Una ciudad extraña. La opera prima de Nacho Sesma es una comedia extraña que homenajea a Después de Hora (After Hours, 1985) y narra los vaivenes de un par de jóvenes que, tras robar un auto para ir a un bar, ven sus planes arruinados cuando salen y descubren que el auto ha desaparecido. En su desesperación llaman a un amigo, se insultan, recurren a un mafioso, le roban un perro a Mónica Gonzaga y se divierten borrachos en medio de lo que parece ser la mejor y peor noche de sus vidas. Tras robar un auto del garaje de su trabajo, Enzo (Facundo Cardosi) y su mejor amigo, Richard (Nicolás Goldschmidt), van al bar atendido por Angie (Guadalupe Docampo), una moza que intenta acercarse a Richard, un joven oficinista que no sabe cómo abrirse ante la chica. Tras descubrir que el auto robado ha desaparecido, Enzo llama a Matías (Fabián Carrasco), quien se ofrece a ayudarlos contactando a Luis, un mafioso con conexiones en los desarmaderos de la zona que puede asistirlos en la tarea de hallar el auto. A partir de allí toda la noche comienza a volverse cada vez más insólita y las vidas de los muchachos cambiarán para siempre. La película es una crítica por momentos solapada y por momentos explícita a la vida rutinaria actual a través de la exigencia del acatamiento de horarios, pilar de la sociedad disciplinaria. La noche, el bar, la diversión, los amigos, se convierten en elementos que se combinan en el escape de la oficina, el trabajo, la facultad, la familia; en fin, las obligaciones. A pesar de algunas buenas actuaciones y algunas escenas ingeniosas, Noche de Perros como obra no consigue su principal objetivo: hacer reír. Tampoco logra posicionarse exitosamente dentro del género de películas de enredos nocturnos debido a un guión demasiado previsible con diálogos trillados. Más allá de esto, la película de Sesma posee cierto encanto naturalista que remite a un cine amateur con espíritu salvaje, pero que no logra desplegarse totalmente debido a las limitaciones del guión. Los actores se compenetran en los personajes y logran crear un contrato con el espectador, no obstante en los diálogos siempre hay un elemento estereotipado que logra romperlo. La dirección y el trabajo de cámara pasan la dura prueba del debut cinematográfico consiguiendo buenas tomas que merecen una mejor historia -un poco más novedosa o al menos más pulida- para conseguir generar la aparición de esa doble disposición del cine como entretenimiento consciente y mimético capaz de reflejarnos en toda nuestra existencia. Noche de Perros no convence en el desarrollo de su trama pero seduce por la problemática que plantea y la buena labor de un director que comienza a recorrer los caminos del cine de género.
Buscando interpelar al espectador con el quiebre constante de lo esperado en cuanto a materia de diálogos y referencias, “Noche de Perros” (Argentina, 2014) lamentablemente no puede superar los lugares comunes de películas que a partir de una anécdota construyen una historia y que toman a un grupo de amigos como disparador de situaciones “graciosas” que no generan ni risa ni empatía. Nacho Sesma, su director, busca desde la historia de Enzo (Facundo Cardosi) y Ricardo (Nicolás Goldschmidt) que deciden perderse durante una noche en el alcohol para superar cada uno sus problemas (laborales uno y amorosos otro) pero que terminan encontrándose con una serie de obstáculos que cambiarán sus planes. Desde el arranque, el planteo desde la narración en off nos indica que asistiremos a una serie de eventos desafortunados, y con los dos protagonistas corriendo desesperadamente por la calle huyendo de algo o alguien sabemos que asistiremos a una cinta dinámica con la adrenalina a flor de piel. Pero no, Sesma salta de esa situación para volver a través del racconto a cómo todo se inició, con un llamado de Enzo a Ricardo invitándolo a tomar unas copas y desde allí el ritmo acelerado del comienzo se aletarga hasta caer en el tedio visual. Ricardo acepta la propuesta de salida, luego de discutir con su padre, quien además es su jefe, porque siente que quizás de esa manera pueda cambiar el rumbo que su noche estaba tomando, sin saber que junto a Enzo tal vez todo se le complique aún más. “Noche de perros” propone un juego en el que los amigos irán deambulando por situaciones inesperadas, o claramente imaginadas por el espectador, en las que deberán sortear con habilidad las trabas que se irán presentando. Así, desde utilizar un auto “prestado”, codearse con un policía corrupto, recuperar el perro de un mafioso y lidiar con una despechada mujer, serán tan sólo el aperitivo para que la noche culmine de la manera que se anuncia desde el título. Pero como pasó el año pasado con la producción “Delirium” (Argentina, 2014), la propuesta se termina pareciendo mucho más a un filme amateur fillmado entre amigos que a un largometraje de verdad con las intenciones de trascender su idea. Los actores hacen lo que pueden con los guiones, que desbordan frases hechas y un lenguaje extremadamente informal, y desde la dirección no se apuesta a un juego que permita, al menos, apreciar algo diferente de las miles de películas de este tipo. “Noche de Perros” parte de una idea, que seguramente en su gestación tenía buenas intenciones, pero que lamentablemente con el devenir de la acción y las situaciones termina en un producto fallido, trillado y aburrido que no termina de cuajar por ningún lado, porque termina por tomar en serio algo que de manera desprejuiciada y menos formal podría haber funcionado.
