Una realidad gris y a lunares A cuestiones chicas, les surgen problemas chicos; a las grandes, los inconvenientes se equiparan en magnitud. Estos últimos son los que le surgen a Robert Miller (Richard Gere), un magnate de 60 años, padre de familia ejemplar y empresario del año según "Forbes" , quien se encuentra apremiado por una maniobra fraudulenta y la necesidad de vender su empresa antes de que el fisco descubra una millonaria fuga en sus activos. Con la misma frialdad, hipocresía y presión que en los negocios lleva Miller su vida privada. Respaldado en su hogar por Ellen (Susan Sarandon), una mujer que supo acomodarse a la escalada económica de su marido, desde los tiempos de "comer todo lo que puedas por 3 dólares" hasta la aparente prosperidad de estos días; y su hija y socia Brooke (Brit Marling), Robert se contiene en los brazos de su joven amante, una artista plástica francesa a quien le oficia de mecenas, porque "la imagen que ofreces es la que te asegurará el éxito en el mercado". Cuando la muchacha le reclama mayor atención, una decisión errónea desencadena un accidente fatal y otra serie de eventos riesgosos que pondrán en juego las situaciones doméstica y empresarial de Robert. Acerca de los pasos y gestiones que el hombre se ocupará de realizar para salir airoso de unos y otros problemas, versa Mentiras mortales. Primera película del director Nicholas Jarecki, autor también del libro, cuenta con Gere en un papel que lo aproximó a las nominaciones a los Oscar, no sin motivos, puesto que logra colocarse con naturalidad en la piel de un hombre con buenas y malas, como todos los seres humanos, excepto que las primeras le son esperables y plausibles, mientras que las segundas se vuelven aborrecibles ante la mirada del espectador --y de buena parte del entorno del personaje--, dada su incidencia sobre la vida de los demás. Tim Roth --en la encarnadura de un detective que lucha contra el tráfico de influencias para descubrir la participación de Miller en un delito--, de Marling, como una joven entusiasta que aún no ha sido contaminada por el entorno en el que se maneja; y Sarandon, como el espejo de su marido, tienen una fuerte participación en la acción. Sin estridencias, Mentiras mortales es una película que mantiene la tensión a un ritmo estable, con una trama que va decapando conflictos, motivaciones, decisiones y consecuencias hasta hacerlas congeniar en un final tan despojado de ideales como realista. Es una película para atender para entender que, como decía Samuelson en relación con la Economía, "la realidad no es blanca ni negra, sino gris y a lunares".
Complejo collage de situaciones "La creación es un pájaro sin plan de vuelo". La expresión le pertenece a Violeta Parra, la cantautora más famosa de Chile. La película no es una biografía al estilo de los biopic del cine de Hollywood, y tampoco la historia oficial de esa mujer. Más bien es un complejo y algo desaliñado collage de situaciones que tuvieron a la cantante como protagonista, desde su infancia rural y desdichada en el norte de Chile, hasta su madurez resentida y su trágica muerte en Santiago. Violeta Parra nació el 4 de octubre de 1917 y se suicidó el 5 de febrero de 1967. Su padre fue el músico Nicanor Parra. Además de cantante, era poetisa, compositora y artista plástica y fue la primera mujer latinoamericana que pudo exponer sus obras en el museo del Louvre. En la década de 1940 formó con su hermana Hilda un dúo de música folklórica denominado Las Hermanas Parra, hasta su disolución en 1953. Luego recorrió el país para recopilar sus tradiciones musicales, que volcó en el libro titulado Cantos folklóricos chilenos. En 1955 fue invitada a presentarse en un festival de música en Polonia y con posterioridad, durante dos años, visitó Rusia, Italia, Alemania, Francia y Suiza, donde conoció al musicólogo y antropólogo Gilbert Favré, el destinatario de algunas de sus canciones de amor y desamor. El filme se ocupa de sus tortuosas relaciones afectivas, de su ideología ("soy tan comunista que si me pegan un tiro me saldrá sangre roja", expresó en una entrevista en Buenos Aires), de su desapego familiar, su angustia existencial y su carácter individualista y autoritario. De regreso de sus viajes por Europa, construyó en la comuna de La Reina su famosa carpa, con la idea de crear un centro de estudio y difusión del folklore, aunque no obtuvo el éxito que había soñado. Esa indiferencia del público habría sido uno de los factores que la condujeron a la muerte cuando tenía 49 años. El filme incluye un considerable número de composiciones suyas, inclusive su escéptica canción Maldigo el alto cielo y Gracias a la vida , su tema más conocido y universalmente interpretado, que se escucha al final, quizás para compensar tanta tragedia y sabor amargo. Pero Violeta se fue a los cielos no sería lo que es sin la presencia de la actriz y cantante Francisca Gavilán, que sobrelleva el mayor peso de la historia y lo hace con una total compenetración con su personaje. Pero a pesar de eso y del minucioso trabajo de búsqueda y exposición de datos sobre la trayectoria de la cantante, este filme de Andrés Wood, el realizador de Machuca (2004) y La buena vida (2008) no produce en el espectador la empatía que podría suponerse.
