Secretos y mentiras Esta nueva película del director de El cuarto de Leo tenía unos cuantos elementos para resultar un interesante thriller político, en la línea de los clásicos del género de Costa-Gavras o Alan J. Pakula, pero termina siendo un fresco de época bastante torpe y recargado, plagado de diálogos solemnes y de un didactismo ramplón, como si no se creyera demasiado en la capacidad de interpretación de un espectador al que se le debe dar todo demasiado masticado y subrayado. Basado en un caso real e inspirado en crónicas periodísticas, el film reconstruye la denominada Operación Zanahoria en octubre de 2004. A pocas horas de la elección presidencial que depositaría por primera vez al Frente Amplio en el gobierno nacional, dos periodistas de un pequeño semanario de izquierda son abordados por un misterioso informante (un ex agente del servicio de inteligencia del ejército interpretado por César Troncoso) que asegura tener pruebas sobre crímenes cometidos durante la dictadura militar (incluidos datos sobre los lugares donde han sido enterrados y luego exhumados los restos de decenas de detenidos-desaparecidos). Los protagonistas, un veterano periodista con pasado militante (Abel Tripaldi) y un recién llegado a la profesión (el argentino Martín Rodríguez), abandonan por un tiempo la cobertura de las elecciones y a sus círculos íntimos para embarcarse en un viaje oscuro y sinuoso, lleno de oscilaciones, de idas y contramarchas, de dudas, miedos, secretos y mentiras. El problema de la película es que, cuando debe concentrarse en la creación de climas y en la construcción de la tensión y la paranoia, cede a la tentación de ser demasiado explícito, obvio y, así, el misterio se desvanece. Más allá de su cuidado formal, y de las buenas intenciones de combinar lo político con elementos del cine de género, resulta -en definitiva- un film bastante fallido.
Carne podrida La dictadura militar en Uruguay se extendió desde los 70 hasta 1985 y, al igual que la de Argentina, comparte la trágica página de la historia contemporánea de desaparecidos y procedimientos aberrantes denunciados en absoluta soledad por familiares de las víctimas u organismos de derechos humanos, quienes no tuvieron un enfático respaldo de partidos políticos –tampoco de la población civil- sino más bien cierta indiferencia más allá de casos puntuales. Por eso la posibilidad de que el Frente Amplio uruguayo, que candidateaba a Tabaré Vázquez (elegido recientemente como el sucesor de Mujica) para alzarse con la presidencia en 1984 ante una dictadura militar en franca decadencia y pérdida de poder alimentaba las esperanzas de muchos para remover secretos del pasado y así conocer el destino de desaparecidos, entre otras asignaturas pendientes con la democracia y con el pueblo uruguayo. Ese es el contexto histórico político donde se desarrolla este thriller coproducido entre Argentina y Uruguay, Zanahoria, segundo opus de Enrique Buchichio (El cuarto de Leo) inspirado en un hecho periodístico real protagonizado por dos periodistas de un semanario de izquierda, Alfredo García (Abel Tripaldi) y Jorge Lauro (Martín Rodríguez), quienes recibieron y tuvieron contacto con Walter (César Troncoso), quien decía haber trabajado en inteligencia y formar parte de un grupo que esperaba el momento político para contar la verdad sobre la dictadura uruguaya. Estaba dispuesto por entonces a revelar, entre otras cosas, la denominada Operación Zanahoria, llevada a cabo por militares uruguayos que enterraron desaparecidos en los cementerios clandestinos ubicados en los cuarteles, de forma vertical como las zanahorias, y para ocultar los restos plantaron árboles en el lugar. Así las cosas, con ciertos recaudos pero conscientes de que la información y su publicación constituía un hecho periodístico sin precedentes, ambos periodistas decidieron involucrarse hasta las últimas consecuencias en las erráticas misiones propuestas por Walter para dar con la información que estaba compuesta por documentación, filmaciones de torturas y datos con nombres importantes. Lo cierto es que Walter transmitía en sus conductas y cambios de planes continuos una ambigüedad que despertaba sospechas sobre la veracidad de sus relatos y en ese juego de poder y ambición de los periodistas se nutre la trama de Zanahoria, algo que en la jerga periodística se denomina la venta de carne podrida cuando las fuentes no son confiables y no se tuvo la capacidad de discernir y chequear correctamente la información. El film de Buchichio transita por los andariveles del thriller político pero cae en dos pendientes pronunciadas que terminan por precipitarlo: en primer lugar la altisonancia de los diálogos y en segundo su obsesión explicativa que incluso malogra el desenlace con un subrayado en off sumamente innecesario. Da toda la sensación que habiendo elegido el género como estructura para dar cuenta de los hechos reales pero desde la licencia de la ficción, el resultado final de Zanahoria refleja que por su peso y trascendencia para la época esta historia daba para mucho más.
