EL RACISMO NO MUERE Un film particular que une la ficción con un fuerte contenido documental. El director es el checo Petr Vaclav, responsable también del guión y de un casting excepcional que reúne expresivos actores no profesionales, pero de una intensidad dramática particular. Son gitanos, la etnia romaní que en los países desarrollados ante una crisis, son las víctimas propicias para descargar el odio racial, la discriminación desembozada y tantos casos de agresiones sangrientas que nutren la crónica policial. Una pareja joven con una pequeña hija, encerrados entre los trámites de la ayuda social, la sociedad hostil y las opciones de trabajo en negro o mal remunerado. Idas y vueltas de una realidad que los cerca y los empuja a situaciones límites. Con un estilo seco, sin concesiones melodramáticas, estos seres se debaten muchas veces en círculo, víctimas de su sistema de lealtades y los sentimientos encontrados.
Contra el racismo. La situación de los romaníes en tierras checas (una minoría populosa) es problemática desde hace ya bastante tiempo y los hechos de discriminación y violencia no han hecho más que recrudecer desde la caída del régimen comunista y la escisión de la vieja Checoslovaquia. El tema es, para ponerlo en términos concretos, un problema social urgente y de difícil solución, complicado aún más por el reciente surgimiento de grupos de extrema derecha y de movimientos anti-gitanos. El film del experimentado realizador Petr Václav –uno de los escasos estrenos de nacionalidad checa que llegan hasta estas costas– hace de esta cuestión el principal propulsor narrativo, al punto de poder señalarla, a falta de un término más apropiado, como una típica película de denuncia. El optimista título original, Cesta ven (“La salida” o “La puerta de salida”) hace hincapié en la posibilidad de un escape, a pesar de que el film mismo no hace más que ponerlo entre signos de pregunta a cada paso de su joven protagonista. Zaneta –interpretada con inusual energía por la debutante Klaudia Dudová, una de las virtudes más evidentes del film– vive junto a su pareja, su pequeña hija y una hermana adolescente en un departamento suburbano. Ninguno de los adultos tiene un trabajo estable, situación que sólo parece empeorar cada vez que alguno de ellos se acerca a la oficina de empleos: la tez oscura, los rasgos, pesan a la hora de acceder a un cargo, por mal pago que esté. Tampoco ayuda que Zaneta no haya terminado sus estudios secundarios ni tenga demasiada experiencia laboral previa, hechos que cada uno de sus posibles empleadores le repite incansablemente. La posibilidad de que su novio ceda a la tentación del crimen es persistente y la hermana menor parece cada día más cerca de seguir sus pasos y abandonar el colegio precozmente. Así dadas las cosas, el film de Václav comienza a describir cada una de las caídas luego de los atisbos de esperanza, aunque se cuida bastante de asestar golpes por debajo de la cintura. Lo que no puede evitar Zaneta, la película –al menos en varios pasajes–, es el trazo grueso. En su vehemencia por querer combatir el estereotipo al que los gitanos checos son reducidos por algunos de sus conciudadanos, Václav se tropieza con un montículo de lugares comunes del otro lado de la grieta social. Verbigracia en grado sumo: cierto cliente obsesionado con una prostituta cíngara resulta ser no sólo un hombre blanco, político de profesión, sino el principal portavoz de las quejas por el acceso de los gitanos a los beneficios sociales. Cuando la película abandona esos blancos y negros y aporta tonos de gris, o cuando se dedica a describir ambientes, costumbres y usos (como esa secuencia durante una fiesta popular que recuerda a los bailes proletarios de Milos Forman en su etapa europea) la historia gana en potencia y, paradójicamente, en universalidad. Al fin y al cabo, no hay nada menos exclusivo que el prejuicio racista.
Zaneta, la gitana que quería sobrevivir Con un par de años de demora (luego filmó otros tres largometrajes), llega esta valiosa película del guionista y director checo Petr Václav. El realizador de Marian regresa al mundo de los romaníes, una de las etnias más desfavorecidas de Europa, para indagar en las consecuencias de las crecientes diferencias sociales y el odio hacia las minorías. De formación documentalista, Václav apostó a actores no profesionales y a un registro urgente, honesto y potente que remite al cine de los hermanos Dardenne para narrar la historia de la Zaneta del título (notable trabajo de Klaudia Dudová), una joven que intenta sostener su pareja con David (David Istok), criar a su hija y hacerse cargo de una hermana adolescente. Pero para los gitanos no hay trabajos dignos, la burocracia estatal los rechaza y son víctimas de la discriminación de gran parte de la comunidad. Las deudas aumentan (los prestamistas son mafiosos sin escrúpulos), las condiciones de vida se degradan y la única alternativa parece ser la marginalidad o la delincuencia. ¿Podrán ellos quebrar el sino trágico? Éste es el planteo de un film durísimo, pero que evita la manipulación y el paternalismo. Estrenada en la sección Acid del Festival de Cannes, Zaneta encuentra en su protagonista -una mujer fuerte e incansable pese a los conflictos familiares, los prejuicios y la crisis económica- el vehículo perfecto para concretar desde el arte y no desde la bajada de línea una crítica sin concesiones a las contradicciones de una Europa que se debate entre la culpa y el desprecio.
