Olvidense de todas las predecesoras. O no. Esta “recuela”, que reinventa la saga desde sus premisas y bases originales, una vez más, recupera la inteligencia para analizar el cine de género, el fandom, la obsesión de los cinéfilos y mucho más, en una divertida propuesta con parte del elenco original y nuevas figuras. Para no atender el teléfono durante la proyección.
Crítica publicada en Youtube
Ya no recuerdo que tan mala era Scream 4, si acaso era mala. Sí sé que Scream 3 era menos de lo mismo y que Scream 2 estaba bien. Pero ninguna pudo estar a la altura de Scream (1996) la obra cumbre de Wes Craven y su guionista Kevin Williamson. El director ya había realizado grandes películas dentro del cine terror y cuando parecía que no quedaba nada por descubrir fue Scream la película que logró reinventar todo. Porque esa película era parodia, homenaje, metalenguaje, comedia brillante y, por encima de todo, una gran obra de terror. Scream, que no es otra cosa más que Scream 5 intentando engañar a los espectadores para que entren como caballos si no saben lo que pasa, es una película mediocre en el sentido más puro del término. El producto ideal para un público desprevenido y desganado, que se conforma con entender guiños y claves secretas metidas en la trama. Nada más necesita esta película, porque si necesitara algo más no tendrían ni que haberla hecho. ¡Está llena de referencias! ¿Y eso qué valor tiene? Exprime la trama hasta la indiferencia, no hasta el enojo. Los chistes no son solo repetidos, son inútiles. No le importa a nadie la protagonista y su trauma. Uy, sí, amigos, la película menciona el fandom, lo que es tomado como una muestra de genialidad. El aporte de la película es acuñar el término recuela, mezcla de remake y precuela. Tanto nos están aburriendo con estas nuevas versiones que hasta inventan palabras para definirlas. En la película aparecen también Dewey Riley (David Arquette), Gale Weathers (Courteney Cox), Sidney Prescott (Neve Campbell), los tres en roles secundarios, para jugar a que este regreso viene con todo. Arquette y Campbell están muy bien, pero con todo el cariño del mundo hay que decir que Cox está sepultada en un rostro transformado por operaciones de cirugía estética que hacen imposible cualquier expresión facial. Scream de Wes Craven es insultada en cada escena de esta nueva película. El guión tiene serios problemas, deja personajes, abandona situaciones, fuerza todo de forma visible y la resolución es un chiste, más allá de las arbitrariedades que se le puede permitir a una película así. Sí, un personaje se llama Wes y la película está dedicada a Wes Craven. El mejor homenaje habría sido no mencionarlo, si es obvio que el motivo para Scream 5 no es otra cosa más que perder el tiempo de los espectadores dándole la peor versión de aquello que alguna vez amaron. Uno de los personajes dice amar otra clase de películas de terror, por ejemplo El Babadook, por considerarlas más complejas y profundas. Esa mención parece inicialmente una ironía, pero cuando Scream 5 termina yo también pensaba: Me gusta más El Babadook. Ojalá Scream 5 sea la última de las películas de esta serie, porque hasta Scary Movie ha demostrado mayor dignidad y respeto por Wes Craven.
En el cine de Hollywood, las historias se repiten una y otra vez. Y una ¿última? vez si todavía hay posibilidades de exprimirle algo más al concepto original. Muy pocas veces las secuelas, precuelas, reinicios y demás estrategias para reempaquetar el cuento ya conocido resultan interesantes como lo fue el primer intento. Y está bien: el objetivo de la mayoría de esas películas no es aportar novedad sino más de lo mismo para los que ya conocen de qué se trata y encuentran entretenimiento en la repetición. Algo de eso ocurre con esta nueva entrega de Scream, la saga de terror autorreflexivo inaugurada en 1996 a partir de una historia escrita por Kevin Williamson (guionista de Dawson’s Creek) y dirigida por Wes Craven, el exitoso creador de Pesadilla en la profundo de la noche y su inolvidable villano, Freddy Krueger. Ya sin Craven, fallecido en 2015, ahora la historia del grupo de adolescentes del pequeño pueblo californiano de Woodsboro, tan fanáticos del cine de terror que parecen disfrutar del hecho de ser protagonistas de un cuento lleno de sangre, mutilaciones y referencias cinéfilas, vuelve a la pantalla con los mismos trucos que en sus primeras entregas. En esta quinta película, el metadiscurso utiliza la lógica de la construcción del guion como recurso narrativo en sí mismo para transparentar los trucos que utilizan los escritores del género y así desarrollar el relato y comentar sobre el estado de situación del cine de horror actual. Se ríe de él para alivianar lo pesado, para señalar las trampas de Hollywood y aun así seguir siendo parte del juego que plantea la industria. En la primera entrega, la idea era que el asesino utilizaba todo su conocimiento sobre las reglas de las películas de terror en su favor y en contra de sus víctimas. En la continuación, eso se transformó en una reflexión sobre las secuelas, las segundas partes y la necesidad o no de que existan más allá de los intereses pecuniarios. Ahora, la vuelta de tuerca apunta a la tendencia actual de Hollywood de revivir películas exitosas y populares de otros tiempos pero no ya como nuevas versiones o reinicios sino utilizando elementos y personajes de las originales para demostrar que son parte del legado de la saga en cuestión. Es lo que sucede con la última película de los Cazafantasmas, con Halloween y hasta en Star Wars, dice uno de los personajes de esta nueva Scream, que recupera al trío de protagonistas del inicio, Neve Campbell, David Arquette y Courteney Cox, para que vuelvan a ponerse en la piel, magullada, de Sidney, Dewey y Gale. Pensada para ser un festival de guiños para los fanáticos de la saga y en menor medida para los conocedores del cine de terror y sus modas y tendencias, la nueva historia se las arregla para volver al inicio de una manera prolija y apropiada para la época. Eso implica escenas mucho más explícitas y sangrientas, un grupo de amigos en el centro de la trama que no tiene ni el tiempo en pantalla -hay que dejar espacio para los veteranos-, ni la gracia suficiente para interesar al espectador -aunque sí para irritarlo-, y un guion que se esfuerza por demostrar que nada de lo que se dice o de lo que se ve debe tomarse demasiado en serio. Esa es la primera regla del género.
Decir que vuelven no sería cierto, porque nunca se fueron. Estuvieron en las 4 películas de Scream que dirigió Wes Craven. Son Sidney (Neve Campbell), Gale (Courteney Cox, Monica en Friends) y Dewey (David Arquette) -los últimos estuvieron casados en la vida real- y están en la nueva de Scream, ¿pero seguirán si hay una próxima? A esta nueva Scream pudieron llamarla Una voz en el teléfono, ¿Y ahora quién llama? o Los sospechosos de siempre. Ante todo, aclaremos, no vamos a spoilear nada. Ya bastante avisa el afiche que promociona la peli y dice que el asesino "Siempre es alguien que conoces". Si eso no es spoiler… Confíen. Esta Scream es, como se la autodefine en el filme, una “recuela”, ni precuela ni secuela. Se mira al ombligo, gira en torno a personajes, trama y hasta locaciones de la Scream original, de la que se cumplieron 25 años. ¿Hace falta haber visto o recordar la primera? Hay guiños y referencias, pero se comenta todo como para que ningún adicto nuevo a la saga se quede afuera de la conversación. La trama transcurre, cómo no, en Woodsboro, el pueblito ficticio que creó Kevin Williamson para la saga. Hay nuevos personajes jóvenes a los que se suman los originales. Y sí, hay alguien de nuevo disfrazado como Ghostface, que está llamando por teléfono a sus víctimas. La primera es la asmática Tara -no es un dato menor-, a quien le repite el jueguito de preguntas y respuestas que le hacían al personaje de Drew Barrymore, y si contesta mal, asesina a una amiga. Y sí, se vuelve sobre Stab, la película de la que se habla en Scream 2, que se basaba en los hechos “reales” de la primera película. Y sobre los clisés del género: si no se quiere morir, no hay que decir “Ahora vuelvo”, no hay que tener sexo, etc., etc. Ya dijimos que no vamos a spoilear Los directores -igual que los asesinos en la original- son dos, Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, que juntos compartieron Las crónicas del miedo (V/H/S) y vienen de dirigir Boda sangrienta. Y son fieles a la saga, al espíritu y a la atmósfera. Lo que sí han hecho, a una década de Scream 4, es aggiornarla o actualizarla con los dispositivos con que cuentan hoy los teléfonos celulares. ¿Qué le hablan a los fans? Sí, es cierto. Y si hay referencias a otras muchas películas (entre ellas a Psicosis), también hay a directores del género (Jordan Peel), a Netflix, a las redes sociales y más. Y si ya había un Loomis -uno de los asesinos- en la Scream original, que aquí un personaje se llame Sam Loomis, como el psiquiatra que atendía a Michael Myers en Halloween... El suspenso, como enseñó precisamente John Carpenter en la primera Halloween, se crea a partir de lo no visto, lo que se nos oculta o no muestra, no con las cuchilladas a manos, cuellos o atravesando rostros. Entonces lo que suceda fuera del campo visual, o a los costados o al fondo de la presunta víctima es lo que nos tensiona. El resto ya lo vimos mil veces. La primera Scream tenía un presupuesto exiguo (14 millones de dólares en 1996), se rodó rápido, pero en ésta hay cosas que sorprenden. En una escena en la que deben correr al hospital, es de día, anochece pronto y amanece aún más rápido. ¿La habrán rodado en Finlandia? ¿En el hospital no trabaja nadie de noche? Entre los guiños hay uno tempranero ("¿Wes te sigue molestando?"), que después tendrá su explicación, pero hay que estar atentos a todo si se quiere descubrir quién está bajo la máscara de Ghostface. Y si no, quedarse sentado esperando que los asusten, que para eso también uno paga su entrada al cine.