Zanahoria es una película uruguaya en coproducción con Argentina que gira en torno a dos periodistas a los que un informante asegura poseer información sobre crímenes cometidos durante la Dictadura Militar. Alfredo y Jorge son dos periodistas que, si bien no tienen mucha experiencia aún, se comprometen mucho con su trabajo. Un día durante octubre del 2004, un supuesto ex agente de los servicios de inteligencia los contacta prometiéndoles información muy valiosa y reveladora. No obstante, los va postergando reiteradamente y esto hace que ellos deseen esa información cada vez más. Basada en hechos reales, Zanahoria es un thriller filmado y actuado de manera muy prolija, con conocimiento del género y de climas. Aunque a veces no puede evitar caer en escenas lentas y una construcción de personajes un poco trillada. Con buen manejo del suspenso, la película dirigida por Enrique Buchichio cuenta una historia que pretende reflejar una situación actual, sin denunciar de manera directa pero con una postura política definida. Aunque quizás sus casi dos horas de duración pesen un poco, pasada la mitad de la película. Zanahoria es un logro interesante dentro de la industria cinematográfica uruguaya, aunque la historia puede terminar pareciendo pequeña para la propuesta inicial, sin duda ambiciosa.
Zanahoria es un muy buen thriller político uruguayo inspirado en una crónica periodística que publicó el semanario Voces en el año 2005. La trama se centra en un informante militar que se acerca a dos periodistas para pasarles información clave sobre crímenes cometidos en la última dictadura militar que se vivió en ese país. El film del director Enrique Buchichio trabaja temáticas muy interesantes. Por un lado expone la falta de avances que hubo en las últimas décadas en Uruguay en torno al destino de los desaparecidos y el papel fundamental que juega la prensa a la hora de mantener viva esa memoria histórica. Queda la sensación al ver esta película que para el pueblo uruguayo este tema sigue siendo un taboo, envuelto en una especie de código de silencio, que ningún sector político se atreve a indagar a fondo. Por lo general me suele ocurrir con este tipo de producciones, muy especialmente con las argentinas, donde no me creo nada lo que veo en la pantalla. La idea que suelen tener los directores sobre el periodismo y la realidad son dos cosas completamente distintas. Una de las virtudes que tiene Zanahoria es la manera en que el director Buchichio le dio vida al funcionamiento de una redacción. Hay escenas fabulosas como la reunión de sumario o las discusiones que tienen los protagonistas con el editor que son completamente realistas y están muy bien logradas. Los actores hablan y se expresan como periodistas reales y no como personajes de ficción de unitarios televisivos. El trabajo de César Troncoso, el misterioso informante, es fabuloso y comparte muy buenas escenas junto a Martín Ridríguez y Abel Tripaldi, quienes interpretan a los periodistas que estuvieron a cargo de la investigación. Zanahoria toma elementos del género policial para construir un atractivo thriller que le escapó a los clichés que suelen tener las historias relacionadas con las dictaduras militares que se vivieron en Latinoamérica durante la década del ´70. Una grata sopresa del cine uruguayo que no llega con frecuencia a la cartelera local.
