A corazón abierto El conmovedor documental dirigido por Maximiliano Pelosi llega al cine Gaumont (y también se proyecta los viernes, a las 18.30, en el Malba) y ubica la acción en el barrio de Once. Allí se presentan los cuatro personajes que acompañan al espectador durante la película a través de sus testimonios. Una leyenda impresa asegura que hay 250.000 judíos, de los cuales 15.000 son homosexuales y la cifra abarcaría alrededor de 60.000 personas. Otro entre otros es una grata sorpresa por la manera de estructuar los relatos de los protagonistas: cuatro integrantes gays de la comunidad judía de Argentina (la más numerosa de Latinoamérica) que decidieron enfrentar la cámara y abrir sus corazones. El resultado es altamente emotivo, constructivo y demuestra que la discriminación está a la orden del día. Acá se habla de afectos y de un entorno religioso o familiar que no facilitó las cosas. El film alterna los testimonios a cámara con fotografías e imágenes fijas de sus recuerdos, de sus amigos y de una madre que asegura que su hijo "tiene una vida íntima distinta a la del resto". Gustavo fue al schule, hizo su bar-mitzva, pero las cosas se complican cuando sus amigos no entienden el modo de vida que lleva y cuando su mamá lee una carta de amor. La segunda historia gira en torno a Daniel, quien anhela ser padre y cuenta su odisea. Pero aún por ser gay no logra verse como quisiera. El tercero es Dan, un reconocido artista del medio teatral que siente la discriminación desde niño. "No me jodían porque me gustaban los hombres, me molestaban más por mi amaneramiento". El último es Diego, un arquitecto que busca construir un lugar para los gays dentro de la comunidad judía, el JAG. "Mis padres siempre lo supieron" asegura en un tramo del film. El film se completa con el aporte del rabino Damián Karo y el oportuno tema Salmos del Rey David sobre el final. Una película imperdible y de visión necesaria para abrir mentes y corazones.
Doble Indemnización El documental de Maximiliano Pelosi atraviesa las incómodas circunstancias que enfrenta un grupo de judíos homosexuales para ser aceptados en su comunidad. A partir de los relatos de cuatro gays, Otro entre otros (2009) explicita los obstáculos que tuvieron que sortear para vivir su sexualidad libremente y los problemas a los que se enfrentan hoy en día con su religión. Los cuatro protagonistas -Gustavo, Daniel, Dan y Diego- exponen los conflictos con sus padres, con sus amigos, con su primera experiencia sexual, etc. La estructura del documental es convencional por sostenerse en las entrevistas a cada uno de los personajes que presenta, mientras vemos fotografías del pasado de los interrogados, que ayudan a describir visualmente lo narrado. El armado de cada secuencia se caracteriza por la utilización de varias fotografías fundidas por corte directo que muestran de manera muy precisa aquello que se cuenta. Los planos detalle de las tomas enriquecen la descripción de los lugares así como las expresiones de los personajes que hay en ellas. Sin embargo, el film es políticamente correcto, hecho que reduce su capacidad de crítica -sobre todo- hacia el judaísmo como institución religiosa. Hay una denuncia que no alcanza a cuestionar realmente las bases del hermetismo judaico para con los homosexuales. Inclusive en la estructura presentada, la película elije al personaje de Gustavo y lo ubica en el lugar de eje de los otros cuatro entrevistados. Esta elección habla de la posición del director frente al conflicto planteado. Gustavo narra su historia desde el propio interés de ser aceptado en la comunidad judía. En cambio, otro de los protagonistas comenta que su madre llegó a suicidarse al enterarse de su homosexualidad, tratando de este modo una temática que excede lo personal y apunta al impacto social que en el seno de la comunidad judía puede llegar a adquirir esta confesión. El relato abandona rápidamente esta situación, quizá para no caer en el golpe bajo, quizá para evitar criticar realmente al judaísmo. Más allá de lo mencionado, Otro entre otros despliega un tema candente como es la situación de ser una minoría dentro de una minoría -como dice uno de los entrevistados- sin apelar nunca al golpe bajo ni victimizando a sus personajes. Algo interesante si hablamos de injusticias y derechos humanos tan en boga últimamente.
