursi que junto a los incontables segmentos donde la luz blanca invade la pantalla y a los primeros planos de Efron (para que suspiren las chicas y porqué no algún que otro chico) generan en cierto tipo de público la necesidad de pedir a gritos un salvavidas antes de que el velero Hollywoodense choque contra un iceberg de realidad.
Con una temática algo gastada dentro del género dramático juvenil, con un guión que entra en terrenos complicados y pone en duda la seriedad y la austeridad del relato, y con una dirección que no encuentra la manera apropiada de contar la historia, "Más Allá del Cielo" es una cinta correcta por momentos, dudosa por otros, bien actuada, pero sin la intensidad ni la originalidad como para destacarse en los momentos cruciales de la historia.
Espejito, espejito: I see dead people Otra vez sopa: Burr Steers, que el año pasado realizara 17 Otra Vez con Zac Efron, vuelve a aventurarse con el joven actor como protagonista, en una película tan boba e insípida como la nada misma. Si la producción anterior estaba pensada para un público adolescente, y se inscribía casi en su totalidad en el género de comedia, Más Allá del Cielo opta por un público más amplio, y equivocadamente decide intrometerse en un drama lacrimoso, que lejos de conmovernos termina dándonos risa. Charlie (Zac Efron) pierde a su hermanito Sam (Charlie Tahan) en un terrible accidente de autos. A partir de ese momento su vida queda suspendida. Trabaja en un cementerio para poder estar más cerca de su hermano muerto, con el cual se encuentra cada tarde en el bosque para charlar y jugar béisbol. Todos en el pueblo, comentan el personaje extraño en que se ha convertido Charlie con el devenir de los años (ellos no lo saben pero él puede ver y charlar con los muertos). Un día conoce a Tess (Amanda Crew) y el amor que nacerá entre ellos lo llevará a retomar las riendas de su vida. La historia como ven es bastante trillada: joven con problemas emocionales, a raíz de un suceso trágico de su pasado, vuelve a la normalidad cuando se enamora de alguien. Este igual no sería el problema de la película, sino esa extraña “capacidad” de Charlie de comunicarse con los muertos, que no agrega ni suspenso, ni dramatismo, ni intriga. A diferencia de lo que ocurría en Sexto Sentido con Haley Joel Osment, que cuando decía: “I see dead people” nos helaba la sangre, aquí lo que Charlie pueda ver se nos antoja una absoluta fantochada. Su “sexto sentido” está jugado como pretexto, como elemento catalizador para que a lo largo de la película, la trama cierre con sus acertados y milimetradamente efectistas puntos de giro. Burr Steers pareciera creer que drama es sinónimo de llanto. Entonces, no tiene mejor idea que hacer llorar como un condenado al pobre Zac Efron, y a su personaje hostigarlo con muertes y más muertes de las personas a las que ama. Eso sí, aunque todos sabemos que Efron es un tipo guapo, el director necesita refregárnoslo en la retina- sólo hace falta ver el afiche de la película- y nuevamente opta por dedicarle los más tremendos y estéticos primeros planos, como lo hiciera en 17 Otra Vez. Sólo que allí, esa decisión estaba justificada –ya sea por target, género, tono y tratamiento del film- aquí por el contrario, queda desubicada, aparece como elección caprichosa e insuficiente en función al desarrollo de la historia. Steers responde sin que nadie se lo pida (y sin asomo de vergüenza) a la pregunta: “¿Espejito, espejito quién es el más bonito?” Como si lo escrito hasta ahora, no fueran datos suficientes para catalogar a Más Allá del Cielo como una producción regular, la colaboración súper breve (inexplicablemente breve) de Kim Basinger y la desaprovechada participación de Ray Liotta, la convierten en uno de los estrenos más anodinos del año.