El regreso a los tiros de un "viejo" Schwarzenegger El último desafío constituye el regreso al cine de Schwarzenegger, después de diez años de ausencia (actuó en 2003 en Terminator 3 ), dedicado a gobernar el Estado de California por imperio de la política farandulera, que no le reportó grandes beneficios. Pero a pesar del título, con seguridad no será su última aparición en el cine. Interpreta a Ray Owens, sheriff de Sommerton, un pueblo de Arizona cerca de la frontera con México. Durante algunos años cumplió funciones en la división narcóticos de la Policía de Los Angeles, pero prefiere la tranquilidad de Sommerton, donde los delitos son poco frecuentes. Pero los imprevistos acontecimientos derivados de la fuga de un narcotraficante mexicano lo vuelve a colocar en el centro de la acción. El sujeto se llama Gabriel Cortez, quien logra escapar de manera espectacular mientras algunos integrantes del FBI, conducidos por el oficial Bannister, lo trasladan a otra prisión. El propósito de Cortez es cruzar la frontera a través de un paso cercano a Sommerton y para ello cuenta con el apoyo incondicional de sicarios armados hasta los dientes. El viaje lo hace en compañía de una rehén, montados sobre un Corvette ZR1 que desarrolla altas velocidades. La historia se sostiene básicamente sobre la acción de cuatro personajes: el sheriff Owens, el oficial Bannister, Cortez y su jefe de la logística, cuya tarea es "limpiar" el camino para que el narco pueda cruzar la frontera sin contratiempos. Los acontecimientos se suceden sin interrupción, salvo un breve amague de romance. Hay muchísimos tiros y obviamente también muchos muertos. A Owens/Schwarzenegger le cuesta un poco mantener el ritmo. Cuando alguien le pregunta cómo se siente, responde: "viejo". El último desafío no es estrictamente un western, pero toma prestados muchos elementos del género. La virtud del coreano Kim Jee-woon es haber combinado sin prejuicios los recursos del western con variantes del policial y el cine de aventuras. Un poco al estilo de los filmes del Oeste de Walter Hill y de Río Bravo (1959), de Howard Hawks, quien dijo en una ocasión que "la forma más elevada del drama es un hombre en peligro y empecinado en sobrevivir". En este caso, en un mundo dominado por los nuevos bárbaros. Y aunque posee un aliento menos épico que los clásicos del Oeste, El último desafío recupera varios de los mitos del género, incluido el sheriff. Un poco degradado y autoparódico, es cierto, pero que sabe asumir su juramento y conserva intacta su vocación de héroe, en momentos en que la valentía es un valor casi olvidado. Entre los momentos más audaces desde el punto de vista narrativo se pueden destacar, además de la fuga, las piruetas que el narcotraficante ejecuta con su automóvil y la secuencia ambientada en un maizal, que es todo un hallazgo, más allá de las obvias exageraciones. Una cuestión algo curiosa es la presencia de un elenco multinacional, porque junto a los varios norteamericanos, aparecen el español Noriega, el sueco Stormare, el brasileño Rodrigo Santoro y el portorriqueño Luis Guzmán, cuyas actuaciones están siempre en función de la historia y las numerosas concesiones al espectáculo fílmico.