Gay Friendly Film. Documental que muestra la vida de al menos cuatro integrantes gays de la comunidad judía de Argentina, la más numerosa de Latinoamérica, que decidieron enfrentarse a cámara y desnudar sus vidas. Una Pareja Despareja, película dirigida por Glenn Ficarra y John Requa logra estrenarse en cantidad de países, sin embargo lleva más de dos años sin poder hacerlo en los EEUU. Esta comedia dramática, protagonizada por Ewan McGregor y Jim Carrey, cuya temática es abiertamente gay, parece demasiado incómoda para los productores y distribuidores americanos. Al punto que, las especulaciones homofóbicas no se hicieron esperar y con el correr del tiempo se intensifican más. Aparentemente, el problema con la película no radica en exponer una historia de amor carcelaria entre dos hombres, sino más bien en su incorrección política. Como muy bien señalara Román Gubern en el diario El País, la caricatura y los chistes pueden resultar social y comercialmente peligrosos. En nuestro país, alejados de esas atmósferas enrarecidas, nos entregamos a un clima festivo donde la gran mayoría celebramos la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo. Y es en ese contexto social (y mediático) absolutamente favorable, en el que los homosexuales recuperan a zancadas los años de incomprensión y segregación, donde se inscribe el documental de Maximiliano Pelosi, Otro entre Otros. Una película que habla explícitamente de amor, religión y alteridad. Gustavo, Daniel, Dan y Diego, son cuatro integrantes gay de la comunidad judía, que deciden contar sus experiencias de vida. En ellas, descubriremos el rechazo familiar, la complicada aceptación de los amigos, el miedo a la paternidad, el alto nivel de discriminación dentro de la misma colectividad, y el deseo de construir en ella un espacio para los gays. Otro entre Otros es un documental franco y directo, desprovisto de segundas intenciones moralizantes y aleccionadoras, de esas que pretenden empujar al espectador a encontrar en las imágenes ofrecidas mensajes seguros y confortables. Por el contrario, con una narración pausada y entretenida Pelosi se anima a plasmar, mediante el testimonio de sus entrevistados, que a través de dos elementos que se creen desencontrados (homosexualidad//judaísmo) se puede generar un encuentro. Reportajes donde los protagonistas hablan directamente a cámara, fotografías, cámara en mano, videos caseros, música y un montaje con muchas reminiscencias a los videoclips ochentosos, seguramente no se encuentren entre los mayores logros de esta producción. Pero pueden servir para retomar el viejo tema de la existencia -o no- de una estética cinematográfica gay (cuestión que según Gubern, se iniciara en Europa con ciertas obras de Visconti). Maximiliano Pelosi logra imprimir a su documental, ese tono de primera persona activa, es decir, logra transmitirnos que aquello que procura contarnos, es algo completamente cercano, vivido y seguramente sufrido.
Minoría en minoría El documental se centra en jóvenes gays de la comunidad judía. Las historias de vida de cuatro personas homosexuales, miembros de la colectividad judía argentina, es lo que cuenta Otro entre otros , emotivo documental de Maximiliano Pelosi que, de manera simple y hasta cándida, narra el pasado y el presente de sus protagonistas: sus relaciones familiares, con sus amigos, el descubrimiento de su sexualidad, el rechazo que sufrieron por parte de la colectividad y, luego, los distintos caminos que fueron tomando en su vida adulta. La película consiste, básicamente, en entrevistas a los protagonistas, a algunos amigos de ellos, a un familiar y a un rabino, combinado con muchas fotografías. Simple, si se quiere rudimentario, y con un formato más apto para su paso por la televisión que para una sala de cine, Otro entre otros se las arregla, sin embargo, para emocionar al espectador a base de esos testimonios por momentos conmovedores. Las historias tienen cierto parecido entre sí y dan cuenta de una relación con la comunidad judía que no es tan diferente de lo que podría serlo con la sociedad en general, yendo de las primeras dudas sexuales al rechazo de los padres, la soledad en el colegio, las cargadas de los compañeros, hasta finalmente poder hablar del tema con padres y amigos con las distintas reacciones de cada caso (una de ellas es muy dramática). El filme se centrará luego en los intentos de crear un espacio y una organización judía gay en la Argentina (la JAG) y en las dificultades que tuvieron para ser tomados en cuenta (y en serio) por el resto de las instituciones de la colectividad. El filme no habla específicamente de judíos religiosos. En general, los protagonistas provienen de familias en mayor o menor medida observantes y practicantes, cuyo rechazo a la sexualidad de sus hijos parece tener que ver más con cuestiones generacionales que específicamente religiosas (de hecho, ninguna de las grandes religiones organizadas acepta la homosexualidad). Lo que la película no logra transmitir es por qué los cuatro protagonistas deciden seguir formando parte activa de una colectividad que los rechaza, cuando la asimilación podría ser una opción ante la constante desidia y hasta maltrato. Pero, más allá de la película, uno sabe que a cuestiones de identidad es muy difícil renunciar. Un tema clave del filme es la doble dificultad de ser una minoría dentro de una minoría, y la bronca de los protagonistas por saberse parte de una religión perseguida y darse cuenta de que, igualmente, pueden sentirse oprimidos y perseguidos dentro de ella. Ese “otro entre otros” termina siendo el mismo espectador: una extraña ecuación matemática que parecería revelar, finalmente, que esa otredad es la que finalmente nos revela como seres únicos.
