“Los ocho más odiados”: Un western diferente Luego de una pre producción accidentada (que incluyó retrasos y filtración del guión) finalmente Quentin Tarantino estrena su última producción. Sabemos que al director le gusta experimentar con varios géneros, por lo que es algo inusual que repita un western como ya lo hizo en 2012 con “Django Desencadenado“. Pero este es un western sin desierto y con nieve, con personajes siguen siendo los típicos muchachos inescrupulosos y violentos que el director suele brindarnos. Cazarecompensas, soldados y verdugos se ven atrapados durante una tormenta de nieve en una posada aislada y de a poco conocemos sus diferencias. El frágil equilibrio que permite la convivencia no podrá más que romperse de un momento a otro. Nuestro protagonista es un viejo conocido en el mundo de Tarantino, Samuel L. Jackson, quien interpreta al Mayor Warren, quien corre con una gran desventaja: es un negro viviendo una época de la segregación y donde suele ser el blanco del odio de veteranos perdedores de la Guerra Civil estadounidense. Sin embargo es un cazarecompensas respetado y su incómodo colega John Ruth (Kurt Russell) le permite viajar con el y su prisionera Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh). La historia es larga y lenta, con mucho diálogo y tensión implícita que intenta reflejar la impaciencia de los personajes encerrados a esperar que pase la tormenta. Es extraño, cuando el director nos acostumbró a solucionar todo rápida y violentamente. Cuando está tensión finalmente explota, no lo hace en una forma tan espectacular como para compensar la lentitud de gran parte de la película. La parte violenta es más gore que parodia, aunque seguramente nos recordará a “Kill Bill” o a “Bastardos sin Gloria” pero con personajes que no son tan carismáticos. Si uno conoce al director le quedará la incómoda suspicacia de que se está copiando a sí mismo y que no es la primera vez. Pero si vemos sólo está película como una obra particular, estos asuntos podemos pasarlos por alto y remarcar lo bueno, que no es poco. No sólo la música de Ennio Morricone es una genialidad sino que encontramos una película visualmente hermosa. Los planos no pasan muy rápido ante nuestros ojos y eso nos hace apreciarlos incluso más que usualmente. Hermosos paisajes y composiciones sangrientas se intercalan entre la calma y el impacto visual. Quizá demasiada calma para mi gusto en la primera mitad. El gran error parece ser que algunos personajes no son muy simpáticos al público. No nos enamoramos de ellos como lo hicimos de Vincent Vega, Shoshanna o Mr. Pink. Si tuviéramos un personaje tan impactante como aquellos, el exceso de diálogo o de tiempo poco importaría. Es más, sería una bendición, quisiéramos saber todo de ellos. Pero en este caso, esa conexión no termina de forjarse. Es una típica película de Tarantino a la vez que no lo es. Sin embargo, queda bastante lejos de las genialidades que sabemos es capaz, y es una lástima.
