Dos a quererse Con El reloj, cortometraje que recorrió buena parte del circuito de grandes festivales (Cannes y Sundance incluídos), Marco Berger se convirtió en una de las grandes esperanzas de la FUC, principal cantera de jóvenes talentos del Nuevo Cine Argentino. Con todos sus logros y sus carencias, su opera prima Plan B (que también tuvo una amplia carrera internacional desde su première en el BAFICI 2009 hasta este estreno en el MALBA) tiene un mérito esencial: no se parece a nada de lo que el Nuevo Cine Argentino, la FUC (y el cine nacional en general) ha trabajado en los últimos años. Bruno (Manuel Vignau) se entera de que Laura (Mercedes Quinteros), su ex novia, está saliendo con alguien e intenta recuperarla sin éxito, hasta que descubre que Pablo (Lucas Ferraro) -el nuevo novio de Laura- tuvo en el pasado un encuentro fugaz con un hombre. Bruno decide poner en marcha, entonces, un arriesgado plan B: seducirlo a él para que deje a su chica y así poder volver con ella. La premisa daría para una típica comedia de enredos más propia del cine indie norteamericano, pero Berger se toma el asunto muy en serio. Gracias al invalorable aporte de los dos protagonistas (verdaderas revelaciones), a una puesta en escena bastante rigurosa (por lo menos hasta los últimos veinte minutos) y a un minucioso trabajo en los diálogos, Berger logra credibilidad en las situaciones -siempre al borde del ridículo- para una historia inquietante y provocativa, especialmente porque no se trata de una simple historia de amor gay edulcorada y previsible. Algunas situaciones que ya habían sido planteadas en El reloj son aquí retomadas, ampliadas y profundizadas por Berger, que trabajó con una economía de recursos (mínimo presupuesto, cámara HD, un equipo técnico limitado), pero sin por eso resentir el interés de su historia. El guión tiene sus puntos flojos (no se sabe, por ejemplo, de qué viven, qué hacen todo el día los personajes) y el interesante relato se resiente por una resolución (tan indecisa como los personajes) que termina alargándose demasiado. De todas maneras, quedó dicho, hay en Berger un gran director en potencia. Habrá, por lo tanto, que seguir muy de cerca su evolución.
Relaciones Peligrosas Llega a malba.cine tras su paso por los festivales de Roma, Londres y La Habana, entre otros, la ópera prima de Marco Berger Plan B (2009), film que provoca un quiebre, desde la ambiguedad, de los límites sexuales pero abarcando un abanico de temas como lo son la amistad, las relaciones de pareja, el machismo y los prejuicios, tanto propios como ajenos. Bruno (Manuel Vignau) descubre que su ex novia –con la que se sigue viendo- sale con Pablo (Lucas Ferraro), para él un desconocido. Bruno debe pensar en un plan b para recuperarla. El único plan posible, a partir de un comentario de ella, es no volver a conquistarla, contrariamente, y porqué no sorpresivamente, el plan será enamorar a Pablo. Lo que empieza siendo un juego terminará por convertirse en un viaje sin retorno. Plan B pone en riesgo de manera contínua los límites entre la sexualidad y la amistad masculina. De repente ambos personajes se sienten atraídos, pero esa atracción no solo es física, también se cruza con un apego en el que se comparten gustos, charlas, recuerdos, comidas, salidas, sentimientos y una ex novia. El amor que sienten Bruno y Pablo comienza siendo un juego, que poco a poco irá transitando por los senderos del peligro, un peligro que tiene mucho más que ver con lo social que lo que interiormente les sucede. “Lo que suceda en este cuarto no tiene porque salir a la luz”- plantea uno de los personajes. Esa es la barrera que atraviesa todo el film, una barrera entre lo cerebral y lo visceral. Ambos personajes se debaten constantemente entre el hacer lo que sienten o lo que sería lo correcto. La utilización de separadores con medianeras de edificios podría considerarse como una metáfora acerca de la separación y los límites. Marco Berger nos presenta un mundo homo erótico desde una mirada diferente al cliché que se utiliza para retratar el universo gay. Ni Bruno ni Pablo son amanerados, no son promiscuos, tienen novias, amigos de su propio hombres. No buscan sexo casual, no frecuentan lugares gay, no se visten a la moda, ni siquiera aparentan ser ambiguos. Ellos no gustan de otros hombres, solamente se enamoran el uno del otro, no hay un mundo más allá de éste, solo un amor que pese a reprimirlo tarde o temprano saldrá a la luz. Solo el amor de dos personas, sin sexos, sin nombres, sin letreros luminosos. A través del uso de planos morosos, separadores en tiempos muertos y cierta forma de narración naturalista se mantiene al espectador en un estado de tensión a lo largo de toda la realización. Esa tensión es la misma que sufren los personajes y que el espectador recibe literalmente a través de la pantalla. El momento en que el impulso prime sobre la racionalidad será tan esperada por los que están dentro como los del otro lado de la pantalla. La exploración que hace Plan B sobre la sexualidad es una de las más atractivas que ha dado el cine en mucho tiempo, con madurez, sin resquemores, y con mucha más realidad que fantasía. Una historia que romperá nuestros propios límites internos y externos. El "Plan" para este fin de semana es el "B".
