SOLO, película en solitario de Artemio Benki (recientemente fallecido) que sigue el derrotero de Martín Perino, talentoso pianista que tras estar en una institución psiquiátrica se reincorpora, como puede, a la sociedad. Sus ganas de tocar el piano, tan fundamentales para él como cualquier otra de sus necesidades vitales, impulsan un viaje cinematográfico profundo y doloroso hacia la vida de un hombre que lucha por sus sueños a pesar de los obstáculos que diariamente debe sortear. SOLO se podrá ver el 21 a las 20 en CINEARTV y el sábado 24 a la misma hora. Disponible luego en CINEAR PLAY, desde el viernes 22 durante una semana.
Martín Perino fue un niño prodigio. Un precoz fenómeno del piano que prometía una carrera brillante y como tal fue tratado por sus padres y maestros en busca de una perfección que años después terminó por quebrar su frágil equilibrio psíquico. Como producto de esa presión agobiante, sufrió un brote psicótico y fue ingresado en el hospital José T. Borda de Buenos Aires donde estuvo internado por cuatro años. Es desde ahí de donde lo toma el documental Solo, primer largometraje como director del francés residente en Praga Artemio Benki. Solo parte de una caída (que está fuera de campo) pero sobre todo es una historia de reconstrucción, la que arranca con Martín desde su etapa como interno del célebre hospital neuropsiquiátrico y los días previos a su externación, y continúa cuando, ya viviendo solo en la casa de su infancia, intenta rearmar su vida, lo cual incluye poder seguir haciendo música, en particular tocando el piano, algo que se revela como una tarea para nada sencilla. El de Benki es un documental de observación y registro, sin entrevistas y sin un relato en off. El film acompaña el presente de Martín y permite que nos vayamos enterando de su historia previa a través de sus propias palabras cuando en su transcurso dialoga con otros. Así es como él mismo va construyendo paulatinamente el relato, reconstruyendo su historia también para sí mismo y resignificándola a la luz de todo lo que atravesó. Martín es además un personaje lúcido, capaz de reflexionar sobre su propio pasado y sobre aquello que lo llevó hasta el lugar donde se encuentra. Claro que ser lúcido y bien articulado no es una garantía contra el sufrimiento ni un reaseguro ante su propia fragilidad o los avatares de la vida, pero sí le permite ir elaborando un sentido sobre lo que le pasa y lo que podría ser a partir de allí. La música y el instrumento juegan un papel complejo, ambiguo para el protagonista. Esa combinación es parte de lo que provocó su crisis pero es al mismo tiempo condición para su salud mental. Mientras está internado y tiene acceso a piano y teclado, se sumerge en su música y toca con pasión. El acto de tocar se revela como una pulsión apremiante, algo que él mismo llama “una necesidad fisiológica”. Cuando sale del hospital y pierde ese acceso inmediato empieza a vivir algo similar a un síndrome de abstinencia y a deambular erráticamente en busca de satisfacer esa pulsión, presentándose en recitales de moteros para pedir cinco minutos en el escenario, llamando a pubs para pedir que le dejen usar el piano esa misma noche así sea de madrugada, o aprovechando su presencia en una fiesta para sentarse en el piano de la casa y armar un concierto espontáneo para la concurrencia con interacción incluida. En el medio de esa búsqueda calma la ansiedad tamborileando los dedos contra cualquier superficie. Es ineludible con esta clase de personajes pensar de algún modo la relación entre la locura y el arte. Un tema que el cine abordó muchas veces desde una cierta idealización, suponiendo que una es consecuencia o posibilidad de la otra. El film de Benki, por el contrario, no romantiza la locura y muestra que Martín es un músico talentoso no por su enfermedad sino a pesar de ella, algo contra lo que tiene que luchar todos los días, incluso si forma parte inevitable de su obra, como lo demuestra “Enfermaria”, el título de la composición en la que hace tiempo viene trabajando. En un dialogo con su terapeuta elabora respecto a la categoría de niño prodigio qué parte de la misma es un lastre del que necesita liberarse y qué parte puede rescatar: “fuera el prodigio, que quede el niño”. Si el documental arranca con su protagonista internado y continua con el mismo afuera, este movimiento no implica por ello un final, aunque es de por sí un gran logro, sino el comienzo de otra etapa no menos difícil ni plagada de obstáculos. Martín tiene que diariamente aprender a vivir afuera y libre, a reconstruirse y también a ser autónomo, poder estar solo aún si siempre se necesita un poco de los otros. Es por ello que lo vemos también en sus fluidas e indispensables relaciones con su terapeuta, sus amigos y compañeros del hospital. Se trata de una historia de supervivencia y en cierto modo de superación, aunque el planteo no es ingenuo y da cuenta de que ese trayecto no es simple ni directo. Martín cuenta con su talento, su inteligencia y su sentido del humor. Y cuenta también con el piano, porque lo que el film sugiere, volviendo sobre esta ambigüedad presente en la vida de su protagonista, es que hay algo como el poder terapéutico de la música. SOLO Solo. Francia, República Checa, Argentina, Austria. 2019 Dirección: Artemio Benki. Con: Martín Perino,Federico Daniel Bustos, Luis Roberto Duarte, Soledad Madarieta, Sebastián Moscó, María Isabel Siewers, Cecilia Cibert. Guión: Artemio Benki. Fotografía: Diego Mendizabal. Montaje: Valeria Racciopi, Jeanne Oberson. Música: Martín Perino. Sonido: Pablo Girosa. Producción: Petra Oplatkova, Artemio Benki, Rebecca Houzel, Sergio L. Pra, Arash T. Riahi, Nicolás Tuozzo. Duración: 85 minutos.
