El arte de vender Un drama dirigido por Tim Burton intentando hacer algo diferente: nada de magia y fantasía, nada de CGI en exceso, ni de diseños de producción multimillonarios. Esta vez apuesta por algo diferente, y desde ese punto de partida tenemos que admirar su valor. Una película biográfica que cuenta la vida no de una sino de dos personas: Walter Keane (Christoph Waltz) y su esposa Margaret (Amy Adams). Ella es ingenua y sumisa; él carismático y caradura. Cuando conoció a Margaret vio también una oportunidad: vender las pinturas de su esposa como si él las hubiera pintado. Afirmando que nadie compra el arte de mujeres, su gran idea fue no sólo vender cuadros, sino comercializar con reproducciones que van desde posters hasta tarjetas postales. Un estilo que le gustaba al público pero que era atacado por la crítica por ser muy kistch y estar producido en masa. Mientras Walter Keane hace de vendedor, comienza a creerse su propia mentira. Margaret, por otro lado, vive recluida y pierde prácticamente todo contacto social. Pasados los años de soledad y sufrimiento, es ella quien cambia. Sin embargo, es necesario un disparador de violencia más evidente que la empuje a finalmente reclamar por lo que le corresponde. Aunque cuentan con algunos papeles secundarios que dan aire a la relación, lo cierto es que Waltz y Adams tienen la difícil tarea de llevar adelante la mayor parte de la película. Waltz se corre del papel de villano irónico y es capaz de construir un personaje más sutil, más carismático, un lobo con piel de cordero. Puede hacernos reír en ciertos momentos, y luego odiarlo. Sin embargo, el personaje de Walter siempre es igual. Es Margaret quien tiene el arco argumental y va cambiando con la narración. No es la misma Margaret al principio de la historia, ni cuando la depresión y la soledad amenazan con quitarle toda la cordura, o al final levantándose de sus cenizas y luchando por lo suyo. No sólo ambos hacen un trabajo impecable sino que tienen una gran química entre ellos. Por otro lado, Tim Burton no ha dejado atrás del todo la creación de sus mundos fantásticos aunque ahora se trate de una película del mundo real. El diseño de producción que retrata los años sesenta es impecable. Dando un aire inocente con el uso de colores pasteles y cálida luminosidad, el director demuestra que es capaz de construir un mundo sin abusar de los efectos especiales. De todos modos en este punto, Burton tiene fanáticos y personas que lo odian, así que no hay término medio. Tiene momentos, debemos admitir, en que se trata de un escenario tan inocente que se nota lo artificial, en especial en cuanto a los momentos de Margaret se refiere. El guión puede resultar algo lento, le hacen falta algunos elementos de dinamismo. Si se hubiera profundizado la relación con los personajes secundarios, seguramente hubiera cumplido. Además, si bien el frágil estado mental de Margaret es un tema importante, no se profundiza demasiado. De todos modos no es un thriller psicológico, sino una película biográfica en la que el director se preocupa más por mostrar el exterior que el interior de los personajes. Pero quizá con un poco más de acento en este punto, hubiera sido una obra un poco más acabada. La película está bien, y es destacable que un director tan encasillado en un tipo de películas se haya arriesgado por algo nuevo. Sin embargo, le falta una pequeña vuelta de tuerca para ser una historia perfectamente cerrada. Agustina Tajtelbaum
"Amor desde polos opuestos" El escritor Nicholas Sparks sigue con su racha de llevar sus novelas románticas y empalagosas al cine. Poco después de “Lo mejor de mí”, ahora nos llega “El viaje más largo” bajo la dirección de George Tillman Jr.,(“Hombres de Honor”). Protagonizada por Scott Eastwood -sí, el hijo de Clint-, esta película cuenta la historia de Luke Collins, un vaquero del siglo XXI que se gana la vida domando toros. Su contraparte es Sophia, interpretada por Britt Robertson, que en el otro extremo de los gustos estudia arte moderno. Es una historia de amor a primera vista, donde deben aprender a congeniar estilos de vida prácticamente opuestos. Este