La gitana está sentada, frente a una pequeña mesa con cartas de tarot en una callecita del barrio de La Boca. Algunos curiosos se acercan para conocer sus destinos, y ella, con acento español, les promete lo mejor y les solicita una ayuda monetaria. Luego de un rato, ella levanta su improvisado campamento y llega a su casa para encontrarse con Esteban, un vividor que se dedica a seducir mujeres, las enamora y luego las abandona, aunque previamente les deja un folleto con los datos de Marta, su socia, esa gitana. Es el pie para esta historia dramática y atípica que pendula entre lo policial y lo sobrenatural, elementos que el novel director Juan de Francesco supo manejar con indudable convicción, basado en un interesante guión de Nicolás Cisco. Esa presunta gitana halló en Roxana Randón a una actriz que dotó a su personaje de la necesaria dosis de credibilidad y de emoción, elementos imprescindibles para que esa Marta, en definitiva silenciosa y solitaria, tenga la suficiente encarnadura que vira desde sus explosivas dosis de violencia hasta la ternura que le llegará justamente en sus momentos más difíciles. Paisajes de un Buenos Aires reconocible, captados por una fotografía de indudable calidad y personajes cotidianos que acompañan el derrotero de los dos protagonistas son otros hallazgos en este film que habla, en definitiva, de odio, de dolor y de secretos bien guardados.
Crónica de una muerte anunciada Visiones (2013), ópera prima de Juan De Francesco con guión de Nicolás Cisco, se centra en las andanzas de una falsa gitana y un chico de la calle unidos en una especie de asociación ilícita para estafar mujeres despechadas. Marta (Roxana Randón) es una falsa gitana que sobrevive del engaño a personas que buscan en ella una cuota de esperanza para sus vidas sentimentales. Esteban (Adrián Ero) es un muchacho que ella recogió de la calle para que la ayude a captar gente para estafar. Hoy Esteban ya es un joven apuesto, mujeriego y vividor que busca vengarse del mal que le ocasionó Marta durante su infancia. Encuadrada entre el policial y la ciencia ficción, la trama, que comienza en los años 80 cuando Marta y Esteban se conocen ante un hecho delictivo, se traslada elípticamente hasta nuestros días. Marta ya es una anciana en decadencia y Esteban un treintañero elegante y de actitudes galantes. Mientras el muchacho seduce señoritas a las que luego abandona, dejándoles un volante de la tarotista en la cartera, Marta les sacará el dinero para devolverles el amor perdido. Entre ambos hay una desconfianza mutua con el dinero y la relación está cada día más tensa. Pero Marta, que vivió del invento toda su vida, tendrá visiones verdaderas y comenzará a vivenciar la realidad de las intenciones que Esteban tiene para ella. Así, como cajas chinas que se van abriendo permanentemente, Marta tratará de cambiar cada uno de los desenlaces que se le aparecerán que, aunque modifique algún hecho, siempre desencadenarán en su propia muerte. Juan De Francesco eligió para su primera película una trama compleja donde a partir de un punto de partida se desarrolla una misma historia con diferentes desenlaces. Para ello utiliza una serie de flashbacks que van y vienen, provocando una desorientación temporal adrede. Nunca se sabrá si lo que se está viendo es parte de una realidad o una fantasía y ese juego fantasioso es la que vuelve interesante a la trama, aunque por momentos peque de reiterativa. Visiones, cuya ubicación temporal se resuelve llegando el final, más allá de algunos cuestionamientos en cuanto a los lineamientos estéticos elegidos para poner en escena un relato que por momentos se ve como añejo y su mensaje demasiado explícito y moralizador, tiene una idea original que, pese a sus claroscuros, funciona y entretiene.
Una película que comienza de una manera, la truchada de una adivina asociada a un seductor profesional para estafar a sus clientas y una vuelta de tuerca fantástica que no termina de convencer, aunque Roxana Randon, gran actriz, le ponga el cuerpo y el alma al protagónico.
