El legado del bandoneón El documental Pichuco (2014) viene a homenajear la figura del gran Anibal Troilo en el centenario de su nacimiento pero, sobre todas las cosas, le da una interesante vuelta de tuerca a los documentales tangueros. Presentada en el 16 BAFICI, Pichuco (apodo popular del gran bandoneonista argentino) comienza con un grupo de jóvenes músicos trasladando un piano de madera a una plaza. El esfuerzo por su peso y tamaño es notable. La finalidad lo justifica, sacar el tango a la calle y hacerlo popular. Esta escena simplifica audiovisualmente el objetivo del documental de Martín Turnes: mostrar a un Pichuco popular, pasional, que supo lograr siempre la conexión con el público, factor que lo ubicó en un lugar privilegiado, entre otros tantos músicos virtuosos. Pero esto es sólo un buen comienzo, porque la película logra demostrar una estructura novedosa e innovadora con respecto al convencional documental tanguero for export que suele edulcorar melodías clásicas, recorrer lugares comunes de Buenos Aires y adjuntar una serie de entrevistas expuestas en orden cronológico a la vida del músico. Aquí Turnes elige partir desde las nuevas generaciones de músicos tangueros, aquellos que siguen con pasión aprendiendo de Pichuco, estudiando su arte y técnica, tratando de captar al menos una parte del sentimiento que Troilo trasmitía al tocar su instrumento predilecto. Pero también la película hará un curioso recorrido por los barrios y lugares emblemáticos donde transitó Pichuco, con una fragmentación fotográfica que va desde su casa natal hasta pizzerías de la calle Corrientes. Tales secuencias implican un recorrido, un viaje que la misma música invita a recorrer. Y no se tratará de faroles ni empedrados emblemáticos sino de barrios humildes y personales que escenifican las letras de los tangos escuchados. No faltarán las entrevistas a todos y cada uno de los artistas consagrados que conocieron en vida y obra a Troilo que comparten sus experiencias a cámara. Hablando de la persona pero también de aquello que lo hizo único como artista: “Pichuco tocaba el bandoneón con el alma”, asegura más de uno. Pichuco, la película es también una clase de música, de técnicas y sentimientos, para decir y describir la sabiduría del artista. Comentan los entrevistados que borraba arreglos majestuosos pero complicados de comprender para la gente común, su inteligencia estaba en trasmitir sus melodías con simpleza para llegar al público. Turnes parece comprender tal actitud y la traslada a su película, dándole un matiz particular, innovador y único en su especie, que la diferencia de los demás documentales tangueros, para bien.
Martín Turnes, uno de los creadores de Cinevivo.org y experimentado director de fotografía de documentales muy interesantes ("¿Quién mató a Mariano Ferreyra?", "Salomé") debuta con su primer largo basado en la figura de un gigante de la escena musical porteña: el gordo Pichuco, maestro del bandoneón. Siendo un hombre que respeta el tango aunque sin considerarme ni por lejos, de conocedor, la obra de Troilo conmueve a la distancia porque combina calidad y masiva aceptación popular. Es innegable la importancia de su figura para el tango y al ver el entusiasmo con el que sus seguidores continúan su legado hoy en día. Uno no puede dejar de emocionarse cuando se proyecta un fragmento de "Los tres berretines" y ve a Pichuco, joven, con 19 años, ya tocando con estilo en una cinta de 1933. Y mucho más, cuando se entera que un profesor de la Escuela de Música Popular de Avellaneda, junto a sus alumnos, se encuentra digitalizando 500 arreglos manuscritos originales que se conservan en su orquesta. Hay entrevistas, músicos interpretando algunos de sus clásicos, anécdotas jugosas sobre la leyenda del bandoneón (un entendedor dice que el 90 por ciento de sus composiciones fueron un éxito) y mucho material que está bien organizado, de manera dinámica y amistosa para incluso el público no habituado a los documentales. Turnes logra hacer un homenaje distinto y recorre la ciudad combinando 2x4 e imágenes y creando momentos únicos (los músicos tocando en el cementerio de la Recoleta entre los tumbas de Magaldi y Montiel es impagable) generando un film ciudadano y conmovedor para cualquier porteño de ley. Gran ópera prima de Turnes. Re descubrir a Pichuco de su mano es un viaje imperdible. No la dejen pasar.