No es una novedad que las carteleras actualmente están llenas de franquicias que el público ya conoce. Secuelas, precuelas, spin-off, reboots y remakes abrazan al espectador dándole algo que ya conoce. Lo cual hace que cada vez se haga más difícil para aquellas películas originales, sin anclajes en ningún otro medio, ni hablar las que poseen cualquier tipo de búsqueda artística. Muchos opinan que Hollywood se quedó sin imaginación, o tal vez simplemente le gusta muchísimo el dinero fácil. Y al igual que en los años noventa, aparece una película de “Scream” para mancharnos de sangre al tiempo que se burla del momento que transita la industria. La nueva entrega de la saga, dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, llega a las salas de cine el próximo jueves 13 de enero. Sin intenciones de reformular las reglas o el universo al que pertenece Ghostface. Sino que de una manera socarrona y condescendiente, utiliza la misma receta que la película original. Al igual que un gran chef, logra que se sienta fresca y radiante. Sam se ve obligada a regresar a su pueblo natal luego de que su hermana fuera atacada a puñaladas por alguien. El modus operandi utilizado para el intento de asesinato es conocido. Una llamada de un desconocido, el cual comienza a jugar con su víctima hasta que por fin logra clavarle su cuchillo. Una reversión del clásico de terror que supo darle una segunda vida al extenuado género slasher. Lo que salva a esta versión de ser una burda copia de la película original, es lo mismo que hizo a la primigenia tan gloriosa, su autoconciencia. Todo el tiempo los personajes saben que están en una película de terror con asesinos y conocen sus reglas. Por lo que las relaciones sexuales estan prohibidas, nadie quiere separarse del grupo y sobre todo hay dos palabras que no deben pronunciarse nunca: ahora vuelvo. A todo esto debemos agregarle que todos sus personajes se saben habitando una secuela/reboot. Por lo que toman como referencia los hechos de la Scream original, que en este universo es una película llamada Stabs. Generando un morboso juego donde los personajes todo el tiempo empujan los límites del metalenguaje. Sobre todo aquellos clásicos intérpretes que vienen de entregas anteriores y saben cómo funciona la matanza de Ghostface. Por supuesto que la comedia y las burlas no faltan. Si la primera era una sátira al slasher explotation de los 80s, ahora nos burlamos de los fandoms tóxicos de las películas, generados sobre todo en internet. La era de las sagas no sale endeble de las críticas e incluso el mismo Hollywood y su negocio de secuelas (del cual esta entrega forma parte) recibe lo suyo. La discusión entre terror de baja calidad, como se cataloga a las de este tipo, siendo inferior a el nuevo terror de altura se plantea desde un comienzo. Pero Scream, no hace más que refutar esto a lo largo de la trama, demostrando que ambos pueden existir en simultáneo. Sumándole unas buenas cantidades de gore, litros de sangre a borbotones, que tanto entretienen en este género. Al igual que Ghostface, la trama tropieza sobre el final. Pero es algo que suele pasar y a lo que los espectadores estamos acostumbrados. “Scream” no solo es un festín de referencias para los seguidores de la mítica saga, sino que además un tributo glorioso a todo lo que generó su versión original. Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett consiguen realizar la segunda mejor entrega de todas las Scream, ya que la primera es la piedra fundacional. Brindando niveles colosales de entretenimiento.
Bloody Tribute. En la era de los remakes, las secuelas y “recuelas” (concepto acuñado por la película), llega una nueva entrega de la franquicia noventosa, Scream, creada por el genio de Wes Craven. Después de varios años, toman la posta Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, que de manera ingeniosa logran compensar el carácter irónico y lo autorreferencial con el slasher más puro e impiadoso, sin perder nunca la esencia de la original. Estamos de regreso en Woodsboro, veinticinco años después, el pequeño pueblo que se vio conmocionado por el temible asesino serial. Donde Tara (Jenna Ortega), una adolescente que se encuentra sola en casa, de repente recibe una llamada al teléfono fijo y comienza a ser acosada por un extraño que usa la misma metodología que Ghostface. Y efectivamente este aparece atacándola e hiriéndola gravemente. Situación que hace que su hermana mayor Sam (Melissa Barrera), vuelva a su pueblo natal, del que estuvo distanciada durante mucho tiempo. Con su madre en el exterior, Sam regresa a cuidar a su hermanita junto a su novio Richie (Jack Quaid), y revela un terrible secreto sobre su conexión con los asesinatos originales. El patrón se repite. Y aparecen en escena nuevos personajes y lo retros; aquellos que involucrados por los sucesos quieren poner fin a esta nueva pesadilla. Hablamos del policía veterano, Dewey Riley (David Arquette); Sidney Prescott (Neve Campbell), LA protagonista de los terribles hechos primigenios, con un pasado traumático; y Gale Riley (Courteney Cox), la reportera involucrada en los casos de Ghostface. Elevado a mito, a esta altura Ghostfaces hay muchos. Muchos desquiciados que quieren ocupar el traje negro para ¿ganar fama? ¿para continuar el legado de un asesino, síntoma de una sociedad enferma? Scream 5 es un homenaje. Un homenaje al cine de género y a cómo el mismo fue evolucionado a lo largo de estos años. Un homenaje al legado disruptivo de Wes Craven. Una forma de desafiar al slasher llevándolo casi al límite de la ironía, pero sin que pierda su identidad. Sin perder la fiereza, la crueldad, los litros de sangre derramados. Scream 5 se gesta (o se erige) en su imposibilidad narrativa y en el metadiscurso. En una época donde el cliché está expuesto, utiliza al mismo para construir suspenso, para poner en duda, para marear. Cualquiera puede ser el asesino, las motivaciones son varias. Divertida, astuta y con buen ritmo, estamos ante una super merecida y bien pensada entrega final.
El asesino enmascarado regresa en busca de nuevas víctimas y brutales muertes en esta quinta entrega del clásico de terror para ser una de las elegidas por sus leales y soñados fans.
Perdiéndose el principio, perdiéndose el final Scream (2022), quinta parte de la franquicia comenzada por Scream (1996) y continuada por Scream 2 (1997), Scream 3 (2000) y Scream 4 (2011), todas dirigidas por el querido Wes Craven y escritas por Kevin Williamson salvo en el caso de la tercera, craneada en gran parte por Ehren Kruger porque Williamson estaba preparando su único intento como director, la algo mucho fallida Enseñando a la Sra. Tingle (Teaching Mrs. Tingle, 1999), lamentablemente es una secuela tardía, redundante y bastante hueca que no consigue ser salvada ni por el cambio de manos en cuanto a las compañías responsables de la faena, de la Dimension Films de antaño a la presente Spyglass Media Group, ni por la impronta de trabajo colectivo de los creadores, pensemos que este cuarto corolario fue dirigido por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, una dupla que forma parte de Radio Silence junto con el productor Chad Villella, grupo en el que también colaboró Justin Martínez y que viene de otra sociedad previa, bautizada Chad, Matt & Rob y fundada por Villella, Bettinelli-Olpin y Rob Polonsky, en este último caso con la intervención posterior adicional de Martínez y Gillett. La película no sólo resulta más y más de lo mismo y deja entrever el cansancio del formato del metaterror y el metagénero a rasgos macros, algo ya deducido por la catarata de autorreferencialidad palurda y terca del Hollywood de las últimas décadas, sino que pone en evidencia cuánto se extraña a un artesano verdadero como Craven, en simultáneo un experto en el rubro en cuestión, léase los sustos y los gritos, y un cineasta iconoclasta con algo para decir, al contrario de lo que sucede con la mediocridad de unos Bettinelli-Olpin y Gillett que acumulan en su haber una deslucida participación en la despareja Las Crónicas del Miedo (V/H/S, 2012), antología encarada junto a David Bruckner, Glenn McQuaid, Joe Swanberg, Ti West y Adam Wingard, esa paupérrima ópera prima en el largometraje, el mega bodrio Heredero del Diablo (Devil’s Due, 2014), fotocopia berreta y muy torpe de El Bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968), de Roman Polanski, y la bastante estúpida Boda Sangrienta (Ready or Not, 2019), variación de aquella cacería humana de El Malvado Zaroff (The Most Dangerous Game, 1932), joya de Irving Pichel y Ernest B. Schoedsack. Para comprender los problemas de este último eslabón de Gillett y Bettinelli-Olpin, quienes por cierto lo único realmente bueno que hicieron fue intervenir en la sorprendente y muy poco vista Southbound (2015), opus colectivo de Radio Silence junto a Bruckner, Roxanne Benjamin y Patrick Horvath que quebró con una mínima dosis de desparpajo creativo el ambiente ultra conservador del terror y el cine contemporáneos, debemos recordar cómo llegamos a este punto: el glorioso film original de 1996 significó el nacimiento simbólico de esta obsesión hollywoodense con la nostalgia de nunca acabar como una suerte de fórmula comercial ultra reaccionaria y temerosa de toda novedad real que descoloque al público y/ o lo saque de su aburrida zona de confort, amén de funcionar como una parodia hecha y derecha del slasher en una época en la que éste estaba condenado a lanzamientos “directo a video” y nuevas entregas de franquicias ya largamente probadas en taquilla, su primera secuela de 1997 reflexionó, precisamente, acerca de las continuaciones maniáticas y la tendencia del mainstream a maximizar los ingredientes primigenios, la película del 2000, hasta la aparición de esta nueva Scream la más floja de la saga y hoy suplantada en el podio de la peor, satirizó el ecosistema hollywoodense, la memoria popular petrificada y la dinámica estándar de las trilogías como movimientos lelos en un mismo arco narrativo, y finalmente Scream 4, sin lugar a dudas aún la mejor de todas las secuelas, le pegaba duro a la gran industria yanqui de las remakes, las redes sociales omnipresentes, la estupidez de los púberes de las distintas generaciones digitales y especialmente a la sed loca de fama a cualquier precio, ya no sólo exponiendo la propia vida sino destruyendo sistemáticamente la del entorno inmediato y más allá, especie de reformulación/ aggiornamiento de las burlas de siempre de la