Valiente retrato de una minoría dentro de otra Sobre los gays discriminados en la comunidad judía Esta ópera prima de Maximiliano Pelosi (de 33 años) describe con sencillez, sensibilidad y honestidad brutal las historias de vida de cuatro jóvenes judíos que han sufrido desde niños una fuerte y constante discriminación no sólo dentro de su comunidad sino incluso también en el seno de sus propias familias por su condición homosexual. Cansados de la segregación, estos cuatro hombres decidieron dar la cara (no así varias otras personas que en las fotos aparecen con sus rostros borroneados para que sus identidades no sean reveladas) para exponer con valentía su intimidad, las tragedias que los rodearon (muertes por VIH, suicidios, depresiones, exilios), pero también sus historias de amor, sus luchas, sus logros y sus sueños. Otro entre otros sostiene que entre el 6 y el 8 por ciento de los judíos argentinos son homosexuales (no menos de 15.000) por lo que el tema "afecta" a más de 60.000 personas. El asunto -como bien admiten tanto los protagonistas como un rabino progresista que trabajó para incluir en las distintas actividades a los integrantes de la organización JAG (Judíos Argentinos Gays)- sigue siendo un tabú para la inmensa mayoría de la comunidad, que suele relativizar o directamente negar -muchas veces con actitudes represivas- la homosexualidad. Se da, así, la paradójica situación de una comunidad que, en varios aspectos, es discriminada puertas afuera y resulta discriminadora en su interior. "Toda la pluralidad y la diversidad que tenemos para otros temas no las aplicamos con los gays", asegura el rabino. En este sentido, son valiosos no sólo los dichos de Gustavo (el caso más fuerte y conmovedor de todos), Daniel, Dan y Diego sino también los de sus familiares y amigos, que exponen casi sin proponérselo los prejuicios más arcaicos y asentados respecto de todo aquello que es "distinto" y que no alcanzan a comprender. La puesta en escena de Pelosi es bastante convencional (mucho testimonio a cámara) y con algunos hallazgos (la inclusión de fotos y videos caseros). De todas maneras, lo esencial aquí son la potencia y la profundidad de las historias personales, que nos permite conocer cómo vive la minoría de la minoría y, así, encontrar un poco de luz en medio de la oscuridad de la intolerancia y la discriminación.
