Anna se predispone a pasar sus vacaciones con sus eclécticos parientes, en la bucólica casona familiar en la Costa Azul, donde ha pasado tantos veranos. Pero antes debe solucionar un par de problemitas, a saber: la solicitud de fondos para producir su nueva película. Anna es directora de cine y expone ante una desorientada comisión que debe decidir si aprueba o no, producir la nueva película. Y la comisión no entiende de qué va la cosa. Danger. Otro asuntillo: su pareja le informa a último momento que no irá de vacaciones con ella, porque se enamoró de otra mujer, a más datos, jóven y modelo. Houston, estamos en problemas… Todo en el relajado tono de esta comedia francesa. Anna pues, ya instalada en la vieja casona, pasa sus días con su pequeña hija y su rica y decadente familia. Disfuncional parentela, pero qué importancia tiene eso si el dinero mueve al mundo… Como coro, las peripecias del personal de servicio: sus afanes, sus aspiraciones, sus amores, también sus contradicciones, tal le sucede a los irreverentes parientes ricos. Lo que en unos es melancolía en otros es bronca, resignación y esperanza. Se impone en el relato un tono chejoviano de finitud y ansia, agostado y rancio, pero también con cierta belleza de canto de cisne, de un sentido que se difumina en una bruma que mixtura lo que ya fue, con lo que vendrá. Película de estados, su narrativa se extravía en situaciones anodinas pero que pueden derivar en pequeños hallazgos sublimes, responsabilidad ésta de la capacidad histriónica de sus protagonistas. ELENCO: Valeria Bruni Tedeschi, Valeria Golino, Riccardo Scamarcio, Pierre Arditi, Noémie Lvovsky, Yolande Moreau, Vincent Pérez MÚSICA: Paolo Buonvino FOTOGRAFÍA: Jeanne Lapoirie GUIÓN: Valeria Bruni Tedeschi, Caroline Deruas-Garrel, Noémie Lvovsky, Agnés de Sacy DIRECCIÓN: Valeria Bruni Tedeschi ORIGEN: Francia (2018)
La película sigue siendo la misma A esta altura de las circunstancias se podría anticipar que cualquiera de las propuestas cinematográficas de la actriz, guionista, productora y directora Valeria Bruni Tedeschi tienen por un lado una raíz autorreferencial, y por otro la excusa de utilizar al cine como vehículo de la catarsis y neurosis propias. La primera pregunta incómoda es si realmente puede interesar lo que le pasa a Bruni Tedeschi, cómo siente o piensa la vida, la muerte, el deseo y sus circunstancias. Ese es el problema de su nuevo opus Nuestros veranos, ese egotrip en tres actos y un epílogo habitual donde la actriz y directora saca a relucir el mosaico de la burguesía francesa, sus propios argumentos críticos hacia un modo de vivir y por supuesto la esfera sentimental cuando la apuesta por el amor viene con un plus de fracaso a cuestas. El exceso y la ironía son las herramientas que mejor maneja desde siempre, alguna sutileza con el humor y un reconocible límite a la hora de escribir diálogos o diagramar personajes. Tampoco son eficaces en esta ocasión los recursos y elementos narrativos en la puesta en escena como por ejemplo hacer uso de la presencia ausencia con un personaje clave para la familia retratada en su habitual reunión de verano en la Costa Azul, con los empleados serviles que no hacen otra cosa que enfatizar los contrastes de clase como ese recurso trillado de purgar vaya a saber qué culpa por tener dinero y no compartirlo. Sin otra idea que se pueda destacar más que un elenco de lujo, donde por ejemplo Valeria Golino hace uso de su libertad en ese espacio controlado junto a actrices de la talla de Yolande Moreau, Nuestros veranos es otra película de Valeria Bruni Tedeschi, ni más ni menos que eso.
