Una película que peca más por excesos que por carencias. Salvo honrosísimas excepciones, la gran mayoría de los guiones argentinos adolecen de un desarrollo coherente e interesante. Estamos ante una nueva especie de falencia, advertida con frecuencia en cinematografías extranjeras, pero muy pocas veces vista en nuestro cine. Se trata de un error que puede expresarse claramente a través de la máxima «El que mucho abarca poco aprieta». ¿Cómo está en el Papel? La trama es súper sencilla: en el mismo momento en el que un hombre se encuentra a punto de ser padre, su propio padre empieza a tener complicaciones coronarias, lo cual genera una búsqueda frenética por un donante y, por consiguiente, el descuido de su propia paternidad. Si se hubieran limitado solo a esto, la película podría –gracias a la calidad de los actores protagónicos- despuntar un poquito más. Sin embargo, la zozobra se produce por un exceso de personajes: personajes que no pinchan, ni cortan, ni suman a la trama. Hay una subtrama relacionada a los integrantes de una cooperativa que integra el padre del protagonista, pero nunca queda del todo clara la causa por la cual pertenece a dicha organización ni por qué le interesa tanto. Es precisamente por esta razón que uno siente que toda la subtrama y los personajes que integran ese microuniverso están completamente de más. Si se hubiera prescindido de esto, la película hubiera sido perfecta. Es tan notoria esta falencia, que para cuando llega el desenlace, echa por tierra lo poco de positivo que tenía la trama principal. No hay un cambio notorio en personaje principal, y si lo hay, es muy forzado. No hay un aprendizaje -cosa que a películas de esta naturaleza les encanta inculcar- o por lo menos no uno claro. La resolución de la trama es tan poco satisfactoria que habrá algunos a los que les parecerá indignamente inadecuada, tratándose de una película que supone fomentar la donación de órganos. ¿Cómo está en la Pantalla? En el apartado actoral no tengo críticas. Todos están excelentes, a pesar de que a más de un grosso le toca encarar roles de relleno. Brillan Carlos Moreno y Mariano Torre. Destaca Fabián Gianola (si, señora, ese Fabián Gianola). Un párrafo aparte merecen las tres cantantes de la película: Patricia Sosa, Marta Mediavilla y Elena Roger, que actúa tan bien como canta (Dios mío, qué voz, qué voz). Por el lado de la técnica, está todo más que bien: buena fotografía, buen montaje, buen sonido; nada que criticar. Conclusión: Una trama sencillamente perfecta que contaba con una factura actoral y técnica como para no ser una película argentina más del montón, pero que sin embargo, se echa a perder con personajes de más que -más que denotar una película coral sobre un tema serio- acaba siendo una confusión matizada con cursilerías.
Sin latidos Con un elenco de grandes figuras y un tema interesante para abordar, Otro corazón palpitaba ser una película con grandes actuaciones y una historia conmovedora, donde un hombre debía afrontar la complicada situación de su padre, que precisa de un corazón nuevo, mientras espera el nacimiento de su primer hijo. Así es como Leo (Mariano Torre), a la espera de su primer hijo con María (Elena Roger), se entera que su padre necesita urgente un transplante de corazón. Desesperado, toma las riendas de la situación llevándolo a vivir a su casa y haciéndose cargo de la financiera familiar mientras busca la forma más rápida de conseguir el corazón. La obsesión por salvar al padre lo aleja de su paternidad y su futuro, algo que una galería de personajes interpretados por Fabián Gianola, Betiana Blum, Lito Cruz, Pepe Novoa, Patricia Sosa, Beatriz Spelzini, Carlos Moreno y Adriana Aizemberg, entre otros, le harán reflexionar. Pero los fuertes latidos que dan comienzo al film se irán apagando, como el relato de esta historia que parece desaprovechar tanto talento junto. Con una escueta y recargada secuencia de títulos, que excede la capacidad de retención de cualquier espectador promedio, se presentan los personajes y sus vínculos, dando comienzo a un relato despojado de situaciones interesantes, otras inverosímiles y con una banda sonora que invade todo tiempo y espacio. En este punto, es preciso diferenciar las buenas canciones y sus intérpretes de su función en el relato. Muchas veces un silencio tiene mas poder dramático en la escena, si el plano la acompaña, que una música elegida para suplir algo que la imágen no genera. El film propone desde el comienzo una red de relaciones con potenciales conflictos que luego no desarrolla, desaprovechando la jerarquía de un gran elenco limitado a cubrir los personajes de una historia que pone el acento en la anécdota, casi inverosímil, del final.
