X (disponible en Amazon Prime Video) presentaba a un grupo de jóvenes que, en pleno furor de Garganta profunda, a mediados de la década de 1970, alquilaba el galpón de un campo en Texas para filmar una película porno. El dueño del terreno era un lugareño en pareja con una mujer que tenía encerrada. Los motivos de ese encierro quedaban más que claros cuando se desataba una carnicería. Poco después de su estreno, el realizador anunció que estaba en camino una precuela centrada en la juventud de aquella mujer, interpretada nuevamente por la aquí coguionista Mia Goth. Una etapa de su vida donde la opresión familiar –especialmente materna, en tanto papá está postrado en una silla de ruedas– y la búsqueda de cumplir su sueño de ser actriz confluyen en la locura absoluta. Si la referencia ineludible del director Ti West en X era el slasher, aquí es visible la influencia de los melodramas. De allí, entonces, una fotografía saturada y de colores chillones que remite al technicolor, así como también una protagonista femenina con una vida aburrida y monótona que espera que su marido vuelva de la guerra (la acción transcurre durante la Primera Guerra Mundial). Lo único que la entretiene, aquello que funciona como escape, son las películas que mira en el cine de un pueblo cercano. West le suma a esas características una psicopatía propia del género de la sangre y las vísceras, las mismas que Pearl (Goth) observa con regocijo cuando alimenta al cocodrilo que tiene como mascota, uno de los animales que operan como única audiencia de sus canciones. A esa ocasional platea se suma el proyectorista del cine, quien se acerca en modo galán y, cuando quiera huir, será demasiado tarde. Pearl se apoya en el pulso de West para narrar sin apremios una historia envolvente e igual de incómoda que su personaje central. Lo de esa jovencita es partes iguales de desequilibrio e inocencia, una falta absoluta de moral sobre sus actos. El resultado es una película muy parecida a ella: puro desprejuicio extremista.
Rara, retorcida y macabra, como un pastiche y con la manera de rodar en los años '70 el cine de terror, Pearl devuelve a uno de los personajes de X, la película de Ti West, estrenada a comienzos de 2022. Una protagonista a la que la cabeza, tal vez, no le esté funcionando como debería. La película es una precuela de X -que está disponible en Amazon Prime Video; de nada- y ahora la actriz protagónica de aquélla, Mia Goth, ha coescrito el guion con el director de la película original. Y sí, tiene algo, si se quiere buscar, de Psicosis y de El Mago de Oz. El filme aborda el tema de una pandemia (la gripe española, en 1918) y refleja cómo la experiencia del encierro puede incubar otras dos “enfermedades”: la disfunción y el miedo. Sesenta años no es nada Lo que sorprende, de entrada, es que las acciones transcurran poco más de 60 años antes que el filme original. Y también en una granja... La que no está aquí, claro, es Jenna Ortega (Merlina). En X, un claro exponente del cine slasher, ambientado en 1979, Mia Goth interpretaba a dos personajes. Uno era Maxine, la joven a la que su pareja quería convertir en estrella del cine porno, y a... Pearl, la anciana con deterioro cognitivo que, con su esposo, eran dueños del granero de la granja que le alquilaban a los incautos cineastas. Ahora, decíamos, es 1918, y Pearl, jovencísima, tiene sentimientos enfrentados. Por un lado, espera el regreso del frente de batalla en Europa de la Primera Guerra Mundial de Howard, su esposo, al que ve como salida, la única vía de escape. Es que en la granja se hace cargo de más de lo que debería, por las exigencias de su estricta madre. Su padre (Matthew Sunderland) está postrado tras sufrir un derrame cerebral, y hay hasta que limpiarlo cuando va al baño. Pearl tiene una “mascota”, un cocodrilo hembra a la que le da de comer, por ejemplo, un ganso -al que le clava una mirada mala y alguna otra cosa- y, llegado el momento y la necesidad, podría darle un humano. Pearl tiene un sueño: triunfar como bailarina en el cine mudo. Ensaya en el granero, a la vista de su vaca amiga, y cuando la madre, inmigrante de Alemania (Tandi Wright), que teme el sentimiento antialemán en su nuevo país, le pide que vaya a hacer las compras al pueblo (con barbijo), aprovecha y se cuela en el cine. Y le pega un sorbo a la morfina que compra para su padre. Conoce al proyectorista (David Corenswet), hay cierta atracción, y si Howard no regresa, ahora que está por terminar la Guerra, tal vez, en una de ésas... El comportamiento perturbador de Pearl, para quienes no vieron X, poco a poco irá intensificándose. Infeliz e insatisfecha, podrá tener sexo o algo parecido con un espantapájaros. Y esperen a ver el monólogo que en cierto momento le clava a su cuñada (Emma Jenkins-Purro). Rodada en Nueva Zelanda, Pearl tiene todo para convertirse en un clásico del terror. Y como están preparando la secuela de X, MaXXXine...