Sólido thriller uruguayo Basada en una historia real protagonizada por dos periodistas del semanario político partidario Voces del Frente, esta segunda película de Enrique Buchichio (que debutó en 2010 con El cuarto de Leo) está ambientada en la época de las elecciones de 2004 en Uruguay, que llevarían al Frente Amplio al gobierno de la mano del recientemente reelegido Tabaré Vázquez, y pone el foco en la llamada Operación Zanahoria, destinada a la exhumación de cuerpos de detenidos desaparecidos que habían sido enterrados clandestinamente en predios militares para eliminar cualquier rastro que permitiera identificarlos. Se nota que Buchichio llevó a cabo un exhaustivo trabajo de investigación sobre el tema de los años de plomo en su país y también sobre el convulsionado clima de campaña electoral. Aun con actuaciones desparejas, algunas solemnes declamaciones y más de un subrayado innecesario, la película se consolida gracias a la pericia del director para plantearla como un inquietante thriller cuya tensión crece a medida que avanza la trama. Parte de los objetivos de Buchichio -el papel del periodismo independiente en la revisión del pasado reciente, la relación entre periodistas y oscuros informantes, la decidida complicidad con los militares del Partido Nacional ("los blancos"), que postulaba para presidente al actual senador Jorge Larrañaga- quedan efectivamente plasmados en un film que captura un momento importante de la vida política uruguaya y revela que los ecos de la represión ilegal todavía resuenan en el Río de la Plata.
Interesante película uruguaya basada en hechos reales. Dos periodistas contactados por un militar arrepentido que promete información sobre desaparecidos. Una trama de suspenso, un tanto larga y obvia, con desenlace inesperado.
Con las mejores intenciones Mucho cine uruguayo en este fin de 2014: al estreno la semana pasada del documental El casamiento y al próximo lanzamiento de Una noche sin luna, se suma el segundo largometraje del realizador y crítico de cine Enrique Buchichio. Lejos del drama íntimo de El cuarto de Leo, su ópera prima, Zanahoria intenta trasponer un caso real y reciente del periodismo charrúa a la pantalla grande, echando raíces en ese género de múltiples aspectos llamado, usualmente, thriller político. Intentar es, por cierto, el verbo adecuado: sin que habiten referencias directas, es posible sentir las vibraciones del cine de Costa Gavras, de clásicos populares como Todos los hombres del presidente o la más reciente Zodíaco, pero todas y cada una de esas posibles claves formales, narrativas y tonales aparecen raídas, usadas sin demasiada convicción, desplegadas desde el guión para cumplir con ciertas reglas autoimpuestas.Con imágenes televisivas reales, Zanahoria ubica la acción rápidamente en el año 2004, pocos días antes de las elecciones presidenciales que llevarán al Frente Amplio por primera vez al gobierno. Dos periodistas de la revista semanal Voces, interpretados por Martín Rodríguez (joven y algo inexperto) y Abel Tripaldi (veterano y experimentado) entran en contacto con un militar retirado (César Troncoso), que afirma poseer no sólo gran cantidad de datos sobre los detenidos-de-saparecidos durante la dictadura militar, sino filmaciones de sesiones de tortura e incluso detalles de una operación de ocultamiento de cadáveres, la Operación Zanahoria del título. ¿Qué es verdad, qué mentira? ¿Estarán a punto de obtener la primicia de sus vidas profesionales o, por el contrario, sólo serán manipulados con fines tan secretos como non sanctos? Con ese interesante punto de partida –basado en una nota periodística y en hechos verídicos–, Buchichio dispone los elementos como si tuviera en sus manos un manual de clasicismo narrativo, pero entendido éste no tanto como sostén del relato, sino como una serie de casilleros a completar, de items a tildar regular y progresivamente.Zanahoria es vehemente en su cualidad repetitiva: el dúo de reporteros pasea y vuelve a pasear a bordo de un automóvil con su informante, en una serie de viñetas que van dinamitando el dispositivo de suspenso que el film pone en funcionamiento en un primer y aparentemente arriesgado encuentro. El rompecabezas que uno de los periodistas nunca termina de completar como metáfora de la investigación, el embarazo de la pareja del otro (ese lugar común utilizado como tal, esté o no basado en la realidad), el inicial apoyo y posterior repliegue del editor del medio, el énfasis en casi todos los diálogos: casos y cosas que ambicionan catapultar la reflexión sobre el pasado reciente y sus consecuencias directas e indirectas en la sociedad uruguaya contemporánea, impugnadas por la pereza y el exceso de obviedad. Las buenas intenciones se tienen o no se tienen, filmarlas es otra cosa.
