Con la bandera de la independencia en alto, Laura Citarella, productora y realizadora, vuelve al ruedo con una épica película de cuatro horas, dividida en 12 capítulos, rodada en plena pandemia, que la puso, una vez más, frente a un personaje clave de sus relatos, Laura, a quien vimos en su ópera prima Ostende, y a quien veremos seguramente en otras ocasiones. El disparador de Trenque Lauquen es una desaparición, pero, como siempre en el cine de Citarella, se nos invita a la acción, y a partir de allí esa deambularemos con inteligencia en los caminos del séptimo arte mezclando géneros y desarmando las posibilidades concretas de una expectación pasiva.
Una de las características principales de la productora El Pampero Cine es la de contar con un grupo de trabajo que está presente en cada uno de sus proyectos. Esto se cumple de manera parcial o total, cuestión por la cual se torna a veces difícil la tarea de distinguir una marca autoral individual en lo que es denominado y ejecutado como un “colectivo”. Otra característica de este grupo es la de contar con un sistema de producción, distribución y financiación de proyectos alejado y por consiguiente dispuesto al rechazo del sistema clásico de realización de un film (digamos Incaa), demostrando así que el contar con un menor presupuesto no infiere una relación directamente proporcional a la calidad del producto. El sistema dejó a la vista resultados tales tras la irrupción de Mariano Llinás con Balnearios y su subsiguiente, la -valga la redundancia- “extraordinaria” Historias extraordinarias, que elevaron al artista a un lugar de prestigio tal que permitió dar un gran impulso a la realización de sus próximos proyectos, considerando a estos individuales o colectivos, como destacábamos previamente. Es así como los demás integrantes principales de El Pampero Cine, Laura Citarella, Alejo Moguillansky y Augustín Mendilaharzu se aventuraron en la concreción de proyectos personales como han sido Ostende, Castro y Clementina, obras que no han pasado inadvertidas. A su vez, cada uno de ellos tomó un rol preponderante en la realización colectiva: Alejo como editor, Laura como productora, Agustín como DF y el propio Llinás como guionista. La marca de Llinás, el impulsor más importante de este colectivo, es fácilmente distinguible también en proyectos por fuera de El Pampero, específicamente me refiero a la dupla conformada con el realizador Santiago Mitre, en cuyos proyectos Llinás participó como guionista (El estudiante, La patota, La cordillera, Pequeña flor y Argentina, 1985). Trenque Lauquen es un film de esos en los que se podría vincular la noción de que una película tiene un “tiempo o velocidad cinematográfica” independiente y por consiguiente distinta a su duración real, algo que podría aplicarse a medias a la excesiva La flor (833 minutos). Trenque Lauquen está estructurada en doce capítulos, o sea, en dos partes de seis capítulos, con un total de 260 minutos que pasan como si fuesen muchos menos, y he aquí una de las razones para que así sea: TL es un film que abduce, que crea una relación con el espectador de querer tratar de descifrar el misterio. TL es quizás uno de los primeros del colectivo en el que se ve con facilidad que el talento de otro director está presente: hablamos de Laura Citarella, quien debutó con Ostende y luego dirigió La mujer de los perros (junto a Verónica Llinás) y Las poetas visitan a Juana Bignozzi. TL es el film de “las Lauras”. Laura Citarella dirige, Laura Paredes actúa y ambas Lauras confeccionaron el guion. El film transita por diversos géneros a través de los distintos puntos de vista de sus personajes; hay lugar para el suspenso, la comedia romántica, el drama y lo fantástico. También logra lo que podría describirse como el encauce de un autor, y esto es, contar claramente con una estructura en la que no hay lugar para la improvisación. A diferencia de La flor, TL permite una visión mucho más delimitada. Como en una especie de manifiesto artístico y ondulante, en TL las historias desconciertan, se alejan y terminan uniéndose.