El año pasado, el realizador Ti West (The House of the Devil) estrenó X, una película slasher que, además de los artesanales y sangrientos modos de matar característicos del género, presentaba poco comunes apuntes acerca de la depredación de la industria del espectáculo sobre las mujeres, el deseo sexual durante la vejez o el vínculo entre rubros en apariencia disimiles pero con mucho en común, como el porno y el terror. La producción de ese film, que acabaría obteniendo las mejores críticas de la carrera del director, debió detenerse debido a la cuarentena. En ese lapso, West y su actriz principal Mia Goth (Nymphomaniac) escribieron el guion de una precuela concentrada exclusivamente en el personaje de Goth, llamado Pearl. En verdad, la anciana Pearl, que alquila su granja a un grupo variopinto que quiere rodar una porno, es solo uno de los dos personajes interpretados por Goth en X; el otro es la joven aspirante a estrella Maxine, a quien estará dedicada la futura tercera parte que cierra una trilogía cuyos elementos en común son Mia Goth, el tema del ansia de fama por la fama misma, la historia de la pornografía y el horror. X transcurría a mediados de los años 70, cuando el cine pornográfico no era aún una industria sino la aventura de emprendedores no siempre vinculados a negocios enteramente legales, que operaban como cineastas independientes y a quienes podía aplicarse, un poco más metafóricamente, el célebre aforismo atribuido a Godard acerca de que lo único necesario para hacer un film es una chica y una pistola. El trailer de MaXXXine, la próxima entrega, indica que transcurrirá en los 80, con la llegada del video y la industrialización al mundo condicionado. Pearl, por su parte, lleva la historia a 1918, para narrar el “origen” de este personaje y los primeros episodios del derrotero del cine porno. Así como en X Pearl era una octogenaria asesina que no hubiera desentonado en la mesa familiar de Masacre en Texas, aquí, en cambio, es una joven que sueña con abandonar la granja en la que vive con una madre represora y un padre lisiado y triunfar como bailarina en la gran ciudad. Visualmente, ambas películas no podrían ser más distintas. Los tonos ocres y apagados de X, que remiten a una proyección de 16 mm, dejan lugar a los colores saturados del Technicolor: Pearl hace pensar en El Mago de Oz, si Dorothy se dedicara a mutilar a sus compañeros y Oz se pareciera al sótano de Norman Bates en Psicosis. Luego está todo lo que tienen en común: las referencias a ese film de Hitchcock y al citado de Tobe Hooper; la aparición del porno (aquí forzada, cuando un proyeccionista le muestra a Pearl una película “europea”) y el tópico de la búsqueda desesperada de abandonar la propia realidad para ingresar al mundo de fantasía del espectáculo. Sin embargo, todo lo que este film dice al respecto ya estaba puesto del mismo modo en la primera parte. Más que una precuela, Pearl se siente como un ejercicio actoral: algunos intérpretes necesitan conocer toda la historia de vida de un personaje para poder encarnarlo. Pearl convierte esa práctica exploratoria en una trama un poco redundante que parece pensada solo para el lucimiento de su protagonista. La actriz tiene la difícil tarea de representar a una homicida despiadada de modo tal que, al menos en una parte del film, estemos de su lado. Un largo monólogo registrado como en trance y en un único plano deja en claro que Goth está a la altura y le saca provecho a la oportunidad. Mayores dosis de gore hacen que esta película sea acaso más amena que su predecesora, pero también es una bastante más convencional.
Grata sorpresa nos deparó el 2022 cuando nos enteramos de que íbamos a tener dos películas de Ti West estrenándose tan solo con meses de diferencia. «X», la primera entrega de esta supuesta trilogía que culminará este año con «Maxxxine», que proponía un slasher con ciertas formas de revitalizar el género cambiando algunas reglas sobre la marcha. Algo así como había pasado con «Scream» redondeando la década de los ’90 pero sin la autoconsciencia y más amparado en los cambios sociales que se dieron en los últimos años. «Pearl» funciona a modo de precuela de la película anterior, la cual se centra en la juventud de la villana que tuvo que enfrentar Maxine (Mia Goth) junto a sus amigos y colegas de trabajo, villana que dicho sea de paso es interpretada por la misma Goth que además oficia de productora ejecutiva del film. El relato se traslada de los ’70 y ese trasfondo trash de la industria pornográfica, a 1918, periodo cercano al fin de la Primera Guerra Mundial, donde estaba el auge de la gripe española y un marco pandémico que hoy en día no nos es para nada ajeno. Allí se ve a una joven y soñadora Pearl que se siente atrapada en la granja familiar, con un padre enfermo y una madre controladora y abusiva. Por otro lado, su esposo se fue a la guerra y no tiene noticias desde hace un largo tiempo, y su sueño de convertirse en una estrella de cine parece estar cada vez más lejos. Pearl deberá lidiar con las frustraciones y con un entorno complicado, el problema es que quizás su forma de sobrellevar los infortunios no sea la más adecuada. Lo más interesante de «Pearl» es que elige un camino totalmente diferente al de la película original, separándose por completo no solo en tiempo y espacio sino también en lo que respecta a lo narrativo y a lo puramente estético. Desde lo estrictamente formal, Ti West nos introduce al relato como si estuviéramos ante un melodrama (el vestuario, los créditos iniciales, la música, la fotografía con la saturación del color característica de los melodramas en Technicolor que emula, las transiciones entre escenas, etc.). Durante los primeros cinco minutos del relato somos testigos de lo que nos propone el director hasta que se nos muestra la verdadera naturaleza de la protagonista y se comienzan a trazar los paralelismos con la primera entrega. Aquí West demuestra su ingenio para volver a trabajar sobre las expectativas del espectador, revisitando los espacios de la granja que ya vimos en la otra película, y subvirtiendo dichas cuestiones esperables. Si tuviéramos que emparentar el caso de «X»/»Pearl» con algún otro relato, podríamos decir que nos remite directamente a «Psicosis» (1960) de Hitchcock, la cual homenajea en cierta medida en algunos pasajes del film. Norman Bates y Pearl guardan algunos puntos de contacto en lo que respecta a sus psicologías y cómo mantuvieron relaciones complejas con sus familias, llevándolos hacia un terreno oscuro y aterrador. Aquí «Pearl» propone echar luz sobre las tendencias homicidas de la protagonista tal como «Bates Motel» (2013-2017) intentó hacer con Norman y sus orígenes. Quizás lo más atractivo de esta precuela es justamente que buscó distanciarse del primer largometraje yendo a un terreno totalmente opuesto desde la puesta en escena para brindar una experiencia diferente pero igual de satisfactoria que la anterior. «Pearl» es una propuesta cinematográfica atractiva, que se beneficia de la visión de su director y de la osada decisión de filmar los relatos en paralelo, no solo para economizar recursos sino para demostrar mayor eficiencia en lo estrictamente narrativo. Es celebrable que a un autor como West se le de la posibilidad de llevar a cabo un proyecto de esta envergadura junto a una intérprete maravillosa como Mia Goth que demuestra un enorme talento para pasar de ser la heroína en la anterior a la villana en esta con el mismo grado de capacidad y compromiso.