Artemio Benki nació en París, desde 1992 está radicado en Praga, pero a fines de 2014 conoció en el hospital Borda a Martín Perino y supo que ese joven debía ser el protagonista de su primer largometraje. Perino comenzó a estudiar piano a los cuatro, a los diez ya dio su primer concierto y se perfeccionó con grandes maestros, ganó varias becas y hasta tocó en el Teatro Colón. Sin embargo, en medio de la creciente (auto)exigencia por sobresalir y alcanzar la perfección, fue diagnosticado con esquizofrenia e internado durante casi cuatro años en ese neuropsiquiátrico. A los 35 años, Perino sale del Borda y la cámara atenta pero jamás intrusiva de Benki lo acompaña en su difícil tarea de volver al mundo real. Tras aquel trance marcado por la disociación de la realidad y lo fragmentario, el protagonista intenta -más allá de las dificultades y los miedos- alcanzar una vida lo más normal posible: logra recuperar la casa familiar y lucha por cubrir "la necesidad fisiológica" (así la llama) de tocar el piano. Sin testimonios a cámara, con sonido directo, un enorme respeto y una indudable capacidad de observación, Benki va exponiendo la deriva y la fragilidad de Perino, pero también la progresiva reconexión y el proceso creativo de EnferMaría, una obra ligada a su experiencia curativa concebida en asociación con una bailarina y coreógrafa llamada Sol. Solo resulta un retrato bello y cristalino sobre la superación y las segundas oportunidades.
El rincón de los pedazos rotos vibra con su inquieta melodía. Crítica de “Solo” El director francés Artemio Benki repasó los ritmos de vida, procesos e intercambios del protagonista Martín Perino con astucia al mostrar sus temores, manías y comentarios propios o ajenos del pianista. Por. Florencia Fico. El argumento del documental se basa en la figura de Martin Perino; un talentoso pianista argentino que tras una crisis psicológica estuvo cuatro años en el hospital psiquiátrico más conocido en Latinoamérica “El Borda”. Desde pequeño era muy habilidoso y virtuoso con el instrumento que ahora fuera de la institución mental se reúne con una existencia con varios interrogantes y su futuro. La dirección y el guión de Artemio Benki propone un registro documental al estilo observación. El cual genera un contacto directo con el personaje principal y le cede el control a los sucesos frente a cámara. Aunque Benki propicia un nexo muy íntimo con Martín Perino desde su mirada perdida, el teclear incesante de Perino, las conversaciones con internos o dados de alta. Su dificultad para vincularse con otros, su reflexión personal sobre: la soledad, su descontrolada energía, su fragmentación que pudo unir gracias a su instrumento de cabecera, su confusión entre realidad y fantasía.Las disputas entre la vida o la muerte que supo ubicar; dentro de su esquizofrenia paranoide. Sus primeros pasos afuera del hospital con agorafobia o ataques de pánico, sus caminatas y rehacer su agenda cotidiana. La necesidad imperiosa de estar cerca de la música ya sea en un bar, una escuela, en su cumpleaños y en el sanatorio psiquiátrico. Su ayuda al intentar sanar con su arte a los pacientes de la clínica. Benki recupera otra pasión de Martín como la natación asimismo la relación con sus padres y su madre que lo lleva a la música desde nada más ni nada menos que el compositor polaco Frédéric Chopin. Un nivel que lo dejó en oportunidades una sensación de auto exigencia poco sana. La fotografía de Diego Mendizábal hace planos detalle en Martín como una radiografía de sus actividades diarias, en sus manos que repite las notas musicales una y otra vez, su vicio el cigarrillo. Algunos planos generales cuando toca y lo hace parecer invisible asimismo con mucha destreza casi desmesurada. Las tomas en el hospital El Borda también son representativas de los marginados por las sociedad, los que sufren, los que pintan para dar color a un edificio de gris concreto y los que gritan, bailan o lloran por ser ignorados. La música de Martín Perino vuela y aterriza por todo el documental. Ya sea un tarareo de “Ahora qué…” de Juan Martinez Sabina, una frenética performance del tema Danza de la mosa Donosa. Su propia composición “Enfermería” que el pensó como esa transición interna que lo hizo aceptarse a si mismo, un toque de nostalgia y libertad. “La música está entre nota y nota, hay un tiempo infinito, puedo manejarlo”, dice Perino frente a una clase que lo escucha. Demuestra como domina su vida a través de los ritmos, armonías y su interpretación que bien puede aparentar solitaria pero se halla llena de pasión, público y destacado ímpetu. El filme navega profundamente en la mente de un artista brillante, esboza sus máscaras y las destapa; además trata de entenderlas. La idea de bucear en la locura abre un abanico de perspectivas a debatir: la auto exigencia, la soledad, la fragmentación interna, marginación, los mundos paralelos que pueden formarse y el refugio de los desbordes: la música. Puntaje:85 Dirección Guion Música Reparto Arte El filme navega profundamente en la mente de un artista brillante, esboza sus máscaras y las destapa asimismo trata de entenderlas. La idea de bucear en la locura abre un abanico de perspectivas a debatir: la auto exigencia, la soledad, la fragmentación interna, marginación, los mundos paralelos que pueden formarse y el refugio de los desbordes: la música.