Zapatos ligeros, melancólica mirada Más allá del cielo evidencia serios problemas para aplicar la puesta en escena adecuada para numerosas resoluciones vinculadas al relato. El estreno de Más allá del cielo no transmitiría un gran interés si no fuera por la estrella que la protagoniza. Me refiero a Zac Efron, un muchacho que es cosa seria. Es de esos tipos tan lindos que es capaz de gustarle hasta al más macho de los hombretotes. Además, es puro carisma, pura gracia. No es como varias de las estrellitas actuales, con Robert Pattinson, Taylor Lautner o Channing Tatum como ejemplos máximos, con sus miraditas de chicos tristes posmodernos. No, él es como una versión actualizada del John Travolta de los setenta, ese que en Fiebre de sábado por la noche y Grease exhibía con total desparpajo pies tan ligeros que en cualquier momento parecía que iba a volar hasta perderse entre las nubes. Hizo creíble canciones conservadoras en la saga de High School Musical; transmitió a la perfección la intersección entre adultez y juventud en 17 otra vez; incursionó en filmes más independientes como Me and Orson Welles. Pero con Más allá del cielo se puso un poco en pretencioso. Tengo presente todavía una crítica de Mex Faliero sobre el filme Recuérdame en fancinema.com.ar, donde oponía la gravedad artificial de Pattinson a la vocación por divertirse de Efron. Teniendo en cuenta esto, más el título, el argumento y el tráiler de Charlie St. Cloud, a uno le daba un poco de miedito. Algo de ese miedo termina cristalizándose, pero Más allá del cielo es una película bastante más agradable de lo que se suponía, y en buena medida gracias a su protagonista. Burr Steers (el mismo de Igby goes down), que evidencia serios problemas para aplicar la puesta en escena adecuada para numerosas resoluciones vinculadas al relato –apariciones fantasmales, diálogos decisivos, revelaciones, nada de eso muy creíble que digamos-, tiene el buen tino de concentrarse estética y formalmente en la figura de Efron. Y puede notarse un abordaje por el cual Efron busca ser el nuevo James Dean, ese joven de belleza triste y trágica, que podía ser fácilmente un perfecto adaptado, pero terminaba siendo siempre –como en Al este del Paraíso o Rebelde sin causa- el imperfecto desadaptado. La presencia de Efron en Más allá del cielo busca reproducir un poco de eso: lo que podía ser perfecto, pero está roto, la continuidad sin problemas que se transforma en anomalía, esa anomalía que también identificaba en parte al Travolta de pies ligeros. La confrontación, la rebeldía y el aislamiento con respecto al entorno no dejaban de traslucir asimismo cierta pulsión de idealismo en Dean y Travolta. Esto se repite en Charlie St. Cloud: no hay una pornografía del cuerpo, como en la saga Crepúsculo, sino más bien una erotización inocente, idílica, en la que interesa más la mirada, los ojos o incluso el peinado, que el torso o los bíceps. ¿Esto convierte a Más allá del cielo una buena película? Ni mucho menos. Es claramente imperfecta en la construcción de los personajes, avanza a los tumbos, le cuesta muchísimo establecer un verosímil. Sin embargo, es pertinente su análisis para ir viendo hacia dónde va uno de los actores más prometedores de la actualidad. Y bueno, lo admito: seré bien macho (¡supermacho!!), pero si un día de estos Zac Efron me invita a una cena romántica… ¡ay, no sé qué contesto!
Dos lados del amor Es cierto, nos perdemos de ver mucho cine del mundo, y a juzgar por las carteleras, pareciera que el norteamericano es el único que existe; pero, hay películas como Más allá del cielo que deberían enseñarnos a no olvidar que la mitad llena del vaso es la que hay que considerar. Bella película, conmovedora desde las lágrimas hasta la sonrisa, pasando por todas las emociones intermedias. Empieza con un golpe durísimo, para el que no está de más ir preparado porque es de los que animan a escaparse de la sala: la pérdida de un hermano en un accidente automovilístico. Después de ese episodio, del cual se siente en parte responsable, Charlie St. Cloud queda lo que se dice “tocado” (de allí el nombre del personaje, traducible como “Charlie en las Santas Nubes”). De promesa del yacht en un pueblo marítimo de ensueño, Charlie ha pasado a ser el “loquito” del lugar. Pero esa conexión con el más allá, que lleva a la película al ámbito de lo fantástico, que está tratada con una mesura gigantesca por los autores, y que será la segunda prueba difícil a superar por los espectadores, es la que le permite salir de ese duelo tremendo mediante una acción que lo conectará directa y poderosamente con la vida, con el amor y con una chica llamada Tess. Más allá del cielo no se parece al común de los filmes que aterrizan en esta ciudad. Es de las que entregan algo que va más allá del momento del visionado, lo cual es entendible no sea una opción para algunos espectadores, pero tenga la garantía de que lo emocionalmente sinuoso de su contenido eyecta al espectador hacia el afuera de una manera asombrosa y vital que abre un camino hacia el futuro. El director de Más allá del cielo se llama Burr Steers y para esta película recurrió a la novela de Sherwood titulada La vida y muerte de Charlie Saint Cloud . Nombres para cargar en Google y lanzar el buscador a la caza de nuevas gratas sorpresas.