Algún día habría que hacer una historia de las películas basadas en hechos reales. Para pensar que el condicionamiento de un film de este tipo tiene que ver con pretender estar sujeto a aquello que lo inspira como si la condición natural fuera que no hay lugar para lo imaginativo o para el comentario. En todo caso, es recomendable, si es que no se sabe, no enterarse de cuáles son los detalles en los que está basada esta pelicula del uruguayo Enrique Buchichio, crítico de cine, hoy coordinador la Escuela de Cine del Uruguay (ECU) de Cinemateca Uruguaya y con una pelicula previa, El cuarto de Leo (2007) que tuvo su buen recorrido por Festivales pero no se pudo ver en Argentina. Lo que quiero decir es que sería mejor no enterarse cuáles son los acontecimientos de los que que habla la historia de Zanahoria, ambientada en pleno fin de campaña presidencial de 2004 en Uruguay, momento de incertidumbre de muchos sectores políticos entre los cuales, en las sombras, permanecen, expectantes, los servicios que actuaron para la dictadura militar (1973-1985) y que desde 1985 están amparados bajo la Ley de Caducidad. El título de la pelicula viene de la Operación Zanahoria, nombre en clave de la planificación de exhumación de cuerpos de detenidos desaparecidos enterrados en predios militares, con la intención de eliminar cualquier rastro de ellos. En los primeros minutos acierta Buchichio, tambien autor del guión, en ubicar al espectador en los detalles publicitarios de esa campaña que se da, en parte en los medios y que repetía de algún modo la idea de ballotage que vuelve a instalar en el poder a Tabaré Vazquez este año 2014. En la historia, un ex militar de los servicios se contacta con un pequeño diario de izquierda y en particular con dos periodistas para entregarles información clasificada en plena lucha e investigación por parte de los Familiares de desaparecidos y reclamos de los Derechos Humanos. A partir de allí, los dos periodistas se van a involucrar en una historia que convierte a Zanahoria se en un film sobre periodismo y sobre los debates éticos en el manejo de fuente de la información. Autos que se cruzan en la noche, entregas infructuosas de paquetes, seguimientos sospechosos, llamados en medio de la madrugada, fotografías de incógnito, Buchichio logra manejar con interés una narración por momentos esquiva, por momentos clarificadora, a través del insistente y misterioso Walter (César Troncoso), tal vez su criatura mas sólida. El Thriller político tiene en la Latinoamérica contemporánea mucha materia prima para usar, lo que falta es una distancia histórica suficiente como para poder digerir ficciones de este tipo. Buchichio le da una tonalidad equilibradamente justa en su mirada política y en su mirada ficticia, sin perder de vista el interés ni la pregunta sobre cuántas sombras todavía hay sobre tantas historias de las dictaduras
Un correcto policial de asunto tenebroso Desde la antigüedad existe, según la fábula, el método de hacer caminar al burro poniéndole una zanahoria frente a sus narices. Pero que no la alcance, así sigue caminando. Y aunque el método sea viejo, y aunque parezca mentira, hay unos cuantos burros que todavía caen en la trampa. Este thriller uruguayo habla de un caso así, provocado por el interés de conocer otro caso aún mayor. Ambos fueron reales. No así sus respectivas zanahorias, dicen algunos (pero no todos). La acción transcurre durante la campaña electoral del 2004 en Montevideo, cuando ya se barrunta el triunfo del Frente Amplio. Alguien llama a una revista de izquierda, dice ser militar retirado, y ofrece un paquete de revelaciones con nombres y apellidos, fotos y planos de enterramientos clandestinos. Los contactos se hacen en la oscuridad de la noche, con grandes precauciones por parte del informante. El asunto es cómo entregar esos documentos. Mientras se resuelve el detalle, esa persona suelta nuevos