“Bromance” al estilo porteño. La película de Nacho Sesma está llena de buenas intenciones, hay una búsqueda por emular al primer Apatow y la “nueva comedia norteamericána” pero no llega ni al nivel de “Dude, where is my car?”. Hay un poco de “pareja despareja” y un humor sitcom que no siempre funciona. El film no pretende mucho más que el entretenimiento pasatista que logra sólo por momentos. Enzo (Facundo Cardosi) resulta un joven proto Francella.
Por más noches así Comedia anárquica con toques de policial "clase b", Noche de perros (2015), ópera prima de Ignacio Sesma, se construye sobre ciertos pilares ausentes en el cine argentino contemporáneo como lo es el humor libre de prejuicios y la inteligencia para ponerlo en escena con seriedad. Enzo, empleado de un estacionamiento tiene una pelea con su novia y llama a su amigo Richard para salir a divertirse. En resumidas cuentas Enzo toma un auto del garage, lo estacionan afuera de un bar y al salir de tomar unas cervezas ven un espacio vacío. Si está pensando que fue la grúa y que la historia deviene en un episodio de Relatos salvajes (Damián Szifrón, 2014) está errado. El Mercedes Benz que conducían fue robado. Ante la desesperación recurren a un amigo que tiene un amigo dedicado al choreo de autos que le debe un favor para que los ayude. Pero no todo irá viento en popa ya que quién los tiene que ayudar no es otro que el dueño del auto robado. Para redimirlos los obligará a cometer un acto vandálico: robar el perro de su ex mujer. Cercana a la nueva comedia americana o al cine de Farsa Producciones pero hecho profesionalmente (y no es que la gente de Farsa no sea profesional sino que ellos trabajan fueran de los cánones que se manejan en la industria), Noche de perros derrapa frescura y espontaneidad tanto en los mecanismos de su puesta en escena como en el registro actoral. Elementos que el cine argentino tiene bastante esquematizados, sobre todo en directores noveles que se atan más a estructuras que a espontaneidad. Una Buenos Aires nocturna diferente, con personajes que parecen salidos de los años 80 (no en vano aparece Mónica Gonzaga como una especie de ninfa cocainómana) y sin ningún tipo de pretensión más que la de hacer un producto con buena factura y que a la vez divierta, Noche de perros es el tipo de películas que le estaba haciendo falta al cine argentino. Simpática, amena, querible. Una película donde se la pasa bien y punto. Ahora hay que ir por más noches así.
