What a life, what a night What a beautiful, beautiful ride Don’t know where I’m in five but I’m young and alive Fuck what they are saying, what a life Incluida en la Selección Oficial de Cannes 2020 y estrenada en el Festival de Toronto, la más reciente colaboración de Thomas Vinterberg y Mads Mikkelsen retrata el ascenso y la caída de cuatro hombres, profesores de un mismo colegio y víctimas voluntarias de la ingesta, primero medida y luego desmesurada, de alcohol. En la crisis de mediana edad de este grupo de amigos a los que la vida obligó a crecer, el cineasta danés halla el escenario ideal para elaborar una reflexión sobre las adicciones que resulta tan trágica y angustiante como cómica y entretenida, y que sorprende, además, por su voluntad de rehuir de la unilateralidad y mostrar al alcoholismo no sólo desde su innegable lado oscuro, sino también desde las insólitas alegrías y desinhibiciones que conducen hacia él. Todo comienza cuando, en una cena, uno de los amigos recuerda la teoría de un filósofo noruego de que el ser humano posee una deficiencia de alcohol en sangre de exactamente un 0,05% o “una o dos copas de vino”. Previsiblemente, el profesor de Historia encarnado por Mikkelsen es el primero en jugar con la idea de comprobar la hipótesis y, como espectador, uno difícilmente puede culparlo: hasta ese entonces, lo vimos dar clases cual sonámbulo, intentar comunicarse con su esposa e hijos sin éxito y hasta ser acorralado por un grupo de padres preocupados por la educación de los suyos. Dicho sea de paso, en estas escenas introductorias, la cámara de Vinterberg y el rostro de Mikkelsen forjan una alianza que probará ser vital para el resto del film: los encuadres del primero dicen tanto o más que las expresiones del segundo, potenciando así su mutua labor, tal como había ocurrido en La cacería, su primer y memorable trabajo conjunto. La escena en la que el punto de inflexión toma lugar es un claro ejemplo de ello: luego de ver, en un plano detalle casi publicitario, unas copas de cristal llenándose con un vodka añejo, los ojos de Mads se iluminan, el encuadre se cierra sobre ellos, una acertada abstracción sonora acontece y, de repente, la decisión del personaje se explicita sin que nadie diga ni una palabra, con un clasicismo y una elocuencia narrativa notables. Pronto, el resto del cuarteto se suma al “experimento científico” del protagonista y, limitándose a tomar sólo en horario laboral (“Prohibido beber después de las ocho, como Hemingway”), se empeñan en comprobar si el alcohol verdaderamente incrementa su “performance social y profesional”. Tras unos primeros resultados alentadores, deciden incrementar la dosis; sorprendentemente, los efectos continúan siendo positivos: el protagonista rejuvenece, recupera su vida sexual, conecta con su familia y todos logran lucirse laboralmente. No obstante, obnubilados por el éxito y decididos a descubrir su límite, los cuatro Ícaros pisan el acelerador en la autopista del alcoholismo y los “inmensos efectos negativos” no tardan en aparecer; encima, como la resaca, llegan para quedarse. La construcción del verosímil es, indudablemente, uno de los puntos más álgidos del film. Como tal, es llevada a cabo desde un lugar de autoconciencia (los propios personajes reconocen y verbalizan los peligros de su accionar), descansa sobre los hombros de un elenco iluminado (Thomas Bo Larsen también vuelve a destacarse bajo la dirección de Vinterberg), se ve reforzada por elementos extradiegéticos (el simpático montaje de los políticos) y, por último, se sostiene gracias a un admirable manejo de los tonos. En Another Round, la comedia, el suspenso y el drama se entrecruzan una y otra vez sin jamás implicar un radical cambio de registro: el risible patetismo de los borrachos, la tensión que emerge ante la posibilidad de que sean descubiertos y el hecho de que todo ocurra ante los ojos de sus seres queridos, e influenciables alumnos, no sólo conviven armónicamente en el relato, sino que además contribuyen a su buscada incomodidad. Es a través de esta última que Vinterberg nos permite tomar distancia y empezar a soltarle la mano de los personajes, a dejar de sonreír con sus excesos y a preocuparnos cuando la empatía que sentimos por ellos deviene en pena. Por lo visto, más de uno ha salido a criticar a Another Round por su retrato del alcoholismo. De hecho, varios hasta han llegado a catalogarla de “apología del alcohol”. Personalmente, difiero de tal acusación en tanto que la película ofrece un retrato bastante acabado de la adicción, planteando las dos caras de la moneda, siendo inclemente cuando lo requiere (el destino trágico de uno de los personajes), pero también festiva y libre cada vez que puede. Por otro lado, Another Round hasta incluye una crítica social en torno al consumo etílico en su tierra natal: la esposa del protagonista exclama “Todos en este