“Solo” de Artemio Benki. Crítica. Ahora que tengo un alma que no tenía. Uno de los estrenos de la CineAr TV (Se estreno ayer a las 20 y se repite el sábado 23 a la misma hora) y de la plataforma Cine.Ar Play es la película que explora la vida de un prodigioso pianista que vió su carrera interrumpida por problemas psiquiátricos. Por Bruno Calabrese. Martín Perino fue un prodigioso pianista a muy temprana edad. Su habilidad con el instrumento le permitió ganar becas para estudiar e incluso llegar a tocar en el Teatro Colón. La fama le llegó pronto pero un problema psiquiátrico (ezquizofrenia-agorafobia-síndrome autorreferencial-ataques de pánico) derivó en que sea internado en el Hospital Borda para iniciar un tratamiento. Luego de cuatro años de estar internado, el joven es dado de alta. El documental de Artemio Benki retrata todo el proceso de reinsertarse en la sociedad en primera persona. Las palabras de Martín son las que narran la historia, pero no como una simple , la interacción con quienes lo ayudarán con el difícil proceso de volver son quienes marcan el pulso narrativo del film. Así es como veremos a Martín dialogar con su psicólogo, con ex pacientes que harán de sostén es su vuelta al exterior. Esos encuentros son excusas qe sirven para que el joven pianista cuente sobre su pasado pero también como vive su salida. A través de una experiencia observacional nos sumergimos en la vida del virtuoso pianista en un momento clave de su vida. Allí conoceremos su relación con otros pacientes (algunos con transtornos severos y otros más leve). En esa interacción Martín siempre se encuentra casi siempre sentado con su instrumento. El director recogerá momentos emotivos como cuando uno de los pacientes comienza a tener una crisis y el lo relaja utilizando el piano. Pero no solo existe la relación con los internos, otro pilar que será fundamental en su proceso de reinvención: la profesora de baile del hospital. Es ella quien interpreta, junto a otros pacientes las piezas que Martín compone y quien colabora para que sienta la importancia de sus interpretaciones. Por que una de las razones que más hacen sufrir a Martín es la aceptación del otro, el reconocimiento de su trabajo que lo haga de salir de esa soledad que lo hace sufrir, mucho más ahora que debe volver a su vieja rutina. Entre charlas con otros ex pacientes encontrará la manera de reflexionar sobre todo lo vivido. Sobre sus autoexigencias, como su rigidez mental no le permitió negociar con la realidad y lo condujo a la crisis que truncó la carrera. Al salir encontrará que las palabras de uno de ellos es la realidad de cada uno de ellos, no encontrar nada que hacer, volver a los miedos por la falta de costumbre que genera el estar encerrado. Martín deambulará por espacios culturales para que lo dejen tocar sin darse cuenta que el lugar no es el adecuado para su música (intenta entrar en un encuentro de metaleros). El film tiene un quiebre en la mitad, con un salto en el tiempo donde nos encontraremos a Martín con el pelo largo. Sin lugar donde tocar, recorriendo la ciudad en busca de un piano para tocar. De vez en cuando la cámara toma sus manos que permanentemente juegan con un piano ficticio, lo que demuestra la imperiosa necesidad de conectarse con el instrumento. Pero también vemos su casa, de grandes dimensiones, a medio terminar y su soledad en esa inmensidad. También interactuará con gente de su infancia para volver a conectarse con su pasado, a quienes narrará sus vivencias, reflexionará sobre su soledad y su pasión por el piano, siempre en conjunción con imágenes cargadas de simbolismos visuales. Al igual que en “Claroscuro” de Scott Hicks, basada en la vida de otro pianista, David Helfgott, el film refleja los dos lados de la personalidad del protagonista, con la diferencia que acá lo hace desde lo observacional. Logrando que “Solo” sea un documental transparente cargado de emociones, donde lo bonito de las composiciones musicales hace contraste con la soledad de Marín, dejándonos una sensación agridulce sobre un ser que lucha contra sus propios fantasmas internos. Puntaje: 90/100.
