Amigos convertidos en enemigos. Crítica de “Los Perros del Fin del Mundo” de Juan Dickinson. ADELANTOS, CINE, CRITICA, DOCUMENTALES, ESTRENOS El abandono y despreocupación de perros por parte de sus dueños en Tierra del Fuego es un drama que atenta a la vida cotidiana, la economía, la salud y al ecosistema en la isla y que es reflejado en “Los perros del fin del mundo”, documental de Juan Dickinson que se estrena el jueves en salas del país. Por Bruno Calabrese. En Tierra del Fuego, cuando las autoridades argentinas decidieron poblar la provincia más austral del país, crearon atractivos económicos tanto para empresas como para ciudadanos con el fin de que se radicaran allí. Esto produjo la población de la isla fueguina y sus consecuentes armados familiares, que además de la casa y el auto incluía al viejo amigo del hombre: el perro. Sin embargo, lo que en un momento comenzó como el sueño familiar, devino en un problema que amenaza con pulverizar la vida cotidiana y la economía local, con la aparición de enfermedades antes erradicadas, el ataque de jaurías de perros silvestres a humanos y la prácticamente desaparición de la industria ovina, sustento económico local. El hombre ha descuidado al perro y estas mascotas se juntan y afectan a todo lo relacionado a la isla. Hasta generan problemas de salud pública. El problema no es el perro, sino el hombre. Hoy esto no se puede controlar, se calcula que hay entre 40.000 y 75.000 perros “asilvestrados” sueltos solo en los bosques; en las ciudades hay más todavía. La película recoje testimonios de los habitantes fueguinos, algunos promoviendo el exterminio de los perros, otros tratando no llegar a tal extremo. Las diferentes posturas chocan entre sí dentro del documental, mientras tratan de encontrarle una solución a un flagelo insólito. La desidia del ser humano, gran culpable de casi todos los males que afectan el medio ambiente, queda expuesto en este interesante documental que se apoya en la hermosa fotografía fueguina y en testimonios desgarradores de los damnificados, que sobre el final parecen haber encontrado una solución al problema. PUNTAJE: 75/100.
El impacto ambiental que provoca la acción del ser humano en el planeta no es algo nuevo, hace ya bastante tiempo que se trata y en la actualidad está más latente que nunca. El documental nuclea en su premisa el desfase medioambiental que provoca el hombre en la Isla Grande de Tierra del Fuego, más precisamente en la provincia argentina de Tierra del Fuego, al no controlar la población canina. Los perros abandonados en las ciudades se convierten en jaurías que, tarde o temprano, se movilizan, de forma temporal o permanente, a las zonas rurales para cazar y alimentarse de animales, en especial de las ovejas que crían los estancieros para comercializar su lana. Si bien el relato en “Perros del fin del mundo” está abocado a contar cómo se introdujeron a los ovinos en Tierra del Fuego, la explotación de su lana para vender al exterior y la falta de control sobre los perros que atacan y/o matan ovejas, el punto de vista carece de aristas: se le da mucho protagonismo a los estancieros y en menor medida a veterinarios y/o especialistas en la materia. Esto da un resabio de quejido capitalista y termina diluyendo la cuestión ambiental. Ahora, en cada testimonio, directa o indirectamente, se manifiesta que ante esta problemática el gobierno provincial está ausente y no hace o propone nada. Dickinson se empeña tanto para dejarlo en claro que resulta llamativo no oír las palabras de algún funcionario público. Sin embargo, esto es más un acierto que un error porque en el armado del largometraje se busca, a propósito, establecer al gobierno como un ente abstracto que linda en algún lugar de los márgenes del fuera de campo. Aunque en “Perros del fin del mundo” el cauce son los testimonios, los sedimentos son las imágenes que se capturan gracias a la excelente fotografía. Pasamos de ser voyeristas gore -al ver corderos u ovejas muertas y mutiladas por las mordeduras de algún perro- a turistas desprejuiciados que solo les interesa observar la inmanente belleza del paisaje rural y el semblante gris del ambiente urbano. El aspecto visual permite al espectador, por sí solo, sacar conclusiones sin necesidad de asentir todo lo que nos dicen. En fin, estamos ante un documental redondo en lo estético cuya contundencia se diluye en el relato, pero que es imposible obviar por su cualidad educativa.