Tras Actrices y Un castillo en Italia, Valeria Bruni Tedeschi dirigió esta tragicomedia que la tiene también como protagonista en el papel de Anna, una mujer que es abandonada de la peor manera por su marido (Riccardo Scamarcio) y se instala con su hija adoptiva en una hermosa casona de la Costa Azul para escribir allí el guion de su próxima película. Lo hace acompañada por muchos familiares, amigos y empleados (interpretados por un seleccionado de figuras como Pierre Arditi, Valeria Golino, Noémie Lvovsky, Yolande Moreau, Vincent Perez y Xavier Beauvois) por lo que Nuestros veranos tendrá una estructura coral. Por el paradisíaco entorno, su elenco de lujo y la audacia de Valeria Bruni Tedeschi, Nuestros veranos prometía mucho, pero el resultado final es decepcionante. Una película caótica, que avanza a los gritos y a los golpes (literalmente), llena de confesiones (como cuando la protagonista dice haber sido violada a los 7 años) en una acumulación infinita de frustraciones, resentimientos, agobios, tristezas, dolores, resignaciones, manipulaciones, reproches cruzados y algún que otro romance. Nuestros veranos comienza dentro de ese subgénero de películas francesas con largas charlas en almuerzos al aire libre, pero luego opta por un histrionismo más propio del cine italiano con un humor más recargado, exagerado y absurdo que eficaz. Un film que nunca encuentra su tono. Ni su brújula.
Valeria Bruni Tedeschi protagoniza y dirige una película coral, ambientada en un palacio de la Riviera francesa donde se cuentan los dramas familiares de cada protagonista, en algunas escenas fortísimas y sublimes, y otras un poco mas deshilvanadas pero engarzadas en el encanto y con la curiosidad de ser casi todas el resultado de padecimientos autobiográficos. A la protagonista le paso perder un hermano por causa del sida, y el fantasma se pasea en una convivencia de vivos y muertos, reales y ficción. También se separó de Louis Garrel, aquí interpretado por Riccardo Scamarsio y su hermana la famosa Carla Bruni esta encarnada por su amiga Valeria Golino. En el film trabajan su verdadera madre, su abuela y su hija en esos roles. Pero además de las curiosidades y de la capacidad de Bruni Tedeschi para pasar de la desesperación a la banalidad, de la angustia al humor delirante, sabe llegar a momentos realmente fuertes, bien logrados y decisivos, llenos de verdad, como las escenas donde se ventilan abusos infantiles o la confesión de una de las protagonistas de un aborto por conveniencias de su pareja. Más leves y simpáticas se sucedes amores, conflictos del personal de servicio, amantes de ocasión, canciones y borracheras, situaciones resueltas en borrador, pero que redondean un film entretenido, no del todo logrado, pero agradable siempre para el espectador.
Texto publicado en edición impresa.
Sólo los franceses pueden con este género particular que es "películas corales de personas vacacionando", acá impulsada por la historia de una mujer que en medio de una crisis matrimonial decide seguir con el plan de pasar unas semanas en la costa azul con su familia, generando no sólo aún más conflictos para sí misma, sino que comienzan a revelarse situaciones del pasado con cada uno de los miembros que explotan en la cara de los espectadores.
Valeria Bruni Tedeschi luce su histrionismo y se ahorra el psicoanalista en esta comedia levemente ácida y bastante egocéntrica. Así, reelabora algunas instancias entre graciosas y patéticas de sus desvelos como actriz, directora, libretista y productora a la hora de pedir un crédito para hablar de sí misma como en sus tres películas anteriores, sus relaciones parentales (dicen que su hermana, Carla Bruni, y su cuñado, Nicolas Sarkozy, repudiaron la obra) y, especialmente, su ruptura conyugal con Louis Garrel. Impagable, al respecto, la escena en el andén ferroviario que juega con Riccardo Scamarcio y Lionel Bencimol. La obra no le sale del todo redonda, pero al menos tiene lindas locaciones, sentido del humor y una suerte de autocrítica celebratoria, en la que algunos familiares participan de modo cómplice. Quien hace de madre es su madre en la vida real, la que hace de hija es su hija. Claro, también hay artistas invitados como Pierre Arditi, Valeria Golino y el citado Scamarcio (qué desmejorado está, con lo fachero que era cuando vino a Pantalla Pinamar con “La meglio gioventú”, pero, lógico, aquí hace de marido harto de su esposa). Renglón aparte, los que interpretan al díscolo personal de servicio, harto de patrones/as tan decadentes. Y eso es, en el fondo, esta comedia: una pintura cariñosa y burlona de la propia decadencia (e indecencia) de una señora exquisita, sus seres queridos y su clase social. No pretende ser “La regla del juego”, de Jean Renoir, ni “Pieza inconclusa para piano mecánico”, de Nikita Mijalkov. Bruni Tedeschi se congratula con solo mantenerse al nivel de su anterior “Un castillo en Italia”.