ofrecimientos. Crece la expectativa, la atracción periodística, pero también las sospechas. ¿Por qué este hombre quiere dar a conocer ahora tantos datos? ¿Qué hay detrás de él? ¿Quiénes, y con qué intención? ¿Y si no es quien dice ser? ¿Será un mitómano, o un vivillo? Pero, ¿si aunque sea una parte de lo que dice fuera cierto? Con el siempre excelente César Troncoso, que sabe darle intriga y carnadura a su personaje de tipo poco confiable pero quizá querible, ya que no respetable, el thriller se ve afectado por cierto esquematismo y beneficiado con recursos propios del género, que van tensando la situación. Por ejemplo, la presencia de una esposa embarazada y quizás entrometida, o los inquietantes segundos de demora antes de meter la llave en el auto, esas cosas. Se beneficia también con una vuelta de tuerca en el desenlace, que sugiere el fondo de verdad que puede haber en cada historia, y el daño que a veces pueden hacer los periodistas cuando se creen vivos y ofendidos. La obra se basa en una experiencia vivida aquel 2004 por Jorge Lauro y Alfredo García, reporteros del semanario "Voces". Y la Operación Zanahoria que allí se menciona, fue algo que saltó a partir de 1996 y todavía no está claro. Quienes creen en ella entienden que en cierto momento los militares uruguayos exhumaron muchos cuerpos de desaparecidos y los "plantaron" en otros lugares, en forma vertical, de ahí el nombre de la Operación. O que los dispersaron. Todo eso es una zanahoria falsa, puesta en su momento para distraer y agotar a los burros, sospecha el Giaf, Grupo de Investigación en Antropología Forense del Uruguay, creado en 2005. Pero ese asunto ya da para otra película, más bien documental y de final todavía abierto.
Secretos que nunca serán vistos Dirigida por Enrique Buchichio, Zanahoria (2014) es una película que como pocas, le da una vuelta a la crónica acerca de los desaparecidos y todo lo relacionado que aún permanece oculto sobre los hechos acaecidos durante la dictadura militar. Inspirada en hechos reales, siempre en un margen de duda constante, el film se ubica de frente al suspenso en la revelación de documentos audiovisuales que son extremadamente secretos y que muestran a los responsables de la época más oscura de la historia rioplatense. Alfredo (Abel Tripaldi) y Jorge (Martín Rodríguez) son dos periodistas que trabajan en un pequeño y nuevo semanario uruguayo de izquierda. Ambos están inmiscuidos en sus labores habituales de recolección de información hasta que Alfredo, ya mayor y de muchos años de carrera, comienza a entrevistar a familiares de desaparecidos, al seguir la pista de un ex militar que vive prófugo. Sin embargo en ese momento le llega misteriosamente el contacto de Walter (César Troncoso) quien dice tener información secreta y vital sobre el tema. Haciendo caso omiso a su jefe de redacción, Alfredo se mete de lleno en la investigación con la ayuda de Jorge, ambos a la espera de algo que se percibe oculto. Precisamente el film se arma sobre el suspenso de esa espera y eso es lo más loable. Si bien empieza como una historia de misterioso y un tanto cliché sobre la información que se maneja de la dictadura, poco a poco adquiere un tono pausado y toma al thiller como forma: Zanahoria se erige sobre lo atrapante que resulta saber qué sucede al final. Se duda, junto a Alfredo y Jorge, de todo lo que les dicen, incluso se entra en el género policial pues la investigación ya no solo es periodística sino también se entremezclan elementos militares, legales y judiciales. Lo policial entra como figura alegórica en el relato al ser Walter viejo y Jorge joven, investigando siempre de noche en sus autos personales observando a la gente y moviéndose en la clandestinidad con sus problemas de tecnología. Cuestión que resalta un tema tan importante como el de los desaparecidos y la tortura que cometieron ex miembros militares que permanecen escondidos.
