“¿Qué puede pasar?” es una película dirigida por Andrés Tambornino y Alejandro Gruz. El guión estuvo a cargo de Alejandro Gruz y está protagonizada por Darío Lopilato, Grego Rossello, Emilio Disi, Luciana Salazar, Magui Bravi, entre otros. La película trata sobre Marito (Darío Lopilato), cuyos padres se van unos días de vacaciones luego de que la madre haya ganado un concurso, dejándole la responsabilidad de cuidar la casa a él solo. Por accidente, Marito pierde los ahorros familiares y, junto a su mejor amigo Peter (Grego Rossello), hacen lo imposible para recuperarlos mientras tratan de organizar una fiesta sin control que les terminará generando mayores problemas de lo que pensaban. Bajo el mando de la dirección, tenemos a un debutante Alejandro Gruz que también escribió el largometraje; y a Andrés Tambornino, que tiene un poco más de filmografía argentina, aunque no específicamente en este género de comedia presentado en este filme. Lo mismo sucede con el elenco de esta cinta, observamos que tenemos a actores importantes y experimentados como Darío Lopilato o Emilio Disi; y otros actores que tienen una poca experiencia filmográfica ya sean Grego Rossello o Magui Bravi. Nos traen una historia simple, donde no se le da mucha importancia al desarrollo de los personajes, sino más bien a las muchísimas situaciones de comedia y cómo los protagonistas van enfrentando las situaciones poco a poco. Hay muchos chistes fuera de lugar e innecesarios, volviéndose repetitivos en ciertos momentos, pero otros funcionan bastante bien. El guión del filme trata de implementar un giro argumental en la última parte de la historia que vemos que no llega a ningún lado y no tiene sentido alguno. Ninguno de los personajes es interesante y terminan siendo muy olvidables, aunque eso no quita que haya buena química entre ellos, sobre todo el dúo protagónico de Rossello y Lopilato. Los demás papeles podemos sentirlos un poco forzados o realmente innecesarios al momento de mostrarse en escena. En cuanto al rol de Emilio Disi, no termina siendo la gran cosa, pero es bueno verlo en su última participación antes de su fallecimiento. En resumen, “¿Qué puede pasar?” es otra película argentina de comedia con mucho humor mal implementado y personajes demasiados clichés que se vuelven olvidables, pero que al fin y al cabo entretiene a pesar de su simple trama.
Con dirección de Andrés Tambornino y Alejandro Gluz y guión de éste último, la película ofrece una suerte de comedia de enredos que arranca con una buena idea pero, se desmorona con el correr de los minutos. A saber: Marito (Darío Lopilato) es un joven al que percibimos algo inmaduro, que ya podría vivir solo pero sigue con sus padres, intentanto ser inventor. Su madre lo sobreprotege (Mirta Busnelli) y su padre (Osvaldo Santoro) no le tiene mucha confianza, ni siquiera para dejarle a cargo su negocio de reparación de electrodomésticos mientras el matrimonio se va de vacaciones por unos pocos días gracias a un concurso que ganaron. Y tiene razón, ya que lo primero que le sucede a Marito es perder los ahorros de toda una vida de su padre, gracias a un desafortunado accidente doméstico. En su afán de recuperarlos, no se le ocurre mejor idea que llamar a su amigo Peter (Grego Rosello) y entre los dos organizan una fiesta en el caserón de Luciana Salazar, a la que conocen circunstancialmente, en donde abunda el alcohol, las chicas y el descontrol. Por supuesto, hay dinero de por medio, porque eso es lo que intentan recuperar, otros hombres atrás de ese dinero y nada es lo que parece ser, por lo que todo se complica. La química entre los amigos es buena y traspasa la pantalla, pero no es suficiente. Las actuaciones de Lopilato, Rosello, Santoro y Busnelli son buenas, no así la de Luciana Salazar quien sólo se dedica a mostrar su cuerpo y no compone ningún personaje (que es eso?). Los roles de Magui Bravi e Inés Palombo son menores y sólo aportan la belleza que éste tipo de cine requiere. Lo que sin dudas no me resultó agradable fue ver a Emilio