planteo no es muy diferente a otras películas románticas a las que estamos acostumbrados, y es extremadamente fiel al estilo de Sparks como hemos visto en “Diario de una pasión”. Para añadir un poco más de dulzura a este cóctel, la pareja salva la vida de un anciano luego de un accidente de tránsito. Este le contará a Sophia, a través de cartas antiguas que él tiene guardadas, su propia historia de amor. Con flashbacks mechados en forma de episodios con el arco de Luke y Sophia, la narración sobre el anciano Ira y su esposa Ruth se convertirá en la historia dentro de la historia. Estos dos arcos muestran obvios paralelismos y acabarán uniéndose. La interpretación de Scott Eastwood sorprende para bien. Muchas veces, en casos como estos nos encontramos con una cara bonita y portación de apellido (podríamos citar el caso de Dakota Johnson y su infame Anastasia en “Cincuenta Sombras de Grey“). Pero el joven Eastwood sorprende con una buena interpretación, mezclando momentos de dulzura y caballerosidad con otros de chico malo; siempre atravesado por un gran nacionalismo. Una buena herencia paterna, eso seguro. Por otro lado, Britt Robertson, que viene de la serie “Under the Dome” y está a punto de protagonizar “Tomorrowland“, está a un nivel actoral aceptable pero no tan destacado. Aun así, debemos tomarnos un momento para hablar sobre el guión. Para las fanáticas de este tipo de películas, está muy bien. Pero si vamos a hilar más fino, más de lo mismo en el género romántico súper empalagoso. No sólo es una historia trillada, sino que repite una y otra vez el recurso conocido como deus ex machina. Esto es un elemento externo que aparece como por arte de magia y resuelve todo oportunamente, pero rompiendo la coherencia interna de la historia. Pasa en casi todos los guiones alguna que otra vez, pero cuando se usa en forma abusiva, la historia se vuelve predecible hasta lo incómodo. Una película que se queda a mitad de camino, con buenos actores pero un guión que no termina de cumplir. De todos modos, ¿A quién no le gusta una historia bien dulce y feliz alguna vez? Aunque sea una historia bastante irreal, por cierto; para ver entre mujeres y disfrutar de las vistas del joven actor. Y quizá con algún chocolate ahora que empezó el otoño. Agustina Tajtelbaum
¿Qué te hace feliz? Simon Pegg, el talentoso nerd responsable de escribir la trilogía “Cornetto” o de interpretar al Dr. Scotty en “Star Trek”, vuelve a deleitarnos con sus buenos dotes para la comedia. Excepto que esto, no es seguro que sea una comedia ya que tiene elementos de drama, y muchos. Sin embargo, está película hace reír y emocionar en cantidades equilibradas. Basado en un libro de autoayuda al estilo de “Come, reza, ama”, cuenta la historia de Héctor, un psiquiatra que comprende que no puede hacer felices a sus pacientes porque no es feliz él mismo. Harto de su vida monótona y rutinaria, que su novia Clara (la nominada al Oscar, Rosamund Pike) sólo se empeña en hacer más monótona, Héctor decide emprender un viaje de investigación. Recorriendo los lugares del mundo que le parecen más exóticos con un anotador bajo el brazo, la idea es repetir a todos la misma pregunta: “¿Sos feliz? ¿Qué te hace feliz?”. De este modo, de China a Sudáfrica y hasta las playas californianas llenas de surfistas, este peculiar y excéntrico personaje irá anotando sus conclusiones sobre qué hace feliz a la gente, y a él mismo. Aunque el planteo no es muy diferente a otras películas en las que el personaje emprende un viaje de descubrimiento, hay que darle el crédito por algunas novedades. Primero, que el objetivo inicial sea profesional y no personal, al menos en un principio. Es refrescante que él no se obsesione con su propia condición, esto lo libera de algunos prejuicios. Por otro lado, también es novedoso que Héctor no sea un personaje maduro, sino que actúa como un adolescente que se esfuerza por encajar, que no ha sido realmente auténtico en toda su vida. En cada parada en el viaje, Pegg encuentra a grandes actores como miembros del elenco, que entran en escena por sólo un acto y luego se despiden de modo tal que los extrañamos. Vemos