Para escapar de la cárcel bucólica El Hollywood de los 80 hasta la primera década de nuestro Siglo XXI no se caracterizó precisamente por las sátiras sutiles o siquiera pacientes en espejo, esas que tienen al mismo séptimo arte como objeto del ataque, sino por las parodias descocadas y bastante tontas que se solían concentrar en determinado género de la industria del espectáculo para rápidamente caer en el cinismo omnipresente contemporáneo y embarrar todo el asunto en el lodo del pastiche banal posmoderno, uno que en la mayoría de los casos no funcionaba por falta de cohesión, garra, mérito y una mínima ideología compleja más allá del pedantismo egoísta y delirante del yanqui promedio, eterno amigo de la soberbia modelo burgués del Primer Mundo. Durante los últimos años las sátiras hechas y derechas fueron reemplazadas de manera progresiva por el resurgir de una comedia negra -aquel humor masivo y grasiento de los 80 y 90 quedó en el olvido- que aglutina muchas de las características de las viejas parodias, léase las inteligentes de los 70 hacia atrás, como por ejemplo el cuidado por los detalles, un discurso ya más trabajado y/ o certero y sobre todo la idea de estructurar la historia de turno desde los engranajes del cine de género y ya no tanto desde la hipérbole, la farsa o el grotesco a mil revoluciones por minuto, en este sentido un típico ejemplo de esta nueva vertiente de corazoncito vintage y medido es Pearl (2022), precuela del inquieto Ti West de X (2022), su obra inmediatamente previa y sin duda uno de los pocos corolarios, spin-offs, subproductos o exponentes de una franquicia o de lo que sea que realmente valen la pena porque expanden lo ya visto/ explorado en el pasado y no se transforman en una excusa comercial patética o en otro de los tantos “trámites” que desde el mainstream de hoy en día inundan las pantallas de todo el planeta con la misma cantinela aburrida de siempre. Mientras que X se metía con las consecuencias de la eclosión del cine independiente en los 60 y 70 y el tabú del sexo en la vejez desde una arquitectura muy cercana al slasher freak de The Texas Chain Saw Massacre (1974), de Tobe Hooper, y al querido hagsploitation, Grande Dame Guignol o psycho-biddy de la Trilogía de la Locura de Robert Aldrich, esa de What Ever Happened to Baby Jane? (1962), Hush Hush, Sweet Charlotte (1964) y What Ever Happened to Aunt Alice? (1969), Pearl en cambio apuesta por analizar la influencia cultural de la maquinaría hollywoodense en general y de un período muy específico del mainstream norteamericano, aquel de las postrimerías de la primera década del Siglo XX cuando la Primera Guerra Mundial llegaba a su fin, la estructura productiva de los films mudos ya estaba asentada e incluso nacía la pornografía como la conocemos, en este caso de la mano de tres legendarios cortos anónimos, el argentino El Satario (1907), el alemán En la Noche (Am Abend, 1910) y el estadounidense A Free Ride (1915), todo mediante la arquitectura del thriller psicológico claustrofóbico con chispazos sarcásticos que por un lado se burlan del Hollywood Clásico y los productos de la Walt Disney Pictures y por el otro homenajean a los melodramas fastuosos de Douglas Sirk de los años 50 y nuevamente al Hooper iniciático de los 70, aunque ya no sólo mediante The Texas Chain Saw Massacre sino a través de la poco vista Eaten Alive (1976), el film siguiente del tremendo Tobe y ya una influencia en X pero mucho más lejana o menos crucial que en Pearl, hablamos de la hilarante historia de un pueblerino demente bautizado Judd (Neville Brand) que poseía el lastimoso Starlight Hotel y una mascota de lo más inusual en un pantano lindante, aquel gigantesco cocodrilo del Nilo al que alimentaba con los huéspedes de su establecimiento. La trama vuelve a ser muy simple y en esencia se deriva de una backstory que West había creado junto a su musa, Mia Goth, para el personaje del título, en el 1979 de X una anciana cachonda y psicópata que asesinaba a todos los machos y hembras que la rechazaban, así eventualmente fallecía a instancias de la actriz porno Maxine Minx (Goth otra vez), y en el 1918 de la película que nos ocupa una muchacha viviendo en la misma exacta granja de Texas del opus previo: hija de un matrimonio de inmigrantes alemanes, el compuesto por la adusta Ruth (Tandi Wright) y un progenitor sin nombre que está postrado en una silla de ruedas (Matthew Sunderland), la joven gusta de concurrir al cine vernáculo, anhela ser una corista y triunfar en Hollywood, lamenta que su esposo esté combatiendo en Europa en la Primera Guerra Mundial, Howard (Alistair Sewell), y arrastra tendencias homicidas que salen a la luz cuando mata a un ganso con una horca, pellizca o estrangula a su pobre padre y destroza con sus manos un huevo de su principal mascota, precisamente un cocodrilo de gran tamaño al que nombró Theda por Theda Bara, una de las primeras sex symbols de la historia del cine. La chica, que tuvo un aborto espontáneo que la alegró y creía que Howard sería su “boleto de salida” de la granja, se entusiasma con una audición local para bailarinas pero la negativa de su madre, que considera que debe quedarse en el hogar bucólico para cuidar de su padre y de los diversos animales, la lleva a una crisis que deriva en una pelea y quemaduras muy serias sobre Ruth, a la que encierra en el sótano para dejarla morir. La chica a posteriori estrangula a su padre y mata con la horca a un amante, un proyectorista (David Corenswet) que le había enseñado una copia de A Free Ride y que se dio cuenta de las mentiras y los problemas mentales de la ninfa, adepta a los gritos y el frenesí furioso. West cae apenas un poco por debajo de X, su mejor película a la fecha, y sigue en el muy buen nivel indie de The House of the Devil (2009), The Sacrament (2013) e In a Valley of Violence (2016), basta con tener presente que el director y guionista continúa siendo un experto en el estudio de las