30° MDQ Film Fest: “Hortensia” de Diego Lublinsky & Álvaro Urtizberea (2015) Aunque hemos visto varias óperas primas en competencia, esta vez se trata de directores experimentados que presentan una historia concebida hace una década. Hortensia es una joven que vive en los años ’60 en un mundo inocente que recuerda la estética de “Amélie“. Sin embargo, la vida de esta muchacha dará un vuelco cuando su madre la abandone el día de año nuevo, luego de la muerte de su padre. Rodeada de los animales disecados de su padre taxidermista, y con única compañía de su perro, encuentra una carta que se había escrito a ella misma en su niñez. En ella especifica una lista de objetivos necesarios para ser feliz: encontrar un novio rubio y diseñar el zapato más hermoso. Utilizando estas ridículas premisas, seguiremos a Hortensia en sus pasos para alcanzar sus metas y volver a ser feliz. Ambas están relacionadas, puesto que el primer rubio que conoce será empleado de una zapatería. Se trata de una comedia de aire vintage que provoca risas por el absurdo de la inocencia de estos personajes que parecen niños en cuerpo de adultos. La construcción del ambiente recuerda por momentos a Wes Anderson, aunque con colores saturados y una paleta que capta la atención de la vista. Sin embargo, la estética aparece diluida con un cierto tono casero que amenaza con ser intencional en este mismo juego de inocencia que plantean los personajes. Es una novedad que el cine argentino nos brinde una comedia que apunta a un público más intelectual en lugar del clásico chiste fácil; aunque no por eso carece de momentos de drama. Las interpretaciones no destacan especialmente, mientras no vemos una excesiva expresividad. Pero no resulta tan molesto, ya que no se trata de una aventura emocional sino absurda y naif. Divertida, aunque no cautivadora; su mejor mérito es lograr imponer una propuesta distinta en el cine argentino que estamos acostumbrados a ver. Ni puro drama ni humor en la edad del pavo, una película dominguera que provoca risas aunque no carcajadas. Nostálgica y moderna a la vez, bizarra pero delicada. Para mirar tomando mate una tarde de fin de semana. *”Hortensia” forma parte de la Competencia Argentina de la 30° edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Agustina Tajtelbaum
“LES AVANT-PREMIÈRES 2015”: “DOS DÍAS, UNA NOCHE” DE JEAN-PIERRE Y LUC DARDENNE (2014) Lo nuevo de los hermanos Dardenne tuvo la inusual tarea de imponer la presencia de una película extranjera en una de las categorías principales de los Oscars cuando Marion Cotillard obtuvo su nominación a Mejor Actriz. Bien ganado el reconocimiento, esta película cuenta la historia de Sandra, una mujer de clase trabajadora que cuando vuelve de su licencia descubre que está al borde de perder su trabajo. Sus jefes extorsionaron a los empleados para que voten: O despiden a uno (justo el que no esté presente), o todos se quedan sin su bono, una especie de aguinaldo europeo. Ella convence a su jefe de repetir la votación, y se encuentra con una difícil tarea; Tiene el fin de semana para ir a ver a sus colegas y convencerlos para que cambien de opinión. El planteo parece simple, pero son las interpretaciones la que lo vuelven complejo. Sandra acaba de terminar un tratamiento por depresión, y las malas noticias la hacen recaer. Así, vemos su lucha entre dejarse llevar por la desesperación o esforzarse por conservar su trabajo. Tiene momentos en que se desalienta y se bloquea, otros momentos de euforia; en un desafío interpretativo para la actriz. Incluso desde lo físico, basta ver cualquier foto de la actriz para reconocer cómo le cambia la cara al personaje que sufre de depresión. Lo novedoso, además, es el hecho de retratar una enfermedad psiquiátrica como tal. Cuando estamos acostumbrados a que muchas veces las películas acaben romantizando la depresión, aquí se muestra con una crudeza hiperrealista que resulta impactante para el espectador. Además, a este realismo ayuda la composición de los planos. El montaje no es tradicional, los planos duran mucho, e incluso algunas veces da la impresión de ser una cámara en mano. Esto no es casual, vemos a través de las cámaras cada movimiento sin cortar