Controversia de por medio, el film épico del director de Días de Gloria y London River saca a relucir temas actualmente candentes, hace mas de 132 años al ser Algeria colonizada por Francia, las heridas de la privación de derechos y maltrato a argelinos derivó en movimientos revolucionarios, masacres, persecuciones. Aquí Bouchareb indica a partir de tres hermanos muy distintos, uno involucrado políticamente con el movimiento, otro es insertado en la milicia y el tercero es simplemente un entrenador de boxeo, las vidas de los tres se entrelazan con el correr de los años en determinadas situaciones...
Rachid Bouchareb, realizador argelino-francés que ya había sido nominado al Oscar por el notable film bélico Días de gloria, alcanzó por este épico, doloroso y evocador film una nueva postulación de la Academia. Tres hermanos, tres destinos es un desprendimiento de aquella otra película, y con su título en español algo forzado (el original Hors-la-loi puede significar tanto Desterrados como Al margen de la ley), refleja de todos modos a través del mismo un aspecto fundamental de una obra abarcativa y ambiciosa que alcanza todos sus objetivos. Porque esos tres hermanos argelinos que atraviesan por distintas experiencias de vida tienen como ferviente meta en común combatir el yugo colonialista galo y lograr la liberación de su país. Y a través de ellos se recorrerán episodios que abarcan desde 1925 hasta 1962, con los que el director de London River logra amalgamar una estupenda narración cargada de injusticias, movimientos revolucionarios y poderosos sentimientos encontrados. Con una impecable ambientación de cada época y un elenco realmente extraordinario, este thriller político conmueve al abordar hechos históricos poco o mal contados, la hermandad a toda prueba, las raíces, el despojo, la represión salvaje, la venganza, la guerra, la guerrilla, la violencia indiscriminada, la muerte y la redención. Peliculón y punto.
El revisionismo, el drama y la familia La liberación de Argelia, en un fresco épico. La lucha por la independencia argelina y la difícil relación que, alrededor de ella, tienen los tres hermanos del título son los temas centrales de la nueva realización del francoargelino Rachid Bouchareb. El filme combina la intriga, la acción y los sentimientos fraternos con una mirada social, que enjuicia la política francesa posterior a la caída del nazismo y hasta la independencia de Argelia como colonia gala. Tres hermanos, tres destinos ofrece lo mejor en sus primeros veinte minutos. Allí, los tres hermanos, sus padres y familiares son despojados de sus tierras simplemente porque no tienen los papeles que testimonien que son sus dueños. Los muchachos son apenas niños, y veinte años más tarde vivirán en carne propia la matanza de Sétif, el 8 de mayo de 1945, cuando las fuerzas de ocupación francesas masacraron a 40.000 argelinos ante su levantamiento. A partir de allí, los tres hermanos tomarán distintos rumbos: uno irá a Francia a luchar por la liberación, y quedará preso; otro combatirá en Indochina, y el tercero se la rebuscará en Pigalle como promotor de boxeo y regenteando un cabaret. La película es la segunda de una trilogía de realizaciones del director sobre las relaciones entre Argelia y Francia. La primera ( Días de gloria ) versaba sobre cómo se había discriminado a los soldados argelinos que habían participado en la Segunda Guerra Mundial a la hora de recibir sus pensiones. Los relatos que abrevan en el revisionismo histórico están teñidos, siempre, de subjetividad, y Bouchareb sabe bien lo que quiere contar. La mayoría de los franceses no queda particularmente bien parada, salvo excepciones, y la brutalidad, el sentimiento xenófobo y la lucha por la igualdad se plantean desde el vamos. Con el correr de los minutos, y desde que los hermanos vuelvan a reunirse, la película irá de a poco menguando en intensidad dramática y volcándose hacia el thriller de aristas políticas, con la rebelión como centro. Por supuesto que acercándose al desenlace la cosa virará a como era en el comienzo de la proyección. Debido a las polémicas y la nominación al Oscar al mejor filme hablado en idioma extranjero, premio por el que compitió este año, Tres hermanos, tres destinos despierta interés. La reconstrucción histórica y todo lo referente a los rubros técnicos son impecables, donde el filme no termina de asentarse es allí desde donde se lo cuenta. Como si el director se mantuviera indeciso entre el relato político y la historia familiar. O tal vez ése haya sido su deseo, narrar un conflicto revisionista camuflado en una historia sentimental. Si fue así, lo que consiguió fue llamar la atención, pero nunca la total empatía telespectador.