franquicia para con los medios de comunicación carroñeros representados en el personaje de la pragmática, sagaz y muy adaptable Gale Weathers (Courteney Cox), la presentadora de noticias televisivas que siempre acompaña a su pareja, el policía Dewey Riley (David Arquette), y a la protagonista, Sidney Prescott (Neve Campbell), en la eterna batalla contra los lunáticos que adoptan la máscara de Ghostface para retomar la masacre. Resulta más que sintomático que el guión de James Vanderbilt y Guy Busick, el primero responsable de obras tan heterogéneas como Básico y Letal (Basic, 2003), opus de John McTiernan, Zodíaco (Zodiac, 2007), de David Fincher, El Sorprendente Hombre Araña (The Amazing Spider-Man, 2012), de Marc Webb, y Sólo la Verdad (Truth, 2015), dirigida por el mismo Vanderbilt, sea apenas un eco pálido del astuto trabajo previo de Williamson y se acople a la falta de paciencia del cine actual y revele desde el vamos, en el primer acto, que las dos nuevas protagonistas, las hermanas Sam (Melissa Barrera) y Tara Carpenter (Jenna Ortega), se vinculan de modo estrecho a Prescott porque la primera es hija ilegítima del asesino en serie excluyente de la película original, Billy Loomis (Skeet Ulrich, elegido por Craven principalmente por su look similar al Johnny Depp del debut de 1984 de ese Freddy Krueger de Robert Englund), ex novio de Sidney y efectivamente quien la desvirgó en su lejana adolescencia. La nueva andanada de muertes, que desde ya tiene por núcleo al círculo de amigos y familiares de las hermanas y trae como corolario directo el regreso a las andadas del elenco promedio estable, léase Campbell, Arquette y una Cox que continúa con su boca maximizada después de una cirugía estética ya muy visible en Scream 4, conecta al pasado con el presente mediante el insistente melodrama púber de la saga -todos parientes o víctimas de todos- y a través de una sensiblería hollywoodense que ahora sí comienza a molestar en serio, algo de lo que Gillett y Bettinelli-Olpin parecen ser conscientes y por ello se esfuerzan muchísimo en simular inteligencia vía muletillas sarcásticas marca registrada, ahora sobre la preeminencia del terror arty de Jordan Peele, Ari Aster, Jennifer Kent, David Robert Mitchell y Robert Eggers, y apelan a la jugada facilista a lo golpe de efecto de matar a un personaje paradigmático, en esta oportunidad Dewey, y a esa simpática algarabía gore de manos, cuellos y muchos pechos acuchillados, también una movida retro que se unifica con las truculencias viscerales de Craven. El gran problema pasa por la ausencia total de originalidad, más teniendo en cuenta que la cocina de este eslabón se remonta a una década atrás y aquel limbo por el fallecimiento de Wes en 2015, a quien la película está dedicada. Sin ser mala aunque definitivamente tampoco buena, hilarante o siquiera central dentro de la ya vasta iconografía de la franquicia, Scream se extiende mucho más de lo debido, dos horas innecesarias de por medio, y cae en un terreno intermedio entre el olvido inmediato y unas buenas intenciones que no alcanzan para levantar la puntería porque incluso Scream 3, más volcada al humor negro que a la violencia por la cercanía histórica para con la Masacre de la Escuela Secundaria de Columbine del 20 de abril de 1999, resultaba más disfrutable gracias a su propuesta retórica anárquica y desvergonzada que parecía anticipar el derrotero jurídico de Harvey Weinstein, cabeza de Dimension Films, mediante el personaje de John Milton (Lance Henriksen), un productor hollywoodense muy putañero y garante/ artífice de acosos y violaciones. Los realizadores respetan todos los clichés esperables: aquí tenemos una introducción macabra símil corto independiente, tampoco faltan la voz del genial Roger L. Jackson como Ghostface y Red Right Hand (1994), de Nick Cave and the Bad Seeds, sonando por ahí, el compositor Brian Tyler por su parte imita como puede los latiguillos estrambóticos de la música de Marco Beltrami, gran colaborador de Craven, y por supuesto la melancolía cinéfila centrada en el slasher en su acepción hermética/ chauvinista yanqui ahora se ve condimentada con las alusiones al terror arty ya apuntado, ese que se caga en la nostalgia fetichizada del mainstream y su público lobotomizado, y con una “diversidad” de corte marketinero hipócrita que queda en primer plano mediante el fichaje de las latinas Barrera y Ortega, ambas cumpliendo bastante bien en materia actoral dentro de un elenco correcto y nada más que resulta intercambiable. La redundancia incluye a los psicópatas reglamentarios debido a que este quinto eslabón se saltea la fórmula del asesino solitario de la tercera, el hermano director de cine de Prescott, para regresar a las duplas de la original (Loomis y un cómplice bobalicón), la segunda (la madre del ex novio de Sidney y un nuevo tercero del montón) y la cuarta (la prima de la protagonista histórica y el amigo/ novio de la chiflada), hoy combinando a los tumbos la vuelta de tuerca de aquel noviecito traicionero de 1996, aquí Richie Kirsch (Jack Quaid), pareja de Sam, con el recurso retórico de la arpía a toda pompa que desea ser famosa sí o sí símil la memorable Jill Roberts (Emma Roberts) de Scream 4, hoy por hoy ese clon de segunda mano llamado Amber Freeman (Mikey Madison), amiga posesiva de Tara, lo que por cierto pretende funcionar como una reflexión acerca de la costumbre del Hollywood del nuevo milenio de responder al pie de la letra a los requerimientos imbéciles del fandom -o mejor dicho, a lo que los ejecutivos, diversos algoritmos y autómatas del marketing y la publicidad creen que son los requerimientos del fandom- en lo que atañe a los productos audiovisuales destinados al mercado global, algo así como una sustitución de la parodia de la cuarta parte en torno a la celebridad virtual con una sátira muy leve y esquemática -todas las ironías se condensan rápidamente y sin mayor desarrollo en las postrimerías del metraje, como casi siempre ocurre en el acervo industrial de nuestros días- alrededor de la figura del fanático que anhela ser protagonista y/ o tener sus “15 minutos de fama” warholianos canibalizando a sus ídolos al negarles su condición de seres humanos, reducirlos a tótems a los que admirar/ copiar y homologarlos en sí a una escalera que sirve para llegar automáticamente al mentado estrellato y a una nueva película de la franquicita de turno, en la realidad Scream y en el relato en pantalla la saga asimismo interminable de Stab. Esta quinta parte, que desde su título pretende confundirse con la original a ojos del público y de la crítica idiotas que no respetan nada y sólo admiran y suscriben, en suma, no convence ni como un reboot, porque ya está extinto el maravilloso fulgor de la obra maestra primordial de los 90, ni como una continuación bien directa de la propuesta del 2011, situación que implica que tampoco sirve como final de nada ni logra construir reemplazos dignos para un elenco de veteranos que piden a gritos su jubilación…
"Scream 5": una fórmula que ya gastó sus trucos. Las reacciones de muchos de los presentes en la función de prensa de esta nueva Scream (la quinta, una década posterior a la anterior) hacen pensar que la saga creada por Kevin Williamson y dirigida hasta ahora por Wes Craven mutó hasta convertirse en Scary Movie. La primera Scream, de 1996, había logrado reírse y parafrasear el género conocido como slashers movies en su conjunto (películas de cuchilleros locos, en criollo), sin dejar de ser una efectiva, sorpresiva slasher movie. La risa del espectador (y de los personajes) quedaba frizada de golpe por un cuchillazo artero, generando en la audiencia una sensación de incomodidad, de brutalidad, de perversidad incluso. “¿De esta sangre a chorros me estaba riendo yo?” Una inteligente progresión narrativa hacía que las autorreferencias del comienzo dieran cada vez más lugar a la locura asesina, con lo cual lo que había empezado por ser una joda sobre las películas de terror terminaba siendo una película de terror bastante espeluznante. Pero ahí es donde la franquicia y el material se agarraron a las patadas. La franquicia quería imponer seguir la serie todo lo que la serie dé, pero el jueguito entre el género y la autorreferencia ya había quedado agotado en la primera Scream, no había más cartas para jugar. Sólo repetir el truco con dos cuatro y un cinco en la mano. Es lo que con mayor (las tres primeras) o menor fortuna (la cuarta) hicieron Craven & Williamson, y que a cada entrega iba mostrando cada vez más sus cuatros y sus cincos. Había una opción para no repetirse: correrse un poco de la mecánica cuchillazos + metalingüística + quién o quiénes son los asesinos enmascarados (algo así como Martes 13 + Roland Barthes + Agatha Christie), para dotar a la saga de otras fuentes de atracción. Personajes interesantes, por ejemplo. Hubo dos o tres en las primeras Scream. Básicamente los perversos asesinos juveniles de las primeras (que mataban por pura diversión, o para mostrarse más inteligentes) y el atolondrado y enamoradizo sheriff Riley de David Arquette, versión más comédica del Dale Cooper de Twin Peaks. Pero los productores, guionistas y realizadores decidieron que escribir personajes era demasiado trabajo, y que lo que “garpaba” era la combinación Ghostfaces rotativos + jodas sobre el género (también sobre la propia saga de Scream, faltaba más) y progresivamente la serie se fue agotando en ese dark alley. Ahora, Sidney Prescott (Neve Campbell) y Gale Weathers (Courteney Cox, que en una próxima secuela podría hacer de Ghostface sin necesidad de máscara) vuelven al pueblo donde-todo-ocurrió, por la única razón de haber sido convocadas por los guionistas, que ya no son sino James Vanderbilt (coguionista de Zodíaco) y Guy Busey. Cuestión de mantener algún sello identificatorio, aunque más no sea en un par de rostros. Vuelve también el sheriff Riley, que se despide (su desaparición es el crimen simbólico más abominable y contraproducente de las cinco entregas), y el resto son los veinteañeros anónimos e intercambiables de toda película de terror contemporáneo, que pueden pasar de una saga a otra sin que uno siquiera se entere. Como da lo mismo quién mate a quién, cómo y en qué situación, quedan los chistes, que a esta altura son obvios, fáciles y previsibles. A los fans, por lo visto, les basta y sobra con eso. Por qué no fusionarla entonces con Scary Movie y repartir mita y mita, o ponerla como sketch de Saturday Night Live. Y listo.