Entre la fantasía y la realidad Visiones empieza bastante auspiciosamente: una falsa adivina (buen trabajo de Roxana Randón, la madre de Leo Sbaraglia) recluta a un chico de la calle que, con el tiempo, crecerá hasta transformarse en un Don Juan con sus encantos al servicio de las estafas de su socia. Es un vínculo por conveniencia: parecen no quererse ni respetarse, pero se necesitan. Todo cambiará cuando, al estilo del personaje de Whoopi Goldberg en Ghost, la impostora note que realmente tiene poderes extrasensoriales. Con este descubrimiento, la película irá perdiendo el clima logrado hasta ese punto y empezará a hacerse cada vez más confusa, al punto de resultar, por momentos, involuntariamente cómica. “Estoy viviendo un día un poco repetitivo”, rezonga el personaje de Randón. Tiene razón: en su afán por explorar una suerte de teoría de los mundos paralelos, el guión cae en un tramposo juego de cajas chinas y se vuelve reiterativo. De movida suena interesante, al estilo de la colección de libros Elige tu propia aventura, el planteo de poder volver unas páginas -en este caso, fotogramas- atrás para ver qué habría pasado si el personaje hubiera tomado otras decisiones que las que tomó. Pero aquí el recurso está sobreexplotado: hay una visión dentro de otra y dentro de otra visión, hasta que ya no sabemos qué es real y qué es parte de la percepción de la tarotista.
Involuntariamente navideña En lejanos tiempos, la cartelera siempre lucía para estas fecha una película de espíritu navideño. La que ahora vemos arrima el bochin de modo laico e involuntario. No tiene trineos ni está el Jojó vendedor de gaseosas (el único gordo que aparece es un matón), pero en cambio hay una bolsa de residuos llena de plata, que podría servir de regalo, y hay, finalmente, una moraleja similar a la que recibió el señor Elbenezer Scrooge en aquella Navidad de hace ya 170 años justos. Doña Marta no tiene el mismo oficio, ni desprecia tanto la felicidad ajena. Al contrario, como profesional del tarot, las ataduras de amor y demás envolturas consolatorias, le interesa que su clientela se vaya contenta e ilusionada. Pero un día ella también recibe unas visitas fantasmales. Primero una del pasado ajeno. Luego, las de su propio futuro, que procurará evitar de una y otra forma. Hasta que llegan las visitas del pasado. Ahí está la madre del borrego, ella misma ha preparado su destino. La fantasía, que altera los tiempos, podría entonces jugar a favor suyo y de otra gente a la que arruinó la vida, más o menos como el señor Scrooge. Por ahí va la historia. No conviene agregar más. Solo decir que la cosa tiene un comienzo algo teatral, poco auspicioso, ubicado hacia 1989, a juzgar por la cifra de australes que cobra la señora. Pero luego viene lo interesante. "No adivino, niña, tengo visiones", dice. Y bueno, ya que dice que tiene visiones, ahí empieza lo lindo. Visiones, especulaciones, reversiones, desesperaciones, revelaciones decisivas, armas y acciones, incluso la acción policial, etc. También aspirando a revelaciones, o al menos probándose en el cine, aparece un buen número de debutantes. Juan De Francesco, director que viene del campo de la producción. Nicolás Cisco, guionista probado en algunos cortos. Adrián Ero, coprotagonista. Dos chicos, varias jovencitas, parte del personal técnico. Debutante también, pero como protagonista de un film, Roxana Randón, conocida actriz de teatro, directora de su propia escuela, figura circunstancial de la televisión. Hasta ahora el cine le había sido esquivo. Apenas se la puede ver en "Made in Argentina", "Lo que vendrá y otras pocas películas, la última hace prácticamente 14 años. Ahora reaparece, y es figura principal. Ojalá que para la próxima no tarde tanto.