Con una producción cuidada, el film polemiza con la política francesa en Argelia Conocido en la Argentina gracias a los estrenos de Días de gloria y London River , Rachid Bouchareb -nacido en París, pero de origen argelino- se ha convertido en el director que más se ha sumergido en las siempre conflictivas relaciones entre Francia y las que fueron sus colonias del norte de Africa. En su más reciente largometraje -presentado en medio de fuertes, ásperas polémicas en el marco de la competencia oficial del Festival de Cannes de 2010 y nominado al Oscar-, narra las vivencias de tres hermanos (interpretados por los muy populares en Francia Jamel Debbouze, Roschdy Zem y Sami Bouajila), integrantes de una familia despojada de sus tierras en los años 20 y víctima de la matanza de Sérif en 1945. Precisamente, la reconstrucción de la represión contra manifestantes independentistas argelinos es uno de los puntos más controvertidos del film, ya que las cifras de víctimas -según los historiadores de cada "bando"- difieren por mucho: 1165 según unos y casi 45.000 según otros. Tres hermanos, tres destinos sigue la historia de esos tres personajes (un soldado que vuelve del frente de batalla en Indochina, otro que se convierte en líder del grupo revolucionario FLN y el restante que se gana la vida manejando prostíbulos, cabarets y boxeadores en la zona de Pigalle) en un relato de indudable potencia, con una producción muy cuidada (el presupuesto superó los 25 millones de dólares), aunque con un sentido didáctico que lo vuelve demasiado obvio y explícito. Hay en esta épica una interesante idea de conectar lo familiar, con lo social, lo político y lo histórico (un modelo posible sería el de la saga de El padrino , de Francis Ford Coppola, matizado con elementos del cine de Gillo Pontecorvo y su clásico La batalla de Argelia ), pero el resultado no es todo lo satisfactorio y convincente que podría haber sido. De todas formas, se trata de un film atendible y con varios puntos de interés para el debate posterior.
Un pasado colonial que sigue haciéndose notar Carros de asalto en La Croisette, la gendarmería en todas las esquinas, controles y cacheos tan estrictos para entrar a las salas como si se tratara de un aeropuerto en alerta roja. Todo ese despliegue de seguridad fue el efecto Hors-la-loi, la coproducción franco-argelina que tuvo en pie de guerra a la ultraderecha francesa, cuando el año pasado amenazó con boicotear al Festival de Cannes por poner en competencia una película a la que consideraba “una falsificación de la historia”. Lionnel Luca, diputado del partido gobernante UMP, del presidente Nicolas Sarkozy, fue el primero en levantar la voz contra la película. Luego le siguió una fantasmal comisión autodenominada “Por la verdad histórica - Cannes 2010”, que pidió emprender acciones durante el festival. “Sabía que el pasado colonial había permanecido tenso. ¡Pero de ahí a suscitar una reacción semejante!”, declaró el director Rachid Bouchareb, que ya cuatro años antes, con Indigènes, había celebrado la causa nacional argelina. Fuera de la ley –el título original del film– narra la epopeya de tres hermanos argelinos durante los años de gestación del Frente de Liberación Nacional y toma como marco dos fechas tabú para la historia francesa. El 8 de mayo de 1945 (el mismo día que en París se celebraba el fin de la Segunda Guerra Mundial) en Sérif, Argelia, milicias coloniales francesas ahogaron en sangre una manifestación por la independencia del país. Y el 17 de octubre de 1961, la policía parisiense de Maurice Papon (condenado en 1998 por crímenes contra la humanidad perpetrados durante el gobierno de Vichy) reprimió una manifestación de inmigrantes argelinos en pleno centro de París, dejando como saldo ocho muertos. Entre una y otra fecha, Bouchareb hace cruzar caprichosamente los destinos de esos tres hermanos, en una película tan bien intencionada en lo político como elemental y anacrónica en lo cinematográfico. Esquemática en sus personajes y discursiva en su relato, Tres hermanos, tres destinos recuerda a cierto cine argentino de la post dictadura, a mediados de los años ’80, cuando parecía que todo debía declamarse en voz bien alta y clara, para que no quedaran dudas de quién eran los buenos y quién los malos... que por lo visto siguen bastante activos, por cierto.
