Difícil película, en cuanto a que en la suma del total de ideas, hay justamente eso, un caudal de ideas inconexas que necesitan una labor expectante aun mayor para darle un cierre a un relato disruptivo, sí, pero caótico también. Una propuesta que se queda a medio camino.
omo Perros y Gatos. Crítica de “Retrato de Propietarios” de Joaquín Maito.InicioEstrenosComo Perros y Gatos. Crítica de “Retrato de Propietarios” de Joaquín Maito. 9 octubre, 2019 Bruno Calabrese En su primer trabajo como director, Maito filma perros y gatos en todos los confines del mundo. Algunos en libertad otros encerrados, otros son usados para trabajar. La película recorre distintos horizontes cinematográficos y geográficos: desde Azul hasta Ushuaia (donde aparecen los perros de trabajo), yendo por España y en la célebre Isla de los Gatos, en Japón, donde viven un centenar de gatos y casi ninguna persona. Desde el sentido de la imágenes “Retrato de propietarios” puede leerse como un llamado de liberación a los animales, y también del hombre, que vive en un mundo del trabajo que está en oposición a la libertad. Pero a pesar de ser un documental de observación, de alguna manera se teje una pequeña fábula. Para eso el director intenta generar cierto ambiente de ciencia ficción, que trabajo a ese fin particularmente desde el sonido (Irrumpen en el sonido documental realista, las radios analógicas, los ruidos de cables y el theremin). Por eso, entre el retrato de tantos animales en cadenas, aparecen los gatos silvestres de Japón, que parecen transmitir mensajes ominosos desde antenas antes de lo que el montaje revela como una huida masiva de mascotas. Pero esa historia, de todos modos, solo se insinúa, cada espectador la autoconstruye de acuerdo a sus propia percepción del material. “Retrato de Propietarios” es un documental observacional con algunos trazos de ficción, que se da a la hora de montar las imágenes. Pero a pesar de estar protagonizada por perros y gatos, es también un alegato contra el mundo del trabajo. Una experiencia sensorial, de imágenes y sonidos; una obra interesante y original que busca la metáfora permanente en la relación del animal con el entorno donde vive y su convivencia con los seres humanos. Puntaje: 60/100.
Joaquín Maito ya es conocido por su mirada original que no le escapa a los riesgos. En este caso se permitió considerar un mundo cambiado, una distopía donde los humanos van desapareciendo y con ellos el sistema capitalista, propietario, el concepto de dueños del planeta. Y en este documental de fabula y observación los gatos transmiten un mensaje y son los perros los primeros en recibirlo. Un trabajo con una cuota de seducción que nos permite preguntarnos si ese cambio ya llegó y es irreversible y plantearnos misterios y posibilidades. Un muy interesante trabajo que registró animales y humanos en Argentina y Japón, en una isla de gatos, en humedales solo habitados por perros. Muchos interrogantes, tantos como nuestra imaginación permita formularlos.
Sin diálogos y con una cámara que apunta a la poesía, este film dirigido por Joaquín Maito se convierte en una fábula con atmósfera de ciencia ficción acerca de la propiedad y la libertad. Así aparece en escena una isla donde quedan pocos humanos y en la que vive una comunidad de gatos que transmite un mensaje libertario. Las antenas lo propagan y son los perros los primeros en escuchar su sonido, mientras que grupos de obreros dejan sus vidas trabajando en una fábrica. Los animales escapan de sus casas y en las calles se escuchan las voces de las revoluciones pasadas y se preguntan si un mundo nuevo puede crecer en ese instante. El mensaje de este film atípico se convierte, pues, en un hondo grito acerca de la libertad y de los sueños imposibles de los seres humanos.
Premiada como Mejor Ópera Prima en el 22º Festival Internacional de Cine Documental de Ji.hlava, la película de Joaquín Maito, quien ya cuenta con un documental previo en su haber, en dupla con Tatiana Mazú, propone un juego, un camino que indique, que ejemplifique con los sonidos y el espacio tomado por animales en estado semi salvaje lo que vivimos como sociedad, como animales en una libertad teórica que es más un cautiverio medio ordenado, medio armado para simulación de lo que creemos ser y lo que entendemos por vida. Todo esto es Retrato de propietarios. Una graficación visual, una utilización de la experimentación de la imagen y del sonido que no necesita de palabras que llene el espacio; alcanza con las imágenes que son acompañadas por sonidos que por momentos son brutales, por momentos molestos, y luego incómodos. Y ese parece ser uno de los objetivos de esta película: mover al espectador de ese letargo de ensueño en el que cree que todo está bien, que todo puede ser contenido, en el que siente que hay seguridades que al final no son tales. Es un documental, pero es una experiencia de sonidos por sobre las imágenes, a veces ampliadas y luego inmersas una en la otra, una experiencia que trabaja los sincronismos entre la vida y el dolor de existir, a modo de intervención en los espacios en que las imágenes fueron rodadas en Argentina, Europa o Japón. La incomodidad de la que hablo al principio es la intención, entiendo, de sacudir la modorra del espectador y hacerle ver en sus propias narices lo que genera un sistema que cuestiona la propiedad. Es una experiencia interesante que provoca, y no es poco.