Chico busca chico Dice el dicho: ”No hay peor ciego que aquel que no quiere ver”, y no por casualidad la referencia a no ver llega de manera irónica en este debut en el largometraje del director Marco Berger (su cortometraje El Reloj ya recorrió varios festivales, entre ellos Cannes). Lo de la ceguera simbólica alude al título de una serie ficticia llamada “Blind” -símil Lost- que los protagonistas comparten como gusto secreto. La premisa de Plan B es la del cazador cazado a raíz de un doble juego de seducción entre Bruno y Pablo (Manuel Vignau, Lucas Ferraro). Pablo es el novio de Laura (Mercedes Quinteros), la ex de Bruno. El plan remite a la idea que este tiene para recuperar a su ex pareja: seducir al novio de ella, su enemigo en apariencia, para el cual prepara un meticuloso acercamiento y posteriormente ganarse la confianza al hacerse amigo; acercándose primero como compinche y luego como algo más, en un juego donde la manipulación del otro quedará expuesta desde el primer minuto. Al mismo tiempo, mientras intenta seducir a su presa, Bruno mantendrá encuentros sexuales con Laura exponiéndose a una situación de riesgo si ella llegara a descubrir que frecuenta a su actual pareja, con quien ella no se entiende demasiado bien en la cama. Sin embargo, no todo es lo que parece, o mejor dicho “no todo luce como se debe ver”. La inmediata camaradería entre ambos protagonistas se convierte en una buena excusa para regresar a los códigos de la infancia más temprana entre charlas y momentos compartidos en la intimidad; etapa en que la ingenuidad y la búsqueda de la identidad permiten experimentar con alguien del mismo sexo sin que eso implique un contacto sexual o una definición sobre la orientación sexual elegida. La propuesta de Berger resulta original al tratarse de un tema remanido en el cine, como el de la confusión de identidad, pero en este caso además la película toca otras aristas humanas, como por ejemplo el ser y el parecer, los roles sociales que cada uno juega en los grupos con los que interactúa. Un film original, diferente y audaz que cuenta con las muy buenas actuaciones de Manuel Vignau y Lucas Ferraro, quienes a fuerza de naturalidad resultan creíbles, sumándose la buena dirección de una cámara atenta pero no agobiante que les permite desempeñarse con mayor libertad.