por más insignificante que sea, como tender la cama o poner la mesa. De este modo, nos sentimos invitados en su casa, en su auto, y somos testigos directos de la lucha de esta mujer consigo misma y con las circunstancias. Por otro lado, tampoco se encuentra en un vacío social. Podemos ver su esfuerzo por preservar a sus hijos de la situación y una relación con un esposo amoroso pero desbordado. Este hombre, Manu (Fabrizio Rongione), resulta un punto de equilibrio necesario para el personaje de Sandra, dándole ese empujoncito cada vez que pierde el impulso. Cada paso en el viaje de Sandra es representado por una persona con la que se encuentra. Cada uno de ellos muestra una postura diferente ante las mismas frases, algunos desde la indignación, otros desde el miedo o incluso la lástima. Componen personajes con los que podemos empatizar y otros que van a caernos muy mal. Es imposible incluso para nosotros como público ser indiferentes y no pensar qué haríamos en el lugar de cada uno. Aunque es una película relativamente corta, no le falta nada para ser una obra perfectamente acabada. Sin embargo, puede ser difícil para el espectador acostumbrarse a que el montaje refleje una lentitud visual. Tampoco tenemos música ambiental, sino que oímos lo mismo que los personajes. Pero superado este obstáculo, se convierte en una imperdible obra de arte sobre la condición humana, la solidaridad, la negociación y la familia. Agustina Tajtelbaum
"Sobre amigos y dinero" El desembarco del director sueco Daniel Albertson al cine anglosajón, luego de haberse hecho cargo de las dos últimas entregas de la trilogía Millenium, viene acompañada de grandes nombres. El primero de ellos es Jim Strugess, quien interpreta a Cor van Hout, uno de los cinco amigos acorralados por la crisis de empleo y habitacional de una Holanda de los ochenta. Junto con su amigo y cuñado Willem (Sam Worthington), proponen al resto del grupo una solución a sus problemas: secuestrar a alguien y salirse con la suya puede ser la mejor manera de conseguir financiación para sus proyectos. Y el elegido no es otro que el dueño y fundador de la cervecería Heineken, el anciano Freddy Heineken, interpretado por Anthony Hopkins. Esta historia nos lleva al planeamiento y el desarrollo de un crimen que, aunque se trate de un acto desesperado, tiene poco de impulsivo. Con una preparación tan minuciosa que la opinión pública culpó enseguida a los gordos del crimen organizado, estos cinco desconocidos muestran como cualquiera puede convertirse en criminal si tiene la paciencia y las agallas. Aunque el guión es lineal y sin grandes tensiones, la estrella de esta historia son las interpretaciones. “El gran secuestro de Mr. Heineken” se convierte en thriller psicológico en cuanto se explora la creciente paranoia de los secuestradores, como así también el arco del secuestrado desde la aparente tranquilidad hasta la desesperación. En este sentido son Strugess y Hopkins son los destacados, este último brindando una interpretación digna de aplauso. En sus momentos de fría tranquilidad puede recordarnos a su entrañable Hannibal Lecter, pero enseguida comienza a despegarse de aquel y muestra un costado más humano y mucho más temeroso. Pero el secuestro es la parte fácil, el verdadero desafío será irse con el rescate sin ser atrapado. Este rescate acabó siendo el más alto pagado en la historia hasta aquel momento, y tenerlo en sus manos comienza a crear diferencias entre los amigos. Como bien lo dice Freddy Heineken, se puede tener mucho dinero o muchos amigos, pero no ambos. Bajo esta premisa, el guión explora los límites de la amistad cuando choca con el interés. Poco de acción pero mucha tensión psicológica, que nos dejará con más de una reflexión y quizá hasta un poco de paranoia. Un gran Anthony Hopkins que nos demuestra que aún está en la cresta de la ola de su talento actoral, y un elenco de jóvenes criminales que están a la altura del desafío aunque sin llegar a un nivel tan destacado. El guion es lineal, siguiendo a este grupo de criminales a todos lados, y puede resultar algo lento. Sin embargo, resulta correcto para la gran exploración psicológica que le da a este thriller grandes dosis de suspenso. Agustina Tajtelbaum
