El director peruano vuelve con una propuesta parecida a Chicha tu Madre en cuanto a la convivencia de diferentes culturas y su visión de la condición humana. Su trabajo anterior y éste comparten el tono dramático bajo las capas de humor esporádico, pero el fuerte de Planta Madre -filmada en Iquitos y Buenos Aires- se concentra en los flashbacks del rockero argentino Diamond Santoro en su juventud, y la relación con su -ahora fallecido- hermano/ compañero de banda y con Pierina, el otro vértice que conforma el triángulo amoroso. La música funciona como punto de partida de esta historia, la de un rockero acabado que, mediante el pasaporte de su hermano, decide viajar a Perú para alcanzar la paz interior, sanar las heridas de un pasado inconcluso y cerrar un proyecto que ha quedado trunco. Quattrini plantea la selva como espacio fundamental para exorcizar los demonios y encontrarse con uno mismo en medio de un periplo lisérgico. Esta coproducción entre Perú, Italia y Argentina es un collage místico que mezcla la cumbia peruana con el rock argentino en una road movie con persecuciones, narcos, una historia de amor y el cruce de culturas en un viaje que tiene como objetivo lavar culpas y dolor, dejándonos la sensación de haber vivido una experiencia transformadora.
Exorcizar el pasado. Dos viajes, el interior y la travesía por el Amazonas peruano, atraviesan el microcosmos dramático y musical de Planta madre, nuevo opus del director peruano Gianfranco Quatrini, quien además escribió el guión junto a Lucía Puenzo y Leonel D''Agostino, para concretar esta coproducción entre Argentina, Perú e Italia, en la que confluyen la mixtura de culturas y música, en un relato que pendula entre pasado y presente de manera fluida. Es precisamente el pasado, o quizás el recuerdo doloroso del ayer, el que ata al protagonista, Diamond, un rockero venido a menos que en épocas de juventud integraba junto a su hermano Nicolás un grupo con reminiscencias a Pescado Rabioso y Manal. Este dato cobra un particular sentido, más que nada por el contexto que elige el realizador para construir el pasado, esos tiempos de libertades y hippismo a flor de piel, cuando no de experimentación, tanto en lo musical como en las búsquedas espirituales. La música rock convive en el film con la cumbia peruana y así la mezcla cultural se despliega en el viaje propuesto desde la aventura, atravesado en esa intimidad por subtramas, como por ejemplo, el narcotráfico o la banalización de lo sagrado. El testigo privilegiado de estos cruces turbulentos durante la gran travesía personal es sin lugar a dudas Diamond, alejado de la música y con el peso de la culpa y la tristeza por haber perdido a su hermano menor Nicolás, quien anhelaba realizar el viaje desde Buenos Aires a Perú cuarenta años atrás y que ahora reactiva su hermano mayor para afrontar la búsqueda de una cura chamánica y así recuperar esa paz y tranquilidad, perdidas hace tiempo. El film de Gianfranco Quatrini logra acomodarse narrativamente hablando en la fragmentación, apelando a flashbacks para trazar de manera prolija las distintas rivalidades entre el hermano mayor y el menor, en pugna también por la atención y el amor de una magnética mujer, Pierina. La contraposición entre lo sagrado y lo profano, así como la necesidad de volver a las raíces, opera como catalizador aunque también detonante de los conflictos internos del personaje, acechado por los fantasmas vívidos del pasado que, desde una arriesgada decisión de la puesta en escena, aparecen en constante asedio durante el viaje por el Amazonas peruano, o en la selva amazónica, espacio metafórico para enfrentar los miedos internos. Planta madre es un film que transmite por un lado ternura hacia sus personajes, vigor por la música que complementa la historia y cierta nostalgia por un espíritu de juventud que hoy parece olvidado.