Dotada de una realización prolija, buen ritmo y un convincente nivel actoral y artístico, Otro corazón, no logra, pese a estas meritorias virtudes, conformar una película aceptable. El cineasta Tomás Sanchez despliega una multiplicidad objetivos expresivos que se quedan en estímulos vacíos en su pretensión de tocar fibras emocionales, ya que cierto apuro en acumular situaciones y diálogos van en desmedro de la hondura dramática. También habría que apuntar que la película está auspiciada por la Fundación Favaloro y el INCUCAI, instituciones que quizás establecieron pautas en la trama que pudieron limitar los alcances del guión. El núcleo argumental se refiere a un hombre que espera su primer hijo y se debate entre esa inminente paternidad y la afección cardíaca que amenaza la vida de su padre, precisado de un urgente trasplante de corazón. Esta temática, tomada de manera alivianada –y a veces candorosa- y con diversos toques de humor, se va ramificando con varias historias paralelas que, en lugar de enriquecer la narración, la disgrega y la vuelve confusa. Esta dispersión se agudiza en el último segmento del film, que no logra encarrilarse pese a sus aciertos formales. Entre ellos hay que apuntar la riqueza que expone el versátil elenco, especialmente Elena Roger, quién no sólo se luce actuando sino entonando buenas canciones de Javier Lopez Del Carril y Luis Alberto Spinetta. Lo propio se puede decir de Patricia Sosa y su prometedora hija Marta Mediavilla, con pasajes musicales que no se justifican demasiado, pero se disfrutan. Fabián Gianola y Carlos Moreno hacen también aportes interesantes con sus personajes.
El acto de donar En esta vida para todo hay que esperar, hasta para lo más urgente. Esta es la premisa sobre la que se basa Otro corazón (2012), de Tomás Sánchez; un relato en primera persona que concientiza al espectador sobre la importancia de donar órganos y la espera desesperada por conseguir uno. Una sufrida historia con drama, amor y un poco de humor. Leo (Mariano Torre) está a punto de verse realizado con el sueño de cualquier persona de su edad: ser padre. Pero este idilio se ve empañado por el delicado estado de salud de su padre (Carlos Moreno), quien espera con suma urgencia un trasplante de corazón. Esto provoca que Leo se distancie cada vez más de su paternidad y de su esposa María (Elena Roger) y que todo se vuelva muy cuesta arriba cuando también tenga que ocuparse de la empresa de su progenitor. Con el apoyo del INCUCAI y de la Fundación Favaloro, Sánchez decidió tocar un tema delicado para muchos y poner el foco en la emoción profunda. A pesar de que quien la vea no haya pasado por una situación similar, nadie puede sentirse alejado de la cuestión con este film que, en su totalidad, es un gran golpe bajo. Aunque Mariano Torre es el responsable de sumir al espectador en su vorágine y de representar la crisis en una pareja en tono de incomprensión, Elena Roger es quien posee toda la carga emotiva acentuada por las canciones que interpreta con su voz casi celestial. También es destacable el papel de Fabián Gianola en su rol de médico irónico y como la antítesis de su hermano Leo: por sobre su histeria, está su tranquilidad clásica de doctor que lo baja a la tierra en varias escenas que no tienen desperdicio. Por su parte Lito Cruz, Betiana Blum y Beatriz Spelzini son aquellos actores que siempre pueden aportan un respiro satírico a las situaciones, y en este caso eso también lo consiguen y así convierten la trama en un relato más digerible. Descoloca un poco el pequeño papel que le fue dado a Patricia Sosa que le adiciona color al relato, aunque en ocasiones se torna un tanto repetitivo en el proceso. Igualmente, hay que admitir que en rasgos generales el film tiene lo suyo para enfrentarse en cartel con otras películas nacionales del momento aunque a veces parecería que le falta fuerza. No esperen encontrar una gran historia, pero sí una conjunción de buenas actuaciones, destacando a Roger, Moreno y Gianola en un relato que conserva la coherencia, con un gran mensaje por encima de todo.