Disi en su última aparición en cine, al verlo francamente desmejorado. En resumen: la comedia argentina tiene una cuenta pendiente con el espectador. Grande. --->https://www.youtube.com/watch?v=vI2yXBBpGUQ DIRECCIÓN: Andrés Tambornino, Alejandro Gluz. ACTORES: Darío Lopilato, Emilio Disi, Luciana Salazar . ACTORES SECUNDARIOS: Magui Bravi, Osvaldo Santoro, Mirta Busnelli, Luis Ziembrowski. GUION: Alejandro Gluz. FOTOGRAFIA: Ivan Grodz. MÚSICA: Martín Bianchedi. GENERO: Comedia . ORIGEN: Argentina. DURACION: 87 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años DISTRIBUIDORA: Digicine Estreno: 11 de Octubre 2018
A esta ya la vimos antes Marito (Darío Lopilato) es un treintañero que lo único que hace de su vida es crear e inventar cosas. Su objetivo es armar un drone para que sea controlado por la mente humana. Quiere ser el nuevo Abert Einstein, aunque resulta un poco absurdo. Vive con sus padres, Helena (Mirta Busnelli) y Don Mario (Osvaldo Santoro), y es un tanto irresponsable. Todo cambia cuando a ellos les surge un viaje y deciden irse de vacaciones, pero sin su hijo. A partir de allí, arranca ¿Qué puede pasar?, dirigida por Alejandro Gruz y Andrés Tambornino. Marito tiene aires de adolescente, sobre todo cuando se trata de tomar decisiones y se deja influenciar por Peter (Grego Rosello), su mejor amigo. Al enterarse que los padres de su amigo se van y le dejan la casa sola, lo primero que hace es pensar en: fiesta, alcohol y chicas. En cambio, Marito lo único que quiere es seguir las indicaciones que le dejó su padre, quien no le tiene mucha confianza en lo que respecta a los quehaceres del hogar. Y tan equivocado no está. A las horas de partir, el padre lo llama avisándole que si algo les llegara a pasar, tanto a él como a su madre, durante el viaje, le dejó algo en un lugar de la casa y que por favor esté atento a eso. Y como es sabido, gracias a la inoperancia e irresponsabilidad de Peter, lo pierden y ahora deberán hacer lo imposible para conseguirlo. Tienen diez días para lograrlo y en ese trayecto se encuentran con una sensual y misteriosa mujer (Luciana Salazar) que les propone una idea que es buenísima para recuperar lo que perdieron. Pero la pregunta es, ¿harías lo que fuera por localizar algo? ¿A costa de qué? ¿Qué puede pasar? tiene guiños a películas de Hollywood, mayormente yankees, en relación a fiestas incontrolables que luego culminan en desastre. Allá te las pintan como algo hermoso, inolvidable, que deberías vivir alguna vez en la vida, porque seamos realistas, quién nunca dijo: “Quiero ir a una fiesta de esas que muestran en las películas yankees”. Hay un guiño a esas cuestiones y lo bueno que tiene es que tampoco intentan imitarlas, sino bromear sobre eso. Si bien entra en el género de comedia, la película tiene un humor similar a lo que se veía en las películas de Olmedo y Porcel. Para no ir tan lejos, en Bañeros también se puede apreciar ese estilo. Chistes que ya pasaron de moda, poniendo a la mujer como carnada para lograr objetivos y ubicar a los hombres en un rol de un ser no pensante, que solo se rige por impulsos sexuales y deja mucho que desear. Si son de los que, todavía, consumen ese tipo de humor seguro les guste. De lo contrario, pueden aburrirse mucho. *Review de Silvia Molina
Fiesta americana ¿Qué puede pasar? (2018), de Andrés Tambornino y Alejandro Gruz, intenta homenajear a clásicos de la comedia popular norteamericana como Fin de semana de locura (Weekend at Bernie's, 1989), Tonto y retonto (Dumb and Dumber, 1994), ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009), Un experto en diversión (Ferris Bueller's Day Off, 1986), por citar sólo algunos ejemplos, tamizándola con ingredientes locales y buscando un público que sólo quiera acompañar a sus protagonistas en la infinidad de obstáculos y situaciones que enfrentan, sin renegar y olvidar su origen. Desde hace algunos años la comedia nacional está buscando nuevos rumbos. En esa búsqueda es inevitable que recorra caminos ya transitados por otras