primero a Stellan Skarsgård como un banquero rico que asegura, aunque no muy convencido, que el dinero compra la felicidad. Quizá con esto coincida Jean Reno, convertido en el narcotraficante Diego Baresco, quien hace grandes negocios en África. Tony Colette, antigua novia de Héctor, tendrá una respuesta distinta; e incluso Christopher Plummer tenga otra al interpretar a un excéntrico autor de libros de autoayuda. Con momentos de comedia, algunos bastante delirantes, y elementos de drama y suspenso, esta película nos muestra un cóctel correcto de géneros desde el romance hasta la aventura. Igual que el viaje de Héctor, el espectador atraviesa todas las emociones, hasta que llegamos junto con él a la conclusión de que todas son hermosas y apreciables. Por supuesto, no es el típico guión con buenos y malos, o con un marcado nudo y un clímax. Sin embargo, se las arregla para no resultar lenta ni aburrida, así que punto a favor. Una película cálida, emotiva y divertida, con algunos elementos originales. El elenco está muy bien, aunque lamento que los personajes secundarios tengan poco tiempo en pantalla. Recomendada para que el mensaje llegue en su totalidad a un público adulto, sin embargo, los adolescente como Héctor también podrán disfrutar de ella. Agustina Tajtelbaum
Crimen y drogas Cuando un director joven como Paul Thomas Anderson se corre de su zona de confort para explorar nuevas vertientes artísticas, es digno de aplausos. Y más aún cuando esa zona de confort le valió no solo un par de nominaciones sino un par de Oscars y demás estatuillas. Aunque “Vicio propio” no haya sido una película tan acabada como “Pozos de Ambición” o “Magnolia”, si entramos en ella con paciencia y pies de plomo, encontraremos que bien vale la pena. En esta ocasión Anderson adaptó la novela de Thomas Pynchon de mismo nombre (lo que le valió la nominación a mejor guión adaptado). Joaquín Phoenix interpreta a Larry Sportello, alias Doc, un investigador privado de la ficticia localidad californiana de Gordita Beach. Aunque su modesta pero bien ubicada casa frente al mar ha conocido tiempos mejores, él no parece pasarla mal. Encuentra de algún modo tiempo para trabajar entre droga y droga, hasta que su ex novia Shasta (Katherine Waterstone) le trae un caso para investigar. Su nuevo amante, un exitoso agente de bienes raíces, ha desaparecido y ella sospecha que su infiel esposa tuvo bastante que ver en eso. Vamos siguiendo los pasos de un Doc completamente duro mientras un escalón lleva a otro en su investigación. Además, un policía apodado Pie Grande (genialmente interpretado por Josh Brolin) le sopla la nuca esperando que se equivoque para arrestarlo. La química entre estos dos personajes tan opuestos funciona a la perfección, que por momentos decanta en comprensión e incluso complicidad. Mientras Doc sigue investigando, encontrará a cada paso miembros de un gran elenco que incluye a Benicio del Toro como su abogado, Reese Witherspoon como la fiscal, Owen Wilson y su esposa Jena Malone, Maya Rudolph, y Martín Short como un dentista drogadicto y pedófilo. Y es que por cierto mucho de lo que ocurre es un divertido delirio, cada vez más según avanza la historia. Aunque no carece de momentos graciosos, es más bien un absurdo y no teme explorar momentos de sensualidad. El problema es que la trama no deja de complicarse y esto llenará de interrogantes tanto al protagonista como a los espectadores. Y si es la idea que al final terminemos entendiendo todo con una revelación que nos haga suspirar de sorpresa, la verdad es que dicho objetivo no se cumple. Aunque la novela de Pynchon fue simplificada, lo cierto es que quizá debamos verla dos veces para entenderla. Lo mejor es la puesta en escena, que llevó la novela desde 1991 hasta 1970 para adaptarla a la época hippie. Desde los escenarios hasta la ropa, las costumbre o la forma hablar, todo el ambiente está muy bien logrado y la estética es sin duda setentosa. Las escenas que exploran la relación entre Doc y Pie Grande se llevan lo mejor, un policía con una aparentemente injustificada brutalidad que dejará mostrar un interior bastante