Persevera y triunfarás Entre las nominadas a Mejor Película de cara a los Oscar aparece esta propuesta denominada La teoría del todo, constituida de una forma intensamente conmovedora. James Marsh realiza un más que aceptable trabajo al mando de este drama biográfico al enseñarnos con una profundidad interesante los hechos vinculados a la vida de ese célebre y genio astrofísico llamado Stephen Hawking. El encargado de llevar a cabo tamaña tarea de personificación es el joven Eddie Redmayne (recientemente ganador como Mejor Actor de Drama en los Globos de Oro), quien asoma como uno de los candidatos que más fuerte pisa a la hora de llevarse el premio en la nómina en los venideros Oscar. Y no es para menos, puesto que el protagonista se compromete al máximo en virtud de lo que le exige la composición del personaje, regalándonos así una interpretación magnífica. Se trata de la historia de un sujeto que, en su juventud y con una mente brillante, sufre una enfermedad degenerativa que lo termina dejando postrado en una silla de ruedas. Hawking, como se lo ha visto y como muchos de sus allegados se han encargado de manifestar, siempre se destacó por mantener un buen sentido del humor, pese a lo terrible y desestabilizador de su padecimiento. Es el relato de un hombre que supo ser capaz de sobrellevar esa enorme e implacable barrera que le significó su condición de salubridad a fin de perseverar y luchar contra la persecución de sus objetivos. La teoría del todo abarca también el entramado romántico de nuestra figura central. Y allí es donde interviene Felicity Jones en el rol de esposa, redondeando una enorme actuación que se complementa y deja entrever la buena química que la une al personaje de Redmayne. Ese es otro de los factores por el que el film convence y se percibe con mayor fuerza. Todo suena más contundente por la eficacia y por los dotes actorales de quienes conforman el dúo principal de la narración. Una música delicada coopera y refuerza el matiz que lleva casi constantemente la cinta. Las imágenes y las secuencias que el público puede apreciar son prácticamente lacrimógenas y mantienen al observador con un nudo en la garganta que en muchas ocasiones se pone más rígido y difícil de bajar. Marsh consigue involucrarnos en lo que nos cuenta incluso con una naturalidad propia de los grandes narradores. Película que saca provecho de su carácter emotivo y de sus interpretaciones y que, más allá de conmover a escalas elevadas, no termina de generar (probablemente por ese sentimentalismo) verdaderas ganas de volver a verla. LO MEJOR: las actuaciones de Redmayne y Jones. Emotiva, profunda. LO PEOR: algunos leves pasajes tal vez algo pesados. No invita a verla de nuevo. PUNTAJE: 7
Triunfo y olvido El noruego Morten Tyldum es uno de los principales responsables de que The Imitation Game acabe dejando una agradable sensación. El otro artífice (también importante, tanto como el director) destacable en la obra es el versátil Benedict Cumberbatch. El actor de la reconocida serie Sherlock recurre a ciertos modos, en la forma de encarnar a Alan Turing, similares (en cuanto a la arrogancia) a los del célebre personaje creado por Arthur Conan Doyle. Algunas voces se encargaron de oponerse a la composición que se hizo sobre la vida del matemático, remarcando diferencias en estos aspectos de altanería y de cuestiones personales que se le adjudicaron en la película. Sin embargo, y con esas licencias, la interpretación del protagonista es uno de los puntos altos que hacen que el relato salga airoso en el resultado final. Alan Turing fue famoso por haber descifrado los códigos secretos nazis contenidos en la máquina Enigma. Esto colaboró con mucha determinación en el devenir de la Segunda Guerra Mundial en favor de los Aliados. No obstante, Turing fue acusado por su condición de homosexual, sin llegar a ser distinguido como realmente hubiese correspondido. Un buen trabajo de ambientación coopera para que The Imitation Game se perciba más digerible desde lo visual. Lo mismo ocurre con los eventos que Tyldum presenta y la forma en que lo realiza. Para ello no necesita caer en golpes bajos ni tampoco forzar las situaciones. De manera sencilla y con un ritmo tan afable como llevadero, el film nos va sumergiendo en la personalidad del matemático británico. La tenacidad que exterioriza es uno de los factores que lo movilizan en la búsqueda de sus objetivos. El personaje, prácticamente cubierto por una coraza que opera como mecanismo