El cielo de la Republica Checa que se ve en Zaneta es tan gris como la realidad y el horizonte de sus protagonistas. Nos referimos a un joven matrimonio gitano, integrado por la Zaneta del título (Klaudia Dudová) y David (David Istok), que soporta estoicamente penurias econonómicas (ambos están desocupados) y una ola de racismo en el país (hay manifestaciones contra los inmigrantes). Para peor, ambos están a cargo de su pequeña hija y la hermana preadolescente de Zaneta.
Postales reconocibles de la vida de unos eternos marginados El director Petr Václav pinta con precisión la lucha cotidiana de una joven madre gitana fuera y dentro del seno familiar. La trama de esta película bien podría aplicarse en muchas partes del mundo, incluso entre nosotros. Una madre joven, de carácter fuerte, lindas facciones y mirada firme, desocupada, lucha diariamente contra las malas mañas del marido, que siempre se hace la víctima ofendida, y contra la haraganería y necedad de la hermana. Eso, dentro del abigarrado departamentito en que viven. Porque afuera también lucha contra la mala voluntad de las empleadas públicas, el desprecio y hasta el odio de la gente común, las tentaciones de caer en algún delito "justificado", los reclamos del prestamista mafioso, la desconfianza de los empleadores, en fin. Y luego, la madrastra aprovechativa, el cuñado egoísta y vago, el padre borracho y versero. Pero afectuoso. Alguna gente tiene su parte buena. Algunos días brilla el sol y, si una se pone firme, hasta consigue que el marido vaya a trabajar. Ella misma se encarga. Es difícil, pero es la única puerta de salida, como dice el título original. La acción transcurre en la zona menos turística de Praga. Ella y su familia son romaníes, vulgo gitanos. Petr Václav los pinta con lo bueno y lo malo que tienen, y de igual modo pinta al resto. Gente que ofrece una oportunidad laboral a los menos favorecidos, buenas compañeras de trabajo, jefes prepotentes, xenófobos que van en manada a insultar a las familias gitanas. Hay de todo. El hombre viene del cine documental, sabe componer dramas bien creíbles, como éste, y sabe dirigir. Aunque no lo parezca, acá no hay ningún actor. Es toda gente auténtica, incluso Klaudia Dudová, la protagonista, que apareció así por primera vez en pantalla, y sin quererlo arrasó con todos los premios (y ahora si, ya trabaja de actriz semiprofesional). Digna película.
SIN MÁRGENES ESTÉTICOS Cuando un film de la República Checa llega a las carteleras locales no nos deja más opción que ir a comprar una entrada y evaluar después si tal impulso valió la pena. Por suerte, Zaneta resulta ser un film que puede llegar a contrariar al espectador pero de ninguna manera produce decepción o una falsa expectativa. Su director y guionista, Petr Václav, nos ofrece una construcción impecable sin ninguna pretensión de espectacularidad al tiempo que deja entrever su larga trayectoria como documentalista y su gusto por un cine que siempre apostó a la experiencia, es decir, por el cine moderno. Zaneta resulta ser un film ficcional con actores no profesionales y, exceptuando los principales, sus personajes hacen de sí mismos, tal como sucede con la asistente social, el médico, y otros que se desplazan en esa delgada línea que separa a los ciudadanos de aquellos que no acceden a ese estatuto social mínimo. Sin embargo, no es la presencia o la intromisión de lo real lo que nos permite afirmar que el film hace uso de lo documental sin ser en sí un documental. Por supuesto este gesto hace su aporte pero el artilugio estético no es más que una estrategia narrativa que Václav necesita para mantener la distancia y la cercanía justa respecto de un tema difícil y conflictivo de su tierra natal, pero que por otro lado no le pertenece del todo. Zaneta y David son un pareja de gitanos rumanos, padres de una pequeña niña. Alrededor de estos tres personajes giran varios más, todos ellos familiares que van configurando un árbol genealógico maldito en el que, generación tras generación, la idea de una salida posible se torna inviable. Al igual que muchos de igual origen, Zaneta lucha por forjar un destino diferente al que parece tener asignado pero las diversas complicaciones surgidas por la falta de trabajo y dinero diezman la energía de la protagonista. Petr Václav se niega a exhibir el esplendor y los castillos de Praga y podríamos decir que pocas veces la cámara hace un giro de 180 grados para mostrarnos cómo es ese pueblo rubio que observa de manera aguda al otro de manera amenazante. Dos o tres gestos le resultan suficientes al realizador para construir la hostilidad y el racismo desde el espacio del marginado. Václav se acerca y muestra la diferencia cultural sin establecer juicios de valor sobre ella pero sí puntualizando las consecuencias que la intolerancia de esa diferencia producen en una etnia que cada día parece menos integrada a la comunidad. Incluso, podría arriesgarse que la entrada al sistema capitalista ha profundizado tal fragmentación social. Un film sencillo, amargo y reflexivo que claramente retoma gran parte de la estética de la modernidad cinematográfica. Podría perfectamente ser una versión “emigrada” y contemporánea del De Sica de Ladrón de bicicletas (1948), luego de pasar por el tamiz de Feos, sucios y malos (1976) -aunque solo la fealdad tomaría de Scola- para llegar a la contemporaneidad del marginado inmigrante de los Dardenne. Zaneta entabla más diálogos de los que uno creería a simple vista, solo viable de la mano de un exiliado en Francia que logra en un pequeño film hacer de lo individual algo global y convertir una estética en un modo ético local. Porque la modernidad cinematográfica no conoce de fronteras ni nacionalidades a la hora de hablar de lo que no puede ser franqueado. ZANETA Cesta Ven. República Checa /Francia, 2014. Dirección: Petr Václav. Guión: Petr Václav. Fotografía: Stepán Kucera. Montaje: Florent Mageot Intérpretes: Klaudia Dudorá, David Istok, Natálie Hlavácová, Mária Ferencová. Duración: 103 minutos.