"Al final de la actuación" El director Olivier Assayas ya es un rostro conocido en el Festival de Cannes, y especialmente en su Selección Oficial. En esta oportunidad, vuelve con un drama protagonizado por Juliette Binoche con dos contrapartidas bien diferentes una de otra: Kristen Stewart y Chloë Grace Moretz. Tres mujeres protagonizan “El otro lado del éxito”, un guión dotado de meta lenguaje al que nos será un poco difícil ingresar. Pero una vez hecho el esfuerzo, encontramos una joya sin descubrir. Esta película se trata de la actriz María Enders (Juliette Binoche), una artista que supo ser muy exitosa en tiempo pasado y ahora aunque respetada, todos saben que no es lo que era. Acepta un papel en el reestreno de la obra que la hizo famosa, pero ahora le toca el papel de la antagonista. La lógica del guión muestra la obra dentro de otra obra, mientras los personajes del texto teatral reflejan los diferentes momentos de cada personaje. En la obra Sigrid era la dominante, joven y exitosa; mientras Helena representa todo lo que María odia: la vejez, el fracaso, el reemplazo. Ahora que María es Helena, encuentra su Sigrid en su asistente Valentine (Kristen Stewart), cuyo cast fue meticulosamente pensado. La ex protagonista de Crepúsculo representa el nuevo cine que María desprecia, vampiros, superhéroes y CGI; un personaje además inexpresivo hasta lo incómodo. Pero su papel se verá relegado cuando María conozca a su verdadera Sigrid, la joven actriz Jo-Ann Ellis (Chloë Grace Moretz), que compartirá el protagonismo con ella en la obra. María, a pesar de sus ensayos, no logra conectarse con su personaje de Helena. Y claro, es más fácil identificarse con el éxito que con el fracaso, mientras ella ve en el personaje su propia decadencia. Esta película forma parte de una triada que apareció en la pasada temporada de premios y se llevó las mejores miradas. No es la primera vez que un actor vea su propia decadencia en un personaje, como ha ocurrido en “Birdman“, la gran ganadora del Oscar. Y por el otro lado está Cronenberg con su “Polvo de Estrellas”, quien presentó también el año pasado en Cannes su retrato del lado oscuro de Hollywood. En todos estos casos vemos una obra dentro de otra, con obvias referencias a la realidad, en un guión que funciona a niveles múltiples. Merece mención aparte la dirección de fotografía de las escenas en exteriores. Mientras María Enders se interna para ensayar en Sils María, un pueblo de Suiza donde fue escrita la famosa obra, podemos apreciar todo el esplendor de los Alpes. Esto incluye un fenómeno climático que da nombre a la obra, las nubes que forman la “serpiente de Maloja”. Imágenes dignas de documental, que ilustran el ánimo de los personajes y los puntos álgidos del guión a través del clima. Sin embargo, lo mejor de la película son las escenas en las que María ensaya. Una Juliette Binoche superior interpreta a una actriz que interpreta otro personaje. Es notorio como puede salir de un personaje y de otro con total facilidad, y con una salvedad: María Enders es una pésima actriz. Un desafío interpretativo para Binoche que cumple a la perfección. La actuación chata y carente de expresividad de Stewart la hace destacar, igual que en la obra la mala interpretación de Helena había destacado a Sigrid. Una película que también es un desafío interpretativo para el espectador, cuya referencialidad llega a altos niveles de abstracción. Pretende ser una fortaleza, pero probablemente es una debilidad al tratarse de un guión difícil de entender del todo. Pero ojo, en una segunda visión entenderemos más, e incluso más cada vez que la veamos. Allí radica el interés del guión, que no se agota rápidamente. Pero seguramente acabará siendo una obra para un público selecto. Agustina Tajtelbaum