diferente. Tampoco podemos dejar de hacer mención al aspecto musical, de cuya banda sonora se encarga el guitarrista de Radiohead, Jonny Greenwood, con grandes resultados. Buenas actuaciones (en especial entre los opuestos protagonistas) y buena cinematografía, pero al servicio de una historia más que confusa y con momentos de road movie. Aunque el final es genial, la cúspide entre la química de Phoenix y Brolin, falla al no dejarnos alguna revelación que nos termine de aclarar qué pasó con el caso y quien o quienes eran los culpables. Fuera de eso, todo está bastante bien en “Vicio Propio“, aunque no es una película tan bien acabada como otros exponentes dentro de la carrera de Anderson. Agustina Tajtelbaum
Limpiar el equipo Sean Penn vuelve a las andanzas para explorar algo que no es muy común para él: convertirse en un héroe de acción. Y es que cuando el director Pierre Morel, responsable de “Búsqueda Implacable”, nos da algo nuevo dentro del género en el que se siente cómodo no podemos evitar las comparaciones. Sin embargo, este film basado en la novela de Jean-Patrick Manchette tiene un trasfondo pro humanitario que la despega de otros exponentes de la acción. Penn interpreta a Jim Terrier, un mercenario asesino a sueldo que es contratado para asesinar al Ministro de Minería del Congo. Está enamorado y en pareja con una enfermera que trabaja para una ONG (la italiana Jasmine Trinca) que se ve obligado a dejar tras una misión. Gracias a eso, y a sus ganas de expiar culpas, ocho años después encontramos a Jim del lado de los buenos haciendo obras hídricas para un pueblo en el Congo, pero la misión de Jim y su equipo ha desencadenado una guerra civil, y aunque se esboza un ideología en contra de las corporaciones súper ambiciosas que lucran con los que menos tienen, realmente no es el tema central de la película. Cuando el flamante activista sufre un intento de asesinato enseguida sospecha de Félix (Javier Bardem) quien ha sido el nexo entre el equipo y los clientes en la misión del pasado que lo avergüenza. Siguiendo el estilo del director de “uno contra todos”, donde ese uno parece superpoderoso, el director no se aleja demasiado de la primera entrega de “Búsqueda Implacable”. Además, Morel fue el responsable de la puesta en escena de “El Transportador” y encontramos aquí las mismas pintorescas tomas en ciudades europeas como Gibraltar, Londres y Barcelona. La buena la decisión de que las tomas de lucha y disparos sean tan limpias se agradece, ya que no tenemos que seguir una cámara confusa y temblorosa en las escenas de acción, un recurso al que se recurre cada vez menos (siempre y cuando hablemos de buenos directores). Respecto a las interpretaciones, Sean Penn se lleva todas las miradas. Fuera de su zona de confort, luego de internase incontables horas en el gimnasio para terminar marcado como cualquier modelo, el ganador del Oscar está a la altura del desafío. Es una lástima que el resto de los actores como Javier Bardem o Idris Elba cuenten con poquísimos minutos en pantalla y no se aproveche su gran potencial. El guión, por otro lado, es una típica historia de persecusión que no representa demasiada novedad y deja varios cabos sueltos. Tampoco se hace demasiado acento en el tema político, y aunque se menciona un mensaje anti corrupción, no se desarrolla del todo como para lograr un impacto en la conciencia. Lo más destacable de esta película es observar a Sean Penn explorando nuevos horizontes actorales, tanto en lo físico como en lo interpretativo. De todos modos no deja de incomodar el hecho de que este y otros directores del mismo estilo acaban copiándose a sí mismos. Pero si no nos ponemos quisquillosos con ese detalle, es un buen exponente que seguro disfrutarán los más exigentes fanáticos del género de acción. Agustina Tajtelbaum