Secreto en la Terraza Uno de los más interesantes aspectos de la película dirigida por Ang Lee en el año 2005, Secreto en la Montaña era mostrar una verosímil historia de amor entre dos hombres, dos símbolos masculinos, dos vaqueros clásicos, sensibles, pero que nunca dejaban de lado su perfil masculino. O sea, a diferencia de la gran mayoría de filmes que retratan a los homosexuales como estereotipos feminizados, Secreto… no quería “mariconizar” (como se suele decir en estas pampas), ni crear un tabú al respecto, aunque a fin de cuentas, lo termina haciendo, más que nada por el círculo mediático que se construyó a su alrededor. Con Plan B, Marco Berger, se anima a hacer algo similar, pero en tono de costumbrismo porteño, personajes masculinos, vagos típicos estereotipos del barrio con el agregado de una apuesta o plan, mejor dicho, que podría ser parte de un guión del grupo Judd Apatow, John Hamburg o Nicholas Stoller. No me sorprendería ver a Seth Rogen o Jason Segel en un par de años en el personaje de Bruno, o a Paul Rudd como Pablo (total, ya trabajó en El Objeto de mi Afecto). Pero la película de Berger, si bien se puede comparar con estos modelos, tiene una impronta y personalidad propia. No hay otras connotaciones cinematográficas en sí. Los primeros 5 minutos marcan la ambigüedad del film. La presentación nos demuestra que estamos ante un film contemplativo. Nada de simple identificación. Sino una contemplación de un presente, de un tiempo muerto incluso, donde Bruno ingenia en su interior, un plan para recobrar a Laura, su ex novia, quien ahora sale con Pablo, un fotógrafo. La mejor amiga de ella, le informa a Bruno que Pablo, como es un pibe de mente abierta, probó tener relaciones con otro chico y le gustó. Esto inspira al protagonista, quien le cuenta a un amigo, en 2 minutos su plan b, para recobrar a Laura: hacerse amigo de Pablo, enamorarlo y de esa manera, cuando ella se da cuenta, vuelve con Bruno. Lo que sigue, es una hora y cuarto de tiempos muertos, de una lenta seducción que empieza con trucos de Bruno para hacerse amigo de Pablo (los dos siguen una serie que nadie ve), fumar porros juntos, regalarse juegos de la infancia. Evolutivamente, Bruno logra envolver a Pablo en su engaño y confundirlo en cuanto a sus gustos sexuales. No se trata de una comedia, pero tampoco de un drama, sino un retrato de una generación. Comparable con los protagonistas de Ocio, la película dirigida por Juan Villegas y Alejandro Lingerti que se presentó en la última edición del Bafici (Plan B se exhibió en la versión 2009), la película nos muestra a dos jóvenes que lo único que hacen es mirar el cielo, sentarse a fumar en las terrazas de las casas con otros amigos, mirar el cielo, deambular por un cementerio de barcos, y entre el chiste e ironía… empieza ¿el amor? La película no tiene un tono fijo, es austera, melancólica, nostálgica, lacónica. Una marca de tono del Nuevo Cine Argentino que podríamos ubicar en el cine de Ezequiel Acuña, Martín Rejtman o las películas producidas por la Universidad del Cine o sus egresados como Medina, Rotter o Piñeiro con Los Paranoicos, Solo por Hoy, Todos Mienten respectivamente. Pero este estilo, que últimamente me empieza a abrumar, por lo previsible que se torna en dichos filmes. Pero este tono, grabado con planos fijos simétricos, y diálogos de la calle, no juegan en contra de Plan B, sino que enriquecen el film para que no se torne convencional. El diseño de vestuario y arte es fundamental para entender como funcionan estos personajes (solamente camisetas de fútbol), la ausencia total de tecnología (no hay una sola computadora, ni un solo celular, solamente una cámara de fotos digital, pero cuyas imágenes se tienen que imprimir). Hay decisiones estéticas y narrativas interesantes. La fotografía es bastante natural y convincente. La pintura urbana es bella, más allá de que solo se ven terrazas de edificios de clase media o medianeras (Taretto reclama derechos de autor) A los protagonistas no se los ve trabajando, no estudian… gracias que van al gimnasio… Es un mundo burgués, pero bohemio, costumbrista, y en esta mezcla donde lo sutil, y la progresión de una amistad funciona de manera fluida, verosímil, y a la vez dinámica, es donde la película encuentra su fuerte y mayores aciertos. Además, tanto Manuel Vignau como Lucas Ferraro, crean caracterizaciones bellas, creíbles. Es por todos estos logros, que se lamenta que en la última media hora, vuelva Berger a recurrir a lo discursivo y explícito para “cerrar” su narración. Al igual que en el comienzo, en un minuto, uno de los personajes, dice lo que no tendría que haber dicho. De acuerdo, sirve como contraposición de la primera escena, pero también la esquematiza de una forma clásica, previsible, convencional que rompe, quiebra el clima distante que se venía generando para caer en todos los lugares comunes y clisés del melodrama. El conflicto no cambia. Y en este sentido es donde se encuentran, lamentablemente, los puntos en común con las películas de Apatow: el hecho de que los personajes se percaten que la adolescencia terminó y deben tomar decisiones “adultas”. Lo peor de la nueva comedia estadounidense popular, es justamente cuando se tornan dramáticas inútilmente. Si bien, esta vez el contraste de tono no es tan abrupto en Plan B, e incluso hay coherencia y verosimilitud en que termine pasando… lo que termina pasando, pero es como decir: “vamos Marcos, si venías bien, no podías haber un tomado un camino menos convencional. Aún así, este extenso final de media hora, no tira por la borda los interesantes resultados de la primera parte. Al menos, al final no hay abrazos y llantos sobre camisas colgadas en perchas o melodías simples pero “conmovedoras” compuestas por Gustavo Santaolalla.