país beben como locos” y, hacia el final, en el contexto de un funeral, un grupo de niños entona inocentemente el himno nacional, como arrastrando los pecados de sus padres hacia el futuro. Afortunadamente, Vinterberg no se permite a sí mismo terminar el relato con semejante nivel de solemnidad y, apelando una vez más a su magistral cambio tonal y cuidado manejo de las emociones, el director de La celebración concluye el film, precisamente, con una celebración: pero no una hipócrita, nacida de la mesura o de la abstinencia, sino una que emerge naturalmente del relato, de las experiencias vividas, del saber cuáles las consecuencias de nuestras acciones y, aún así, decidir llevarlas a cabo. ¿Apología del alcohol? En cualquier caso, Another Round es una apología de la vida, de la libertad de poder elegir y equivocarse, de la posibilidad de sufrir, reír, llorar, beber y bailar; como Mads: descontrolado, jovial y feliz, pero, sobre todo, vivo. What a Life.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
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Alcohol contra la indiferencia A Thomas Vinterberg siempre le cuesta retomar el camino de la excelencia una vez que ya anduvo recorriendo géneros, temáticas o ámbitos profesionales que no maneja del todo bien, en este sentido basta con recordar que su carrera aglutina tantos films maravillosos o interesantes como fallidos o apenas correctos: dentro del primer rubro se puede enumerar a las extraordinarias La Celebración (Festen, 1998), Querida Wendy (Dear Wendy, 2005), Submarino (2010), La Cacería (Jagten, 2012) y Lejos del Mundanal Ruido (Far from the Madding Crowd, 2015), y en lo que respecta al segundo grupo -el menos agradable- se puede nombrar a obras deficitarias variopintas como su ópera prima Los Grandes Héroes (De Største Helte, 1996), su debut anglosajón Todo es por Amor (It’s All About Love, 2003), la comedia Cuando un Hombre Vuelve a Casa (En Mand Kommer Hjem, 2007), la digna pero no mucho más La Comuna (Kollektivet, 2016) y la epopeya de submarinos Sumergidos (Kursk, 2018), quizás su trabajo más cercano al cine de género. Aquí vuelve a colaborar con su coguionista habitual Tobias Lindholm, aquel de Submarino, La Cacería y La Comuna, él mismo un gran director responsable de R (2010), El Secuestro (Kapringen, 2012) y A War: La Otra Guerra (Krigen, 2015), y por suerte la película resultante, Otra Ronda (Druk, 2020), se ubica fácil entre lo mejor de la producción artística de Vinterberg, aquí nuevamente retomando en parte el Dogma 95 de la mano de un desarrollo dramático sin artificios banales de raigambre hollywoodense y pegado a la realidad y sus paradojas, enfoque que en esta oportunidad abarca a la influencia del alcohol en la vida de los seres humanos tanto en lo positivo como en lo negativo/ dañino sin que importen los discursos castradores y muy reduccionistas de fetichización de la asepsia, la pureza y la salud de los sectores burgueses profesionales del espectro social, mediático y cultural de nuestros días. De hecho, el proyecto empezó como una adaptación de una obra de teatro que el realizador había escrito muchos años atrás y que estaba más centrada en los rasgos benéficos del consumo de alcohol vinculados a la sagacidad en público y la pérdida de inhibiciones en el trato con el prójimo, sin embargo el fallecimiento en 2019 de la principal propulsora de la traslación a la gran pantalla en un accidente automovilístico, nada menos que su hija de 19 años Ida Vinterberg, llevó al cineasta a ennegrecer/ complejizar el retrato de las bebidas blancas y transformar a toda la faena -por entonces en pleno proceso de rodaje- en una fábula hiper realista sobre la crisis de la mediana edad en los varones, el doble filo de la cultura del alcohol a borbotones y la necesidad imperiosa de disfrutar la vida a pleno sin dejarse deprimir por la mediocridad del contexto inmediato, las repeticiones incansables del caso, las estupideces de familia y colegas, la falta de creatividad vitalizante, los problemas cotidianos más vulgares y la desaparición intrínseca de aquella vocación que nos hizo empezar a hacer algo por gusto o simple pasión incontenible. El relato se centra en cuatro profesores de un gymnasium danés, léase una especie de liceo especializado en mediar a escala de los contenidos entre la educación secundaria y su homóloga universitaria, por un lado, y en filtrar el acceso a esta última mediante el desempeño concreto de los alumnos, por el otro lado, hablamos del docente de historia Martin (el genial Mads Mikkelsen vuelve a trabajar con Vinterberg luego de La Cacería, hoy reconfirmando toda su maestría), el de música y canto Peter (Lars Ranthe), el de educación física Tommy (Thomas Bo Larsen) y el de psicología Nikolaj (Magnus Millang), cuatro amigos que se sienten hastiados de la rutina pedagógica y sobre todo de la rigidez de las autoridades