“Miradas necesarias” El último film realizado por Artemio Benki; un documental estrenado mundialmente en primera instancia, en la sección ACID del festival de Cannes del pasado año. Solo (2019) es el primer largometraje del director nacido en París. Su protagonista es Martín Perino, un gran pianista repleto de pasión por la música y todo lo que ella interviene. Desde muy pequeño, el músico se adentró en el mundo del piano, asistiendo a clases en sus primeros años de vida y dando conciertos hasta en el mismo Teatro Colón. En el trayecto de los comienzos de su carrera musical, Martin fue diagnosticado con Esquizofrenia e ingresado en el Hospital Borda. Allí continuó su camino en el arte, preparando piezas que hacían del piano mucho más que un instrumento. Entre cantos, presentaciones acompañadas de una danza sumamente expresiva por parte de Sol, una amiga del protagonista; los internos, los médicos y todo el Hospital, se bañaba de la música que Martín irradiaba. Cuatro años más tarde, el pianista tiene la posibilidad de salir nuevamente al mundo y así lo hace. La cámara lo acompañará con delicadeza en un momento tan crucial, en el que debe reacomodarse en un lugar que al principio se percibirá incómodo y por sobre todas las cosas, en un lugar en el que se sentirá con fuerza, la falta de un piano. La mirada de Benki, resulta la más acertada en cada momento del film, respetando el espacio de las cosas, observando con atención y sin intervención, la vida que envuelve a su personaje. El documental encontró su rincón en el arte, consiguió transmitir la historia de un apasionado por la música en un camino poco convencional, pero por sobre todas las cosas, en un camino dónde la música supera hasta su propia connotación. Por partes, podemos observar a Martin levantando el teléfono hasta últimas horas de la noche, rogando por el acceso a un instrumento; explicando cómo deberá negociar con la realidad, porque cueste lo que cueste, debe tocar el piano. La película, no sólo cuenta con un músico de protagonista. Martin Perino, ofrece poesía, regala una mirada con mucha sabiduría sobre todo lo que nos rodea, aunque para algunos esa realidad parezca distante. Nos demuestra el recorrido de la vida en situaciones muchas veces dolorosas, pero hasta con un intento de actitud risueña; rodeado de amigos que acompañan en la constancia de lucha. El documental de Benki, demuestra la importancia de su género. "Historias individuales que superan las barreras de lo personal y transmiten de manera natural, la vida misma. Historias que transforman a su protagonista en alguien conocido, y por sobre todas las cosas, historias que permiten que las pasiones y las concepciones reflexivas del mundo, logren convertirse en las del espectador en menos de una hora y media."
¿AHORA QUÉ? A Martín Perino le piden que haga sonar una canción que signifique algo importante para su presente y pone Ahora que…, tal vez una de las mejores canciones de Joaquín Sabina. Ahora que… es toda una rareza dentro del cancionero de un autor al que le salen más fácil las canciones de ruptura que las de reencuentro (bueno, a quién no). Es el tema de un tipo que ahora vive con alegría aquello que antes era pesar porque, básicamente, encontró el amor. Entonces Martín pone el tema en su celular y se observa una emoción genuina. Pero para Martín, un ex niño prodigio del piano que estuvo internado cuatro años en el hospital psiquiátrico Borda por un caso de esquizofrenia, evidentemente la canción significa otra cosa, tiene otro sentido. Y canta aquello de “ahora que una pensión es un palacio” abriendo los brazos, feliz de haber salido del hospital y vivir en la casa familiar que le quedó como herencia. En un simple acto, convierte la metáfora en algo literal. Y llega el estribillo y lo canta a los gritos, con la efusividad propia del que atravesó un momento complicado y puede volver a sentirse vivo. Pero esa idea de algo que adquiere múltiple sentidos es un juego más que interesante que propone Solo, el documental de Artemio Benki centrado en la figura de Perino y en un par de asuntos complejos como la locura y la disociación que la sobreviene. Solo, acertadamente, evita los comentarios, la opinión médica y mira de frente a su protagonista para encontrar el reverso de esa marginalidad relacionada con las enfermedades psiquiátricas, que en ocasiones vuelven literal lo intangible. Solo sigue a su protagonista desde el momento en que está por salir del Borda y durante el proceso posterior, cuando busca la manera de reinsertarse en la sociedad. No es fácil: Perino tiene una relación obsesiva con la música, él quiere tocar el piano a toda costa. Es lo único que siente que necesita en su vida. Por eso se va con un amigo hasta un festival de bandas metaleras con el fin de que lo dejen subir al escenario aunque sea cinco minutos para tocar el piano. No lo dejan. Las enfermedades psiquiátricas como las que padece el protagonista están relacionadas muchas veces con caracteres obsesivos y un nivel de auto-exigencia que puede resultar nocivo. Tal vez por eso el ámbito musical, el conocimiento de un instrumento y su mecánica, requiere de una repetición sistemática que en ocasiones puede llevar a esa disociación. En Perino es evidente, mientras habla, que sus manos quieren practicar la digitación, se mueven nerviosamente; también fuma -y mucho- nerviosamente. Benki captura eso y lo vuelve forma. Construye un documental de primeros planos o planos cortos sobre el rostro del protagonista, sobre sus manos, también sobre su espalda mientras recorre una ciudad impersonal con la vista perdida, tal vez, en ese piano que persigue como una cantimplora en el desierto. Todo remite a una insatisfacción, a una angustia interior que solo parece mitigar la música. Y