No me ama Valeria Bruni Tedeschi realiza este fresco de los veranos en la campiña francesa, con varias personalidades conocidas de la comedia. El resultado es una película coral que no en todas las subtramas encuentra la fuerza narrativa necesaria. Nuestros veranos (Les Estivants, 2018) empieza con mucha intensidad: Justo cuando Anna (Valeria Bruni Tedeschi) se dirige a buscar fondos para filmar su nueva película, su marido (Riccardo Scamarcio) le pide separarse porque conoció a otra mujer. Ella queda perpleja a nivel emocional sin saber cómo reaccionar. Su estado de ánimo influye en cada una de sus actitudes en la casa de verano donde pasa la temporada con su hija y una serie de estrafalarios personajes. El realismo mágico invade la escena de este film que tiene varios guiños y lugares comunes -adrede- de las tradicionales comedias de campiña. Discusiones políticas (ziquierda o derecha) se dividen entre la servidumbre y sus reclamos laborales y la visión burguesa de la familia hospedada, las anécdotas fantasiosas de algunos comensales y los trapitos al sol echados en cara entre vínculos; serán de la partida. La idea de la directora afectada emocionalmente mientras busca motivos y temas para su próximo film resulta interesante combinando el proyecto con la película que estamos viendo. Entre la gama de actores reconocidos que actúan en el film se encuentran Pierre Arditi, Valeria Golino, Noémie Lvovsky, Yolande Moreau, Vincent Perez y Xavier Beauvois, además de los ya mencionados. Pero sucede que el conflicto interno de la protagonista tiene muchísima fuerza en comparación con el resto de los personajes que, si bien son planteados como satélites que giran alrededor de ella, en cada bifurcación argumental la trama cae en pozos narrativos de los cuales les cuesta salir. Ante esta cualidad podemos pensar a Nuestros veranos como un film episódico con algunos buenos momentos que no alcanzan para potenciar el resultado final.
Una escritora que tiene que entregar un guión al mismo tiempo que sufre una ruptura sentimental y pasa vacaciones en familia. Una pena que aquí no hayamos visto (no tuvieron estreno comercial) las otras películas como directora de esta notable actriz. Aquí interpreta a una escritora que tiene que entregar un guión al mismo tiempo que sufre una ruptura sentimental y pasa vacaciones en familia. Del drama a la comedia, con amabilidad y cariño por sus personajes, Bruni-Tedeschi crea un paisaje humano que nunca nos deja afuera.