A todo o nada La escena inicial de Tres hermanos, tres destinos (Hors-la-loi, 2010) sintetiza con una breve e ilustrativa situación -el desalojo de una familia argelina de sus tierras- el germen de lo que luego deviene en un film sobre la lucha por la liberación de Argelia. El director Rachid Bouchareb se detiene en un hecho histórico para hablar de la libertad y la revolución: cómo se organiza, qué ideas la sostienen, y quiénes son los que las llevan a cabo. Pero también elige representar la injusticia, el sufrimiento y la marginalidad de quiénes padecen la opresión. Tras la escena del comienzo, el film muestra a la familia pasados los años: uno de los hermanos, Messaoud (Roschdy Zem), peleando en la guerra de Indochina; Abdelkader (Sami Bouajila), detenido en Francia como preso político y Said (Jamel Debbouze) cuidando de su madre. Al reencontrarse los tres, Said se dedica a buscar dinero en toda clase de actividades clandestinas, mientras que Messaoud y Abdelkader se ponen al mando del Frente de Liberación Nacional (FLN), y los tres quedarán, como bien lo dice su título original, fuera de la ley. Si bien este film hace hincapié en un hecho histórico particular, gran parte de su atractivo reside en su valor como drama. Esto no se debe solamente a la relación de los hermanos y su madre, sino que es un elemento intrínseco a la película. Quizás porque cada decisión, cada palabra, o cada paso que deciden realizar les determina gran parte de su vida. Y en este caso no sólo la de ellos, sino la de un país. El dramatismo que resulta de esto es un elemento que también establece el destino del mismo film, en el cual no se puede buscar un respiro de esa densidad durante más de dos horas. La tensión es constante y va in crescendo, y así la película se hace eco del tema que decide tratar: sólo la liberación de Argelia puede terminar y aliviar esa tensión. La lucha por Argelia repercute directamente en la vida de estos hermanos y la película lo muestra de un modo efectivo. Sin caer en golpes bajos, pero sí remarcando el sufrimiento de los involucrados y no sólo con escenas de violencia, que son las menos, sino con diálogos más que elocuentes y de mucha claridad. Y esto es así porque el film decide trabajar con un hecho histórico que, si bien conocido por muchos, debe representarse de modo tal que se comprenda el contexto y las ideas involucradas. Hay un factor final que hace también atractiva a Tres hermanos, tres destinos, y es el modo en que decide representar la heroicidad. No como una cualidad obvia o natural a las personas sino como algo adquirido por necesidad, por fuerza mayor. Esa heroicidad que de tan humana bordea los límites de la crueldad y el dolor. Un film sólido, de calidad y convincente. Con excelentes actuaciones y una dirección impecable.