El sustrato de la exclusión El tercer largometraje del realizador checo Petr Vaclav narra la historia de una joven gitana de la etnia romaní en medio de las demostraciones de xenofobia, exclusión social y la nostalgia de las épocas comunistas en República Checa. Zaneta (Klaudia Dudová), una madre joven que vive con su marido, su bebé y su hermana, busca trabajo en la industria textil pero sufre el rechazo por su doble condición de gitana y madre. A su esposo tampoco le va mucho mejor y la pareja comienza a tener serios contratiempos cuando él se inclina por decisiones delictivas como atajo ante la imposibilidad de proveer a su familia con un trabajo legal. Vaclav indaga con su obra en las historias y en las familias gitanas romaníes recorriendo los barrios que habitan, el lenguaje que usan y los valores que profesan para encontrar en la marginalidad, los indicios y las huellas de una política de marginación. En medio del racismo, las estigmatizaciones y el odio, Zaneta y su familia intentan buscar una salida a los condicionamientos sociales de su cultura y la segregación social y laboral que sufren mientras viven en la miseria y ahogados por las deudas. Zaneta (Cesla Ven, 2014) es una mirada aguda sobre las cuestiones sociales gitanas en República Checa y la situación política y cultural del país de Europa central. El film funciona así como una propuesta de cine social basada principalmente en la actuación de la protagonista, Klaudia Dudová, que sostiene la mayoría de las escenas con una mezcla de calidez inocente y hosquedad, producto de las difíciles condiciones sociales que la rodean. El film propone sin demasiados prolegómenos ni ambages una mirada amplia sobre las políticas xenófobas y los intereses corporativos de los políticos reaccionarios que las detentan. Alrededor de la vida de Zaneta se dan cita diversos personajes, una vecina prostituta, un padre débil y abatido, la belicosa nueva familia del padre, una simpática amiga del trabajo y los estrafalarios hermanos de su esposo en un crisol de relaciones que dan cuenta del espíritu gitano romaní. Vaclav relata con estas herramientas a partir de la figura de la joven Zaneta, la espiral viciosa que se cierne sobre unas condiciones sociales paupérrimas que cierran puertas en lugar de abrirlas. Siguiendo los pasos de la nueva estética realista social, en la que se destacan exponentes como Ken Loach (It’s a free world, 2007) o los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne (Deux jours, une nuit, 2014), la película propone un cuestionamiento de las contradicciones sociales, que aunque por momentos obvias, no dejan de ser necesarias, valientes e interesantes. El film llega tras su exitosa reposición en la Tercera edición del festival Al Este del Plata y su premiación en la primera edición del mismo festival en 2014. Ya sea con estrenos como La Lección (Urok, 2014), el opus búlgaro dirigido por Kristina Grozeva y Petar Valchanov, o con películas como Ilegitim (2016) que solo se pudo ver hasta ahora en la última edición del BAFICI y en la primera edición del festival de cine rumano en Buenos Aires. El cine de Europa del Este llega con gran fuerza para ofrecer una nueva visión social sobre un mundo que cada día necesita más que los trabajadores se unan y luchen por sus derechos en contra de aquellos que buscan cercenarlos.