compulsiones y los desvaríos que se esconden debajo de una apariencia de docilidad que aquí más que nunca calza perfecto con el objetivo de parodiar desde la sutileza al Hollywood Clásico de The Wizard of Oz (1939), de Victor Fleming, hoy ofreciendo el contexto de la granjita del horror, y a la Disney de Mary Poppins (1964), opus de Robert Stevenson que aporta el latiguillo del cuidado de un prójimo comunal estándar resumido en el personaje de Sunderland, padre sin la capacidad de moverse pero consciente del sustrato psicopático de su hija al igual que Ruth, ésta una mujer que considera que hay que sacar lo mejor de lo que se tiene y no delirar con utopías de rescate mágico extraídas de la gran pantalla que no hacen más que negar la realidad, ahora el hecho de que tanto ella como Pearl están solas porque los dos machos, el progenitor y Howard, no pasan del rango de ausentes, ya sea de manera tácita o explícita. Este dejo de canibalismo intra gremio femenino incluye también a la cuñada de la protagonista, una burguesita hermosa llamada Mitsy (Emma Jenkins-Purro), quien no sólo le roba la audición a Pearl sino que se muestra demasiado condescendiente al extremo de que la chica decide asesinarla a hachazos en la mejor secuencia del lote, la de la confesión del desenlace simulando hablarle a Howard y reconociendo su alienación, su curiosidad erótica y su odio de clase hacia la estirpe de burgueses privilegiados de su esposo, unos tarados que le dejan un cerdo asado en la puerta que es rechazado por la orgullosa y tiránica Ruth, a su vez adalid del ascetismo y el dogma luterano más inflexible. Desde la ingenuidad inicial símil The Wizard of Oz hasta el festín familiar macabro del remate en sintonía con The Texas Chain Saw Massacre, Pearl se burla de la artificialidad del cine y en especial de los musicales de cartón pintado del clasicismo descerebrado yanqui, algo permanentemente en primer plano gracias a la teatralidad y las afectaciones de la muchacha y sus sueños de estrellato, y recupera el anhelo de abandonar ese pueblito natal juzgado una cárcel oscurantista a cielo abierto, tradición que va desde Los Inútiles (I Vitelloni, 1953), de Federico Fellini, hasta Stand by Me (1986), film de Rob Reiner. Si la andanada de asesinatos pueden generar confusión y la idea de que estamos ante un slasher en línea con X, el constante énfasis en la atribulada psicología de la criatura de Goth -aquí, por cierto, posicionándose ya de manera definitiva como una de las mejores actrices del presente- vuelca el asunto hacia ese thriller de mentes perturbadas al que nos referíamos antes, uno que subraya que siempre llega un punto en la vida en el que se debe abandonar el idealismo de la niñez y abrazar lo que se tiene delante para jamás perderlo…
La lista de películas de terror buenas del último lustro habla por sí sola de una edad de oro del género que nos permite ser implacables con cualquier bodrio mediocre que antes nos hubiera generado cierta leve simpatía. A la lista de maravillas del horror reciente hay que sumarle las dos primeras entregas de la que será una trilogía que no faltará en ningún libro de historia sobre el género. Ty West dirigió a Mia Goth en dos grandes películas de terror en el año 2022: X y Pearl. La segunda es la precuela de la primera y esperamos ansiosos que se haga el prometido título que complementará la historia. Aunque el director no pensaba en una segunda película luego de X, los tiempos de la cuarenta obligada lo llevaron a que él y la protagonista soñaran una alocada precuela justo antes de arrancar el rodaje. Así que Pearl estaba escrita antes de empezar a filmar X y por eso sus conexiones son tan perfectas y precisas. X es muy buena y Pearl es aún mejor. X transcurría en la década del setenta y mostraba un pequeño grupo que iba a una granja en medio de la nada a filmar una película pornográfica. Los dueños que alquilaban el lugar, sin saber del rodaje, eran una pareja de ancianos inquietantes. Todo terminaba en una carnicería al estilo -declarado- de La masacre de Texas. ¿Y qué decidieron hacer Ty West y Mia Goth en la precuela? Adaptarse a la estética de otra época. Si X tenía la impronta del film de Tobe Hopper, Pearl es algo así como El mago de Oz en el infierno. El resultado es demoledor, la película es una verdadera joya del cine de terror. La historia empieza en 1918, Pearl es una joven que vive junto a sus padres en una granja en Estados Unidos. Su sueño más intenso es el de convertirse en una estrella. Si es con el cine o con el teatro, ella desea estar iluminada por los reflectores. Su madre es muy estricta y su padre sufre parálisis. Ella sueña con un mundo mejor, alejado de todo eso. Pero su equilibrio mental se va desmoronando poco a poco y cualquier cosa que amenace su gran anhelo será un escalón más en el descenso hacia la más absoluta locura asesina. Ty West aprovechó el aislamiento que había en Nueva Zelanda y casi en secreto filmó, con el equipo técnico de Avatar 2, esta película que es estéticamente muy ambiciosa y al mismo tiempo bastante simple. Se notan no solo los homenajes evidentes a El mago de Oz, los films de Douglas Sirk y el mundo de Disney, sino también una idea propia de cómo filmar el horror rodeado de imágenes poco habituales para un film gore como este. El amor por la sangre estatizada evoca un poco al giallo italiano. La fiesta es absoluta. Un regalo extra bastante catártico es que fue filmada durante la pandemia del 2020 y está ambientada en la pandemia de 1918. Mucho se especuló con que Mia Goth recibiera una nominación al Oscar a mejor actriz por este papel, pero quien en el 2023 aún cree que los miembros de la Academia entienden el cine de terror, son por lo menos inocentes. Mia Goth es superior a todas las actrices nominadas en esta edición, más allá de que las comparaciones siguen siendo absurdas. Ty West y ella han formado una sociedad que está haciendo historia, Pearl es la confirmación de esto.