¿Qué ocurre cuando los planes se derrumban? Plan A: reconquistar a la convertida en reciente exnovia. Problemática: la ex ya sale con otro chico y se la ve muy bien con el. Según una amiga en común, el chico ha tenido alguna experiencia sexual con alguien de su mismo sexo. Se desmorona el Plan A. Sigamos con el Plan B. Plan B: seducir al chico que actualmente sale con tu ex para alejarlo de la misma. Con éste planteo de tan sólo 5 minutos iniciales, la premisa del film denotaría estar introduciéndonos a una vehemente comedia de intercambio de roles y orientaciones sexuales, amigos en común como en las mas frecuentes comedias románticas sirven de elementos de guión para aceitar los engranajes de una trama cada vez que ésta va improntando otros rumbos. Es así como Bruno conoce a Pablo (Manuel Vignau, Lucas Ferraro). Uno muy rudo y de barrio, futbolero vistiendo la 10 de Kempes con el logo del mundial ’78, el otro más sumiso, más fachero, más sensible. Las comparaciones al film de Ang Lee no son redundantes, y es Plan B quien se encarga de mostrar diferencias notorias, no tiene una intención secundaria u oculta, no juega con el facilismo abarcado sobre la temática sexual y sobre todas las cosas, tiene un ingrediente meramente faltante en Secretos de la Montaña, aquí surge una pasión, una atracción que en aquella, a mi entender, por más efecto de impacto musical, un esperado beso o relación sexual fugaz, no ameritaba semejante relación que duraría años por venir. La atracción inicial es visual, los intencionados avances de Bruno de a poco van despertando algo latente en Pablo, como dos amigos de niñez discuten sobre frivolidades vinculadas a la infancia, planteos Neverland (¿El País del Nunca Jamás o La Tierra sobre la cual nunca aterrizar?). La trama llega a un exponente tal, que los planes se derrumban y el film se convierte en un tour de force minimalista sobre la relación de ambos, todo el alrededor a ellos, sus amigos e inclusive la ex, quedan en otro plano insignificante, ellos abarcan todo. En éste momento es donde la dirección debe jugarse hacia un desenlace y he aquí el aspecto criticable del film en mi opinión, se optó por la linealidad, por subrayar la acahecido y cerrar argumentalmente todo. Plan B sobrepasa eufemismos y quebranta prejuicios sobre la homosexualidad, es más, en ningun momento el film siquiera me hizo recordar que estábamos hablando de dos personas del mismo sexo, en cierta manera otro de los logros del film, romper con los canones de la diversidad. Dos personas, dos amigos, un amor. Vignau y Ferraro establecen actuaciones convincentes. Marco Berger, el director, un talento a considerar, ya había exhibido su corto El Reloj en Cannes y ya en éste se vislumbraba su fascinación por los planos de campo, algo que en su visión reutiliza en Plan B, en exceso tal vez, denotando una brecha cercana entre personajes y alejandose del resto, inclusive del medio. El film acaba de ganar el primer premio en el pasado y útimo a realizarse Festival Diversa, exhibiéndose en Museo de Arte Latinoamericano Malba como “Film del Mes” los siguientes días y horarios:
¿Melodrama de género? Despechado ante el abandono de su novia, uno de los personajes decide, como venganza, levantarse a la nueva pareja de la dama, de quien sabe que tuvo una “canita al aire” gay. Una película no es lo que son sus personajes. Si así fuera, Plan B, ópera prima de Marco Berger (Buenos Aires, 1977), sería vueltera, dubitativa, histericona e infantiloide. Pero eso es lo que son –con sus matices, con sus diferencias– los protagonistas, Bruno y Pablo. Que quieren pero no se animan, hasta el punto de resultar exasperantes. ¿Será eso lo que busca Plan B? ¿Exasperar al espectador, obligarlo a convivir hasta la molestia con dos tipos que se pasan la película (casi) entera coqueteando con curtir y sin hacerlo? ¿Verá Plan B en Bruno y Pablo a dos encarnaciones vivas de una histeria nacional, contra la que se buscaría que el espectador reaccione? Si fueran tan brechtianas las intenciones de esta película –que fue parte de la competencia argentina del Bafici 2009–, ¿no debería terminar de una manera distinta a cómo lo hace? ¿Una manera más chocante, menos happy end? El cronista debe confesar que Plan B le resulta desconcertante. Será cuestión de desmenuzarla para el lector, a quien tal vez desconcierte menos. En una comedia de intrigas amorosas, el punto de partida encajaría perfectamente. Pero Plan B no es eso y entonces no encaja tanto. Loco de celos porque su ex sale con otro, Bruno (Manuel Vignau) urde el plan al que el título alude, y que en verdad no termina de quedar del todo claro. Maquiavelo de barba descuidada y pelo recogido, Bruno se entera de que antes de robarle a la novia, el pintón de Pablo (Lucas Ferraro) habría tirado al aire alguna canita gay. Entonces decide levantárselo. Se supone que para que Laura (Mercedes Quinteros), despechada, lo deje y vuelva con él. Ahora bien: de ser ése el plan de Bruno, ¿por qué no se lo curte de una vez y listo? ¿Porque no se anima o –opción clásica de comedia– porque le empezó a tomar cariño y no quiere perderlo? En la medida en que disuelve hasta perderse, da toda la sensación de que esa intriga –llena de cabos atados con alambre– es una mera excusa argumental, y nada más que eso. Jugada a un registro naturalista, Plan B está llena de casas chorizo, mates en la cocina, confraternidad y azoteas. Mucha remera de fútbol (la del seleccionado brasileño, otra que dice “Kempes”), diálogos de todos los días y actores que no parecen estar actuando. Otra vez la duda: ¿se trata de una apuesta, estéticamente chata, a que todo luzca “como la vida misma”, o, por el contrario, de una elección estética sumamente inteligente? En efecto, ¿qué mejor manera de naturalizar el deseo homosexual, de volverlo cosa de todos los días, que naturalizar la película que lo contiene? Sería la mejor forma de que el espectador se reconozca en ella. De que se sienta parte, la viva como espejo. Ciertos infantilismos (el jueguito de “si fueras un color, ¿qué serías?”) y cursilerías adolescentonas que Bruno y Pablo se intercambian (“en ese regalo estoy yo”) dan a pensar que la película se ríe de ellos. Un poco a la manera de los sospechosos charros tejedores de Tiempo de morir, en la que Arturo Ripstein le tomaba el pelo al machismo mexicano. En ese caso, la burla, demasiado soterrada tal vez –tener más datos de ambos permitiría una perspectiva más certera–, funcionaría como toma de distancia, permitiendo que el espectador les falte el respeto tanto como lo hace la muy desprejuiciada Ana (Ana Lucía Antony). Personaje clave, Ana tal vez marque el punto de vista o, si se prefiere, el eje moral de la película. “Ustedes son unos maricones, porque no se animan a ser maricones”, les dice la muy lúcida Ana antes de tirarse encima de su nuevo novio, que le gusta porque la tiene grande. Cuando lo que empezó como comedia haya derivado a melodrama naturalista de género, quizá la voz de Ana resuene en ellos, dándoles una pista para tirarse a la pileta de una vez. De ser así, Plan B sería una película bastante más inteligente y rigurosa de lo que parece. De lo que le pareció a este cronista, mejor dicho. En ese caso, el 6 de arriba debería leerse como 7.