Un gran film político vestido de policial Esta si es una rareza que merece verse: un film político-revolucionario vestido de film noir al mejor estilo francés. Un largo prólogo argelino se ocupa de describir las injusticias sufridas por los protagonistas. Luego, para ser justo, el argumento también se ocupa de describir las contradicciones de los mismos personajes. En todo caso, hacia mediados de la década del 50, los tres hermanos del título local (el original es «Fuera de la ley») se encuentran en un suburbio parisiense reservado para argelinos de clase baja. De los tres hermanos, uno acaba de volver del ejército luego de la derrota en Indochina, otro recien salió de prisión por sus ideas anticolonialistas-revolucionarias, y el tercero, totalmente apolítico, tiene negocios prostibularios y sueña con promover a un campeón argelino de boxeo (elemento que sirve especialmente bien para mezclar la lucha armada revolucionaria con la estética y temática del film noir). Una vez que el hermano revolucionario domina la situación y a casi todos los otros personajes, la película se convierte en un furioso ejercicio de estilo que intenta que la acción propia del policial pueda aplicarse a un contexto político. Más allá de las influencias evidentes, que van desde «El Padrino», «El ejército de las sombras» de Jean Pierre Melville o «Malcolm X» de Spike Lee, lo interesante es la idea de apelar a la estética y narrativa de un género clásico para narrar otro tipo de relato, con base firme en el «polar» francés, a pesar de que los personajes hablan mayormente en árabe. Hay actuaciones excelentes, una muy atractiva ambientación de época y, por sobre todo, elaboradísimas escenas ultraviolentas que resultan especialmente feroces por tener algo que decir.
Intenso drama épico e intimista Con una excelente construcción de personajes y un eficiente equipo actoral (Sami Bouajila, Roschdy Zem, Jamel Debbouze y Chafia Boudraa), Bouchareb consigue valiosos logros narrativos. El conflicto entre Francia y Bélgica, que había retratado Gillo Pontecorvo en "La batalla de Argelia" vuelve a recobrar un intenso vigor dramático con este filme de Rachid Bouchareb. La dominación colonial, la militancia, la resistencia, el drama humano de una familia separada durante la Segunda Guerra Mundial, en la que cada hijo toma un rumbo distinto para volver a reunirse a partir de la mitad de la película, en una nueva vertiente tan íntima, como épica, son parte de este inteligente retrato que sobre la tierra de sus padres, concreta el director francés de familia argelina. ARGELIA, 1945 "Tres hermanos, tres destinos" parte de un hecho no demasiado difundido. Se trata de la terrible matanza cometida por los franceses, en contra de la resistencia y el pueblo argelino, ocurrida en Sétif, en 1945, durante la Segunda Guerra Mundial. Ese es el momento de despegue de esta historia familiar, en la que cada uno de los hermanos toma un rumbo distinto. El más chico se termina convirtiendo en un cafishio y mafioso después, el mayor milita en el ejército y el del medio se une a los grupos de la resistencia. Varios años después, el menor de los hermanos y la madre viajan a Francia y se radican en una "villa miseria", en la que la mayoría de los argelinos que allí viven trabajan en fábricas. Pero el más joven del trio de hermanos argelinos no quiere ese destino para él y le pide a un mafioso del lugar que lo emplee junto a él. A partir de ese momento comienza una carrera, en la que igual que su empleador explota a mujeres en burdeles y se dedica a organizar torneos de boxeo. FRENTE DE LIBERACION Poco después a la villa llegan los dos hermanos restantes, uno de ellos luego de cumplir una condena carcelaria. A partir de ese momento la resistencia argelina vuelve a rearmarse, bajo la figura del Frente de Liberación Nacional (FLN). Rachid Bouchareb gira su película sobre el costado argelino y lo hace convirtiendo esta coproducción entre varios países, en un fresco de gran relevancia histórica. El director consigue equilibrar con buenos recursos dramáticos, la vida de los hermanos, su devenir hacia una madurez, que parece condenarlos a una lucha armada sin tregua. Con una excelente construcción de personajes y un eficiente equipo actoral (Sami Bouajila, Roschdy Zem, Jamel Debbouze y Chafia Boudraa), Bouchareb consigue valiosos logros narrativos.
