La nueva película de Marcos Carnevale es una comedia dramática que se basa en el desarrollo de dos historias de amor vividas por dos mujeres (muy diferentes) con el mismo hombre . Un film intenso para quienes disfrutan del dolor amoroso, que incluye la canción Paisaje, escrita e interpretada por el tano Franco Simone, inmortalizada por Gilda la reina de la canción tropical y ahora versionada por Vicentico. El film arranca directamente con la muerte de quien será el hombre recordado durante todo el film por las protagonistas, una es su esposa Elena, una reconocida directora de clase alta autosuficiente , con proyectos y una vida tranquila. La otra es Adela , una treintañera confundida y un tanto depresiva , intensa e impulsiva: vivía un romance con el esposo de Elena. La muerte de este las enfrenta y fuerza a un duelo compartido. Entre ellas están: Esther, interpretada por Rita Cortese , quien pone la cuota de simpatía, es la amiga y confidente de Elena, con el tabaco en las venas es quien hace repensar a la protagonista y ayuda a que el desarrollo de la trama sea menos violento y también Martín Bossi quien debuta cinematograficamente, el humorista e imitador profesional aporta buena parte de los aportes de comedia con su personaje Justina: mucama paraguaya y travesti semi rolinga que trabaja con cama adentro en la casa de Elena, papel que encarna sin dificultad alguna Graciela Borges. Juntos logran momentos de comicidad importantes, pero poco creíbles dentro de la historia, ya que el target social al que pertenece Elena no permitiría jamás a alguien de estas características cerca suyo. Igualmente Martin Bossi inventa un personaje bastante complejo, definido y honesto, que se disfruta . El director de Elsa y Fred y Anita nos presenta un relato que parte de la muerte del adultero Augusto, al parecer se justifica porque tenía mucho amor para dar, ojo, era muy buena persona, no podía vivir sin Elena, pero tampoco sin Adela: Esta última es encarnada por Valeria Bertuccelli, quien trabaja a la par de la Borges, con escenas dramáticas bien desarrolladas pero poco verosímiles. Y es que el que dolor de Elena está acotado en demasía y el de Adela desborda llegando a niveles insoportables que tan bien sabe representar. Ambos llegan al mismo estadío durante el extenso clip de la canción romántica. Se trata de una historia simple, sin demasiadas vueltas, con sorpresa previsible y mucho llanto interrumpido por la mirada cruda Esther y el léxico de Justina. Del hombre que extrañan sabemos poco y nada, que mantenía a una, engañaba a la otra, pero era encantador. Las dos conviven por un tiempo, chocan y siguen sufriendo. Viudas es un film sencillo, de elenco acotado y dependiendo del tipo de público puede llegar a aburrir o se puede dejar llevar por el dolor que provoca el amor.... aunque esta última con esfuerzo, ya que si bien tiene todo el potencial para desarrolar un buen argumento, se va perdiendo con situaciones que conducen a ninguna parte y al desaprovechar a una buena comediante como lo es Valeria Bertuccelli.
Cuando la vida se nos ríe en la cara. Marcos Carnevale es uno de los directores más interesantes que hay por estas tierras. Con una visión peculiar, siempre en sus películas vemos como personas de esas que vemos todos los días tienen que enfrentar a la vida de la forma que pueden, un claro ejemplo es Elsa y Fred (2005), donde una pareja de ancianos nos enseñan que nunca es tarde para volver a amar y soñar. En esta ocasión, nos muestra como dos mujeres deben enfrentarse a la pérdida de un ser amado.Adela es una chica joven, desordenada, que aún no se anima a desprenderse de actitudes de la vida de adolescente, ni tampoco a confirmarse como adulta. Elena por su parte, es una directora de documentales con una vida hecha y un buen pasar económico; un día en pleno rodaje es llamada desde el hospital para ser notificada que su marido ha sufrido un infarto. En el mismo sanatorio descubre que éste tenía una amante: Adela; para quien pide como último deseo a su esposa, que la cuide. Desde ese punto en adelante vemos como dos mujeres que amaron y fueron amadas por el mismo hombre reaccionan de distinto modo ante la pérdida, una no pudiendo superar la etapa del duelo, y la otra privándose del luto por el odio visceral que siente al descubrir tal traición. El mejor consejo antes de ver la película es el de dejarse enamorar y permitir que la historia nos lleve, y no tratar de buscar el verosímil. El guión escrito por el propio Carnevale, en varios momentos roza lo absurdo, y en otros tantos se transforma en un drama muy sentimental, y si la historia deambula por la comedia del drama, sin llegar a definirse por ninguno de ambos géneros en particular, mucho más lo hacen sus personajes, perfectamente construidos y con el suficiente tiempo en pantalla como para que el espectador sienta empatía por ellos. Pero como siempre destaco, por más bien que esté construido un personaje, si éste no viene acompañado de una actuación a la par, todo queda en buenas intenciones, y es aquí donde está el punto fuerte de la película: en las sólidas interpretaciones. Graciela Borges ya dio muestras sobradas de que se siente cómoda en el terreno de la comedia dramática, en esta ocasión haciendo un personaje que ya se sabe de memoria por lo cual funciona a la perfección en la maquinaria del film. Valeria Bertuccelli sigue demostrando que es una gran actriz, incluso poniéndose al mismo nivel actoral de su co-protagonista. Rita Cortese en su pequeño papel hace de la voz de la conciencia de Elena (Borges); y por último el debut cinematográfico de Martin Bossi, haciendo el papel más bizarro: un rollinga paraguayo travesti, que es el único personaje con los pies sobre la tierra y que piensa en algo más que sus propios problemas. La tan promocionada canción “Paisaje” de Vicentico suena en dos únicas ocasiones a lo largo del film, pero el propio tema y la forma de cantarlo del ex Fabulosos Cadillacs tiene la suficiente fuerza como para robar todo el protagonismo en los momentos de sonar. El resto del BSO a cargo de Javier Herrlein cumple, aunque a veces es mal utilizada y llega a sobrecargar de sentimientos la película, haciendo demasiado obvias las escenas emotivas. En conclusión, Viudas es una fresca propuesta en lo que respecta al cine nacional, pero quizás su mayor virtud sea su mayor defecto, dependiendo de que el espectador quiera o no, entrar en su juego.
Olvidable duelo por partida doble Los caminos de dos mujeres se unen inesperadamente cuando llegan al hospital para ver a un hombre que ha sufrido un infarto. Este es el punto de partida del nuevo film de Marcos Carnevale (Anita). Por un lado, Elena (Graciela Borges), una directora de documentales, esposa del paciente y, por el otro, Adela (Valeria Bertuccelli), una treintañera que resulta ser su amante. Al borde de la muerte, el esposo le pide a Elena que cuide a Adela. Viudas cuenta el improbable encuentro y posterior relación de estos dos personajes. En la película, que nunca se define por una línea muy marcada, todo está puesto para el lucimiento de Graciela Borges, a quien recientemente vimos en Dos hermanos. Asediada por Adela, Elena acepta finalmente una "convivencia" que no será fácil y que sólo permitirá hasta que la joven se recupere de su dolor. El relato despliega personajes secundarios como la asistente de Elena (una siempre convincente Rita Cortese), que no ve con buenos ojos a la recién llegada mientras intenta dejar de fumar con un cigarrilo electrónico, y Justina (el debut cinematográfico de Martín Bossi), una mucama que asegura durante toda la historia que "sabe cosas" pero nunca las cuenta. Ni siquiera se sabe demasiado de su vida, sólo que acata órdenes de la mujer que la cobijó junto a su marido durante más de viente años. Sus líneas (deliberadamente cómicas) no resultan del todo felices. La trama apuesta al choque de personalidades pero está alimentada por situaciones poco creíbles como el "ataque de furia" de Elena contra Adela. La música (el tema Paraíso de Vicentico es lo mejor) acompaña y subraya diferentes escenas en el cementerio, en el hospital, en las viejas filmaciones caseras y en las deshauciadas caminatas de Adela por la ciudad. Y el film hasta se permite el cameo de Juan Cruz (hijo de Borges) y de los directores Carnevale y Daniel Burman. Pero el conjunto no convence. No alcanza sólo con los primerísimos primeros planos de Borges con los ojos llorosos o con la verborragia inagotable de Bertuccelli.
Grandes actrices, película menor En una de las primeras imágenes de Viudas, se ve a Adela (Valeria Bertuccelli) con la mirada perdida en la guardia de un hospital con su cuerpo sólo cubierto con un impermeable de hombre. Ese momento absurdo -en la línea de los Anderson (Wes y Paul Thomas)- permitía augurar una historia arriesgada, fuera de norma. Pocos minutos después -cuando ya sabemos que Adela era la amante y Elena (Graciela Borges), la esposa del fallecido Augusto- entra en escena un personaje a todas luces almodovariano. Se trata de Justina, la empleada doméstica (travesti y paraguaya para más datos) que interpreta Marín Bossi (sí, aquel que personificó a CFK y a Macri en el Gran Cuñado tinelliano). Está claro -y no sólo por este detalle- que a Carnevale le gusta mucho el cine de Pedro, pero la cosa no va mucho más de allí. Sin embargo, a pesar de esas referencia, lo que termina primando en Viudas es el costumbrismo más ramplón (al menos en este terreno Bertuccelli ratifica sus dotes de excelente puteadora) y el melodrama humanista, aleccionador (y tranquilizador). El material, que en principio daba para algo más que un film sobre el entendimiento, la solidaridad y la redención en medio del dolor, termina siendo demasiado obvio y complaciente. Si el largometraje resulta atendible y, por momentos, convincente es básicamente por el aporte de sus dos protagonistas: Bertuccelli demuestra que es una de esas actrices que realza cada película en la que interviene. Aquí, en el papel de una estudiante treintañera con tendencia suicida, tenía todo para perder. Sin embargo, como en Un novio para mi mujer, termina elevando el piso (bajo) de los conflictos que Carnevale y la guionista Bernarda Pagés le proponen. Graciela Borges también sortea las limitaciones de esa directora audiovisual y viuda engañada que pasa del resentimiento a la comprensión. Es por ellas (y por Rita Cortese, típica secundaria a lucirse como la amiga, confidente y asistente de Elena) que Viudas se eleva un poco por sobre la mediocridad de su trama, la previsiblidad de su conflicto y la demagogia de su resolución.