La vida del homosexual judío Otro entre otros es un documental que explora el tema de los homosexuales judíos en Argentina. A pesar de la presencia que el tema de la homosexualidad (más específicamente, el de las parejas del mismo sexo) ha tenido en general en estos días en el país, el enfoque de los judíos homosexuales sigue sin ser frecuente. Parece casi lógico si uno lo piensa un poco: ¿por qué no habría de haber también homosexuales judíos? Al parecer, la propia comunidad judía (como la sociedad argentina en general) no acepta a esta minoría sexual. La película empieza con testimonios individuales de algunos de los que serán sus protagonistas: personas comunes, judíos que en mayor o menor medida tuvieron en su infancia una educación religiosa y que al acercarse a la pubertad descubrieron que se sentían atraídos por personas de su mismo sexo. El dolor de sentirse discriminados e incomprendidos los lleva de a poco a alejarse de sus círculos sociales habituales (judíos) y del judaísmo en general. Después de estas narraciones contadas por sus protagonistas en entrevistas frente a cámara (acompañadas cada tanto por fotos viejas en las que la mayoría de las caras aparecen borroneadas), estos mismos sujetos empiezan a hablar sobre su vida adulta, sobre cómo construyeron su cotidianeidad, sobre la militancia que algunos de ellos empezaron a ejercer para unir a la comunidad judía gay de la Argentina y así lograr que se los reconozca. Una historia de comunidad, sobre el deseo de ser aceptados por una sociedad y una religión que en general no los reconoce. Es notorio, por ejemplo, que incluso aquellos familiares que parecen aceptar a estos judíos gay tampoco son capaces de hablar de forma clara y directa sobre el tema. Como documental cuyo objetivo es informar y hacer presente un sujeto sobre el que no se suele hablar, Otro entre otros cumple con sus metas moderadas. Al salir de ver esta película lo hacemos sabiendo algo más que cuando entramos. Podemos entender a esta comunidad minoritaria dentro de una comunidad ya de por sí minoritaria, pero sus problemas nos pasan un poco de lado. Uno podría pensar que la discriminación de un judío gay es como la discriminación de cualquier otra persona y nos afecta a todos, pero cuando escuchamos más de una vez a uno de los protagonistas lamentarse porque no va a poder experimentar un casamiento religioso según indica la Torah, el blanco parece ser otro. Los protagonistas de esta película no se lamentan de que exista en general la discriminación, sino exclusivamente de que los demás judíos los discriminen a ellos. No hay ninguna referencia más allá de la colectividad, ni siquiera se menciona el hecho de que al momento de realización de este documental las personas del mismo sexo (cualquiera sea su religión) no podían acceder al matrimonio civil. Todas las voces merecen ser escuchadas, pero algunas quejas sólo tienen cabida dentro de un ámbito muy determinado.
La minoría alza la voz. Un documental básicamente testimonial, enriquecido con fotos y algunas filmaciones caseras, habla sobre la discriminación que sufre la minoría de una comunidad que suele mostrarse como abierta a la pluralidad y la tolerancia, derechos fundamentales que a ellos mismos les son negados desde años inmemoriales en todo el mundo. Cuatro miembros de la comunidad judía se hacen cargo de su homosexualidad y deciden hacer frente a las cámaras y contar su experiencia. A través de sus relatos se van descubriendo las inflexibilidades y debilidades en el seno de un enorme grupo que desde siempre ha luchado, puertas afuera, por la igualdad y la diversidad. Los jóvenes que prestan su testimonio intentan, en un acto de valentía, sentirse nuevamente integrados a su grupo de pertenencia. Las historias de Gustavo, Daniel, Diego y Dan conmueven; entre ellas hay marginación desde la niñez, burlas que sufrieron por parte de sus pares, indiferencia, pérdidas a causa del HIV y hasta el suicidio de la madre de uno de ellos. Los relatos son frescos, naturales, y lejos de centrarse en sentimentalismo apasionado son sencillos pero fuertes. Otro entre otros muestra además las repercusiones que el sinceramiento de los protagonistas tuvo en el círculo íntimo de algunos de ellos. Los amigos y las familias que sufren e intentan salir adelante en algunos casos, o que se niegan a la verdad en otros. El film es un intento de echar luz sobre una realidad a la que es imposible escapar o hacer oídos sordos. No se trata solamente de asumir la homosexualidad en la comunidad judía, sino también de reconocer que quienes son objeto de discriminación también segregan. Si se asume esta verdad, seguramente se podrá mejorar la realidad de la colectividad toda.