esa asimilación de lo obsesivo vuelve tenso al relato, lo hace incómodo. Esa incomodidad que consigue Benki no es solo superficial, es también una forma de aceptar la ausencia de una salida a la encrucijada en la que se encuentra Martín. La falta de un discurso que se superponga a la voz del protagonista, de psicologismos simplistas que adjudiquen los males a conflictos del pasado, es la más honesta aceptación que tiene el documental sobre una condición que acompañará al protagonista por siempre. En la voz de Martín se escuchan algunas ideas sobre su pasado, el vínculo con su madre -también pianista-, pero son pasajes más confesionales, catárticos, que no buscan ser condicionantes. Solo es una película que no recurre al mensaje tranquilizador del enfermo que se cura a través de la música, sino simplemente es la revelación de que un conflicto como el de Martín es puro presente. Porque logró salir del hospital, los problemas parecen haber quedado atrás, pero siempre aparecen situaciones que renuevan la angustia. En ese contexto es que jugando con aquel tema de Sabina y con la capacidad del protagonista por encontrar otro sentido, nos podemos preguntar, mientras lo vemos a Martín caminando y apurando un pucho por la calle, ¿ahora qué?
Que se vaya el prodigio, que quede el niño. Martín puede dar testimonio de lo peligroso que puede ser cruzar la línea, tiene bien en claro porqué, cómo se enfermó y por sobre todo cómo funcionan las cosas. O mínimamente su punto de vista es mucho más interesante del de cualquiera que se autodenomina “normal”. Sintetiza con simpleza lo inexplicable, conoce lo que existe del otro lado, puesto que siempre será una tentación y lo prohibido está muy bien camuflado. Para un niño prodigio demasiado autoexigente que regresó de la oscuridad, y que hoy solo le tiene miedo a la libertad, su refugio fue, es y será por siempre el piano. Solo (2019), el último trabajo documental dirigido y escrito por el parisino recientemente fallecido Artemio Benki, retrata un momento crucial en la vida de Martín Perino, un niño prodigio, virtuoso pianista y compositor argentino que ha sido paciente del hospital psiquiátrico El Borda durante cuatro años. Absorto por la creación de su próximo trabajo “Enfermaria”, trabaja junto a su amiga Sol, bailarina de danza contemporánea. Intenta al mismo tiempo hacer frente a su enfermedad y encontrar, tal vez, una vida fuera del controversial hospital. Benki, elige acompañar al músico desde un lugar de observación, sin intervenir y tomando la distancia atinada respetando a Martín en un momento delicado y aprendiendo de él. Brindándole el espacio adecuado para que escuchemos, sin invadirlo, como si la cámara no estuviese allí. Es notable la confianza que existe entre el protagonista y el director, gracias a ello, el músico habla lo necesario, resumiendo en pocas frases, verdades o conclusiones de una profundidad sublime, que todos deberíamos anotar y reflexionar al respecto. El director elige no detenerse en ellas, quizás para connotar como son sus días. Los planos más recurrentes, son primerísimos primeros planos de sus manos tocando el piano. La magia y el documento comienza cuando Martin y el intrumento se funden y su música nos acompaña de manera permanente. Chopin, Mozart, Beethoven, La suite para piano Iberia, compuesta por el español Albéniz, piezas complejas de tocar, que Martín domina con fluidez y estilo elegante. Considero que el nombre de este documental describe en su totalidad al protagonista. En especial en un momento, luego de que nos enteremos el real motivo por el cual fue diagnosticado con esquizofrenia y mientras aguardamos un recital en el cual vive un momento muy movilizante, le dedica una pieza a su madre y lo vemos observando a la gente bebiendo champagne como antes de que se sentara al piano, como si nada hubiese pasado. En lo personal sentí su soledad, pero una soledad sana y una linea divisoria transparente, que nos invita, en cierta forma, como mínimo, a reflexionar. Tenemos la gran oportunidad de elegir ser robots funcionales para otros o liberarnos y explotar nuestras habilidades con voluntad y quizás sentir felicidad. Es el momento más conmovedor y el principal mensaje/ lección que transmite el documental. Tomo solo una reflexión de Martín tomando un café en un bar con sus amigos y fumando sin parar: “… ojo si sos muy autoexigente, no hay que ser muy autoexigente con uno mismo, tu estructura mental se pone rígida, durísima… no pasa nada, ni entra ni sale nada, y eso no te permite negociar con la realidad que te rodea minuto a minuto y se transforma todo en miedo, miedo a no ser aceptado, miedo a que me vaya mal, miedo a que me vaya bien, miedo a todo, hasta que un día decís (relajado): estoy disfrutando de lo que hago, basta de psicólogos, basta de pastillas, basta de pelotudeces de la psicología, estoy disfrutando de la vida, gracias Dios, los quiero mucho…”
Martín Perino es un pianista virtuoso diagnosticado con una enfermedad mental. Sufrió una crisis nerviosa que lo llevó a un hospital psiquiátrico. El documental lo sigue en su intento de regresar a lo que más le gusta: tocar el piano. Aunque la película, en su respetuoso seguimiento del protagonista nunca resulte invasiva, tampoco aporta grandes novedades y lo que un espectador espera es que en algún momento ocurra algo que le de fuerza a la película. Ese momento llega, por suerte, al final del primer tercio de película. El protagonista habla con su amiga sobre su nueva obra y dice: “… y por sobre todas las cosas siento que hay ansias de libertad”. Se queda en silencio, la cámara quieta, el plano se extiende. Ahí se resume toda la película y consigue su máxima emoción. La tarea del director está cumplida, ha logrado entender a su personaje.