Asignatura pendiente La nueva película del director de Chicha tu madre es tan caótica y ambiciosa como fascinante (al menos en varios momentos). Un doble viaje (una road-movie hacia el Amazonas y uno interior, introspectivo, que incluye el consumo de Ayahuasca). Una historia que transcurre en el presente, aunque vinculada de forma permanente a través de largos flashbacks a una traumática relación entre hermanos en su juventud durante los años '70. Un film de fuerte impronta musical (recorre desde los inicios del rock nacional hasta la cumbia peruana actual), pero también un melodrama familiar, un relato de aventuras y, sí, un trip psicodélico y alucinógeno (es muy bueno el trabajo estético en este sentido). Robertino Granados es Diamond Santoro, un ex astro del rock de fines de los años '60, comienzos de los ’70, que emprende un largo derrotero hacia la selva peruana (hay algo de la épica de Herzog en la propuesta) para de alguna manera reconstruir, recomponer tan lejos y con la ayuda de un chamán una historia personal marcada por los traumas, la culpa autodestructiva y el dolor. Como en toda la obra de Quattrini, uno de los temas esenciales es el choque de culturas, la relación amor-odio que se establece, la integración, pero también el aprovechamiento, los resquemores y ciertos atisbos de racismo. En esta zona aflora cierta tendencia al pintoresquismo y al patetismo que le quitan algo de solidez a un film que es, en el mejor de los sentidos, una verdadera rareza. Bienvenido sea -aun con sus desprolijidades y vaivenes- un cine que escapa de toda fórmula y convencionalismo.
El fantasma del Rock and Roll Planta Madre (2013) es un film irregular. Los dos tiempos en los que transcurre la historia parecen dos películas distintas. Rock argentino, cumbia amazónica y un viaje de Ayahuasca tiene como leyenda el film. Esta mezcla de elementos resume una historia de la que muy poco se puede rescatar. Aunque pretenda reivindicar el espíritu del rock, tiene seria fallas argumentales que debilitan cualquier intento por conseguir un relato atrayente. Diamond (Robertino Granados), un hombre cercano a los setenta años, viaja a Perú invitado por Pierina (Camila Perissé), la ex novia de su fallecido hermano Nicolás (Manuel Fanego). El y Diamond formaban a fines de los ‘60 una reconocida banda de rock argentino: Los Hermanos Santoro. Antes de morir, Nicolás tenía planeado un viaje a Perú para tomar ayahuasca con un viejo curandero llamado Solon. Ese viaje fallido es el que Diamond intentará concretar para honrar la memoria de su hermano y también para conseguir su propia curación espiritual. Las escenas de Diamond y Nicolás durante su infancia, adolescencia y ya veinteañeros son lo más interesante de todo el film. El director reconstruye ese pasado tratando de explicar el presente. Las enseñanzas de Diamante a Nico, los primeros amores, el nacimiento de la banda, las peleas. Se puede afirmar que la verdadera tensión dramática del film se concentra allí, en aquellos míticos años, y el viaje de Diamond es una simple excusa para desarrollar aquella historia Por eso rápidamente Planta Madre se debilita argumentalmente. Porque nada emocionante sucede fuera del vínculo fraternal y las circunstancias de la muerte de Nicolás. El novio de Pierina y su hermano conforman una subtrama de acción: droga, muerte y una persecución de por medio, pero que no convencen para nada. Muchas partes del film se justifican porque se muestran lugares exóticos de Perú y de la selva, pero no porque tengan valor dramático. Otro elemento que no ayuda al film es el personaje de Diamond, un hombre cansado de vivir que prácticamente se mueve por inercia. Vive atormentado por el recuerdo de su hermano. No acciona, es un simple espectador esperando el momento para tomar ayahuasca. Algunas escenas parecen inconexas y sin sentido, y los personajes muchas veces caen en un limbo de clichés y diálogos forzados. A pesar de que el director consigue con las escenas de los dos hermanos una mirada interesante hacia el pasado, el resto del film no es convincente. Sólo sobrevive algo de música y la nostalgia por el rock and roll.