del establecimiento y de la ausencia de verdadero interés por parte de los jóvenes hacia el quid del plan de estudios. En el cumpleaños número 40 de Nikolaj, celebrado en un restaurant elegante, el mismo agasajado comenta una teoría del psiquiatra y filósofo noruego Finn Skårderud acerca de que los seres humanos nacen con un contenido de alcohol en sangre 0,05% demasiado bajo, lo que implicaría que resulta beneficioso mantener ese nivel de alcohol para sentirse más relajados, más valientes y más propensos a los cambios basados en la autoconfianza y las urgencias del propio espíritu, sin doblegarse ante el parecer de los otros. Dicho y hecho, Martin es el primero que apuesta a emborracharse sutilmente durante el horario laboral para luchar contra la indiferencia mutua entre él y sus alumnos y recuperar la alegría de antaño, cuya extinción prosaica le está costando la relación con su esposa Anika (Maria Bonnevie) y con sus dos hijos adolescentes, y el experimento arroja resultados muy atractivos porque efectivamente el alcohol mejora su desempeño en el salón de clases -haciéndolo más efervescente e impredecible como profesor- y conduce a Tommy, Nikolaj y Peter a copiarlo bajo la idea de escribir un ensayo sobre la teoría de Skårderud, acordando en conjunto no beber más allá de las ocho de la noche ni los fines de semana. Como era de esperar, los primeros momentos son placenteros pero cuando los hombres se ponen ambiciosos y elevan el volumen de alcohol consumido a diario se hacen más evidentes los efectos negativos del asunto a nivel de las peleas con sus familias, los posibles accidentes, el comportamiento errático y la típica adicción de turno, con el veterano Tommy especialmente convirtiéndose en alcohólico, siendo despedido del colegio y suicidándose después de mucho tiempo de vivir en soledad, apenas con su perro. Anika abandona a Martin pero luego del funeral de su amigo pretende volver con su ex, lo que desencadena que el susodicho, Nikolaj y Peter se sumen a una comitiva de estudiantes egresados en una fiesta con alcohol de por medio. A diferencia de tanta odisea aleccionadora literal del mainstream anglosajón y sus múltiples duplicados berretas del resto del globo, todos melodramas bobos de autodescubrimiento y rehabilitación, Otra Ronda funciona como un cuento naturalista fascinante para adultos que no romantiza ni tampoco condena la ingesta de alcohol porque la misma explícitamente ofrece consecuencias positivas y negativas para los sujetos, quedando en cada uno ser responsable de sus actos, no dañar al prójimo y hacerse cargo del detalle siempre incómodo de que el alcohol no te obliga a hacer nada que el consumidor no quisiese hacer mucho antes de la ingesta del líquido en cuestión, lo que sin dudas significa que los demonios de cada uno -valga la redundancia- son particulares y el alcohol no es más que un catalizador circunstancial como puede serlo prácticamente cualquier cosa, circunstancia o persona, sean éstas del rango del éxtasis, la angustia, la furia o las represiones psicológicas de larga data. En lo que atañe a la crisis masculina de la mediana edad, el otro gran eje del opus de Vinterberg, el convite tampoco cae en corrección política alguna y señala sin tapujos hasta qué punto los hijos y la pareja pueden ser factores asfixiantes en la mente del varón por la constante presión que ejercen aún estando en “modalidad pasiva” sin quejas permanentes símil integrantes de lo que podría ser una familia latina, con la fémina sobre todo mutando en un agente censurador constante que demoniza al macho por esto o aquello en función de las diferencias ancestrales entre los sexos a la hora de lidiar con los inconvenientes que van surgiendo en la vida en general o la convivencia en términos específicos, así la mujer casi siempre pretende hablar y hablar y resolver varias cosas en simultáneo y el hombre prefiere el silencio y con suerte encarar un problema a la vez, si no es que directamente se queda inmóvil en el lugar simbólico donde se encuentra a la espera de que todo se solucione solo. La perspectiva que utiliza Vinterberg en ocasión de Otra Ronda es muy inteligente porque en esencia combina un ingrediente cultural atemporal, la férrea cultura alcohólica full time de los países del Primer Mundo (se bebe para festejar un gran acontecimiento, para finalizar el día, cuando se está deprimido, cuando no pasa absolutamente nada, en medio de salidas recreativas con allegados, etc.), y un ingrediente paradigmático -y cada vez más hermanado al previo- de nuestro presente, nos referimos a la tendencia a evadirse de la realidad a través de componentes semi mágicos que vengan de la nada a solucionar un todo complejo de disgustos y obstáculos que lejos están de habilitar fórmulas, atajos o recetas esquemáticas (como decíamos antes, el alcohol no soluciona ni provoca de por sí nada ya que el agente