Zaneta no cuenta una historia sino que construye un mundo: el de la comunidad gitana en la República Checa. No hay una sola línea de diálogo que no sirva para iluminar algún problema, para exhibir prejuicios o para criticar la falta de trabajo. El guión suaviza cualquier pico dramático y lo que al principio se perfila como el eje central de la trama -un intento de robo y asesinato- se vuelve una anécdota más sobre una existencia plana. Sin embargo, o quizás gracias a esta estructura horizontal, el film del checo Petr Václav brilla por sus texturas y sus instantes. Da a entender que lo que se ve es apenas un fragmento de algo que sigue más allá, no en otras pantallas sino en la escenografía de la realidad política y social. Fiel a la tradición neorrealista, Vaclav trabaja con actores no profesionales. Cuando un cineasta que pertenece a la mayoría étnica de su país retrata a una minoría, el desafío siempre es procesar la distancia entre el director y sus dirigidos, entre quien observa desde afuera y quienes sufren la marginalidad desde adentro, y no reproducir las desigualdades que los separan. A la hora de abordar esta distancia, Vaclav optó por acercarse a sus intérpretes a través de planos-contraplanos y diálogos más o menos convencionales y expositivos. Su puesta en escena es simple y transparente, para que los aspectos formales del film no compitan con la gestualidad de los actores, particularmente la de Klaudia Dudová en el rol de Zaneta, que comunica en cada silencio y cada mirada. Hacia el final, se siente como si se conociera realmente a los personajes, como si se los hubiera acompañado durante años. Pero esto genera una falsa sensación de familiaridad, casi reconfortante, que le hace difícil al espectador cuestionar su propio rol. En ese sentido, es más interesante y radical lo que propone La libertad (2001) de Lisandro Alonso, en la que no hay ni familiaridad ni reconocimiento: se ve el esfuerzo diario de un leñador pampeano desde lejos, casi como a una colonia de hormigas en algún programa de la BBC. Podría acusarse a Alonso, no sin razón, de deshumanizar al protagonista o -como se dijo antes- reproducir desigualdades, pero también es cierto que las vuelve evidentes y, por lo tanto, un elemento que molesta y no se pierde de vista, como sí ocurre en la película de Vaclav. Por otro lado, si bien el guión de Zaneta parece no tener columna vertebral por su horizontalidad anecdótica, está construido justamente para que cada momento diga algo sobre cómo viven los personajes. Es una estructura tan aparentemente libre como auténticamente rígida. Y en este restringido espacio narrativo, los actores pierden autonomía y capacidad expresiva. Como alternativa, podría proponerse el contraejemplo de Vergüenza y respeto (2015), documental argentino sobre una familia gitana en el Gran Buenos Aires, en el que los protagonistas, durante largas entrevistas en sus casas, muestran y defienden su estilo de vida, comparten ideas políticamente incorrectas y se presentan a sí mismos más que ser representados por otros.
Desde la República Checa, llega el film Zaneta de Petr Vaclav, un drama social sobre las dificultades de una familia, enfocado a su vez en la marginación. Zaneta y David son una joven pareja de la etnia romaní y padres de una pequeña niña. Sus esfuerzos por vivir una vida digna chocan con la trampa que impone el sistema social discriminatorio en el que viven, marcado por la exclusión, las limitaciones y el racismo. La relación entre ellos se vuelve cada vez más tensa. David intenta defender a su familia a costa incluso de cometer un delito, mientras Zaneta intenta valerse de su voluntad, capacidades y valores para encontrar una salida y alcanzar la tan ansiada estabilidad para ella y su familia. Zaneta expresa un malestar en la República Checa que comienza como un conflicto social entre los gitanos y los skin heads; y continua con su historia más íntima y personal como la de la protagonista. Con los recursos limitados que tienen Zaneta y su novio se ven acotados a llevar la vida que pueden; con los servicios sociales que no dan a vasto para todos aquellos que viven en las mismas condiciones, la solución es la salida facil, la delincuencia o la prostitución; aunque ninguno de ellos quiere caer allí. Otra postura que tiene el film es la de los padres, encarnada en la figura del padre de Zaneta, quien al perder a su esposa, cae en una depresión y también lleva una carga de culpa por la situación que llevan sus hijas; algo que trata de no demostrar pero que a su vez usa como ejemplo para orientar el camino de ellas.
Soy gitana Siempre que te muestran República Checa, todo es hermoso, colorido, con castillos y personas hermosas. En Zaneta, el director Petr Václav decidió mostrarnos la otra cara de esta fotografía, los paisajes son grises y nebulosos, el sol no asoma y vive escondido de los personajes. Václav también recrea una historia sin exageraciones dramáticas o momentos de tensión extrema, prefiere mostrar lo cotidiano de la vida de una pareja gitana con un hijo en un país hostil y racista con ellos. Eso sí, es otro tipo de cine al que estamos acostumbrados, algo lento y en el que tal vez por un largo rato no pase nada.