Llega a las salas de cine, el film argentino Noche de Perros de Nacho Sesma, presentado en el último Festival de Cine Independiente de Buenos Aires BAFICI. Richard, un abogado que trabaja para su padre, acepta la invitación de su amigo Enzo para ir a tomar una cerveza. La noche recién empieza y Enzo ya está empezando a meter la pata. Toma prestado un Mercedes del garaje donde trabaja, y piensa en romper la noche. Cuando el coche es sustraído, los amigos comienzan una noche que incluye mafiosos, perros y cocaína. Influenciada por Después de hora de Scorsese, 76 89 03, de Nardini y Bernard y la saga Qué pasó ayer,Noche de perros es una comedia de enredos, una buddy movie, un absurdo cuyas pretensiones no son más que divertir y entretener al espectador. La química de sus jóvenes protagonistas, Facundo Cardosi y Nicolás Goldschmidt, ambos intérpretes de numerosas obras del teatro off, es lo más sobresaliente de este film un poco desparejo narrativamente, con momentos más verosímiles que otros, con algunos clisés que por momentos suman y en otros restan. Sin dudas, el contraste de personalidades de ambos protagonistas funciona más que la estructura narrativa. Además de ellos, se destacan por pocos minutos, Darío Levy, Mónica Gonzaga y Marcelo Sain. El film es divertido, pero sus últimos minutos son poco concretos, lo que deja una sensación un poco amarga, como que la película que fluye y tiene buen ritmo, daba para más, y se terminó en forma apurada. Como work in progress funciona un poco mejor. Aún así, se destaca la fotografía que acompaña la acción y el desafío de filmar de noche en Buenos Aires, que nunca es fácil.
Una inofensiva comedia sobre la amistad con la noche porteña como telón fondo. Después de hora Estrenada durante el último BAFICI, la opera prima de Nacho Sesma se desarrolla con la noche porteña como un interesante trasfondo, para contarnos la aventura de dos amigos que simplemente buscaban olvidar un verdadero día de mierda. Se mueve en una Buenos Aires vacía, oscura y desconocida, y por donde desfilan una serie de personajes vistosos, criaturas de la noche que parecieran existir solo cuando se oculta el sol. Con más cosas en común con After Hours de Martin Scorsese que con otras recientes realizaciones del género como Superbad o Harold & Kumar Go to White Castle, Noche de Perros es una propuesta que ofrece suficientes razones para que los amantes de las comedias y las aventuras nocturnas le echen un vistazo. Richard (Nicolás Goldschmidt) es un joven abogado que se sacrifica día tras día en el estudio de su padre, quien vive solo para reprocharlo. Por insistencia de su amigo Enzo (Facundo Cardosi) se acerca al garage en el que trabaja con la intención de distraerse aunque sea por un rato, para luego dedicar su noche a terminar unos importantes papeles que debe presentar al otro día. Pero Enzo tampoco tuvo una buena jornada. Acaba de pelearse con su novia y dada la situación y la baja autoestima de ambos, deciden salir a tener una buena noche de copas. Para esto se llevan un lujoso auto Mercedes-Benz del garage, que a pesar de las protestas de Ricardo Enzo promete devolver una vez que la noche termine para ellos. Por desgracia nunca iban a saber que los esperaría una noche muy larga. Cerveza y tragos de por medio, al salir del bar los amigos descubren que el auto fue robado junto con las pertenencias de Richard adentro, entre las cuales sus documentos laborales. Ahora, si quieren poder mantener sus trabajos, deberán encontrar el auto robado como sea. Para esto buscan ayuda en Matías (Fabián Carrasco), un viejo amigo que servirá como puerta de entrada al mundo de la noche, ya que por medio de oscuros contactos les asegura poder ubicar el auto desaparecido. Noche de Perros llega para engrosar todavía más una lista que, a marcha lenta pero segura, va creciendo y agregando exponentes. Me estoy refiriendo a las comedias apuntadas al público joven, género que este año viene logrando notoriedad y una buena cantidad de espectadores, con Voley a la cabeza como principal referente. Pero Nacho Sesma nos propone algo distinto. La comedia tiene un sabor más amargo y hasta coquetea con el cine de gangsters, presentando personajes que parecen engendrados por el cóctel prohibido que componen la noche y la ciudad. La odisea de Richard y Enzo queda retratada en un historia que se mueve por todos los lugares correctos, pero sufre de su falta de astucia. Con apenas 85 minutos de duración Noche de Perros nunca llega a aburrir, pero comete quizás el mayor crimen del que se pueda acusar a una comedia: buscar hacer reír y fallar en el intento. No por falta de mérito, claro. La película crea las situaciones y las construye adecuadamente, aunque se queda sin pólvora al momento del punchline. Pero muy a pesar de esto, gracias a la dupla compuesta por Nicolás Goldschmidt y Facundo Cardosi la cinta nunca termina por caer. Conclusión Las aventuras nocturnas no son moneda corriente dentro del cine nacional, al igual que las comedias que apuntan al público joven. Y la combinación de ambos elementos debería hacer de Noche de Perros una película a tener en cuenta. Sin embargo, nunca termina por destacarse en ninguno de estos dos aspectos. No es una comedia que vaya a sacarnos demasiada carcajadas, pero que en algún u otro momentos puede robarnos una sonrisa. Y si bien la aventura de Richard y Enzo mantiene cierto ritmo y se cruza en el camino de personaje pintorescos, nunca logra sacar a relucir todo lo que la noche y la ciudad tienen para ofrecer.