Una cámara fuera de foco que se mueve, un perro y muchos gatos. Una isla en algún lugar del planeta. Obreros trabajando. Perdiendo su vida. “Somos nosotros, los obreros, los que hacemos funcionar las máquinas de las industrias. Los que traemos el carbón y los minerales de las minas, los que construimos ciudades. Los que producimos riqueza”, dice uno de los obreros. Imágenes superpuestas y sonidos por momentos lacerantes, molestos, angustiantes de animales. Imágenes de obreros, juguetes de gatos, objetos abandonados, animales enjaulados, usados para trabajar, exhibidos como posesiones, entrenados para cuidar propiedades, abandonados o perdidos, un acuario, más animales prisioneros. En su segundo documental, Joaquín Maito, (El estado de las cosas 2012) propone una demoledora fábula sobre la opresión capitalista. Surrealista, en su valoración de las imágenes y los sonidos, muestra un sistema que oprime, esclaviza y explota que pretende eternizar un modelo hecho para que una minoría acumule la riqueza que produce la mayoría. Escandaliza, perturba y sacude. Retrato de propietarios , fue filmada en varios países, mostrando así que los propietarios están en todas partes y que los lavarropas, los autos y los animales domésticos tienen dueños, como expresa su director. Una isla sin humanos, habitada por gatos que emiten un mensaje, un sonido que se propaga y que los perros, en otro confín del mundo, serán los primeros en escuchar. Un llamado a liberarse de los propietarios, de los dueños del planeta que lo gastan y desgastan y exprimen para generar más ganancia. Una sociedad sórdida, mezquina y brutal. Fotos, imágenes de rebeliones y revoluciones. Protestas obreras en puertas de multinacionales. El fin de un mundo para pensar el comienzo de otro nuevo, libre de oprimidos. Maito traza un paralelo, por demás original, entre obreros y animales superexplotados y abandonados a su suerte. Símbolo de la explotación y apropiación de las clases dominantes que concentran la riqueza producida por los explotados y dominados “La burguesía tratará de arruinar el mundo en la última fase de su historia”, dice un trabajador subido a una antena. Y eso es lo que Retrato de propietarios , brutalmente, expone, avisa y propone que un mundo nuevo puede estar a punto de comenzar.
Es difícil de explicar la propuesta de Joaquín Maito para quienes no son afectos al cine experimental o de autor. Me permito decir que no es este un documental puro, a pesar de que posee mayoritariamente, segmentos de observación en campo. Maito busca en "Retrato de propietarios" crear una historia a partir de una serie de escenas curiosas que encuadran una posible trama que implica a gatos, transmitiendo desde una isla "un mensaje libertarario" hacia el mundo. Los perros, afectados por la transmisión, comienzan a ser afectados por el mismo y proceden a buscar entre ruinas y escombros, un lugar distinto para vivir. No se si puedo decirles mucho más, porque siento que la película es un compendio de imágenes bellamente filmadas, rodadas en distintos países (las de Japón son destacadísimas) que se intentan ofrecer como "conectadas" de alguna manera para ofrecer cierta sensación de unidad temática. Está bien filmada pero si no entraste en sintonía, se hace un poco monótona pasados al promediar la proyección. Es evidente que el recorte que hace Maito establece la vinculación necesaria para que esto que él plantea, tenga su correlato en las imágenes. Creo que "Retrato de propietarios" es una película que cada uno arma de acuerdo a su interpretación y si bien esto es un universal para el cine, en este caso, si no te dejás llevar por la atmósfera, esta no termina siendo una cinta cómoda para ver. Más allá de que podamos coincidir en la trama básica (por así decirlo), todo es sensorial. Lo cual, desde ya, no está mal. Habla de un poder de creatividad importante, componer desde lo que se tiene e invitar a una experiencia distinta. Maito tiene condiciones para eso. En cierta manera, arriesgo a decir que "Retrato..." podría ser un inicio de una gran carrera. Se nota al jóven director como un hombre que tiene ideas claras y busca condensar lo que percibe, ofreciendo su visión del cine para interpretar algún aspecto de la realidad que le interesa poner en relieve. El formato y los recursos, pueden ser discutibles. Y como siempre digo (y los documentalistas se enojan), algo hay que hacer con respecto al género: o educamos al espectador para que lo valore y pueda entenderlo y disfrutarlo (y esto es todo un tema complejo en sí) o seguimos proyectando para 20 espectadores films que no duran dos semanas en cartel. Creo que el tiempo para tomar este tipo de decisiones, es hoy. Volviendo a "Retrato de propietarios", podría decirse que es un documental de observación que bucea dentro de una presunta historia de animales enfrentados. Pero que busca, a la vez, no ser leído como tal. Pienso, además, que su visionado no es accesible si no estás totalmente abierto a sintonizar con la historia y el marco creativo que presenta. No me terminó de cerrar "Retrato...", más allá de esto, porque creo que necesita un público abierto, fresco y dispuesto a tener paciencia en su degustado. Y no doy el perfil para disfrutarla, amo la ficción. Me reconozco además, perezozo como espectador, lo se. Pero tengo en cuenta aquí, el valor experimental de la propuesta y creo que es original y es una interesante carta de presentación para su director.