¿Cuento de hadas o engendro insufrible? Hansel y Gretel es un cuento popular infantil recopilado por Jacob y Wilhelm Grimm, más conocidos como los Hermanos Grimm. Trata sobre un niño y una niña que sus padres abandonan en un bosque, donde son capturados por una bruja, aunque finalmente lograr escapar. Esta versión difiere sustancialmente del original. Conservan los nombres, pero el relato los asume quince años después de aquel episodio de su infancia, convertidos en audaces cazadores de brujas, que pueblan los bosques cercanos a la aldea de Augsburgo. Ante la ineficacia del comisario, el alcalde contrata a Hansel (Renner) y Gretel (Artenton) para combatir la plaga de brujas que en los últimos días secuestraron a once niños. Hansel padece de diabetes por el exceso de dulces consumidos durante su cautiverio. Ambos visten pantalones y chaquetas de cuero negro, portan armas sofisticadas y cobran por su trabajo. La época es imprecisa, pero remota en el tiempo y con seguridad posterior a la invención de la imprenta por Gutemberg en 1450, pues uno de los personajes recopila recortes de diarios que hablan de las proezas de los dos protagonistas. Según el concepto popular, bruja es la mujer que posee poderes mágicos obtenidos mediante un pacto con el diablo. Las de este filme tienen la capacidad de transformar sus rostros, se movilizan preferentemente de noche y pueden volar montadas sobre escobas a velocidad supersónica. Hansel y Gretel deducen que es inminente un nuevo rapto y que todos los niños serían sacrificados en la noche de la "Luna de Sangre", en ocasión de una gran reunión de brujas. La misión de los cazadores es evitar el secuestro y recuperar a los once niños robados. Una tarea nada fácil, porque las brujas están dotadas de poderes supranormales. La "bruja reina" es Muriel y por su intermedio, Hansel y Gretel se enteran que sus padres no los abandonaron por falta de alimentos, como ocurre en el cuento, sino por otro motivo que debe descubrir el espectador que se atreva a ver este nuevo mamarracho de la Meca del Cine. La película ofrece violencia a granel y todo potenciado por el formato en 3D. Hay cuerpos que explotan, personas quemadas vivas o demolidas por un trol gigantón que trabaja para Muriel. La iluminación es expresionista, inclusive porque la mayor parte de las secuencias ocurren de noche, pues a las brujas les molesta la luz solar. Los intérpretes, incluidos los protagonistas, sobreactúan a mansalva y la puesta en escena se sustenta sobre el "todo vale". El resultado es una farsa alevosa, porque además de su mala construcción, utiliza a dos figuras de la tradición literaria infantil para componer un engendro insufrible, enancado sobre esta perversa nueva moda de adaptar cuentos de hadas para públicos adultos.
Extraña comedia que roza el ridículo Título extraño para una comedia aún más extraña, que por momentos roza el ridículo. Está ambientada en la zona norte de la Franja de Gaza y trata sobre el conflicto palestino-israelí, pero lo hace en tono de sátira. El director es el francés Sylvain Estibal, quien trabajó como editor de fotografía de la agencia France Press en Montevideo. Es también autor del guión y con este filme ganó el Premio César (el equivalente francés del Oscar de la Academia de Hollywood) a la mejor ópera prima. A Estibal se le ocurrió realizar la película cuando fue al puerto a tomar fotografías de un embarque de animales y le contaron la historia del hundimiento de un barco cargado de cerdos frente a las costas del Líbano. El personaje central de esta historia es Jaafar, interpretado de manera magistral por el actor judío Sasson Gavia, un pescador palestino algo torpe, casado, que es humillado diariamente por soldados israelíes que ocupan la terraza de su modesta casa de adobe. Cierto día, en su red de pescador aparece un cerdo, lo que le produce una conmoción, pues es un animal condenado tanto por el Corán como por la Torá. Jaafar cree que es una señal divina y un anuncio de una desgracia inminente. Primero intenta matarlo y luego busca obtener algún rédito económico, pero manteniendo el secreto. La solución le llegará por intermedio de Yelena, una granjera judía que cría cerdos. El negocio se concreta a través del alambrado que en esa zona separa a los territorios de Israel y Palestina. El segundo conflicto dramático, más grave que el primero (que es la aparición del animal en la vida de Jaafar), es el descubrimiento del verdadero objetivo de la crianza de cerdos por parte de Yelena. Supuestamente se los utilizaría para olfatear explosivos. Por esta vía y por otro episodio todavía más dramático, se cuela la realidad del conflicto palestino-israelí. Pero eso ocurre sólo brevemente, porque el encuadre que prevalece es el de la comedia, que inclusive incluye un final conciliador a manera de síntesis y mensaje. El director sugiere que el entendimiento es posible y que las rivalidades se pueden superar, a pesar de las diferencias raciales y políticas que existen en la Franja de Gaza. La película registra una factura técnica hecha un poco a los "manotazos" y con una menuda preocupación por los valores estéticos. Sobresale como baza principal la actuación de Gabai.