"Nuestros veranos": tragicomedia coral La instancia del divorcio de la protagonista es apenas el eje narrativo en torno al cual giran los problemas que cargan los personajes que la rodean. “Ningún giro ordinario del destino, como la enfermedad, la bancarrota o el fracaso profesional repercute tan cruelmente en el inconsciente como el divorcio”: esas son las palabras que eligió la italiana Valeria Bruni Tedeschi (en adelante VBT) para abrir Nuestros veranos, su última película. La frase no es suya, sino del dramaturgo alemán Botho Strauss, ni es novedosa para el cine. Ya la utilizó 19 años atrás y con el mismo fin Liv Ullmann en Infiel, uno de sus cuatro largos de ficción como directora, sobre un guion de Ingmar Bergman. A diferencia del film más bien intimista de la noruega, que aborda los efectos que el divorcio provoca en los personajes directamente afectados por él (una pareja, su hija y el tercero en discordia), el de VBT es una tragicomedia coral que tiende a la desmesura. Dentro de esa estructura que inscribe al desborde emocional como principal recurso dramático, la instancia del divorcio de la protagonista es apenas el eje narrativo en torno al cual giran los conflictos personales que cargan los personajes que la rodean. Como buena parte de su filmografía como directora, Nuestros veranosfunciona como espejo de la vida personal de VBT, a quien no le preocupa nada que el asunto se vuelva evidente. Tan poco le importa que comparte el oficio de cineasta con Anna, la protagonista que ella misma interpreta, quien además es abandonada por un marido que elige irse con una modelo. Lo mismo que hizo en 2012 su ex, el actor Louis Garrel, para comenzar una relación con la top model Laetitia Casta. Y hasta su propia hija Oumy, a quien adoptaron con Garrel, interpreta el papel de Celia, la hija adoptiva de Anna. Si a muchos directores se los critica por hacer teatro filmado en lugar de cine, de VBT podría decirse que lo suyo es el psicoanálisis filmado de froma ligera. La directora lleva el asunto al extremo, haciendo que Anna se encuentre en plena escritura de un guión que gira en torno a la muerte de su propio hermano, ganándose los reproches de toda la parentela (incluido el fantasma del difunto) por convertir la intimidad familiar en un espectáculo público. Una película en la que ella se interpretará a sí misma y su marido hará de su marido, solo que este decidió irse con la otra en la primera escena, justo antes de que Anna se reúna con unos productores buscando financiar el rodaje. Retrato filoso e irónico de la burguesía de la Europa latina, VBT imagina un universo que tiene algo de cortesano. Eso incluye intrigas palaciegas, deseos cruzados, romances no siempre posibles o visibles y la división entre servidores y servidos, que a pesar de sus diferencias comparten un estado de permanente insatisfacción. Lo mejor de Nuestros veranos ocurre cuando la directora utiliza el desborde de sus personajes para revelar y reírse del carácter decadente de su clase (y de sí misma por extensión). Lo peor: cuando por ese mismo camino se vuelve condescendiente con propios y ajenos.
La actriz Valeria Bruni Tedeschi, en su faceta como directora, últimamente se inspira en sus experiencias personales dentro de la alta burguesía a la que pertenece. Tanto en Un castillo en Italia (2013) como en Nuestros veranos, la realizadora retrata la decadencia de un grupo familiar de un nivel social alto en torno a una gran mansión. Una gran villa junto al mar en la Costa Azul francesa reúne a parientes y amigos para pasar las vacaciones como todos los años. Allí acude Anna (Valeria B. Tedeschi) para reunirse con su hija, aprovechar el marco relajado del mar para preparar el guión de su próxima película y de paso refugiarse de su reciente ruptura sentimental. Algunos personajes acarrean diferentes frustraciones, tanto los patrones como la corte de sirvientes que los atiende. Anna no puede aceptar el alejamiento de su marido que la ha reemplazado por una modelo de lencería, sufre, llora, está al borde de un ataque de nervios; su hermana (Valeria Golino) lamenta el hecho de haber abortado a pedido de su marido y no poder engendrar más hijos debido a su edad; Jean (Pierre Arditi), el cuñado de Anna, un empresario, evita la bancarrota gracias a su mujer; Bruno, un amigo de la familia, intenta suicidarse lanzándose al mar, pero sus dotes de nadador y su resistente corazón frustran el proyecto. Por el lado de la servidumbre, Serge, un estudiante inteligente que tuvo que abandonar los libros por problemas económicos y terminar como criado, reclama el pago de horas extras y feriados sin ser escuchado; Jean Pierre, el cocinero, quiere independizarse y poner su local en París; François, el hijo fronterizo de Serge, tiene pretensiones de mayordomo pero su nula inteligencia y su débil personalidad lo impiden. Otros, en cambio, aprovechan el verano para dedicarse al amor, como la simpática Jacqueline (Yolande Moreau), recordada protagonista de Séraphine (Martin Provost – 2008), que acepta con gusto los avances de un policía, o los amoríos entre el cocinero y la coguionista colaboradora de Anna, provenientes ambos de distintos estratos sociales. Nuestros veranos presenta altos y bajos. Entre los puntos fuertes están las actuaciones de Yolande Moreau y Valeria Golino en los roles principales, a las que se les suma la de Riccardo Scarmacio como el marido de Anna. También en papeles muy menores se destacan Vincent Perez y Xavier Beauvois. La escena nocturna que encuentra desnudos a Jacqueline y el policía a bordo de un velero es también muy disfrutable. En cambio la extensa duración, cierta languidez, o el tono de comedia, acentuado por una música que recuerda a la de Nino Rota, con trasfondo dramático que no se define ni para un lado ni para el otro, desequilibran la balanza. Así, entre fantasmas que aparecen, almuerzos en la galería, baños en la piscina y veladas musicales transcurre una película insustancial. Valoración: regular.