Recuperar el tiempo perdido Dan Fogelman es un escritor acostumbrado a las comedias románticas y familiares, como pudimos ver en sus trabajo en “Loco, estúpido, amor” o “Cars”. En esta película debuta como director de uno de sus propios guiones, y nada menos que al lado de Al Pacino. Danny Collins, un cantante famosísimo en su sexta década que recuerda a Rod Stewart y Barry Manilow, llena estadios allí donde va mientras vive una vida de excesos, drogas y rock and roll en una mansión donde vive con su novia de apenas un tercio de su edad. Pero la cosa cambia cuando su manager y amigo Frank (Christopher Plummer) le da un inusual regalo de cumpleaños: una carta que John Lennon le escribió en 1971 que había sido robada y vendida a coleccionistas. Esa carta cambia su vida, ya que Lennon lo invitaba a no dejar que la fama y el dinero corrompan su arte y cambien su persona. Esta parte de la historia está basada en hechos reales que vivió el cantante folk británico Steve Tilston, quién recibió una carta de Lennon décadas después. Sin embargo, la desastrosa vida de Danny Collins sí es ficción. En una crisis de identidad personal y artística, el músico se recluye en un hotel en Nueva Jersey con dos objetivos. El primero, volver a escribir una canción, lo que hace décadas que ni siquiera intenta. El segundo, acercarse al hijo que sabe que tiene pero jamás conoció, un muchacho en sus 30, casado y con una pequeña hija. Cuando encuentra a Tom (Bobby Carnevale) y a su esposa (Jennifer Garner), estos obviamente no quieren saber nada y Danny tendrá que redoblar sus esfuerzos para acercarse a su hijo, sin saber realmente qué está haciendo. “Directo al corazón” es una historia cálida y familiar con algunos elementos de melodrama, pero que desde el primer segundo nos deja en claro que no puede terminar de otro modo que bien y dejándonos contentos. Al Pacino recuerda el papel de Phil Spector, en especial al inicio de la película, pero de todos modos le va bien retratando las miserias de este personaje. Además, se nota que se divierte mucho, que lo hace con soltura, como si la actuación ya fuera más un hobbie que un desafío. El resto del elenco acompaña: no sólo la breve pero memorable actuación de Christopher Plummer, sino que Carnevale sorprende por la profundidad del conflicto que ha logrado al personaje. En definitiva buenas actuaciones, especialmente de Bobby Carnevale. Al Pacino está muy bien pero está lejos de ser de lo mejor de su carrera (y bueno, cuando uno es buen actor nos ponemos más exigentes con él). El guión es bastante típico a las tiernas comedias familiares, cumple su objetivo de entretener pero no es nada nuevo bajo el sol. Igualmente es una linda forma de pasar un rato relajados y sin hacer mucho esfuerzo mental, del tipo de películas para ver con los suegros y dejarlos contentos. Agustina Tajtelbaum
"Levántate y anda" Algunas veces, el público y la taquilla han demostrado que una película con un guión medio pelo puede salvarse del bochorno si cuenta con buenas actuaciones. Pero ¿existe un guión tan débil que ni la mejor interpretación pudiera levantarlo? No busquen más, existe y es el guión de esta película que pretende ser de terror. Todo comienza con un equipo de científicos que desarrollan el “suero Lázaro”, para revertir la muerte cerebral y traer a las personas de vuelta a la vida. Pero algo sale terriblemente mal y acaban creando fuerzas destructivas que no comprenden. No, no tiene nada que ver con “Resident Evil”. Olivia Wilde es Zoe, la jefa del equipo de científicos, que incluye a su esposo Frank (Mark Duplass) y a dos jóvenes y prometedoras mentes científicas: Clay (Evan “Quicksilver” Peters) y Niko (Donald Glover, de “Community”). Su trabajo es documentado por la joven periodista, Eva (Sarah Bolger, “Once Upon a Time”). Así que para empezar, el equipo hace pruebas en perros hasta que tiene éxito (¿ya les dije que no es “Resident Evil”?). Anonadados por el éxito, comienzan a investigar los efectos que volver de la muerte pudo haber tenido en el perro, pero una compañía farmacéutica que los espiaba ilegalmente aprovecha para comprar a los inversores y dejar en la calle a nuestro equipo. Para demostrarle al mundo que el descubrimiento -y las ganancias- son suyas, los muchachos deciden duplicar el experimento. En esa apresurada carrera legal, Zoe es accidentalmente electrocutada, y su esposo decide usar el suero para traerla de vuelta. Pero los efectos secundarios incluyen un aumento de