de defensa en lo que concierne a la interrelación con las personas y pese a lo solitario y tímido que evidencia ser, persevera en pos de su misión a fin también de demostrar lo que es capaz de desarrollar con sus conocimientos. Asimismo, vamos descubriendo diferentes capas que humanizan a nuestro intérprete central conforme la cinta avanza. Una de ellas (probablemente la menos impactante), a través de flashbacks que nos sitúan en la infancia y en la etapa escolar de Turing. De cara a los Premios Oscar, The Imitation Game se vale de una buena cantidad de nominaciones que deberá sortear con dificultades, puesto que existe una competencia fuerte. Un drama biográfico que en determinados pasajes juega o se disfraza de thriller (aunque no de un modo convencional), y que entre sus méritos, exprime el hecho de no olvidar al público por la estructura que adopta para narrar los acontecimientos. LO MEJOR: relato llevadero, ameno, interesante. La interpretación de Benedict Cumberbatch. Buen trabajo de Matthew Goode, Keira Knightley y compañía. LO PEOR: los flashbacks no están del todo aprovechados. PUNTAJE: 8,3
De mayor a menor La tercera parte de una saga que en su inicio sorprendió y cautivó a muchos finalmente arriba a los cines entre murmullos de parte de espectadores que no se sintieron del todo conformes con lo visto en la secuela que tuvo lugar en el año 2012. Olivier Megaton vuelve a ser el encargado, detrás de cámaras, de intentar imprimirle fricción y frescura a la cinta protagonizada por el gigante Neeson. Pero, por mala fortuna, el andar intermitente de la historia se diluye a medida que los acontecimientos y los personajes secundarios dejan entrever un nivel de lejanía, en cuanto a calidad y fuerza de enlace, en parangón a lo que ofrece nuestro protagonista, quien se pronuncia como lo más destacable de la película. Hay muy pocos detalles que no se perciben expuestos a la fuerza en Taken 3. En esta ocasión, la ex esposa de Bryan Mills es asesinada mientras que acusan a nuestro héroe del homicidio. Éste, con todas las artimañas posibles que le permitan escapar, tratará de demostrar que nada tuvo que ver para, a su vez, cobrarse venganza de quienes llevaron a cabo tamaña acción. La creatividad y el ingenio de Luc Besson parecen no estar presentes con holgura en esta oportunidad. Megaton, valiéndose de lo que representa el guión, procura adornar las situaciones con un comienzo tan manso como interminable. Entre lo sentimental vinculado al asesinato del personaje compuesto por Famke Janssen, el film da la sensación de nunca explotar de forma abrupta para volcarse de lleno a las instancias de mayor frenesí, esas que fueron capaces de inquietar y mantener expectante al observador en lo que supuso la apertura de la saga. Liam Neeson se las arregla como para salvar algunos buenos momentos; su figura de por sí es significativa y acapara la atención del público por su portentosa presencia en la gran pantalla. Pero su gratificante participación no alcanza para sacar a flote una narración que nunca arriba al clímax y que carece de fuerza incluso con la exhibición de escenas en donde las explosiones y persecuciones pretenden dotar al asunto de adrenalina. A excepción de Forest Whitaker (de buena labor), quienes secundan al actor norirlandés no convencen ni tampoco ocasionan algún grado de desasosiego desde el flanco malvado, ese con la responsabilidad de frenar o al menos complicar a Mills. Taken 3 acaba resultando el capítulo más flojo hasta aquí, continuando en un orden decreciente en el que las ideas se agotan y la previsibilidad aumenta. LO MEJOR: Liam Neeson. Los primeros minutos. LO PEOR: previsible, intermitente. Innecesaria. PUNTAJE: 5
Volando alto La cinta del particular Alejandro González Iñárritu (venerado por muchos y reprobado por otros) ha generado un interesante revuelo desde que se dio a conocer su primer tráiler. La ansiedad comenzó a precipitarse aún más ante las primeras voces que llegaban desde Venecia vaticinando que se trataba de una de las joyas de las que se hablaría largo y tendido en el 2015 (o al menos en el inicio del corriente año). Birdman supone un cambio de registro de parte del director de 21 gramos, conocido por sus films de historias cruzadas. Aquí se vuelca hacia una especie de comedia negra favorecida por una puesta en escena soberbia, a través de la que Iñárritu despliega una buena cantidad de recursos que magnetizan al espectador. La historia nos remite a Riggan, un actor que