Él las amó, él las unió ¿Qué sucedería si el hombre que amás tiene una amante? ¿Y si te enterás de la existencia de la otra cuando éste muere? Esa es la premisa argumental de Viudas (2011), con la que su realizador, Marcos Carnevale, da un paso sustancial en su carrera. Pero la clave del film está en las actuaciones de Graciela Borges y Valeria Bertuccelli, una dupla perfecta. Tras explorar en Elsa y Fred (2005), Tocar el cielo (2007) y Anita (2009) relatos en donde el plano sentimental aparecía por momentos exacerbado (hecho que atentaba contra la verosimilitud de las historias), en su nueva película Carnevale centra la tensión en los dilemas y emociones que surgen en la pareja protagónica. Elena (Graciela Borges) es una realizadora cinematográfica de mediana edad que un día, en plena jornada laboral, recibe el aviso de que su marido acaba de sufrir un paro cardíaco. Su mundo comienza a tambalearse, pero aún más cuando descubre en el hospital a Adela (Valeria Bertuccelli), una joven que también se desmorona ante la pérdida de Augusto: el hombre que las acompañó a las dos. Tras varias apariciones de la muchacha, acorralada por perder su trabajo y luego de un intento de suicidio, finalmente Elena la deja vivir en su propio departamento. Si el guión tiene algunos lugares comunes (y previsibles), también tiene la fortaleza de poner foco en el vínculo entre ambas. Es verdad que, a partir del ingreso de Adela en la casa y en la vida de Elena, la verosimilitud comienza a tensarse. Pero tanto la puesta de Carnevale, intimista, como la convicción que ponen las actrices, hacen de Viudas una película más que atendible. El vínculo entre ambas muta por los senderos del entendimiento, la ira, la falta de comprensión, pero -en definitiva- la identificación: ambas perdieron al amor de su vida. Hay, desde luego, personajes secundarios que escuchan, aconsejan, y acompañan a estas mujeres. Una de ellas es amiga de Elena, interpretada por Rita Cortese, una actriz que viene demostrando que, sin ser protagonista, brilla con luz propia, como lo vimos recientemente en Los Marziano (Ana Katz, 2011). La otra es la mucama, una travesti “conflictiva”, Justina, que con interesantes matices compone el actor cómico Martín Bossi. El problema es que, como imaginarán, no es posible en un relato dramático (con sus momentos cómicos, desde ya) ubicar a un personaje cuya presencia es disonante respecto de lo que el género del film exige. Una presencia que comienza a funcionar a partir del momento en el que lo llamativo deviene cotidiano, pues la historia justifica (y “se nota”) la existencia de Justina en la casa de la señora. Hacia el final, da la sensación de ser un golpe de efecto que Viudas no necesitaba, pese al atendible trabajo de Bossi. Si la película supera esos defectos es por concentración y no por dispersión. Carnevale incluye una secuencia realizada (o simulada) en formato súper ocho, con una versión de Paisaje interpretada por Vicentico. Una canción de Franco Simone popularizada por Gilda. Al igual que en este ejemplo, otros hallazgos de la puesta tienen que ver precisamente con “dejar hablar” a las dos mujeres, saber emplear el campo y contracampo no como un recurso televisivo sino como un detenimiento en el phatos dramático. En esos momentos, Viudas entrega momentos de profunda veracidad y conmoción. Más justificados que la inclusión de Justina son las apariciones de los posibles pretendientes, personajes que reflejan la diversidad con la que estas mujeres vivencian sus duelos. Porque, aquí se trata de ellas. Viudas no es una película feminista, si bien es gratificante ver una historia en donde el vínculo amistoso femenino no tiene esos ribetes tan histéricos y despiadados que el mainstream norteamericano suele mostrar con especial predilección (Sex and the city y sus derivados). En suma, estamos ante un film que conmueve, dirigido por un Carnevale que ha madurado, con dos actrices formidables. No es poca cosa.
Los dos vértices de un triángulo La esposa y la amante de un hombre se conocen cuando éste muere. Con grandes actuaciones. Un par de ejemplos de que lo sencillo e imperfecto -si alguien quiere llamarlo lo popular, que lo haga- cobra relevancia e intensidad con buenos intérpretes: 1) Esta película, con Graciela Borges y Valeria Bertuccelli 2) Parte de su música, como la canción Paisaje , de Franco Simone, en versión de Vicentico. En el caso de las actuaciones de Viudas , hablamos de un duelo -por momentos duelo, por momentos pas de deux - entre dos artistas de alto vuelo y estilos muy distintos. El conflicto que las enfrenta y une aparenta ser el amor, aunque es la soledad. Al comienzo, un hombre (Augusto) sufre un infarto que será mortal. En la sala de emergencias, su esposa, Elena (Borges), se encuentra, sorprendida, con la amante de él: Adela (Bertuccelli), una mujer mucho más joven y, como lo intuimos por su mirada perdida y sus movimientos vacilantes, más desamparada. La última frase que Augusto escucha de Elena es: “Sos un hijo de puta”. Pero todo suele ser mucho más complejo en estos asuntos. Elena pasará de la rabia al duelo, a las dualidades amor/odio y seguridad/inseguridad, y a la póstuma certeza de que el hombre de su vida era (además) otro hombre. O de que, en todo caso, era el mismo, pero (además) con otra vida. Igual de angustiante. La masculinidad cobrará la tácita, misteriosa, inexorable fuerza de lo ausente, y el conflicto de y entre ambas mujeres quedará en primer plano. Detrás de su aparente autosuficiencia, Elena intentará echar luz (tenue) sobre ese territorio que le estaba vedado, como si ahí estuviera la clave del quiebre de su matrimonio, en caso de que existiera tal quiebre. Más fluctuante e inmadura, Adela oscilará entre la búsqueda de amparo (ni ella ni Elena desmentirán a los que crean que son madre e hija) y el odio apenas reprimido por su condición de la otra . “Vos, al menos, podés llorarlo en público; yo ni eso”, le dirá a Elena en un desborde. El tono es de comedia dramática. Con su comicidad, módica aunque efectiva, jugada casi siempre por el lado de Graciela Borges, en duetos con una amiga (sólida Rita Cortese) o con su mucama (Martín Bossi, en el papel más satírico/grotesco, el de una mucama travesti paraguaya). Pero, en general, Viudas se corre de una definición cerrada. Es probable que los seguidores de películas comerciales la perciban como “poco redonda” (poco demagógica) y los aficionados al cine refinado, como populista. Marcos Carnevale, director de Elsa & Fred y Anita , muestra, en todo caso, mayor eclecticismo y, sin ser revolucionario, cierto alejamiento de parámetros televisivos y del pobre y aleccionador cine de fórmula. Esta distancia se da, en parte, por acertadas decisiones suyas y, en parte, por los excelentes trabajos de las actrices principales; en especial el de Borges, con su gran presencia en pantalla, su timing y su conocimiento minucioso de los códigos cinematográficos. Elena, de clase acomodada, es directora de cine: en una secuencia en que estrena un filme abundan los guiños. Un cameo de Carnevale con Daniel Burman, que dirigió a Borges en Dos hermanos . Y el saludo de ella a Juan Cruz Bordeu. Borges, que en Viudas no tiene hijos, le pregunta a su hijo en la vida real por su madre. “Dirigiendo”, contesta él. No sería mala idea.
Tempestad e ímpetu A veces la razón no ayuda a explicar las motivaciones que llevan a una persona a tomar determinadas decisiones en su vida, capaces de provocar en aquellos seres amados un daño irreparable. La infidelidad; la deslealtad en una pareja ya consumada llega por diferentes motivos pero siempre hay uno donde prevalece el egoísmo del uno sobre el otro o cierto espíritu de revancha por no ser correspondido o completado afectivamente. Tan inexplicable es eso como enamorarse de una persona. Engañarla revela exactamente la misma cara de la moneda pero vista desde un solo espejo porque el reflejo es doloroso y mucho más aún reconocerse como traicionado o en el papel de traidor. Esas ideas abstractas detonan de inmediato en el universo de Viudas, nuevo opus de Marcos Carnevale (conocido también por sus trabajos televisivos como Tratame bien, Para vestir santos, entre otros), comedia dramática que explora íntimamente y humanamente el proceso de duelo de dos mujeres muy diferentes no sólo por sus edades (a una la confunden siempre con la hija de la otra) sino por sus roles sociales, unidas y enfrentadas por el amor hacia el mismo hombre. A grandes rasgos, esa es la historia de Estela (Graciela Borges) y de Adela (Valeria Bertuccelli), quienes tras la muerte de Augusto se conocen en la peor de las circunstancias como esposa y amante respectivamente. Estela es una documentalista que por descuido u omisión jamás había sospechado que su esposo músico tenía una doble vida con la joven Adela, para quien Augusto representaba no únicamente un amante sino un padre sobreprotector, quien antes de morir le pide a Estela que ocupe su lugar y ayude a la joven en todo lo que necesite. Así las cosas, en una mezcla de culpa, odio y dolor, ambas viudas comienzan a conocerse en una difícil y compleja relación de convivencia en la que no ahorran maltratos, comentarios injuriosos y algún que otro atisbo de empatía cuando la vulnerabilidad es tanta que genera lástima y solidaridad. Para ser fieles al título de esta nota podría decirse que las dos mujeres sobreviven como pueden a la tempestad del duelo a fuerza de ímpetu y corazón en una búsqueda incesante de respuestas a preguntas que no la tienen. No es casual que en la trama aparezcan alusiones al romanticismo alemán y al escritor Goethe particularmente con una de sus novelas más emblemática Werther, cuyo argumento gira en torno al despecho amoroso de un joven que decide quitarse la vida por no ser correspondido. Precisamente ese movimiento alemán denominado Tempestad e Ímpetu intentaba el despojo de lo racional en función de las pasiones y los sentimientos, elementos que predominan en las dos protagonistas en lo que quizá sea la mejor película de Marcos Carnevale a la fecha, quien conjuntamente con la guionista Bernarda Pagés consolidan un film maduro, honesto, bien dirigido y sobre todo con un elenco notable que más allá de la química entre Graciela Borges y Valeria Bertuccelli se destaca por sus personajes secundarios, donde el hallazgo de Martín Bossi con un personaje muy original -y a su medida- merece un aplauso mayúsculo así como la siempre bienvenida Rita Cortese que se complementa a la perfección en su papel de amiga y asistente de Estela. Viudas es un grato ejemplo de equilibrio narrativo porque desarrolla prolijamente los puntos de vista de sus personajes sin traicionarlos ni sobre exponerlos a situaciones forzosas pero se destaca en gran medida por descubrir matices, huir de estereotipos (el caso de Martín Bossi lo afirma) y encontrar naturalidad y credibilidad en cada escena pensada con un ojo puesto en el espectador y una mano en el corazón.