El que no corre, ladra Los perros y la noche son dos elementos clave que configuran esta ópera prima de Ignacio Sesma, enrolada en lo que podría denominarse cine independiente argentino, desde un punto de vista conceptual más que de producción. Rápidamente se instala el recuerdo de Después de hora (1985), de Martin Scorsese y más cercano en el tiempo, de la entrañable 76 89 03 (2000), de la dupla Cristian Bernard y Flavio Nardini, pues una serie de eventos desafortunados desatan una pesadilla en la pareja de amigos protagónica a cargo de Nicolás Goldschmidt y Facundo Cardosi, a quienes una típica noche de diversión se les convierte en todo lo contrario y se ven involucrados en una serie de situaciones con terceros sin posibilidades de escapatoria. El registro anárquico, así como la expresa renuncia a todo tipo de convencionalismo, por momentos opera a favor y por otros en contra. Da la sensación de que muchas de las escenas con buenas ideas llegan tarde o de manera forzada en términos narrativos, en un relato que por momentos se ameseta. Ese aspecto importante en la trama que gana por acumulación, pero pierde por calidad, se nota aún más promediando la segunda mitad del film. El aporte de los actores en sus respectivos personajes, así como la buena química entre este grupo de amigos funciona, son creíbles y hasta queribles, desde sus avatares cotidianos. Algunos personajes secundarios no pasan del nivel de simpatía como para considerarlos personajes con todas las letras y otros sorprenden como es el caso de Mónica Gonzaga, en su rol de dealer para romper a conciencia ciertos esquematismos de la industria y más aún si se trata de una propuesta que no huye del género.
Un poquito de gira Después de mucho tiempo sin verse, finalmente Enzo (Facundo Cardosi) y Richard (Nicolás Goldschmidt) armán algo para el viernes a la noche. Entre la novia de uno y el trabajo del otro ya casi no se ven, y Enzo convence a su amigo para que salgan de joda y pasen una noche como las de antes. Pero las cosas no empiezan bien, el bondi no llega y harto de esperar, Enzo decide sacar uno de los autos del garage donde trabaja. Aunque al principio a Richard no le gusta la idea de andar por ahí en un auto robado, finalmente los amigos salen hacia el bar de siempre, para la previa. Si las cosas no empezaron bien, no tardan en ponerse peor, al salir del bar el auto ya no está donde lo dejaron. Desesperados, recurren a Matias (Fabián Carrasco) un amigo con bastante calle y más contactos, que los puede ayudar. Los tres amigos van a dar a un desarmadero donde un mafioso podría devolverles al auto, pero a cambio, tienen que hacerle algunos favores. Al estilo de "After Hours" o "Go", los amigos pasan una noche llena de percances que finalmente se resuelven cuando está por salir el sol. Una noche que termina siendo tan complicada como inolvidable. La película está muy bien en lo técnico, y es muy dinámica, pero el guión no es muy sólido. Si bien los enredos que plantea la historia son entretenidos, la mayoría de los elementos son bastante predecibles, lo que le resta humor a la historia. Los actores principales realizan un buen trabajo, tienen buena química entre ellos, pero sus roles son muy estereotipados: el serio, el colgado, el canchero. "Noche de Perros" es una historia que no trae nada nuevo, y no hace reir demasiado, pero que sabe captar los códigos y la química entre amigos, aunque no alcanza.