Muchas veces se dice que el talento o la genialidad van de la mano con la locura. Pues, éste documental es la prueba más cabal que dicha reflexión es totalmente acertada. Martín Perino aprendió a tocar el piano desde muy chico gracias a que su madre era profesora. Estudió música clásica y fue concertista de joven. Ahora es un muchacho cuyos padres fallecieron y quedó solo. Permaneció aislado del mundo terrenal los últimos tres años porque debido a un brote esquizofrénico, fue internado en el Hospital Borda. El director Artemio Benki aborda éste particular caso para retratarlo con rigurosidad y profundidad. Un día, Martín se volvió loco, como él mismo dice, dejó de distinguir la realidad “real” y creó mentalmente una realidad “paralela”. La película registra los últimos tiempos del protagonista dentro del hospital, la interacción con otros pacientes y acompañantes terapéuticos, hasta su alta médica en el hospital y su tratamiento como paciente externo continuando bajo control y medicado. El realizador sigue a Martín día y noche, con mucha cámara en mano, lo acompaña y de ese modo podemos observar cómo vuelve a integrarse, poco a poco, con la sociedad y sus problemas. Pero siempre, tanto adentro como afuera, pudo desplegar su talento. El piano fue y es su gran terapia, lo mantiene concentrado y es su más importante salvoconducto mental y emocional. Todos estos elementos, articulados prolijamente, lo ayudaron a aceptarse tal como es. Narrado lentamente, porque el protagonista nunca está apurado y siempre le gusta detenerse a hablar y filosofar sobre su vida, transcurre la historia en la que predomina, como no podía ser de otro modo, la música tocada por él, demostrando que es un eximio pianista y que el tratamiento no melló su calidad artística. El film es un alegato de la reinserciñon humana, demostrando, con sólidos argumentos, qué con fuerza de voluntad y decisión se puede tener una segunda oportunidad, hasta mucho más agradable y promisoria que antes de caer en un pozo y transitar un largo y sinuoso camino de oscuridad
Caminar el límite entre la locura y la sanidad no es una tarea fácil, pero ese es el recorrido que se propone el hermoso y duro documental Solo de Artemio Benki que se estrena por Cine.Ar TV y Play. Martín Perino es un pianista que, desde hace varios años, está internado en el hospital psiquiátrico Borda de la Ciudad de Buenos Aires. Ahí sus días transcurren con una cierta estabilidad mientras se recupera de un brote esquizofrénico producto del stress provocado por la exigencia (externa e interna) al momento de ejecutar el instrumento. Pero esa aparente tranquilidad empieza a desaparecer cuando sus médicos le sugieren que él ya está listo para el alta y así reinsertarse en la sociedad. Los miedos y angustias que Martín atraviesa en medio de esa incertidumbre no hacen más que agravarse cuando comprueba que, afuera de su encierro, el mundo ya no es lo que era y lo difícil que será para él retomar su carrera profesional. Aunque como espectadores somos introducidos al hospital psiquiátrico como un lugar alienado, no tardamos mucho en ver la comodidad con la que Martín se mueve ahí. Él es claramente un interno mucho más funcional que muchos de los que lo rodean y, sin embargo, parece sentirse parte de ese espacio más que del afuera. Toca su música en un teclado, compone y colabora con una bailarina que improvisa pasos mientras él interpreta las melodías. Pero la angustia en Martín se siente latente en el film y es, en una conversación con un amigo, otro interno del hospital, que afloran las razones para esos sentimientos. Martín recibió la recomendación de sus médicos de salir de la internación y eso lo llena de incertidumbre. ¿Qué hay en el afuera? ¿Quién está ahí aún esperándolo? ¿Alguno de sus antiguos colegas lo recordará? Solo recorre con el pianista sus últimos momentos de internación y su posterior reinserción “forzada” en la sociedad y el relato crece cuando, además de mostrarnos lo que le acontece a Martín, vemos lo poco amigable que es la sociedad para aquellas personas que tuvieron que alejarse de ella. Reinsertarse no es fácil, es un proceso violento y que, muchas veces, no tiene buenos resultados, como