Historia atrapante, que alterna viejas épocas y fiebres actuales Todavía lo registran como Diamond Santoro, en ese lugar lejano al que ha llegado. Al que debió haber llegado muchos años atrás, cuando era realmente Diamond Santoro, figura de la música progresiva de fines de los 60. Y cuando vivía su hermano menor, el verdadero artista de Los Hermanos Santoro, que soñaba con ese viaje. El mayor hoy es sólo un hombre amargado, embotado en una resaca de juventud. En cambio, quien fuera novia del otro mantiene recuerdos lindos, y sigue viva. Ella lo ha mandado llamar. El lugar de encuentro es Iquitos, puerta del Amazonas peruano, puerta del misterio de la selva, último eslabón de la cumbia, de las muchachitas complacientes, los hombres violentos, la droga, las noches fatigosas. Ahí ha ido a parar. Cuando estaban en el entusiasmo juvenil de los descubrimientos, su hermano supo de la ayahuaska y quiso ir a probarla en un viaje espiritual, equivalente al viaje de los de Liverpool a la India. Ahora él quiere ir ahí a probarla en un intento más bien medicinal, para sacarse la angustia y la culpa que tiene encostrada en el alma. Unidos desde niños, en los días finales él había empezado a fastidiarse del otro. Ese es el conflicto. Alrededor del cual giran algunos más, como gira la cintura de las bailarinas en la fiesta, el tambor de un revólver, las vueltas de la vida. Hay sangre a su alrededor, y también hay gente tranquila, capaz de ejercer una curación chamánica. El asunto es encontrarla. Historia atrapante, que alterna viejas épocas y fiebres actuales, la ciudad y la frontera, el egoísmo y la bondad, y entremezcla músicas y costumbres distintas, y valores. Película quizás irregular, pero atractiva, la segunda del peru-argentino Gianfranco Quattrini, que no vivió los 60 pero sabe de ayahuascas y chamanes, y de impulsar buenos equipos de trabajo. A señalar, Lucía Puenzo y Leonel D' Agostino, coguionistas, otros Puenzo, equipo de producción, Iván Gierasinchuk, fotografía, y el actor de viejas vanguardias Robertino Granados, protagonista, en un debut otoñal sugerido por Pipo Lernaud, que además escribió uno de los temas musicales. Lo acompañan Camila Perissé, de retorno con muy precisa actuación, Manuel Fanego, Rafael Ferro, y los peruanos Lucho Cáceres, Magdyel Ugaz, Cindi Díaz, Manolo Rojas, junto a Doña Cotrina y Agustín Rivas Vásquez, músicos, pero en especial auténticos curanderos
Un choque de culturas Un sesentón en decadencia, que fue un pionero del rock en Latinoamérica, viaja desde la Argentina hacia Perú para completar un viaje de ayahuasca que estaba por hacer su hermano, justo antes de morir. Gianfranco Quattrini nació en Perú, se crió en los Estados Unidos y está radicado en la Argentina, donde se formó cinematográficamente. No hace falta ser Freud para sospechar que una de sus obsesiones es el choque de culturas. Ese es el tema principal de Planta madre, y ahí está su faceta más interesante. Diamond, un sesentón en decadencia que alguna vez fue un pionero del rock en Latinoamérica, viaja desde la Argentina hacia Perú para completar un viaje de ayahuasca que estaba por hacer su hermano cuarenta años atrás, justo antes de morir. Hay varios niveles de choque en esa travesía en busca de un chamán: el porteño cambia la ciudad por el Iquitos de Fitzcarraldo; el ex rockero se reencuentra con la música y se topa con la cumbia amazónica; el hombre que perdió a su hermano recupera elementos de ese pasado, y a la vez se enfrenta con los remordimientos que desde entonces no lo dejan vivir. La acción transcurre en dos planos: el presente, con la búsqueda de Diamond por la amazonía peruana, y el pasado, donde se lo ve viviendo a pleno, junto con su hermano, la santísima trinidad sexo-drogas-rocanrol de fines de los ‘60 y principios de los ‘70. Con todas sus desprolijidades, la película logra crear una atmósfera por momentos cautivante, sobre todo en las escenas de hippismo psicodélico. El espíritu de esa época está logrado: en ese sentido, la música aportada por Ariel Minimal cumple un rol clave, y también parece haber sido importante el asesoramiento de Pipo Lernoud. En cuanto al presente, tiene como punto fuerte a la selva, un ámbito siempre atractivo para el cine. Tampoco es un dato menor que los protagonistas sean Robertino Granados y Camila Perissé, dos sobrevivientes, portadores de un antiguo curriculum de excesos, que calzan justo para la historia. Una historia que en algunos tramos resulta un tanto confusa, y que tiene una subtrama policial que resta más de lo que aporta, pero no llega a arruinar del todo la película.