Un niño grande Lo nuevo del director sudafricano especialista en ciencia ficción llega a nuestras salas. Estamos hablando de Neil Blomkamp, quien ya nos trajo “District 9? y “Elysium” y que en esta oportunidad regresa a su tierra natal para depositarnos en un futuro cercano donde los sueños de Robocop son una realidad y la policía ya cuenta con sus efectivos mecánicos, unos androides llamados Exploradores. El creador de estos milagros sociales, que han reducido considerablemente la tasa de crímenes en Sudáfrica, es Deon Wilson (Dev Patel), uno de los empleados favorito de su jefa Michelle Bradley (Sigowney Weaver). No obstante, Wilson también se ha creado un enemigo dentro de su lugar de trabajo: Vincent Moore (Hugh Jackman), un ingeniero y ex soldado que ha creado un robot muy distinto, conocido como “El Alce”, un gigante del tamaño de un tanque operado por un humano en forma inalámbrica. Y es que Vincent tiene una objeción moral a la inteligencia artificial, pero sus intentos por comercializar a su creación no llegan a buen puerto ya que nadie quiere ser operador cuando ya hay robots que se operan solos. Un Hugh Jackman desde un lado diferente a cómo lo hemos visto en sus últimos papeles, estará a la espera de que Deon cometa un error para hacerlo caer. Y por cierto Deon no es un santo, sino que en paralelo a su trabajo oficial, intenta desarrollar una inteligencia artificial completa. Rechazado por su jefa, decide intentarlo de todos modos e instalarlo en un androide que acababa de ser descartado. Así nace Chappie (Sharlto Copley). Este robot se desarrolla como un niño, y ha tenido la mala suerte de ser adoptado en una familia conflictiva. Una pandilla ha elegido a Deon como blanco de un secuestro, incluyendo a su creación. Los miembros del grupo de rap Die Antwood se interpretan a ellos mismos, trayendo su banda sonora y su estilo ciberpunk de vestuario y escenografía, además de una moral más que dudosa. El pequeño niño robot se verá atrapado entre personas de diferentes mundos y valores que intenten educarlo a una velocidad inusualmente rápida: lo que a un niño humano le toma años, a Chappie le tomará días. Es imposible no encariñarse con un personaje tan carismático e inocente como es Chappie, al igual que los personajes se hacen más y más cercanos a el. Desde un tono de comedia, plantea temas existenciales que dejaran al espectador reflexionando: ¿Qué significa estar vivo? ¿Qué es la conciencia? ¿Puede está trasladarse a otro cuerpo y vivir para siempre? Y por otro lado, ¿Puede la inteligencia humana ser aún más perjudicial que la inteligencia artificial? Aunque contiene un tema susceptible de crítica social, si hablamos de robots policías como fuerza represiva, el director prefiere dejar de lado ese debate. Donde sí se mete es a debatir sobre los pros y contras de la inteligencia artificial, desde una perspectiva 100% a favor. Punto a favor para la estética, la escenografía, el vestuario y la musicalizacion. No es el típico estilo blanco, azul, y estéril al que nos remite la típica ciencia ficción. Es suciedad, transpiración, crímenes y malas palabras. Con momentos emotivos, aborda el tema de los peligros de la inteligencia artificial desde una perspectiva diferente a la que acostumbramos. Además, no deja de lado los momentos de acción. Un punto para criticar es el poco tiempo que tienen en pantalla los personajes de Hugh Jackman y Sigowney Weaver. En especial está última, a pesar del potencial interpretativo la actriz, queda en un personaje chato que lejos de reflejar debates internos, sólo está para decirles “no” a los demás. En menor medida pasa lo mismo con el personaje de Jackman, un hombre que parece ser sólo motivado por el instinto y el enojo más que por una verdadera objeción moral y científica. De todos modos, la película muestra un equilibrio entre la acción y comedia más pochocleros con preguntas profundas que puedan dejar una reflexión al espectador. Y ese equilibrio, que es muy dificil de lograr, termina siendo el gran mérito de esta película. Agustina Tajtelbaum