"Pearl": el mito de origen de una villana agobiada El director y la protagonista escribieron el guión de este drama que toma códigos propios del cine de terror. Los géneros suelen ser marcos de referencia muy útiles a la hora de ver, pensar o discutir acerca de algunas películas, construidas a partir de las diferentes reglas que los moldean. Otras veces, sin embargo, pueden convertirse en trabas, corrales demasiado acotados para contener a ciertas obras que, por distintos motivos, exceden los acuerdos y fronteras que aquellos establecen. Esto último ocurre con Pearl, segunda pieza de un díptico que comenzó con X -ambas estrenadas durante 2022, en un lapso de 6 meses-, en cuyo drama pueden identificarse con claridad los códigos propios del cine de terror, pero a la cual definirla solo como tal equivaldría a comprimirla dentro de un corsé narrativo tan incompleto como injusto. Pearl retoma uno de los personajes presentados en X, también dirigida por Ti West. Aquella transcurría en los años '70, durante el rodaje de una película porno en el granero de una granja en Texas, disparador a partir del cual se desataba un infierno en el límite entre lo rural y lo urbano. Dentro de ese dispositivo el lugar del monstruo era ocupado por Pearl, una anciana senil que en aquel rodaje clandestino veía reflejados sus propios sueños de juventud de convertirse en estrella de cine. Esta es la historia que ahora se desarrolla en Pearl, que, no hace otra cosa que darle forma al mito de origen de aquel personaje. Coescrita por el director junto a la protagonista, la actriz Mia Goth, en Pearl se acumulan una serie de decisiones interesantes. En primer lugar, el hecho de ubicar la acción en 1918, año en el que confluyen dos grandes tragedias globales. Se trata de la Primera Guerra Mundial y la pandemia de gripe española, que dejaron un saldo de muertes difícil de calcular, pero estimado entre 50 y más de 100 millones de víctimas alrededor del mundo entre ambas, dependiendo de la fuente. Los dos horrores se cruzan en la película, pero no como simple telón narrativo, sino que atraviesan de forma vívida y atroz la existencia de la entonces joven campesina. Un marido destinado en el frente de batalla, un padre paralizado por las secuelas de la enfermedad y una madre tan estricta como aterrorizada por la posibilidad de que el virus vuelva a entrar en la granja familiar, constituyen para ella las paredes de un claustro. Un espacio en el que crece a presión el sueño de triunfar como bailarina, en los incipientes musicales que comenzaban a popularizarse con el cine mudo y que Pearl ve a escondidas cada vez que va al pueblo a comprar remedios para el padre. Al mismo tiempo, la película le concede breves interludios de libertad, en los que, sin embargo, su mundo interior aflora con violencia, dando cuenta de los efectos nocivos que le provoca ese doble encierro: el de la casa familiar, pero también el de los deseos que debe ocultar. Con mucho de drama, la película construye un escenario de agobio que, es verdad, incluye elementos del cine de terror moderno, como el gore en pinceladas bien dosificadas o características de los villanos slasher en la protagonista. Con todo, Pearl se vincula mejor con obras del período previo, como La marca de la pantera (Jacques Tourneur, 1942), ¿Qué pasó con Baby Jane? (Robert Aldrich, 1962) o hasta con Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960). Con ellas comparte no solo el interés por lo reprimido y la forma en que los traumas operan y condicionan la conducta del villano, sino un tono narrativo menos fervoroso que el del cine actual. En Pearl las escenas son concebidas como territorios amplios, donde el drama encuentra espacio para desarrollarse a través de la acción y no tanto a partir del frenético montaje de fragmentos. Síntoma de esto resultan dos de las últimas escenas de la película. Una es un parlamento de casi 6 minutos sin cortes, en el que Pearl al fin le pone palabras a sus miedos y anhelos. El otro, el plano fijo de la cara de la protagonista que acompaña los títulos finales. Ambos confirman a Goth como una de las actrices a las que habrá que prestarle mucha atención a partir de ahora.
El terror puede servir como espejo social para poner en escena las fobias y obsesiones de una cultura en un momento determinado. Con Pearl, Ti West no solo toca en el corazón de la época -la necesidad de ser visto y reconocido por los demás- sino que también funciona como una reflexión sobre las consecuencias psicológicas del encierro y el aislamiento prolongados. La película parece la versión neurótica y perversa del Mago de Oz, un tour de force hacia los abismos de la razón de una chica con fantasías de fama y de grandeza.