Es llamativo que estando muy lejos en el tiempo de películas como Pizza, birra, faso, Mundo grúa o Silvia Prieto, el cine argentino sigue dando cuenta de nuevas lenguas, inexistentes para la mayor parte de la producción nacional. Los protagonistas de Plan B están impregnados del barrio y la calle pero hablan muy distinto de los personajes de las primeras películas de Caetano y Trapero. Marco Berger le imprime a su película una sonoridad distinta, única: los personajes se expresan con una claridad envidiable, casi no se comen las eses y hasta formulan ideas difíciles en oraciones complejas. Lo increíble es ver (escuchar) el tono de arrabal que tienen sus diálogos: los tiempos de las frases, las cadencias de las palabras y las oraciones suenan a barrio puro y duro, a esquina, pero sin caer en el lugar común de “hablar mal” para que lo dicho nos resulte conocido. Junto a la claridad en el habla, en Plan B todo parece conjugarse para dar con una lengua completamente nueva, que en términos de consistencia podría ubicarse a la par de las de cineastas como Gonzalo Castro y Matías Piñeyro, otros dos directores que también realizan un cine de la palabra (Plan B incluso parece hacerse eco de Lavallol, aquella película maldita vista en el Bafici 2008). Además, Plan B cautiva con buenos recursos: hay personajes sólidos y conflictos trabajados con pericia en un guión que avanza lento pero firme, haciendo de cada quiebre dramático una verdadera explosión narrativa. Pero detrás de todo está el idioma: si Plan B se comporta por momentos como una comedia, lo hace gracias a la mezcla de desfachatez y cuidado que los personajes depositan en cada diálogo. Y si Plan B funciona también como drama, es justamente porque las pocas frases que se escuchan en las escenas más tensas cargan con el peso de toda una película, y consiguen generar el suspenso y la densidad dramática necesarias pero siempre sin caer en grandilocuencias. En algún momento de su historia, el cine y sus pensadores condenaron al diálogo por considerarlo teatral y poco o nada cinematográfico; en la actualidad, varias de las películas más frescas e interesantes del cine argentino están hechas a base de palabras, de frases, de charlas. Castro, Piñeyro y ahora Berger parecen llevar a otro nivel un modelo de cine surgido hace más de una década por directores tan ricos y diversos como Trapero, Caetano y Rejtman. A más de diez años de la explosión del Nuevo Cine Argentino, todavía hay un cine local joven que pide, por sobre todas las cosas, ser escuchado.
Doble Mano Este jueves se reestrena Plan B, el primer largo de Marco Berger a la luz del premio Teddy que su segunda película, Ausente, acaba de ganar en Berlín. Y hay muchos motivos por los que Plan B merece una audiencia mayor que la que tuvo hasta el momento (estrenada en el BAFICI 2010, se estuvo exhibiendo semanalmente en el Malba durante algunos meses). Una rara película LGTB que no cae en los clichés típicos del género, y que aporta un punto refrescante sobre un tema a veces tabú: la bisexualidad. 6 La anécdota es sencilla: Bruno es abandonado por su novia Laura, que al poco de dejarlo empieza una relación con Pablo. Por intermedio de una amiga en común, Bruno se entera que Pablo alguna vez tuvo una historia con un hombre, y planea vengarse de Laura conquistándolo. Obviamente las cosas no son tan sencillas ni salen como las planeaban. Berger crea un universo propio para estos personajes que tiene tantos aciertos (la ficticia serie de TV de culto que sirve para iniciar el “bromance” de Bruno y Pablo), como agujeros lógicos inexplicables (Nadie tiene un celular en el 2009? La única manera de comentarle algo a alguien es yendo a tocarle el timbre?), pero que funciona para hacer más creíble una historia, que aunque completamente posible podría resultar un poco irreal. Otros detalles intentan aportar un poco realismo pero por momentos resultan un tanto obvios (ya entendimos, los chicos son hétero entonces *solamente* se visten con remeras de equipos futbol) Si bien las actuaciones caen en algunos remanidos y cansadores tics del “nuevo cine argentino”, hay algo natural en el estilo “slacker” de Manuel Vignau como Bruno, y Lucas Ferraro como Pablo agrega un toque de sex-appeal que remonta a un temprano Pablo Echarry. Inexplicable es la elección de Mercedes Quinteros como Laura, un personaje cuyos encantos son el motor de la trama y que la actriz no puede transmitir ni desde lo estético ni desde lo actoral. La película es recomendable por abordar el tema de la ambigüedad sexual evitando varios de los topos clásicos de este tipo de historia: no son chicas, no hay historias de estruendosas salidas del ropero, nadie se “cura” al final. Por otro lado es una película pequeña, que estilísticamente repite elementos de cine argentino que ya vimos mil veces y que no resultaban ni nuevos ni originales en primer lugar.