Viudas, yo te quiero, yo también Mañana en las salas locales se estrenará Viudas, el último film de Marcos Carnevale que gusta de las historias en las que el amor protagoniza alguna épica imposible como en Elsa y Fred (2005) o Tocar el cielo (2007), ésta última no tan lograda y a medio camino de los núcleos narrativos que se despliegan en ella. Pero, cuando hablo de épica imposible no hablo de film fallido, hablo de esos vínculos que son difíciles de imaginar para uno o de esas hazañas que soñamos (Elsa y Fred) pero que sabemos nunca podremos realizar. El film de Carnevale acierta en la disrupción contínua que proponen dos registros actorales absolutamente diversos. Por un lado Graciela Borges, es Elena, una mujer que ronda sus años maduros, documentalista que recibe ese llamado que nadie quiere recibir, su esposo ha tenido un ataque cardíaco y está hospitalizado. Por otro se encuentra Valeria Bertuccelli, Adela, que es quien ha llevado a Augusto al hospital porque es su amante, su segunda mujer. Se pueden documentar los casos famosos en los que la “legítima” descubre que no es la única. Lo que conforma casi una épica imposible es el vínculo que estas mujeres entablarán luego ya que Adela es inestable, sufre horrores las pérdida y toca a la puerta de Elena que, a despecho de su voluntad primero y con otras emociones después, se la lleva a vivir a su departamento. ¿Se puede ser amigo de la amante de tu hombre? ¿Un hombre es de alguien o es sólo dueño de su voluntad de amar? La moral pequeño burguesa condena el adulterio pero, vamos, no hay quien no haya sentido amor por dos seres a la vez, al menos en un estado de confusión. Así las cosas, nuevas disrupciones aparecen en el film de Carnevale que aportan dosis de humor, como el rol de Justina, la mucama travesti compuesta muy bien por Martín Bossi, o el desempeño siempre impecable de Rita Cortese que se contonea entre el humor, el consejo y ese modo tan sólido de armar siempre a sus criaturas que en muchos casos sobrellevan el tremendo rol de sostener la devastación o el dolor de otros personajes y se lucen haciendo lucir a quien amparan. Hay un buen montaje, un remix de remix, bien encuadrado cuando Vicentico canta Paisaje de Franco Simone que los fanáticos de Gilda aún tararean y que ensamblado otorga un plano más profundo a la cuestión, no sólo por la estética sino por esto de “jamás la lógica del mundo nos ha divido” allí los planos y contra planos muestran la verdad íntima de ambas mujeres, tan diversas, tan enamoradas del mismo hombre, tan solas por esto de “tu no podrás faltarme cuando falte todo a mi alrededor… tú me das amor”. Y esa es la épica contrastiva, disruptiva y forzadamente creadora del verosímil, nadie sabe qué está dispuesta a conceder una mujer por amor. Nadie, absolutamente nadie sabe cómo es posible querer a quién te disputó a tu hombre, tal vez sea esa forma simplista de pensar que si él la quiso, algo tendrá que nosotros también la querríamos. Sentimental, disruptiva y a veces porque no, maniqueista al revés, ya que aquí los contrarios se tocan, se ayudan y se unen. Borges y Bertuccelli hacen muy bien lo que han hecho siempre, componer personajes con sello indeleble, Cortese brilla y Bossi aporta desde una gran composición. En fin, Viudas es un ejercicio para pensar en que cada vida es un pozo profundo y sorpresivo del que no conocemos el fondo y por ello es posible que todo sea posible. Y el cine argentino sigue adelante a pesar de sus detractores.
Dos actrices para una trama que importa más que el desenlace Es costumbre de Marcos Carnevale amar la trama más que el desenlace. Para quien hace algunos años sorprendió con la efectiva emoción de Elsa y Fred y más tarde con Anita , Viudas es un drama con algún necesario desahogo, que apuesta por mujeres tan humanas como diferentes, puestas a prueba frente a una circunstancia trascendente que terminará uniéndolas. Helena es una directora de cine documental, atada a la rutina y a una vida cómoda. Está casada con Augusto, un músico al que ama, pero vive su vida obsesionada con el trabajo, apoyada por una eficiente asistente y -a veces sí, a veces no- por su empleado doméstico, un gay algo paródico. Adela es mucho más joven, de hecho podría ser su hija, es algo desprolija, aparentemente estudia periodismo y conduce un boletín de tránsito. Cuando el marido se infarta, quien lo acompaña al hospital es Adela, su amante hace varios años. La sala de espera marca un encuentro clave, para una, insospechado; para la otra, indeseado. Créase o no, segundos antes de expirar, Augusto le pide a Elena que cuide a Adela. Cuando el departamentito en que vive la viuda más joven no tiene ya quien lo pague, le pedirá ayuda a la traicionada, quien accederá a albergarla en su casa. Cada una intenta superar el trance, pero es imposible si no se resuelve cómo seguir adelante asumiendo esa verdad sin remedio que el finado había decidido convertir en la razón de su vida. Buen punto de partida, y mejor propuesta de trama que Carnevale resuelve al promediar la proyección, que es más o menos el momento en el que ya están perfectamente delineadas estas personalidades. Si la trama es por lo visto más importante que el previsible desenlace, quizá falta aquí una situación sorpresa que pueda darle un giro a una trama y no deje con las ganas de más al espectador. Carnevale tiene un excelente ojo clínico para dar cuerpo a los personajes. Y como bonus incluye un tema cantado por Vicentico, que no es poco. El elenco -Graciela Borges y Valeria Bertuccelli, Rita Cortese y el efectivo Martín Bossi- es excepcional. Carnevale le saca partido en un ciento por ciento y esa capacidad compensa, al fin y al cabo, el pecado de la repetición, una buena prueba de que más allá de idas, venidas y algún desajuste, es un cineasta que sabe cómo pilotear y aterrizar como si nada, como estaba escrito, al filo de las lágrimas.
A veces el corazón se comparte Comedia dramática de fácil impacto, contada tradicionalmente con ciertas vueltas no demasiado verosímiles pero bien resueltas. Elena es una directora de documentales, más preocupada por su trabajo que por su familia. Su vida se traslada en un auto de última generación y el "cordón umbilical" con buena parte de la vida es Esther, su asistente. Parece que a esta señora elegante todo le va bien. Le gusta su trabajo, vive con todas las comodidades y tiene un matrimonio de años con un tal Augusto, empresario. Por eso, cuando, en los primeros minutos de la película, se muere Augusto, quizás Elena piense en llorar a su marido un tiempo, ser compadecida por sus amistades y seguir su vida sin demasiadas alteraciones. Pero hay algo que le molesta, esa chica jovencita en el sanatorio, llorosa y vestida sencillamente. LA DESCONOCIDA Pronto se enterará que Adela, así se llama la desconocida, fue la amante de su marido modelo y una amante de varios años, los mismos en que, seguramente, el matrimonio recibía a sus amigos y presumía de felicidad y buena relación. A Elena se le derrumba el mundo y su mente nunca puede concebir que la chica se le acerque para darle el pésame. Si el acercamiento le asombra, nunca podrá entender que Adela busque protección en su casa y le obligue a replantear su vida. Viudas es la sexta película de Marcos Carnevale ("Elsa y Fred", "Anita") y tiene las características generales de sus filmes, una apuesta por la emoción, elección de personajes humanos con los que los espectadores inmediatamente se identifican y buena factura técnica. FACIL IMPACTO Comedia dramática de fácil impacto, contada tradicionalmente con ciertas vueltas no demasiado verosímiles pero bien resueltas, "Viudas" puede convertirse en un éxito popular, especialmente entre las mujeres, que casadas, solteras, o separadas encuentran una historia que les pasó, que intuyeron y no se ocuparon de confirmar, o participaron ya como Elenas, ya como Adelas y que aquí viven la ilusión, o la pesadilla del "buen samaritano" con música de cumbia y lágrimas solidarias. Valeria Bertucelli confirma su condición de estupenda actriz, con su naturalidad y frescura habitual, Graciela Borges interpreta un papel que le calza como un guante, mientras Rita Cortese, exacta en su asistente, sigue esperando un gran papel como el de la recordada "Herencia", de Paula Hernández y Martin Bossi se ubica en lista de espera, su travesti paraguayo atrapa y deja con las ganas de conocer una historia individual, algún melodrama con ritmo bailantero que Marcos Carnevale no se puede perder.