Visiones, de Juan De Francesco, cuenta la historia de Marta, una mujer que se disfraza de gitana y sobrevive fingiendo adivinar el futuro; y de Esteban, un chico que vive en la calle y que habrá de ser adoptado por Marta. Pasados muchos años, Esteban se convierte en estafador que embauca mujeres y las envía a Marta, ahora su cómplice, quien las recibe en su sala de consulta. El método es simple: Esteban las conoce, seduce, obtiene información y después las abandona, pero no sin antes esconder un volante en sus bolsos con los datos de Marta. Así, ella las recibe conociendo todos sus secretos y las atrapa con su red de mentiras y de supuestos embrujos. Hasta ese punto, la película resulta notablemente rutinaria: las escenas se suceden sin demasiado pulso, la cámara parece rígida y atornillada al suelo, y la planificación general hace acordar a la de una tira televisiva (muchas escenas se resuelven apelando al plano/ contraplano; la fotografía es siempre brillante, tanto en exteriores como en espacios cerrados). Si la sociedad espuria de Marta y Esteban se vuelve medianamente creíble, eso es solo por obra de los actores, cuya solvencia (en especial la de Adrián Ero, que interpreta a Esteban) ayuda a imprimirle algo de dinamismo al conjunto. Pero incluso si los actores cumplen, la dirección no sabe aprovechar del todo la tensión generada entre ellos y algunos momentos culminantes pierden eficacia por culpa de los primeros planos, que fragmentan la acción y no nos permiten ver a uno reaccionar frente al otro. Algo de este estado de cosas cambia para bien cuando el guión pega su vuelta maestra: Marta, la falsa gitana, la que simula leer las cartas, descubre por accidente -cuando toca a una clienta- que tiene visiones, visiones reales de la vida de la otra persona, y que puede acceder tanto a su pasado como a su futuro. Así, con ese nuevo don adquirido de golpe y porrazo, Marta se entera que la clienta en verdad está complotada con Esteban y que entre los dos planean robarle la plata ahorrada durante años y matarla. Para cuando Marta toma conciencia del peligro, ya es tarde: Esteban le apunta con un revólver, y dispara. Lo que sigue no deja de ser divertido: las imágenes de la muerte de Marta se revelan a su vez como otra visión surgida del contacto físico con la clienta (confabulada con Esteban), entonces la acción retorna al principio, y ahora la protagonista habrá de ensayar una estrategia para desbaratar los planes de Esteban, solo para fracasar de nuevo, morir y volver al comienzo una vez más, y así muchas veces más. En este punto, Visiones demuestra tener una rara predilección por las variaciones y por la exploración de los rumbos posibles de un relato, algo atípico para el cine argentino (salvo, quizás, por la obra de Mariano Llinás) que pone a la película en diálogo, antes que con otro film local, con alguna filmografía extranjera como la de Hong Sang-soo y su gusto por las variaciones de un mismo tema. Aunque no se trate de otra cosa que de un mero ejercicio de estilo, el experimento divierte y compensa la falta de credibilidad que la película transmite el resto del tiempo. Pero cuando el recurso agota una serie nada despreciable de opciones y de revelaciones, la trama opta de nuevo por la linealidad y la frescura cede para que la película avance nuevamente -en forma mecánica- hacia un final dramático, con vuelta de tuerca incluida.
Visiones" es la ópera prima de Juan de Francesco, conocido en el medio por sus trabajos como productor al servicio de reconocidos cineastas como Juan José Jusid y Alberto Lecchi. Apostando a una columna vertebral nutrida con actores que provienen del teatro, principalmente, de Francesco elige presentarnos una historia simple pero de discurso cíclico, alternando la temporalidad y bosquejando un relato previsible sobre la suerte de una pareja de estafadores que entran en crisis después de un largo camino juntos. Roxana Randón es Marta, la adivina que, en las calles de la Boca, engaña a la gente haciendole creer que tiene poderes parapsíquicos para leer el destino. Esteban, (Adrian Ero), un chico que conoce en ese lugar, por azar se vuelve su compañero de supervivencia. Los dos, inician una sociedad que se extiende en el tiempo hasta llegar a un momento de quiebre, en el que todas las fichas se pondrán en juego. Es importante que sepamos que Marta, nunca tuvo visiones. En general, es una torpe embustera. Sin embargo, en un recorte de su realidad exacto (cuando una chica le pide ayuda y ella descubre que algo anda mal) comenzará a experimentar flashes que la llevarán a anticipar y vivir situaciones muy peligrosas. Tanto, que si que si no logra decodificar conductas y modificarlas sobre la marcha, puede perder algo más que un buen negocio... El guión de Nicolás Cisco atrae. Si bien su fórmula puede parecer repetitiva, lo cierto es que la construcción detectivesca que va generando Marta cada vez que logra tener visiones, tiene su interés. La película está bien actuada y tiene un par de vueltas de tuerca más que interesantes. El debate que se pone en juego, el de la posibilidad de alterar el destino, si bien es conocido y ya ha sido tratado en muchas oportunidades en el cine internacional, ha tenido pocos exponentes locales efectivos. Lo cierto es que "Visiones" es una mezcla de film de género y drama a la "argentina". Y está bien hecha. No descolla, pero ofrece una historia singular acerca de los móviles internos que atraviesan a la gente a la hora de tomar decisiones. Y se guarda para el final alguna reflexión moral quizás innecesaria, sobre las responsabilidades a la hora de decidir sobre los demás. Buen debut para De Francesco.