La épica rentable La película de Rachid Bouchareb (no me atrevo a mencionar la traducción local del título) generó controversias en el Festival de Cannes de 2010 y fue candidata al Oscar. Estos datos perecen lógicos si uno se detiene en la extraña fusión que hace el director entre el marco político al que alude y los códigos genéricos del cine negro de gánsters. Tal osadía se queda a mitad de camino. Tenemos, por un lado, un conflicto (la represión francesa contra argelinos independentistas), muchas veces transitado desde la ficción y el documental, como fondo para contar la historia de tres hermanos, desde 1925, donde son echados de su tierra junto a sus padres, hasta 1962, fecha de la independencia de Argelia. En este sentido, no se aporta nada nuevo y en todo caso se incurre en una dudosa ambigüedad a la hora de referir los hechos donde se pasa fácilmente de la manipulación de datos hasta la declamación didáctica de frases hechas y poco sutiles (“la revolución es una máquina excavadora”), o de una postura ideológica fuerte acerca de ciertos ideales (el sentido de matar por una causa) que deriva en un sentimentalismo redentor innecesario. En efecto, durante el desarrollo de la historia, se insertan algunas escenas que pretenden instalar dilemas éticos en los personajes/hermanos (ser un revolucionario o un rufián, la causa o la familia, matar o perdonar) que progresivamente se diluye y cede el lugar al sacrificio individual como causa del triunfo colectivo, es decir, una especie de mesianismo barato, claramente identificado con ciertos cánones industriales cuyos protagonistas son héroes indiscutibles. En este punto, lamentablemente, Bouchareb no se juega por una línea argumentativa respecto de la Historia y se resigna a concesiones. Por otro lado, es evidente que la candidatura al Oscar deviene por la forma que elige para narrar a partir de los códigos del cine negro, de gánsters. Luego de un comienzo acelerado donde se suceden rápidamente las fechas como excusa (un tanto forzada) para introducir los destinos cruzados de los tres hermanos, se inicia un periplo que remite (vorazmente) a momentos de El padrino, Los intocables (hay escenas casi calcadas) pasando por los clásicos de los años treinta, con sus rasgos característicos: ascenso y caída de los personajes, afán de poder y trascendencia (sea para crear un frente revolucionario como para crecer como rufián), abundante dosis de violencia, la conexión con la tragedia en su inevitable destino fatal y el coqueteo constante con la idea de familia como justificación para ser mafioso. Bouchareb traslada estos códigos, los incorpora en una estética noir y pretende conformar con un relato fácil de identificar con el espectador para disimular la pobreza de la resolución de los planteos políticos que había insinuado (la posibilidad de problematizar los métodos utilizados para sostener una causa, ya sea, reprimir a mansalva desde el aparato estatal o asesinar a un compañero revolucionario por comprar una heladera con los fondos del movimiento sin aceptar su arrepentimiento). En este sentido, no evita inscribirse en una serie de films controvertidos que despiertan más reacciones por sus supuestos ideológicos que por sus logros estéticos (Munich, La vida es bella, films embusteros si los hay), lejos de otros que, sin cacarear, logran tensionar lo estético y lo político de una manera más productiva (Caché). Las imágenes de archivo musicalizadas al final, como corolario del destino de uno de los hermanos argelinos, son una muestra de esa tradición lacrimosa.