Una galería de idiosincráticos personajes en una narración que los desarrolla poco. El cine, sin importar cuán cercano o alejado esté del realismo, es vivencia. Es aquello que le permite a un cineasta narrar desde la más absoluta honestidad. Es aquello que lo hace original, incluso si la vivencia del cineasta no es muy diferente a la del otro ser humano. Esa diferencia está en la mirada, en la sensibilidad. Sin embargo, hay ciertos límites que no deberían cruzarse y ciertas catarsis pueden hacer más daño que beneficio. Esta senda es la que recorre Nuestros Veranos. El arte imitando a la vida Tomando en cuestión que la protagonista es una actriz y directora de cine, igual que la mujer que le da vida, el espectador no podrá evitar sospechar ciertos tintes autobiográficos. Los cuales se hacen inmediatamente notorios una vez que están en la casona. La narración no solo se limita a mostrar la vida de esta familia, sino también la de su personal de servicio y la guionista que viene a trabajar con la protagonista. Los integrantes de dicha familia son una galería de personajes con idiosincrasias interesantes, pero cuando la narración se sale de ese núcleo es cuando empieza a flaquear. El detalle en sus desarrollos comienza a descender conforme avanza el metraje y uno no puede evitar preguntarse qué utilidad podrían tener para la historia como un todo. Ese deseo de abarcar mucho solo para terminar abarcando poco termina quitándole desarrollo a la que es la más que atractiva premisa de la película: una directora de cine que pretende narrar los últimos días de su hermano, quien falleció a manos del virus del SIDA, y cuyo fantasma vuelve para socavar los intentos de su hermana para materializar esa historia. Sin embargo hay mucho espacio para el amor, tanto romántico como familiar. El amor no correspondido, el afecto reclamado, y cómo estas exigencias pueden consumirnos y hasta impedirnos el seguir adelante. El pasado más como pesada cadena que aprendizaje. Un peso manifestado en el grosor de esa bruma que cierra la película, una bruma no natural, artificial dentro del verosímil mismo del film, pero simbólica de una memoria que busca claridad. Una declaración visual e incluso inteligente de una película que es un tira y afloje entre la comedia de enredos y la introspección. La propuesta visual es prolija, y Valeria Bruni Tedeschi sabe hacerse el suficiente espacio para que su oficio como directora no opaque su oficio como actriz. Su protagónico se sostiene con mucha dignidad, pero en materia calidad la interpretación de Valeria Golino, como su hermana, le da pelea, ya que ella tiene un personaje más complejo desde un punto de vista dramático en oposición a la complejidad más cómica del de Bruni Tedeschi. Una diferencia de registros que es sostenible por separado, pero plantea una mezcla un poco más exigente cuando ambas comparten escena. Es allí donde uno nota más que la película tiene claro su tema, más no su tono. Una comedia puede tener momentos de drama y viceversa, pero cuando las cantidades son iguales, el esfuerzo por compatibilizar puede llegar a confundir y quitarle lustre al producto final.