El documental de Juan Dickinson toma un problema candente de la realidad de Tierra del Fuego como eje: la aparición de jaurías de perros asilvestrados que atacan el ganado ovino y a la población del lugar. La puesta en escena, atenta a equilibrar las voces que alertan sobre el suceso y reflexionan sobre peligros y soluciones, queda adherida a ese espíritu de denuncia. Sin embargo, en su trasfondo, casi a pesar del punto de vista elegido, se perfilan esas misteriosas figuras caninas. Las imágenes que mejor captan esa indomable presencia son las de las cámaras instaladas en los campos que muestran a las jaurías en movimiento. Allí el cine cobra vida, cuando detrás de lo que se cuenta se vislumbra la verdadera acción.
Perros salvajes Los perros en el imaginario popular son amigos y a veces hasta familia. Y en nuestra cotidianidad citadina discutimos sobre la adopción y la compra; la caca en la vereda; campañas de castración y videítos tiernos que encontramos en instagram. Sin embargo en el Sur, lejos y cerca al mismo tiempo, los perros son un universo en sí mismo, con sus complejidades y sobre todo con problemas salvajes. Perros del fin del mundo (2018), es un documental dirigido por Juan Dickinson que establece un retrato sobre una amenaza que acecha a Tierra del Fuego. De cómo la irresponsable tenencia del hombre, hizo que las criaturas fueran recuperando su estado salvaje y aproximándose a los comportamientos de sus ancestros, los lobos. La perspectiva del cine como posibilidad de conocer hace a este curioso documental una oportunidad muy única, por algo también fue declarado de interés cultural de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atrántilo Sur. En cuanto a lo accesible, hay ciertos detalles que sortear, como lo reiterativo sobre sí mismo y el ritmo aletargado. La presencia de mucha sangre, crudeza y muerte se apodera de la pantalla para interpelarnos una vez más y preguntarnos si es un exceso innecesario y cruel; o si es una realidad que merece ser contada por completo, sin recortes que la suavicen para el mainstream.
Tierra del Fuego es la provincia más al sur de Argentina, reconocida mundialmente por su belleza antártica, su cordero y su lana, productos de gran estima en los mercados especializados. Pero muy pocos saben de una de las problemáticas más acuciantes que vive la zona hace décadas, y ese es el foco de Perros del fin del mundo, un vistazo aleccionador y no menos polémico cuyo visionado no es apto para impresionables.
Un curioso documental que ilumina una problemática de Tierra del Fuego, pero que sirve como reflexión sobre el accionar del hombre sobre la naturaleza y la falta de responsabilidad histórica para los desastres que la conducta humana genera. Como siempre, la primera reacción que es violenta. Se plantea una amenaza creciente para las estancias laneras del lugar, que cambió el modo y la explotación de las ovejas. El tema son los llamados “perros asilvestrados” Las mascotas abandonadas por los humanos, obligadas a sobrevivir en un entorno hostil, que poco a poco se reúnen en jaurías y vuelven a adquirir la condición de sus ancestros, los lobos. Frente a ese peligro los propietarios de las manadas reaccionan primero con cacerías, luego con trampas y finalmente con alguna racionalidad que viene de la mano de los conservacionistas y protectores de animales frente a la única salvajada comprobada, la del hombre. Juan Dickinson realiza este trabajo con una gran factura técnica y con las opiniones de todas las voces hacia un problema creciente.