ha alcanzado la fama gracias a la personificación de un superhéroe, pero que en la actualidad se encuentra en la lucha por triunfar al mando de una obra teatral en Broadway. El desafío radica en demostrarle a la gente y también (o principalmente) a sí mismo que es capaz de reinventarse y ser reconocido nuevamente desde un personaje o rol distinto al que supo engendrar en su pasado. Más allá de los conflictos internos de cada uno de los partícipes del relato y de sus miserias, Birdman intenta sacar a la luz un tono burlón, aprovechando el baño de tragicomedia (por decirlo de alguna manera) que se aplica sobre la narración. Es allí donde brillan Michael Keaton y Edward Norton, acompañados con solidez por el resto del reparto (Emma Stone, Naomi Watts, Zach Galifianakis), porque Birdman es además una película de actores y de actuaciones. No es una cinta de risas, sino de un humor irónico, socarrón, de momentos fugaces y ocurrentes incluso adornados por pasajes surrealistas que amplían un poco más la variedad de componentes de los que se vale el realizador de Babel. Iñárritu acierta cuando se propone presentar los acontecimientos con la difícil tarea que requiere la utilización de planos secuencia (la apariencia de que fuese uno sumamente extenso está impecablemente lograda) que acaban transportándonos de un lado hacia otro, siguiendo a diferentes personajes que desfilan por el interior y por los alrededores del teatro. Esto dota de dinámica y de agilidad a la proyección, ganando puntos en entretenimiento y en enlace. Birdman avanza con un efecto asolador que contagia, y, salvando algunas cuestiones de excesos tal vez instalados por la frenética de su creador, mantiene expectante y conforme al público. Hay tela para cortar, Iñárritu se encarga de dejarnos retazos acerca de las figuras del espectáculo, así como también de quienes critican y analizan las producciones que estos llevan a cabo. Todo con un sarcasmo disfrutable. Probablemente sea la mejor obra concebida por el director, algo que queda para el debate. LO MEJOR: la dirección. La agilidad del film. Planos secuencias. Actuaciones, principalmente de Keaton y Norton. LO PEOR: algunos pequeños excesos innecesarios. PUNTAJE: 8,4
Batería y obsesión Entre las nominadas a Mejor Película para los Oscar 2015 aparece Whiplash, del joven Damien Chazelle, quien nos sorprende por su capacidad para contarnos una historia marcada a fuego por la obsesión, el compromiso máximo y los conflictos tanto internos y externos que pueden desprenderse de la persecución de un sueño. Cine independiente que resulta difícil de clasificar dentro de un género. No se trata de un drama típico; la obra del director de apenas 30 años posee fuerza, adrenalina y una dinámica que permite mantener la expectación a todo momento. Whiplash nos remite a la cotidianidad de Andrew Neiman (Miles Teller), un adolescente que se empeña en mejorar sus aptitudes como baterista de jazz, estudiando en un reconocido conservatorio. Su vida da un giro importante cuando es convocado por Terence Fletcher (J. K. Simmons), un profesor con un oído agudo para la música, pero cuyos métodos de enseñanza no son los más ortodoxos. Fletcher presiona a sus dirigidos a niveles límite, quiere exprimirlos para sacar lo mejor de ellos. El desafío para Andrew está dado no solo en crecer, sino además en medir hasta qué punto es capaz de tolerar en cuanto al maltrato ejercido por el docente. J. K. Simmons es una de las razones principales por las que el film triunfa y a la vez nos enlaza con los acontecimientos. Su personaje es temerario, impone presencia y respeto, del mismo modo que se gana, en unas cuantas secuencias, el aplazo del observador por sus vehementes comportamientos. Tras alzarse del premio a Mejor Actor de Reparto en los recientes Globos de Oro, Simmons asoma como favorito para los venideros Oscar. Y no es para menos, puesto que logra incomodar y llevar a cabo una interpretación formidable. Vale la pena la mención también para Miles Teller, quien realiza una sólida y convincente labor. Whiplash es una historia de perseverancia y lucha por la consecución de una meta. El interrogante se plantea a partir de qué precio se está dispuesto a pagar para alcanzar los objetivos personales y qué tantas trabas en el camino se pueden sobrepasar sin salir herido. Más allá de las cuestiones de fondo que hacen al desarrollo de la cinta, asimismo es interesante el montaje y el timing con el que Chazelle expone cada circunstancia. Aquí es donde la batería no deja de sonar, de forma tan electrizante como el dinamismo propio que acarrea el relato. Salvando pequeños detalles discutibles en cuanto a verosimilitud, la película resulta endemoniadamente entretenida, brindándonos un espectáculo que desborda fibra. Sumamente recomendable. LO MEJOR: las actuaciones, sobre todo la que lleva adelante J. K. Simmons. El ritmo con el que se desarrollan las escenas. La tensión. LO PEOR: puede que alguna que otra instancia que no resulte meramente creíble. PUNTAJE: 8,5