La grieta, universal Con crudeza casi documental, el filme plantea la confrontación en la Repúbica checa, con personajes bien naturales. Los romaníes son, en la actual República Checa, una minoría pero muy populosa, que desde hace años viene sufriendo la discriminación y la persecución. Luego de la caída del régimen comunista la cuestión es grave, y más aún con la aparición de grupos xenófobos y antigitanos. En esa cruda realidad se inserta Zaneta, filme del ex documentalista Petr Vaclav, que ficcionaliza lo que sería, si no, un filme de denuncia. Zaneta es una joven que vive con su pareja, su pequeña hijita y su hermana adolescente. Pero sufre la falta de trabajo y también la burocracia y la falta de sensibilidad desde el Estado. Hay una trama de amor y celos interna, pero que pasa a ser anecdótica. Y Klaudia Dudová, que nunca había actuado ante una cámara, le confiere espontaneidad y la rudeza necesaria al filme para que la grieta checa nos conmueva, se vuelva universal y advirtamos, por si hiciera falta, que el racismo es una adversidad que no tiene patria, pero lastima a todos por igual.
Muestra las vivencias de Zaneta (Klaudia Dudová en un estupendo trabajo), quien intenta mantener a su familia, a su pareja David (David Istok), y su hija y una hermana adolescente. Pero para los gitanos no existe un trabajo decente. La burocracia los hace ser víctimas de la discriminación, están bien marcadas las diferencias sociales y como quedan marginados. Una historia durísima con un elenco de no profesionales. Constituye un trabajo muy loable
Vivir al margen El checo Petr Vaclav grafica en Zaneta (2014) la vida de una joven gitana y su familia. La película adscribe al más estricto realismo para transmitir la sensación de agobio y discriminación. Zaneta (Klaudia Dudová) pertenece a la comunidad romaní, aquella que desde hace muchos años –incluso, durante el ya fenecido comunismo- comenzó a emigrar hacia República Checa en búsqueda de un futuro mejor. Como en la mayoría de los casos (allí, y en el mundo entero) las oportunidades escasean y cuando surgen son bastante deficitarias. En medio de ese contexto se las arregla como puede junto a su novio, David, la pequeña hija de ambos, y su hermana adolescente a la que no se cansa de repetirle que debe terminar sus estudios. Vaclav construye un universo atinadamente claustrofóbico, por más que varias secuencias transcurran a cielo abierto. Cielo por cierto gris, como si fuera una extensión del mundo interior de los personajes. El contexto es fabril, con muchos edificios viejos y desangelados y zonas de tránsito casi vacías. El realizador se nutre de varias de las marcas autorales de los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne, con más que dignos resultados en cuanto a la curva dramática del relato. Zaneta también deja entrever la más reciente ola de discriminación hacia los gitanos, amparada en un grupo de políticos que auspicia el endurecimiento de la política inmigratoria. Lo hace de forma bastante tangencial, lo cual es un mérito; ya se percibe ese espíritu separatista en el cotidiano romaní. Poco a poco, la película muestra cómo la tentación de ceder ante la actividad delictiva se hace cada vez más grande. Dentro de ese marco, Zaneta sufre cada vez más privaciones y, a causa de esto, la unidad familiar se ve cada vez más dañada. Si la película no consigue ser completamente sólida se debe a cierta reiteración y estancamiento, sobre todo cuando las injusticias –que, como queda claro, son cada vez peores- se sucedan una detrás de otra, sin auspiciar un cambio en el modo de comportarse o de percibir la realidad en los personajes. Hay pocos secundarios, pero los que aparecen cumplen una función narrativa. Se destaca una vecina que se dedica a la prostitución, quien de algún modo le sirve a Zaneta para medir su propia desgracia. Uno de los peores flagelos del capitalismo: promover entre los pobres una tácita rivalidad, hacer que sean sus propias unidades de medida cuando, en verdad, el enemigo es otro.
Salida es el título original de Zaneta, largometraje de Petr Václav que se estrenó el jueves pasado en nuestras salas, casi un mes después de haberse proyectado en la tercera edición porteña del festival Al Este del Plata, y a más de dos años de su première en el 67º Festival de Cannes. Acaso porque el film evoca el recuerdo de Rosetta de Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne, nuestros distribuidores privilegiaron el nombre de la protagonista por encima del leitmotiv de esta ficción inspirada en la realidad que el pueblo gitano vive en la República Checa.
"Zaneta" de Petr Vaclav es un filme necesario que reflexiona sobre aquellos expulsados de la sociedad que pese a todo resisten buscando su horizonte para cumplir sueños, anhelos y expectativas. La mujer que da nombre al filme es una joven con una hija, que ve como su futuro se ve coartado por la economía y pese a esto da lucha para evitar caer en las tentaciones y en las salidas fáciles que se le presentan. Vaclav reposa su mirada en la comunidad gitana en la que Zaneta habita y en la enfermiza relación que tiene con su marido, en la que prima el amor y sobran las carencias.