Pa’ que bailen los muchachos No hace falta ser tanguero de raza para disfrutar de un buen tango. Nadie lo afirma en Pichuco –el documental de Martín Turnes que tuvo su estreno durante el último Bafici–, pero es algo que se cae de maduro a partir de las expresiones de los entrevistados y, fundamentalmente, de las composiciones del homenajeado que se dejan escuchar a lo largo de los ochenta minutos de proyección. Que Aníbal Carmelo Troilo –de cuyo nacimiento se cumplieron cien años hace escasos meses– fue uno de los grandes de la música ciudadana es algo que pocos se animarían a discutir; para muchos, incluso, es el compositor e instrumentista de tango más importante del siglo XX. Renovador y a la vez clasicista, bandoneonista prodigioso, figura relevante en el paso de la milonga bailable a la escucha en salones y teatros. Luego de su temprana muerte en 1975, el autor de las melodías de “Sur” y “La última curda” se transformó en una leyenda y el film de Turnes intenta congeniar esas dos miradas: la del hombre detrás del artista y la del genio musical. En la primera escena de Pichuco, un personaje importante en el desarrollo de la película escucha un tango en el estéreo de su auto y conduce hacia la intersección más famosa de Buenos Aires, casi un lugar común de la postal turística porteña. El hombre en cuestión es un investigador atareado en el escaneo de las partituras de Troilo, famoso, paradójicamente, por no saber mucho de blancas y corcheas: lo suyo era instinto y talento innatos. De allí a un aula donde un grupo de estudiantes analizará esos trazos sobre el pentagrama e intentará dilucidar las diferencias entre el papel y las grabaciones. No serán los únicos jóvenes en la película, algo que el realizador se empeña en destacar en más de una ocasión. No tendrá la masividad de antaño, pero el tango se sigue escuchando, tocando y bailando, persistencia indudablemente relacionada con su descubrimiento por las nuevas generaciones. No hay nada muy novedoso en la forma del film: el documental se vertebra alrededor del viejo recurso de las “cabezas parlantes” (la entrevista formal a cámara), entrelazadas con diversas escenas que permiten “airear” las anécdotas y comentarios de colegas y amigos, una lista de ilustres que va de Leopoldo Federico a Adriana Varela y de Luis Salinas a Nelly Vázquez. Hay también algo de melancolía, a pesar de que esos paseos fotográficos por la zona del Abasto, el Once y Montserrat que Turnes incluye en el metraje intenten desautorizarlo. Tristeza por ese período de efervescencia y bohemia tanguera que difícilmente vuelva a repetirse. Quizá para no potenciar el efecto sensiblero, para que ese lagrimón no se piante por puro golpe de efecto, el director opta por incluir poco material de archivo, apenas algunas escenas de dos o tres películas y un par de presentaciones televisivas, entre ellas el registro de su famoso concierto en el Colón. Pichuco temina imponiéndose como un documental prolijo y sincero, que no pretende abrir nuevos caminos pero sí revelar algo del legado de Troilo a quien quiera descubrirlo.
El tango no se cansó de brindar estrellas que trascendieron el 2x4 para adquirir el status de íconos a secas. Uno de ellos fue el bandoneonista, compositor y director de orquesta Aníbal Troilo, alias Pichuco, quien el 11 de julio hubiera cumplido 100 años. Entre los múltiples homenajes que se vienen realizando en Argentina y en el mundo, no podía faltar el aporte desde el cine. Pichuco funciona como dicho homenaje, pero va más allá. Utilizando como hilo conductor a un docente de música que, con sus alumnos, está digitalizando alrededor de 500 arreglos manuscritos originales de la orquesta de Troilo, nos adentramos en el universo de Pichuco: su música, su influencia, su trabajo junto a estrellas de la talla de Cadícamo, su visión del tango y de la vida. Detalles y anécdotas que son transmitidos por músicos y figuras que supieron compartir experiencias con él, o que lo admiran, como Leopoldo Federico, Antonio Tarragó Ros, Adriana Varela y el poeta Horacio Ferrer. Sus colegas contemporáneos lo recuerdan de la mejor manera y destacan la importancia de su orquesta, su capacidad para hacer “fácil lo difícil” y de cómo “sentía lo que tocaba” y “llegaba a la piel del otro con dos notas”. También hay imágenes de El Bandoneón Mayor de Buenos Aires, con algunas revelaciones: su primera imagen corresponde a Los Tres Berretines, la primera película sonora del cine argentino. Allí el músico tenía apenas 19 años. Lejos de quedarse en un material cerrado, “para entendidos”, la película está estructurada para que los recién llegados al Planeta Pichuco puedan conocerlo y empaparse de su obra. Tampoco tiene un estilo “bonito” pensado para los extranjeros, quienes suelen acercarse al tango sólo porque lo consideran un entretenimiento exótico; está contado de una manera honesta, profunda, y logra cautivar sin poses ni otros recursos efectistas. Martín Turnes tiene amplia experiencia como camarógrafo y director de fotografía, incluyendo documentales como el reciente ¿Quién Mató a Mariano Ferreyra? Un bagaje que se nota en el cuidado de la puesta, que incluye planos secuencia. Además, el director sabe organizar cada entrevista y cada elemento del documental, de manera que no se vuelva denso y conserve un ritmo dinámico, por lo que nunca pierde interés. Por otra parte, la participación de entrevistados de primer nivel permiten destacar un muy buen trabajo de producción. Sin importar los conocimientos que el espectador tenga de Troilo ni del tango en sí, Pichuco es muy disfrutable. La oportunidad ideal para sumergirse en un artista que enalteció la cultura argentina. Una prueba de cómo sigue cautivando a las generaciones que supieron disfrutarlo y cómo los jóvenes de hoy lo aman y le rinden tributo.