25 años después de la serie de brutales asesinatos en Woodsboro, un imitador se ha puesto la máscara de “Ghostface” para matar a sangre fría. “Scream” es la quinta película de la saga “Scream” y será estrenada el 14 de enero de 2022. Dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett estamos ante un film entretenido lleno de momentos tensos y terroríficos. Si bien pertenece al género de Terror y Slasher, la película por momentos tiene situaciones divertidas e incluso graciosas. Hay muchas referencias a películas clásicas de terror tales cómo “psicosis” y “stab”. Los efectos especiales son muy buenos y los escenarios acordes a la trama. En mi opinión uno de los mejores aspectos del largometraje fue el guión. A pesar de la situación dramática que engloba el film era imposible no reírse con las ocurrencias de los personajes. La musicalización también es muy buena y ayuda a crear una atmósfera terrorífica característica de los films del género. Se destacan las actuaciones de “Jenna Ortega” (Tara), Jasmin Savoy Brown (Mindy) y Jack Quaid (Richie). Si les gustan las películas de terror y más puntualmente la saga “Scream” no se pueden perder esta quinta entrega.
Esta cuarta entrega de la saga, es dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet que se la dedicaron al desaparecido Wes Craven, quien junto al escritor Kevin Willamson reinventaron en l996 las reglas del terror slasher. Esa manera de criticar las reglas del género y subvertirlas, para utilizarlas otra vez, generó fans incondicionales. Y este es un regreso a los comienzos, lo mejor que se puede hacer como dicen varias líneas de dialogo del film cuando “Hollywood se quedó sin ideas” y hay que “salvar la franquicia” como sea, escuchando las voces de los fanáticos enloquecidos. Este regreso a Wodsboro implica también el retorno magnético de Nev Campbell, Courtney Cox y David Arquete. Entre las tiernas escenas de los dos últimos y la potencia de Nev, sigue estando lo mejor de la película. El nuevo grupo de adolescentes con un giro de origen que aquí no vamos a contar, tiene en Melissa Barrera y Jenna Ortega a las más destacadas. Lo demás es sangre (litros), puñaladas (a muchas revoluciones por minuto) y algunos tiros, en esta buena reaparición de ghostface. El amor por los giros de la trama y las sorpresas, anuda todo perfectamente y la diversión fluye constantemente. Los amantes del terror agradecidos.
Volvemos a Woodsboro a recrear los horribles crímenes que un par de estudiantes de preparatoria llevaron a cabo allá por 1996. La franquicia creada por Wes Craven se fue volviendo reflexiva sobre el género slayer y con altibajos fue sumando películas. Scream (como la primera de todas) vuelve al pueblo y otra vez un grupo de jóvenes está bajo la mira de un cuchillero. Los sobrevivientes de las películas anteriores van apareciendo de a poco porque son necesarios. ¿Y por qué son necesarios? Porque ésta nueva película es una recuela, ni precuela, ni una secuela más. Los fans, que a la vez parecen ser las víctimas del nuevo asesino, teorizan sobre el tema de las películas que siguieron a la original y van agregando nuevas reglas a las que ya había creado Craven. La principal es que todo siempre está ligado a la historia original, como se puede ver en en todas las otras franquicias. Hasta las series que se desprenden de Star Wars son deudoras de aquella primera película de George Lucas, esto no lo dicen en la película, pero es un ejemplo claro de lo que está pasando en el mundo de los universos expandidos en el que vivimos. EL relato se se aferra a esa regla y no tardan mucho en ir apareciendo las caras conocidas de las películas anteriores. El primero en sumarse es Dewey (David Arquette) ahora es un ex policía. Los seguidores de la franquicia reciben la primera información importante que es que la pareja de Dewey con Gale Weathers (Courtney Cox) no funcionó. Así que estamos con los nuevos protagonistas -sobre los que no contaremos el secreto que ocultan-, y a ellos se suman Dewey, Gale y Sidney Prescott (Neve Campbell) para desatar el nudo de esta nueva historia. La apertura es impactante y hay varias muertes bizarras muy divertidas, pero casi no hay terror en esta nueva Scream y si mucha teoría sobre qué es lo que necesita una franquicia para seguir existiendo. Los fans exigen no ser considerados “tóxicos”, los nuevos asesinatos buscan ser más efectistas que los de las películas anteriores. Son casi dos horas de película para volver a iniciar la franquicia, algo que seguramente los fans harán posible pagando la entrada para volver a ver otra vez la misma historia, que es lo que hacemos desde niños, desde que pedimos que nos vuelvan a contar los mismo o repitiendo una y otra vez la misma película. Mientras sigamos pidiendo ver siempre lo mismo, no duden que el cine hará posible ese deseo. Aunque cada copia se vaya desdibujando y en el fondo, ya ni podamos distinguir el original, de las secuelas, precuelas, recuelas o como quieran llamarlo. Si las vieron todas las anteriores películas de Scream no necesitan que nadie les diga que necesitan ver esta, pero por si no quedó claro, vayan que se van a divertir pero quizás no se asusten tanto. SCREAM Scream, Estados Unidos/2022). Dirección: Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett. Guion: Guy Busick, James Vanderbilt y Kevin Williamson. Intérpretes: Courteney Cox, Neve Campbell, David Arquette, Jack Quaid, Jenna Ortega, Melissa Barrera, Marley Shelton, Kyle Gallner, Dylan Minnette, Mikey Madison, Jasmin Savoy Brown y Mason Gooding. Música: Brian Tyler. Fotografía: Brett Jutkiewicz. Duración: 114 minutos. Distribuidora: UIP. Calificación: Solo apta para mayores de 16 años. Estreno en salas.
Hacer que una de las sagas más exitosas e icónicas de Wes Craven continuara su legado sin él no podía ser tarea fácil. El director que falleció en el 2015 supo redefinir el género slasher y marcó una especie de subgénero en las películas de terror adolescente que le siguieron. Lo hizo sin crear algo nuevo sino a través de una relectura y crítica que, con terror, sangre y autorreflexión, inició por 1996 y continuó con algunas secuelas, siempre tras la cámaras del propio Craven, que no lograron estar a la altura de la primera entrega. En el 2011 llegó la cuarta parte que pretendía, o así lo hubiese querido Craven, ser el inicio de una nueva trilogía y, más allá de ser una versión renovada y eficaz, resultó un fracaso en taquilla. Ya sin su presencia, con el visto bueno del guionista Kevin Williamson como productor, la continuación cayó en manos de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, dos directores que nos habían sorprendido con Ready or Not (Boda sangrienta), una película de terror con comedia y mucha sangre. La Scream original fue una película hecha para fanáticos del género. Sus villanos así lo eran y además siempre estaba el experto que utilizaba lo que había aprendido viendo la incontable cantidad de slashers realizados para sobrevivir a un asesino en serie. El blanco principal era Sidney Prescott, una adolescente virgen que vive sola con su padre. A su alrededor, se encontraba un grupo de amigos, cada uno con roles bien definidos, y se sumaba la presencia de un policía, joven y poco preparado aún, y de una ambiciosa cronista. Este trío protagonista fue el que apareció en cada una de las sagas y una pudo ser testigo de cómo los personajes crecían dentro de ella, siempre enfrentados a enrevesados asesinos seriales que se esconden bajo la máscara de Ghostface a los que lograban sobrevivir. En esta nueva Scream, que se llama igual que la primera pero es la quinta parte, hay un poco de secuela y un poco de reboot y una de las nuevas protagonistas expertas lo llama «recuela»: una continuación de la historia conocida con personajes nuevos y viejos. Porque acá también aparece esta idea de estudiar no quizás el género en sí pero sí cómo éste va mutando hasta llegar al terror que consumen hoy los adolescentes, personas que ya no se entretienen con la idea de un asesino que mata sin piedad y necesita que haya algo más detrás. Los directores tampoco pretenden superar lo que hizo Wes Craven (lo dicen de manera casi explícita ya que, para no hablar de Scream, los protagonistas siempre hablan de Stab, la ficción dentro de la ficción en la saga), sino que se ponen en el lugar de admiradores e intentan ser respetuoso de todo lo logrado. De todos modos es la primera de las películas la que se referencia constantemente, del resto apenas se puede sugerir algún detalle. El nuevo grupo de adolescentes protagonistas tiene como centro a dos hermanas distanciadas. Una de ellas es atacada y eso hace que la mayor regrese al pueblo del que se fue: Woodsboro. Lo que nadie sabe, o solamente el asesino, es que guarda un secreto familiar del pasado. Porque si algo aprendimos con Scream es que el asesino siempre tiene que algo ver con el pasado. De pronto las muertes se multiplican y el grupo de amigos cercanos se miran con desconfianza entre ellos: quien está detrás de la máscara siempre es alguien del círculo íntimo, otra cosa que aprendimos. Y si no las aprendimos, se las enumeran a cada rato para demostrarnos que estamos ante personajes que ya vieron estas películas, aunque parezcan más interesados en el mal llamado «terror elevado». Tanto rejunte de reglas y misterio alrededor de quién es el, la, o los asesinos por momentos la hace parecer un juego. Lo mejor de la película llega con el llamado a aquellos personajes queridos a los que vimos superar cada uno de estos asesinatos. Los actores originales regresan y se hacen parte de la trama de manera orgánica hasta apoderarse casi del protagonismo; son versiones más adultas y quizás un poco más suavizadas de las que conocemos. Pero a la larga son ellos a quienes queremos ver sobrevivir mientras que el grupo de adolescentes, salvo algunos con menos minutos en pantalla, no resultan nunca tan interesantes. Los directores y sus guionistas James Vanderbilt y Guy Busick demuestran su admiración por Wes Craven y realizan una digna continuación, con mucha sangre -aquí los asesinatos son retratados con la brutalidad necesaria-, humor, alguna cuota de drama, y mucho amor por los personajes con los que una siente que creció. Quizás Craven hubiese sido más sutil a la hora de muchas citas y reflexiones en torno a la mirada actual del género, y a veces la repetición constante de escenas que conocemos de memoria se tornan un poco reiterativas -cada una con algún cambio que representa la actualidad, claro-. Hay además algo un poco forzado y subrayado en esta especie de versión para los jóvenes de ahora, que tienen otros tiempos y otros intereses y también una mirada sobre el fanatismo que puede generar una película. Y sin embargo Scream en su versión 2022 es una entrega muy digna de la saga, porque la entiende y la respeta y no intenta ponerse en un lugar superior. Y además es muy divertida.