A lo largo de unas dos horas de metraje, en esta historia coral vamos conociendo muchos personajes, bien variados, con su pasado, presente y parte de sus vidas, allí también aparecen los celos, envidias, reproches, mentiras y secretos, cuenta con un buen elenco e interpretaciones. Se van mezclando situaciones cómicas y melodramáticas, hay parodia y crítica social, su paisaje es paradisíaco, tiene momentos interesantes, pero tiene ciertas irregularidades y cambios de ritmo, no terminando de desarrollar algunos temas y por momentos hasta se ve cierto toque teatral.
La actriz, guionista y directora Valerie Bruni Tedeschi es la responsable y artífice de Nuestros veranos, una comedia dramática coral que cumple con casi todos los lugares comunes de lo que se espera de una película francesa mediana sin señales de autoría u originalidad. Una casa en la Costa Azul, alejada del tiempo y protegida del mundo. Allí es donde Anna pasa las vacaciones de verano con su hija. Rodeada de su familia, amigos y empleados, Anna intenta recuperarse de su reciente ruptura sentimental mientras prepara el guion de su próxima película. Algunos momentos acertados –como para no tenerlos, con tantos grandes actores del cine francés juntos- no alcanzan para una película que fluctúa entre la sutileza y el trazo grueso, con una protagonista que nunca logra la más mínima dosis de empatía con el espectador.
Brillante radiografía de una burguesía desquiciada A igual que Lucino Visconti o María Luisa Bemberg, Valeria Bruni Tedeschi (“Un castillo en Italia”, 2013) sabe muy bien retratar la clase a la cual pertenece, la alta burguesía en decadencia. Desde que comenzara a filmar en 2003: “Es más fácil para un camello...” /2003) hasta “Nuestro verano” (“Les estivants”) su cuarta película ha cambiado muy poco su estructura original, ya que ella prefiere perfeccionar el retrato de una familia disfuncional y privilegiada, en cierto modo lo que la ha rodeado a lo largo de su vida. Algunos actores y actrices han variado, pero otros son como su sostén permanente, especialmente su madre Marisa Borini. En éste filme también incorpora a su pequeña hija Oumy Bruni Garrel, adoptada junto a su ex-esposo Louis Garrel, y a su amiga y coguionista Noémie Lvovsky. Con un guion al estilo clásico Valeria Bruni Tedeschi ofrece la clave de la película desde la primera secuencia. Ella es Anna, cineasta italiana que vive en Francia y que, a punto de partir hacia la Costa Azul, donde veranea su familia, se detiene en un bar ubicado frente al Centro Nacional de Cine (CNC) en el distrito 16 de París, acompañada por su productor (Xavier Beauvois) y su pareja Luca, el actor italiano Riccardo Scamarcio. En esa escena se plantean las líneas del relato posterior, Luca le dirá que no irá con ella a la casa de verano, que tiene un nuevo amor, y el productor le recrimina que se presenta a la junta con ropa costosísima, y para conseguir el dinero, hay que aparentar no tenerlo. Luego de discusiones nada productivas con Luca, el productor consigue llevarse ante el tribunal de presupuesto a Anna y que ésta explique lo que desea. “Nuestro verano” no incorpora nada nuevo a la estrategia de la directora, al contrario ahonda aún más en la percepción del espectador para que pueda inmiscuirse en su historia. Ella está anclada en la autoficción. Sin ser totalmente autobiográficos sus filmes, la gran mayoría de los elementos que contienen son una parte de su vida misma. En “Nuestro verano”, por ejemplo, habla de la separación de Anna y Luca, y los amores de éste. En efecto, Valeria Bruni Tedeschi se separó de Luis Garrel hace algunos años, y su duelo lo tuvo que pasar durante un verano con su hijita, en la Villa familiar. Con un clima muy chejoviano casi semejante al “Pieza inconclusa para piano mecánico” (1976) de NIkita Mikhalkov, o “Sacrificio” (1986) de Andrei Tarkovky, y, por otra parte, muy fellinesca al estilo de “Ensayo de orquesta” (1978) y con título tomado prestado de la obre de Máximo Gorki “Los veraneantes” (1904), y algunos de los contenidos de fondo de la misma como el estado de confusión sociopolítico y económico de la época, muy semejante a la Europa actual, Anna se instala casi fuera del tiempo, en una suerte de acogedora e impermeable burbuja con la cual se siente protegida de todos los males que llegan del exterior. Allí, rodeada de familia y amigos, intenta superar un fracaso sentimental y escribir el guion de su próxima película. Un sutil modo de marcar lo autorreferencial como eje direccional de su relato. A pesar de que los nombres de los personajes no corresponden a las personas que representan, es difícil no