cinematografías, las que producen cientos de miles de horas al año de entretenimiento sin ningún tipo de reflexión o posterior debate, y está bien que así sea. En la propuesta, Marito (Darío Lopilato) y Peter (Grego Rosello) son dos amigos que pretenden aprovechar las vacaciones de los padres del primero para organizar una gran fiesta como las “yanquis”. Ese anhelo es en gran parte impulsado por Peter, que además desea conocer a una “Kelly”, una joven que es parte importante -según él- de las películas del subgénero “fiestas”. A los dos personajes les comenzarán a pasar una infinidad de situaciones que los alejan de ese deseo original de fiesta, a partir una extraña y bella mujer (Luciana Salazar) que los envuelve en una serie de engaños para salirse con la suya. Sin entrar en demasiados detalles, cada personaje que se incorpora funciona como líder del sketch al que se suma, dándole un nuevo sentido al universo creado a estos dos loosers interpretados por Lopilato y Rosello. La propuesta plantea nuevas metas en la comedia local, exigiendo sólo disfrute al espectador y nada de reclamos. El guion responde con solvencia al género al resolver aquellos problemas que signarán los destinos de los protagonistas. ¿Qué puede pasar? es la pregunta que dispara Peter cada vez que un desafío se presenta, pero también resume el riesgo que decide asumir la película, confiando que en la simpleza y honestidad de sus planteos, hay una propuesta que busca ser aprobada.
Hace 35 años pasaron cosas importantes. Una de ellas fue que Tom Cruise interpretaba en Negocios riesgosos a un adolescente en Chicago, que quedaba sólo en su hogar cuando sus padres se iban, y su carrera explotó. No es que no haya pasado nada en el cine en el último tercio de siglo. La fórmula hijo-solo-que-organiza-fiesta-descontrolada tuvo miles de variantes, y entre las locales está La última fiesta, con Nicolás Vázquez. Bueno, ¿Qué puede pasar? abreva en esa línea, tiene una escena calcada de Negocios riesgosos -el plano de Darío Lopilato bailoteando en su hogar-, pero esta comedia para público juvenil le agrega un costado entre risueño, de thriller. Cuando sus padres (Osvaldo Santoro y Mirta Busnelli) se ausentan porque ganaron un viaje en una rifa en un restaurante chino (!), Marito Palooza llama a su mejor amigo (el exitoso standupero Grego Rossello), quien quiere hacer una fiesta “como en las pelis yanquis”. Todo cuadrará cuando el personaje de Luciana Salazar llegue al negocio del padre de Marito y les pida que ayuden a ella y a su tío en silla de ruedas y sin poder pronunciar palabra (Emilio Disi, en su última película) a abrir una bóveda en su mansión y les pagará US$ 20.000. Lo mismo que su padre tenía escondido en el colchón de la casa, que Marito manchó con bebida y donó sin saberlo... Lopilato y Rossello hacen buena pareja. El guión no es una virtud de gags, pero tampoco es grosero como la mayoría de los que tratan sobre hijo-solo-que... Lopilato se hace el Francella (tápense los ojos y escúchenlo), en la fiesta está siempre con una mochila puesta, y Rossello a veces se pasa de rosca. Los directores Tambornino y Gruz los rodearon de actores con rodaje ( a Santoro y Busnelli, sumarle Luis Ziembrowski) en esta comedia pasatista, para ver sin prejuicios y pasar un buen rato. Es eso.
Andrés Tambornino y Alejandro Gruz piensan su película como una especie de actualización de la picaresca del siglo XVI. O, por lo menos, es lo que parece. Lo cierto es que esa mirada jocosa sobre dos antihéroes -uno pícaro, el otro poco avispado-, que viven una serie de aventuras de proporciones extraordinarias, resulta aquí una colección de las peores decisiones: el guion es flojo y lleno de lugares comunes , las actuaciones -salvo Osvaldo Santoro y Mirta Busnelli, que funcionan en un mundo aparte- están contaminadas por una estética atolondrada que no deja formar ningún gag, la fantasía está desaprovechada y los resultados cómicos son pobres y anacrónicos. Todo ese mundo de torpezas y falsas hidalguías apenas da pie a una mueca.