De mujeres y mundos contrastados El comienzo es alentador al reparar en una situación límite con cierta dosis de humor negro. Mientras su esposo agoniza, Elena (Graciela Borges) conoce a la joven amante Adela (Valeria Bertuccelli), en unos diez minutos de película donde el grotesco funciona desde los diálogos hasta la caracterización –opuesta– de los personajes en cuestión. Luego, la trama sigue con el entierro del esposo de doble vida sentimental y también ahí se producen un par de situaciones simpáticas, especialmente, aquellas que señalan el rechazo de Elena a la desconcertada y frágil Adela. La química entre las actrices funciona, también el equilibrio secundario que aporta el personaje de Rita Cortese y los textos donde se recuerda al marido y amante fallecido. Pero luego, al poco rato, Viudas explora –como tanta comedia argentina reciente– las costuras del realismo costumbrista más rancio, es decir, aquel que se somete a lecciones que expelen un agrio sabor conservador a través de escenas aleccionadoras sin riesgo alguno. En efecto, Elena estará obligada a convivir con Adela, dos mundos contrastados ahora tratados por el guión con notoria obviedad, afirmando que aquellas situaciones originales del inicio serán la única zona destacable de la película. Otro film aparte, si se quiere un show interpretativo ajeno al relato, es el imitador Martín Bossi encarnando a una mucama travesti de origen paraguayo de la señora Elena, cuestión que lleva a preguntarse el porqué de su origen y de su elección sexual. Y, con los créditos finales, vendrá el bonus con la voz de Vicentico entonando el tema “Paisaje”, que también ostenta su videoclip respectivo. Graciela Borges y Valeria Bertuccelli, que trabajaron en películas más relevantes que Viudas, hacen el mayor esfuerzo posible para ir más allá de dos personajes, complejos al comienzo, que terminan siendo unidimensionales, manipulados por el guión y por una puesta de cámara perezosa sometida a primeros planos de efectismo sólo televisivo.
Elena (Graciela Borges) está en medio de la producción de su documental cuando el teléfono suena y la peor noticia llega: su marido Augusto acaba de tener un infarto. Al llegar al hospital junto a su asistente (Rita Cortese) descubre que una joven es quien ha llevado a su esposo a la guardia. Misterio total. ¿Quién es la chica? ¿Qué esconde debajo de ese tapado? ¿Realmente está desnuda? Las respuestas no se hacen esperar y lo obvio sale a la luz. Su marido mantenía una relación paralela con Adela (Valeria Bertucelli), una estudiante de periodismo con un trabajo inestable, que empezó tres veces la carrera y no tiene dónde caerse muerta. Casi en el último suspiro, Augusto le pide a Elena que cuide de la muchacha, pero ésta se niega. Sin embargo, un intento de suicidio por parte de Adela días después, hace que se compadezca y la lleve a su casa. Carnevale elige como puntapié para su relato una situación que es más común en la vida real de lo que se piensa: la de una mujer que se entera, tras la muerte de su esposo, que éste la engañaba. Sin embargo, la reunión de estos dos personajes, y el hecho de que uno se apiade del otro o de que, incluso, lo lleve a vivir a su casa es un tanto increíble. No me imagino mujer en este mundo que deje pisar ni la vereda de su casa a la amante de su pareja. Pero bueno, supongamos que esa es una apreciación muy subjetiva de mi parte. Sin embargo, rescato el mensaje de Viudas. Hay algo que es muy valioso y es, más que lo que dice, las preguntas que hace. ¿Qué es el amor en realidad? ¿Es el sentimiento por esa persona con la cual una se siente segura, protegida, a salvo? ¿Es aquella persona sin la que no se podría vivir? ¿Es pasión? La búsqueda de una respuesta a este interrogante trascendental atraviesa toda la historia. Algunas tesis se esbozan. Quizás sea una condena, como reza la maldición árabe “Ojalá que te enamores”. Quizás el verdadero amor sea la amistad, siempre fiel, como la que tienen Elena y Esther. Quizás sea la aceptación y el entendimiento de los actos del otro, como aceptar que la persona que más amás te engañó. Quizás sea como la decisión del joven Werther de Goethe, que antes que el sufrimiento de no ser correspondido prefiere la muerte. Nada se concluye. Posiblemente eso sea el amor y muchas otras cosas más. Tal vez haya tantas definiciones como personas hay en el mundo.
Buenas actrices y un curioso conflicto Marcos Carnevale sorprende nuevamente con una historia original, no tan lograda como se esperaba pero con dos o tres momentos de legítima emoción, lindas actuaciones, diálogos de réplicas entretenidas, y un tema digno de conversación: ante la muerte de un hombre, ¿cómo llevan sus respectivos duelos la amante y la legal, y cómo se llevan, si es posible, entre ellas? Muchos recuerdan el funeral del presidente François Mitterrand, donde la esposa y la amante compartieron las honras fúnebres, cada una al lado del cajón, seguidas por los dos hijos oficiales y la hija natural. Pero lo más común es que la legal y la otra se agarren de las mechas. Así pasó décadas atrás en el velatorio de un conocido folklorista, claro que sólo para regocijo exclusivo de los presentes, porque entonces algo así jamás hubiera salido en la TV. En la historia que imaginaron Carnevale y Bernarda Pagés, una refinada documentalista está haciendo una encuesta sobre el amor, justo cuando le avisan que el marido acaba de ser internado. La chica que lo trajo a la clínica podría ser su hija. Es otra cosa. Para la mujer, la angustia, el dolor y la posterior tristeza se juntarán con la bronca de haber sido burlada. Para la chica, todo eso se juntará con la desolación. «Usted es lo único que tengo de él», dice a la viuda como excusa para ir a visitarla. En verdad, la piba es un plomo. Pegajosa, ni estudia ni trabaja a conciencia, vive de arriba, carece de modales, molesta y encima se instala en la casa, por circunstancias que no explicaremos. Tampoco el autor las explica de modo fehaciente, pero lo bueno es que así reúne a las protagonistas y las hace pelear y recuperarse del dolor, cada una a su manera y siempre observadas por una amiga de la esposa y por la/el doméstica/o, un marimacho a quien la amiga define como «un marciano disfrazado de mucama». Divertida y misteriosa, la respuesta de la dueña cuando le preguntan por qué no la/lo despide. Esa es otra originalidad de la historia, que bien podría ser llevada al teatro con éxito, para lo que se necesitarían actrices de la misma talla que las aquí presentes, Graciela Borges y Valeria Bertucelli, en ese orden, con la precisa Rita Cortese y Martín Bossi completando el reparto. Bien el debut cinematográfico de este último, en un personaje excéntrico y querible (mientras no viva en casa). Quizá la trama daba para más. Ciertas inverosimilitudes y algunos recursos de efecto la van minando, por suerte sin llegar a hundirla. Detalle elogiable, la inserción de imágenes de vacaciones que aparecen en dos momentos con leves pero significativas diferencias, tomadas en estilo amateur y potenciadas por la versión Vicentico de «Paisaje». La primera versión en castellano la canta su propio autor, Franco Simone, en «La playa del amor».
En Viudas vemos como un hombre muere tras sufrir un paro cardíaco. Esta dramática situación promueve el encuentro entre su esposa Elena y su amante Adela. Graciela Borges se luce en el papel de la mujer engañada que descubre la doble vida de su difunto esposo y adopta a la amante de este, una muchacha con algo de adolescente que encarna Valeria Bertucelli, en un papel siempre al borde de la sobreactuación. El director Marcos Carnevale logra escenas emotivas y se vale de una puesta austera pero contundente para narrar este melodrama claro heredero del cine de Almodóvar, algo que se hace evidente sobre todo, en el aporte de Martín Bossi encarnando a un travesti paraguayo, un papel bizarro, simpático y muy humano. El tema <i>Paisaje</i> entonado por Vicentico, que se puede oír en dos momentos claves del filme, acentúa el tono melancólico de la trama.
Ausencia que resignifica vidas y vínculos El cine nacional siempre se caracterizó por hacer dramas de calidad. A lo largo de la vasta filmografía de nuestra tierra, el número de exponentes de este género fue siempre destacado y de hecho nuestras películas más populares a nivel festivales son de este tipo. Digamos que los argentinos somos especialistas del tema, hay en nuestro ADN una fuerza intrínseca y profunda a la hora de mostrar historias donde las lágrimas y el dolor se muestran como emociones predominantes. Dentro de este panorama, celebramos la llegada de "Viudas", última película de Marcos Carnevale (director de "Anita" y "Elsa y Fred", entre otras) porque toma esta veta natural de nuestro cine y la enriquece con una sutil dosis de desenfado y humor negro, poco visto en la industria. No podemos decir que esta sea una comedia dramática con todas las de la ley (no siento que lo sea, debo decirlo), sino que es una historia vincular compleja, medida y descriptiva de una situación triangular no deseada por nadie en su sano juicio... Una joven mujer llega al hospital con Augusto, un hombre entrado en años que ingresa a la sala de emergencias con un ataque cardíaco. La esposa del enfermo, Elena (Graciela Borges), es avisada de su ingreso y se presenta en el lugar para atender a su pareja. Allí, se topará con Adela (Valeria Bertucelli), la persona que lo trajo quien espera noticias sobre su salud y se niega a despegarse de su lado. En unos pocos pasos, Elena entenderá que ella es la amante de su marido. Son dos polos opuestos, hay un mundo de diferencias entre ellas, y la edad no es la más importante. Mientras la esposa formal es una cuidada y culta mujer de acomodada clase social (es documentalista), la "querida" es una mujer corriente cuyo atributo más visible es su juventud y belleza. El hombre que las dos compartían muere al poco tiempo y en sus últimas palabras le pide a Elena que "cuide" a Adela, gesto que enardece a su mujer. Encima de tener que enterarse de la cuestión en este contexto, se le pide que perdone la traición y cobije a alguien que desconoce y que era su rival en la oscuridad del triángulo amoroso. No hay tiempo de procesar el pedido, Adela es inestable emocionalmente y el dolor de la pérdida de su gran amor la lleva a generar encuentros forzados con Elena, quien claramente quiere apartarla de su vida. Si bien las dos fueron importantes en el corazón de este hombre, lo cierto es que su compañera de toda la vida tiene estructura para enfrentar la difícil situación mientras que la alternativa adolece de esa posibilidad. Se quiebra y su vida se va a pique casi de inmediato. Es entonces cuando después de una serie de encuentros raros, Elena ofrecerá circunstancialmente cobijo a Adela en su hogar para reponers. Eso generará un vínculo volátil que las dos deberán manejar si no quieren hundirse en el abismo del vacío que dejó el hombre que amaron. Carnevale aborda, en definitiva, una historia de mujeres duelando en una situación extrema. Su guión nos invita a deguir del derrotero de dos personajes que amaron sin límite al mismo hombre y ante su ausencia, deben reestructurar sus vidas y resignificarse a la luz de la verdad. Dibuja una escenario austero para posicionar a sus protagonistas y las deja desplegar su enorme talento. Ya sabemos de lo que son capaz Borges y Bertucelli. Aquí las dos se sacan chispas en los cruces que se dan para desarmar el enigma que recorre la cinta... ¿Eduardo fue capaz de amar a las dos por igual? Ese interrogante flota en el ambiente y se instala como obligada pregunta. Desde el punto de vista actoral, quizás la esposa de Vicentico luzca al principio un poco fuera de registro y sin poder dominar a su Adela, pero con el correr de los minutos logra equilibrar su fuerza interior y darle estatura exacta a esta sufriente amante, un ser desvalido y sin norte que nos conmueve en cada línea que sale de sus labios. Graciela Borges se luce con su distancia inicial y a la hora de poner el corazón, desenfunda sin inhibiciones. Ambas sostienen el andamiaje con mucho oficio, incluso en algunos absurdos (ciertas situaciones) que no cierran y que parecen forzadas en el contexto. Volviendo al principio, lo rico en "Viudas" es que en este fuerte relato, el director acondiciona su pieza para no agobiar al espectador en su aprehensión de la trama. Lo hace a través de dos secundarios que aportan simpatía y color en las dosis justas para no desequilibrar al film. Ellos son la mucama travesit de Martín Bossi (gran debut cinematográfico) y la mejor amiga de Elena, Rita Cortese. Su trabajo es el de introducir el sentido común al vínculo que las mujeres van creando. Las aristas del guión coquetean con lo increíble y cuando el público comienza a desconfiar de la dirección del relato, llegan uno u el otro indistintamente y aportan una mirada ácida y humana de eso que pasa. Le ponen lógica a lo inentendible y grafican la sorpresa que produce una vinculación así. Debemos entonces decir que esta es una gran película. Si bien no profundiza tanto en las emociones individuales como nos hubiese gustado, es cierto que lo cuenta, lo hace bien. Más allá de alguna cuestión discutible con respecto al devenir de la historia y los claroscuros del pasado que intencionalmente se dejan de lado (las motivaciones que llevaron a Augusto a ser infiel, por ejemplo), Carnevale logra traernos un retrato muy humano que entretiene y emociona y que no hay que perderse, de ninguna manera.