El ser humano perjudicándose a sí mismo Perros del Fin del Mundo (2018) es un documental nacional dirigido por Juan Dickinson (Destino Anunciado, Dolores). El filme fue declarado como proyecto de Interés Cultural por el Municipio de Río Grande. También obtuvo el reconocimiento como proyecto de Interés Cultural Provincial de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Por otro lado, la cinta se alzó con el premio Earthvision Environmental Feature en el Santa Cruz Film Festival. Filmado en Río Grande, Tolhuin y Ushuaia, este documental se centra en dar cuenta de cómo Tierra del Fuego está cambiando negativamente por el accionar humano. Debido a que la gente se deshace de sus perros en el sur, éstos pasan a formar jaurías en estado salvaje, lo que constituye un grave problema para los estancieros que se dedican al ganado ovino ya que los caninos, ya sea por hambre o diversión, persiguen a las ovejas hasta herirlas o directamente provocarles la muerte. No solo eso, sino que los perros asilvestrados se reproducen, propagan enfermedades, muerden a los pueblerinos y hasta generan un cambio en el ecosistema puesto que las aves dejan de migrar a las zonas donde están ellos. A través de diferentes testimonios (la presidente de la Asociación Rural de Tierra del Fuego, la fundación CONIN, estancieros, cazadores, proteccionistas y veterinarios), Juan Dickinson expone con ritmo y agilidad una problemática latente en el sur argentino que se está volviendo cada vez más preocupante. Con la ausencia del Estado y la falta de políticas adecuadas para tratar de llegar a una solución, el espectador es testigo de cómo algunas personas recurren a métodos violentos (disparar a los perros cimarrones, construir vallas eléctricas, instalar trampas en el suelo) para que los caninos dejen de ser una amenaza hacia sus ovejas. Por otro lado tenemos a los médicos que, desde un quirófano móvil, se dedican a castrar a los perros, inyectarles las vacunas necesarias y hacerles el seguimiento correspondiente a través de micro chips. Lo bueno del documental es que no toma una postura sino que muestra con maestría el conflicto y deja que el espectador saque sus propias conclusiones de lo que expresa cada fueguino. Con una bella música acorde e imágenes claras que de inmediato nos hacen interesarnos por la temática a tratar, Dickinson fue capaz de armar un documental súper necesario para los tiempos que corren. Al fin y al cabo, Perros del Fin del Mundo refleja la estupidez, irresponsabilidad y falta de educación del ser humano, que no toma consciencia de que al abandonar a su propia mascota no solo está cometiendo un acto cruel e inimaginable para muchos, sino que también está colaborando a que el problema persista y perjudique a otras personas. El filme invita al debate y la reflexión, dejando claro que la falta de respeto del hombre debería tener un límite.
Los olvidados: Tierra del fuego es un lugar donde abundan múltiples historias interesantes, desde la llegada de los primeros exploradores que descubrieron al estrecho que conecta ambos océanos y los recurrentes naufragios en esas aguas desconocidas, pasando por el exterminio de los pueblos originarios que poblaron ese territorio, o más recientemente en el tiempo, las que pueden hallarse en torno a su Presidio. En el documental Perros del fin del mundo (2018), el realizador argentino Juan Dickinson aborda la problemática actual que constituye, tanto para estancieros como para la población en general, la proliferación de perros abandonados por sus dueños. Es conocido el problema ecológico que significan los castores en Tierra del Fuego, los cuales, introducidos con fines de actividades comerciales de peletería, quedaron librados a su suerte al fracasar el emprendimiento. Sin hallar en ese ecosistema un depredador que regule su población, los castores causan estragos en los bosques. La problemática de los perros es menos conocida, pero es evidente cuando uno recorre esos lugares. Resulta por demás llamativo para el turista encontrar gran cantidad de perros callejeros en un lugar tan inhóspito. El