Reseña emitida al aire en la radio.
Llegó a los cines la quinta parte de `Scream', saga que lanzó sus anteriores entregas en 1996, 1997, 2000 y 2011, todas ellas dirigidas por Wes Craven (fallecido en 2015) y que vuelve ahora a la pantalla grande con dirección de Matt Betitinelli-Olpin y Tyler Gillet para entusiasmar a los fanáticos y rendir un logrado homenaje al histórico director de las anteriores películas. El argumento principal no cambió en absoluto (y nadie espera que eso suceda): en Woodsboro y luego de veinte años sin que el asesino enmascarado vuelva al ataque, Tara Carpenter (Jenna Ortega) es agredida por Ghostface y queda internada. Esta reaparición desata un revuelo en su grupo de amigos y la vuelta a la vida de Tara de su hermana mayor, Sam (Melissa Barrera), mientras que el asesino comienza a cargarse víctimas de forma sanguinaria y despiadada. Entre los personajes históricos de la saga vuelven a aparecer en la trama Sidney Prescott (Neve Campbell), Gale Weathers (Courteney Cox) y Dewey Riley (David Arquette), quienes han tomado caminos diferentes pero vuelven a unirse tras enterarse que Ghostface ha regresado. ESPIRITU El misterio de saber quién puede ser él o los asesinos es la línea que recorre toda la película. Así, mientras los personajes intentan revelar a través de suposiciones y reglas básicas quién se esconde detrás de la máscara, los personajes secundarios van muriendo uno tras otro sin ningún sentido (tal como sucede en las versiones anteriores de 'Scream'). Es noble que esta entrega mantenga su espíritu y estructura: el argumento es básico y la ejecución de la película bastante previsible pero aún así la fórmula conocida funciona y el espectador ve lo que esperaba al momento de sacar la entrada. Quien sigue este tipo de películas no busca encontrar más que eso: jumpscares, muertes sangrientas y el misterio de no saber quién está detrás de la máscara hasta el final de la película. El guiño y la autorreflexión en tono satírico a este tipo de películas de terror, y en especial al slash, le aporta a la narración un tono diferente que abre la puerta al humor negro. 'Scream 5' es un logrado homenaje a Craven, sin demasiadas pretensiones y fiel a su género, que los fanáticos disfrutarán.
Llegó el día y disfrutamos de la nueva entrega de «Scream», en donde volvemos a tener presente al primer film de la saga, la cual estrenó en 1996 bajo la dirección del reconocido Wes Craven. Lamentablemente en 2015 fallece y la quinta parte se lleva adelante bajo la dirección de Matt Bettinelli- Olpin y Tyler Gillett. Esta decisión significó un regreso, en su momento, polémico ya que para algunos la saga estaba perdiendo el rumbo y principalmente la esencia. En esta oportunidad, luego de 25 años en la misma ciudad de Woodsboro Ghostface vuelve a hacerse presente. Todo parece ser igual, una historia que se repite, pero ahora hay algo que no cuadra. Para resolver ese misterio – el de quién es el asesino – qué mejor que llamar a los expertos. Así aparecen nuevamente en escena Dewey (David Arquette), Sidney (Neve Campbell) y Gale (Courteney Cox), formando equipo para luchar con su peor pesadilla y acabar de una buena vez con esto. El estreno de la película es un regreso con muchas expectativas que, sin dudas, termina siendo un regalo para los fans. En el cast hay muchas caras nuevas pero quien se lleva todas las miradas es Neve Campbell. El resto del elenco suma pero eso se debe gracias al guión, el cual está cargado de mucho humor y hace mucha referencia al público, decisión que por suerte no fue exagerada. En cuanto a las escenas sangrientas sorprendió el concepto que mantuvieron de no volverse una típica escena con sangre salpicando por todos lados. Me gustaron. Si hablamos de la historia, hubieron algunos errores en detalles muy básicos, logrando que la consistencia de la misma se vuelva floja. Igualmente, teniendo en cuenta lo demás, en este último tiempo es la primera película del género que cumple con todas las expectativas y que, encima, no tiene una super producción como otros tanques cinematográficos. Claramente se enfocaron en la esencia del primer film de Wes para hacerle honores y lo logran. «Scream 5″ ha logrado un gran resultado, demuestra que la nostalgia siempre está presente y más volviendo ver a icónicos personajes de los 90. Para quienes no siguieron la saga, ésta es una gran oportunidad para hacer un rewatch y correr a ver la última entrega que les va a encantar.
El teléfono suena. Quien atiende está sola, completamente sola en su casa. La noche le hace compañía. Del otro lado la voz aguardentosa y seductora de un hombre hace preguntas al azar, guiando y dominando la situación. La chica sigue el juego. Entre preguntas triviales e intentos de convencer a la joven de mantenerse al teléfono, el clímax corta con una pregunta filosa y trascendente que precede la muerte: “¿Te gustan las películas de miedo?” El interrogatorio es la antesala intelectual, sádica, morbosa para atormentar a la víctima antes de augurarle un destino fatídico bajo el yugo de una cuchilla a la espera tras una puerta, un armario, una ventana. Podría ser una clásica leyenda urbana americana. Pero es el clásico arranque de la saga Scream. También es la carta de presentación de la nueva Scream, quinta parte de la franquicia, ya sin el maestro Wes Craven tras las cámaras, y que reformula y cuestiona las viejas reglas y reflexiones sobre la franquicia en sí. Acá la autoconsciencia es reformulada como único escape, digno, inteligente, hacia la supervivencia del slasher. Amolda gran parte de su cuerpo y peso al imaginario popular actual sin recaer en demandas ideológicas sin sustentos más que el de pertenecer a cierta agenda política de turno. Le interesa más reflexionar cómo se debe adaptar al acelerado mundo actual sin destituir la brecha generacional que formula en su proceder, coexistiendo en ella los viejos y medio baqueteados personajes de la primera con los nuevos jóvenes y sus tribulaciones, sin caer en una mirada reaccionaria sobre un pasado idealizado. Acá si la protagonista se llama Sam (antha) Carpenter no es como guiño fácil para el fandom; tras esa catarsis que es la del homenaje directo se esconde la flecha hacia dónde apunta gran parte del discurso de la película: cuestionar el cine total, más allá del slasher o el terror, en donde su naturaleza metafísica permite devolver algo que parecía imposible en los tiempos que corren: que el espectador sea nuevamente activo, que deje su pasividad en el confort de los sueños. Alguien dijo que antes el cine te obligaba a pensar, ahora te obliga a sentir. Scream es la prueba salvaje, sanguínea de que se puede patearle las pelotas al cinismo actual, paradójicamente creado por la primera Scream, que no hizo más que réplicas frankensteinianas en donde el espectador tomó lo autorreferencial y la autoconsciencia como herramienta mundana, sin deliberación alguna sobre sus bondades. La respuesta se encuentra en esta obra. Retrospección y resurrección, ceremonia para los novatos y ritual para los iniciados. Reivindicación del slasher actual, o neo slasher si es que eso existe, más que un greatest hits de momentos trillados, lugares comunes y clichés para el bostezo como excusa exclusiva para el empoderamiento femenino y la demonización absoluta masculina. Acá el mal está presente en todas las formas, tengan pito, tetas, o cualquier diferencia biológica así como los golpes, cuchilladas y disparos destruyen cualquier tipo de cuerpo. No hay tiempo ni espacio para lo que se viene hablando en el cine desde hace ya una década. Lo suyo está cronometrado milimétricamente para que todo momento tenga un peso dramático dentro de su universo: el de redescubrir y transformar, pero sin perder su espíritu de rebeldía (la Scream original es una película terriblemente anarquista, punk, antisistema, empoderada). El film camina sobre ese borde, ese límite, por eso es una película enérgica, movilizadora para un género que ya no es lo que era y que a su vez no se toma en serio su naturaleza subversiva. Por algo el sheriff Dewey vive aislado en un remolque, ya retirado: porque en Scream las leyes cambiaron y lo que antes era un espíritu salvador ahora es apenas un vaquero crepuscular en el ocaso de su heroísmo. O Sidney Prescott que es madre y está casada pero a su vez puede ser la scream queen más grande del slasher después de Laurie Strode (Jamie Lee Curtis). Scream, como su original, es cine posmoderno, que dialoga con trascendencia la posición que debe tomar un determinado estilo de cine para poder existir sin tener que ser pretencioso y solemne, como mucho cine de terror actual que es severamente castigado apenas arranca la obra. Los conceptos antes mencionados se magnifican en esta secuela, logrando una transformación intertextual que a simple vista parece simple, atractiva pero a su vez engañosa y cuestionable. Pero no, el film es firme y no titubea en su posicionamiento. Esa transformación necesaria, obligatoria, es la que ejerce la película sobre todo: su discurso, su mirada del mundo, sus formalidades y personajes. Todo se acopla y encaja, como las piezas del rompecabezas o las pistas que llevan a la verdad en el whodunit. Es ante todo un estudio sobre las nuevas reglas culturales y sociales a las que se tiene que adaptar el (sub)género si es que quiere seguir vivo y no pasar a ser objeto de observación de aficionados, pero sin arrodillarse y tragarla entera: una toma de posición frente a tanto producto para geeks sin reparar en el espectador medio, o cualquier tipo de espectador que no responda al fanatismo indiscriminado. Esa toma de posición es clara y unívoca, principalmente en el tramo final, aun cuando dependa en gran parte de los aficionados para seguir existiendo. Ambigüedad honesta y esclarecedora: Se mira al espejo y ve en su reflejo lo bueno y lo malo, lo blanco y lo negro, lo alto y lo bajo. Ahí se encuentra la belleza tras Scream: tal como la primera tomaba la autoconciencia intelectual y elitista que en décadas anteriores era motivo de análisis academicistas solo para especialistas y transformaba dicha información en pura pulsión lúdica, salvaje y divertida, en ésta última debate sobre la autoconsciencia instaurada ya en la cultura popular como mero guiño cínico y ya cansado a favor del escepticismo por un tipo determinado de cine y si se quiere espectador. Es decir, para redondear, autoconsciencia que viene a poner orden y resucitar a un subgénero, casi un deja vu de su original. Un espacio de tiempo eterno que se repite en loop como aquel momento en que Michael Myers, como autómata, recreaba el mórbido Halloween de su infancia y hacía nacer involuntariamente y eternamente al cine slasher.