inconmensurable de la creación o la destrucción siempre es el sujeto, una verdad que las sociedades irresponsables y pueriles de nuestros días no desean reconocer y por ello caen en prohibiciones, acosos, hipocresía y hasta simplificaciones que demonizan a las bebidas blancas como si tuvieran conciencia propia y que al mismo tiempo prohíben drogas mucho menos nocivas/ más beneficiosas como la marihuana). Muy lejos de la basura new age y los manualcitos de autoayuda para capados, abstemios y burguesitas aburridas del nuevo milenio, desde las vegetarianas a las fanáticas del yoga, el film que nos ocupa subraya sin culpa la sensación de bienestar que produce el alcohol y de paso refuerza aquello de que “mucho de cualquier cosa termina siendo perjudicial”, algo que no sólo abarca a las bebidas blancas sino también al amor, el odio, los amigos, los colegas, el trabajo, los hobbies, el barrio, la escuela y cualquier otro estado/ ámbito/ compañía que pueda transformarse en obsesión al punto de motivar una enajenación que subordine todas las otras dimensiones de la vida a un único plano absolutista de esta frágil existencia, siempre falible e imperfecta…
La receta milagrosa para quitarles el dolor es confusa. Crítica de “Otra ronda” El director Thomas Vinterberg toma la crisis de la mediana edad y proyecta su esencia almibarada y agridulce Florencia Fico Hace 2 horas 0 13 El filme “Otra ronda” aborda la reinvención personal de cuatro docentes exponiéndolos a un renacer recreativo. El cineasta Thomas Vinterbeg satura los límites conductuales y etarios, para un lúdico intercambio generacional, con el fin de hallar una nueva percepción del mundo que los rodea. Por. Florencia Fico. Otra ronda: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Magnus Millang, Lars Ranthe El argumento de la película danesa “Otra ronda” se centra en las figuras de cuatro docentes de un colegio ellos se lanzan en un experimento sociológico donde cada uno tendrá que sostener el nivel de alcohol en su organismo al mismo grado, mientras su vida cotidiana, les muestra que de esa forma les da la oportunidad de progresar en sus esferas sociales. La dirección de Thomas Vinterberg da paso a un filme dramático efervescente, incitador y políticamente incorrecto, que naufraga en el cóctel liberador que brinda el alcohol; en las vidas: rutinarias, solitarias, infelices, abrumadoras y deprimidas en una Dinamarca sin filtro; con un dejo de su vieja época en cofradía vikinga. El guion de Thomas Vinterberg y Tobias Lindholm desarrolla una narración que combina diálogos ingeniosos con placas negras; que van mezclándose como las copas que los personajes van tomando. En ocasiones; las conversaciones fluyen con dinamismo, a veces marea y en otras ocasiones se cae. Vinterberg y Lindholm manifiestan problemáticas que se dan en Dinamarca; que ya es nombrada como: la capital mundial del cáncer y es uno de los países nórdicos con mayor tasa de mortalidad por el consumo de alcohol. Donde los mismos padres dan el permiso para beber alcohol desde los 16 años. Asimismo en los papeles de sus protagonistas como ser: la paternidad frustrada, las familias que penden de un hilo o quebradas sentimentalmente, el aislamiento, la vida configurada que aplasta los deseos personales y el suicidio. La fotografía de Sturla Brandth Grøvlen captura en desenfoques los estados que provoca el alcohol como la visión nublada. Las tomas de carreras jóvenes tomando cerveza; que es tradicional en Dinamarca; quienes vomitan a mitad de camino. Los planos en detalle de las copas y los travelings físicos en la típica fiesta de graduación. En la cual adultos y jóivenes siguen tomando alcohol. Los studentekorsel que son: una especie de caravana etílica naturalizada en Dinamarca; en los cuales los estudiantes alquilan una camioneta y se la pasan de juerga. Otra ronda El departamento de sonido y musicalización emplea instrumentación a base de cuerdas como el piano, en etapas de desconsuelo, sufrimiento y descontento. En momentos de fiesta, la guitarra eléctrica y el estilo electrónico, pop y urbano; se predispone para tiempos de recreación y soltura de los personajes. En el reparto estuvieron el actor Mads Mikkelsen como el Martín un profesor de historia con un porte sombrío, angustiado, desplomado asimismo le dio un matiz osado y violento. El actor Thomas Bo Larsen como Tommy un entrenador solitario, desolado e irreverente. El artista Magnus Millang en la piel del docente de filosofía Nikolaj quien le dio una personalidad despreocupada y aniñada. El actor Lars Ranthe maestro de música le dio a su papel una faceta intrépida y creativa. En torno al elenco femenino, destacan las actrices Helene Reingaard Neumann(Amalie) y Maria Bonnevie(Anika); ambas con una composición contestaria y determinadas. Esposas que soportan fuertes agresiones, desplantes y los estragos del alcoholismo de sus esposos.