Lo que hay que saber de la represión La uruguaya Zanahoria es un thriller que intenta capturar y exponer un par de momentos trascendentes de la historia reciente del país vecino. Mientras vemos desfilar en unas cuantas repetitivas secuencias a los periodistas Jorge (Martin Rodríguez) y Alfredo (Abel Tripaldi), y a su extraño informante Walter (César Troncoso), veremos intercalados torpemente bloques de información sobre el pasado y el presente político de Uruguay con un tono dogmático de secundaria que molesta y no le agrega nada a la historia. Está claro que el director Enrique Buchichio intenta desarrollar con Zanahoria una película de suspenso que además diga alguna cosa sobre la dictadura, algo así como Crónica de una fuga (2005), de Adrián Israel Caetano. Por supuesto, se encuentra con una cantidad de dificultades que resuelve lamentablemente con torpeza. Buchichio no recurre nunca a la reconstrucción de algún hecho histórico, o a la acción como lenguaje y motor, o al liso y llano material de archivo, sino que confía en la palabra de sus protagonistas y en un intrusivo televisor que aparece sólo para anunciar cómo van las elecciones donde de seguro ganará el Frente Amplio de Tabaré Vázquez. Entonces nos encontramos con un montón de lugares comunes ubicados entre largos y antinaturales diálogos, para enterarnos de lo hijos de puta que son los torturadores, lo revolucionario que es que gane la izquierda democrática, y la necesidad del juicio y castigo a los represores para reconstruir la memoria. Frases que de este lado de la vida conocemos bien, y que de mi parte considero válidas, pero que metidas a presión en una película como Zanahoria no sólo no le agregan nada a la historia que se pretende contar, sino que además suena a consigna desgastada de esas que ya no implican reflexión sino que sólo están allí por la constante repetición en el tiempo. Hablábamos de lo antinatural de los diálogos, y podemos agregar la teatralidad de las actuaciones (algunas tambaleantes como la de Rodríguez), y también el tono impostado general, y por supuesto el contenido político. Zanahoria es un film anacrónico, como si alguien hubiera filmado La historia oficial pero en 2014. Hay algo que se salva en Zanahoria y es que contiene un misterio lo suficientemente importante como para mantenernos en vilo. Despertar ese interés a pesar de las fallas es un merito mínimo pero no suficiente, aunque alcanza para justificar el titulo.
Persiguiendo la zanahoria. Dada la cantidad de films sobre el tema, ya es hora de considerar a las películas sobre la dictadura como un género más dentro del cine, al menos en la región. El caso de Zanahoria es particular, porque si bien su historia nos toca de cerca al centrarse en esta temática, está basada en una crónica periodística real y nos cuenta sobre los crímenes sucedidos durante el gobierno de facto en Uruguay, en donde pareciera que la historia permanece más oculta que en nuestro país. Zanahoria cuenta la historia de dos periodistas de un semanario incipiente que son contactados por un exmilitar que les ofrece entregarles información sobre crímenes de la dictadura, incluida la “Operación Zanahoria” (la exhumación de cuerpos enterrados clandestinamente) a la que hace referencia el título. Sin embargo, las reuniones secretas se van sucediendo y la información clave no aparece, envolviendo a los periodistas en una duda incómoda: ¿Vale la pena dedicar tanto esfuerzo, trabajo y tiempo en un informante secreto si es para descubrir esa verdad oculta? Zanahoria, segundo film de Enrique Buchichio (El Cuarto de Leo, 2009), es técnicamente despareja, tan capaz de sumergirnos en climas oscuros e intrigantes y de una corrección formal admirable (las escenas de las reuniones dentro de los coches están muy bien logradas, especialmente sus aciertos en la iluminación) como de desconcertar con una notable falta de ritmo en la consecución de los diálogos en las escenas más sencillas, como en los primeros 15 minutos de metraje, que ocurren principalmente en la redacción del semanario. Esa falta de ritmo, esa escasez de tacto en la dirección de las escenas, termina por sepultar el trabajo de algunos actores, que parecen por momento marionetas leyendo parlamentos. Sin embargo, el fuerte de Zanahoria está en la historia que cuenta, en la intriga bien llevada que propone desde la aparición del informante (un convincente César Troncoso, el mismo que actuó en la genial Infancia Clandestina) hasta el desenlace, a pesar de poner en el camino algunas escenas repetitivas y algún cliché demasiado visto (la mujer embarazada de uno de los protagonistas). Crímenes aberrantes, engaños, ambición, simulación, y dos periodistas persiguiendo su zanahoria. Suficientes condimentos como para disfrutar de una película que, curiosamente, fue estrenada en varias cadenas de nuestro país.