No, por favor Hubo un tiempo tenebroso, allá por fines de los ochenta y principios de los noventa. No pocas voces y plumas solían defender al cine argentino –aún cuando buena parte era indefendible– desde el siguiente razonamiento: “costó mucho hacerlo, no se puede atacar” o “vaya a ver la película arrrgentina, el director hipotecó su casa”. Pocos se animaban a criticar criteriosamente las películas nacionales, a dialogar en serio con el cine local. Con el correr de los años, hubo una renovación en la crítica, una bienvenida y beneficiosa liberación del lastre de “costó hacerlo, es nuestro, hay que defenderlo”. Ya deben haber escuchado o leído sobre Valeria Bertuccelli y sus palabras en Sábado Bus. Si no se enteraron pueden encontrarlo en muchos lugares, por ejemplo acá. No me interesa discutir si Bertuccelli estaba borracha, si está bien o mal emborracharse en la televisión, si en el programa se discutió tal o cual cosa, si la invitaron para que hable del próximo estreno de Viudas, si el tráiler vino antes o después, si su reacción es o no comprensible. Me interesa hacer foco en lo que se deriva de la actitud y las palabras de Bertuccelli en Sábado Bus, y de lo que manifestó en un programa llamado am el lunes (por acá pueden ver). Me interesa hacer notar la descalificación de Cowboys y Aliens que hizo el sábado, y también el lunes (aunque en el fragmento de am del link precedente no está el momento en que sigue descalificando al cine de Hollywood). Me interesa resaltar ese desprecio hacia una película (sea Cowboys y Aliens u otra del estilo) meramente por ser un tanque de Hollywood. Me interesa oponerme a esa actitud de decir, sin ver la película, que es “un tanque de lo mismo que ya vimos 100 veces”. Me interesa oponerme a esa idea irreflexiva, maniquea, de que las grandes producciones hollywoodenses son maaalas, en este caso acompañada de esa otra que dice que el cine argentino cuesta mucho hacerlo y es bueeeno. No sé si Bertuccelli vio finalmente Cowboys y Aliens, de Jon Favreau, el director de Iron Man (el lunes, dos días después de agredir la película, dijo que no la había visto). Por mi parte, vi Viudas, de Marcos Carnevale, el director de Almejas y mejillones, Elsa & Fred y Anita. Viudas es una de esas películas argentinas que intentan imitar un modelo de producto a la americana, con un punto de partida de guión con “concepto” fuerte (dos viudas del mismo hombre: esposa y amante del difunto se conocen en el lecho de muerte), comic relief (la mucama), énfasis en algún personaje secundario atractivo (el de Rita Cortese) y mucha música. Con trazos que apuntan a la comedia y al melodrama sin terminar de decantarse por ninguno de esos géneros ni por hacer un híbrido decidido, Viudas ofrece el inveterado oficio de Graciela Borges y Rita Cortese y poco, poquísimo más, como si a partir del concepto fuerte y algunos adornos pudiera sostenerse una película. Entre otras cosas, el cine de Hollywood –que, mal que les pese a muchos, suele salir bien con una regularidad mayor a la del “cine argentino con ambiciones comerciales” – enseña que solamente con el concepto no se avanza demasiado; que hay que dotar a los personajes de la película de complejidad, de diversos tonos; que hay que delinear situaciones en apariencia laterales pero bien orientadas a sostener el interés mientras se profundiza la línea narrativa principal; en suma, que hay que seducir al espectador con algo más que un esqueleto de un relato. En Viudas no hay una narrativa fluida, compacta y cohesionada sino una mera sucesión de escenas que ilustran un devenir lineal, obvio, reiterativo, plúmbeo, con algunos personajes que deberían ser vistos como desastrosos ya desde el guión (¡el chino!), y con estiramientos varios para relatar lo que se ve venir con antelación. Pasa lo mismo que en Un cuento chino (que es mucho más atractiva que Viudas): se descansa en el concepto fuerte y en los actores, pero con eso no se suple el trabajo de elaboración previo al rodaje, de la maceración de las ideas, y así las películas se parecen finalmente más a un borrador que una obra terminada, pulida. No, por favor, no volvamos al discurso de que al cine argentino hay que defenderlo porque es argentino y cuesta mucho, y que la hipoteca y que la industria y la mar en coche. Ya lo dijo Borges (Jorge Luis) en 1937: “Idolatrar un adefesio porque es autóctono, dormir por la patria, agradecer el tedio cuando es de elaboración nacional, me parece un absurdo.” Agrego que además suele ser contraproducente: cuando se dice que todo es bueno hasta el público más crédulo desconfía. Bertuccelli, por otra parte, tuvo mala suerte: justo los dos tanques hollywoodenses que se estrenaron ayer, el mismo día que Viudas, son especialmente buenos, sólidos, interesantes, tanto El planeta de los simios: Revolución como Cowboys vs Aliens, el objeto central de su descalificación.
Duelos compartidos La historia comienza prometedora y va derecho, sin temor a la síntesis, a lo que quiere contar. Elena (Graciela Borges) está filmando (es documentalista) cuando le avisan que su marido tuvo un infarto. En el hospital, ve a una chica que lo acompaña. Cree que es una desconocida, hasta que descubre la forma en la que llora. Entonces lo entiende: esa no es una chica, esa es "la" chica. La ausencia del hombre compartido unirá la vida de las dos: la mujer y la amante, la legítima y la que no tiene nombre. Ese es el principal relato de Carnevale en Viudas, la aceptación y transformación de un vínculo negado. Viudas, hay que decirlo, aunque se promocione como una comedia dramática, es un drama que navega sobre esos lazos femeninos y sus duelos paralelos, con acento en las diferencias íntimas y sociales de cada viudez. La película descansa (literalmente) en las actuaciones de Borges y Bertuccelli, que visten a sus personajes con matices que la historia deja en sus manos. Bertuccelli, excepcional, concentra en su interpretación una amalgama de crisis, vitalidad y angustia. Orbitan en torno a ellas la amiga de Helena (Rita Cortese), voz de la razón de su amiga, y Martín Bossi, como la camarera travesti y provinciana, personaje que evoca a La jaula de las locas pero desprovisto de comicidad, gestualidad o incluso drama. Hay otros elementos que subrayan o dan aire, como el documental que realiza Helena sobre las mujeres y el amor, y los cameos de Burman, Carnevale y a Juan Cruz Bourdeax. Viudas es una película para ver a dos actrices de peso, que logran dotar a sus personajes de sensibilidad y emociones complejas. Parte de esa complejidad sería necesaria en la trama, que termina derivando en algunos puntos previsibles.
Los caminos de la vida Elena (Borges) y Adela (Bertuccelli) podrían haber sido madre e hija. Pero la vida hizo que se enamoren del mismo hombre, Augusto. Todo se complica cuando él muere. Elena es una cineasta de la alta sociedad y Adela una estudiante universitaria que no encuentra su rumbo. Carnevale hizo hincapié en las carencias, miserias y bondades de los personajes, quienes se van encontrando y enfrentando a través de dilemas propios y lógicos de la incómoda situación. Borges y Bertuccelli le encuentran el tono justo a sus criaturas y Cortese, en su rol de asistente leal de Elena, le brinda soltura y credibilidad a su personaje. La película, sin ser impecable, se torna amena y hasta divertida, sobre todo en algunos pasajes en los que Bertuccelli se despacha con ocurrencias que la remiten a La Tana de "Un novio para mi mujer". La perlita es la canción "Paisaje", por Vicentico. Para que todos salgan cantando.