La película que se le debía a Pichuco Nuestro cine le debía una película como ésta. Que en vez de ser puramente biográfica, evocativa, es, ante todo, una revelación de la presencia actual de Pichuco, a través de músicos que lo siguen, lo estudian, y demuestran su importancia de enorme compositor e intérprete argentino. La obra se centra en ellos, ante lo cual más de un espectador primero se desconcierta y después agradece. No estamos ante la estatua del prócer, sino ante la presencia viva de su obra. Por eso Martín Turnes, autor de un hermoso corto sobre los jóvenes que hasta hace poco todavía cruzaban a la gente en bote por el Riachuelo, empieza "Pichuco" mostrando el trabajo de Juan Carlos Cuacci y Javier Cohen, profesores de la Escuela de Música Popular de Avellaneda, Empa, dedicados a digitalizar los 487 arreglos originales que se conservan de la Orquesta Típica Aníbal Troilo. Ellos evitan que se pierda el tesoro, lo pulen, y lo hacen brillar de nuevo ante sus alumnos y ayudantes. Un trabajo de mucha dedicación, y de hermosas satisfacciones musicales y espirituales. A partir de allí, vendrán también los recuerdos y comentarios de otros tangueros más reconocidos, de Raúl Garello, Leopoldo Federico, Ernesto Baffa y Horacio Ferrer en adelante, los varios temas, hermosamente interpretados, la propia voz del Gordo, esa "voz de papel de lija", como él mismo decía, y su imagen en un puñado de películas y apariciones televisivas (la primera, todavía de pantalones cortos y ya tocando el bandoneón, en un bar de "Los tres berretines"). Inevitable, surge aquella histórica noche en el enorme Teatro Colón, cuando se despidió con una frase que ya anticipaba su partida: "Gracias, Buenos Aires, aguantame un poco más". Era 1975. Había empezado en 1926, en el Petit Colón, el cine de su barrio, en Córdoba y Laprida. La cámara camina veloz de contramano por la Corrientes de ahora, se desvía, cruza Córdoba, y llega hasta una placa que señala el lugar de su casa natal, en Cabrera al 2900. Casi nada queda de aquel entonces en el barrio. Pero todavía queda mucho del artista y de su música por los rincones de toda la ciudad. Y esto la película no lo dice con nostalgia, sino con juvenil energía. Vale la pena.