Plan A: recuperar a su ex. Falló. Plan B: enamorar al actual novio de su ex para que la deje a ella y así allanar el camino... Así, sin mucho más barullo comienza Plan B. Con simpleza y yendo directamente al grano. Quizá con demasiada simpleza, simpleza que por momentos se vuelve torpeza y tosquedad en las actuaciones y en los diálogos, pero con simpleza al fin. Y así comienza la historia de Bruno (Manuel Vignau), un pibe de barrio, pero no de cualquier barrio, de ese barrio de PH, de pasillos largos, de paredes sin pintar, de puertas de doble hoja, de terrazas grises, de terrenos baldíos, de dormitorios comunitarios, ese barrio donde la palabra "puto" es el peor insulto; un pibe que usa más camisetas de fútbol que remeras, cuya mayor reflexividad radica en descubrir que Neverland no existe. Laura (Mercedes Quinteros) es simplemente una excusa, la excusa de Bruno para comenzar con esta historia. Plan B es, en principio, una comedia de amistad masculina (¿Existe otro tipo de amistad?), de fraternidad, de camaradería, de las que nos tiene acostumbrados el cine. Pero toda amistad implica una atracción, y si nos ponemos Freudianos esa atracción siempre es sexual, al menos roza lo sexual. En este caso no solo lo roza sino que lo pasa por encima, esa historia de amistad se convierte en una historia romántica, en el descubrir de una sexualidad, hasta ese momento, reprimida, por parte de Bruno y de Pablo (Lucas Ferraro). Pero Marco Berger, el director, no recurre al cliché, no nos muestra una historia gastada, no adapta una historia de amor heterosexual a los nuevos tiempos; los pone cara a cara (y pito a pito) para que se descubran, no solo al otro, sino a ellos mismos. En realidad la película Plan B es de 2009, se estrenó en el BAFICI de ese año, luego pasó por Malba en 2010 y ahora se estrena en salas del circuito comercial (como si Malba fuera gratis). Incluso no es la última película del director, luego de Plan B, Marco Berger realizó un episodio dentro de la película Cinco, junto con otros cuatro directores salidos de la Universidad del Cine, y Ausente, su última película, que recientemente fue galardonada con el Teddy Awards del Festival de Berlín, que premia a las películas de temática gay, lésbica y transgénero. En el contexto en el que hoy vivimos, con el matrimonio igualitario recién aprobado en nuestro país y con el debate por la igualdad de derechos, la filmografía de Marco Berger se convierte en, por decirlo de alguna manera, necesaria.
Tras haberse estrenado en el Bafici 2009 y pasar por la programación del Malba en julio de 2010, llega a la cartelera argentina Plan B, la ópera prima de Marco Berger. La película, muy bien recibida en todas las instancias y festivales en que se presentó, cuenta un extraño triángulo amoroso que se produce cuando Bruno se entera que Laura, su ex, formó una nueva pareja con Pablo. Sabiendo que no va a volver a estar con ella de forma tradicional, Bruno ejecuta su venganza acercándose al novio para seducirlo y así poder recuperarla. El director encara con un enfoque íntimo y personal el tema de la homosexualidad, tópico al que vuelve en su nueva realización, Ausente, la cual recientemente se hizo con el Premio Teddy en la Berlinale, el galardón más importante para films de temática gay. A pesar de la falta de sinceridad de uno, el acercamiento entre ambos personajes, muy bien llevados por Manuel Vignau y Lucas Ferraro, es honesto y creíble, una amistad de preadolescentes que de a poco va creciendo. Ellos son la historia y es la química entre ambos la que permite que la película sea tal y pueda durar una hora y media. Es lo “limitado” de la propuesta lo que hace que por momentos se estacione, fundamentalmente hacia la mitad, y pierda un poco de la fuerza inicial. La gran cantidad de diálogos o planos de edificios para cortar de una escena a otra terminan por lentificar aquello que empieza con velocidad insertando el conflicto en sus primeros minutos. Más allá de este aspecto, las actuaciones junto a un buen trabajo de guión y dirección, así como el final perfecto, permiten que Marco Berger exponga un bromance en forma original, sin los clichés que suelen surgir al abordar la homosexualidad masculina, y que de a poco adquiera el componente sexual que disuelve esa amistad entre hombres para que de paso a algo más.