Un territorio real y mítico al mismo tiempo donde las mujeres sienten que deben partir, con un impulso único que les exige una determinación insoslayable, fuera de la comprensión de muchos. Mujeres del presente, mujeres del pasado, que se atreven a caminar hacia su destino. La película de Laura Citarella, una talentosa directora, con un guión que escribió con Laura Paredes, su protagonista, nos regala cuatro horas de fascinación ( con un intermedio) que es en sí una aventura imposible de dejar pasar para los aman al cine. Para muchos espectadores será un redescubrir ese deslumbramiento del lenguaje cinematográfico, ese deseo de sumergirse en historias contadas con maestría. Es una revalorización de la palabra, una convocatoria a las imágenes más seductoras, un dejarse llevar por enigmas que se entrelazan para atraparnos en la necesidad de un viaje hacia el entretenimiento redondo. En Trenque Lauquen dos hombres que aman a una misma mujer, sin saberlo, la buscan con ansia. Ella es una bióloga que investiga especies, que descubre una historia de amor escondida en libros de una biblioteca, que habla de mujeres extraordinarias que sacudieron otros pasados lejanos. Mujeres plantadas en su libertad , en su deseo. Sus historias de investigaciones y revelacioness abren enigmas que cada vez se complican mas y nos llevan de la mano hacia los misterios más atractivos. Se cuenta y se muestra, mensajes no muy claros, desapariciones, explicaciones e intuiciones que sumergen al espectador en una ensoñación disfrutable del principio al fin. No se la pierda.
FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (06): TRENQUE LAUQUEN por Marcela Gamberini - Festivales 06 Nov, 2022 11:59 | Sin comentarios La cuarta película de Laura Citarella está entre las mejores películas (argentinas) del año. Compartir en Tumblr FLORES AMARILLAS Un plano general, largo, anuncia la llegada de un auto. En el campo abierto, la brisa mueve las hojas del árbol y la aridez de la tierra se percibe, aun más allá de los límites de la pantalla. El auto estaciona, baja un hombre que se acerca a una casa, habla con otro, parece interrogarlo, vuelve y habla con el otro hombre que sale del auto. Todo es muy misterioso, ya desde el comienzo la intriga y el suspenso se instalan, sensaciones que no desaparecen hasta el final, en esta película que romance y drama y puede ser también un thriller de provincia. Montando en su caballo, Lady Godiva atraviesa el campo, desnuda, el pelo al viento, apresurada. Parece que nadie la mira, porque el pueblo ha decidido cerrar las ventanas para no verla, para resguardar su intimidad. Lady Godiva cumple un pedido-apuesta de su marido. Si cabalga desnuda, el pueblo no pagará impuestos. Sin embargo, siempre hay alguien que transgrede -afortunadamente- y pispea desde una ventana. Necesita ver a esa mujer desnuda, el deseo siempre es irrefrenable. Ese voyeur es Tom, después llamado el mirón (de ahí, Peeping Tom). Esta leyenda deliciosa es una de las tantas que la película de Laura Citarella invoca en su juego. No solo la cuenta, en la forma más clásica del relato popular que es a través de la oralidad, sino que además la filma. Esta es la matriz de Trenque Lauquen. Contar relatos y hacerlos funcionar, relatos que algunas veces son leyendas, otras historias como la de la maestra -fantasmal- que seduce a un hombre y luego desaparece, o historias verdaderas como la de Aleksandra Kolontái, la autora de Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada– que fue una de las primeras mujeres que se atrevió a escribir su autobiografía llamándose como revolucionaria, feminista y marxista. Estos tantos relatos hacen que Trenque Lauquen sea como una novela, no una novela fragmentaria, sino horizontal, lineal pero contada verticalmente. Su estructura narrativa, separada en dos partes y además en capítulos, su extensión, sus exquisitas digresiones, la interrelación entre los personajes se asemeja bastante a una estructura novelística. Contribuye a esta hipótesis que el eje siempre sea la misma protagonista, Laura: es el origen de los relatos, ya sea en sus búsquedas detectivescas por encontrar a una mujer, o