El director Petr Vaclav tiene en su haber un primer largometraje de ficción, “Marian” (1996), sobre un niño gitano sobreviviendo en la fría y hostil sociedad checa bajo el comunismo. Ahora continua la temática con “Zaneta” dando cuenta de su experiencia como realizador de documentales, evidente en la elección establecida a partir de la dureza estilística, en la exigencia estética y formal, y una representación que los nuevos directores denominan "más allá de lo real", intentando adherir lo creado con lo cotidiano, haciendo anclaje en la realidad a ultranza. Espacios reales, actores no profesionales, que dan lugar a que la cámara registre en los mismos hogares en que vive esa comunidad, en este caso, la gitana. El filme fue galardonado con 7 premios en el Festival Karlovy Vary. En cuanto a idea y estructura, extrapolando la historia en si misma, se establece como una gran deudora de la maravilla cinematográfica de los hermanos Dardenne, “Rosetta” (1999). Convengamos que el título original tanto en Francia como en Republica Checa, ya que es una coproducción de ambos países, dista mucho del nombre de la protagonista, “Je m’en sortirai”, que se puede traducir como “Voy a salir adelante”, o en idioma checo “Cesta Ven”, que sería “Salida”. La idea que quiere presentar el relato es esto exactamente. Zaneta y David son una joven pareja, pertenecientes ambos a la etnia romaní, padres de Janicka, su pequeña hija. Sus esfuerzos por vivir dignamente tropiezan con el ámbito social marcado por la exclusión, las limitaciones, y el racismo, de la que son víctimas. Para reflejar tal situación el director recurre a escenas extraídas de las noticias emitidas por la televisión checa, con el grado de realismo que ese medio permite y que para la constitución del conflicto en el filme es suficiente. Paralelamente hay un intento de mostrarnos la vida de ellos, por un lado las deudas y las miserables condiciones relacionadas con ese medio ambiente, su propio estilo de vida, y los valores tradicionales de su origen étnico Por otro lado, la relación entre ellos se vuelve cada vez más tensa. David es un desempleado, intenta sostenerse a costa incluso de delinquir, mientras Zaneta procura valerse de su voluntad, capacidad y valor para encontrar una salida y alcanzar la tan ansiada estabilidad para ella y su familia. Es a partir de esta distancia de criterios que el director elige seguir con la cámara el recorrido por el que transitara Zaneta en busca de un futuro promisorio. En ese transitar el filme comienza a ahorcarse en su propia red, termina siendo un guión bastante deshilachado, sin desarrollo del conflicto presentado en los primeros minutos, perdiendo la potencia que habría anticipado, y en la repetición de escenas sin el agregado de nada hace previsible y aburrido el resto del metraje hasta ese final inocuo, como si en algún momento debían finalizar el relato, y punto. Por todo ello es que da la sensación de que el filme termina denigrando al grupo de pertenencia de Zaneta por eso mismo que se denuncia. Esta posibilidad de lectura está dada por la falta de rigurosidad en su forma y contenido, que concluye presentando a nuestra heroína como casi la excepción que confirma la regla, personaje más o personaje menos. Superando en peso e importancia esta cuestión, todos aquellos logros estéticos o de actuación que posee la realización, una buena mano para dirigir no actores, o una excelente selección de “portación de rostros”, que en algún punto hasta puede malinterpretarse como discriminador.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
La ciudad vista desde sus márgenes A la manera de una radiografía social, Zaneta exhibe la discriminación del pueblo romaní en tierra checa. Y se atreve a convivir con ese dolor, de miseria planificada, que provoca tensión e incertidumbre. Un acierto la estética despojada. La televisión se mete en el hogar. Allí, los gitanos son retratados desde los gritos de odio de sus vecinos checos, quienes se arrogan la pertenencia superior. Las cámaras registran desde una "objetividad" discutible, que acentúa agresiones, mientras una mujer se atreve a enfrentar y, acá lo más sorprendente, las gitanas que miran la noticia ríen ante el atrevimiento. "Seguro está borracha", dicen. El realizador Petr Václav se ha sentido conmovido por el maltrato que recibe la comunidad romaní en su país, y es éste el afán que moviliza a Zaneta. El desprecio hacia el "otro", además, no es exclusivo de la República Checa, sino que toca a toda Europa, a América y, para más datos, basta con recordar dichos peligrosos de políticos locales. Es por eso que Václav sitúa