El nuevo filme del realizador argentino/peruano/suizo cuenta la historia de Diamond Santoro, una veterana estrella de rock nacional de los años sesenta (de la banda ficcional “Los Hermanos Santoro”), quien viaja al Amazonas tras el sueño de su hermano, muerto en circunstancias misteriosas a comienzos de los setenta, truncando así sus sueños de estrellato rockero. La película mezcla flashbacks de su juventud con el viaje por la ruta que Diamond emprende junto a la por entonces novia de su hermano, quien se mudó a Iquitos, y los problemas que encuentran allí. Una mezcla de biopic de rock, road movie herzoguiana y trip psicodélico (la razón del viaje de Diamond a Perú es, también, probar la droga mística ayahuasca para “limpiarse” de su complicada historia), PLANTA MADRE tiene también algo de thriller cómico, ya que los protagonistas (el elenco incluye a Camila Perisé, Nicolás Mateo y Rafael Ferro, junto al protagonista, el veterano artista Robertino Granados) son perseguidos por peligrosos narcos. Conmovedora y cautivante por momentos –-especialmente durante los flashbacks y la historia personal de Diamond–-, y algo más bizarra una vez que llegan a las profundidades del Perú, se trata de un relato original con mucha música muy buena (una mezcla de rock setentoso compuesto especialmente por Ariel Minimal y cumbia psicodélica peruana que conviene conseguir como soundtrack) y un asombroso sentido de lugar.
Crítica emitida por radio.
Dirigida por Gianfranco Quatrini, una banda pionera de los 60 y un sobreviviente que regresa a cumplir un mandato. Con un entorno exuberante, por momentos muy sugestivo y enrevesado.
MUCHO SABOR (A POCO) Si ves mucha televisión, si te gustan mucho las experiencias raras o si te interesa la vida de los pueblos originarios, seguramente habrás escuchado alguna vez sobre el ritual de la ayahuasca. ¿Qué es esto realmente? Ayahuasca en quechua significa soga de muerto, ya que según el pensamiento de los pueblos nativos la misma les permitía a sus espíritus salirse del cuerpo sin que ellos se mueran, conectándose así plenamente con la naturaleza. Ésta consta de un preparado de sustancias vegetales con fuerte sabor, que lleva al ser humano a ese estado modificado de consciencia. De la mano de los hermanos Lucía y Esteban Puenzo y con la dirección del peruano Gianfranco Quatrini llega “Planta Madre”. La película habla de un viaje al corazón de América Latina, en el cual el mayor de los hermanos Santoro, quienes componían una de las bandas pioneras del rock argentino a fines de los ’60, va en busca de un curandero amazónico para tomar esta famosa medicina, la que su hermano quería beber antes de morir. De todas maneras, resulta difícil explicar exactamente de qué trata exactamente la película ya que el conflicto principal está indefinido. El relato tiene una estructura dividida en dos tiempos: pasado y presente. El primero es causa del segundo y está todo entrelazado, con la idea de que se vaya construyendo todo a medida que avanza el tiempo. Hasta ahí vamos bien. El problema surge ya que no hay una línea argumental clara. Por ejemplo, en el pasado, se ve lo que era toda la banda, qué era lo que ellos hacían y cuáles eran sus peleas; por el contrario, en el presente solo hay un protagonista claro. Encima, los actores que interpretan a la misma persona, se parecen casi nada en lo físico. Además, aparece un problema con tráfico de drogas innecesario ya que nada tiene que ver con la otra mitad de la historia. De esta manera, los dos ejes lineales están en desequilibrio y el drama no alcanza un clímax muy alto. Debería haber un solo protagonista en toda la historia con un conflicto bien marcado. Por otro lado, tenemos lo mejor de esta producción: la banda sonora. La música original está compuesta por Ariel Minimal, cantante y guitarrista del grupo Pez y ex Los Fabulosos Cadillacs. También, se suma todo el sabor peruano que encuentran durante su viaje en cumbias, chichas y salsas, la música hippie que improvisan en sus rondas y toda la que los curanderos realizan en sus ceremonias. Mucho color. El reparto actoral no es de primer nivel aunque se destaca la participación de Camila Perissé, ex vedette con éxito en los ’80, y una de las revelaciones de este año, Emiliano Carrazzone, de última aparición en “Delirium”. El joven Manuel Fanego, quien interpreta al menor de los hermano, también hace correctamente su sumiso papel. Sin embargo, la mayoría de los papeles no están muy bien explotados. Robertino Granados está muy aburrido y Rafael Ferro parece haber caído de otro film. Se supone que al tratarse de una banda medio hippie de los 60, los personajes deberían experimentar más con algunas drogas típicas y tener alguna que otra alucinación. Sin embargo, son muy glam y consumen poco. Lo mejor que los representa es un cuaderno psicodélicamente pintado, similar al del cartel que promociona la película. Falta más de eso. Si ordenan todas estas ideas, seguramente puedan experimentar placenteramente el cine y disfrutar así la película, que funciona más como una ventana al Amazonas que como una historia de vida que pone los pelos de punta. Podrán impactarse con el color de la selva, la música peruana y todos los contextos creados, pero no esperen lágrimas ni risas.