El colmo de una falsa gitana ¿Cuál podría ser el colmo de una falsa vidente? La respuesta es fácil y se encuentra en la premisa de Visiones, ópera prima de Juan De Francesco –antiguo colaborador de Cristian Bernard y Flavio Nardini- y con guión del debutante en el largometraje, Nicolás Cisco: adquirir el don de predecir el futuro. En ese sentido resulta atractiva la propuesta luego de una primera mitad donde en pocos minutos se descubre la mecánica de la estafa entre una falsa adivina caracterizada como gitana llamada Marta (Roxana Randon) que se aprovecha del despecho de sus incautas víctimas mujeres para lo cual es fundamental la acción de su cómplice Esteban (Adrian Ero), quien hace las veces de galán, Don Juan, para enamorarlas y luego de malvado que las deja siempre por otra para que caigan en las redes de las artes oscuras de Marta y así mediante sus hechizos recuperar al amor a cambio de buenas sumas de dinero. Un plan perfecto siempre cuenta con alguna fisura y esa no es otra que la ambición de los involucrados, pero para el caso de Esteban se agrega al menú una suerte de revancha personal por un pasado de tortura psicológica y maltrato causado por la falsa gitana. Sin embargo, la vuelta de tuerca que da algún respiro a un relato que no podía salir de lo sumario es un recurso simpático del cual tanto guionista como director abusan para que de cierta manera cierre la historia, aunque es justo decir le imprime dinamismo en una trama demasiado básica. El pivot y elemento pendular que pertenecen únicamente al punto de vista de Marta se conecta directamente con las visiones reales que ella empieza a tener de manera espontánea y así de esta manera anticipa su destino trágico donde queda desenmascarada la supuesta traición de su socio. No obstante, esas visiones en lugar de mostrar fragmentos, o secuencias ambiguas, plasman situaciones o escenas completas para que avance la historia a fuerza de falsos flashforwards a los que se suman forzados flashbacks, completamente funcionales a los justificativos de las acciones. Tampoco ayuda a esta idea la acumulación porque una vez reflejado el mecanismo ya no hay sorpresa alguna, pues cada vez que la protagonista toca las manos de algún personaje, el espectador sabe que viene una visión. La experimentada Roxana Randon aporta a su personaje carisma, maldad, algo de humanidad pero se destaca sobre el resto de un elenco de actores desconocidos, con performances bastante flojas, sobre todo el co-protagonista Adrian Ero siempre un registro por encima de lo que su personaje necesita. Visiones trata de salirse de convencionalismos o estereotipos jugando a veces al humor pero eso no alcanza para evitar el término de film fallido básicamente por apostar todo a un recurso ingenioso desde el punto de vista narrativo aunque pasible de reproches a nivel conceptual y cinematográfico, así como un desenlace poco sólido.