la actividad neuronal que le da a Zoe poderes telequinéticos idénticos a los de “Carrie” (1976, remake en 2013), además de verse exactamente igual a Jean Grey en “X-Men: La Batalla Final” (2006). Por alguna extraña razón jamás explicada en el guión, Zoe decide utilizar esos poderes para el mal y asesinar a sus creadores, que igual no hicieron otra cosa que salvarle la vida. Por otro lado, un trauma de la niñez de la protagonista (de pequeña vivió el incendio de su edificio) adquiere importancia como una imagen aterradora que puede proyectar en las mentes de sus víctimas. Aunque el elenco no es malo, el guión tiene agujeros por todos lados. No sólo los personajes de Clay y Niko no tienen ningún arco y están ahí para dejarse ver las caras; sino que hay mucho que carece de sentido. Por ejemplo, se abandona el arco del primer experimento con el perro, y aunque parece agresivo finalmente no sabemos si es diabólico… o qué pasó con él, sencillamente desaparece (habrá vuelto al set de “Cujo”, de 1983). Tampoco conocemos las motivaciones de Zoe para volverse contra su equipo (tal vez se inspiró leyendo Frankenstein), o cómo diantres siguieron entrando al laboratorio todas las noches como si nada cuando los habían despedido. Además, el pasado tormentoso de Zoe no parece tener relación alguna con la actualidad. ¿Se las agarra con ellos para vengar su trauma de la infancia? ¿Quiere que los demás sientan su miedo? ¿Se convirtió en un demonio? Aunque se toca apenas en los diálogos el tema de la ciencia contra la religión, no se desarrolla así que no lo sabemos. No sólo los personajes son chatos, sino que las situaciones son estereotipadas y predecibles; no sólo desde lo narrativo sino también desde lo visual. Arranca relativamente interesante, alrededor de la mitad de la película la calidad baja en forma abismal. Los giros de la trama quedan o bien incompletos o bien siendo el colmo de lo trillado. Dice ser una película de terror, pero de miedo no tiene nada, sino que provoca más bien bostezos e indignación. Definitivamente “Resucitados” no vale ni cinco minutos de tu tiempo. Agustina Tajtelbaum
"Viaje de redención" Jazmín Stuart vuelve a la dirección, esta vez en solitario por primera vez en su carrera y detrás de la pluma de un guión protagonizado por un elenco de primer nivel. Erica Rivas, Juan Minujín y Hugo Arana están a la cabeza de este drama que resulta tanto divertido como emotivo. Con un estilo visual y narrativo que recuerda al cine europeo, Stuart cuenta la historia de una familia atípica: dos hermanos que casi no se hablan, una madre que los abandonó hace tres décadas y un padre que deja todo para ir a buscarla con resultados bastante distintos a lo que esperaba. Dina (Erica Rivas) y Pascual (Juan Minujín) no tienen mucho en común, salvo que son hermanos. Ella es bastante devota, y él no. Él tiene hijos, y ella no. Ella trabaja, y él no; y un largo etcétera. Reciben un extraño llamado: su padre (Hugo Arana) ha tenido un accidente en la ruta en medio de la nada mientras viajaba buscando a la esposa que los abandonó sin motivo aparente. Este accidente lo ha dejado postrado en una cama y con ciertas lagunas en la memoria que hacen creer a los hermanos que está irreversiblemente gagá, más aun cuando les cuenta que ganó una importante suma de dinero y lo escondió en medio del bosque, pero no recuerda exactamente dónde, siendo su ex-esposa la única persona con esta información . Los hermanos emprenden un viaje buscando o bien el dinero o bien a su madre, dos cosas que en definitiva no saben si existen. Se trata de un viaje de descubrimiento que se hace sin muy buena gana, como andando a ciegas. Habrá espacio para los reproches y para las confesiones entre dos personas que casi no tienen trato y ahora se ven obligadas a pasar todo el día juntos por varios días. Aunque sólo se llevan un año, descubren que las percepciones que cada uno tiene de sus padres y su infancia son diferentes hasta lo abismal. Haciendo uso de su sentido de aventura, se convierte en una búsqueda del tesoro (¿cuál?) en el que el viaje es indefectiblemente más importante que el destino final. Los personajes