Ameo ¿Dónde está mi casco? Con la industria del cine de género en Argentina en pleno apogeo (resistiendo como puede, a puro pulmón, la crisis general de nuestro cine), no solo aflora el terror y el policial como género fuerte. La comedia siempre funcionó bien en nuestra platea. Generalmente arraigada al costumbrismo y los códigos de la clase media barrial (cuando no la clase media alta “a lo Winograd”) y apuntando a la familia media heterogénea de edades promedio. ¿Qué puede pasar? es comedia de fórmula, respeta los cánones universales impuestos del género; y como un revés lo hace en clave cuasi paródica, autoconsciente de estar representando algo que, quizás, sea ajeno a nuestra cultura. El target de edad también es otro dato distintivo, tratando de llegar al público que mayoritariamente repite como loro el slogan “yo no veo cine argentino”, “el cine nacional es siempre igual”: el público adolescente. Llamativamente es, por lo menos, la tercera comedia nacional de género en el año que apunta a los pre veinticinco, contando Bruno Motoneta y En busca del muñeco perdido (Re loca podría ser la cuarta aunque le estaría escapando al target etario, y si bien es remake, adapta con algo de costumbrismo). Y entre las tres hay que reconocer que están haciendo bien las cosas. La fiesta inolvidable Darío Lopilato es Marito, un veinteañero o treintañero tardío, algo nerd, algo tarambana –una mezcla entre su típico personaje, no tan afectado, y los adolescentes que hacía Anthony Michael Hall en los ’80- que vive con sus padres: una ama de casa (Mirta Busnelli, que este año está on fire en el cine y lo celebramos) y un técnico reparador de electrodomésticos (Osvaldo Santoro). Marito quiere ser inventor, es más: creó un casquete que tiene la posibilidad de traducir las ondas cerebrales y maneja un dron algo invasivo. Cuando los papis ganan un viaje de placer en un concurso, él queda a cargo de la tienda de reparación que simplemente debía cerrar por un par de días. Es ahí cuando aparece Peter (Grego Rossello) el mejor y probablemente único amigo de Marito, veintetreintañero como él, con ínfulas de ganador canchero y un solo propósito: vivir el sueño americano que venden las películas. Confusión va, confusión viene, Marito pierde los ahorros que su padre guardaba en el colchón, por lo que deben reabrir el local y hacerse cargo de algunas reparaciones para recuperar el dinero. Ante sus ojos cae una voluptuosa mujer (Luciana Salazar autoparodiándose) que les compra un microondas destartalado como si fuese una gran obra de arte vintage, exigiéndoles que se lo lleven a su mansión en la que vive junto a “su tío” (Emilio Disi). Cuando al llegar la mujer emprende un inmediato viaje, ellos quedarán a cargo de la casa y del senil anciano postrado en una silla de ruedas sin respuesta alguna; lo único que deben hacer es utilizar el casco para obtener un código que permita acceder a una caja fuerte. Peter verá esto como la oportunidad de cumplir su sueño de realizar una gran fiesta como la de las películas yanquis; además de invitar a las dos vecinas que acaban de conocer (Magui Bravi e Inés Palombo). El American Way of Movie Andrés Tambornino, con mucha experiencia en el montaje y la dirección de El descanso (junto a Ulises Rossell) y S.O.S. Ex; y Alejandro Gruz, operaprimista con gran experiencia en la producción, se encargaron de la dirección de ¿Qué puede pasar? intentando homenajear lo más posible el estilo de las comedias estadounidenses. La clave de ese homenaje será no disimularlo y tomárselo en solfa. Peter permanentemente habla de querer hacer una fiesta en una mansión a lo yanqui, en donde concurran chicas de nombre Kimberley. Viste remeras que hacen referencia al país del norte y hasta elige como decoración globos y guirnaldas en color blanco, azul y rojo. Es una penetración cultura completa. ¿Qué puede pasar? se refiera a películas como American Pie, Van Wilder, o Dude ¿Dónde está mi auto?; pero no es casualidad que aquellas eran protagonizadas por adolescente reales, y esta sean dos amigos que están más cerca de los treinta (si es que no los pasaron) que de la adolescencia pura. En todo caso serán adolescentes tardíos, o eternos. Una tónica que funciona mucho mejor que en la fallida La última fiesta. Dos “chicos”, dos grandulones, que crecieron frente a la pantalla (probablemente) del televisor y su anhelo es replicar aquello que vieron, aunque su contexto diario sea completamente otro. El humor mezcla este tono de parodia con el gag más directo de sketch y líneas de humor negro bastante llamativo. No deja de sorprender lo que hicieron con Emilio Disi –más allá que ahora sea su film póstumo– de hacerlo pasar como un anciano casi comatoso, al borde de la muerte, inhábil, y