La voz del bandoneón Pichuco es un film documental que se dedica a explorar de manera profunda y sensible la vida y obra de uno de los grandes íconos del tango; hablamos nada menos que de Aníbal Troilo. El trabajo que realiza Martín Turnes, su director (además guionista junto a Alberto Romero), se diversifica entre el material de archivo y los testimonios de figuras y expertos en la materia. Todo al servicio de un más que merecido reconocimiento a “Pichuco”, aquel que supo ser capaz de componer y reproducir melodías que daban la sensación de que hacían hablar a su bandoneón. El recorrido musical de la carrera de Troilo que abarca la propuesta porta un ritmo llevadero, de tono siempre ameno y reconfortante gracias a la variedad de pasajes en los que se interioriza al espectador. Turnes maneja la cámara con holgura y prolijidad, logrando una puesta en escena cuidada y nítida, algo que facilita y hace aún más agradable el visionado del film. Pichuco gana puntos extra en ese desglose de secuencias que permite que lo que se exhibe en pantalla no suene reiterativo; el director apela, entonces, no sólo a las entrevistas de quienes conservan al “Gordo” en un lugar privilegiado de su memoria, sino también al material de archivo, al recorrido mediante instantáneas del barrio del homenajeado, de los sitios en los que deleitó con su música y los lugares por los que transitó, familiarizando al público a partir de la exposición franca y espontánea tanto de grandes bares, teatros y confiterías como de aquellas históricas y vigentes pizzerías de Avenida Corrientes. Las declaraciones, anécdotas y descripciones de quienes participan en el documental ayudan a reconstruir el modo de desempeñarse de Aníbal Troilo y las premisas que creía indispensables para que una armonía no quede encerrada solamente como un conjunto de sonidos; para “El Gordo” resultaba fundamental el sentimiento volcado sobre los acordes. Así lo destacan, con esa particularidad de erizar la piel de quienes hayan disfrutado cada vez que lo escucharon. Pichuco funciona incluso para quienes no conocen en demasía la carrera de este enorme exponente del tango, invitándolos así a que se distiendan y se dejen llevar por la magia melódica que destilaba el bandoneón de Troilo cada vez que reposaba y desparramaba su sensibilidad sobre él. PUNTAJE: 8
Vitalidad del ayer Pichuco ofrece un acercamiento a la obra de Aníbal Troilo desde diferentes ángulos. Está la aproximación de docentes y estudiantes de la Escuela de Música Popular de Avellaneda que quieren digitalizar cerca de 500 arreglos manuscritos originales de Troilo. Están los testimonios de aquellos que lo conocieron y tocaron con él, a los que marcó y formó. Están los jóvenes que llevan su música a las calles. Está la reconstrucción fotográfica que hacen los realizadores, al son del bandoneón de Pichuco, recorriendo los trayectos de su vida, sus barrios, calles, cafés, teatros, bares. Está el propio bandoneonista, en breves pero fundamentales imágenes de archivo, en Los tres berretines (la segunda película sonora del cine argentino) y otros films y en trasmisiones de la TV. En suma, Pichuco, el documental, trasmite varias cosas, como la pasión y la dedicación de Troilo y de aquellos que aman el tango, pero sobre todo su actualidad, como esta música sigue recorriendo la ciudad y conmoviendo almas. Hay mucho de nostalgia y melancolía en varios testimonios, de un clima de bohemia del Buenos Aires de los ’40 y ’50 que no volverá, que podemos ver en esas fotos de la ciudad de hoy atravesada por la música de ayer. Pero lo que predomina en el film de Turnes es el hoy y el mañana, los que lo estudian, profundizan y se dedican al tango. Mostrar la vitalidad de una obra, como se discute e inspira, es seguramente el mejor homenaje. Pichuco lo logra y lleva al cine mucha de las cualidades que los que conocieron a Troilo dicen que aportó al tango: la capacidad de ser simple y sin pomposidad, popular, profundo y emocionante al mismo tiempo.
¿Quien fue Aníbal Troilo? ¿Que influencia tuvo en el tango y en nuestra música en general? ¿Que lugar ocupa en la historia? El documental dirigido por Martín Turnes se encargará de responder todas estas preguntas a través un recorrido por su música y los alcances en la actualidad. Javier Cohen, músico y profesor de la Escuela de Música Popular de Avellaneda, se encuentra digitalizando los 489 arreglos originales conservados hasta la actualidad. El documental se anclará en este presente de recuperación de las partituras, y a través de entrevistas a músicos contemporáneos y de la actualidad de diferentes géneros, se analizará su obra toda. El bandoneón mayor de Buenos Aires PichucoAníbal Troilo es quizás uno de los nombres más reconocibles en el mundo del tango. Bandoneonista, compositor y director de orquesta, Pichuco tuvo una brillante y prolífica carrera que se extendió a lo largo de varias décadas y al mismo tiempo ayudó a lanzar una gran cantidad de prestigiosos músicos. El director Martín Turnes, a través de entrevistas y algunas imágenes de archivo, reconstruye su vida en este documental que más que una película biográfica se siente como una celebración de su vida. El último 11 de julio se cumplieron 100 años del nacimiento de Troilo, pero a pesar de haber dejando nuestro mundo en 1975 su música sigue tan vigente como siempre. Esto queda bien claro con el descubrimiento y posterior digitalización de los 489 arreglos y partituras del bandoneonista a cargo de Javier Cohen. Este suceso sirve como gancho para recorrer lugares, conocer personajes y escuchar canciones, todo siempre relacionado con Pichuco, obviamente. Reconozco no ser un gran conocedor del tango ni de la vida de Troilo (hasta gracias al documental descubrí que vivo a dos cuadras de su vieja casa y nunca lo supe). Pero incluso para una persona como yo, que llegó a Pichuco sin tener ningún tipo de conocimiento sobre el tema, resulta bastante difícil no contagiarse de esa pasión y ese amor con el que hablan de él los entrevistados. Esto también habla de que estamos ante la presencia de un documental bien contado, que le escapa a los lugares comunes y que hace todas las preguntas correctas. Y de la mano de un original y ágil trabajo de montaje, Turnes logra darle un interesante giro a un tema tan tradicional en nuestro país como lo es el tango. Conclusión Pichuco es una buena forma de acercarse a un tema y conocer al legado de un virtuoso de nuestra música con el que quizás no todos estamos familiarizados a pesar de lo reconocido de su nombre. Oportunamente, el documental le escapa a los lugares comunes y a la controversia, y se centra solo en el hombre, su historia y su música. ¿Querés saber donde y cuando podes ver Pichuco? Entonces entrá ACÁ.