están interpretados de la mejor manera posible, y son lo que le da vida a este guión. Sin actores que reflejen la transformación de los personajes, esta historia no tendría el menor sentido. Sin embargo, ambos logran divertirnos y conmovernos. Podemos ponernos en su lugar y tratamos de entenderlos como si se tratara de alguien que conocemos en la vida real. Es una historia sobre el amor fraternal, pero desde un lado que se corre de lo clásico: ni desde el afecto ni la rivalidad, sino de unas diferencias que los han llevado a distanciarse y luego a acercarse. Mención aparte para Hugo Arana, quien interpreta un personaje carismático, inocente y sobre todo divertido. “Pistas para volver a casa” es una comedia dramática al estilo road movie que nos dejará pensando en nuestra propia familia, con un final que deja esa sensación cálida de esperanza pero sin caer en el lugar común de que todo salió perfecto y todos la tienen clarísima. Íntima e intensa, recomendable, dominguera, para ver en familia después de un asado. Agustina Tajtelbaum
"Robo y seducción" Will Smith es Nicky, un experimentado estafador que lidera un grupo de ladrones de guante blanco de alto nivel. Conoce a Jess (Margot Robbie), una mujer que intenta ser criminal aunque no con mucho éxito, por lo que acaba adoptándola como una pasante en su humilde organización. Con una vuelta de tuerca a las típicas películas de este género, seguiremos los pasos de Nicky y su banda alrededor del mundo, desde Nueva Orleans y hasta nuestro Buenos Aires querido. Lo novedoso es que los caminos de estos dos no siempre van juntos. No es una típica historia de maestro y alumno, y aunque parecen haberse tomado mucho cariño, Nicky despide a Jess cuando terminan el negocio con éxito. Esto la deja bastante resentida y con una buena lección también para el espectador: no le creas nada a Nicky. Así que estaremos toda la película preguntándonos cuánto de lo que dice es así, para acabar descubriendo la verdad de la milanesa en un final que nos deja boquiabiertos. Cuando maestro y alumna toman caminos separados, vuelven a encontrarse en nuestro país para trabajar con Garriga (Rodrigo Santoro), el dueño de un equipo de Fórmula 1 hermosamente ambientado en el Autódromo de La Plata, que parece haber encontrado una muy codiciada fórmula para mejorar la performance de sus autos. Y ¡sorpresa! Jess resulta ser su novia. Ahora que ella aprendió a mentir y a estafar tan bien como Nicky, será una relación de tire y afloje en la que no sabemos quién tiene las de ganar y quién será el estafado o asesinado. Sin olvidar por supuesto que Garriga no es ningún ingenuo, y tiene pegado a su suspicaz guardaespaldas en todo momento, Owens (Gerald McRaney). Párrafo aparte para las locaciones, que tienen la difícil tarea de mostrar nuestro país al mundo en pocos planos. Vemos mucho de San Telmo, el mercado de Defensa, la Avenida Alvear, Caminito, el microcentro, Recoleta, y varios hoteles cinco estrellas. Es un acierto que se haya mostrado la ciudad como es, sin afearla ni embellecerla en exceso, y convirtiéndola en una protagonista visual de la película. El único (y horrible) error de todo esto es haber convertido el Hospital Neuropsiquiátrico Moyano en un hospital normal, sin siquiera molestarse en sacar el cartel del plano. Además, se realizaron casting locales para cubrir roles secundarios. Por eso vemos, por ejemplo, un genial cameo de Juan Minujín como el barman en la fiesta de Garrida. Los giros del guión y la dirección de fotografía se llevan todo lo mejor de esta película para despegarla de otras del género de gangsters o ladrones de guante blanco. Las interpretaciones son correctas, los personajes nos resultan divertidos y misteriosos en igual medida, sin descuidar la elegancia que caracteriza a esta banda de ladrones. Los directores Glenn Ficarra y John Requa, que vuelven a trabajar juntos, han sabido darle un ritmo rápido y variado como ya lo habían hecho en “Loco, estúpido, amor“, aunque no llega a ser confuso. Mantiene el misterio necesario para darnos intriga y sorprendernos al final. Se trata de un blockbuster pochoclero, que tiene más de intriga que de acción, la dosis justa de romance sin resultar excesiva, y un ritmo veloz pero aun así relajado. Plus, es interesante ver una relación interracial en el cine, lo cual no ocurre tan seguido; de una forma muy desprejuiciada y natural. Divertida, inteligente e intrigante, para un buen rato relajado. Agustina Tajtelbaum