Una travesía sensorial que está más estructurada de lo que deja ver su afiche. Si he de ser sincero, lo primero que me pasó por la mente al ver el afiche de Planta Madre fue que se trataba de un documental sobre rock y hippismo, y aunque lo que terminé viendo no se alejó tanto de estos ámbitos, me encontré con una ficción curiosamente satisfactoria a nivel dramático y narrativo. ¿Cómo está en el papel? Diamond Santoro, un rockero retirado, viaja al Perú en busca de un curandero que le haga probar Ayahuasca. Allí lo recibe Pierina, una mujer de su juventud, quien fue en una época la novia de su hermano que falleció hace muchos años, curiosamente cuando estaba a punto de emprender el mismo viaje que ahora emprende Diamond. A partir de acá la historia se desdobla en dos líneas narrativas: En una, la arriba mencionada búsqueda del curandero, y por otro lado, nos remontamos 40 años atrás, cuando Diamond y su hermano Nicky tenían una banda juntos, y el derrotero que eventualmente resulta en la muerte de este último. La estructura argumental de Planta Madre es bastante lineal a pesar del universo en el que se mueve. No pierde el tiempo en asuntos menores, y si bien insiste en mantener un desarrollo sensorial, se preocupa en tener objetivos dramáticos sólidos y puntos de giro reconocibles que contribuyan al avance de la historia. El único bache que encuentro en su ejecución es que tiene un tercer acto demasiado largo para su bien. Temáticamente hablando, Planta Madre tiene claro cuáles son sus motores: la culpa y la conclusión. Aunque motivado por la culpa, Diamond está en realidad buscando una conclusión emocional. La película lentamente hilvana el tema de la culpa y aunque este motor se mantiene, a medida que avanza la trama nos damos cuenta junto con Diamond que este es un umbral necesario que necesita atravesar para reconciliarse con su hermano, con la música y sobre todo consigo mismo. La Ayahuasca es la llave que abrirá esa puerta. ¿Cómo está en la pantalla? En lo que al aspecto técnico refiere, tenemos un montaje con mucho ritmo, que sostiene a una fotografía en Cinemascope con composiciones de cuadro tan meditadas como deliciosas. Por el costado actoral, tenemos interpretaciones sobrias, nada destacable pero que sostiene eficientemente su verosimilitud. Conclusión Un viaje sensorial, que comunica su tema y su universo, vehiculizándolo a través de un argumento prolijamente estructurado. La apropiada ejecución por parte de la dirección contribuye a que el proyecto llegué a buen puerto. No va a revolucionar la narrativa moderna. Pero es un cuento bien contado, y eso no es poco.