EL PISO QUE TAMBIÉN ES TECHO Uno ya puede intuir las virtudes, pero también los defectos, el rango de posibilidades, pero también los límites de Scream (Grita) en los taglines que aparecen en los pósters: “es siempre alguien que conoces” y “el asesino está en el póster”. Allí ya podemos ver el juego narrativo, la manipulación (divertida, estimulante incluso) de las expectativas, pero también la inevitable previsibilidad cuando se entra en la fase final de ese proceso lúdico. Quizás ese piso y ese techo, tan cercanos entre sí, estuvieron presentes siempre en la saga de Scream, pero en esta nueva entrega son más palpables que nunca, aunque eso no le quita interés e incluso, paradójicamente, lo fomenta aún más. Si la primera parte de Scream era un meta-slasher que reformulaba el género desde la autoconsciencia que Wes Craven ya había insinuado en La nueva pesadilla; la segunda utilizaba a su favor todos los elementos posibles de las secuelas; y la tercera buscaba explorar los giros inevitables de las trilogías o franquicias extendidas. Si la cuestión del público, sus conocimientos y capacidad de influencia había estado siempre presente en la saga, la cuarta entrega ponía eso en primer plano, indagando en el papel de las redes sociales y los deseos de fama y exposición. Lo cierto es que esta quinta película realiza un movimiento que parece envolver, en diversas formas, a las búsquedas de todas sus predecesoras. Por un lado, se propone como una secuela-legado autoconsciente, que introduce personajes nuevos, pero también trae varios de los originales, para así releer el pasado en función de crear un futuro posible para la franquicia. Por otro, hace hincapié en ese espectador entre fanático y nostálgico, que evoca los films originales como tesoros de sus infancias o adolescencias a los creen que no se puede mancillar, y que siempre necesita de un anclaje en ese pasado idealizado para aceptar que Hollywood siga explotando las propiedades. Por eso el film no se llama Scream 5, sino Scream, coqueteando con la repetición de la original, pero para darle pie al inicio de una nueva era. A la vez, establece un diálogo con revitalizaciones de franquicias como Halloween (quizás la más paradigmática), aunque también podríamos incluir otras recientes como Ghostbusters: el legado y Spider-Man: sin camino a casa. Y, de paso, tira un par de dardos contra ese público que gusta del cine de terror culto y algo culposo -como The Babadook, La bruja y El legado del diablo-, porque en el fondo desprecia al género y quiere pensar que también está viendo films con comentarios sociales, políticos, éticos y morales. El retorno a Woodsboro -con toda su iconicidad a cuestas- que plantean los directores Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett es uno ácido y juguetón, pero también un poco contradictorio y hasta algo hipócrita, porque no deja de incurrir en lo mismo que parece criticar. Es que si el discurso de Scream (Grita) pareciera criticar a esa vertiente contemporánea donde el terror ha cobrado una solemnidad y pretenciosidad algo tóxica, lo cierto es que el film no puede evitar hacer sus propios comentarios seudo sociológicos y hasta delinear un drama entre psicológico y genético algo esquemático. Quizás esto suceda en buena medida porque los realizadores son parecidos a Wes Craven, un genial cineasta popular que a veces tenía demasiada necesidad de mostrarse inteligente y sagaz. Bettinelli-Olpin y Gillett son directores con talento para la puesta en escena y la creación de atmósferas, aunque en varios pasajes se dejan llevar por la necesidad de explicar todo con diálogos o monólogos excesivamente astutos. De ahí que no extrañe que Scream (Grita) sea una película que funcione mucho mejor cuando narra desde el movimiento y la tensión, y que flaquee en sus últimos minutos, cuando se detiene y quiere explicarse solo desde el habla. Aún con esas salvedades, Scream (Grita) cumple con su objetivo, es decir, darle aire fresco a la saga sin dejar de evocar el espíritu original. Y si por un lado deja flotando la duda sobre si hay más material narrativo o estético para abordar en futuras entregas, el conteo de cadáveres nos da pistas sobre posibilidades futuras: al fin y al cabo, todavía quedan varios cadáveres del pasado para seguir construyendo futuro.
Y sí, vuelve el asesino que revienta adolescentes a la manera de las películas de terror donde hay un asesino que revienta adolescentes. Tal cual, con los personajes históricos (el trío Campbell-Cox-Arquette) y un montón de chicos que serán pasados a cuchillo, mientras un secreto del pasado (bastante malhadado, la verdad) justifica las masacres. No, Wes Craven se murió, pero da la impresión -quizás sea solo eso, una impresión de que los realizadores realmente disfrutaron y entendieron las películas originales y su deconstrucción del género. Sin embargo, también hay en ciertos momentos un problema con el tono, ya no tan sardónico como en la primera película donde todo se desmadraba de un modo absurdo y ese y no otro era el objetivo final. La búsqueda de plausibilidad le quita un poco el placer al asunto, pero, como diría Galileo, Eppur si muove.
🎬Película: Scream (Grita).⠀ ⠀ 🔪Llega nuevamente a los cines una nueva entrega de Scream, ésta franquicia que ya de convirtió en un clásico para los amantes del terror.⠀ ⠀ 👁Esta nueva producción consigue un equilibrio perfecto entre lo vintage y lo nuevo, dejando el espectador con la sensación de satisfacción al ver que volvio la esencia de los principios de la saga, sin duda alguna es la mejor película de "Scream" despues de la primera.⠀ ⠀ 😎Scream 5 es una película que tiene frescura y no pretende ir mas alla de lo que ya se hizo, simplemente te llevando (con todos los cliches) a ese momento donde siempre te pregutas ¿quien es el asesino?. Por otro lado valoro mucho que la película no se detiene en explicarte quienes son los personajes del pasado, simplemente da por entendido que sabes quienes son y eso hace que la película sea mas dinámica y rápida con giros muy buenos y sorpresas.⠀ ⠀ 🤯Ghostface vuelve a ser ese perdonaje que te causa gracia y miedo a la vez, sobre todo en esta película donde el GORE está presente en todo momento y es realmente impecable.⠀ ⠀ 😏Las actuaciones estan a la altura, no hay sobresalientes, simplemente se ve un elenco disfrutando un clásico.⠀ ⠀ 👉Recomendación: Vayan al cine a verla, porque tiene muchos efectos de sonido que en sus casas no van a disfrutar.⠀ ⠀ ❤Conclusión: Scream volvió a darme la esperanza de que hay sagas que se pueden mejorar y que en el género de terror no todo esta perdido.⠀ ⠀ 📢 Calificación: 8/10.⠀ ⠀
Dentro de las franquicias populares del género de terror, Scream tuvo la virtud de poder sostener un contenido de calidad a lo largo de la serie. Si bien ninguna de las tres continuaciones previas pudieron superar a la entrega original de 1996, una tarea imposible de concretar, dentro de todo los argumentos siempre aportaron algún elemento atractivo para desarrollar los personajes con un entretenimiento ameno. Este nuevo capítulo que llega a los cines fue el primero en no contar con la intervención de los padres de la saga: Wes Craven y el guionista Kevin Williamson. Un tema que generaba cierta inquietud sobre todo por las numerosas decepciones que ofreció Hollywood en el último tiempo. En esta oportunidad la realización quedó a cargo de los directores de la excelente Boda sangrienta (Ready or Not), Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, quienes lograron salir muy bien parados ante el desafío de ofrecer una película de Scream tras el fallecimiento de Craven. Aunque inevitablemente se nota que los fundadores de la franquicia no fueron parte del proyecto, el film ofrece una sólida continuación adicional que se complementa muy bien con el resto de la serie. Quienes disfrutaron las películas previas no van a salir decepcionados del cine, ya que se nota el esfuerzo de los directores por ser respetuosos con una saga que redefinió el género de terror en los años ´90. Olpin y Gillet ya habían demostrado su dominio del gore y las secuencia de acción en la última película que hicieron y en esta producción los ataques de Ghostface no pasan desapercibidos. En materia de violencia inclusive es un poco más intensa que las entregas anteriores. Un condimento interesante del argumento es que se apoya muchísimo en el metalenguaje para celebrar no solo el legado de la franquicia de Scream sino de Stab, la película de ficción que recreaba los hechos del conflicto original. El juego que plantea con este tema está muy bien elaborado y más allá de las secuencias sangrientas los realizadores proponen una reflexión interesante, donde se compara el contexto cultura en el que surgió la primera Scream con el fandom geek multimedia del siglo 21 que recibe la nueva película. Los tres protagonistas originales tardan un poco en reunirse pero hasta que ese momento se concreta las nuevas figuras sorprenden con muy buenas interpretaciones. Muy especialmente la actriz mexicana Melissa Barrera que el año pasado tuvo un rol destacado en el musical In The Heights. Entre las figuras veteranas David Arquette es quien más logra sobresalir debido a que el guión le da un mayor peso a su personaje dentro del conflicto. A Courtney Cox y Neve Campbell se las disfruta con el retorno de sus personajes pero terminan opacadas un poco por el retirado oficial Dewey. En resumen, la nueva Scream tal vez no sea una obra memorable pero al menos elabora un producto entretenido dentro del subgénero slasher y no decepciona como los últimos bodrios de Candyman y el reboot de Halloween que se pinchó en su segunda entrega