cuando con su voz relata alguna magnífica historia en una columna radial que tiene a su cargo, o cuando ella misma con su propio cuerpo experimenta su propia aventura final en la que la acompañan dos mujeres solamente concebibles en el territorio de la ficción. También se suma el escenario. Es más atinado mencionarlo como paisaje físico y simbólico: la ciudad de Trenque Lauquen y sus alrededores, sobre todo su laguna y su pequeña isla. Justamente en esa laguna nacerá otro de los relatos, acaso el de naturaleza fantástica, relacionado con alguien o algo, o simplemente una criatura. Trenque Llauquen significa ¨laguna redonda¨; esa figura delinea narrativa y estéticamente a la película; una película redonda y mullida, permeable como la misma agua lacunar, porque incluso cuando parece dispararse hacia otros lugares y perderse siempre vuelve a su eje. En efecto, Trenque Lauquen es un conglomerado de relatos, que se cruzan, se descruzan, descansan unos en otros. Lady Godiva es Laura y a la vez es Kolontái, que a la vez es la maestra desaparecida, que también es Romina o Julieta o incluso esa criatura mutante que nunca vemos. Una hermosa escena entre tantas muestra la confraternidad que se establece entre Laura y las dos mujeres que cuidan a una entidad inclasificable que es cuidada como si fuera un hijo: cuando Laura se queda a vivir con las dos mujeres que supuestamente velan por la criatura, la protagonista luce la misma camisa que lleva Romina, en el primer momento en el que encontraron. Este intercambio de indumentaria no se explica; es una hermosa decisión que sugiere una posibilidad de sustitución entre todas esas mujeres, como si fueran una entre todas. Indudablemente es una comunidad de mujeres; habitan los mundos que fabrican. A veces con alegría, otras con dolor. Trenque Lauquen es esencialmente una película de mujeres, lo que no significa que se trate de una película radicalmente feminista. Afortunadamente, la película prescinde del dogmatismo fácil: sólo es una película hecha y protagonizada por mujeres donde sus personajes centrales -aquellos que hacen avanzar la maquinara del relato, las que lo encienden- son mujeres y lo relevante radica en las historias que protagonizan. Las Laura, la protagonista y la directora, entienden que en tanto los relatos se van concatenando, la realidad que la rodea se va desgastando y desmantelando. Ese entorno está básicamente formado por hombres que en principio tienen la misión de encontrar a Laura, la que se ha ido. Pasado un tiempo, los hombres ya no saben bien qué indagar, porque nunca entienden cabalmente lo que sucede, no logran encontrar su lugar y se van desgranando. Dicho de otro modo: los hombres orbitan alrededor de las chicas sin poder apropiarse de ningún espacio ni tampoco descifrarlos; van en auto de acá para allá y no saben a dónde van. El nomadismo masculino cifra una cualidad. Son masculinidades efímeras, débiles, descreídas, perdidas. No es la primera vez que Laura Citarella trabaja con esta lógica asociada a la mujer. Este es casi su sello, la impronta personal. Sus películas anteriores sostenían la misma mirada: La mujer de los perros, Ostende, Las poetas visitan a Juana Bignozzi son películas donde las mujeres desean, piensan, hacen, fantasean, se valen por si mismas. Sus mujeres viajan, se trasladan, ponen el cuerpo, buscan sin cesar. En este caso, las chicas, con Laura a la cabeza, en una excepcional interpretación de Laura Paredes, aparecen y desaparecen, a veces acompañan a Laura en sus decisiones, también la pueden abandonar. Es así como Laura recorre Trenque Lauquen, la isla y sus alrededores. Sigue sus deseos y sus búsquedas. Va por todos lados: anda en las rutas, se detiene en bares, dice cosas en la radio, transita caminos, duerme al lado de la laguna. Los espacios de Laura son públicos. Posicionar a su personaje en estos espacios expresa una decisión formal y argumental acertada, hay un enigma en el hecho de que Laura esté privada de lo privado. Trenque Lauquen abreva de las historias de la biblioteca y sacude los libros, tal como hace Laura en la biblioteca pública de la ciudad. En esos depósitos de aventura, revive relatos contándolos y reinventándolos, relatos secretos, verdaderos o enteramente imaginarios. Laura es una caminante que atraviesa la película – territorio buscando algo que no sabemos pero que intuimos. Puede estar huyendo de una vida preestablecida, demasiado cómoda y sin lo imprevisto de la ficción; o tal vez solo esté persiguiendo su propio deseo que, como todo deseo es inalcanzable, pero pone en movimiento la vida que se tiene. Marcela Gamberini / Copyleft 2022