Crítica de "Pearl", expandiendo el retorcido y terrorífico mundo de Ti West "Pearl" es incomoda y políticamente incorrecta. Es un drama inmersivo plagado de terror y capaz de conseguir uno de los mayores logros posibles: hacer mejor a su predecesora. Cuando X (2022) se estrenó, sus comentarios positivos daban una muestra de que estábamos en presencia de algo fuera de lo común. Ti West mostraba todo su talento a través de un show demencial repleto de sangre, homenajes al cine de los 70 y a la industria pornográfica. Como una especie de horror erótico, X sorprendió y se posicionó en el top de los rankings de las películas de terror del 2022. Sin embargo, el asombro tocó su punto máximo cuando se anunció que este plan de West recién comenzaba. Pearl, su precuela, expande este universo y, a la vez, es complementaria a X. Pearl, interpretada por la figura en ascenso Mia Goth (quien también protagoniza X), es una joven que vive en una granja con su padre enfermo y su estricta madre. Inspirada en las películas, ella sueña con una vida repleta de glamour, bailes, colores y lujos. Pero, ese deseo prohibido (el dedicarse a actuar y llegar a Hollywood), puede ser muy peligroso para propios y extraños. Para que el disfrute sea óptimo, antes de sumergirse a Pearl, es necesario ver a su predecesora. Las referencias entre ambas películas son alucinantes y resignifica la experiencia. En cuanto a puesta y complejidad, Pearl es distinta a X. Este estreno desarrolla un paisaje natural en el año 1918 y lo expone a través de colores, un ritmo pausado y una historia tan íntima como escalofriante. Pearl es incomoda y políticamente incorrecta. Es un drama inmersivo plagado de terror y capaz de conseguir uno de los mayores logros posibles: hacer mejor a su predecesora. Violenta y perversa, este largometraje funciona aún más gracias a la comprometida actuación de su protagonista, quien se luce, conmueve y atrae (el monologo con el cual se inicia el tercer acto es impresionante). Goth nos brinda un personaje desquiciado y atractivo, lleno de contradicciones y profundidad. Sin dudas, de lo mejor de la cinta. Cabe destacar que West comenzó con el desarrollo del guión de esta precuela durante el rodaje de X. Inspirado en un relato que le contó la misma Goth (quien figura también en los créditos como guionista), el realizador inició aquí el proceso de su franquicia para A24, productora que apuesta por los proyectos arriesgados. Esta trilogía de porno-slasher se cerrará con MaXXXine, repitiendo director y protagonista, la cual funcionará como una secuela directa de X. Ti West confirma que su plan cinematográfico de terror tiene vida y que puede recurrir a distintos matices sin ser repetitivo. Tras X (disponible en Amazon Prime Video), Pearl obliga a la maratón a todos los amantes del cine de terror. Su arriesgada impronta podrá hacer que consiga adoradores y detractores en partes iguales, pero esto será coherente con su moraleja e historia. El brillo de los ojos y los sueños iluminados de Pearl esconden un trasfondo retorcido y repulsivo.
El origen de una mente asesina. El 2022 fue un año muy relevante para el director de cine norteamericano Ti West. El lanzamiento, con apenas diferencia de meses, de dos largometrajes pertenecientes al género del terror y de varios subgéneros cinematográficos (el slasher, el gótico americano, el porno o cine XXX, el de opresión religiosa, el horror psicológico, entre otros) lo volvieron a posicionar como un interesante realizador; personal, con oficio y bastante conocimiento de las reglas y códigos que se necesitan aplicar en el séptimo arte para que los resultados sean buenos y logrados. Por un lado tenemos a X (2022), un gran homenaje al cine de género de los años 70’s y cuyo eje gira en torno a la filmación casera de una película condicionada, con sexo real y para adultos, que llevarán a cabo tres parejas (dos mujeres strippers, un productor, un actor porno de color, un camarógrafo y su novia asistente) en una apartada granja en un lejano paraje. Pero acá nada saldrá como los involucrados se imaginan. Los dueños del lugar son Pearl (Mia Goth) y su esposo, dos ancianos con problemas mentales y de tolerancia. Uno a uno los intrusos serán eliminados (asesinados de diferentes maneras) debido a la frustración por el paso del tiempo, el deterioro del cuerpo y el deseo que aún late, pero que ya no puede ser consumado. De más está aclarar que las cosas terminan muy mal. Pero esta pareja de ancianos lógicamente también fueron jóvenes y desde ya tuvieron sueños. Justamente allí es donde comienza Pearl (2022), segundo largometraje de Ti West lanzado el año pasado y acertadísima precuela de X, que por estos días llega a la cartelera de algunos cines argentinos. Pearl (nuevamente en la piel de la actriz británica Mia Goth) es una joven que vive en 1918 junto a sus padres en una granja norteamericana. Su presente no es el ideal, está lleno de angustia y recelo. Su reciente y joven esposo tuvo que partir para luchar en la guerra. Mientras ella debe cuidar a su padre lisiado, y de paso soportar las órdenes y reclamos de su madre, una severa fanática religiosa. Para colmo una temible cuarentena, ola de gripe mediante, volvió la economía, del lugar y los alrededores, en nefasta y austera. De todas maneras y dentro de un entorno muy complicado, Pearl se permite soñar en convertirse en una famosa actriz de cine norteamericana. Los escapes al cine del centro cada vez que puede le permiten vivir otra realidad, a pensar en grande. Un amigo proyectorista del cine la acerca tanto a filmaciones de imágenes prohibidas, como a otras maravillosas y de gran envergadura. Pearl se imagina siendo protagonista absoluta de estás pintorescas historias. Se sueña siendo fuertemente aclamada por el público. Ese es el lado bueno de Pearl. Su mejor versión. Pero también existe su cara B: la de una mujer insana, cruel y que asesinará sin piedad a todo aquel que no le permite lograr sus cometidos, incluidos familiares o amigos. Pearl no tendrá piedad y este será el origen de su mente enferma. Ti West acertó con ambas películas, pero con Pearl logró un tipo de relato de horror mucho más convincente y aterrador. Pensar que el aislamiento y la alienación de una joven, que comienza a vivir su adultez, su matrimonio y está despertando a la sexualidad, puede ser la raíz de una psicópata en potencia es una conclusión muy acertada. Como para hacer todo mucho más opresivo el realizador aprovechó las limitadas licencias debido a la pandemia por el COVID 19 y partió a filmar ambas películas a una granja en Nueva Zelanda. Allí se encontró con que también estaban filmando la secuela de Avatar y con la ayuda de varios técnicos de esta, le dio a Pearl una calidad estética maravillosa. La apología del sueño americano, la época de oro de Hollywood y de películas clásicas emblemáticas como El ocaso de una vida (Billy Wilder, 1950) o El mago de Oz (Víctor Fleming, 1939), conviven con otra parte donde los cuerpos son atravesados y la sangre salta a borbotones. Este 2023 encuentra a Ti West y su musa, Mia Goth, filmando una tercera película acerca de Pearl llamada Máxime. Pero para eso aún hay que esperar un poco más. Mientras tanto recomiendo visionar tanto X, como la que hoy reseño, Pearl. Dos películas que demuestran que no todo está perdido para el cine de terror actual. Ambas están notablemente logradas, son inteligentes y hasta novedosas. Hacen referencia al pasado y la nostalgia, incluyendo imágenes poco habituales para una película del subgénero Gore. Pero también nos cuentan una historia, con una anti heroína y psicótica protagonista, que habla de los sueños, el cine, la locura y la muerte.