El pase de antorcha nunca fue tan brutal ni afilado Ghostface está de regreso en la quinta entrega de la saga. ¿De que va? 25 años después de los brutales asesinatos en el pequeño pueblo de Woodsboro en California, un nuevo asesino ha regresado ¿podría tratarse del famoso Ghostface? El nuevo agresor que usa el mismo rostro, comienza a atacar a un grupo de adolescentes sacando a la luz el oscuro pasado del pueblo. No voy a siquiera intentar disfrazar el amor que le tengo a la saga Scream. No sería el fanático acérrimo del horror que soy hoy de no ser por la maravillosa deconstrucción del género estrenada en diciembre de 1996 que firmó el tristemente finado Wes Craven. Su trabajo, junto al guión maestro de Kevin Williamson, sentó precedentes para el futuro del slasher, reglas que hoy en día los muchachos de Radio Silence –Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett – recuperan para girarlas cual cubo Rubik y entregarlas a una nueva generación, mientras tienen la titánica tarea de homenajear al pasado mirando hacia el futuro. Tenían todas las de perder, pero Craven les debe estar sonriendo desde arriba porque la nueva Scream es una estupenda secuela escondida en las pieles de un reinicio. Una nueva entrega de la saga, once años después de la tibia recepción de la adelantada a su tiempo Scream 4, parecía poco probable. Sobre todo por la falta de su principal motor, Wes, y por extensión la carencia de un guión de Williamson. Pero se nota a la legua que Matt y Tyler son fanáticos y no iban a soltar la oportunidad de sus vidas. No hay mejor manera que rendir homenaje y al mismo tiempo sembrar un nuevo camino que dejar el asunto en manos de gente que sabe y ama la franquicia, una labor de amor y sangre que entrega sus dividendos mas brutales hasta el momento. Personajes nuevos y los legendarios se hacen presentes en el pequeño pero atribulado pueblo de Woodsboro, 25 años después de la masacre original perpetrada por Billy Loomis y Stu Macher. Como es costumbre, en la escena inicial un violento ataque hacia Tara – Jenna Ortega, gran talento juvenil que llegará lejos – da puntapié a la trama donde le/les asesine/s pondrán a un grupo de amigos en jaque, señalándose constantemente en busca del culpable. Un día típico en la serie, sin ir mas lejos, pero que irá desarrollando poco a poco las nuevas bases sobre las que se rigue esta recuela. Y digo recuela porque es el giro meta que propone Scream a secas, burlandose y al mismo tiempo siendo víctima de esos mismos vicios de reinventar una saga con años y entregas a cuestas. Hay un claro interés en reintroducir a Ghostface pero sin dejar de lado el legado de Sidney, Gale y Dewey, y el equilibrio entre lo nuevo y lo viejo es uno de los aspectos más logrados del guión de James Vanderbilt y Guy Busick. Scream le pertenece al nuevo grupo de jóvenes, con apariciones esporádicas de Neve Campbell, Courtney Cox y David Arquette, quien al vivir en Woodsboro tiene un acercamiento más directo con la nueva guardia. Todos tienen su momento de gloria, pero se extraña una participación más contundente, aunque no puede minimizarse su peso a lo largo de todo el film. El nuevo elenco funciona como una gran maquina aceitada, pero los aplausos de la platea se los llevarán hoy y siempre el eterno trío. El protagónico le cae en gracia a Melissa Barrera (In The Heights) quien guarda un temible secreto y al retornar al hogar del cual escapó hace años se destapa en una manera espectacular. Su revelación es el único gran punto de contención que tengo para con la nueva secuela porque me parece un tanto tirado de los pelos, pero subsecuentes visionados irán suavizando el golpe. El personaje de Barrera tiene que enfrentar mucho en poco tiempo, pero no genera esa devoción que sí tenía Neve con su Sidney para el final de la Scream original; su hermana Tara en cambio sí tiene ese factor X, demostrado con creces en la fascinante escena inicial, lo más cerca que volaron el dúo directorial de ese gustito a Craven que sí se extraña durante toda la película. No quiero caer en el facilismo de decir «Wes hubiese hecho otra cosa» pero los nuevos muchachos se manejan con brío en un terreno donde se sabía iban a ser comparados y mirados con la lupa, y hacen de su entrega en un altar que homenajea al mismo tiempo que se ríe de las nuevas convenciones del horror y el fandom tóxico que nunca está contento y siempre tiene quejas y opiniones. Por ese lado, la crítica es brutal y afiladísima, con líneas mas que inspiradas en boca de esa nueva diosa geek que interpreta Jasmin Savoy Brown. Y si hablamos de brutal y afilado, el nuevo Ghostface no tiene miramientos a la hora de clavar un buen cuchillo aserrado en la frágil carne de sus víctimas; el villano ha acumulado saña con el correr los años y no escatima momentos sanguinarios en el film. Lo que a Scream le falta es una set piece memorable. Craven lo logró en cada una de sus películas, siendo Scream 2 la verdadera clase maestra porque contaba con una avergonzante cantidad de ellas, pero contando la escena inicial y el desenlace, el resto apunta a mucho y no termina de convencer del todo. Quiero amar Scream con todas mis fuerzas, pero todavía no llegué a ese estadío. Es solamente la segunda de la saga que veo en cines, y si bien no la amé inmediatamente como si me ocurrió con Scream 4, sé que el amor llegará con el tiempo. Es un ajuste lógico debido a la falta de Craven, pero puede quedar tranquilo de que la tradición de no entregar una mala secuela de Scream sigue intacta. Todo lo que se propuso esta recuela lo ha cumplido, hasta monetariamente, así que no les extrañe que Ghostface vuelva antes de lo pensado.
En 1996, Wes Craven se convirtió en uno de los principales responsables de reformular las bases del siempre transitado cine de terror. Scream fue un absoluto suceso de taquilla y puso de moda al género bajo la rendidora fórmula de adolescentes en peligro, victimas del acoso de un asesino serial. Por supuesto, esto no era nada nuevo. John Carpenter, otro vital referente del género contemporáneo, lo había hecho con Halloween, en 1978. El propio Craven había creado a uno de los villanos más terroríficos, Freddy Krueger. Aquí, repite la gesta con Ghostface, antológico malvado oculto tras la icónica máscara. El nacimiento de la franquicia Scream fue posible gracias a una reunión de talento con ideas innovadoras. El guionista Kevin Williamson (el mismo responsable de series como The Following) se encargó del diseño de personajes. Marco Beltrami compuso la magnífica banda sonora. El escalofrío no tardó en atravesar nuestra espina dorsal y el gesto de horror se traslució en la hoja del cuchillo. Luego vinieron las secuelas, hasta llegar a la cuarta entrega. Lamentablemente, Craven falleció en 2015. Si uno revisa los créditos del presente film, ninguna de las cabezas creativas pertenecen al legado de la franquicia. Williamson solo cumple labores de producción (compartidas). La nostalgia completa su arco, pudiendo disfrutar de David Arquette y Courtney Cox. También maravillarnos por lo bien que envejece Neve Campbell. Por lo demás, un cúmulo de lugares comunes diluye rápidamente la propuesta. Todo lo esperable termina por acontecer. Toda secuela concebida en eterno bucle cae por el propio peso de su levedad. ¿Realmente era necesario? Vale preguntarse qué hubiera opinado el realizador de Las Colinas Tienen Ojos y La Serpiente y el Arco Iris. No solo con sangre puede mancharse un legado…
Un reinicio inevitable en medio de tantos reboots que acaparan la cartelera. Vuelven los chistes internos y se suma el discurso de las recuelas. La aparición del casting original es muy forzada y se extraña la firma de Wes Craven y Kevin Williamson.
«Scream» (1996) marcó un antes y un después dentro del terror. Wes Craven era un autor prolífico dentro del género con clásicos como «The Last House on the Left» (1972), «The Hills Have Eyes» (1977) y la mítica «Nightmare on Elm Street» (1984) que dio paso a uno de los villanos más icónicos y una de las sagas más longevas dentro del cine de terror. Durante los años ’90 el género comenzó a sufrir un agotamiento proveniente de la falta de originalidad de las propuestas, algo que especialmente se podía apreciar en el subgénero del slasher, aquel donde un asesino acechaba a grupo de personas con cuchillos y armas blancas, y las iba matando uno por uno. No obstante, ahí es donde iba a jugar un papel preponderante la película de Ghostface, un film que no solo iba a revitalizar al slasher que había visto su época dorada entre fines de los ’70 y mediados de los ’80 con un concepto bastante novedoso, sino que además iniciaría una saga y varios intentos por emular su originalidad a lo largo de la década siguiente. Kevin Williamson, guionista de la película, que originalmente se iba a llamar «Scary Movie», donde se pueden ver influencias de otros slasher como «Halloween» (1978), «When a Stranger Calls» (1979), «Friday the 13th» (1980), «Prom Night» (1980), y la propia película de Freddy del mismo Craven, vende su guion a Miramax, y el estudio convoca a Wes para dirigirla, ya que había demostrado un gran poder para combinar el terror y la comedia en sus trabajos previos. El resto es historia conocida y «Scream» fue un rotundo éxito que consiguió tres secuelas e incluso una serie de televisión que contó con dos temporadas. Si bien «Scream» parece tomar algunos conceptos vistos en «New Nightmare» (1994), donde el director ya había coqueteado con altas dosis de autoconsciencia, autorreferencialidad y metadiscurso, en «Scream» las cosas fueron llevadas a un nivel superior subvirtiendo los clichés del género, y las aparentes «reglas» tácitas que son planteadas por los realizadores. Esto le da un plus y una vuelta de tuerca atractiva al film que pegó bastante fuerte en aquel entonces. Craven fue encontrando (con menor y mayor éxito) algunas cuestiones para ir subiendo la puesta en las secuelas, incluso con los cambios en las tendencias del género conforme al paso de los años. Es por ello, que esta especie de reboot o secuela (o «legacy sequel» como le llaman a los relatos que buscan relanzar las franquicias, trayendo a los personajes clásicos pero introduciendo una serie de nuevos protagonistas), ya sin la presencia de Wes Craven que falleció en 2015, planteaba una especie de reparo frente a lo que nos podíamos llegar a encontrar con este capítulo en la saga. Sin embargo, la dupla Matt Bettinelli-Olpin/Tyler Gillett responsable de la interesante «Ready or Not» (2019) parecía ser una opción atractiva ya que también habían demostrado poder combinar el terror y la comedia con resultados interesantes. Esta quinta parte dentro de la saga que parece querer seguir los pasos de «Halloween» (2018), en cuanto a relanzamiento se ubica 25 años después de la serie de brutales asesinatos en el pueblo de Woodsboro, donde un nuevo Ghostface parece volver a acechar a un grupo de adolescentes para revelar una serie de secretos que pasado del pequeño poblado. Es así donde una nueva generación Jack Quaid, Jenna Ortega, Melissa Barrera, Marley Shelton, Kyle Gallner, Dylan Minnette, precisarán de la ayuda de los veteranos Courteney Cox, Neve Campbell y David Arquette, para resolver este whodunnit antes de que sea demasiado tarde. Se nota que la dupla directora presenta un profundo respeto tanto por la saga como por sus personajes icónicos, desenvolviéndose por un terreno seguro (y hasta conocido podríamos decir, aunque bueno ya con cinco películas resulta difícil mostrar algo nuevo) pero también dando lugar a un par de sorpresas y giros inesperados que harán que este reboot valga la pena por sí solo. Si bien en forma parece bastante similar a «Scream 4» y en estructura bastante parecida a la original, las propias reglas con las que juega la saga le dan una aproximación atractiva y (cuando no) autoconsciente que la ponen en valor. Incluso resulta hilarante y reflexiva la discusión que se genera entre los habituales cinéfilos que aparecen en los films de «Scream» a explicar las reglas del relato sobre esta nueva concepción de «terror elevado» que tanto gusta a los detractores del terror para ponerle un título nuevo a algo que les gustó dentro del mismo género; y es en esos precisos instantes de ingenio donde el largometraje funciona y se desenvuelve con soltura. «Scream» (2022) no revitalizará el género como la película original, e incluso puede que incurra en algunos desgastes (como la del doble asesino que ya se exploró demasiadas veces) propios de la saga, pero sí funciona como un gran homenaje tanto a Craven como a la saga en sí. Ahora sí deberán buscar un acercamiento más innovador en su secuela (la cual fue confirmada a la brevedad tras el éxito de esta entrega), pero aun con sus falencias esta vuelta de Ghostface resulta entretenida y agradable.