vislumbrar un paralelismo entre Carla Bruni, hermana real de la autora, en las máscaras: de Elena, (Valeria Golino), y Jean un líder empresarial (Pierre Arditi) como su cuñado Nicolás Sarkozy. “Nuestro verano” es un juego coral sin grandes lágrimas, sin efectismos, sin música épica, apenas unas variaciones de piano y unos lieder, que habla de pérdidas, decadencia, arrepentimientos, odio, política, avaricia, amor, traición, ambición, desengaño, desprecio, y crueldad; todo ello enmascarado en una semana de veraneo en la Costa Azul. Pero lo importante no es lo que pasa en primer plano, sino todo lo que sucede simultáneamente detrás y que entrelaza a criados con patrones, a parientes con amigos. “Nuestro verano” es básicamente un drama, mucho más profundo de lo que aparenta, tratado en clave de comedia en forma sutil y precisa. El filme está utilizando a Anna como herramienta catártica para la reflexión sobre su estado anímico y creativo de un instante o un momento del pasado, y de las personas que la acompañan, su familia, sus amigos. A semejanza “Gosford Park” (2001) de Robert Altman, la historia transita entre los de arriba y los de abajo, entre amos y criados, como un juego de postales que se van alternando hasta armar un rompecabezas decadente de una burguesía cada vez más debilitada por nuevos jugadores políticos que ascienden al poder. Como en “Gosford Park” hay una muerte, no un crimen, que no se quiere reconocer, y en la verdadera historia de la directora tampoco se tiene conocimiento si su hermano existió y murió de Sida, o no. Pero su fantasma es recurrente en el filme, lo que genera una frágil frontera entre realidad y ficción. En la "niebla artificial" que cubre el final de “Nuestro verano” la vida real se desvanece, la ilusión triunfa, y los fantasmas políticos, o familiares, no se marchan, porque los recuerdos son sueños, y porque le pasado se ha convertido en la gran imagen de las intimidades perdidas.
La nueva película de la directora y actriz Valeria Bruni Tedeschi sigue buceando en su universo familiar con tópicos recurrentes en su carrera y se percibe más autobiográfica que nunca. “Una comedia es una historia que termina en el momento justo”, explica la guionista (interpretada por la coguionista real del film, Noémie Lvovsky) con la que trabaja Anna (Valeria Bruni Tedeschi), una mujer que intenta buscar financiación para una película con tintes autobiográficos. Su idea es contar parte de su historia familiar, signada por una fuerte ausencia. Y mientras se encuentra con el inesperado fin de su pareja pasa unos días de verano en una mansión junto a su familia y lo que quedó de la gente que trabajaba para ellos. Mientras Anna intenta buscarle un rumbo a su película, también lo hace con su vida. Pero no es la única, porque a su alrededor se van desplegando diferentes historias de estos personajes que cuentan con un descontento general en común. runi Tedeschi, que dirige, escribe y protagoniza, comienza Nuestros veranos con un tono de comedia, con una ruptura inesperada por parte de su pareja, y una reunión con posibles financiadores de su película que no se sucede del modo en que estaba previsto. Pero, a lo largo del relato, de las dos horas de duración, esto se va perdiendo y el amargor comienza a ganar lugar. También se pierde la chispa, el brillo. En esa escena en la que tiene que convencer a un grupo de gente de que le den dinero para hacer una película que no consigue definir más que con la palabra autobiográfica y en la cual está presente Frederick Wiseman, Bruni Tedeschi parece reírse de ella misma. Pero a medida de que el film se sucede, que los personajes entran y salen y vuelven a entrar, la línea narrativa que tiene que ver con la película queda opacada, sólo termina quedando en evidencia que la trama de la película que quiere dirigir Anna es tan poco sólida como la de la propia Bruni Tedeschi. Hay escenas de discusiones familiares que provocan cierta incomodidad, como cuando uno queda en el medio de una reunión entre gente que apenas conoce y salen a flote cuestiones personales, pero casi nada cobra mayor dimensión que la del fantasma de una ausencia que es un personaje más. Muchos personajes, muchos temas que se ponen sobre la mesa, pero a la larga Nuestros veranos se queda en la superficie y no consigue ni entretenernos ni emocionarnos, mientras nos dificulta sentir empatía alguna por sus personajes. Nuestros veranos se queda a medio camino entre la comedia y el drama y resulta en un irregular retrato de una familia disfuncional de clase alta. Lo más divertido que tiene para ofrecernos es hurgar en sus guiños autobiográficos.