Pueblo chico, historias grandes. El propósito es claramente lúdico: reposada y cuidadosamente, van desplegándose situaciones que implican búsqueda de rastros, encuentro de papeles semiescondidos o de un audio revelador, descubrimiento de sitios misteriosos, desmenuzamiento de posibles pistas, interés por secretos y vestigios de la Historia. De hecho, puede decirse que está planteada como un cuento, o varios cuentos en realidad, que se entrecruzan sin dispersarse, gracias a un hábil guion. En varios tramos, una voz (generalmente la de Laura, la inquieta protagonista) lee o relata, convirtiendo distintos acontecimientos en historias dignas de asombro. Dos peculiaridades caracterizan esta inmersión en intrigas menores o no tanto: la delicadeza que esparce a lo largo de sus cuatro horas y veinte minutos (entre cartas y flores, bares pueblerinos y bibliotecas, circulan voces nunca estridentes, y hasta la ocasional lectura de ciertas palabras escritas en unos textos eróticos se hace bajando la voz, gesto desacostumbrado en el cine argentino de estos tiempos) y su impronta feminista, que se manifiesta con más o menos sutileza según los incidentes que van aconteciendo, abarcando desde la participación de Laura (Paredes) en un programa radial para hablar de “Mujeres que hicieron historia”, o la revelación de una lejana historia de amor de una maestra con un extranjero, hasta la atracción que ejerce sobre ella una pareja algo enigmática (encarnada por Elisa Carricajo y Verónica Llinás): “Las amaba cada día más, quería ser ellas”, confiesa en un momento. El espectador sensible sabrá dejarse seducir por la manera con la que se dosifican los detalles, descubriendo la mirada que diferentes personajes tienen sobre lo que ocurre o pudo haber ocurrido. Además, Trenque Lauquen crece estirando las posibilidades de los géneros, yendo de la intriga detectivesca y el romanticismo sosegado al terror –con más conversaciones y tensión que sobresaltos concretos–, sin abandonar nunca la deriva de la aventura. La principal objeción que puede hacérsele es que, por momentos, parece un desprendimiento de Historias extraordinarias (2008) e incluso La flor (2018), las ambiciosas películas de Mariano Llinás (colaborador aquí en el guion y el montaje). Cuando se escucha a Laura decir “Supongamos que…” o “Imaginemos esto…”, o se ven imágenes ilustrando lo que dice la voz en off, resulta inevitable relacionar Trenque Lauquen con esos antecedentes de El Pampero Cine, del que Citarella es productora. Algunos de los segmentos que transcurren en un estudio de radio estancan la acción, así como se dibujan con trazos ligeramente gruesos la secuencia en una escuela primaria (de un costumbrismo fraterno que recuerda ciertos films de Carlos Sorín) y los personajes del periodista deportivo y la extrovertida empleada municipal. Están también los problemas que ya aparecían en las películas de Llinás antes mencionadas: ¿por qué no acotar, de alguna manera, esa duración desmesurada? Hay alusiones a decisiones desatinadas del intendente de la localidad e incluso al avance de la “centroderecha”, según se lee fugazmente en un artículo periodístico, pero ¿por qué ninguno de los personajes tiene problemas económicos ni laborales? ¿Por qué, a propósito de la “laguna artificial” que proyecta el intendente, no deslizar algún apunte perspicaz sobre otras fuerzas vivas, más allá de la dirigencia política? No es que uno hubiera deseado enturbiar un film que pretende ser cordial, sino verlo alejado lo más posible de cómodos lugares comunes. Por encima de estos reparos, Trenque Lauquen –premiada tres meses atrás como Mejor Película de la Competencia Latinoamericana en el Festival