bien descubre el protagonista a medida que las puertas se cierran y antiguos colegas parecen inaccesibles. Pero como el propio Martín dice, en medio de un espontáneo exabrupto, hay que negociar con la realidad. Y así el pianista comienza a reencontrarse con sus primeros pasos y, desde allí, inicia su proceso de reconstrucción al mismo tiempo que se separa del Martín que, por sobreexigirse años atrás, llegó al borde de la locura. Aunque Solo es un film documental, bien podría ser una ficción del llamado Nuevo Cine Argentino. La prolijidad y el cariño con el que se muestra al personaje y la estética con la que se refleja su estado anímico, mucho recuerdan a esos films que surgieron a mediados de la década del 90. El espectador sin dudas podrá encontrarse cara a cara con Martín Perino y sentir que lo conoce, que lo entiende y que le desea lo mejor.
Buscando su camino Martín es un joven pianista argentino que, luego de sufrir un colapso nervioso, se interna en el hospital psiquiátrico El Borda. Solo (2019) se encarga de introducirnos en la vida de este artista y de sus sueños, objetivos y miedos. ¿Cómo será su vínculo con la música luego de salir de esta institución? “Lo único que deseo ahora es tocar el piano”, expresa Martín en un momento de Solo, documental de Artemio Benki que participó del 72 Festival de Cannes. Esa necesidad, fisiológica y mental, se apodera de Martin. Se incomoda. Fuma. Llama por teléfono a varios lugares y, sin importarle la hora, se ofrece a tocar. Camina por las calles, se dispone a recorrer sitios con un propósito en mente: hacer música. Esta escena, la cual corresponde a la vida de Martín luego de El Borda, es un ejemplo y un logro de la película. La cámara ingresa en la vida del pianista y se coloca a su lado, como una compañera. Nosotros, los espectadores, ya no nos damos cuenta de si ella está. Nos sumergimos en el día a día de Martín, nos identificamos y conmovemos. Martín Perino fue durante su infancia un niño prodigio del piano. Ganador de premios, resultó un generador de sueños y alegrías gracias a su talento y sacrificio. Sin embargo, esa niñez también tuvo otra cara. Palabras como “presión”, “angustia” y “auto exigencia” salen a flote al recorrer sus recuerdos. Él estaba trabajando en su primera composición musical cuando entró en la profunda crisis nerviosa que lo internó en el hospital psiquiátrico más grande de América Latina. Este documental nos lo presenta allí, nos emociona con su capacidad artística y nos plantea la necesidad de reflexionar sobre nuestra capacidad de disfrutar de lo que hacemos. Solo es una experiencia observacional inolvidable. No nos subestima como espectadores. Nos coloca en una posición de privilegio siendo testigos preferenciales de la vida de un artista y del interrogante de cómo será su vínculo con la música fuera de las paredes de El Borda. Una obra necesaria para quienes en algún momento se pudieron sentir insatisfechos por lo que hacen, por aquello que los moviliza. ¿Será la música capaz de salvar a Martín? ¿Martín volverá a tocar post internación? ¿Cómo se reinsertará en la sociedad? Interrogantes que Solo nos responderá al ritmo de una brillante pieza instrumental ingresando por nuestros oídos.
Un documental de Artemio Benki que se centra en la historia de un músico talentoso, joven, que fue niño prodigio, que vivió durante cuatro años en el Hospital Borda y que ahora, aferrado a su música y quizás a un amor, rodeado de amigos y terapeutas, re-construye su vida en el exterior del neuropsiquiatrico. Pero el director tiene la virtud de dejarnos adivinar lo que pasa y lo que pasó. Los recuerdos, las confesiones, las terapias, el encuentro con una bailarina que quizás persista, Anécdotas donde no falta el humor, historias donde se filtra el dolor más profundo, la relación con sus padres, las exigencias para que fuera perfecto, su esquizofrenia. Y por sobre todo su nueva obra “La enfermaría”, la enfermedad y ese nombre unidos, su gran esperanza creativa. Un recorrido que no es lineal y que muestra honestamente pensamientos, caminos, cruces, cavilaciones, momentos sublimes “adentro” y “afuera”. Un film honesto, revelador, y un protagonista que vale la pena conocer.