La última producción del director Rachid Bouchareb, francés, de origen argelino, viene precedido en principio por los dos filmes anteriores conocidos en Argentina. De sus 13 realizaciones sólo se estrenaron aquí “Días de Gloria” (2006) y la maravillosa “London River” (2009). “Tres hermanos, tres destinos”, “Hors la Loi”, tal el titulo original que podría traducirse como “Proscripto”, “Desterrado”, o como más comúnmente se lo conoce, “Fuera de la Ley”. En segundo lugar, lo antecede los lauros logrados, entre ello la nominación al Oscar como mejor película en idioma extranjero, representando a Argelia. En tercer lugar, los escándalos provocados, por supuesto que no de manera intencional pero alborotadores al fin, durante su participación en la competencia oficial del Festival de Cannes, con los partidos políticos de la derecha francesa tratando de censurarla, situación que redundaría en el interés por verla. En esta oportunidad Bouchareb toma como punto de partida un conflicto político, como lo fue la liberación de Argelia del colonialismo francés, pero lo hace desde una mirada más melodramática que histórica, intentando entrecruzar géneros cinematográficos como la epopeya y el drama. Para ello narra la gesta de tres hermanos inmersos en ese momento histórico y en el conflicto armado, tal cual un reverso de “Beau geste” (1939), película protagonizada por Gary Cooper y Ray Milland en 1939. Se podría pensar el filme desde varios puntos de vista, como una venganza personal, o como el cumplimiento de un juramento, también desde lo estrictamente ideológico como la lucha por la liberación de un país, tal cual la formación de héroes anónimos. La primera escena transcurre en los años 20, en medio del campo argelino. Una familia es obligada a dejar la tierra en la que han vivido por generaciones, por no poseer un titulo de propiedad, título que ahora sí le fue otorgado a un “legitimo” ciudadano francés. Elipsis mediante nos encontramos en 1945, plena segunda guerra mundial, más específicamente el 8 de mayo. Dos acontecimientos se producen ese día, mientras en Paris se celebraba el fin de la guerra, en la ciudad de Serif, Argelia, se producía por la milicia francesa una matanza de manifestantes pacíficos que clamaban por su independencia. El guionista y realizador utiliza este último hecho histórico para conformar esa saga familiar. Mientras el menor trata de hacer negocio con una pelea de boxeo, los hermanos mayores, y su progenitor, participan de una manifestación en favor de la independencia argelina, uno es apresado por el ejercito francés y llevado prisionero a Paris, el otro puede escapar, pero el padre muere. Es ahí donde los caminos de los tres se bifurcan, pero a lo largo de todo el relato los actos de uno modificaran la vida de los otros dos. El mayor, luego de ser liberado, como un miembro intelectual de la FNL, el segundo, soldado del ejercito francés en Indochina, es reclutado como brazo armado de la misma agrupación, y el menor, dedicándose a como el llama sobrevivir de la mejor manera posible, regenteando prostitutas y boxeadores. Así como intenta cruzar los géneros cinematográficos de manera aleatoria, de igual modo lo hace dentro de la narración, a veces muy forzadamente. Los graves problemas del filme están diseminados. La estructura es básica, clásica por momentos, y con la sola intención de establecer y afianzar un discurso político, se torna redundante, proponiéndose, de manera muy pretenciosa, como un ejemplo de arte comprometido, formativo y educativo, simultáneamente. Por otro lado, debido a su estructura y discurso, construye sus personajes muy representativamente. El hecho de producir personajes típicos, los malos son muy malos y los buenos los son por antonomasia, no hace anclaje en la estética, es más, por momentos la perturba, pero trata de ser sostenido como formula. Como grandes logros, la reconstrucción de épocas es impecable, merced a la dirección de arte y la fotografía, muy buen trabajo en el diseño de sonido, y muy buenas actuaciones, destacándose Jamel Debbouze, fetiche del director, en el rol de Said, el hermano menor. Una producción que dará que hablar, se lo piense desde el ángulo que se deseé. Sintetizando, una historia de afectos familiares, y la construcción ideológica dentro de un movimiento revolucionario, como dijo Máximo Gorki. “…Aquel romanticismo que se halla en la base del mito y que es útil para favorecer el despertar de una actitud revolucionaria ante la realidad, de una actitud que cambia prácticamente el mundo”….