Se puede ser gay y seguir siendo judío En el mismo mes en que la Argentina se convierte en el primer país sudamericano, y uno de los pocos en el mundo, donde se efectúan casamientos entre personas del mismo sexo llega a las pantallas porteñas este documental sobre los hombres homosexuales que pertenecen a la Comunidad Judía de Buenos Aires. Maximiliano Pelosi declara que realizó este trabajo por sentir algo así como una necesidad de esclarecimiento de la vida de los judíos gay, que deben ocultar a sus parientes su opción sexual por sentir que contradicen los ancestrales mandatos religiosos, y esta manera de vivir los aleja paulatinamente de su entorno familiar. Algunos logran establecerse y convivir con la persona que aman, como en el caso del realizador que no es judío pero su pareja estable sí lo es, aunque no puede mostrarla abiertamente en este documental por los condicionamientos antes señalados a los que se atiene la persona con la que comparte su vida. A lo largo de esta obra cinematográfica se ven cuatro testimonios de personas jóvenes que se animan a que su rostro se vea en pantalla, y declaran su condición sexual y los inconvenientes familiares que debieron sortear. Así, a cara descubierta, se ve primero a Gustavo, quien cuando reveló a sus amigos que es gay se encontró primero con la incomprensión y tuvo que esforzarse para que lo aceptaran tal como es, sin tener que fingir todo el tiempo que era heterosexual como lo son ellos. El testimonio siguiente es el de Daniel, un gay que por serlo no termina de aceptar su ansiedad por ser padre. Luego se ve a Dan que cuenta haberse sentido discriminado desde chico sobre todo en los colegios judíos. Por último se ve y escucha a Diego, quien al contar a los espectadores sobre su anhelo, ya concretado, de crear un espacio gay dentro de la Comunidad Judía revela, para la mayoría de los argentinos, la existencia de JAG (Judíos Argentinos GLBT). El documental al saltar bruscamente de testimonio en testimonio, ya que hay algunos de parientes, amigos y hasta un rabino, sobre todo en el segmento de Gustavo, da la sensación de no tener la continuidad adecuada, pero no por ello se pierde la paulatina hilación del mensaje que el cineasta quiere entregar al espectador. Y como en todo documental es más importante el contenido que la técnica, puede pasarse por alto que las imágenes no siempre son lo nítidas que se espera en una obra cinematográfica y que muchas escenas necesitan una adecuada corrección de color. Sin embargo, el desarrollo argumental es ágil y mantiene al espectador atento. El mensaje, de que todo judío debe vivir y permitir vivir como auténticamente se es, resulta muy claro. Aunque esta doctrina es aplicable a todo ser humano. Calificación: Muy buena. (Carlos Herrera). * * * * * * * * * * Información complementaria Judios Argentinos GLBT El 12 de marzo de 2004 se creó JAG (Judíos Argentinos GLTB) con el apoyo de American Join Distribution Committe, para dar contención, integración y crecimiento a las personas gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. También entre sus objetivos están la lucha contra la discriminación y promover los valores judaicos. Configurada en un principio al margen de la actividad comunitaria, lo fue hasta 2007 en que fue invitada por Fundación Judaica a convertirse en uno de los nodos de dicha red de organizaciones judías. El trabajo en conjunto está orientado a construir una comunidad inclusiva de la diversidad. Dentro de sus actividades se encuentra la reconstrucción del sentimiento de pertenencia comunitaria a personas que se han alejado de las vivencias judías, para ello se vale de ciclos de cine como también debates, charlas y talleres sobre temáticas varias tales como entrenamiento sobre diversidad sexual y de géneros en busca de la inclusión no sólo de las personas GLBT sino también de sus parientes y amigos en todas las organizaciones judías. JAG ha ampliado su espectro al estar abierta a toda persona que crea en los derechos humanos, la inclusión de la diversidad y la ayuda social comunitaria. Se puede solicitar ampliación de esta información a la siguiente dirección: jag@judaica.org.ar
La corrección nunca fue un valor artístico, pero Otro entre otros despliega su modesta dramaturgia apaciblemente, sin sobresalto alguno a la vista, y consigue extraer a fuerza de un empuje casi imperceptible las conclusiones menos evidentes de su tema. Según se nos informa en este documental, resulta que de una cantidad determinada de judíos argentinos hay otra cantidad no desdeñable que además son gays. Así lo dice la película y procediendo de ese modo en el desglose de la estadística: judíos primero, gays después. Otro entre otros se trata al fin de comunidades, de familias construidas con el viento a favor de las similitudes, de los lazos comunes que juntan a las personas y las reúnen en afinidades, en gustos, en elecciones y en destinos compartidos. Pero también en sufrimiento y consternación. Otro entre otros no se interroga por la ontología de esa diferencia que se repite en el título, doblemente aliterada (esa “otredad”, como les gusta decir a los científicos sociales, y para seguir con el