PORNO Y TERROR: EL SEXO PRECEDIENDO A LA MUERTE Corre el año 1918. La joven Pearl vive aislada en una granja en Texas con sus padres: su madre es una figura rectora, ultra conservadora y determinante, y su padre apenas puede hacer una expresión facial ya que por una enfermedad se encuentra postrado de pies a cabeza en una silla de ruedas. Pearl lidia diariamente con esa dura realidad, por lo que en su tiempo libre, o en medio de las tareas dentro de la granja, fantasea con ser una estrella de cine, intentando escapar de ese mundo monótono y triste, solitario y sin futuro. Está casada con Howard, que se encuentra batallando en las trincheras de la guerra, como muchos otros jóvenes estadounidenses. En medio de una cotidianidad aniquiladora, Pearl conocerá a un joven y apuesto proyeccionista en el cine del pueblo, sintiendo una atracción instantánea, y a su vez, liberadora. Y esa sensación, siempre acompañada de una acción que rompe con lo reprimido, es parte medular dentro del relato de Ti West. Todo en Pearl es una construcción de lo catártico, una necesaria cachetada liberadora sobre lo contenido, lo que no se dice, lo que se calla y se guarda. Es ese rodete que debe soltarse y dejar al cabello ser acariciado por el viento. Por eso cada acción de Pearl es un acto de liberación absoluta en contra de un mundo que la aprisiona cada vez más y la lleva a un espiral de violencia, sangre y descontrol. Pearl, ante todo, siente que el cine es una meca de sueños que se cumplen, único escape a su alcance y tal vez el de otros cientos más. En medio de una guerra, de un país que cree en valores dominados por la iglesia, su ética y moral, y en consecuencia, una institución como la familiar, que carga una máscara la cual sostiene hasta las últimas consecuencias antes de que se revele su verdadero rostro. Sin ir más lejos, el nombre de Pearl (Perla) puede asociarse justamente a algo que se haya encerrado en un caparazón, a la espera de ser liberada y admirada por su belleza. Pearl, por eso, fantasea constantemente con ello, y el joven proyeccionista es, tal vez, parte de un vehículo de escape hacia ese otro mundo tan anhelado, lejano y mágico: el mundo del cine, Hollywood. La meca de los sueños hechos realidad es la perfecta contraposición a ese mundo abatido que habita la jovencita, justamente situado en Texas, estado sureño que carga a sus espaldas el fracaso de la Guerra de Secesión y en donde las cicatrices de una sociedad que intenta recomponerse se ve reflejada en la familia de la protagonista (un padre derrotado y una madre que debe hacerse cargo de todo, una joven que representa la carga generacional de dicho fracaso). Desde la hermosa pintura creada por Grant Wood en 1930 hasta esta fecha, parte de la simbólica en el gótico americano y su tradición es justamente lo que yace oculto, lo que se esconde y no quiere (o no debe) ser mostrado. Ese nexo con lo “monstruoso” queda sintetizado en ese espeluznante y mortal cocodrilo que la joven Pearl tiene como mascota y alimenta en un pantano que se esconde tras su casa y que, sabemos, será una trampa mortal para algún desprevenido. Para Pearl, entonces, el cine es su templo, una iglesia a la que con devoción intenta asistir cuantas veces puede y en donde deposita una fe sanadora y salvadora: lugar que guarda cierta familiaridad con la imaginería católica en la utilización de símbolos y metáforas visuales varias. El joven apuesto que proyecta las películas no es más que una especie de cura evangelizador que intenta abrirle los ojos, mostrarle una verdad. Por eso la invita a la sala de proyección: porque es desde ese lugar donde se proyecta esa especie de verdad absoluta, esa iluminación divina que Pearl ve con fascinación y admiración. En esas imágenes de gente bailando, ella ve el paraíso. Cuando cree haberlo visto todo, ante sus ojos se revela otra verdad, mucho más carnal y menos glamorosa: una cinta porno que el proyeccionista pasa sólo para ella y que es una nueva forma de crear estrellas de cine. Cuestión que une directamente y sirve como simetría del futuro capital del cine en X (2022), película predecesora dónde un grupo de realizadores en los 70 se adentra en la granja de la protagonista para hacer una película porno. West, entonces, reconcilia todo lo que el costado liberal conservador niega y que en el cine tabú se reproduce: el deseo carnal como fuerza, otra vez, liberadora para algunos y aberrante para otros; espejo del oscuro goticismo Americano vuelto símbolo y lectura de lo que debe permanecer oculto. No por nada expone a la protagonista a una incómoda pero necesaria escena donde se masturba escondida tras las altas cosechas y sobre un espantapájaros al que además, le roba un sombrero el cual utiliza para vestirse glamurosamente. Esos actos aparentemente impuros, enemigos de la figura castradora y religiosa de la madre, que es pura representación, son funcionales al discurso que une de forma directa y unívoca la mirada sobre el cine que West deposita en su predecesora (otra vez aclaramos, Pearl es la precuela de X): dos tipos de cine que la industria tiende a banalizar y crucificar, como es el porno y el terror, pero que son paradójicamente la piedra medular de su economía actualmente desde los años 70 y en adelante. Por eso cuando Pearl decida revelarse en contra de los mandatos de su madre y