El síndrome del auto averiado ¿Cuáles son los alcances del amor? ¿Existe algún mandato social que pueda delimitar la reacción ante la pérdida de un ser querido? Estas son las preguntas con las que parece comenzar el director Marcos Carnevale su última película. Hay en Viudas un intento de reflexión sobre el duelo frente a la muerte. La historia comienza con Elena, una realizadora audiovisual, que recibe un llamado anónimo: su marido fue internado tras sufrir un paro cardíaco. Ya en el hospital se encuentra con Adela, una treintañera que -aparentemente- solo viste un abrigo masculino. La verdad será revelada al poco tiempo, es la amante de su esposo Antes de morir, el pedido de Augusto definirá la capacidad de entendimiento de su mujer: cuidar de aquella chica con la que mantenía una relación. Con esta premisa se desprende lo más destacado de la película, el latente duelo (actoral) entre Graciela Borges y Valeria Bertucelli. Una y otra son capaces de remontar situaciones que, por absurdas, serían definitivamente inverosímiles en distintas circunstancias. Habrá en el medio un intento de suicidio, una convivencia entre ambas, una asistente consejera (la siempre impecable Rita Cortese) y un travesti paraguayo (correcto debut en pantalla grande de Martín Bossi) como una ama de llaves semi-alcohólica que se jacta de conocer todos los secretos de la casa. Con un promisorio comienzo, a medida que corren los minutos Viudas parece sufrir el síndrome del auto averiado. Es decir, cuando todo parece indicar que el film toma el rumbo adecuado éste detiene su marcha, imprudente, a la espera de un empujón. Tal vez pueda dar señales de arranque algunas veces más, pero desde entonces el estancamiento será constante. Carnevale, responsable de Elsa y Fred y de la prejuiciosa Anita, quiere bucear en los sentimientos de esta dos mujeres que sobrellevan -sufren- la muerte del ser querido. Una con el mérito social del matrimonio como causa aprobadora para la tristeza; la otra con la condena del silencio como castigo por el adulterio en el que queda involucrada. Sin embargo, como ya ha hecho en otros casos, el realizador desvía el punto de conflicto. Ninguna será capaz de juzgar a este hombre a pesar de las mentiras... todo lo que necesitan es amor. Viudas es una película que, por sus ambiciones, defrauda. Aleccionadora y predecible, en circunstancias parece no hacerse cargo del tema que trata. En ése momento donde el fin de una vida debe dar comienzo a otra irremediablemente nueva, el mensaje demagógico del film le gana a las buenas interpretaciones, complementarias a un trabajo más prometedor que -continuando con la metáfora- se queda sin combustible desde la mitad del camino.
Luego de dirigir Anita que fue estrenada en el 2009, ha vuelto a la gran pantalla Marcos Carnevale con una curiosa e interesante historia de dos mujeres de realidades opuestas unidas ante la muerte del hombre de su vida. Elena es una directora de cine y Adela una estudiante de periodismo, ambas relacionadas sentimentalmente con Augusto, solo que la primera es la mujer y la segunda es su amante. Cuando Augusto muere, Elena y Adela comienzan a contactarse porque el último deseo del difunto era que su mujer cuidara a su amante que posee una personalidad bastante depresiva y con tendencias al suicidio. De esa interesante premisa en plan de comedia dramática parte Viudas, aunque lamentablemente solo se quedará en lo que prometió en su buen trailer y en las grandes actuaciones de su dúo protagónico, además de las simpáticas intervenciones de sus actores secundarios. De la historia solo nos quedará poco y nada, ya que lo nuevo de Carnevale es una repetición de situaciones sin evolución a lo largo de la mayoría de sus minutos para luego dar un vuelco drástico en su repentino y errático final, que deja un irremediable sabor a poco. Viudas comienza muy bien mezclando con buen pulso los momentos dramáticos con los de comedia, siendo estos últimos un poco más efectivos que los otros gracias a las graciosas participaciones de Martín Bossi interpretando a una mucama travesti paraguaya. Lamentablemente con el pasar de los minutos las situaciones más de drama comienzan a regodearse y a abusar de los primeros planos y de la música para conseguir "tocar alguna fibra" y llegar a conmover, algo que logran en parte, aunque también consiguen una sensación de cansancio con el lindo y reiterativo pianito. Más allá de que aquí también hay ciertos registros de repetición y poca profundidad, es en el apartado cómico donde el film cumple con buenos resultados. ¿Que decir del dúo protagónico? La historia recae demasiado sobre los hombros de las protagonistas, que la soportan en sus 100 minutos de duración con dos excelentes actuaciones. Tanto Graciela Borges, como Valeria Bertuccelli tienen dos labores del carajo, representando sin dudas el punto más alto de Viudas. Mención aparte merece la gran versión que realizó Vicentico sobre El Paisaje, la canción creada por Franco Simone, que es la encargada de musicalizar la mejor secuencia de la cinta en su primera mitad.
El dolor después del amor La vida de Elena (Graciela Borges), una mujer en sus sesenta años, exitosa directora de documentales, se pone de cabeza cuando su marido Augusto fallece de un repentino infarto... y quien lo lleva al hospital es nada menos que su amante de treinta años, Adela (Valeria Bertuccelli). Al dolor y la sorpresa de esta revelación sucede la rabia contra Augusto, que en el lecho de muerte le pide que cuide de esa joven a quien recién conoce y que ya "ha comenzado" a odiar. Con el correr de los días, Adela y Elena elaboran su propio duelo. La viuda joven y extraoficial intenta acercarse a la viuda oficial, que la rechaza persistentemente. Hasta que un nuevo incidente las re?ne de forma inesperada, y entonces deben ajustarse a una convivencia cautelosa, mediada por la omnipresente?mucama Justina (Mart?n Bossi) y por la socia de Elena, Esther (Rita Cortese). Marcos Carnevale ofrece, una vez m?s, un producto de muy buena calidad?en rasgos generales, aunque con algunos baches que no pueden ser soslayados ya que afectan al buen ritmo del filme. Quiz? sea una deficiencia propia de un gui?n que coquetea con el drama y la comedia sin definirse por ninguno de los dos; la forma en que se imbrican los extremos es desigual, a veces anticlim?tica. No ofrecen sorpresas las muy buenas actuaciones de Graciela Borges y Valeria Bertuccelli, ambas dentro de un registro que les es habitual, aunque contenidas y muy convincentes dentro de la propuesta del libreto. S?, hay lugares comunes y simplistas; las aperturas y cierres de cada unidad narrativa son bastante previsibles, pero gracias al excelente trabajo de actores, la pel?cula llega a buen puerto y conforma al p?blico. P?rrafo aparte merecen las actuaciones de Mart?n Bossi en el papel de una mucama paraguaya muy particular, y la siempre brillante Rita Cortese, oportuna y marcando el tiempo de la escena cada vez que aparece.
Un lío entre mujeres La propuesta de Marcos Carnevale apunta a las emociones femeninas. En “Viudas”, elige un tema muy sensible para las mujeres que tiene que ver con los sentimientos, pero también con esas cuestiones más difíciles de asumir, como la infidelidad del hombre amado, la pérdida de la juventud, la defensa del territorio del hogar, el deseo de ser valorada, el valor de la belleza, la necesidad de cuidar y de ser cuidada, en fin, una serie de tópicos que hacen a la vida psíquica más que todo. Elena (Graciela Borges) es una mujer madura y glamorosa que se dedica a la realización de filmes documentales, junto a su inseparable asistente Esther (Rita Cortese). Los acontecimientos la sorprenden mientras está sumergida en la rutina de su trabajo: un llamado le avisa que su marido Augusto ha sido internado de urgencia porque le ha dado un infarto. Las dos salen corriendo hacia el sanatorio y allí se encuentran con una joven vestida de un modo provocativo, Adela (Valeria Bertucelli), quien fue la que avisó a emergencias y acompañó al paciente hasta allí. En medio de la conmoción y la angustia del momento, las chispas empiezan a saltar para un lado y para otro. Y la revelación estalla: esa señorita tan extraña es la amante de Augusto. Pero eso no es todo, no se quiere separar de su lado y encima el enfermo, en su último aliento, le pide a su esposa que la cuide, sí, que cuide a “la otra”, porque, pobrecita, “no va a poder sola”. En el sanatorio, todos piensan que se trata de una familia y que la chica es la hija. Esa sensación parece contagiosa porque de algún modo, la pequeña intrusa se va instalando en la vida de Elena como reclamando que la adopte casi como a una hija. ¿Disparatado? Sí, un poco. Elena, que es una dama pero ante todo es una mujer, ofrece resistencia, aunque entre el dolor y la curiosidad, va cediendo, sobre todo, cuando la muchacha no puede con su cuadro depresivo, sus deudas y su soledad, e intenta suicidarse. Como los acreedores van a golpear a la puerta de su ex amante, y son atendidos por su viuda, ésta, humanitaria al fin, decide hacerse cargo de todo, por lo menos, hasta que la chica deje de generar problemas. La instala en su casa, donde con la ayuda de su mucamo travesti, Justina (Martín Bossi), tratarán de volverla a la normalidad y que acepte irse en buenos términos. Todas contentas, todas juntitas El relato, por supuesto, está desarrollado en tono de comedia, en la que abundan los momentos absurdos, con un cierto toque almodovariano, aunque a la manera porteña. Un lío entre mujeres (incluida la travesti), todas enamoradas del mismo hombre, que en vida se las ingenió para tenerlas a todas contentas y ya muerto, parece que las quiere a todas juntitas. Eso también tiene que ver con la psiquis femenina, que parece no poder funcionar por sí misma si no es en relación satelital con una figura masculina fuerte, que vendría a ser el astro, el centro, alrededor del cual se organiza la vida de todas ellas. Para colmo, la ausencia del susodicho hace que esa cuestión se vuelva más patética: cada una ve en la otra algo del ser amado perdido que todavía perdura, algo que la conecta a él. Rollos, la película de Carnevale apunta a los rollos de las mujeres con los hombres, de los cuales los hombres también viven y mueren, pero que al fin y al cabo son patrimonio exclusivo de la mente femenina, capaz de inventar miles de excusas para estar siempre enredadas en situaciones imposibles. Por supuesto, todavía hay alguna vueltita de tuerca más, muchas lágrimas y un poquito de excesos, pero la sangre no llegará al río y, con la ayuda de esos galanes siempre dispuestos que nunca faltan, todo se irá encaminando otra vez. Y la vida continúa... “Viudas” es una agradable propuesta para pasar el rato y reírse un poco de esas cosas por las que todos, o casi todos, han pasado alguna vez en este mundo.