Esta quinta entrega tiene como dato relevante estar dedicada a Wes Craven, el director de las anteriores, lo cual no es un halago. Es notable el uso de la intertextualidad, sobre todo con la primera, esa que produjo un quiebre dentro del genero del terror, al declarar cuales son las reglas del género y al mismo tiempo, subvertirlas. El punto es que tanto se usa ese recurso narrativo que termina siendo no solamente agotador sino que funciona como autorreferencial de la peor manera. Nada produce una sensación de originalidad. Ni la recuperación de los personajes principales de las anteriores, Dewey Ryley (David Arquette), Gale Weathers-Riley (Courtney Cox), Sidney Prescott (Neve Campbell), hasta se dan el lujo de “revivir” al mismísimo Billy (Skeet Ulrich), este hecho da lugar a una catarata de malas decisiones, inverosímiles, que no solo no aportan al relato sino que mueven a risa involuntariamente, por su pésima resolución. Con ellos un grupo de jóvenes actores que se los ve a la deriva, sin una idea clara del personaje, de su construcción y menos de su desarrollo, muchos de esos desaparecen como por arte de magia, o del guion, no queda claro. El filme repite desde el principio todo lo de la primera, no solo eso, sino que lo refuerza con las imágenes. Por supuesto que cumple con todos los parámetros del cine de Hollywood en general y de terror en particular, digamos, si no te lo muestran muerto al personaje, no murió, el miedo ausente, el humor también. Ya que hace gala de chistes remanidos, intercalados con las escenas de asesinatos, que a esta altura da lo mismo quien mate a quien. La historia se centra en dos hermanas, cuya separación ya cumple 5 años, una de ellas será el centro de interés de el/los asesinos, para reunirlas utiliza artilugios demasiado infantiles. El primer ataque a una de ellas pondrá nuevamente en las noticias al pueblo de Woodsboro, hacia allá va la hermana de la victima, con su novio. Y produce el regreso de las damas mencionadas antes, sobrevivientes de las anteriores. Todo desde el principio es demasiado previsible, por ende se torna aburrido, nada produce susto, menos sorpresas y el final se agradece. Aunque queda abierta la posibilidad de una continuación, si para establecer incoherencias en beneficio de la taquilla estos tipos son increíbles. Un dato de color digamos, Neve Campbell esta cada día mas bella, no parece que los años pasen o hagan huella, en cambio Courtney Cox si continúa con las cirugías terminará actuando como narradora en “Cuentos de la Cripta”. Calificación: Mala
Revivir franquicias viejas… ¿para qué?. Mientras que la gente y la crítica cuestionan la movida, al menos yo entiendo la razón comercial del tema: de unos años a esta parte ha comenzado una reventa salvaje de franquicias, muchas de las cuales cambian de manos al menos un par de veces en un par de años – como pasó con Terminator y ahora ocurre con Scream -. Será que los estudios quedaron medios fundidos por la pandemia, el asunto es que los nuevos dueños lo primero que hacen es cocinar un reciclado / reboot / secuela para, aunque sea, compensar algunos costos y de paso probar suerte si la saga tiene suficiente pulso como para ser revivida. No todo el mundo es un magnate aburrido con guita que quiera volver a testearse en el mismo terreno donde tuvo éxito – léase, Spielberg y Lucas con las últimas aventuras de Indiana Jones -; por eso resucitan los Depredadores, los Rambos, los Duros de Matar, los Michael Myers y toda esa bocha de IPs (propiedades intelectuales) que datan de los 80s. Si Halloween pudo ser revivida con toda la furia – en buena parte gracias a la magia cormanesca de Blumhouse y a una apasionante vuelta de tuerca que me entusiasmó hasta a mí, que odio el slasher -, ¿por qué no traer de nuevo a la vida a otro asesino serial enmascarado?. Acá no está Wes Craven (fallecido en el 2015) ni Kevin Williamson (al menos en los textos). La pregunta es si un grupo de fans podrá revivir una saga que hace 11 años intentó volver y sólo obtuvo tibios resultados de taquilla. La realidad – y de esto Jason Blum sabe de sobra – es que todo se trata de costos y ganancias. Aun cuando lo que produzcas sea una porquería, si es muy barata y recauda el doble entonces es rentable. Scream 5 solo salió 24 palos verdes y recaudó 134, y aunque eso no la convierte en Avatar o Endgame, hace un 500% de utilidad por el magro dinero invertido – un vuelto para lo que son los standares hollywoodenses -. Así que, buena o no, Scream 6 será inevitable. Por otro lado no es una mala inversión comprar una IP de terror; en tiempos de crisis la gente se refugia en el cine de horror mas que en el género de acción o la comedia – la Universal se hizo grande en los años 30 luego de la Gran Depresión del 29 vendiendo vampiros, momias, hombres lobos y tipos construidos con partes de cadáveres -, y siempre podés contratar a alguien mas o menos conocido que esté en la mala, cosa que le pagues dos mangos y te haga cartel. Esas son las únicas, puras y exclusivas razones por las cuales Scream 5 existe. No es que había mas historia que contar o que encontraron una vuelta de tuerca fenomenal e imperdible. Pero al no estar los responsables creativos originales de esto, la película se siente desbalanceada. En si el filme está mejor dirigido que escrito – las secuencias de suspenso están buenas pero las actuaciones son mediocres, los diálogos se enciman y van a mil por hora, y hay momentos en que uno queda con las ruedas para arriba porque no termina de entender quién es quién -. Por supuesto los libretistas – que vienen de las aventuras del Hombre Araña era Garfield y que su mayor logro (junto con los directores) era la graciosa Ready or Not – se hacen los bananas aunque no sean Williamson, y terminan enredándose con sus propios argumentos. Scream (la original) era didáctica – en cuanto a las reglas del cine de terror -; acá supone que, como todos estamos con Internet, sabemos lo que es una Mary Sue, una Re-Cuela y la mar en coche (y sí; yo lo sé, pero he ahí el error del script, que parece escrito por fans para fans y no para el público en general). Acá para refritar todo metieron a parientes directos y lejanos de personajes históricos de la saga – y la mayoría pareciera haberse casado con morenos o latinos, cosa de darle representación racial al cast (!) – y trajeron de vuelta a la Campbell, Cox y Arquette en una presencia mas nominal que de verdadero peso en la trama. Si, pretenden un pase de antorcha pero los herederos – en especial la protagonista Melissa Barrera – carecen de expresividad y carisma como para entusiasmarte cuando tomen la posta. Si hay manera de definir a Scream 5 es que es El Despertar de la Fuerza de la saga (el mismo cast lo dice). Hay gente nueva e históricos de la saga, la historia es un refrito del original y solo tenemos variantes de las secuencias memorables del primer filme. Como entretenimiento funciona, pero es fácilmente olvidable una vez que pasaron los créditos finales. Los tipos nuevos son muy blandos o superficiales, los históricos van en piloto automático – aunque debo admitir que el cruce entre Courtney Cox y David Arquette (divorciados en la ficción y en la vida real) tiene un costado amargo y metaficticio que te pesa (si conocés la historia real entre ellos) – y la revelación es, por lo menos, traída de los pelos. Hay un disparo directo al fandom tóxico (ese que es capaz de boicotear franquicias o provoca que los estudios realicen cambios radicales a sus planes iniciales, como la Ghostbusters con el elenco femenino o cuando J.J. Abrams metió mano en la última película de la última trilogía de Star Wars) pero se ve demasiado rebuscada. Con alguna sorpresita que otra, sustos pasables, algo de gore de mas y un libreto con bastantes agujeros Scream 5 se deja ver. No es un regreso con gloria, al menos es respetuoso de la franquicia pero las nuevas adiciones no convencen demasiado. Habrá que ver cuando llegue la inevitable sexta parte, a ver si los productores / directores / libretistas tomaron nota de lo que a la gente no le gustó o no convenció en esta oportunidad y decidieron corregirlo con una dosis de inesperada creatividad.