Como aquí no sólo se habla del romance sino también del dolor de las personas ante la muerte de los seres queridos, y de lo que se puede llegar a hacer por mantenerlos vivos en el recuerdo, puede ser que muchos la tilden de...
¡Explotemos al chico Disney! Nada más lejos de la realidad para este drama meloso que intenta colgarse de la fama de su protagonista, mediando entre una fotografía interesante y un guión que presenta giros presuntamente originales, pero histriónicamente mal utilizados. Sumado a ello, el empecinamiento que tiene Zac Efron (afrontémoslo, un actor que vende y que potencialmente puede convertirse en un buen intérprete) por alejarse de la híper marketinizada franquicia High School Musical y terminar eligiendo papeles que, irónicamente, lo encasillan insistentemente como el joven de moda –tal vez pasajera, tal vez no, dependerá de cómo desarrolle su capacidad- que aún tiene demasiado por demostrar. Y ese es el problema principal de Más allá del cielo: lo que supone ser una historia con tintes de fuerte contenido emocional, termina convirtiéndose en una liviana versión romántica que parece salida de la propia Disney. La historia nos muestra a Charlie St. Cloud (el propio Efron, encarnando al personaje que le da nombre al film originalmente) una joven promesa de un pequeño pueblo norteamericano, que luego de perder a su hermano menor en un trágico accidente, decidirá dejar todo de lado y comenzará a trabajar en el cementerio local, donde el vínculo con el pequeño fallecido no se ha roto y parece haber superado incluso a la propia muerte. De esta manera, todos los días, en un horario específico, Charlie irá al encuentro de aquel hermano difunto, para jugar béisbol y compartir diversas experiencias. Sin embargo, la aparición de Tess, una joven con sus mismas pasiones, pondrá en duda todo aquello que ha creído el muchacho después de aquel fatídico suceso. Lejos de las comparaciones obvias con Sexto sentido e incluso con la vieja serie Regalo del cielo, que en su momento realizó Canal 9 (donde, a pesar de lo estúpida que pueda sonar la comparación, se guardan no pocos lugares en común con el film) las cosas en esta película, realizada por Burr Steers (quien volvió a dirigir a Efron luego de la comedia 17 otra vez) no quedan del todo claras. En principio, porque el espectador no sabe muy bien qué tipo de relación establece el protagonista con los personajes que se van sucediendo, principalmente su hermano. ¿Es un fantasma? ¿Es un ente que permanece en el limbo? Debido a que el contacto físico entre los dos existe, uno no sabe muy bien qué pensar al respecto. Por otro lado las apariciones rutinarias (misma hora, mismo lugar) y desapariciones azarosas (en realidad nunca queda claro si su hermano se “esfuma” o si se dispersa concretamente) tampoco ayudan al respecto. Y por ello la insistencia en afirmar que el film parece salido de la propia casa creadora de Mickey. Porque donde debería haber una narración verosímil y efectiva, aparecen surcos de sospechoso posicionamiento ideológico, filosófico y hasta religioso –para quien no recuerde, Walt Disney, más allá de su talento, era exageradamente moralista-. A pesar de cuestiones puntuales, el film tampoco sirve para alejar a su protagonista de la saga que lo llevó a la fama. Porque si bien aquí no canta ni baila, todo se orquesta bajo su propia exaltación. Así, el personaje demostrará conocimientos en deportes atípicos, carpintería, cocina, recitará poesía, aparecerá con el torso desnudo y un largo etcétera que no hace más que repetir los mismos lugares comunes que lo llevaron tan lejos años atrás (para tener una idea, consultar el afiche en el cine). Curiosamente, actores como Kim Bassiger y Ray Liotta tienen escasos momentos delante de la pantalla que ayudan a ponerle un poco de variedad al metraje. A pesar del intento del joven Zac por despegarse de su popular personaje, Más allá del cielo parece ser una historia que queda a mitad de camino: demasiado formal para el público adolescente y definitivamente liviana para el más adulto. El problema no es el disfrute o no del film, sino el hecho de querer encontrar algo realmente distinto, cuando tal vez no haya sido esa la prioridad.