Festival de excesos en una farsa delirante Los guionistas Drew Goddard y Joss Whedon, quienes registran una cierta trayectoria y prestigio en el cine de Hollywood, aunaron su creatividad para orquestar un filme de terror que excede los límites del género, porque lo convierten en objeto de estudio. Cinco estudiantes universitarios --tres varones y dos mujeres-- deciden pasar un fin de semana en una cabaña situada en medio de un bosque y cerca de un lago. Luego el espectador descubrirá por qué la cifra de cinco y no otra. El grupo incluye los estereotipos habituales: el atleta (Curt), la seductora (Jules), el "académico" (Holden), el drogadicto (Marthy) y la virgen (Dana). Llegan al sitio elegido con la idea de una mezcla de propósitos que incluye descanso, sexo, drogas y rock and roll. Los problemas comienzan apenas instalados en la cabaña. Primero escuchan ruidos extraños y luego observan la aparición de zombies sedientos de sangre, al estilo de los "muertos vivientes" de George A. Romero y del "ejército de las tinieblas" de Sam Raimi. Resulta evidente que Goddard y Whedon abrevaron en el cine de esos cineastas y otro poco en filmes de Wes Craven. Pero hay una gran diferencia: los golpes de efectos y los zombies son manipulados por dos "titiriteros" que ordenan esa "realidad" desde una sala de operaciones. Una suerte de experimento mediático o reality televisado a la manera de The Truman show, pero extremadamente macabro. Los operadores son Gary Sitterson y Steve Hadley, quienes disfrutan observando las desgracias de sus víctimas. Además cuentan con la colaboración de un ejército de técnicos, que hacen apuestas sobre los eventuales "pasos en falso" de los cinco universitarios. Desde el inicio del filme, el espectador enfrenta dos relatos: uno centra la atención sobre los acontecimientos protagonizados por los estudiantes, que son llevados a situaciones donde deben elegir sus propios caminos. El otro se ocupa de la actuación de Sitterson y Hadley, quienes festejan con champagne cuando las operaciones resultan "exitosas". Pero en algún momento la historia sufre un quiebre por causa de un error y esto desata el caos. Según los guionistas de este filme, el cine de terror está atravesando una crisis creativa, porque las historias son cada vez más predecibles y las muertes cada vez más repugnantes. Su propósito es denunciar esa situación, a través de una reflexión crítica sobre la degeneración de los tópicos y clisés del género. Pero terminan cayendo en lo mismo que critican. El resultado es un "festival de excesos", que reclama buenos estómagos para asimilarlos. Y esto a pesar de la envoltura de farsa delirante que preside el desarrollo de la historia, donde como es habitual importan poco las actuaciones y sí los efectos visuales. Y una pregunta final que los autores dejan flotando en el ambiente: ¿por qué las víctimas más frecuentes del cine de terror son los jóvenes? En esta película, eso posee un objetivo.