Entre dos tierras estás A la vida hay que encararla muchas veces desde varios frentes y algunas situaciones se desencadenan en simultáneo para poner a prueba el temple de uno. Así le sucede a Leo (Mariano Torre), quien por un lado enfrenta la recta final del embarazo de su esposa María (Elena Roger) y, por el otro, se entera de que lo que comenzó como un chequeo coronario de rutina de su padre (Carlos Moreno) derivó en un inevitable trasplante de corazón. Esta doble tensión es la que empuja minuto a minuto el argumento de Otro corazón , donde el director Tomás Sánchez incursionó en el delicado tema de la donación de órganos y se asesoró con especialistas del Incucai y de la Fundación Favaloro, firmas que apoyan y auspician el filme, además de entrevistar al doctor Jorge Rodríguez Kissner, quien en 2009 estuvo en la lista de emergencia nacional y recibió un trasplante exitoso. Otra pata interesante de esta historia es el destino de la financiera familiar cuyo destino económico tambalea. Una cooperativa agraria, deudora de ellos, propone crear en conjunto una planta de elaboración de productos lácteos con el fin de reactivar la actividad de ambos. Y aquí el jefe de familia ingresará en un doble desafío: preservar su salud y cumplir con la obligación moral de colaborar con el ámbito rural. Un ejemplo de clara generosidad en un momento de riesgo personal. Leo, día a día más compenetrado en el devenir económico y en la enfermedad que aqueja a su progenitor, sufre excesivamente el crudo proceso de la aparición de un donante. Y tritura sus nervios en reuniones con profesionales, adicciones tecnológicas y encuentros con familiares que atraviesan una situación similar a la de él. El director tuvo la claridad profesional de enfocar toda la carga emotiva en el papel de María quien contrasta con la mesura y tranquilidad del rol encarnado por Fabián Gianola, un hermano médico de Leo que acompaña y asesora sin reproches a la pareja. El padre en silla de ruedas, a la espera del milagroso donante y los silencios de un ritualístico proceso de despedida son pliegues del dolor familiar que contrastan con la llegada de un nuevo niño. Dos tierras de un mismo presente.