origen del problema está en las urbes que fueron constituyéndose a partir de los estímulos impulsados por el gobierno argentino para el establecimiento de la actividad industrial ante la amenaza que representaban los pueblos más asentados en Chile. La crisis de los 90 dejó a mucha gente fuera del mercado, asentándose en el cordón de las ciudades. Es el abandono que realiza el propio hombre del perro como animal doméstico, poco atractivo cuando crece o un estorbo al momento de partir de vacaciones o de retornar a su provincia de origen ante la falta de trabajo, lo que crea las condiciones para su regreso al estado de salvajismo que tenía en sus comienzos y que lo emparienta con los lobos. Librado a su suerte, el animal busca maneras de sobrevivir a las inclemencias del clima atacando mansos animales como las ovejas, se reproduce de manera descontrolada y comienza a ser fuente de transmisión de enfermedades. El documental de Juan Dickinson recoge diversos testimonios sobre esta problemática (estancieros, proteccionistas, veterinarios, biólogos) que reflejan distintas posiciones respecto de cómo abordar y resolverla. El film se mueve entonces en dos dimensiones: la medio-ambiental y la política. En esta segunda linea, el perro asilvestrado o cimarrón es un claro representante de lo otro, de lo bárbaro; que se vuelve contra el hombre civilizado tanto en las ciudades, atacándolo, como en las estancias ganaderas de cría y esquila de ovejas, donde atacan a las desprevenidas majadas. Las respuestas a esta situación dan cuenta entonces de las distintas posiciones respecto de lo diferente. No resulta llamativa la coincidencia entre los estancieros, quienes, jaqueados con la consecuente merma en sus holgadas economías, proponen como solución al problema el exterminio de los perros asilvestrados, sea mediante disparos de fusil, veneno, trampas o cercos electrificados. El perro salvaje queda situado como especie exótica invasora por la sociedad que se considera a sí misma civilizada. Estas posiciones coinciden con las que a comienzos del siglo XIX tuvieron los primeros hacendados para con el pueblo Selknam (Onas), llevándolos a su total exterminio (a quien le interese esta temática recomiendo la lectura de Menendez, rey de la Patagonia de José Luis Alonso Marchante). Los ganaderos encontraron la opción de criar perros ovejeros blancos que protejan a las ovejas de los ataques de los perros salvajes, pero consideran que no es un solución totalmente eficaz. En contraposición, los representantes vinculados a la ecología y la salud adoptan una posición más moderada, que apunta a resolver la causa más que el efecto, brindando programas de educación, de tenencia responsable, de castración gratuita y de implantación de microchips para identificar tanto al animal como a su dueño, como medidas para contener el desborde poblacional de los perros en la ciudades. Un dato a destacar es la ausencia de testimonios de las autoridades locales, lo cual da cuenta de la falta de políticas del Estado respecto de esta problemática ambiental. Ese limbo es lo que lleva a actuaciones por cuenta propia por parte de los involucrados, que no siempre son idóneas al responder de manera temperamental y violenta, en lugar de buscar consensos en una mirada más integral. En términos formales, el documental mantiene un estilo convencional con voz en off puntuando la narración e intercalando entrevistas en plano fijo e imágenes de los paisajes fueguinos, las llanuras con ovejas y los perros vagando en las ciudades, a la vera de las rutas, o tomados por cámaras de vigilancia en los montes. El entorno natural de enorme belleza es en sí mismo de gran ayuda para lograr momentos de calidad fotográfica, y acompaña adecuadamente la narración del documental. Perros del fin del mundo invita al espectador a reflexionar sobre su responsabilidad en el cuidado del medio ambiente y a extraer sus propias conclusiones en cuanto al incremento de prácticas violentas o segregatorias respecto de lo otro, cuando falta o renguea la intervención de las instituciones del Estado.