de la cruz que carga en su hogar, lo hará de manera violenta, terrorífica como el género demanda y único recurso ante las doctrinas religiosas que vieron los ortodoxos desde la crucifixión de Jesús, una naturalización de la sangre y el dolor. Lo que lleva a la muchacha a destruir todo a su paso, casi como una Carrie White hundida en el gótico americano más salvaje y primitivo posible, llevando un vestido rojo sangre como marca: un vestido como el que fantaseaba Margaret White, de un color impuro, carnal y peligroso maldiciendo así a su hija a ser devorada por el mismísimo infierno de la venganza en aquella obra maestra de Brian De Palma. Porque en esa mirada sobre el cine que hace West halla además una autoconsciencia reparadora y, volvemos a lo mismo, liberadora: la de tomar un cine de horror clásico y perdido (Psycho, Carrie, Eaten Alive) casi como esas arcaicas imágenes que tanto admira Pearl y volverlas funcionales, recuperando formas y evitando así el olvido y su posterior sepulcro en lo estrictamente museístico y academicista. West mantiene vivo así una tradición, ademas de un nexo entre un tipo de cine (el horror) con otro no tan distinto (el porno) ya que en ambos lo corpóreo, a su vez que material, físico, se manifiesta como quiebre, ruptura de lo mundano (en el terror la muerte y en la pornografía el sexo: ambos unidos en el inconsciente de la psiquis humana). Por su parte, en el terror el sexo (eros) precede a la muerte (thanatos) como pulsión de vida, algo que no es ajeno en Pearl y en X. Más bien, en ambas películas ésta cuestión se manifiesta perfecta y equilibradamente (la utilización del espejo en el plano que abre X con el personaje de Maxine, devenida estrella porno, es ejemplo de ello ya que es reflejo del personaje de la anciana Pearl, ambos interpretados justamente por Mía Goth). Por ello, la visión de Pearl es tan certera, orgánica y para nada disparatada: no juega a las cartas de la actual cultura progresista de lo políticamente correcto, se separa del ejercicio masturbatorio de la violencia gratuita sin visión del mundo que aqueja a mucho cine de terror actual y se afianza a una forma, ritualista, de un cine que parecía perdido y que un par de obras, como ésta, saben jugar. Todo sin ser pretenciosa pero arriesgándose a una ambición que el realizador jamás antes supo expresar.
Un gran regreso del director Ti West en el género de terror, cuya última obra recomendable dentro de esta rama la brindó en el 2013 con The Sacrament. Pearl es una precuela de X, un film estrenado el año pasado que homenajeaba el subgénero slasher de los años ´70 con una influencia notable de La masacre de Texas. Una propuesta que pese a una buena interpretación de Mia Goth no me terminó de convencer por la premisa ridícula que desarrollaba. La trama presentaba a una pareja de ancianos de casi 100 años que se desenvolvían con total naturalidad como si fueran familiares de Leatherface o Jason Voorhees. Un concepto que era imposible de comprar, sobre todo cuando la muerte de los personajes dependía de las acciones extremadamente estúpidas que cometían a lo largo del conflicto. Una característica que en cierta manera es parte del ADN del slasher pero en este caso derrapaba demasiado en esas cuestiones. Pearl afortunadamente resultó una obra mucho más interesante. La nueva propuesta del director narra los orígenes de la villana del film previo en un relato que explora la típica vida y contexto perturbador que suele rodear a los asesinos seriales. Por el lado del argumento no aporta nada nuevo a la temática, sin embargo la gran virtud de la película la encontramos en el modo en que West presenta y desarrolla el conflicto central. La trama se relaciona con los géneros del slasher y el thriller psicológico que el realizador utiliza para homenajear la Era Dorada del cine hollywoodense. West toma como influencias musicales El mago de Oz, Mary Poppins y las comedias clásicas de Judy Garland con el fin de explorar la perturbadora psiquis de Pearl, quien de este modo se convierte en una villana mucho más compleja. Si bien el director consigue que la excéntrica combinación de géneros funcione en el relato es la interpretación de Mia Goth la que eleva el contenido artístico a otro nivel. El modo en que trabaja el deterioro mental del su personaje es fascinante porque contribuye a que su rol no se convierta en una caricatura de los freaks del slasher. El relato no es indulgente con las cosas terribles que hace pero elabora en profundidad el contexto que determina su caída y los crímenes que eventualmente comete. La verdad que me desconcierta mucho el hecho que Mia no sea convocada para más película de renombre ya que hoy sobresale entre las mejores actrices de su generación. Lo que hace en este film es soberbio y la última escena perturbadora con la que cierra el film queda grabada en la memoria durante un tiempo. En los aspectos técnicos West sorprende con una labor muy interesante donde su cariño por el cine clásico y el terror se fusionan de un modo muy original. De este modo nos encontramos ante un cuento macabro que abraza la estética colorida de los musicales norteamericanos de los años ´50. No tenía idea que iba a encontrar en esta película y me sorprendió muchísimo. Claramente sobresale entre los mejores estrenos que brindó el género en el último tiempo.