En busca de la esperanza La existencia de Leo parece no tener contrariedades. El y su esposa María esperan su primer hijo, están a punto de mudarse de vivienda para que el vástago nazca en la ciudad natal de la madre y ambos sueñan con un futuro pleno de felicidad. Pero el destino le tiene deparada una amarga sorpresa a Leo: su padre necesita con urgencia un trasplante de corazón y ello retrasa el viaje de la pareja, ya que ese muchacho ahora angustiado le brinda su casa como refugio a la espera de ese trasplante y, al mismo tiempo, se hace cargo de la empresa familiar. Historia por momentos coral, Otro corazón habla de la necesidad de comprender a los demás en los momentos más difíciles de la vida, en el amor que se necesita para soportar las más crueles enfermedades y en la dedicación que los seres deberán aportar para que los suyos puedan escapar de los instantes más críticos de sus vidas. El director y guionista Tomás Sánchez no se dejó tentar por el melodrama sino que supo, con calidez y cierta dosis de humor, narrar las vicisitudes de su protagonista -muy buen trabajo de Mariano Torre- en medio de ese mundo en el que todo parece desmoronarse. Eje del relato El hijo recién nacido y el padre necesitado de un nuevo corazón se transforman así en el eje de este relato que deja en descubierto lo más íntimo de ese protagonista dispuesto a una lucha constante por salvarse de caer en el más hondo pozo de la depresión. Todo ello está logrado por el novel director que apostó a lo entrañable y pudo salir airoso de su cometido. Elena Roger, Fabián Gianola, Lito Cruz, Betiana Blum y Beatriz Spelzini acompañaron con enorme convicción a ese joven envuelto en su problematizada existencia, pero sin duda es la labor de Carlos Moreno como el optimista padre que necesita otro corazón la que se destaca con mayor nitidez de este elenco de primeras figuras. No menos impecables son los rubros técnicos (excelente fotografía de Marcelo Iaccarino y una exacta banda musical de Javier López del Carril) convierten a este film en un canto a la vida.
Con buenas intenciones... Otro corazón es una historia familiar que gira en torno a Leo (Mariano Torre) y María (Elena Roger), quienes esperan su primer hijo, al mismo tiempo que el padre de Leo (Carlos Moreno) enferma y necesita un trasplante de corazón. Leo debe atravesar la difícil espera de un órgano que salve la vida de su padre, se hace cargo de la financiera paterna, y así deja en segundo lugar a su esposa, quien será madre primeriza, con todo lo que eso implica. De a poco, Leo se va enredando en asuntos familiares, ya que su lejana familia paterna tiene una deuda con la empresa de su padre, su hermano no parece ayudarlo lo suficiente, y su suegra se ha instalado en su casa. Los personajes son muchos, y no aportan demasiado, en la presentación vemos ilustraciones con todos ellos y flechas que nos indican su parentesco y relación, lo que no alcanza para que no sintamos que algunos están de más en la historia. La trama es melosa, cae en infinidad de lugares comunes, y si pretende dejar un mensaje sobre la importancia de donar órganos, no lo logra realmente, ya que nos cuesta saber a que apunta con tantos personajes, tanta información y tan poco contenido. Suponemos que el mensaje gira en torno a que en los momentos difíciles hay que dejar de lado el dinero, y apostar a los afectos y al futuro, pero la idea no queda del todo clara. No terminamos de entender por qué cada uno actúa de la forma en que lo hace; tanto los personajes como las acciones parecen fichas echadas en un tablero, que nunca terminan de conectarse entre sí. Cabe destacar que tiene un muy buen elenco, pero no logran sostener un guión inconsistente, y personajes poco creíbles, algunos de ellos con muy poco para decir. Se destacan Elena Roger y Carlos Moreno. La música pretende conmover, y no lo logra, en tanto la fotografía es apenas correcta. Es claramente una historia con buenas intenciones, que pretende dejar un mensaje sobre la familia y las prioridades en la vida, llegamos a entender que esa es la idea, pero no lo logra.