de Mar del Plata– ostenta calidad, sin arrogancia ni rasgos de esnobismo. Con sus ojos vivaces, su sonrisa y sus medidos tonos de voz, Laura Paredes impone más encanto que verdad: pese a su indiscutible profesionalismo, parece faltarle algo para transmitir plenamente la zozobra o la pasión que conducen a su personaje a tantas averiguaciones y a querer liberarse de ciertas ataduras. Están muy bien Rafael Spregelburd (el novio de Laura) y Juliana Muras (la conductora radial), y contribuye decididamente al clima general del film la comunicativa presencia de Ezequiel Pierri (Chicho), de mirada profundamente melancólica . El sonido ambiente (demasiado interrumpido por la música) y el admirable trabajo con la luz natural se integran notablemente al rigor de Citarella como directora: la precisión de muchos encuadres (un improvisado picnic de Laura con Chicho, los pasajes imaginados en Italia, el plano general del encuentro de una extraña criatura en la laguna con personas y automóviles rodeándola, el bello recorrido final por lugares de la pampa bonaerense) y los acariciantes fundidos encadenados, logran dar forma a este film apacible y cautivante. Por Fernando G. Varea
Como parte de la idea de una saga en la cual un personaje vive distintas vidas en diversas ciudades, Laura Citarella concibió Trenque Lauquen. En ella Laura (Laura Paredes, como en Ostende, primera película de la también codirectora de La mujer de los perros y Las poetas visitan a Juana Bignozzi), desaparece misteriosamente y esto suscita su búsqueda por parte de dos hombres que la aman. El film se divide en varios capítulos que aportan la mirada de los distintos protagonistas no sólo sobre el enigma que ronda a esa ausencia, sino sobre muy heterogéneas y exóticas historias que -de algún modo- se conectan. La ciudad de Trenque Lauquen, su tiempo y su arquitectura conforman un punto de atención y un ritmo que se percibe sobre todo en la primera parte. La obra se divide en dos bloques, que, separadas por un intervalo, conforman una deriva de 260 minutos. La presentación de los personajes y el aparente conflicto de la pareja se van esbozando desde el inicio, pero las “historias extraordinarias” atraviesan ese primer misterio más cotidiano y lo que podría pensarse como el escape ante las dudas de la protagonista frente al gran cambio que se avecina, el casamiento con Rafael (Rafael Spregelburd). ¡No, casamiento no! Irse a vivir juntos que, como aclaran siempre, “… es lo mismo…”. El Pampero Cine es un colectivo y junto a las Lauras se suman al trabajo –entre otros- Elisa Carricajo, Verónica Llinás, Alejo Moguillansky y, por supuesto, Mariano Llinás. En el guion de las Lauras puede advertirse su impronta, pero pensar en Trenque Lauquen como la Historias extraordinarias de Laura Citarella le hace poca justicia a ambas. Claro que hay una conexión (como la hay, de algún modo, entre todas las películas de El Pampero), pero el ánimo de narrar, de contar historias, adquiere aquí otra dimensión y otra forma. Se mantiene esa lógica de acumulación, de adentrarse con seriedad a derivas en principio inverosímiles (como en La flor, claro está), pero acá el peso de los personajes femeninos, su mirada se impone de una manera muy distinta a las citadas películas dirigidas por Mariano Llinás. Si en estas la novela decimonónica es el espejo y el cauce, Citarella se abre a la indagación poética de manera muy personal y diversa. El peso de las palabras también es distinto, los diálogos se construyen desde un acercamiento más naturalista y el silencio y las elipsis se adoptan como modelo narrativo que ponen menos acento en el disfrute de la construcción de un discurso verbal complejo o alambicado. ¿Será por eso que las canciones que puntúan y se reiteran en la deriva refieren a las palabras y/o a la dificultad de articularlas, de reflejar con ellas los pensamientos? En Trenque Lauquen hay lugar para las intrigas de un concurso académico, la burocracia estatal, una radio local (genial todo ese apartado), científicas, amores prohibidos, cartas, libros y hasta un misterioso ser mutante. La narración nos introduce sugestiva y gradualmente -con cierta parsimonia al inicio- para ir luego “pisando el acelerador” mientras genera en el espectador esas ansias por seguir descubriendo. Pero este descubrimiento, esta búsqueda para encontrar alguna respuesta, tiene menos que ver con cada una de las historias desgranadas que con lo que se vincula con esa inasible y cambiante protagonista cuya mutación (¿y desaparición?) acaece ante nuestros ojos.