"El triunfo del elenco" Se trata de la secuela de la película coral de mismo nombre de 2012 en la que un grupo de ancianos viaja a la India para disfrutar de su retiro en un lugar exótico. Sin embargo, la idea del HOTEL no es la que parece, sino proporcionar a sus huéspedes un lugar cómodo y placentero para quedarse hasta que mueran. Con el éxito que tuvo el primer HOTEL Marigold, en esta segunda parte vemos a Sonny (Dev Patel) en negociaciones para ampliar su negocio, comprar otro HOTEL, y convertirlo en franquicia. Por supuesto, como en todo negocio familiar, las tensiones no se hacen esperar. Sonny debe lidiar con su madre y con su prometida mientras se hace más y más adicto al trabajo, y se pone más celoso del amigo de su novia. Además, necesita desesperadamente la aprobación de un inspector de HOTELES que irá de incógnito como un huésped. Cuando Guy Chambers (Richard Gere) llega al hotel, Sonny enseguida sospecha que es él y hará hasta lo imposible por mantenerlo contento. Sin embargo, el trabajo de Gere no es el más destacado. Con un elenco impresionante, vemos la convivencia entre los huéspedes bajo la mirada vigilante de la Sra. Donelly (Maggie Smith). Ahora convertida en administradora, deviene en una especie de guardiana de los secretos de los demás. Por ejemplo, le toca aconsejar a Evelyn (una impecable Judi Dench), que no tiene las agallas para invitar a salir a Douglas (Bill Nighy), o a Madge (Celia Imrie), una mujer con dos amantes sin decidirse por uno sólo. O incluso le toca aconsejar a Sonny, que planea su boda sin mucha atención ni entusiasmo. Es por esto que el trabajo de Maggie Smith se destaca por sobre los demás ya que explora a una persona que cuida de todos sin tener realmente a nadie. Es triste y movilizante. Además de un elenco de gran altura, no podemos dejar de hacer mención a lo hermoso de la cinematografía. Todo es prolijo y cuidado, con el componente exótico de retratar a la India. Vemos el guión en forma de episodios titulados con cada una de las fiestas típicas, cada una de mayor importancia que la anterior. La música, el vestuario y la escenografía, representan todo el colorido de una tierra exótica e idealizada. Porque no olvidemos que vivimos dentro de un HOTEL, así que de la parte pobre de la India, nada. Sin embargo, logramos el equilibrio con algunas escenas callejeras y conociendo la vida de personajes subalternos a los huéspedes, como choferes, taxistas, y mozos. Catalogada como comedia dramática, hace reír pero no nos arrancará carcajadas. Tiene momentos tiernos y emotivos, sin demasiada tensión, como es típico de una película coral que no tenga un sólo protagonista. El elenco es increíble pero todos los laureles se los llevan Maggie Smith y Judi Dench, e incluso el joven Dev Patel que ha demostrado estar a la altura. Es una película colorida, alegre y emotiva, con un final un poco predecible pero que aun así funciona. Humor inglés, dominguera, para ver con una pareja de muchos años. Agustina Tajtelbaum
El gran desafío Algunas veces ciertos eventos cinematográficos vienen con un paquete de expectativas tan grandes que puede resultar intimidante. No sólo desde su cumplimiento en taquilla, sino en mantenerse fiel a un grupo de fans tratando también de crear nuevos. Y cuando las condiciones del lanzamiento de una película son tales, estar a la altura de estas expectativas se vuelve no sólo un desafío sino una obligación. Pero no se preocupen, “La Era de Ultron” pasó la prueba con honores, y Joss Whedon nos demuestra por qué es el amo supremo del Universo Cinematográfico de Marvel. Sin dejarnos ni un momento de respiro, la película empieza desde bien arriba con una secuencia en la que los Vengadores buscan recuperar el cetro de Loki de las manos del Von Strucker. ¿Se acuerdan la escena post créditos de Capitán América y el Soldado del Invierno? Y enseguida nos introducen a las nuevas incorporaciones del UCM: los gemelos Maximoff. Es un gran mérito que cuando pensábamos que el equipo estaba cerradito con moño y todo, puedan introducir nuevos personajes. Y lo bien que lo hacen, con historia y emocionalidad pero sin que resulte excesivo, aplausos. Por otro lado, también es mérito profundizar a los héroes que ya conocemos. Por primera vez, vemos más en su interior. Podemos escarbar bajo la superficie de sus orígenes, sus miedos, y todo eso que se esconde detrás de esa fachada de héroes. Y esto es especialmente notorio en Ojo de Halcón (Jeremy Renner), un personaje que siempre fue bastante secundario pero que ahora pasó a las grandes ligas. Lo mismo puede decirse de la Viuda Negra (Scarlett Johannson). Y esto es importante, porque no tienen películas individuales y nos merecemos saberlo todo de ellos. Esta labor introspectiva