Sobre reconocibles conflictos familiares La promoción de esta película combina dos preguntas muy precisas: «¿Qué harías por tu padre? ¿Qué harías por tu hijo?». En la trama, un joven profesional espera con ansias el nacimiento de su primer niño, pero de pronto también se ve obligado a esperar un transplante de corazón para su padre. Encima deberá tener al viejo en su casa, y vigilarlo porque es un enfermo desobediente. Sus deberes conyugales y filiales lo reclaman al mismo tiempo. Y el hermano nunca está cuando lo llaman. Por lo menos, así lo ve nuestro personaje. El detalle es que el hermano está trabajando, es ginecólogo, se ocupa de la cuñada cuantas veces le pidan, pero no es cardiólogo. ¿Le ha pasado al lector, encontrarse con alguien que pretende saber más que los especialistas? ¿Y para peor los desprecia porque no le resultan eficientes? Bien, así es este sujeto, que recorre consultorios buscando un médico que le dé la razón, y pretende buscarse un atajo para que el Incucai haga avanzar al viejo como 50 números en la lista de espera de órganos. Hay gente así, no es chiste. Tampoco la película es chistosa, aunque ciertas circunstancias provoquen una gracia medio amarga. Por ejemplo, un conflicto paralelo que enriquece la trama. El tipo quiere a su padre, pero no la obra en que su padre puso la fe y la firma. Hay una cooperativa tambera que le debe plata. Bueno, que vaya a remate, y entre medio se puede hacer un buen negocio extrajudicial sin que los deudores ni el viejo se aviven. El problema es que ellos son amigos queridos del viejo, pero, ¿para qué le va a contar esas cosas, justo ahora que está enfermo? Por ahí va el cuento. Y así el título y las preguntas cobran nuevos sentidos. Son siempre interesantes esos conflictos familiares donde todos tienen su parte de razón y se quieren, pero saben que la vida es dura y hay que tomar rápidas decisiones. Y mejor todavía si dichos conflictos están representados por un buen elenco, tal como en este caso (a señalar, la labor de Mariano Torre, la naturalidad y calidez de Fabián Gianola, y las dos pequeñas escenas de Carlos Moreno y Atilio Pozzobón como dos internados viejos, mañosos y queribles). Autor, el debutante Tomás Sánchez. Es cierto, el planteo tiene más fuerza que el desarrollo, y varias situaciones podrían lucir mejor con una mano experta, pero el hombre está bien encaminado. Y como bonus, para sus muchos seguidores, cantan Elena Roger, que hace de esposa embarazada, Marta Mediavilla, que hace de alumna, y su mamá también.
Cosecharás tu siembra Otro corazón, opera prima de Tomás Sánchez, pertenece a ese grupo de películas con planteos interesantes pero que al carecer de un criterio no tanto cinematográfico o formal sino más bien conceptual se queda a medio camino de todo lo que propone. No está mal cuando se encara una película preguntarse qué es lo que se quiere contar para luego, obtenida una respuesta, buscar el cómo contarlo y hacerlo lo suficientemente claro y atractivo. El cine argentino muchas veces en un afán saludable de búsqueda tropieza con la piedra del qué y entonces el cómo pierde sustancia, se debilita y refleja las propias falencias del guión. Eso precisamente ocurre aquí, dado que por un lado se intenta contar una historia que gira en torno a la donación de órganos y eso lo refuerza el patrocinio de una entidad rectora como el INCUCAI o la presencia del doctor Jorge Rodríguez Kissner, un caso modelo de trasplantado con éxito, y por otro se avanza sobre la paternidad y las relaciones familiares en momentos críticos, tanto en el orden emocional como económico. Con semejante menú sobre la mesa lo más lógico es que salga algo desparejo y que eso sea tan evidente que por más intentos de corregirlo en el desarrollo dramático nunca se alcanza a reparar del todo. Dice el refrán popular que el que mucho abarca poco aprieta y este es el ejemplo más palpable al que se le debe sumar un malogrado reparto que hace lo que puede más que nada porque sabía de qué iba la historia y respetaron la consigna a rajatabla, con el agregado emocional en cada escena y la mala elección de momentos musicales para lucimiento de Elena Roger, en el rol de María, quien no necesita