"Trenque Lauquen": la llanura de los senderos que se bifurcan Unas cartas eróticas escondidas entre las páginas de un libro de una biblioteca de provincia disparan varias aventuras y misterios simultáneos, en la mejor tradición de lo que en literatura alguna vez se llamó “fantástico rioplatense”. Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada se titula ese libro olvidado que aparece en una biblioteca popular de una pequeña ciudad de la provincia de Buenos Aires y que contiene un secreto que va más allá de sus páginas. Escondidos entre los pliegues del libro de la escritora rusa Alexandra Kolontai (nacida en el seno de una familia aristócrata, pero que fue parte activa en los movimientos revolucionarios que desembocaron en la revolución de Octubre) una bióloga porteña de hoy encuentra el primero de una serie de mensajes eróticos que una maestra de esa recatada ciudad rural se intercambiaba con su amante, varias décadas atrás. Ese hallazgo es el primer motor de Trenque Lauquen, cuarto largometraje como directora de Laura Citarella (Ostende, La mujer de los perros, Las poetas visitan a Juana Bignozzi), que se interna en varias aventuras y misterios simultáneos, muy a la manera de esos jardines con senderos que se bifurcan que identifican a las producciones de El Pampero Cine. Estrenada en la Mostra de Venecia y exhibida poco después en los festivales de San Sebastián y Mar del Plata (donde ganó el premio a la mejor película de la Competencia Latinoamericana), Trenque Lauquen dura cuatro horas divididas en dos partes que conforman un único viaje alrededor de unos pocos kilómetros a la redonda -los campos y localidades alrededor de la ciudad que le da el título al film-, pero que avanza y retrocede en el tiempo con la bella, serena fluidez de un arroyo rural. La bióloga se llama Laura (extraordinaria Laura Paredes) y se entusiasma tanto con ese hallazgo que la consume hasta hacerla desaparecer en medio de ese horizonte llano, donde todo parecería estar a la vista. La buscan juntos los dos hombres que la aman: su novio (Rafael Spregelburd), un desconcertado académico porteño con el que estaba por formar una pareja, y un amante tácito, pudoroso (Ezequiel Pierri), empleado de la municipalidad local, que se entusiasmó tanto con la investigación de Laura que terminó enamorándose de ella. Un poco como ya sucedía en Historias extraordinarias (2008), de Mariano Llinás, una historia lleva a la otra y cada nueva carta que Laura y Ezequiel van encontrando abre un abanico casi infinito de posibilidades, una suerte de laberinto epistolar que recuerda a esos grabados de Escher en los que las escaleras suben, bajan y se cruzan siempre en el mismo lugar: un espacio paradójico que puede contener varias dimensiones simultáneas, a cuál más hipnótica. Aquí ese espacio paradójico toma la forma de la pampa húmeda bonaerense, una llanura mansa que a priori parecería la escenografía menos indicada para esconder misterios y desapariciones, pero que gracias a la sencilla pero imaginativa puesta en escena de la directora Citarella (autora del guion junto a su actriz Paredes) se vuelve mágicamente una zona plena de pliegues y secretos, no exentos de humor. La libertad de concepción de Trenque Lauquen hace que el film pueda ir y venir sin prejuicios entre distintos géneros, desde la comedia romántica hasta la mejor tradición de lo que en literatura alguna vez se llamó “fantástico rioplatense”. La fragmentación de la realidad de pronto altera el orden natural de las cosas y aquello que podría parecer evidente se vuelve sin embargo opaco, sin perder la luminosidad que es propia de ese verano sin fronteras que está en el núcleo de la estupenda película de Citarella, quizás la más personal –en muchos sentidos- de toda su obra.