trabalenguas), pero pone en evidencia el carácter perturbadoramente ilusorio de la homogeneidad de todo grupo humano. Con el aporte de unos pocos testimoniantes, la película de Pelosi expone las voces en primera persona de aquellos rechazados dentro de la comunidad judía por su condición homosexual. Lo notable sin embargo, es el carácter conciliatorio que está en el corazón de Otro entre otros, la estela invisible que emana de los protagonistas y que les hace abrazar su judaísmo y su homosexualidad al mismo tiempo. Es decir, no hay renuncias en la película sino una vocación abarcadora insobornable y es en esa tensión en donde parecería jugarse su verdadero drama: no en la incomprensión de los padres, en el desconcierto y eventual alejamiento de los amigos de toda la vida o en la cósmica prescindencia de las autoridades religiosas sino en el desgarro del que se ve expulsado. Pelosi muestra un grupo de personas pujando por no dejar de pertenecer a una comunidad cuyos lazos son al fin y al cabo menos religiosos que culturales y emocionales. En un momento la cámara sigue a uno de los personajes por el que fuera su jardín de infantes y ahora es un edificio abandonado: “acá recuerdo algunos de los momentos más felices de mi vida”, dice. No es que la niñez sea la felicidad porque se encuentra exenta de compromisos sino porque representa, acaso, la tibieza edénica en su máximo esplendor: el grupo nos contiene, la comunidad nos contiene. Pero luego resulta que esa familia tiene fallas y entonces hay que armar otras nuevas, constantemente. Otro entre otros parece sugerir que la pasión humana más desarrollada es la de crear facciones y se guarda una sorpresa para los tramos finales al tiempo que su fuerza inicial empieza a diluirse conforme se institucionaliza: la revelación de la existencia de JAG, la asociación que reúne a los Judíos Argentinos Gays. Uno podría imaginar en el futuro que algunos integrantes de la JAG se vieran discriminados por sus inclinaciones políticas y lucharan por formar un grupo que los representara dentro de la misma asociación. El tono general de Otro entre otros no contempla esa posibilidad y prefiere detener ahí la serie de divisiones y subdivisiones y anotarlo como un triunfo definitivo a modo de corolario. Pero podría haber otra película esperando en el horizonte.
Lo que en principio aparenta ser un rutinario documental acerca de las costumbres y ritos de integrantes de la religión judía en nuestro país, da un golpe de timón y se interna en un camino absolutamente diferenciado. Porque Otro entre otros (cacofónico y poco expresivo título) hace una reveladora radiografía acerca de una comunidad inserta dentro de otra comunidad: aquella compuesta por hombres gays que profesan esa particular tradición de fe. Una significativa frase de uno de los entrevistados, “los que son discriminados también discriminan”, dispara el cuestionamiento más álgido del film; las notorias y dolorosas perturbaciones que ejerce esta condición ante costumbres tan arraigadas y milenarias. La vida de un puñado de homosexuales que no por ello dejan de ser fervientes adeptos al judaísmo, es descripta en esta ópera prima de Maximiliano Pelosi con lúcidos recursos visuales, expresivos y también periodísticos. El cineasta, productor de un par de films afines como Un año sin amor y Lesbianas de Buenos Aires, aborda aquí una problemática casi desconocida y a la vez dotada de una candente actualidad, debido a la reciente sanción del casamiento igualitario. Testimonios sorprendentes y dotados de fuertes ribetes emotivos, redondean un documental alejado de pintoresquismos, y a la vez atractivo y llevadero.
Minoría dentro de minoría Lo explica un personaje en los títulos del final, pero ya lo hemos visto en la película: en una sociedad mayormente católica, los judíos son una minoría. Y en la colectividad judía, a su vez, los gays son una minoría. Con esa lógica impecable, el realizador Maximiliano Pelosi ve en ese punto de partida un interesante espacio para reflexionar acerca del significado de ser minoritario dentro de un pueblo que, a su vez, ha conocido y ha aprendido el sufrimiento de serlo. No hay más que observar los testimonios de estos hombres y su entorno para conmoverse profundamente. Nadie puede, luego de escuchar sus historias, sentirse alejado de ellos o mantener sus prejuicios. El rostro de una persona, su mirada, sus experiencias personales, todo aquello que derriba barreras, una revolución de uno a uno en primera persona. Maximiliano Pelosi trabaja esos rostros, pero dota a su película de cientos de imágenes, de fragmentos que conforman la identidad de todos para poder mostrar el total. Le da voz a los prejuicios de las personas más cercanas a los protagonistas, reconstruye el entorno que los contiene y los reprime. Pelosi, quien con su productora Wap produjo Lesbianas de Buenos Aires hace seis años y creó el magazine gay Máximo, sabe de una militancia que no lanza dogmas, sino que es cotidiana y humana. Muchos cambios hubo en todos estos años y Pelosi con Otro entre otros lo sabe. Porque él mismo, con su trabajo, ha sumado varios granos de arena para que las cosas cambien, también en el cine.