“EL PATRÓN, RADIOGRAFÍA DE UN CRIMEN”: ESCLAVITUD EN EL SIGLO XXI El director Sebastián Schindel abandona los documentales por primera vez en su carrera para ponerse al frente de su primer largometraje de ficción. Como no podía ser de otro modo, este relato está basado en hechos reales y no tiene escenario alguno: todo se muestra donde ocurrió. Un irreconocible Joaquín Furriel sorprende en un protagónico impecable interpretando a Hermógenes, un humilde peón de campo analfabeto que llega por primera vez a la gran ciudad buscando una vida mejor. Sin mucha suerte, lo típico para un hombre que no tiene ninguna educación en absoluto, Hermógenes conoce a Armando (un genial Germán de Silva) y comienza a trabajar con él en su carnicería. Enseguida el encargado, un tal Latuada (Luis Ziembrowski) lo pone al frente de otra de las carnicerías que posee y le permite vivir en la pieza del fondo con su esposa. Hermógenes no podría estar más contento, encontró trabajo y vivienda. Pero las cosas con su patrón comienzan a complicarse, y no todo es tan ideal como él se imaginaba. La narración alterna el pasado y el presente. El primero cuenta sobre la relación de Hermógenes con Latuada, un patrón cruel con piel de cordero que no tiene reparos en robarle abiertamente aprovechando su analfabetismo. Por otro lado, lo presiona para comercializar carne en cada vez peor estado. Es Armando el que como un macabro maestro le enseña a “defender” la carne para que igualmente se venda. El presente, por otro lado, tiene como protagonista al abogado Marcelo Di Giovanni (Guillermo Pfening) que se ocupa de defender a Hermógenes en un caso de homicidio. Y él comienza a preguntarse cómo es que un tipo tan tranquilo y sumiso ha asesinado a su patrón. El guión, aunque ha sido escrito y re escrito varias veces a lo largo de doce años, cuenta una problemática muy actual: la trata de personas con fines laborales y cómo pueden quedar atrapadas en un sistema que los convierte en verdaderos esclavos. Tiene éxito por como funciona la relación antagónica entre el peón y el patrón. Ambos, Furriel y Ziembrowski hacen un trabajo excepcional. El trío se completa con Mónica Lairana, que interpreta a Gladys, la esposa de Hermógenes. Funciona como la voz de la razón, los ojos del hombre desesperado por salir adelante que le cuesta ver el maltrato que tiene enfrente. A su vez, aporta amor y ternura que funciona como el contrapunto a tanto abuso. Un trabajo impecable de los tres. Merece mención aparte la caracterización de la pareja para dejar a Furriel y Lairana irreconocibles. Si recordamos al galán de espalda ancha y ojos azules, vamos a sorprendernos cuando veamos a un flaquito sin un solo diente. Y no sólo se trata del aspecto físico, sino del notable entrenamiento vocal que los hace pasar por verdaderos santiagueños. Es interesante la decisión de tener un protagonista caracterizado cuando todo lo demás es tan realista. No hay decorados, todo se muestra donde ocurrió. Sin embargo, fue acertado. Furriel demostró que es mucho más que un galán de novela y la descoce en este papel. Nos identifica y nos conmueve, algo difícil y poderoso para que un actor logre; más aún cuando representa un lugar social tan lejano para cualquiera que se siente en una sala de cine. La historia tiene poco de artificial, por eso quizá a algunos pueda resultarles lenta, pero queda bastante solucionado gracias a que intercale el pasado y el presente. El equipo del presente es algo más flojo, tanto Pfening como su esposa (Victoria Raposo) muestran una interpretación un poco más tibia que no llega al nivel del dúo antagonista. Pero no es importante, todo funciona muy bien. La calidad del guión y de las interpretaciones no deja casi nada que desear. De lo mejor que he visto en cine argentino últimamente. Agustina Tajtelbaum