de cada uno de los Vengadores viene acompañada por un tono general más adulto de la película respecto a la primera entrega. Gana en seriedad y le viene como anillo al dedo, vemos unos superhéroes más maduros y con conflictos internos. Incluso los miedos que nunca esperamos de Iron Man (Robert Downey Jr.), o los que todos conocían –pero nadie mencionaba mucho– de Hulk (Mark Ruffalo). Y hace todo esto sin perder el humor tan característico de Marvel. Si bien se criticó esto, es necesario oxigenar la tensión que nos trae sabernos en un planeta al borde de la destrucción. Hablemos ahora del villano, Ultron (James Spader). Me incomodó un poco porque sus justificaciones son muy lógicas, al menos al principio. No es la primera vez que Whedon juega con la línea que separa los héroes de los villanos, pero esta vez se encuentra especialmente bien manejado. Crea picos de tensión que nos hace preguntarnos más de una vez cómo son las cosas. Uno puede hacer algo horrible con la mejor intención, ¿no? Eso es siempre intrigante. Y por supuesto no podemos dejar de mencionar al elefante en la habitación, el secreto mejor guardado de esta película: Visión (Paul Bettany). Con una introducción más que impecable y un poder apabullante, siguiendo con el mismo juego, estaremos gran parte del tiempo preguntándonos si Visión es bueno o es malo. Pero es sin duda es impresionante y dejará boquiabierto a más de uno. El guión de Whedon no deja ni un solo cabo suelto ni peca de previsible. El tire y afloje en la línea entre buenos y malos le da un punto extra al compararla con otras entregas del UCM. Ahora hay temas que no están explicitados y la resolución se vuelve menos obvia por lo que fuerza al espectador a quedarse pensando un poco más. Además, deja cada jugador en su posición para el próximo partido: “Infinity War” (2018 y 2019), que promete ser la convergencia entre todo lo que las diferentes entregas vienen anticipando. Como quien no quiere la cosa, ya vimos cuatro de las seis Gemas del Infinito, y es seguro que sabremos más de ellas antes de 2018. Pero no nos adelantemos tanto. “La Era de Ultron” superó las expectativas y dejó la vara muy alta para la próxima. Sencillamente es fantástica. Agustina Tajtelbaum
“LES AVANT-PREMIÈRES 2015”: “ENTRE TRAGOS Y AMIGOS” DE ERIC LAVAINE (2014) Antoine (Lambert Wilson) es el maestro de ceremonias de un grupo de amigos de toda la vida que atraviesan una crisis de la mediana edad. Después de haber llevado una vida sana por cincuenta años, sufre ni más ni menos que un ataque al corazón y esto lo lleva a ver las cosas de otra manera. Decide dejar su trabajo en la empresa de su padre, viajar, fumar, comer y beber sin culpa y también encontrar nuevos amigos. Comienza a vivir su vida sin preocuparse tanto por ella. Cuando empieza a divertirse también es que se da cuenta cuánto le aburre la rutina de su grupo de amigos, dando inicio a la practica de una honestidad brutal. Unas vacaciones todos juntos, sin hijos y en un lugar aislado serán el momento perfecto para que la gran bocota de Antoine desestabilice una amistad cuyos engranajes funcionan igual desde hace mucho tiempo. Con él como disparador, no es el único al que le pega la crisis del medio siglo. Tenemos, por ejemplo, a Baptiste (Franck Dubosc) y Olive (Florence Foresti), que acaban de divorciarse pero comparten los mismos amigos. Y así cada uno tiene su rol, el típico de los problemas financieros que le oculta a su esposa, la pareja que nunca se calla, o el que no le fue tan bien en la vida ni tiene tantas luces. De este modo, aunque Antoine es el director, todos funcionan como una orquesta cuyo objetivo es retratar la crisis de los cincuenta. Aunque las situaciones que relata la película pueden ser trilladas, funciona correctamente. El espectador puede sentirse identificado y reírse tanto de los personajes como de sí mismo, a veces con un pelín de incomodidad. Aunque tiene algunos momentos de drama, afortunadamente quedan oxigenados por la risa. Es para destacar que esto proviene del sentido de la narración de reírse de la desgracia ajena (y propia). Contado de otro modo podría haber sido un drama lacrimógeno y a nadie le parecería extraño. Lo único que no