Políticamente inofensiva La última película de Rachid Bouchareb produjo un escándalo de proporciones en Cannes 2010 cuando un diputado del partido gobernante amenazó con boicotear el festival por considerarla una falsificación de la historia. Discurrir en estas líneas sobre la verosimilitud de las reconstrucciones históricas sería una tarea vana e inútil. Escribir la historia implica escribir una versión subjetiva, y para representarla en el cine, más allá de la forma elegida, es necesario elaborar un punto de vista retrospectivo. El gran problema de Tres hermanos, tres destinos es, paradójicamente, la ausencia de una toma de posición real. El director busca infructuosamente agradar a todos los públicos y consigue que sólo se recuerden las escenas espectaculares de violencia. La película se ahoga bajo el peso de un tema imponente y complejo presentado en un embalaje espectacular. Tres hermanos… comienza con la expulsión de una familia de argelinos en beneficio de colonos franceses y termina con la masacre del 17 de octubre de 1961 en la que decenas de manifestantes movilizados por el Frente de Liberación Nacional (FLN) mueren a manos de la policía parisina. En el medio, la familia en cuestión tiene tres hijos cuyos destinos se cruzan azarosamente en un viaje cronológico que repasa la complejidad de los vínculos entre Francia y Argelia, signados por la voluntad del primero de dominar o incluso de absorber al otro. Una vez adultos, Messaoud combate en Indochina mientras Abdelkader y Saïd viven en Sétif. En mayo de 1945 el padre de los tres protagonistas muere como víctima colateral de la represión contra las manifestaciones por la independencia. Abdelkader es encarcelado junto a numerosos militantes y tiempo después reencuentra a los suyos en París, donde Saïd y su madre viven entre la suciedad de un barrio de casuchas en Nanterre. Estas escenas muestran el costado más despreciable de la película: el regodeo en las imágenes de la miseria obstruye los esfuerzos de los protagonistas y neutraliza las situaciones más dramáticas. La película evidencia la brutalidad de las fuerzas de represión que se burlan tanto de la ley como de los insurrectos. Sin embargo, los personajes principales no están construidos como víctimas que suscitan empatía fácilmente. Si bien su comprensible rebelión contra la autoridad francesa es el tema central del relato, Rachid Bouchareb cuestiona el alto precio pagado por la independencia. El director subraya las purgas en el seno de la FLN, la sangrienta rivalidad con el Movimiento Nacional Argelino y el empleo de simpatizantes como carne de cañón. El guión descansa en una serie de dilemas morales y políticos que los dos hermanos mayores solucionan siempre en favor de la causa y contra los individuos. Las escenas de ajuste de cuentas se multiplican, la sangre y el fuego se funden, pero la dimensión espectacular con estética gangsteril no glorifica la acción terrorista. La película describe la marcha progresiva hacia un compromiso radical por distintos motivos: desde la convicción profunda y el comportamiento casi sacerdotal de Abdelkader hasta el vínculo tardío de Saïd en un impulso de amor fraternal. El deseo de venganza y el fundamentalismo ideológico de Abdelkader hunde a los tres hermanos en una lógica terrorista que los conduce a enfrentarse y a no tener futuro. La violencia constituye un reflejo primal en seres irremediablemente golpeados por la historia. Lo mejor de la película no pasa por las escenas de acción grandilocuentes sino por los momentos intimistas en los que se revela la inestabilidad de estos hombres profundamente heridos. Bouchareb sabe utilizar los cuerpos y los rostros de sus protagonistas para mostrar el sufrimiento y las asperezas de sus personajes. La acumulación de información histórica hace que sea difícil medir la fiabilidad sobre el golpe de efecto y provoca una polisemia que se potencia por el desconocimiento de gran parte de los hechos que se narran. La película se queda a mitad de camino entre el film político, la crónica familiar y el espectáculo popular. Rachid Bouchareb oscila entre la epopeya, el fresco social y el film de gángsters, sin conseguir un blockbuster de violencia catártica ni una obra reflexiva. De todas maneras, a pesar de sus torpezas formales, sus personajes esquemáticos y su relato didáctico, Tres hermanos, tres destinos genera una saludable inquietud por documentarse, conocer mejor y reconstruir una historia compleja y oscura.