expuesto a varias situaciones denigrantes. Algo tan incómodo como gracioso, si el comediante se prestó a ese juego. Palombo y Bravi cumplen como los objetos de deseo, también en código película de universitarios estadounidenses; y Luciana Salazar, como la MILF, se ríe de ella misma y hasta de su propia poca ductilidad como actriz. Santoro y Busnelli (que casi repite su rol de Bruno Motoneta) se sabe que siempre cumplen, más en la comedia, los queremos. Entre los secundarios quienes más se lucen son Luís Ziembrowski y Alejandro Müller en un dúo de personajes que mejor no revelar, pero arrancan varias sonrisas. De los protagonistas, si bien ambos cumplen, Grego Rossello sorprende más y se adapta mejor a la propuesta de homenajear/parodiar a los clásicos de Hollywood. Tambornino y Gruz manejan bien los códigos de una comedia independiente, con algo de bizarro o clase B, y un timing en el que (aunque no todos los gags funcionan igual) el resultado general es positivo. ¿Qué puede pasar? aplica la fórmula y tiene la capacidad para asumirse como lo que es. El resultado es bastante mejor de lo esperado.
Los responsables de este film Andrés Tamborino y Alejandro Gruz, que también escribió el guión, solo se propusieron divertir. Para ello tomaron como eje a una dupla cómica formada por Darío Lopilato y Grego Rosello, de estilos muy disímiles, pero que logran una química aceptable. Y la trama, una sucesión de enredos que incluyen fiesta desaforada, rubia infartante, chicas bonitas y desenfadadas, pérdidas y encuentros de dinero, casualidades, clima de delirio, especialmente en lo físico. Alcanza para un divertimento que sigue lo lineamientos de la comedia desaforada norteamericana de moda con sus excesos pero sin su gracia. Participan actores como Mirtha Busnelli, Osvaldo Santoro, la ultima aparición de Emilio Disi, Luciana Salazar, Luis Ziembrosky, Chan Sum King y siguen los nombres, al servicio de un delirio que divierte módicamente.
El sueño de la fiesta americana Mientras el cine de comedia argentino piensa en nuevos rumbos para erradicar esos fantasmas de los ochenta o de cierta idiosincrasia arraigada al costumbrismo o al sainete, aparecen este tipo de propuestas a medio camino entre mirar hacia afuera o para dentro. Y tal vez eso es lo que no termine de concretarse en ¿Qué puede pasar?, dirigida por Andrés Tambornino y Alejandro Gluz dado que las referencias al cine norteamericano de los ochenta y a esa picaresca estudiantina dice presente en el corazón del film. Pero también un intento de rescatar algunas marcas propias o explotar actores de la talla de Osvaldo Santoro, o Luis Ziembrowski, sin dejar de mencionar a la última aparición de Emilio Disi en un rol anecdótico para su gigante carrera a lo que se suma el gran desempeño de Chang Sun Kim para que la dupla Darío Lopilato y Grego Rossello consigan la rápida adherencia a sus personajes de perdedores simpáticos. Premisa sencilla: Lopilato es un inventor frustrado, para su padre (Osvaldo Santoro) un hijo fracasado al que no le interesaría continuar con la tradición de un local de reparaciones de electrodomésticos e incapaz de asumir responsabilidades. Sin embargo, tendrá su oportunidad al quedarse a cargo de la casa durante un viaje relámpago de sus padres (La madre es Mirtha Busnelli) aunque su mejor amigo (Grego Rossello) intente convencerlo de cumplir el gran sueño de la fiesta a la norteamericana. Sin adelantar más información, una serie de eventos desafortunados, que involucran a una sexy mujer (Luciana Salazar) quien los contrata para cuidar a un anciano en silla de ruedas, que no se comunica y que esconde la contraseña para abrir una caja de seguridad repleta de dinero (Emilio Disi), precipita la fiesta y todo el descontrol llega por partida doble: Chicas, alcohol, música estridente y estereotipos que caminan a la par de la consabida escatología propia de este tipo de películas. Una vez que las referencias dejan de importar, la propuesta se va desinflando y las ideas originales quedan como asignatura pendiente, salvo en alguna oportunidad donde un interesante grupo de secundarios acomoda algunas fisuras de guión. A Lopilato le caen bien este tipo de papeles porque no interpreta el personaje extremadamente bobo de Casado con hijos ni tampoco superior para ganar matices en la medianía, su compañero de ruta hace lo propio y el complemento ayuda cuando los indicios de desgaste asoman por la ventana de las obviedades y los clichés. El mayor problema que tiene este film es que al tratarse de una comedia argentina liviana no hay mucho margen de comparación con otras propuestas de género locales por lo cual el análisis cae desde su propia dinámica en lo que hay. Y la verdad es que hay bastante poco.