Lo más hermoso de la película reside en ser testigos de una transformación a través de la ficción. El interés inicial por vidas ajenas pone en movimiento una experiencia de ficción. En el epílogo, Laura ya no sigue las pistas de los otros; ella transita directamente la ficción. Y si eso es posible se debe a que Citarella puede sacar provecho de una carta, una emisión radial, una fotografía, la cita de un libro o un personaje mítico de la Historia estableciendo conexiones inesperadas y entretejiendo un relato movedizo y ejemplar de cómo yuxtaponer tiempos y puntos de vista disímiles sin perder el dominio narrativo. Transmitir el placer de la ficción y sus efectos inadvertidos sobre la intimidad es la gran hazaña estética de Trenque Lauquen. No sucede todos los días.
En la Sala Leopoldo Lugones del Complejo Teatral San Martín, durante el pasado mes de febrero, pudo disfrutarse de “Trenque Lauquen”, cuarto largometraje en la carrera de la realizadora argentina Laura Citarella (“Ostende”). Una propuesta singular, rodada íntegramente en la ciudad que le otorga nombre, y de donde la realizadora es oriunda. ‘Laguna redonda’ que anuncia la lengua madre mapuche, paisaje de planicie y pampas, al oeste de la Provincia de Buenos Aires; geografía atractiva para el marco cinematográfico, y que alberga el misterio que gira en torno a una mujer, como centro convergente de una laberíntica indagación hecha en elipsis temporal. Entre tantos libros que yacen olvidados en una biblioteca, “Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada” porta un secreto escondido entre sus páginas. Este resulta el primer disparador de un relato estructurado en dos partes de dos horas de duración cada una de ellas, la obra fue seleccionada para participar del prestigioso festival de Venecia (sección ORIZZONTI). Demorado durante la pandemia, este proyecto independiente y autogestivo, producido por El Pampero Films, adquiere una dimensión estética y conceptual notable, aspecto que la convierte en digna heredera de la mirada microscópica y observacional que Mariano Llinás ejerciera en “La Flor”, también de extenso metraje. En tiempos donde la afluencia a las salas ha menguado, valiente es la apuesta de una autora que rueda un film de desmedido metraje, destinado para el paladar cinéfilo más exclusivo. Con pulso lento, pero firme, “Trenque Lauquen” entreteje lo enigmático, lo fantástico, lo erótico y lo literario. Sobresale una omnipresente banda sonora y acertados rubros técnicos; las palabras entretejen sentidos, del texto a la voz. Laura nos conduce hacia ella. Estrenado en terreno nacional en el último festival de Mar del Plata y protagonizado por Laura Paredes, Verónica Llinás y Rafael Spregelburd, fue galardonada como Mejor Largometraje de los Premios Astor Piazzolla a la Competencia Latinoamericana.