Las dimensiones de la leyenda Los documentales sobre personajes públicos, especialmente cuando se trata de artistas, suelen incurrir en el exceso para hablar de su protagonista. Salvo excepciones, el discurso será siempre positivo: la figura que convoca ha sido seguramente un genio, un ser maravilloso, alguien fundamental en la vida de todos los involucrados. Pero el problema no es este: pocos se animan a ilustrar la vida de personajes despreciables y la mayoría elige por acercarse -y ofrecer su mirada- a personalidades que sirven de referente. El problema es que hay que tener muy buen criterio para que los testimonios y la forma de poner en escena la esencia del artista redunde en la imposibilidad de concluir de otra forma que no sea con una frase del estilo: “¡este tipo era un genio!”. Pichuco, el muy buen documental de Martín Turnes, lo logra. Lo curioso y fundamental de este trabajo es que la figura de Aníbal Troilo, cuanto artista, ya ha sido varias veces recorrida y, de hecho, su firma artística ha sido múltiples veces celebrada: compositor, instrumentista y director de orquesta, Pichuco es uno de esos nombres claves en la historia de algún género artístico: clásico, líder en su tiempo de orquestas populares, pero a la vez virtuoso y vanguardista, fue el puente entre las viejas y las nuevas generaciones. Tanto, que en su orquesta albergó a Astor Piazzolla y le terminó produciendo sus primeros temas. Ese nombre, decíamos, logra en Pichuco, el documental, incluso trascender a su propio mito. Los testimonios recogen las voces de personalidades que han trabajado con Troilo, que lo han conocido, como Raúl Garello, Horacio Ferrer, Leopoldo Federico, Osvaldo Piro. Y más. Todos coinciden en su genio. Pero si el trabajo de Turnes se hubiera detenido en ese reconocimiento no estaríamos más que ante un documental de ocasión, en coincidencia con el centenario del nacimiento del artista (11 de julio de 1914). El film, lo que hace muy inteligentemente, es trazar un mito, una leyenda, con su importancia a cuesta, pero desde una construcción que tiene en cuenta las dimensiones del personaje: ahí están quienes compartieron trabajo con el músico, también la mirada desde el ámbito académico con estudiantes que analizan su obra, sus propias canciones ejecutadas por él mismo o por músicos contemporáneos que las recrean; el archivo audiovisual y su esencia recorriendo las calles de Buenos Aires. El film, antes de gritarnos que Troilo era un fucking genio, nos enseña por qué debemos respetar ese personaje desde los más variados puntos de vista. Turnes entiende a través de Pichuco que el artista es su voz (notable la inclusión de un viejo y conocido recitado de Troilo sobre el final), su herencia, su influencia y, sobre todo, una ciudad, un espacio, que lo define y lo construye culturalmente. Todo eso, sutil y despojadamente, se da cita en un documental notable que nos invita, obvio, al tarareo y el movimiento constante que la orquesta de Troilo a lo largo de tanto tiempo invocó.