Con una intensa labor protagónica de la actriz Roxana Randon, Visiones, último film nacional del año, es una pieza atravesada por aciertos y falencias, pero con la virtud de mantener el interés en su trama. La idea, bien planteada en el guión de Nicolás Cisco, se interna en ciertos aspectos parapsicológicos y pesadillescos, premisas que giran alrededor de una presunta gitana que dice conocer el presente y el futuro de sus clientes a través de improbables poderes. Con la complicidad de un joven que aprovecha su atracción con las mujeres para sacarles directa o indirectamente dinero, el film alcanza algunos momentos logrados. Pero otros pasajes más débiles y las constantes alternancias entre la realidad y las visiones del título que sufre la falsa –o no tanto- vidente, llegan a marear y confundir. Esos tramos del segmento final de la película dirigida por el debutante Juan De Francesco, recuerdan a films sobre paradojas temporales, idea fascinante que pudo haberse desarrollado mejor. Igual el director aprovecha esos inesperados dones de la protagonista como flashbacks que revelan zonas del pasado bloqueadas de los personajes. Con un desenlace esperanzado, Visiones ofrece un aceptable intento de comedia dramática con toques fantásticos, con una Roxana Randon sensible y plena de matices y buenos aportes, dentro de un elenco desparejo, de Adrián Ero y José Luis Alfonzo.
Fake fortune teller unable to predict own fate The Argentine feature Visiones, written by Nicolás Cisco and directed by Juan De Francesco tells the story of Marta, a middle-aged woman passing herself off as a gypsy fortune teller. She cheats naive women out of their money pretending she’s able to get back the men they love and who left them for other women. The film stars Roxana Randón, Adrián Ero, Kevin Sztajn, Lara Crespo and Julieta Van Lacke, and José Luis Alfonzo. Marta is aided by Esteban, a young and good-looking womanizer who first seduces the women he meets in bars and coffee shops, and then abandons them — but not without first leaving a flyer with the name of the fake fortune teller at their houses. So the women go see Marta, and this is when she dazzles them for good: working with Esteban, she makes them believe she’ll bring their men back. In fact, it’s all a carefully orchestrated mise en scene. But things begin to get ugly when Marta begins to have real visions, and sees Esteban trying to kill her and steal all her money. All right, so it sounds kind of predictable and lacking in originality — it’s a story about a fake fortune teller who begins to have real visions and discover her life is in danger. But if these were the only problems in Visiones, then it wouldn’t be a big deal. After all, many great films have been made out of trite, formulaic premises. But that’s hardly the case here for the problems are found in all aspects of filmmaking, starting from the very, very unconvincing acting — ranging from over the top to simply stiff. On the one hand, you can tell Roxana Randón, who plays Marta, must be a good actress... in another film by another director. On the other hand, the rest of the cast are completely forgettable. More than a film, Visiones may be seen as a very mediocre soap opera shot with no imagination. This film is neither classical nor innovative. It follows conventions as to how to shoot a film, but it follows them in a lousy fashion. You know, you get shot one, then the reverse shot, then back to shot one, then reverse shot again, then back to shot one... almost endlessly. The editing is monotonous, which doesn’t help much. In accordance with this, the cinematography is dull, and the visual design doesn’t convey anything other than what’s plain obvious. Flat would be the best word to describe the overall effect of the film’s aesthetics. However, the huge problems are in the screenplay itself: why would all these women resort to a fortune teller to solve their love problems? And even if they would, would they seek the assistance of a fortune teller who promotes her services on a flyer? As for Esteban, how can he be so effective at leaving and going back to them precisely at the right moment so that the charade is never revealed? We’re talking about people, not pieces of machinery that would do this or that exactly when they have to. There are many other contrivances, including how all these unfortunate women, who meet at the fortune teller’s, refuse to put two and two together. Or take the film’s tone, which starts as a drama, a character study of two delinquents, two bit swindlers that go nowhere. Then it attempts to be some kind of a thriller when the element of suspense is added, which does not work out at all — but for that matter, neither did the drama before. Slowly, it becomes a cautionary tale, and this is on purpose — too bad you couldn’t care less about the characters. And in the end it awfully mutates into a moral tale as it tells the protagonists (and viewers) that ripping people off is not a good thing to do. Oh, well, like I didn’t know that. The funny part is that the only times when the film does have some appeal and breathes fresh air is when it becomes a non intended parody of itself. This is when you see all the potential the filmmakers had and miserably lost.