Un policial deductivo con excelente guión Tesis sobre un homicidio es un thriller psicológico cuyos únicos puntos de contacto con el secreto de sus ojos son la presencia de Darín y el ámbito de la Justicia. Tampoco guarda relación con el cine negro, como ocurría en el filme de Campanella. Por el contrario, esta propuesta de Goldfrid está más cerca del policial deductivo estilo Agatha Christie, que separa el delito de su motivación social, lo trata como un problema matemático y se pregunta, fundamentalmente, quién cometió el crimen. "Por eso --afirma Ricardo Piglia--, el modelo del crimen perfecto que desafía la sagacidad del investigador es, en última instancia el mito del crimen sin causa". En esta historia el investigador es Roberto Bermúdez, que no es detective sino un abogado cincuentón de reconocida trayectoria, divorciado y afecto al whisky, que abandonó la profesión para dedicarse a la docencia en la Facultad de Derecho, donde dicta un seminario de postgrado sobre Derecho Penal. Uno de sus alumnos es Gonzalo Ruiz Cordera, hijo de su amigo y juez Felipe Ruiz Cordera. Gonzalo reside en España y regresa a Buenos Aires con el único propósito de cursar el postgrado con Bermúdez. Al promediar la primera clase, a la que Gonzalo llega tarde, se descubre el cadáver de una joven asesinada justo debajo de una de las ventanas del aula donde Bermúdez dicta el seminario. La víctima, que fue herida, violada con sadismo y ahorcada, trabajaba como moza en el bar ubicado frente a la Facultad de Derecho. Bermúdez sostiene que son los "detalles" los que permiten a un juez dilucidar un crimen. Y algunos "detalles" de ese crimen lo inducen a pensar que el asesino puede haber sido Gonzalo. Desde ese momento se dedica a buscar elementos que pueden incriminarlo. Por caso descubre un crimen similar ocurrido en Lisboa, donde Gonzalo residió durante tres años. El filme deviene en partido de ajedrez, pero jugado principalmente por Bermúdez, que se ha convencido de que su contrincante pretende introducirlo en una competencia de sagacidad intelectual. Uno de los personajes introduce la idea del Némesis, la divinidad griega que representaba a la justicia inexorable y, en quien, a su vez, solía verse reflejada a la diosa de la venganza o el enemigo al que se envidia y se quiere vencer. La referencia adquiere sentido en el desarrollo de la historia. El relato es circular, pues abre y cierra con la misma escena: el departamento de Bermúdez donde éste desparramó sobre el piso todos sus libros, carpetas y papeles en una desesperada búsqueda de algo, que debe descubrir el espectador. El suspenso se sostiene sobre la posibilidad o no de inculpar a Gonzalo. Y hay dos preguntas que surgen inevitables. Una: ¿el alumno es realmente el culpable del crimen o Bermúdez observa causas donde sólo hay casualidades?. La otra: ¿la investigación que emprende el protagonista es real o sólo una elucubración mental que forma parte de su tarea como docente? Tesis sobre un homicidio --el título encierra una ironía-- se sustenta sobre un guión inteligente y bien construido por Patricio Vega. Incluye una destacable puesta en escena y sólidas actuaciones a cargo de Darín (Bermúdez), Ammann (Gonzalo), Puig (el padre) y Mara Bestelli (psicóloga y ex esposa del protagonista). El aspecto menos logrado son los encuentros de Bermúdez con Laura, la hermana de la víctima. Darín concreta una buena actuación, pero no posee lo que los franceses denominan el fisic du rol para el personaje.