cantar para descollar en pantalla porque su fotogenia no está en tela de discusión luego de su impactante debut en Un Amor; de una Patricia Sosa que aparece realmente poco más allá de acompañar el debut de su hija que también canta y lo hace más que bien. El resto del elenco no canta, pero si actúa con corrección tratándose de un relato de estructura coral donde puede apreciarse la diferencia de estilos de actuación por ejemplo entre Mariano Torre y Fabián Gianola, ambos en el rol de hermanos, uno más pragmático que el otro que marcan sus diferencias en relación a cómo vivir y cómo ayudar al padre (Carlos Moreno) en su tránsito final. Como decía anteriormente, el eje central es la paternidad: Leo (Mariano Torre) se entera luego de una rutina de chequeo que su padre necesita ser trasplantado del corazón. La noticia lo lleva a decidir en primer lugar un traslado a su casa donde María (Elena Roger) intenta conservar la tranquilidad del hogar dado que está en la última etapa de su embarazo y demanda atenciones que Leo no presta, al verse superado por el problema familiar y además por los negocios de la financiera de su padre al no poder cobrar una deuda de una cooperativa que presenta un plan de reactivación productiva de sus tambos, antes de que Leo –a espaldas de su padre y hermano- les remate la tierra. En contraste, su otro hermano médico (Fabián Gianola) debe soportar constantemente los malos tratos de Leo y su frialdad ante los asuntos relacionados con su padre y los afectos hasta llegar a la desesperación de encontrar el órgano por vías no legales. Sin revelar más detalles, un desenlace caprichoso más la inclusión de demasiadas subtramas sin resoluciones empañan todo intento de coherencia y mucho más grave cuando se trata de resolver cada situación sembrando algún mensaje o lección de vida.
Un brusco cambio de planes En principio, "Otro corazón" plantea un conflicto familiar interesante: Leo y María esperan su primer hijo y están a punto de mudarse. Pero todos los planes se alteran cuando Leo se entera que su padre necesita con urgencia un trasplante de corazón. La idea de conseguir un donante lo antes posible lo obsesiona, y así se va alejando de su esposa y de su paternidad. El director y guionista Tomás Sánchez incursiona en un tema delicado como la donación de órganos y sale airoso en el intento. También refleja muy bien ese particular momento de la vida del protagonista, cuando se ve abrumado por la responsabilidad que implica la llegada de un hijo y al mismo tiempo sufre por el miedo a la muerte de su padre. Sin embargo, estos aciertos quedan opacados cuando la película intenta virar hacia un drama coral, sumando personajes y subtramas que poco aportan al conflicto central. Así aparecen el tema de una cooperativa agraria en problemas o algunos pasajes musicales que se extienden demasiado. Una mención aparte merecen los actores, en especial Mariano Torre, Elena Roger y Carlos Moreno, que logran lucirse más allá de las falencias del guión.
Esta producción argentina esta promovido por el INCUCAI, por lo cual realizar esta crítica me parte el hígado. Ya hecha la aclaración, empecemos por dar justificativo a lo dicho. A medida que se desarrolla la narración, esto ya dado desde los primeros fotogramas, todo parece ser una gran telenovela de la tarde y demasiado berreta, melodramática al extremo, con un sinfín de historias entrecruzadas por los mismos personajes, Sólo falta que alguien diga “ese en realidad no es tu padre, es tu hermano” para tener cartón lleno. Pero eso no es lo peor. Lo odioso esta dado porque a esta altura de los acontecimientos es creer que incluir como medio narrativo una notebook o un celular, o que los personajes se comuniquen por Skype, es actualizar el lenguaje cinematográfico. Ni hablar de la cantidad de tramas y subtramas que se van desplegando a los largo de todo el relato, con la mayoría de ellas que no cierran, o cierran de forma demasiado forzada. Uno termina creyendo que toda esta construcción de pequeñas historias sólo está en función de darle cabida o justificación a la presencia de muchos y muy buenos actores que con sus actuaciones resulta, a la postre, lo mejor de esta producción, lo que