El cine, desde su validación seminal como arte buscó despertarnos del letargo. También fue inevitable provocación, en aquel manifiesto firmado por Lars Von Trier, Thomas Vinterberg y compañía, inaugurando el movimiento Dogma 95. Minimizando los recursos, en búsqueda de una impronta provocativa, aquel escandaloso manifiesto vanguardista -acompañado por un decálogo y un voto de castidad- rompía las reglas establecidas y tradicionales a la hora de hacer, sentir y pensar el cine. Una nueva forma de ser, amparada por el concepto estético de films como “La Celebración”, del propio Vinterberg. Más de veinte años después, el autor danés goza de una trayectoria que se apoya en logradas gemas como “Dear Wendy” (2005), “Submarino” (2012) y “Kursk” (2018). ¿Podría el Premio Oscar obtenido a la Mejor Película Extranjera engrosar tan abultado palmarés? Pensémoslo dos veces y bebamos el trago a sorbos… En “Otra Ronda”, un experimento social instrumentado mediante la ingesta etílica intenta probar cierto modo de conducirse por la vida. El problema es cuando lo socialmente relevante y la inquietud que el fenómeno provoca encuentra el principal obstáculo en la propia complacencia de su planteo. No existe factor sorpresa en el film, apenas una tibia reflexión dialogada sobre la crisis en la mediana edad. El aletargado y frustrado pedagogo al que da vida Mads Mikkelsen se nos presenta con trazos convencionales que pretenden brindar credibilidad a la triste y patética existencia de un hombre errante, inmerso en la tan reiterativa como cansina jornada familiar y laboral. Es el líquido alcohólico en sangre el que corroe los crueles dilemas de la vida moderna. O la desesperación de vivir preso de los mecanismos funcionales a la mediocridad circundante. Jamás será el de Vinterberg un discurso edulcorado ni aleccionador, en absoluto pretendiendo alabanzas o actos de denostación. Amenaza en su consecución humanista con adentrarse en el averno moral de sus varones de vida acomodada, pero prefiere inspeccionar las aguas aquietadas que indagan en vínculos amistosos hechos de costumbres y vicios exentos a toda mirada puritana. Vinterberg radiografía cada paso de su protagonista (el siempre eficiente Mikkelsen), hasta que logremos captar cada capa sombría de su exacerbada negativa hacia todo principio ético. No teme el autor ponerse divertido (y no debería) a la hora establecer paralelismos con el legendario estado de embriaguez de notables como Ernest Hemingway o Winston Churchill. A fin de cuentas, es el sistema de valores hecho de paradigmas compasivos el que valida el rumbo tomado, hacia la propia autodestrucción o hacia un liberador renacimiento. La poética danza final olvida toda pena.
Película ganadora de un Oscar de Thomas Vinterberg y con Mads Mikkelsen La reciente película del director danés Thomas Vinterberg, una nueva colaboración entre el cineasta, el premiado actor Mads Mikkelsen y Tobias Lindholm, resulta una poderosa reflexión sobre los avatares de la vida a partir de un experimento realizado con el consumo de alcohol. Otra ronda (Another Round /Druk, 2020), que a simple vista parece mucho más ligera y convencional que la mayoría de los trabajos anteriores del director danés, se erige sobre la teoría del psicólogo noruego Finn Skårderud, que defiende la idea de que el hombre nace con un 0,5% de alcohol en sangre. A partir de ahí se plantea la hipótesis de que una leve embriaguez abre las mentes al mundo que nos rodea, disminuyendo los problemas y aumentando la creatividad. Después de una cena de cumpleaños convertida en una borrachera, cuatro amigos llegan a la conclusión de que tomar alcohol es bueno para la vida y juntos deciden probar la teoría de Skårderud. El experimento consiste en tener un nivel de alcohol en la sangre de 0.05 todos los días para así mejorar el desempeño social y profesional. Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Magnus Millang y Lars Ranthe interpretan a un grupo de profesores que trabajan en un colegio secundario que, mientras atraviesan la crisis de los cuarenta y tantos, buscan recuperar el encanto por la vida amorosa, familiar y laboral a través del alcohol. Como resultado, las clases se vuelven más dinámicas y los jóvenes conectan con las divertidas lecciones. Este éxito justifica el consumo que, naturalmente, se va incrementando hasta alcanzar peligrosas proporciones. El cineasta, que maneja con inteligencia y sensibilidad los giros emocionales de la trama, utiliza el pretexto del alcohol para realizar una comedia existencialista sobre el fracaso, la soledad y el egocentrismo masculino, pero siempre asegurándose de no inclinar demasiado la balanza hacia el humor, y con la ayuda de una excelente actuación de Mikkelsen, logra plasmar una historia compleja sobre el fracaso a la hora de ser honestos con uno mismo.