su cámara al lado del perseguido, del marginado, convive con ellos, sobrevive a la miseria planificada, y no duda en dar con las contradicciones. Zaneta es una mujer joven, madre, en plan de preservar lo poco que tiene, en equilibrio con un marido también en desgracia. El trabajo no aparece, las oportunidades son escasas y precarias. Una hija adolescente, otra más pequeña, acentúan las preocupaciones, mientras la crisis somete a la pareja a decisiones casi límites. Los lugares donde dormir son de familiares o consisten en hacinamientos espantosos, así como hirsutos son los ámbitos por donde discurre la historia; es decir, la imagen que prevalece a lo largo del film es la del suburbio, sin arquitectura urbana o placer paisajístico, antes bien desde la periferia, como un mundo alterno que se sabe presente pero que la urbe ignora. El inicio mismo de Zaneta es profético, o por lo menos premonitorio. El médico le dice de a la protagonista que debe saber sobre la historia clínica de sus padres: así es cómo puede uno conocer su propio organismo y averiguar cuándo y de qué va a morir. La metonimia alude, por otra parte, a las justificaciones "teóricas" con las que se persiguiera a judíos y otras comunidades; entre ellas y desde siempre, a los gitanos. Al respecto, Zaneta recuerda, tal vez involuntariamente, al gueto de Theresienstadt, promovido como una especie de "tierra prometida" por los nazis durante la ocupación de Checoslovaquia. Sobre ese lugar infernal y su último sabio judío, Claude Lanzmann filmó su admirable El último de los injustos (2013). Y la relación viene a cuento, ya que no han pasado tantos años de aquello. Basta ver y oír el desdén sobre quienes no son oriundos para pensar y temer cómo los odios se perpetúan bajo diferentes máscaras. Las contradicciones aludidas tendrán que ver, entre otras cosas, con un machismo que se respira de manera peligrosa, entre propios y ajenos. Por otra parte, la solidaridad entre los marginados parece diseminada, como si se trata de un recuerdo de otras épocas, de otro cine. La perspectiva es amarga, no puede haber un cierre que concluya el film, sino sólo puntos suspensivos. Ayuda, a tal fin, una estética despojada, sin adornos. Hay momentos de tensión, de robo desesperado, de miedos terribles, de insultos y cariños familiares, de dignidad que no vacila. Si bien Zaneta elige reír cuando descubre que su cartera fue robada, no faltarán los momentos en donde es la incertidumbre la que impregna a la película.
CUANDO EL MAL ES EL OTRO La discriminación y la segregación étnica es uno de los males que ha dominado a la humanidad a lo largo de la historia y en todos sus rincones. Zaneta es una película que trata esta problemática de manera híper realista, llegando a interpelar a los espectadores con la realidad social que revela. El film narra la historia de Zaneta, una joven gitana que intenta sobrevivir en una República Checa que la expulsa por su pertenencia étnica. Esta muchacha intenta armar una vida digna junto a su pareja (David) y su pequeña hija. Ambos buscan progresar por medio del trabajo y la ayuda social de un estado expulsivo. Sin embargo, a pesar de los intentos de encontrar y permanecer en un trabajo digno, ambos protagonistas sufren una discriminación violenta y humillante. Este será el problema central del film, ya que la pareja intentará afrontar esta cruda realidad de maneras diferentes, lo que derivará en el conflicto sentimental de la película. Más allá de esta veta romántica, el film atrapa al espectador por su relato descarnado y realista (se utilizan actores no profesionales y espacios reales donde residen inmigrantes gitanos), que logra plasmar en el celuloide lo difícil que puede ser la vida del inmigrante. Vale destacar que el film casi no utiliza música extra diegética para generar atmósferas durante el desarrollo de la acción, sino que el sonido recibe un tratamiento similar al del sonido directo, lo cual aporta verosimilitud al relato de esta realidad social tan actual. Las tomas que se realizan varían desde la cámara fija, travellings y cámara en mano, lo que hace que las imágenes sean variadas y complementen la dinámica del film, que va desarrollando la historia de esta joven, quien traspasa diferentes obstáculos en su búsqueda de una vida digna. Zaneta deviene, entonces, un grato (pero triste) ejercicio para comprender la realidad social en la que vivimos inmersos a nivel mundial, donde la segregación y el miedo al “Otro”, a quien se carga de todas las culpas y todos los miedos, parece ser la excusa perfecta y el modo de sublimación por excelencia de la mayoría de los Estados.