termina por generar una sensación de mentira y/o engaño muy similar a la que lo sucede con la utilización de esos avances tecnológicos citados anteriormente (celulares, notebook, etc). Lo mismo es lo que se cierne sobre el diseño de la banda de sonido, con la música incidental tilizada en el orden de la empatia en relación a las imágenes, y las canciones que hasta se podría decir que son bellas y muy bien interpretadas por Patricia Sosa, Elena Roger y Marta Mediavilla. Pero no aportan nada al buen desarrollo de la historia ni a la progresión dramática de la misma, por lo que terminan siendo decorativas. Este criterio cinematográfico retrotrae el nivel narrativo más de 50 años. Si fuese un musical estaríamos hablando de otra cosa, pero intenta ser una producción cuasi trágica. Los rubros técnicos son de muy buena factura, siendo la dirección de fotografía la que sobresale. No hay grandes ideas o búsquedas estéticas, pero sí mucho oficio. Lo mismo ocurre con la dirección de arte, mientras el montaje es casi clásico, no hay tampoco aquí nada que lo despegue de la función de cortar y pegar para que se entienda el cuento La historia de un viudo estanciero que necesita un donante de corazón, al tiempo que su hijo menor esta a punto de ser papá, situación que hace que éste se desentienda del embarazo de su mujer, mientras su hermano, que es el obstetra de la esposa, quede como casi responsable único de la embarazada, y ella es la profesora de canto de una niña huérfana de madre, cuyo padre esta a punto de perder su campo por malversación de fondos en manos del marido de la profesora de canto de su hija, que se hizo cargo de la financiera del padre, cuando éste se enferma del corazón, quien, además, es el mejor amigo del padre de él. ¿Se entiende? Hasta aparece la abuela de la niña, cantante en papel de justiciera, mire usted. Todo en 90 minutos, más que ensalada sin sal para el cuidado del corazón, es una hamburguesa completa con papas fritas de algún carrito de la Costanera Norte para el infarto.
La donación de órganos es el tema central de este drama de Tomás Sánchez. Leo (Mariano Torre) y María (Elena Roger) están a punto de ser padres, pero este importante acontecimiento se ve opacado por el agravamiento de la salud del padre de él (Carlos Moreno) quien necesita urgentemente ser trasplantado del corazón. Es cuando Leo comienza la búsqueda desesperada del órgano que le salvará la vida a su padre, al mismo tiempo que intenta hacerse cargo de la empresa familiar: una financiera. Tal es el deseo de que su padre sobreviva que, sin quererlo, descuida a su mujer y al hijo que está por nacer, sumido en una histeria y una sobreprotección exagerada que saca de quicio. Distinto proceder tiene su hermano Claudio (Fabián Gianola), médico obstetra, quien decide ayudar a su papá desde lo emocional y sentimental, animándolo a pasar sus últimos días de la mejor manera. Paralelamente, la idea de refinanciar unas plantaciones pertenecientes a personas cercanas a la familia, divide aún más las aguas entre los hermanos. Leo, frío y calculador para los negocios, sólo piensa en las posibles pérdidas que esto ocasionaría, mientras que Claudio prioriza los vínculos. Difícil tema y, sin duda muy conmovedor, es el que eligió Sánchez para su película. Sin embargo logra desdramatizarlo un poco con pequeñas cuotas de humor, sobre todo, con la ironía pacífica de Gianola, que logra un gran papel. Lito Cruz, Betiana Blum, Beatriz Spelzini sencillamente hacen lo que mejor saben hacer, y aportan naturalidad al film. Roger, por su parte, interpreta correctamente a la mujer embarazada, triste y deprimida que llora todo el tiempo. Pero demasiado es el uso de su don (el canto) a lo largo de la película. A pesar del gran elenco y del tema en cuestión, “Otro corazón” no pudo lograr un buen desenlace, poco convincente, acudiendo, tal vez, a finales ya conocidos (al estilo Nueve Reinas). Pero, sin duda, el fuerte de este drama es su mensaje. Donar órganos es un acto de vida en medio de la muerte. No perder las esperanzas es muy importante pero también lo es valorar cada momento sin dejar que la obsesión ni la vorágine del día a día nos haga perder eso que se llama vida.