Reflexión sobre la condición femenina Cuarto largometraje de ficción de la directora y documentalista polaca Malgoska Szumowska, nacida en 1973 en Cracovia. El anterior, 33 escenas de vida , ganó el premio del Jurado en el Festival de Locarno. El guión también le pertenece, en colaboración con la danesa Tine Byrchel. Elles es un proyecto nacido por iniciativa de la productora Marianne Slot, con un trabajo previo de investigación resumido en el documental titulado Escort, de Hélène De Crécy. La protagonista es Anne, periodista free lance de clase media alta, que escribe para "Elle" , la revista sobre moda, belleza, salud y espectáculos orientada a las mujeres, fundada en 1945 por Pierre Lazareff y su esposa Hélène Gordon. Anne está casada con Patrick, un hombre de negocios que padece de celularitis, y tiene dos hijos: Florent, en plena crisis adolescente, y Stephane, atrapado por los videojuegos. Y como periodista, está dispuesta --dice-- a pagar lo que sea para realizar su trabajo. En el contexto de la película, Anne realiza una investigación periodística sobre estudiantes europeas que se prostituyen para solventar sus gastos y disponer de un departamento en París mientras cursan sus estudios en la universidad. Tom Wolfe publicó en 2004 la novela Soy Charlotte Simmons , en la que expone el "carnaval sexual" de los estudiantes universitarios de su país, pertenecientes a las clases media y media alta. Según el autor, los protagonistas de su novela están más interesados por el sexo, las drogas, el alcohol, las fiestas, los deportes y "su ranking en el podio social, que los rigores del estudio". Pero Elles no trata este tema y tampoco sobre la explotación sexual, sino la prostitución voluntaria. La idea de las autoras de realizar el filme les surgió de la publicidad que relaciona el sexo con el confort y el bienestar. Pero a partir de esta idea, también plantean una reflexión sobre la condición femenina. Anne logra reportear a dos estudiantes: la francesa Charlotte, con quien se encuentra en un parque de París; y la polaca Alicja, a quien entrevista en su departamento. Ambas revelan por qué hacen lo que hacen. También confiesan que sus clientes son hombres casados de clase media o media alta, aburridos, tristes, "buenos" padres de familia, que se convierten de hecho en "padrinos" de sus carreras universitarias. Hombres que se creen libres, pero son esclavos de sus dependencias. La directora grafica mediante flashbacks las confesiones de las dos estudiantes. Y lo hace sin eufemismos. Son imágenes que muestran el extremo materialismo de las entrevistadas, que llegan a conmover la estructura moral, intelectual y psicológica de la protagonista. Pero lo que el espectador ve y escucha está filtrado por la subjetividad de Anne. Porque en esas imágenes, la periodista proyecta sus fantasías sexuales, temores, represiones y frustraciones. La película posee una pátina visual estilo revistas de moda y una aceptable actuación de Kulig (Alicja), Demoustier (Charlotte) y Binoche (Anne), aunque es evidente que el suyo no es el personaje que mejor le cuadra. En un escena breve aparece Krystyna Janda (la madre de Alicja), quien en otros tiempos fue la actriz fetiche de Andrzej Wajda.
De dudoso rigor real y sin demasiado aporte Como lo sugiere el título, se inscribe en lo que se conoce como gangsters films , uno de los dos géneros emblemáticos del cine norteamericano. El otro es el western. El protagonista de esos filmes se mueve en una telaraña paranoide, asciende, llega a la cima y cae estrepitosamente. Fuerza antigangster encuadra en esas características. Su origen fue una serie de artículos de Paul Lieberman, publicados inicialmente en "Los Angeles Times" y luego recopilados en un libro, que se convirtió en un éxito de librería. El gangster convocado en esta ocasión es el judío Meyer Harris "Mickey" Cohen (1913-1976), un ex boxeador de peso pluma que en la ficción es sobreactuado por Sean Penn. Se inició en el delito en Cleveland, luego pasó a Chicago y en 1937 se instaló en Los angeles como segundo del capomafia Buggsy Siegel. Después de la muerte de Siegel en 1947, compitió con Jack Dragma por el control de la droga, la prostitución y las apuestas ilegales y, tras liquidarlo, se erigió en jefe único y supremo. Eso ocurrió en 1949 y la historia de la película arranca en esa fecha y se entiende hasta 1951. Mickey Cohen decía que él era el "progreso" y el "futuro" y estaba dispuesto a refundar la ciudad de Los Angeles a sangre y fuego. Logrado su objetivo, pretendía dominar Chicago y confrontar fuerzas con la mafia italiana. En 1949, el jefe de policía Bill Parker (un Nolte casi irreconocible) decide crear una fuerza parapolicial para detener el avance de Cohen. El comando estuvo integrado por cinco policías, que no actuaban como policías sino como criminales. La misión de esa "fuerza" no era matar a Cohen, sino destruir sus bienes --casinos, prostíbulos, hoteles, etc.