por Laura Pacheco Mora "¿Problemas imaginarios?" La francesa Valeria Bruni Tedeschi, directora, guionista y protagonista de Les Estivants (2018), nos presenta su última comedia dramática, cuyas representaciones resultan ser muy teatrales. En París y luego de una ruptura amorosa, Anna (Valeria Bruni Tedeschi ) llega a una bella casa de la costa azul junto a su hija y excéntrica familia, para disfrutar de unos días de descanso, con el desafío de escribir su próxima película. El tipo de humor quizás sea más cercano a la tradición francesa-italiana, ya que a mi entender, el film se encuentra dirigido a ese público. Lo que más se destaca de Bruni Tedeschi es su entretenida y carismática interpretación, desplegando un gran nivel de detalle a lo largo del film en general. Es una película familiar y frontal, donde encontramos los demonios y miserias de la directora, sus recuerdos dolorosos de la infancia, el desorden de su vida, ese magma interno, su personalidad impulsiva y desbordante. Luego de risas, enojos y secretos, se vislumbran las relaciones de dominación, los miedos, los resentimientos y los deseos. Cada cual vive inmerso en su propio mundo, eligiendo restarle importancia a lo que le sucede al otro, cuestionándose hasta su propia existencia, los misterios de la vida y la tan famosa crisis de la mediana edad. Están presentes, además, los empleados de la importante mansión, que resultan similares a los personajes de la familia, al lidiar con ciertos problemas afectivos. Todos las actuaciones son contundentes y de construccion tragicómica. La dirección y el guión son los adecuados para una ligera comedia dramática de la clase alta francesa, destacándose la escenografía en interiores, decoración, colores pasteles y blancos, mesas vestidas de manera elegante, sala de música, estatuas clásicas; en exteriores, una importante piscina y matorrales de acceso a la playa privada. Atmósfera ideal junto al mediterráneo para realzar el disfrutar ideal, y quizás un medio que alimente la inspiración y así generar un nuevo guión. El mensaje más preponderante es tal vez, mantener el corazón abierto a las sorpresas que nos depara el destino y que nunca es tarde para ser feliz, siempre y cuando miremos hacia los costados, más allá de nuestras narices. Les Estivants Año: 2018 Duración: 125 min. País: Francia Dirección: Valeria Bruni Tedeschi Guion: Valeria Bruni Tedeschi, Caroline Deruas-Garrel, Noémie Lvovsky, Agnès de Sacy Música: Paolo Buonvino Fotografía: Jeanne Lapoirie Reparto: Valeria Bruni Tedeschi, Pierre Arditi, Valeria Golino, Noémie Lvovsky, Yolande Moreau, Laurent Stocker, Riccardo Scamarcio, Bruno Raffaelli, Marysa Borini, Oumy Bruni Garrel, Stefano Cassetti, Guilaine Londez, Anthony Ursin, Brandon Lavieville, François Négret, Vincent Pérez Productora: Coproducción Francia-Italia; Ad Vitam Production / BiBi Film / Canal+ Género: Drama. Comedia | Comedia dramática