Asuntos internos Adaptación de un hecho real ocurrido en Uruguay a los periodistas Jorge Lauro y Alfredo García, Zanahoria, película escrita y dirigida por Enrique Buchichio, narra la historia de una investigación con todas las marcas de un policial negro. En el año 2004, días antes de las elecciones que darían como ganador al Frente Amplio, un novel semanario de izquierda titulado Voces investiga a un ex torturador prófugo. Alfredo (Abel Tripaldi), el más incisivo de los periodistas, recibe en la redacción el llamado telefónico de un tal Walter, quien dice tener información sobre el paradero del ex torturador. Desoyendo a su editor, Jorge va al encuentro del informante junto a su colega Jorge (Martín Rodríguez), y Walter (un extraño individuo, muy bien encarnado por César Troncoso) los pone en un juego de seducción, ofreciéndoles en cada encuentro una información más valiosa. Primero, el informante, que se presenta como ex agente de servicios, habla de grabaciones de torturas y luego se trata de documentación sobre la Operación Zanahoria, que habría consistido en la exhumación de desaparecidos en predios militares para borrar evidencia. Aparte del valor histórico, la película tiene actuaciones convincentes y una buena ambientación, si bien el verosímil de cine noir no siempre cuaja con la naturaleza del relato.
El film repasa la denominada “Operación Zanahoria” que tuvo lugar en octubre de 2004. La dictadura militar en Uruguay fue tan fuerte como en la Argentina y Chile, entre otros países, lamentablemente compartimos los abusos del poder, torturas y desaparecidos. La historia gira en torno a dos periodistas que reciben información sobre los crímenes en la etapa de la dictadura militar, tiene momentos intensos, conmovedores, generando climas y suspenso, con algunos toques hitchcockianos , pero luego va cayendo, su ritmo es lento, los personajes son bastantes trillados y resulta un film fallido.
Alfredo (Abel Tripaldi) and Jorge (Martín Rodríguez) are journalists from a small left-wing weekly in Montevideo, Uruguay. Whereas Jorge is a newcomer to the arena, Alfredo is a former political militant and has plenty of experience at his job. It’s elections time and it’s very likely that, for the first time ever, the left-wing party Frente Amplio will reach the presidency. One night and out of the blue, a mysterious man contacts the journalists. He claims he’s an ex-member of the Armed Forces and that he has undisclosed information about human rights violations during the 1973-1985 military dictatorship, including details about a clandestine operation called Operación Zanahoria. As the storyline of Uruguayan Enrique Buchichio unfolds, you realize that it had a limited potential for an averagely decent movie. It’s the kind of film that first opens up a wide range of dramatic possibilities, but then it falls short to meet most expectations. Not necessarily, or not only, because it becomes over-plotted way too soon, but mostly because it fails to achieve neither suspense nor surprise. Which is undoubtedly the worst thing that can happen to a thriller of any kind. No wonder why: it’s incredibly talky from beginning to end, and not in a good way, as each single detail of the plot is explained in informative dialogue, and not through more cinematic means. Add to that poor performances from the entire cast, a static mise-en-scene, and a lousy editing that has no rhythm whatsoever. On the plus side, the photography is fine and functional to the story for it sometimes accomplishes a sombre atmosphere. And that’s about it. Production notes Zanahoria (Uruguay-Argentina/2014) Written and directed by Enrique Buchichio. With César Troncoso, Martín Rodríguez, Abel Tripaldi, Néstor Guzzini. Cinematography: Pablo Parra. Editing: Guillermo Casanova. Running time: 100 minutes.