Un brindis a la complejidad de la vida Luego de llevarse numerosos premios, entre ellos el de Mejor Película Internacional en los premios Oscars 2021, llega a Netflix una de las películas mejor valoradas del cineasta danés Thomas Vinterberg. ¿De qué va? Cuatro profesores de mediana edad, desolados por una vida monótona y aburrida, deciden realizar un experimento con la finalidad de dar un vuelco a sus vidas. El experimento consiste en comenzar a consumir diariamente cierto grado de alcohol y comprobar si esto realmente les permite sacar lo mejor de ellos. Luego de arrasar en diversas premiaciones y festivales, alzándose con premios como mejor película internacional en la 93 edición de los Premios Oscars y mejor película extranjera en los Premios César y los Premios BAFTA, por citar sólo algunos, la plataforma Netflix agrega en su variado menú una de las películas más llamativas y brillantes de 2020, nos referimos al filme danés Druk -conocida en español como La Otra Ronda-; obra cinematográfica dirigida por uno de los principales fundadores de la experiencia experimental Dogme 95, Thomas Vinterberg (Kursk, Jagten, Festen). Este singular filme, a través de un sutil tono de tragicomedia, expone la vida de cuatro profesores de secundaria: Martin (Mads Mikkelsen), Tommy (Thomas Bo Larsen), Peter (Lars Ranthe) y Nikolaj (Magnus Millang), hombres de mediana edad que han decidido dar un vuelco a sus monótonas y aburridas vidas. Con la finalidad de lograr tal cometido, los cuatro profesores deciden comprobar la hipótesis del psiquiatra noruego Finn Skårderud, quien afirma que mantener 0,05% del alcohol en la sangre -durante todo el día- permite que las personas alcancen su máximo potencial, y exponer los resultados del experimento en un ensayo académico colaborativo. Es así como estos cuatro personajes comienzan a consumir cierto grado del alcohol diariamente y comprueban -al principio- que los resultados son bastante positivos. A través de la ingesta de alcohol los cuatro profesores comienzan a ser más sociables, confiados, divertidos y menos rígidos. Es decir, gracias al experimento y al consumo de pequeñas dosis del alcohol -las cuales irán en aumento según avanza el estudio- los cuatro sujetos logran que sus aburridas vidas se vuelven más divertidas, más enérgicas, más espontáneas y esto los lleva a filosofar sobre las ventajas que el consumo de alcohol les ha concedido. Sin embargo, a medida que avanza la historia, abruptamente entenderán que sumergirse en las profundidades del alcoholismo no es la repuesta que les permitirá dejar de lado el lado más opaco de la vida, tampoco es la fórmula para recuperar el espíritu de la juventud que con el paso del tiempo se ha perdido. De esta menara, lo que comienza como una oda al alcohol y la libertad, rápidamente se convierte en una obra filosófica en la que Thomas Vinterberg plantea cómo todos los excesos pueden llevarnos a lugares muy oscuros de los que difícilmente podemos salir. Estos planteamientos están finamente detallados a través de un sugestivo y provocador guion, a cargo de Tobias Lindholm (Kollektivet, Jagten) y el propio Vinterberg, el cual nos regala diálogos extraordinarios, profundidad filosófica y muchas interrogantes que nos invitan a reflexionar sobre la compleja realidad de la bebida, sobre todo en una sociedad en que su consumo parece prevalecer desde la juventud. Pero también, desde una mirada mucho más profunda, pareciera indicarnos que Vinterberg utiliza el alcohol como una metáfora perfecta que le permite cavilar sobre la libertad del hombre y las restricciones que establece toda sociedad. Todo esto, además, se ve consolidado por el gran trabajo actoral de sus protagonistas, pero principalmente por la magistral interpretación de Mads Mikkelsen (Chaos Walking, Doctor Strange, Hannibal). La transformación que su personaje va evidenciando a lo largo del filme no deja indiferente a nadie, el personaje de Martin sobresale al lograr colarse en nuestra dermis para hacernos sentir sus más profundas emociones, un personaje que se mueve entre la luz y la sombra, y esto queda claramente evidenciado en una escena final sorprendente e inolvidable. Por otra parte, la fotografía de Sturla Brandth Grøvlen nos recuerda los primeros momentos de la filmografía de Vinterberg, aquellas obras pertenecientes al movimiento Dogme 95, en donde los colores cálidos y fríos están presentes con una clara intencionalidad narrativa. Asimismo, el ritmo de la cinta se caracteriza por estar marcado por una cámara trepidante, que se mueve bajo el mismo espíritu de la obra. En resumen, podemos decir que Druk es una película reflexiva, un texto fílmico que a través de las diversas preguntas que va dejando nos invita a dialogar con él. Si bien pudiéramos decir que Vinterberg parece vacilar ante exponer claramente cuál es su postura ante el consumo de alcohol en Dinamarca, también es cierto que esa forma “pasiva” de acercarse a este fenómeno socio-cultural es su mayor potencial. Para cerrar, sólo queda decir que Druk es una obra 100% Vinterberg, así que, si te entusiasma este director, será una obra que no podrás olvidar.