Una noche de tropiezos y risueñas sorpresas En más de un sentido, es una noche de perros la que pasan los dos protagonistas de esta comedia, que remite a la llamada nueva comedia americana y -con las imaginables distancias- a Después de hora. Lo es porque todo lo que estos buddies locales imaginan como anhelado recreo hecho de cerveza, relajación y alguna conquista amorosa termina siendo una sucesión de equívocos, a la que ellos contribuyen tomando "en préstamo" un Mercedes-Benz. Y que se prolonga en una madrugada en la que todo lo que puede salir mal sale peor. Pero también lo es en sentido más literal, porque los trastornos en que se ven envueltos terminan mezclándolos con narcos, armas y riesgos de vida. Todo en tren de comedia y más allá de los altibajos en un tono negro bastante risueño, aunque algunos enredos luzcan forzados y el final, un poco apresurado.
Peligros edulcorados A esta película le falta interés, profundidad y gracia para lograr el objetivo de hacer reír e inquietar a la vez. Hay una desordenada apuesta por el ritmo, el vértigo y los diálogos espontáneos en Noche de perros, la película de Nacho Sesma. Pero sus méritos y sus problemas hay que buscarlos en el despojo con el que amasa la situación anecdótica que da origen al filme, una historia dirigida a un público joven que por su simpleza y linealidad argumental no logra convertirse en la comedia negra que debería ser. Le falta oscuridad e intriga a esta noche. Todo ocurre después de una jornada laboral, en una larga noche de desencuentros y excesiva, a veces evidentemente forzada, mala pata. Enzo (Facundo Cardosi) trabaja en un estacionamiento y tiene pensado salir con su novia, pero algo anda mal entre ellos y entonces acude a su amigo Richard (Nicolás Goldschmidt), hijo de un comisario, que no puede evitar acompañarlo. De pronto están juntos, embarcados en una aventura nocturna y urbana que por su simpleza, linealidad del argumento y por explicar demasiado lo que debería ser inexplicable, pierde la que debería ser su mayor virtud: la capacidad de inquietar. Acaban de tomar un auto “prestado” del garage que debería cuidar Enzo, y pronto van a perderlo. Así arranca su azarosa historia de previsibles desencuentros. Será porque estamos familiarizados con estos mundos nocturnos o porque es débil el perfil psicológico de sus protagonistas que la historia navega en la levedad, con situaciones anárquicas y cabos atados con alambre de fardo. Vale el riesgo del director, es necesario filmar la noche. Y son discretas las actuaciones pero es difícil “creer” en lo que vemos, y eso es todo lo que hay.
Ingeniosa “Qué pasó ayer” a la criolla No es que sea terriblemente original, pero para el tipo de comedias que se hacen en la Argentina esta "Noche de perros" se destaca por apuntar al estilo de películas americanas tipo "Qué paso ayer", poniendo ritmo y chistes zarpados. La cosa empieza con dos amigos que van a salir una noche, uno más serio que el otro y no muy convencido, dado que tiene que entregar un trabajo para su padre. Como no pasa el colectivo, el menos serio de ambos elige cualquier llave del garaje donde trabaja con la idea de tomar prestado un auto, dar una vuelta y devolverlo. El auto es un Mercedes con una pistola en la guantera, y para colmo se lo roban cuando están en un bar tomando una copa. Desesperados, van a lo de otro amigo con contactos en los bajos fondos para tratar de recuperar el vehículo. Pero las cosas se complican aún más, y los amigos terminan teniendo que hacer obligadamente una transacción de drogas y robar el perro de un gángster, entre otros actos delirantes. El director Nacho Sesma narra correctamente una historia que está sostenida en las buenas actuaciones, buena música, y sobre todo por buen sentido del humor, con gags eficaces y una lograda factura técnica. Seguramente no sea una película memorable, pero sin duda divierte y hace reír, y finalmente eso es lo principal en una comedia.