¿Te acordás hermano qué tiempos aquellos? Decía Julio Sosa mientras entonaba Tiempos viejos; y el rock argentino se encuentra desde hace tiempo en un etapa similar, la de rememorar las glorias que parecen lejos de volver. La mirada nostálgica, el recuerdo del paso del tiempo, las remembranzas de cuando éramos jóvenes y todo olía a libertad, cuando nos animábamos a hacer cosas… hoy en día todo se reduce a un mero escapismo. Sí, el rock se convirtió en tango; y parte de ese síntoma se refleja en los resultados de Planta Madre de Gianfranco Quattrini. Un dúo de rock de tiempos antiguos, un viaje, un amor, la muerte, las cuentas pendientes; estos son los pilares fundamentales de la historia que habla de Diamond (Robertino Granados) hombre mayor y anquilosado, anodino, que supo formar cuando era más joven una banda junto a su hermano Nicolás, Los Hermanos Santoro. Nicolás quería hacer un viaje iniciático a Perú, pero falleció, y desde ahí pareciera que el tiempo se detuvo y solo pasan los años sin que nada avance. Pierina (Camila Perisse, que mantiene algo del enigma de aquella bomba erótica de los ’80), novia de Nicolás invita a Diamond a Perú, y él va, y así la rueda comienza a girar otra vez, para cerrar el círculo y cumplir con la tradición de la ayahuasca del chamán Solon. Planta Madre juega con los tiempos, está el presente, la infancia y la adolescencia de los hermanos, signadas por el rock y cómo los toma en sus diferentes etapas de sus vidas. El film del peruano director de Chicha tu madre podría haber sido un interesante recorrido por los años de formación de lo que hoy está tan arraigado como rock nacional, quizás a la manera de una docuficción. Pero lo que prima es el clima del presente, una idea de que el tiempo pasó, el tren ya se fue y lo único que nos queda es el recorrido por lo que ya pasó gracias a determinadas sustancias. En un elenco en el que participan desniveládamente Rafael Ferro, Luciano Cáceres, Manuel Fanego, Santiago Pedrero, Emiliano Carrazzone, y Andrea Prodan, entre otros; cuesta crear una empatía con los personajes, pero no es debido a las interpretaciones que lucen en su mayoría correctas. El film no permite penetrar en su mundo al espectador, pese a una interesante banda sonora ad hoc, esto no se conjuga con lo que se ve en pantalla. Hay también una historia de amor problemática, que roza extrañamente lo policial por decirlo de algún modo, pero que no termina de cuajar con el resto de lo que se ve. Así, lo mejor del film serán los flashback en los que el rock se siente como lo que es; pero la pulseada la gana el presente. “Planta Madre” es una mirada triste, lenta, sin demasiado nuevo para decir. Se extraña esos tiempos de las óperas rock de Pablo Cesar, Horacio Maldonado, o Gustavo Mosauera; aunque imperfectas, pretendían mantener un espíritu fresco, activo; actitud que el film de Quattrini abandonó desde la primer escena.
Encuentros cercanos El segundo largometraje de Gianfranco Quattrini (Chicha tu madre y Bosques, codirigida con José Campusano) gira en torno al duelo inacabado de un hombre que vive todavía la muerte de su hermano menor, acontecida décadas atrás, con un peso existencial intacto que lo convierte a él mismo en un fantasma entre los vivos. Leyendas del rock de la década del ‘70, los hermanos Santoro experimentaron, siempre movidos más por la curiosidad que por el exceso, esa época de liberación sin privarse de nada. Uno de los hitos fue el encuentro con un chamán en la selva peruana. Quattrini arranca su película con un flashback que remite al instante previo a la tragedia, y de ahí mantiene el relato entre el presente, momento en el que el sobreviviente intenta paliar su dolor tomando ayahuasca con el chamán de aquel entonces, y un conjunto de recuerdos tanto de juventud como de infancia. Algunas subtramas vinculadas al pasado exitoso del músico, como también lo que sucede con el amante de una vieja amiga de los hermanos (una Camila Perissé trilingüe e irreconocible) que ahora vive en Perú, introducen un tono cómico y policial que parecen extraños al clima requerido en el filme, que llega finalmente a su punto más alto cuando la película se circunscribe a una exploración genuina del chamanismo amazónico. Lo que sucede entre el viejo chamán y el rockero extenuado conjura las debilidades de esta noble película dedicada a Luis Alberto Spinetta.
Se van mezclando demasiados elementos de las dos historias paralelas en el tiempo, con algunos baches narrativos, subtramas que no se terminan de resolver (Drogas, persecuciones y muerte, entre otras), algunas escenas sin mucho sentido, un guión pobre con actuaciones bastante desparejas. Cuenta con buenas locaciones y canciones del rock and roll. Se realizó en memoria a Luis Alberto Spinetta.