La crisis de la mediana edad, entre copas La última película en ganar el Oscar a mejor filme extranjero nunca llegó _pandemia mediante_ a los cines argentinos. Pero la buena noticia es que ahora un público amplio la puede disfrutar por Netflix. “Otra ronda” lleva la firma de uno de los directores más premiados y también polémicos de las últimas décadas: el danés Thomas Vinterberg, el mismo de “La celebración” (1998) y “La cacería” (2012). Y la historia que cuenta es tan potente como incisiva. Los personajes son cuatro profesores y amigos de un mismo colegio que están básicamente insatisfechos con sus trabajos y su vida familiar. Uno de ellos, Martin (interpretado por el genial Mads Mikkelsen), está tan deprimido que da sus clases con total apatía y tiene una relación muy fría con su mujer y sus hijos. Pero todo cambia cuando uno de los profesores propone un experimento para ayudar a Martin: basándose en la teoría del psiquiatra noruego Finn Skarderud _que reza que los seres humanos tienen menos porcentaje de alcohol en sangre de lo que deberían tener para vivir una vida más plena_ los profesores empiezan a beber progresivamente en mayores cantidades, registrando día por día los resultados del experimento. En principio la prueba funciona: sus vidas laborales y afectivas se activan, tienen nuevas iniciativas, se relacionan mejor con el entorno. Sin embargo, al llevar las cantidades de alcohol al límite, el experimento termina desbarrancando. El cine de Vinterberg está cruzado siempre por preguntas y ambigüedades, y por eso interpela al espectador. El director no intenta dar un discurso a favor o en contra del alcohol, ni plantea bajadas de línea ni lecciones morales. Después de todo, el alcohol aquí es más el vehículo que destapa esa olla a presión que es la crisis de la mediana edad: la reducción de las expectativas, la chatura de la rutina y la nostalgia por la juventud perdida. Y es ahí donde “Otra ronda” golpea con más intensidad.
Directo a Netflix llega esta película danesa premiada con el Oscar a la mejor película extranjera en este año 2021. Como siempre digo, de vez en cuando aparece una isla a cuyas orillas llegamos en medio de la mediocridad. Bien podría reducirse su historia a contar el curioso experimento (juego?) de un grupo de profesores de las afueras de Copenhage que recurren a una teoría, al menos curiosa, que asegura que los seres humanos viven con una cuota de alcohol en sangre menor a la que necesita. Las vidas grises, monótonas, vacías de un solitario profesor de fútbol, uno de historia en crisis matrimonial y existencial, otro de psicología frustrado por no ser padre, y el cuarto, agobiado al contrario por una vida familiar con niños pequeños, comienzan a cambiar cuando comienzan a beber para alcanzar ese nivel de 0,5 y un poco más de alcohol. Ay la ética del aburrimiento que abre a convocar ciertos demonios. Y que Vintenberg convierte en estética. La sociedad de Dinamarca, una de las más ricas y estables de Europa, apresada en esa desidia existencial de los tiempos actuales (antes de la pandemia claro). El contexto de escuela es interesante: los docentes tienen que ser un poco bufones, en competencia directa con tanto estímulo tecnológico. Si aburren, quedan fuera. Allá van entonces con el experimento que los hace trasgredir limites posibles, animarse y salir del desgano. Pero comienzan tambien a estallar las situaciones. La pelicula fluye con momentos altisonantes, generalmente dados en los encuentros de fiesta y descontrol de los cuatro amigos, verdaderos nudos narrativos alrededor de los cuales las historias de cada uno resultan satelitales. Todo culmina en un baile final (tal vez lo mejor de la pelicula) que festeja la vida. Y para eso no hacen falta muchas palabras para entenderlo.
Crisis Existencial "Druk inicia con una secuencia que regenera, de forma enérgica, una tradición danesa que lleva a grupos de adolescentes hacia una laguna para participar en una recorrida, aunque en realidad el reto se aleja de toda atmósfera deportiva. El que triunfa es el que toma una caja de cerveza antes de completar el recorrido. El festejo continúa por toda la localidad, con los jóvenes alcoholizados y sueltos." Druk, 2020. Cuatro profesores de instituto se embarcan en un experimento sociológico en el que cada uno de ellos deberá mantener la tasa de alcohol en su cuerpo al mismo nivel, durante su vida diaria, intentando demostrar de esa manera que pueden mejorar en todos los aspectos de su vida. Dogma 95 (Dogme'95, en danés, y conocido en español simplemente como Dogma), fue un movimiento fílmico vanguardista, iniciado en 1995 por los directores daneses Lars von Trier y Thomas Vinterberg, quienes crearon el Manifiesto del Dogma 95 y el Voto de Castidad. El movimiento fue una propuesta enraizada en Europa y en el autodenominado «complejo danés» que surgió con la idea de plantear algo similar al retorno de la Nouvelle Vague. Las reglas que establecieron servían para hacer un cine inspirado en los valores tradicionales de historia, actuación y tema, y que excluía el uso de elaborados efectos especiales o tecnología. Más tarde, se unieron Kristian Levring y Soren Kragh-Jacobsen, también daneses, y se formó el Colectivo Dogma 95, también llamado Hermanos Dogma. Dogville es una excelente ejemplo, película de 2003 dirigida por Lars von Trier y protagonizada por Nicole Kidman. Otra película para destacar de Lars von Trier es Breaking the Waves. Jagten (traducida en Hispanoamérica como La cacería y en España como La caza) es una película danesa de 2012 dirigida por Thomas Vinterberg y protagonizada por el mismo Mads Mikkelsen. Se exhibió por primera vez en el Festival Internacional de Cine de Toronto en 2012. Ganó 16 premios y tuvo más de 20 nominaciones. Todas Por supuesto muy recomendables, aunque no se encuentren entre las más populares.