La viudez del cine Viudas es un claro ejemplo de cine argentino que atrasa y que es condescendiente con las exigencias de una industria que no se resigna a dedicar gran parte de sus subsidios (con los inestimables aportes multimediáticos) para sostener productos complacientes y banales. No está mal que esto exista, pues tiene su legión de espectadores demandantes; en todo caso, es discutible que exista una fachada de película seria, defendida por una de sus actrices en algún programa de televisión en desmedro de otro filme que, al menos, es más sincero en sus planteos de divertimento. Pero más allá de la anécdota, la última creación de Carnevale adolece de una serie de vicios que representan, a mi criterio, un defecto visible y comprobable en parte de la tradición cinematográfica de nuestro país: un conformismo atroz. Los motivos: -Parte de una idea dramática al borde de lo inverosímil (un hombre tiene un infarto; en el hospital se juntan su mujer y su amante joven; antes de morir, él le pide a su esposa que la cuide; la joven se instala en la casa), un disparate que sólo se puede sostener con una decisión genérica a la altura de las expectativas creadas (hay, al principio, algún atisbo de comedia negra que luego se abandona). Sin embargo, Carnevale elige uno de los géneros populares más sentidos, el melodrama, pero sin un ápice de visión crítica y cayendo en todos los lugares sensibleros que uno pueda imaginar. Con ello, hace honor a una larga lista de programas televisivos insufribles donde los personajes declaman y lloran en primer plano. -Tiene criaturas muy pobres. Graciela Borges está desaprovechada y es conducida todo el tiempo al juego de las lágrimas que el guionista le ha preparado, haciendo hincapié en una infinita aflicción; Valeria Bertucceli se suma a la agenda de actores y actrices que no componen un personaje, sino que se repiten y hacen de sí mismos en cada una de sus interpretaciones, con signos recurrentes (en este caso, una puteada y un tono inexpresivo); Martín Bossi, en su patética performance de una travesti paraguaya, hace honor a la necesaria inclusión en esta clase de filmes de referentes televisivos de moda como una necesidad de captar telespectadores (en su aparición se conjugan su reconocimiento como el imitador del programa de Tinelli y la Electra de Infama). -La música subrayada por un cuestionable piano de dudoso gusto puntúa permanentemente los momentos dramáticos, cayendo en una lógica saturación. Por otra parte, está ese horroroso clip con la versión de Paisaje a cargo de Vicentico (sí, el marido de Bertucelli, el que siguiendo la línea de su transgresora esposa, dijo en un programa que “Jagger era un careta”; como se ve, en esta película, no hay nada como la familia unida). -No se incluye un solo plano que se justifique estéticamente por algo; todo es arbitrario y televisivo (abundancia de planos medios, planos y contraplanos en los diálogos sin matiz alguno, primeros planos llorosos y poses dignas de una publicidad). Se podrían añadir más razones, pero se transformaría esto en una especie de manual para encontrar defectos. Por lo pronto, me animo a decir que, de prosperar esta línea de películas en la taquilla, el que se queda viudo es el cine.
Carnevale es un director formado en la televisión. Sus planos carecen de toda inquietud, están seleccionados para ilustrar diálogos, eludiendo miradas incisivas, sin buscar rincones, secretos, ni permitir abordar con inteligencia los silencios. “Si tuvieras cuello, te ahorcaría", esa frase, dicha por Elena (Borges) a su inseparable amiga y asistente Esther (Cortese) es, en la opinión de este humilde cronista, lo mejor de toda la película. Elena está filmando un reportaje / documental sobre las mujeres y el amor. Con la grabación de inverosímil y mal actuado parlamento sobre la idea del amor eterno, comienza Viudas. (Parlamento que digamos, pretende a su vez funcionar como discurso paralelo al argumento del film). Para nuestro bien – al menos momentáneamente – el monólogo es interrumpido por un llamado telefónico. Su marido acaba de ser internado de urgencia por un infarto. Al visitarlo se anoticia de que él tenía una joven amante, Adela (Bertucelli). Augusto, en su lecho de muerte, pide a Elena que cuide de ella. Transitando de la indignación a la piedad, del cumplimiento de aquella voluntad a la impotencia, Elena de algún modo acogerá a la joven, y la relación entre ambas se mantendrá con la tensión razonable entre dos personas que amaron al mismo hombre, quien a su vez, amó a ambas. Marcos Carnevale toma la historia y hace con ella lo mismo que ha hecho en el resto de sus películas: simplifica, aplica fórmulas viejas, confunde géneros y finalmente desperdicia los costados más interesantes de la idea y, especialmente, de sus actores. A la historia con dos personajes que navegan entre la identificación y el antagonismo, les agrega dos secundarios importantes que articulan los sentidos de esa relación, tomando ciertas normas clásicas del cine industrial, pero estereotipando tanto sus características, que lo narrativamente útil y lo funcional en cuanto a estructura, se pierde. A estos problemas de la realización, se agrega el sobrecargado uso de la música, exacerbado con insertos de canciones de Vicentico, que por momentos se convierten en video clips internos sin función dramática alguna. Este uso de la música incidental recuerda las viejas películas de la década del setenta dedicadas a publicitar la discografía de algún cantante de moda. Lo cierto es que Carnevale es un director formado en la televisión. Y esto se nota en Viudas. Sus planos carecen de toda inquietud, están seleccionados para ilustrar lo más transparentemente posible los diálogos, eludiendo miradas incisivas, sin buscar rincones, secretos, ni permitir abordar con inteligencia los silencios. Simples, no son más que mediadores de lo dicho y lo repetido. Entre los personajes secundarios, Bossi compone a una doméstica travesti que desde joven trabaja en la casa de Elena, que fuera siempre apañada por Augusto y luego de su muerte mantiene un afectuoso enfrentamiento con su patrona. Al igual que Esther, el personaje interpretado por Cortese, es confinado a la repetición de gestos, como si eso apoyara y definiera su personalidad. De este modo, lo que genera empatía, lo que podría funcionar si se utilizara con sutileza como rasgo de carácter, termina convirtiéndose en un modo de ridiculizar y simplificar a sus propios personajes. En cuanto a las actuaciones, la sobriedad de Graciela Borges le permite poner a su personaje a salvo del esperpento, pero la impericia del director en los tonos impuestos a la Adela de Bertucelli, la deja expuesta a medio camino entre el recomendado grand guignol que su personaje admitía y la sobriedad. La llorona irredenta que termina imponiéndose, le impide a este personaje matices, inteligencia, articulación con una comedia más disparatada. La película es obvia, sobre explicada, construida sobre los mandatos de algún viejo manual de guión cinematográfico. Como frutilla del postre posee una de las escenas más increíbles del cine nacional, dedicada a ridículos cameos del propio Carnevale, Burman, y toda la familia de Graciela Borges, sin consistencia narrativa alguna. El desenlace, apelando al viejo sistema de “Tiempo después”, permite que todos los conflictos se resuelvan solos, y mientras calma las inquietudes y las posibles aristas conflictivas de la trama, abandona a los personajes secundarios – con una presencia sostenida en todo el metraje – sin siquiera dedicar un instante a sus propios recorridos. Parecería que Carnevale entiende que es innecesario trabajar seriamente el guión, la puesta en escena y el respeto por sus personajes, pues todo puede solucionarse con una lluvia, un bebé y un tema de Vicentico.
Antes de morir en el hospital por un infarto Augusto le pide a Elena (Graciela Borges): “Cuidala. Sola no va a poder”. Muere. Elena no entiende mucho de qué se trata hasta que la presencia de Adela (Valeria Bertucelli) en el nosocomio le va aclarando el panorama. A decir verdad quien la va avivando de la situación es Esther (Rita Cortese), la mejor amiga y asistente de Elena. ¿La situación? Augusto tenía una amante mucho menor que él. La verosimilitud de la historia pende de esa frasecita del principio y sobre esa endeble base, el guión de Brenda Pagés cuenta cómo es que estas dos mujeres intentan sobrellevar el dolor de perder al hombre que amaban y la relación que ambas van construyendo. El problema de “Viudas”, la última película de Marcos Carnevale, reside en depender exclusivamente de la talentosa entrega de las actrices principales. El resto de lo que gira alrededor de las viudas aparenta tener importancia, amaga a convertirse en subtrama, pero nunca llega a buen puerto. Un ejemplo de esto son los personajes secundarios. Esther podría no estar y la película sería lo mismo, pues nunca se llega a desarrollar su personaje más que para consolar a Elena. Lo mismo sucede con la mucama travesti que compone Martin Bossi (un trabajo bastante sólido). Su continuidad en el set está justificada por la propia Elena quien no la echa (a pesar de sus impertinencias) porque “sabe cosas”, aunque nunca tiene conocimiento de ellas el espectador, ni los personajes se enterarán de qué es lo que sabe. De hecho, el personaje es literalmente abandonado hacia el final de la película, sin demasiada explicación. El verdadero punto fuerte es la relación de Elena y Adela (siempre y cuando la situación le resulte creíble). Las dos actrices manejan esto de taquito y sólo podría endilgarse situaciones redundantes, aunque esto no depende de ellas sino de un guión que insiste una y otra vez en deprimir a Adela cada vez que parece levantar su ánimo. La sensación final es positiva si uno acepta a “Viudas” como un melodrama en el cual poder ver reflejada una manera de construir a partir del dolor cuando los afectos se van, pero dependerá más de la buena voluntad de quienes se sienten en las butacas que de la realización.