Martín Perino, un joven y virtuoso pianista argentino, pasa tres años internado en el Hospital Borda. Luego de ser dado de alta intentará reconfigurar su vida social y trabajar en la composición de su obra “Enfermaría”. «El florero es como nosotros, hace mucho que está, es de acá, es frágil y a pesar de su fragilidad todavía no se rompió». Dicha frase, elaborada por un paciente que no es nombrado, es enunciada por un cura de la parroquia del Hospital José T. Borda, durante el acto celebratorio que da inicio a este primer largometraje dirigido por Artemio Benki -usualmente productor-. Junto con la escena siguiente, en la que el protagonista realiza una terapia que consiste en hablarle a la cabeza de un maniquí con doble rostro -uno bondadoso y otro demoníaco que representa «la otra parte de nosotros, la tentación a acercarnos a aquello que nos daña»-, definen al personaje principal y a la propuesta temática del film. Martín Perino, el protagonista en cuestión, es un talentoso pianista que atraviesa tres años aislado en el Borda, luego de sufrir un colapso nervioso que derivó en esquizofrenia. Pero no se trata solo de un extraordinario músico, sino además de un hombre que en su infancia fue calificado como «niño prodigio», e incluso llegó a brindar un concierto en el Teatro Colón con apenas diez años de edad. Lejos de resultar idílica, esa realidad signada por el prestigio y los múltiples reconocimientos, estuvo marcada también por una gran presión externa e interna y por la transformación de la actividad musical en una obsesión insalubre. Estos escollos provocaron el quiebre emocional de Martín, y suscitaron su ingreso en la institución psiquiátrica. Sin embargo, el film no solo se centra en las vicisitudes y los conflictos que experimenta Martín durante su hospitalización, sino que además plantea otro problema crucial que es el de la recomposición de la vida social, a partir del momento en que este recibe el alta médico. La libertad se presenta como una circunstancia conflictiva, ya que frente a la ausencia de una red de contención social, y debido a la falta de actividades que permitan la estabilidad económica y psicológica, esta pasa a convertirse en caos. Esa paradoja que representa el retorno al afuera, la soledad cotidiana en la que se encuentra sumido Martín tras su salida, y las heridas anímicas y existenciales que este acarrea desde su niñez, son tratadas como marcas de un contexto cultural estructurado mediante reglas y patrones de comportamiento dañinos y opresivos. La búsqueda de perfección y la inculcación de una autoexigencia malsana como fundamento vital, en el caso de Martín ambas infundidas por su madre, son las causas que propician la caída del protagonista -y probablemente de muchas otras personas-. Resulta interesante observar cómo incluso su inteligencia y su capacidad para transmutar en palabras su dolor, le resultan herramientas insuficientes para afrontar su malestar. Solo, Martín Perino, Artemio Benki En lo que respecta al registro, Benki tomó la curiosa decisión de construir un documental de tipo observacional, que en ocasiones parece rozar lo ficticio. Lejos de volverse un inconveniente, la idea de no recurrir a ciertos mecanismos clásicos del género, como por ejemplo la voz en off, las entrevistas o las imágenes de archivo, dota al film de un vigor dramático llamativo. Sumado a esto, el manejo de la cámara, junto con la selección y reiteración de ciertos planos y escenas, logran configurar la cotidianidad solitaria, intranquila y apesadumbrada que transita Martín. Los planos de sus manos sobre las teclas del piano o sosteniendo un cigarrillo de forma nerviosa; los instantes que lo muestran fumando compulsivamente o preparando su medicación; así como la exposición de su padecimiento físico ante la falta de un piano que le permita descargarse, son algunas fracciones narrativas y visuales en las que se condensa su situación. La utilización de la obra «Enfermaría» como motivo musical que atraviesa toda la película también forma parte de los aciertos del realizador. Por un lado, porque transforma a Martín en el autor del soundtrack del film sobre su propia vida, y además porque consigue reforzar, desde lo sonoro, la preponderancia y a la vez la contrariedad que representa la música para él. Solo no es una simple historia de superación personal autoconclusiva, sino un relato sobre la reconstrucción del pasado y la constitución de la vida social como procesos en permanente curso. La película se vale de una historia particular para dar cuenta de cómo las imposiciones sociales, las demandas de perfección y los estándares de conducta excesivos pueden llegar a ser perjudiciales, a tal punto de convertir el talento en tortura y la pasión en manía. Ese trabajo con lo paradójico, resulta crucial porque define el doble impacto que tiene la música sobre el protagonista, ya que por un lado funciona como actividad curativa pero a la vez constituye uno de los motivos principales de su reclusión social y de sus contratiempos psicológicos y anímicos. El director toma la adecuada determinación de no idealizar la figura de este artista ensimismado y aquejado, sino que se encarga de exhibir el verdadero semblante del dolor, al mostrar lo complejo que resulta vivir plenamente al padecer una enfermedad psiquiátrica, sobre todo en un contexto en el que la contención social y las prácticas de inclusión no están garantizadas.