Pocos son los hombres que no se resienten luego de haber sido abandonados por una mujer. La historia de Bruno comienza como una del montón, Laura lo deja y se pone de novia con otro hombre, él claramente no quiere ser menos y arremete con un plan en el que decide hacerse amigo de Pablo, el nuevo novio de Laura, con el fin de enamorarlo y que termine dejando a Laura. Plan B, escrita y dirigida por Marco Berger, se estreno en el BAFICI hace dos años atrás y desde ese momento cosecho críticas positivas. La opera prima de este director argentino recorre las relaciones humanas con elegancia y sin esquivar temas pesados; la amistad es sin duda el eje del film y todo es enfocado desde esa óptica. Nos muestra los distintos estadios de dos amigos en plena juventud que se juntan para pasarse horas y horas hablando y debatiendo. El espectador es puesto en stand by con planos de distintos paisajes de Buenos Aires, todos con el fin de generar una tensión sostenida en la historia; tensión que se crea primeramente por los sentimientos encontrados de Pablo y Bruno, sentimientos prohibidos e impensables para ellos, cada dialogo trae una nueva visión del conflicto. La historia comienza con un enredo clásico, en el que un malentendido termina acarreando consecuencias inesperadas. Con un guión original que acompaña a la idea, se genera una película argentina que no se encasilla fácilmente y que toma distancia del tan famoso nuevo cine argentino, dando al espectador promedio una buena película.
Cuando no todo es lo que parece "Plan B" es una película que la comunidad bi y homosexual ha valorado especialmente en estos últimos años. Su corte final fue presentado en el Bafici hace dos años, y desde entonces, ha recorrido algunos festivales con moderado suceso. A mi juicio, este film de Marco Berger es muy interesante. Tiene un ritmo sutil, un guión exacto y actuaciones que evitan el cliché y dan en el blanco con gran precisión. Es curioso, es una película chiquita, pero está bien pensada y mejor ejecutada, nadie puede dejar de ver que Berger tiene talento, este es su primer largo y es un inicio auspicioso para cualquier director. En general, al cine argentino le cuesta transitar estos caminos. Digo, los de films en los que haya protagonistas que duden de su preferencia sexual o directamente que se hayan inclinado por relacionarse con personas de su mismo sexo. Casi no hay ejemplos en la cinematografía nacional de este tipo de abordajes. Indudablemente, es un prejuicio social. Por ende, transitar por estas rutas no es habitual. No son historias que hayan arraigado en el público ni que tampoco cuenten con apoyo de nuestras productoras. Hubo algunos intentos, en pasos de comedia al estilo televisivo, pero nada que se haya tomado en serio ni que tenga valor cinematográfico. Bueno, en esa dirección, "Plan B" es un buen inicio. Marca una corriente singular, la de subrayar la emoción y no caer en trazos gruesos, la de conmover desde la palabra y los gestos. Un cine abierto a todo tipo de público. El protagonista de la historia es Bruno (Manuel Vigneau), un chico de barrio simpático y tierno. Está pasando un momento difícil porque su novia lo dejó y él desea recuperarla. A cualquier precio. De hecho, piensa mucho como volver a acercarse a ella de manera de recuperar ese afecto pero... Laura (Mercedes Quinteros)-la mujer en cuestión- está saliendo con alguien nuevo: Pablo (Lucas Ferraro). Bruno entonces investiga un poco el pasado de su nuevo rival y descubre un rumor: el nuevo novio de Laura tendría un pasado bisexual. Su plan, entonces, será seducir a Pablo para lograr que el deje a Laura y de esa manera recuperar a su amor. Plan arriesgado si los hay! Establecido esto, seremos testigo de como Bruno se esforzará en acercarse a Pablo, primero en tren de amistad y luego... Bueno, no vamos a anticipar más. Si hay que decir que la idea está bien presentada, es muy sólida desde lo narrativo y fluye de manera totalmente natural. Eso es lo rico de "Plan B": nada parece forzado, todo está narrado con buena mano, nos sentimos inmersos en la historia y somos cómplices del accionar de Bruno. Nada nos incomoda, vivimos el relato como si estuvieramos allí. Indudablemente Berger sabe como llevarnos a este universo porque lo conoce a la perfección. El cine nacional debía un film así y es saludable que se haya podido estrenar, aunque con mucha demora. Ojalá no pase desapercibido en una semana donde hay 7 estrenos, de los cuales 3 son tanques internacionales y 1 es otro film nacional a destacar. Que no sea, un "Plan B", sino una primera opción si de conocer a nuevos y talentosos directores se trata.