Curiosidad: este film que trata de una familia argelina que se involucra tanto en la independencia de su país como en la mafia, causó protestas en Cannes. En realidad no pasó nada, como no pasa demasiado con el film, un relato narrado con precisión sobre política, crimen y familia, previsible aunque entretenido, sin aristas que queden en la memoria. Las actuaciones carecen de énfasis, la reconstrucción de época es lujosa y el film es como una novela por la cantidad de sus peripecias. Y no mucho más, por cierto.
Bouchared apuesta fuerte en esta propuesta intensa, que combina la denuncia social y la mirada política con la intriga propia del mejor thriller (muy a la manera del cine de Costa Gavras). Acá, los sentimientos fraternos se mezclan con un enfoque que enjuicia claramente la política francesa posterior a la caída del nazismo, hasta arribar a la independencia de Argelia. Tres hermanos son desalojados de sus tierras sin miramientos porque no tienen la documentación en regla. Más tarde padecerán en carne propia las consecuencias de la matanza de Sétif, en 1945, cuando las fuerzas de ocupación francesas masacraron a 40.000 argelinos para sofocar un levantamiento. La propuesta, de tono revisionista, registra las miserias y excesos de la política colonial mientras sigue el azaroso itinerario de los protagonistas, en un contexto impiadoso. Film polémico y revelador.
Una independencia que todavía genera polémica Una independencia que todavía genera polémica Acompañada de su momento de "escándalo" durante la proyección en competencia del Festival de Cannes 2010, la producción franco?argelina Tres hermanos, tres destinos no sólo fue noticia allí, sino también desde su nominación como mejor film extranjero para los Oscar 2011. La reciente edición en dvd --cuyos catálogos cinéfilos, sea el sello editor que sea, distan de ser buenos, así como patéticos en lo relativo al rescate cinematográfico-? habilita a la consulta del film, así como a su puesta en discusión. Todo esto porque, aquí el tema, la película de Rachid Bouchareb (Días de gloria, London River) aborda la independencia de Argelia entre su declaración y el desenlace de la Segunda Guerra, allí cuando el 8 de mayo de 1945 Francia era una fiesta y las calles de Sérif, en tanto, un espectáculo de sangre. Entre el flamear de los tres colores franceses y el verde argelino de la liberación se estructura la historia de estos tres hermanos, echados de niños de sus tierras, refugiados en Francia, partícipes en Indochina, encarcelados, así como artífices del Frente de Liberación Nacional. Cada uno de ellos desde una caracterización específica y necesaria al desarrollo argumental. Esto es: el intelectual, el brazo ejecutor, el escurridizo. Los tres, en este sentido, como resortes para el mecanismo de un relato que, vista la consideración, puede atentar contra el verosímil de la historia, sujeta como se encuentra a un marco histórico real. Si se pueden dejar tales cuestiones a un (mero) costado, aparece el fresco general al que la película arroja. Y no es poco destacar el lugar sanguinario que las milicias y policía francesas ocupan, así como tampoco el fundamentalismo en el que caen como víctimas los hermanos. Hay una adhesión incondicional, pero no es la misma para todos, a la vez que confrontan entre sí desde el propio grupo familiar. Es decir, se trata también de orientar al espectador en el contexto, en el conflicto, mientras se lo adentra desde simpatías/antipatías. Los tres hermanos, los tres "fuera de la ley" (tal el título original), sobrellevan el relato desde la pulsión de emociones distintas. Es así que el film de Bouchareb conoce momentos de desnivel, dada la pretensión totalizadora de contar tanto, de abarcar tanta complejidad, y de reducirla a un trío de síntesis. El riesgo, como en toda empresa similar, es siempre el de un mismo desnivel. Pero, de todos modos, no deja por ello de encontrar sus buenos momentos: el puñado de tierra, el pan para la prostituta, el disparo en la pierna, las manos que estrangulan. Todos ellos detalles pequeños, que mejor y más dicen por, justamente, pretender menos. De todas maneras y como certeza final, la película celebra la independencia de Argelia. Y ha sido ello, y no otra cosa, lo que supo despertar --hoy día-? un momento de revuelo.