Lo que sigue son una sucesión de situaciones desafortunadas con la idea de recuperar el dinero perdido, parece que la solución de todos los problemas se produce cuando llega una atractiva mujer Mónica (Luciana Salazar) y quedan a cargo de una importante misión, mas el cuidado de su tío (Emilio Disi, en su última aparición en cine, muy desmejorado. La verdad da pena y tristeza verlo así) y disfrutar de las comodidades de una mansión con todo el confort. El inconsciente de su amigo Peter (Grego Rosello) organiza una fiesta, donde abunda el alcohol, chicas con buenos cuerpos, desorden y alegría. Un desarrollo que carece de guion, bajo un humor vulgar y chabacano, que no causa gracia en lo más mínimo, llena de escenas repetitivas y de clichés. Tienen buena química Lopilato y Rosello, actuaciones desaprovechadas de: Santoro, Busnelli, Luis Ziembrowski y Alejandro Muller, no aportan nada Luciana Salazar, Magui Bravi e Inés Palombo.
¿QUÉ MÁS PODEMOS COPIAR? Marito y Peter (Darío Lopilato y Grego Rossello) conforman una pareja de amigos bastante dispareja. Uno intenta ser galán y el otro un nerd. Como adultos aniñados sueñan vivir sin su familia por un rato. Las vacaciones de los padres de Marito son el punto de partida para ambos para llevar a cabo sus anhelos. Aunque cada uno tiene un objetivo distinto. Las ideas de Marito son al estilo Mi pobre angelito, romper las reglas establecidas en lo cotidiano, pero las más inocentes como comer en la cama o bailar en ropa interior por la casa. Peter, sin embargo, quiere hacer una fiesta al estilo yankee, a lo grande. Aquí vemos repetir varias estructuras ya conocidas. Y es que ¿Qué puede pasar? se compone de la reescritura de situaciones a las que ya hemos accedido varias veces en otros film. Es así como también se trae de vuelta la historia de dos jóvenes muy inocentes que logran salir victoriosos de pura suerte. El collage de referencias a otras películas, lejos de utilizarse como recurso de culto, refleja las pocas pretensiones que tiene el film. Más allá de eso, el producto asume sus propias limitaciones y logra desenvolver una historia que genera cierto ritmo. El humor que propone es muy básico y los chistes son simples. Vale resaltar que, a diferencia de algunas películas de este estilo, no hay una agresión directa hacia la mujer. No es utilizada como objeto, para entretener la vista y dar relleno a al vacío argumentativo. Sí es notable la recurrencia a los chistes rancios sobre la comunidad gay. Marito y Peter conforman una pareja querible, quizás por su condición de jóvenes poco lúcidos o por asumir sus deficiencias en el film. Ambos logran buena conexión, aunque sus actuaciones no involucren un compromiso desafiante, ya que repiten papeles interpretados en otras propuestas. Por ejemplo, Darío Lopilato realiza una actuación muy similar a la que hacía en Casados con hijos. En tanto, la dupla de Mirta Busnelli y Osvaldo Santoro, madre y padre de Marito, consigue los momentos de humor más rescatables. Sus apariciones son cortas, pero logran captar la atención por su comicidad acertada y por generar en pocos diálogos una idea de la personalidad de cada uno de ellos. Lo demás es un conjunto de chistes fáciles y efectistas.