Al servicio del cantante Los más jóvenes tal vez sólo conozcan a Aníbal Troilo por ser uno de nombres más reconocibles en el mundo del tango.Pero pocos deben saber que el legendario bandoneonista, compositor y director de orquesta conocido como Pichuco tuvo una brillante y sumamente interesante carrera -que incluye varias participaciones cinematográficas- al mismo tiempo que ayudó a lanzar y difundir la obra de muchos otros músicos. El director Martín Turnes ( quien cuenta con una basta experienciaa como camarógrafo y director de fotografía, recientemente participó de ¿Quién Mató a Mariano Ferreyra?) realiza un trabajo meticuloso, cuidando la puesta en escena, e incluyendo planos secuencia; en esta producción que a través de entrevistas e imágenes de archivo, reconstruye la vida de Pichuco. El film se despliega a partir de que Javier Cohen, un docente de música está digitalizando junto a sus alumnos alrededor de 500 arreglos manuscritos originales de la orquesta de Troilo. Con ese punto de partida, Turnes nos propone adentrarnos en la vida de esta célebre figura musical de la historia argentina, en su trayectoria musical, y en dialogar con quienes pudieron compartir momentos con él, o simplemente siempremente lo admiraron. Participan entre otros: Leopoldo Federico, Antonio Tarragó Ros, Adriana Varela, etc. El resultado logra apasionar incluso a quienes no sean tan cercanos a este género musical, ya que Turnes organiza las entrevista y el material, generando algo dinámico e interesante, que a la vez encuentra momentos para la profundidas y sobre todo, la honestidad. Hablar de las figuras máximas es: Troilo en el bandoneón, Grela en la guitarra y Gardel cantando. Pichuco nos permite acercarnos a este universo, recordar, y en especial disfrutar. Imperdible !
Dos manos, dos corazones Partir o desentrañar un misterio, sea éste fruto de la imaginación o anclado en hechos fehacientes, es un buen comienzo para encarar un documental sobre una figura popular, resistente a detractores y mucho más permeable a recibir todo tipo de elogio de distintos estratos por considerar su obra uno de los hitos en la música ciudadana. Como aquellos escultores que dan cuenta que en el proceso de concretizar una obra extraen y sacan de ese enorme rectángulo de piedra aquello que sobra para así llegar a las formas de un cuerpo, Aníbal Troilo, conocido como el virtuoso bandoneonista Pichuco, se caracterizaba por borrar partituras que le traían sus arregladores para que luego su orquesta las ejecutara en bailes o teatros. Una de las tantas anécdotas que atraviesan el universo propuesto por el documentalista Martín Turnes en Pichuco, estrenada este año en el BAFICI y que ahora encuentra pantalla en un circuito limitado y también en el interior del país, lo involucra al mismísimo Astor Piazzola (integrante de su orquesta que luego siguiera por otros rumbos) cuando el maestro Troilo dijo sobre la partitura de "Adiós Nonino" que eran demasiadas notas para decir adiós a un papá. A esa anécdota se le suman otras de igual calibre y testimonios a cámara (como el de Horacio Ferrer o Leopoldo Federico) para ir construyendo no sólo al Aníbal Troilo persona sino al Pichuco artista y músico inimitable e incomparable -que murió tempranamente en 1975-, desde una selección rigurosa de tangos, material de archivo, grabaciones y obras orquestadas que trazan los contornos de un artista prodigioso, quien siempre se guió por la intuición más que por la perfección técnica o el estudio académico de la música, con la particularidad que entre sus partituras y grabaciones existe una diferencia significativa. Este misterio y rasgo de autenticidad es en realidad el corazón de esta investigación en el documental de Turnes. También la correspondencia a través de la música de Pichuco entre distintas generaciones no necesariamente tangueras como la de los jóvenes que estudian sus composiciones y sus antiguos músicos, quienes a modo de tributo regalan su arte en versiones de sus tangos más reconocidos. Por eso, la melodía de "Sur" o "La última curda" por citar algunas entre milongas con su sello indeleble reviven en cada acorde y en cada silencio que se cuela en la pantalla. Pichuco y los silencios, marca registrada de su estilo, es también otro de los hallazgos de Martín Turnes, quien apuesta convencido de su material a una estética dinámica para ilustrar el derrotero de la investigación con audios, fotos, fragmentos de películas como Los tres berretines donde aparece con su bandoneón y la presencia del colchón musical en cada secuencia. A cien años del nacimiento de Aníbal Troilo y en sintonía con el merecido homenaje, este documental refleja el respeto a su figura y obra artística pero por sobre todas las cosas la admiración por un artista argentino, único e irrepetible.