Hay una famosa frase popular, algunos se la atribuyen a Aristóteles y otros citan La Biblia , que reza; “Uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”. En éste caso se aplica de maravillas, pues esta tortura que significa ponerme a escribir sobre esto que intentó ser una película, es producto de mis palabras. Aclaro que no soy el único culpable, que nada tengo de masoquista, no puedo decir lo mismo sobre la estructura sádica del director de la página, Andrés, que es un gran viejo zorro si los hay, que pronuncio las palabras mágicas, es este caso de magia negra: ….“¡ Ah, la viste!, escribí vos la crítica”… Y aquí me encuentro entrada la noche, otra noche, no de perros pero meditando sobre como hacer para pasarla bien mientras pienso en qué escribir, sólo el humor los hará libre….parafraseando. Pero empecemos desde el principio. El filme abre con una voz en off, en una escena de persecución en una noche oscura. El dueño de esa voz es Ricardo, quien nos dice lo que siempre le repite su padre sobre que recaudos debe tomar un sábado a la noche. Congelamiento de la imagen, y con el recurso de flashbacks, nos encontramos esa mañana en el estudio que Ricardo comparte con su padre, en el momento que recibe el llamado de su amigo del alma, Enzo, sereno de un estacionamiento, que lo invita a pasear y tomar cervezas a la noche. Llegada la noche, Enzo toma “prestado” por un rato un lujoso auto y convence a su amigo a dar una vuelta. Con tan mala suerte que no sabia que su dueño es un cruel mafioso que hará vivir una noche de pesadilla a estos jóvenes con muy pocas ideas apropiadas, que sólo quieren divertirse. Del cambio de registro al enroque de narrador, es solo cuestión de segundos, todo sin justificar, ni desarrollar. Es tal el nivel de pobreza del guión que nada se hace creíble, pero no sólo el transitar por todos los lugares comunes en el cine desde hace 120 años, sino porque hay situaciones del orden de la falta de respeto hacia el espectador. Ricardo está de traje en su estudio jurídico un sábado a la mañana, porque al día siguiente debe entregar el escrito en un juzgado, según hace referencia el padre, verdadero dueño del mismo. Hasta el día de hoy no sabia que existen juzgados abiertos para esos tramites los días domingos. Lo mismo ocurre con uno de los personajes femeninos que a la 4 de la madrugada del domingo se dirige a la facultad porque cursa temprano. Y así sucesivamente, como un policía corrupto que se asusta de nada que le hayan mostrado; o estableciendo que un empleado de un garaje no sabe de quién son esas llaves, que no reconocen que son de un Mercedes Benz, cuyo dueño termina siendo un mafioso peligroso. Tiembla Don Corleone. Pudo haber sido una muy buena idea, mal desarrollada, tediosa, trillada, por completo malograda, como dijo una colega al salir, “es la primera vez que soy testigo de una comedia que no hizo reír a nadie”.
Tierra de pavotes Se podría hacer una lista exhaustiva de referencias (de no más de dos décadas) y de tics televisivos para describir esta comedia a la criolla que emula varios films conocidos. Y si sacáramos esas referencias, el resultado sería bastante pobre: no más que una historia mediocre, pero sin sustancia ni desarrollo. Noche de perros se constituye como un elogio de la pavada: dos amigos deciden tomar un auto lujoso prestado pero no imaginan las consecuencias que ello traerá. El punto de partida es la típica broma adolescente y el espíritu que recorre la película atraviesa todos los clisés posibles del imaginario misógino fiestero. La tierra es la de los chistes fáciles, sin esfuerzos mínimos en la construcción de diálogos (mal copiados de tiras televisivas) ni tratamiento alguno en los personajes que intervienen. Esta clase de films (los cuales son enaltecidos como bromas) representa una parte importante del cine actual, celebrado en círculos festivaleros e independientes. No suelen ser sometidos a discusión y su refugio parece ser una cierta idea de independencia. Se presentan ligeramente como “frescos, anárquicos” y se fundamentan en un supuesto desprejuicio con respecto a lo que cuentan. Sin embargo, la obviedad en la que quedan encerrados es más un signo de anquilosamiento que de frescura. El imperativo categórico que los guía es de la imitación y el chiste “entre nos”. Lamentablemente, la comedia (un género noble y loable), en estos casos, no pasa de ser un rótulo, una etiqueta sin envase.