--, para que se vaya de Los Angeles. Y de esto trata la película. Esa fuerza parapolicial es conducida por el sargento John O'Mara (el hierático Josh Brolin), recién desmovilizado, mientras los otros miembros fueron elegidos atento a que cada uno de ellos poseía una habilidad especial que los convertía en hombres ideales para integrar el comando. El otro personaje clave es Jerry Wooters, interpretado por el ascendente Ryan Gosling, un arriesgado que logra conquistar los favores de Grace Faraday (Emma Stone), la bella amante de Mickey Cohen. Algo similar ocurrió poco tiempo después, pero en la vida real, con Judith Exner, una de las numerosas amantes de John Kennedy, que a su vez alternaba con Sam Giancana, el jefe de la mafia de Chicago, que luego intervino en la organización del magnicidio presidencial. El filme comienza con una secuencia brutal, difícil de ver, a manera de anticipo de lo que vendrá luego, cuando las calles, casinos y hoteles se pueblan de cadáveres y los disparos no cesan. Pero a pesar del tema, de estar basada en hechos reales y su elenco de figuras de primer nivel del cine norteamericano actual, Fuerza antigangster registra un dudoso rigor histórico y no aporta nada nuevo a lo ya conocido. Salvo confirmar que los hombres repiten la historia. Porque hoy la peste de los capomafiosos persiste y continúan digitando la designación de jueces, corrompiendo policías y manejando desde la oscuridad negocios sucios con protección oficial, de la misma manera que ocurría en otras décadas.
Una cinta modesta sobre segundas oportunidades Sin ninguna experiencia previa en el cine, David Foenkinos adaptó y filmó su propia novela, titulada La delicatesse , que fue un éxito de librería. Trabajó con la ayuda de su hermano Stéphane, que tenía antecedentes como guionista y en selección de actores. Sin complejos ni titubeos, Foenkinos abrevó en filmes de François Truffaut (por caso, Domicilio conyugal , 1970) y del más reciente Michel Gondry. El resultado es una comedia romántica, llena de optimismo, sobre el meneado tema de las segundas oportunidades. La protagonista es la treintañera Nathalie Kerr, interpretada por la aniñada e insulsa Audrey Tautou, a quien sus detractores llaman Amélie. En el inicio del relato afirma con vehemencia que odia a las actrices y con una amiga de burla de ellas. Nathalie se enamora y se casa con François, pero el matrimonio tendrá poca vida, porque los autores sacan al marido del ruedo por vía de un accidente, para observar la viudez de la protagonista y proporcionarle la ya mencionada segunda oportunidad de enamorarse. ¿Por cuánto tiempo debe extenderse el duelo? ¿Un mes, un año, dos, cinco? No hay nada establecido y si a alguien se le ocurriera realizar una encuesta, se llevaría más de una sorpresa. A Nathalie le alcanzan tres años. En el ínterin comienza a trabajar en una empresa multinacional de origen sueco, donde esquiva como puede el acoso de su jefe, un hombre casado que se ha enamorado de su empleada y no admite la derrota. Cierto día y sin previo aviso, Nathalie le estampa un fogoso beso en la boca de su subalterno Markus Lundell que, sorprendido, se queda atolondrado, patitieso y con muchos pajaritos revoloteando alrededor de su cabeza. Markus es sueco, algo tímido, torpe, desaliñado y físicamente poco agraciado. Los compañeros de trabajo de Nathalie lo consideran "demasiado poco" para una mujer tan atractiva como es ella. Pero contrariando a propios y extraños, Nathalie y Marcus comienzan una relación, inicialmente precaria, con muchos obstáculos, pero destinada a demostrar la falsedad o hipocresía de algunos clisés, y que el amor puede ser ciego, pero no tanto. Además, todo depende del cristal con que se mira. Los Foenkinos evitan los excesos y los golpes bajos (la película es apta para todo público), procuran que la historia discurra por caminos clásicos y logran que los personajes se muevan con la discreción que sugiere el título. Aunque para los directores, que fallan en el ritmo narrativo, la "delicadeza" sería, según su propia confesión, "lo opuesto a las prisas groseras del mundo tecnológico". La historia se desarrolla en París y los Foenkinos no ahorran postales de la ciudad --incluida la Torre Eiffel--, que pueden despertar, quizás, algunas nostalgias.