Zaneta (Klaudia Dudová), una joven madre perteneciente a la etnia romaní, lleva a cabo una lucha diaria para darle a su pequeña hija una mejor calidad de vida. Junto a David, su pareja, vive una realidad que la sociedad Checa no visibiliza habitualmente. Esto se evidencia con el constante desafío de insertarse en un sistema que los encuentra sobreviviendo gracias al auxilio estatal, con poca experiencia laboral y escasos estudios. Cuando todos estos problemas se entrelazan seguidos por las pésimas condiciones de vida que tienen, roces familiares y desconfianza en la pareja. Ella busca una salida extrema poniendo en riesgo su vida y la de su familia. Zaneta, no se ve impedida de seguir luchando al enfrentarse con los prejuicios sociales y la exclusión laboral que sufre por ser de condición de gitana. El director Petr Václav formado cómo documentalista, ha realizado otro filme referido a esta situación en la que viven los gitanos (Marian – 1996). En esta oportunidad realizó un interesante trabajo de casting para que la película sea interpretada por no actores y así descubrir a través de sus interpretaciones la realidad en la que viven, plasmándola en la pantalla de la manera más verosímil posible. Václav nos muestra los lugares menos reconocibles del país europeo, viajamos a los extremos de la vida en la ciudad, nos hace sentir el frío en la piel. Cabe destacar los diálogos familiares que se expresan tan naturalmente cómo si fuéramos observadores de un conflicto interno en el que estamos demás. Sin embargo, algunas historias familiares quedan sin resolver y no sabemos cuál fue el destino de cada uno, puedo citar como ejemplo a la hermana de Zaneta que también vivía con ella antes de que la tuviera que dejar por no poder mantenerla. Esta es una película que describe una realidad social desconocida, muestra el deseo por mejorar y evitar el estereotipo con el que, a veces, el Estado y la propia sociedad los estigmatiza. El permanente movimiento de un lugar a otro, el no querer traicionar las costumbres y el esquivar los malos caminos hacen de Zaneta una mujer que busca, más allá de las dificultades, una puerta de salida. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
Ganadora de 7 Lion Czech awards en Karlovy Vary (Mejor director y Mejor guión), seleccionada en el Festival de Cannes, elegida Mejor Película II Festival Al Este del Plata, Zaneta relata una historia de discriminación y exterminio que el pueblo gitano ha sufrido a lo largo de los años. La República Checa no escapa actualmente a las nefastas consecuencias que el flagelo de los prejuicios raciales, que hace que un semejante sea percibido como un otro, que es siempre un enemigo que viene a robarnos algo que nos pertenece. Petr Vaclav vuelve con un tema que ya había planteado en Marian (1996), la historia de la infancia de una niña gitana dentro de la sociedad checa en la época del comunismo, que crece entre la prisión y los servicios sociales. En Zaneta (2016) su director elige no sólo trabajar con actores no profesionales, sino además filmarlos en los espacios que habitan. Con lo cual resulta un film sin concesiones que habla sobre las profundas contradicciones de un continente que va desde el mea culpa, pasando por la intolerancia para arribar en muchas ocasiones al odio. Y lo hace desde una delgada línea donde el documental se alimenta de la ficción y viceversa. Zaneta es el nombre de una joven madre que intenta valerse por sí misma para poder vivir dignamente y darle a su hija un porvenir sin tanto dolor. No obstante sus enormes dificultades para sobrevivir, ama la vida y logra disfrutar de ella aún en sus peores momentos. Es probable que esa intensa vitalidad sea el motor que la mueve a insistir en cambiar no sólo la realidad de una etnia, sino la suya propia. Lo cual no es fácil, porque no sólo debe luchar contra el imaginario del determinismo genético inserto en la sociedad a la que pertenece, sino que también le da batalla al que yace dentro de su propia minoría. Y en esto es radical. Ya que si bien ama al padre de su hija, no desea someterse ni a sus prejuicios, ni a su modo de enfrentar la realidad. Zaneta es un relato duro, conmovedor y necesario, que también nos habla –implícitamente- del racismo, como un modo de distraer la atención de ese otro flagelo, que representa la crueldad de la corrupción política.
Detrás de la postal. La sola idea de ver una película de un país cuya cinematografía rara vez llega a estas latitudes me entusiasma. No solo porque es una forma de descubrir, quizás, otra manera de hacer cine, sino porque puede ser un verdadero momento de aprendizaje cultural. Y algo de eso es lo que me pasó al ver “Zaneta”. ¿De qué se trata Zaneta? Zaneta y David son una joven pareja de la etnia romaní, padres de una niña pequeña, que tienen escasos estudios y viven una lucha diaria para sobrevivir de forma digna y mantenerse unidos, en una sociedad hostil y racista. Zaneta, la historia detrás de la postal Cuando pienso en República Checa, vienen las imágenes de Praga con sus castillos y ese encanto casi de cuento propio de buena parte de Europa del Este. Nada de eso. El director Petr Vaclav se corre del facilismo de mostrar una historia edulcorada en un ambiente mágico, para narrar la vida de aquellos que no aparecen en las postales. Los paisajes que transita Zaneta con su familia están nublados, todo el tiempo. La luz del sol se les niega y esto no es más que una perfecta descripción de sus vidas, al margen de todo, en constante lucha por mantenerse en el camino correcto, buscando algo de luz. “Zaneta” no es una película que apueste por la espectacularidad, los golpes bajos o los grandes momentos de tensión. En cambio, Vaclav opta por narrar lo cotidiano, lo pequeño y, sobre todo, lo real. Klaudia Dudová, en la piel de la joven protagonista, no hace más que trasmitir humanidad en cada plano. Le creemos cada palabra, cada paso, cada todo. “Zaneta” es ese tipo de cine, el que da vuelta la postal y cuenta la pequeña historia de los eternos marginados, aquí y allá, porque adonde busques, están. Puntaje: 7.5/10 Título original: Cesta Ven Duración: 103 minutos País: República Checa / Francia Año: 2014