Uno podría imaginar por el título y el afiche que Retrato de propietarios (2018) es una película de cabezas parlantes donde los dueños de mascotas se desahogan o confiesan sus pérdidas. Pero no, salimos de ella con una bofetada a esa expectativa. El tan mencionado teórico Bill Nichols estaría de acuerdo con que es un documental observacional. Ahora, las relaciones desatadas con cada plano nos dan cuenta de que acá incluso observar es intervenir, no sólo por la selección que se hace del material, sino por los vínculos transversales entre los elementos de los planos. Por una parte, hay muy pocas palabras en este retrato, sean habladas o escritas. Y hay aún menos palabras que verdaderamente importen. Resuena el “BIENVENIDO” en un cementerio de mascotas intuimos abandonadas. O nos inquietan “SE PERDIÓ SALVAJE” y la reiteración del aviso “DÓNDE ESTÁ MUNDO”. Las palabras que importan acá son las que revelan pérdidas. Así que estamos obligados a desechar la idea de que la obra nos haga un retrato cerrado. Escuchamos también voces al fondo, murmullos o ruidos confusos, pero sí podemos distinguir sin problema los maullidos y ladridos cuando los animales pelean, se emocionan por la comida que les ponen, o caminan por estos sitios difícilmente reconocibles. Hay también muy pocos rostros humanos. A falta de primeros planos donde esta gestualidad nos compela, sí hay numerosas tomas de gatos o perros dormitando, caminando o jugando. Y en varias escenas está latiendo una emocionalidad de la que no se quiere abusar, pero quién se puede resistir a un animal en su estado más juguetón. Otros avisos de extravío nos acercan a ojos felinos inquietantes donde los límites de sus rostros se pierden, como si la anonimia nos interpelara desde lo más animal. Es precisamente esta la búsqueda del documental. En varios momentos escuchamos la señal de antenas que a veces se confunde con cantos de ballenas. Parecería que los sonidos y la mirada nos estuviesen invitando a sintonizar un lenguaje animal que creemos difícil de entender, pero nos hacemos una idea si aceptamos que nuestra intuición también proviene de cierta animalidad. Es admirable que estas observaciones no apelen a la benevolencia generada por las mascotas. Aquí no hay planos lastimeros, sino una búsqueda en medio de la pérdida a partir de escenas en disolvencia: la primera escena es la de un perro paseando por un pastizal mientras se contrapone muy levemente el nado parsimonioso de unos peces. No será la única vez que esto ocurra. Hay también, en otro momento, un plano general de perros tranquilos a pesar del encierro y grabados por una cámara digital que los enfoca pero, en este proceso, los vuelve borrosos. La impresión de anonimia se va diluyendo al final. Escuchamos de forma inteligible las palabras que se venían repitiendo antes sobre las ruinas. Vemos fotos de rostros en planos medios. Pero los jadeos de los animales siguen hilando el relato así sea colateralmente. En general, hay muchos planos de rejas durante el transcurso de la obra sugiriéndonos varias sensaciones. Hay jaulas pequeñas con mascotas tranquilas; rejas separando el afuera del adentro mientras los perros ladran; y sobre todo, planos enrejados. Unas son rejas de hierro, otras más endebles, que enclaustran la imagen, como si mirar nos limitara o siquiera nos amputara la libertad frente a esta película. Aprovecho la primera persona del plural porque tales composiciones están delimitando la distancia, no ya nada más entre animal (las mascotas en escena) y persona (la mirada de la cámara), sino entre pantalla y espectadores. Tienta tender asociaciones entre los cuatro elementos, pero resulta más urgente otro detalle. Captar que esta mirada en torno al encierro y a la pérdida no es una cuestión de abandono nada más, sino de la dinámica entre la mirada y lo otro. En este caso específico, Joaquín Maito están descartando en gran medida lo humano en la imagen para devolverle un sentido, siquiera efímero pero asociativo, a lo animal dentro de estos lugares cerrados o abiertos.