está aprovechado al máximo es el escaso protagonismo que tienen los hijos en las crisis de sus padres, despertándonos una curiosidad por saber más de ellos. La dificultad de la película es el poco atrevimiento que tiene para salirse de los estereotipos de los personajes. Es un grupo de amigos desintegrado por la fricción, con un personaje destacado elegido para revitalizar esa amistad. Habrá por supuesto un momento inevitable de explosión de las verdades, con una resolución agradable pero que se siente un poco forzada. Los chistes no son muy sofisticados pero tampoco de un humor simple y tonto. Destaca la cercanía, la complicidad y la empatía con cualquier espectador que disfrute la compañía de un grupo de amigos de muchos años; con el extra de provocar unas cuantas carcajadas descontracturadas. Agustina Tajtelbaum
El broche de oro Luego de décadas de alegrarnos con historias para chicos y no tan chicos, la cabeza de los Estudios Ghibli, Hayao Miyazaki, se despide de la dirección de cine. Lejos de la magia y los colores magníficos de obras como “Mi Vecino Totoro” o “El Viaje de Chihiro”, ahora apuesta por el realismo. Eso sí, no deja de lado la narrativa tradicional de sus películas. Esta es una película semi biográfica que cuenta la historia de Jir? Horikoshi, un niño que soñaba con volar pero no puede ser piloto por problemas de vista. Desde que es pequeño, él tiene una experiencia que puede ser mágica o sólo producto de su imaginación: comparte los sueños con el diseñador italiano de aviones, Giovanni Caproni, quien lo convence de dedicarse al diseño de aeronaves. Es en estos momentos de narración onírica donde la característica fantástica de las películas de Miyazaki vuelve a verse patente. Recorremos entonces la vida de Jir? desde su estudio en la universidad de ingeniería, su trabajo para Mitsubishi, el compañerismo con su familia, o su primer amor. Además, siguiendo el camino de este personaje veremos reflejada la historia de Japón. En los años ’20 se encontraban en una época tradicionalista que atrasaba el país. Vemos la pobreza y el rigor de una sociedad que no quiere modernizarse del todo, además de momentos que la han marcado, como el terremoto de Kanto y su recuperación. Desde la vida del personaje se abarca un momento histórico muy importante: el abandono de esas costumbres para abrirse finalmente al mundo, lo que hace eclosión entre guerras y especialmente luego de la segunda guerra mundial. No podemos dejar de mencionar la hermosa obra de arte que es la animación. Dejando de lado, para variar, lo digital; volvemos a los orígenes al ver cada pincelada en su lugar. Se distingue el estilo patente de este estudio y este realizador, con colores claros y oscuros bajo un contraste bien diferenciado para cada momento. La construcción de los planos es deliciosa e incluso en algunas tomas podríamos hacer de ellas una galería de cuadros. La música no se queda atrás, y sirve para reflejar estados de ánimo junto con la composición y el color en cada toma. Esta es sin duda una película apuntada a un público más adulto si se la compara con sus antecesoras, donde todo huele a nostalgia y despedida. No es una historia que tenga grandes picos de tensión, pero sí está teñida por la emoción. Para ver sin grandes distracciones, y con una atención muy especial. Difícil, quizá para los más chicos no aburrirse cuando no se trata de exactamente el mismo estilo que las películas infantiles de Miyazaki. Ese es su gran mérito: algo completamente nuevo, y sin embargo nos basta con un golpe de vista para reconocer el estilo del realizador japonés. Un director que se despide con una gran obra maestra, una historia con crítica política e histórica, una tierna historia de amor, de guerra, de sueños; y por sobre todo una belleza visual que la pone muy por arriba de las obras de animación tan afectadas por la realización digital a las que estamos acostumbrados últimamente. Para ver con paciencia, eso sí, pero bien vale la pena. La emoción que transmite el producto en su conjunto, entrando por todos los sentidos, es una experiencia que nadie debería perderse. Aplaudimos de pie a este gran director que sale por la puerta grande. Agustina Tajtelbaum