De igualdades y diferencias Sensible mirada acerca de la homosexualidad dentro de una comunidad religiosa. Suele ocurrir que los colectivos discriminados reproducen con la misma virulencia, y a veces hasta con mayor fuerza, los procedimientos y métodos de los que son víctimas. Inexplicablemente vemos minorías que actúan las fobias, los rechazos, los preconceptos y prejuicios como si no supieran de qué va la cosa. Y las ejercen sobre otros grupos y entre sus mismos componentes. Seguramente tenga que ver con las apuestas electivas: si priorizamos la diferencia o la igualdad. Mucho de todo esto se desarrolla en Otro entre otros, el documental de Maximiliano Pelosi, que desanda la historia de vida de cuatro hombres judíos y homosexuales. Si el punto de partida es la frase “no hay judíos gay”, de por sí el filme procura visibilizar lo doblemente invisibilizado. Gustavo, Daniel, Diego y Dan se plantarán frente a la cámara para, como lo hicieron antes en la vida real y frente a sus seres queridos, respetar su deseo. Ser gay hoy en día no es la caza de brujas de tiempo ha pero tampoco resulta un lecho de rosas. Y si los dedos que señalan, los murmullos a las espaldas, las sonrisas burlonas o los insultos soeces no condenan abiertamente, no por ello han desaparecido o redujeron su peso simbólico y de rechazo social. Sostener un deseo “otro” y pretender cumplir con el ejercicio de la religión es una quimera en la que la ausencia de una pareja en las reuniones comunitarias es el precio a pagar y siempre es mejor el silencio antes que la verdad. “Ojos que no ven…” dice el refrán y uno ya sabe lo que cuesta menos. Si formalmente la película no se precia de ser vanguardia ni escapar del formato entrevista a cámara, su elección de testimonios y la edición de los mismos, que exponen las contradicciones, es lo que aporta la dosis de emoción y compromiso que hacen la diferencia. Padres que no quieren saber o que aún luchan con sus propios prejuicios o que toman decisiones extremas, amigos que se alejan o replantean la amistad vivida o, aún permaneciendo, sostienen discursos claramente homofóbicos. Y esto aumenta el rasgo de humanidad y la empatía emocional que genera el filme. Y aunque la militancia GLTTBI asome en el mismo relato de la creación de la JAG (Judíos Argentinos Gays) no hay panfleto, discurso prefabricado ni abstracción conceptual que posibilite lejanía alguna con el material. Y no es que se imponga la historia privada por sobre la otra Historia. Es que la imbricación se evidencia en la trama de los relatos de vida de cada uno de los que se expone. Parafraseando al Shylock de Shakespeare: somos todos iguales y si nos pinchan, sangramos. Y eso es lo único que importa. O lo que nos debería importar.
En Otro entre otros se van hilvanando las historias de vida de los protagonistas, cuatro hombres judíos y homosexuales, en ese orden, según sus propias palabras. La película que comienza con tintes de documental autobiográfico supera lo singular de la experiencia personal para dirigirse hacia un terreno más político. La cuestión que funciona como hilo conductor es la pregunta acerca de qué hacer cuando este otro de occidente que es la comunidad judía, discriminada desde tiempos inmemoriales, se transforma en un aparato discriminador que entiende la homosexualidad como una patología. La respuesta dada por los protagonistas de Otro entre otros parece negar el infructuoso principio de tercero excluido, el que aplicado a esta espinosa elección nos daría la siguiente fórmula: ser judío u homosexual pero nunca judío y homosexual. Los protagonistas se niegan a elegir entre ambos condicionamientos -el judaísmo, la homosexualidad-. Incluso la película parece ir más lejos y sugerir que el ámbito social de las tradiciones heredadas y de la elección subjetiva no sólo son compatibles sino que también se hallan entremezclados hasta el punto de la retroalimentación; y esto es así porque coexisten en una única persona; así, el hecho de ser judíos practicantes hace a los protagonistas más orgullosos de su homosexualidad, e inversamente, el hecho de enamorarse de una persona del mismo sexo los hace mejores judíos.