La nueva película del director de «La celebración» y «La cacería» tiene como protagonista a Mads Mikkelsen como un profesor que empieza a experimentar con beber alcohol en el trabajo y va descubriendo que le funciona muy bien. Ganadora del Oscar a mejor film internacional. La obra del aparentemente real psicólogo noruego Finn Skårderud debería ser estudiada en toda su complejidad ya que tal vez sea igual o más ambiciosa filosóficamente que la del más conocido danés Søren Kierkegaard. En OTRA RONDA (DRUK/ANOTHER ROUND), el cineasta Thomas Vinterberg prefiere arrancar evitando a su compatriota autor de «El concepto de la angustia» –ya llegará a él en algún momento– y refugiarse en los conceptos más terrenales del estudioso del país vecino cuya idea central para superar esa angustia es, simplemente, beber hasta que el alcohol en la sangre haga lo suyo. El asunto es más complicado que eso, pero de todos modos puede simplificarse la trama de ANOTHER ROUND como la historia de cuatro amigos que buscan una excusa de «investigación» para poder beber sin reparos y así calmar sus distintas angustias y dificultades personales. Todo empieza con Martin (Mads Mikkelsen), un profesor de escuela secundaria deprimido, que da sus clases con una brutal apatía y que tiene una relación en plan piloto automático con su mujer y sus hijos. Una noche se va a cenar con otros tres profesores de la misma escuela a un restaurante caro y elegante. El prefiere no beber y sus amigos, que pasan del champagne al vodka y de ahí al vino, intentan convencerlo de tomarse un trago. No hay forma. Ni ganas de eso tiene Martin. Es ahí que Nikolaj, uno de sus amigos, le cuenta del pensador noruego, que analizó que los seres humanos tienen menos porcentaje de alcohol en sangre de lo que deberían tener para vivir una vida más plena. Y no solo terminan convenciendo a Martin de beber copiosamente esa noche sino que se unen para convertir ese ejercicio en un experimento social y personal. Es así que, mientras llevan un diario con lo que va sucediendo y miden sus consumos con un alcoholímetro, van viendo qué pasa en las clases y en sus vidas si, como decía decía Churchill, solo «no beben antes del desayuno». El plan empieza funcionando muy bien –el sistema consiste además, siguiendo las lecciones de Ernest Hemingway, en beber durante el día y parar a las ocho de la noche– y pronto Martin, Nikolaj y los otros dos profesores han empezado a estar más activos y ocurrentes, los alumnos les prestan más atención y comienzan a ser más amables y cariñosos con sus familiares. En el caso de Martin, hasta la relación con su mujer se empieza a activar en varios sentidos. Vinterberg se divierte mostrando clips de políticos importantes (Yeltsin, Merkel, Brezhnev, Clinton, Yeltsin otra vez) claramente borrachos en actos públicos y se deleita en los momentos de excelente conexión que Martin tiene con sus alumnos y familia. Pero el plan es metódico e implica fases de consumo cada vez más importantes. Y ahí la cosa se complica bastante más. Ya dependerá de cada uno de ellos –y de su capacidad para aguantar el alcohol, de decir no, de parar– lo que les sucederá cuando los niveles, que la película va contando en una pantalla negra como si fuera un velocímetro, pasan a zonas potencialmente catastróficas. OTRA RONDA hace un planteo audaz que, en una película norteamericana más convencional, seguramente tendría un arco narrativo mucho más clásico. Acá Vinterberg opta por ser menos lineal, poniendo también las limitaciones, los problemas y los cuidados en cada una de las personas que juegan el juego. Es claro que bebiendo en las cantidades que llegan a beber estos muchachos es imposible funcionar («le temo al alcoholismo», dice uno que viene bebiendo Smirnoff desde que llegó a la escuela), pero la película también es honesta con las cosas para las que sí el alcohol –en controlables cantidades– puede llegar a ayudar, soltar o liberar a cierta gente, con cierta personalidad y en ciertas situaciones. Seguramente a algunos este tipo de propuesta le parecerá un tanto irresponsable, pero Vinterberg es bastante sensato y no intenta dar ni un discurso pro ni uno contra el alcohol. Los cuatro personajes llevan el exceso de diferentes maneras –el alcohol no hace más que evidenciar dificultades que ya existían o potenciar habilidades escondidas– y la película pone todas esas posibilidades en consideración del espectador. Cuando se acerca el final, y en ANOTHER ROUND se empieza a hablar menos de Skårderud y más de Kierkegaard, uno sabe que llegó la hora de reflexionar sobre lo sucedido. Y después, quizás, bajar al bar de la esquina y tomarse algunas cervezas más.