El director Joaquín Maito, asumió un compromiso muy problemático de llevar a cabo con éxito, como es el hecho de intentar transmitir sensaciones y crear atmósferas a partir de imágenes, generalmente bien captadas, con un criterio artístico y fotográfico de ensueño, pero sin una historia que resulte comprensible y atrapante para el público en general, sino todo lo contrario, direccionado para un círculo cerrado con pensamientos afines. Porque no hay diálogos, nadie brinda testimonios o explicaciones. Ninguna persona oficia como conductor. Simplemente, hay que aceptar el relato, así como lo vemos y nada más. Es difícil de analizar ñesta producción filmada en Tierra del Fuego (Argentina), España y Japón, cuando lo que podemos ver es una sucesión de imágenes y sonidos post producidos, qué, en ciertos casos, llegan a exasperar los nervios de tan agudos y prolongados que son. Lo que le interesa retratar al realizador son los gatos sin dueño que deambulan por la ciudad del sur argentino, y de otros países también. Junto a las antenas transmisoras o receptoras de los medios de comunicación que transmiten ruidos a veces imperceptibles al oído humano y, en otras, bien audibles y molestas. También a los perros, generalmente enjaulados o con dueños, intercalados con visitas a cementerios, planos generales de sectores de una ciudad, playas, o del campo.Visualmente, en varios momentos, superpone imágenes, mezclando la fauna marítima con las de la tierra. No tiene momentos emotivos ni informativos. Tampoco una trama esclarecedora. Es una lástima que todo lo logrado visualmente no sea igualado con la historia y termine en la intrascendencia.
CANCIÓN ANIMAL Retrato de propietarios, segunda película del documentalista Joaquín Maito, es una apuesta barroca que se podría ubicar bajo la etiqueta de cine experimental por su narración criptica, el registro disociado de secuencias visuales y sonoras a través del montaje y la audacia para experimentar con algunos recursos que provocan extrañamiento. Cuando el film apunta a una narración más convencional, con cierto trazo de ciencia ficción, resulta desparejo por lo endeble del relato. Sin embargo, no deja de entregar algunas secuencias de una profunda melancolía y hace del animal domestico un retrato de la humanidad del propietario, así como algunas vetas de su lado misterioso y salvaje. Lo complejo del film reside en cómo se encuentra estructurado. El desconcierto que genera ver animales domésticos en secuencias aisladas, con un trabajo ocasional de sobreimpresiones y el montaje experimental y confuso de sonido, va adquiriendo significado con la progresión del relato pero en primera instancia, como todo filme experimental, resulta un caudal de información críptica que no lleva a ninguna parte. Dejarse llevar por las sensaciones que despierta visualmente el relato es satisfactorio cuando apela a las emociones: los afiches de animales perdidos, la soledad de los espacios urbanos capturados, los pocos rostros apáticos, el paisaje de concreto, parques y plazas que se reparte de forma desigual como si se tratara de un enorme no-lugar, componen un mosaico de imágenes memorables. El relato que subyace y juega con algunos elementos de la ciencia ficción no resulta tan logrado. Por momentos la ambición narrativa de un relato uniforme asoma, en particular a través del leitmotiv de la grabación que anuncia un mundo nuevo a través de la revolución del proletariado (dando una nueva dimensión a la denominación propietario en función de la mascota), pero se disuelve en el bagaje de imágenes que ganan fuerza cuando se leen como segmentos aislados. La idea de animales domésticos huyendo de sus propietarios en búsqueda de un nuevo territorio libre resulta sólida pero no tanto su ejecución. En definitiva, Retrato de propietarios contiene algunos elementos interesantes que logran un mayor impacto cuando se los lee como segmentos aislados antes que desde la uniformidad que subyace. Sin embargo, uno no puede dejar de destacar su audacia visual.