Impensado. Insólito. Increíble, pero cierto. Todos estos adjetivos y muchos más se pueden escribir para calificar una situación cuya responsabilidad absoluta es la del ser humano, y que ahora, no consigue resolverla, luego de intentar ejecutar diferentes alternativas reparadoras. Es por este motivo que el director Juan Dickinson viajó a Tierra del Fuego para filmar un caso que llama la atención. Porque sucede en un territorio muy atractivo para las industrias de producción ganadera, lanar y turística. El gobierno provincial y los ciudadanos tienen que padecer y luchar, casi en vano, no sólo contra los castores desde hace décadas, sino también, de un tiempo hasta hoy, contra otra plaga, la de los perros cimarrones que cazan y matan a las ovejas, más por entretenimiento que por hambre. Durante el documental vemos a varias personas que cuentan la problemática desde distintos ángulos. Hay veterinarios que se dedican a la castración gratuita. Estancieros que sufren los feroces embates de los canes. Médicos que se preocupan por la salud humana. Y proteccionistas que tienen refugios caninos, etc. Todos coinciden en que llegaron a un punto límite, porque pierden las producciones y, con ellas mucho dinero. El relato tiene una estructura clásica. La mayoría de los entrevistados actúan como "cabezas parlantes", otros permanecen de pie. A algunos, la cámara los sigue para mostrar sus actividades. Coronado todo con la voz en off del propio director, quien en varios pasajes acota una información extra. Además, cuenta con antiguas fotos para apoyar la historia de un territorio inhóspito durante el pasado. El relato tiene un ritmo que entretiene, es didáctico e informativo. La misión que adopta el director no es la de encontrar una solución al problema, sólo pretende dar a conocerlo públicamente. porque están inmersos en un brete generado por sus antepasados que, por el momento, no vislumbran una salida en la que estén todos de acuerdo. Lamentablemente quienes introdujeron a las mascotas en ese lugar, lo hicieron con buenas intenciones, pero todo se desmadró. Por eso, más que nunca, hay que decir: “cuidado con el perro”. Y no es broma, a juzgar por lo visto durante el documental.
Juan Dickinson (Dolores) aborda la problemática de los perros salvajes en Tierra del Fuego en el film Perros del fin del mundo. El documental realiza un retrato sobre la amenaza que sufren los dueños de ovejas a manos de las jaurías de perros salvajes. Una problemática que se inicia en las ciudades cuando los animales son abandonados en los campos y los perros buscan comida adoptando su naturaleza más animal. Perros del fin del mundo trata de no tomar partido a la hora de presentar ambas realidades: la de los criadores de animales de ovejas y aquellas guarderías y veterinarias que intentan buscar una solución más pacífica a la problemática del perro salvaje. Los testimonios tienen fundamento y son presentados como un documental clásico, aunque por momentos varias ideas se hacen reiterativas. El documental intenta presentar la realidad para generar una concientización a la hora de controlar estos animales; no juzga ni tampoco encuentra culpables. También está presente el hecho de qué mostrar y qué no en una temática como la de este documental, habiendo varias escenas de animales lastimados o ensangrentados que podrían no necesariamente ser mostradas y de igual manera mantenerse fiel a la realidad. Perros del fin del mundo de Juan Dickinson es un documental para contar la realidad que está atravesando Tierra del Fuego. Es una obra que intenta concientizar principalmente a los dueños de estas mascotas.
Este documental muestra las consecuencias que puede ocasionar el abandono de los perros. En este caso sucede en Tolhuin, Tierra de Fuego, donde quedan a la deriva y tienen que subsistir como pueden, bajo un proceso de aprendizaje y esto trae una serie de consecuencias. Los mismos van vagando por los basurales, comienzan a entrar en un estado salvaje, se arman jaurías de perros, van a intentar a subsistir como sea, estos ingresan a campos atacan ovejas, ocasionando pérdidas y pueden traer todo tipo de enfermedades. Este no es un problema únicamente de Tierra del Fuego, también sucede en Salta, en toda la Cordillera, en Tucumán, y en otras partes del mundo. Pero también existen quienes los rescatan, los cuidan y trabajan para que se vuelvan a relacionar con el hombre. El problema no es el perro, sino el hombre. El film se encuentra muy bien filmado hasta se realizó a dos cámaras, se buscó distintos testimonios de los pobladores, otras filmaciones, las locaciones seleccionadas y su fotografía resultan maravillosas.