Quartett Elena (Graciela Borges) es documentalista. En plena filmación de su última obra que versa sobre las mujeres y sobre el amor en el mundo femenino, recibe la noticia de que su marido ha sido internado a causa de un ataque cardíaco. Su amiga y asistente en el rodaje, Esther (Rita Cortese) ha recibido un llamado anónimo diciendo lo que había pasado con Augusto. La mujer que lo trajo al sanatorio está apenas vestida. Pronto sabrán que Adela (Valeria Bertuccelli) es amante de Augusto desde hace un poco más de cinco años. Por esas cosas casi caprichosas de cumplir las últimas voluntades de los seres queridos, Elena queda atada a Adela cuando Augusto le pide segundos antes de morir que cuide de ella. De allí en más "Viudas" aborda la historia de estas dos mujeres fracturadas por la pérdida, cómo intentan abordar el proceso de recomposición de los daños cada una de ellas y por sobre todo, la presencia omnisciente de Augusto en cada una de sus vidas. El amor, la diferencia de edad entre ellas (que genera situaciones sumamente irónicas cuando todas las personas las confunden como madre-hija o a Adela como la hija del fallecido), la traición, la necesidad de ir rearmando el rompecabezas de una nueva vida a partir de la pérdida de un ser querido son los temas que aborda el director Marcos Carnevale (dirtector de la brillante e inolvidable "Elsa & Fred", de "Anita" y "Noche de Ronda", de la divertidisima "Almejas y Mejillones" y de la fallida e impostada "Tocar el Cielo"). Sabe imprimir el timing exacto para que el drama no desborde, entrecortando siempre las tensiones con mucho humor en sus diálogos -el guión es coescrito con Bernarda Pagés- y dotando a sus criaturas con los elementos necesarios para poder atravesar esas situación tensas con mucho humor y poder reirse o sonreir sobre lo que les pasa. Carnevale se maneja perfectamente dentro de este terreno (hasta se da el gusto de aparecer en un cameo junto con el director de la anterior película de Graciela Borges -"Dos hermanos"-, Daniel Burman) y domina al cuarteto de actores sacando lo mejor de cada uno de ellos. Graciela Borges imprime su carisma en pantalla, su tono de voz tan característico que ya es como una marca registrada y seduce con una presencia fuerte y avasallante componiendo una vez más el que quizás es su papel más visitado (una señora de clase acomodada con un muy buen pasar). Su Elena es una mujer fuerte, independiente, que se ve completamente quebrada ante la noticia insospechada que su marido tenía un amor paralelo. Por su parte, Valeria Bertucelli entrega una composición con momentos de muchísima ternura y con un registro completamente fresco y espontáneo en sus reacciones, en sus miedos, en sus inseguridades, en su manera de afrontar su futuro. Como dos caras de una misma moneda, cada una de ellas ha amado a ese hombre a su manera, y están en un desamparo profundo que las hermana y aún cuando Elena trate de rechazar a su "rival", su desvalimiento la doblega y expone su parte más vulnerable. Completan el cuarteto Rita Cortese en otra composición llena de ritmo de sitcom en sus respuestas con su perfil cascarrabias y diálogos plagado de ironías y Martin Bossi, componiendo a la mucama de Elena. Martin Bossi encuentra el tono exacto para Justina, una travesti que presenta un desafío para su carrera, constituyéndose en un excelente debut cinematográfico. Las escenas de Bossi con Borges tienen una química innegable en la pantalla y son fragmentos realmente muy ricos en la descripción del vínculo quizás sin decir demasiadas palabras. El producto funciona, por un guión que sólo quiere presentar situaciones sin caer en ningún tipo de dramatismo innecesario, sino por el contrario, coqueteando con pasos de comedia y una vez ganado el terreno, hace la diferencia al apoyarse en un elenco completamente sin fisuras con cuatro actuaciones formidables. Sobre el tramo final, una nueva vuelta de tuerca en el vínculo entre estas dos mujeres hará que la historia cierre con un tono esperanzador, volviendo sobre la posibilidad de rearmar la felicidad aún a partir de momentos dolorosos. El tema central de la película a cargo de Vicentico es otro de los aciertos que da con el tono justo que requiere la trama.
UNIDAS POR UN MISMO HOMBRE Una historia sencilla, dramática, con algunos momentos de humor y con el toque característico de las películas de Carnevale, eso es lo que el espectador se lleva al ver esta propuesta, que presenta excelentes actuaciones protagónicas y un guión que, si bien juega con la verosimilitud y con la extensión innecesaria de algunas situaciones, funciona. Elena es una directora de cine que, mientras estaba filmando su nuevo documental, recibe la mala noticia de que su marido sufrió un infarto y que está internado en el Hospital. Cuando llega allí se da cuenta de que la situación de su esposo es complicada y, para colmo, se cruza con una mujer, Adela, que parece ser la amante que mantuvo en secreto por cinco años. La muchacha queda desesperada luego de la muerte de su amor y va a tratar de hacer todo lo posible por conseguir la atención y ayuda de Elena. Juntas, pese a que no se soportan, van a descubrir que, pese a que son viudas de un mismo hombre, son dos mujeres fuertes que sufren por una misma causa: el amor. La premisa es muy sencilla y no sucede mucho más de lo que en pocas palabras se puede resumir, pero la magia y fuerza de esta propuesta es justamente la exploración de los sentimientos y las emociones de los personajes, mostrar una radiografía interna sobre sus actitudes y reacciones frente al momento difícil que están pasando. Es por eso que, si bien la historia posee algunos alargamientos innecesarios y quedan algunas preguntas sin pronta respuesta, logra triunfar y llegar honestamente al espectador. El significado que aquí se expone sobre el amor y los dos puntos de vista bien diferenciados sobre esa palabra, le aportan un dramatismo que parece algo exagerado desde un comienzo, en especial con las actitudes muy sufridas de Adela, pero que poco a poco se va intensificando y creando un sentido que enriquece correctamente la narración. El problema que aquí aparece se remite directamente al guión y a la falta de verosimilitud en algunas situaciones que van pasando. Las decisiones de Elena y las actitudes de Adela se ven forzadas y poco creíbles por momentos, llamando a una sencillez que no le aporta claridad ni ingenio a lo que va sucediendo. Pese a esto, la película presenta dos cualidades que son de suma importancia: Por un lado, el nivel de las actuaciones es excelente. El trabajo realizado por Graciela Borges es realmente soberbio, principalmente al brindarle la fuerza y la emoción necesaria para que sus sentimientos logren traspasar la pantalla. Valeria Bertuccelli también está muy bien, su personaje comienza siendo muy frágil, hay muchas y reiteradas escenas en la que se la puede ver llorando, y esas actitudes extremistas están muy bien interpretadas por la actriz. Martín Bossi, en su debut cinematográfico, está correcto. Su papel es difícil, hace de mucama y es el principal exponente de comedia que aquí se presenta. Él es el encargado de cortar el dramatismo y aportarle un poco de humor a la cinta, y está muy bien logrado. Rita Cortese, en un rol menor, pero igual de importante que el de Bossi, está muy bien. Por otro lado, hay un implemento de la música que es inmejorable. Hay dos escenas en las que se puede escuchar el tema "Paraíso", interpretado por Vicentico, los ejemplos claros de unidad audiovisual, ya que conforman momentos fuertes, emocionantes y muy bien editados. Hermosa canción y bello el uso que aquí se le da. "Viudas" es una película en la que prevalece el drama sobre la comedia, con actuaciones excelentes por parte de todo el elenco y con una historia que, pese a ser sencilla y a jugar con la falta de verosimilitud en algunos momentos, emociona y entretiene. Una propuesta interesante y bien lograda. Un paso adelante por parte de Carnevale luego de su anterior realización: "Anita". UNA ESCENA A DESTACAR: dos escenas con la música de Vicentico, y el momento del cementerio.
Duelo compartido Marcos Carnevale es un director que adecua su cine al marketing, el éxito de "Elsa y Fred", o la correción de "Anita", son muestras de ello. Este filme no huye a esa fórmula: buenas actuaciones, algo de drama otro poco de humor, una canción retro por intérprete conocido, innumerables ganchos y tips acordes para hacer una peli convocante, con buena publicidad, y con esa formalidad -a veces abusiva- de dejar al público convencido a la salida del cine: "Que película linda vimos, no?". Dos mujeres que se conocen ante la muerte del mismo hombre al cual aman, y una aceptación mutua que traerá también sus conflictos y padeceres. Valeria Bertucelli, (aceptable y con lágrima fácil) se mide actoralmente como la amante joven con una Graciela Borges acorde al personaje de la mujer engañada y esposa oficial, en ambas existe una consistencia dramática llevadera, sin fisuras, en tanto Rita Cortese sigue repitiendo sus personajes -no hay diferencias con el hecho recientemente en "Los Marziano"-, y Martín Bossi, el imitador televisivo está muy bien en esa mucama paraguaya que le toca en suerte. Un melodrama que no es para tirar cuetes, de receta conocida, que permitirá a Carnevale, el director, hacer más filmes de este tipo, y que recuerdan a aquella frase del porqué gustaba el cine de Sandrini en los años 50 y 60, a lo cual se respondía: "Hacen tanto reir como llorar!". Carnevale no es un realizador original pero sabe que puede gustarle al público.
Esta comedia dramática se sostiene en gran parte gracias a la convicción de las dos actrices protagónicas quienes ponen todo su oficio al servicio de sortear los lugares comunes y un final por demás complaciente. Las mejores escenas de la veta cómica se desarrollan entre un dispar Martín Bossi (interpretando a Justina, una travesti paraguaya confidente y asistente fiel de Augusto a quien le sigue siendo leal aún después de fallecido) y la siempre eficaz Graciela Borges. La caracterización de Justina es entre paródica y bizarra. Cualquier semejanza con travestis mediáticos varios es pura coincidencia. El excelente cover de “Paisaje” interpretado por Vicentico logra conmover y transmite en acordes los sentimientos de las dos protagonistas. Por el contrario, la música incidental subraya demasiado lo dicho por las imágenes. Para los buscadores de detalles curiosos, hay cameos de Daniel Burman (quien dirigió a Borges en “Dos hermanos”), Juan Cruz Bordeu –quien ofició de asistente creativo de la cinta- y hasta del propio Marcos Carnevale, director del filme.