La leyenda continúa Parece que Clint Eastwood se ha inclinado hacia los films biográficos, como ha venido demostrando en sus últimos trabajos, esto es a cargo de J. Edgar y Jersey Boys. Aquí, en American Sniper, nos narra la historia de Chris Kyle, adaptando a la gran pantalla la autobiografía del Navy SEAL. Probablemente no se trate de una de las mejores películas del gran director de Mystic River, pero acaba dejando una sensación de conformidad apreciable gracias al pulso que aún posee Clint para abordar este tipo de relatos. Algunas voces se encargaron (y otras se encargarán también) de señalar a la obra como otra propuesta que destila patriotismo por la nación. Lo cierto es que Eastwood no toma una postura definida acerca de los eventos que nos presenta, y profundiza (como bien suele hacerlo) sobre las cuestiones humanitarias que incluso tienen lugar en la proyección, algo que asimismo divide y dividirá opiniones por todo lo que implica la temática central de la misión en Irak. Bradley Cooper lleva a cabo una destacable actuación en la piel de Chris Kyle, aquel marine que recibió el mote de “Leyenda” tras salvar una gran cantidad de vidas y por su capacidad milimétrica a la hora de posicionarse como francotirador. El actor de American Hustle es una de las razones por las cuales American Sniper suma unos puntos extra en su puntuación final. De hecho, es uno de los nominados a Mejor Actor de cara a los premios Oscar 2015. Su interpretación tiene momentos muy bien logrados, algunos de ellos consiguen sofocar, conmover y ponerle la piel de gallina al espectador. Dichos pasajes enmarcados por los primeros planos de los que el octogenario director se vale para acrecentar el dramatismo y la tensión. Sienna Miller acompaña de buena manera en el rol de esposa de nuestro protagonista. Una mujer con una constante opresión provocada por la angustia que le representa el hecho de que Kyle viaje a cada una de las misiones a Irak. Este aspecto es uno de los que cobra mayor grado de emotividad en la narración, junto con las situaciones en las que se ve inmerso nuestro intérprete principal. Si la primera hora de American Sniper evidencia ciertas irregularidades o recaídas para enlazar de lleno al observador, la segunda mitad cobra más fuerza en todos sus sentidos. La acción toma un poco más de posesión, y el drama da la impresión de estar mejor elaborado, de forma progresiva. Eastwood amplía la variedad de sensaciones que pasan por la mente de Kyle, desde el sufrimiento y el vacío hasta incluso la paranoia. En líneas generales, el film se percibe más que interesante. Lejos de otras grandes cintas del realizador, pero con la aptitud e idoneidad innata que hacen de Clint un eximio narrador. LO MEJOR: la narración. La interpretación de Bradley Cooper. LO PEOR: la primera mitad del film, irregular. PUNTAJE: 7
John vendrá por ti Tras un tráiler a pura fibra, John Wick (en Argentina bajo el título de Sin control), atrae principalmente a seguidores del cine de acción y de toda propuesta pochoclera. Los directores David Leitch y Chad Stahelski se valen de la presencia de Keanu Reeves como protagonista en el rol de un asesino a sueldo retirado con sed de venganza (¿cuántas veces se ha visto esta historia?). John Wick sufre la pérdida de su esposa y lo único que le ha quedado de ella es un cachorro que le obsequió. Una noche, un grupo de gánsteres rusos le roban su auto y también la vida al pequeño Beagle. El problema para ellos radica en que no saben con quién se han metido hasta que el padre del líder de la banda que arremetió en esa oportunidad lo explica. John no va a parar hasta hacer justicia por cuenta propia. Películas con una trama similar se pueden encontrar y mencionar varias. No hay nada que no suene trillado en este tipo de historias, la diferencia radica en cómo volcar los acontecimientos a la pantalla. Por citar un caso más reciente, John Wick se asemeja bastante a The Equalizer. Tanto Reeves como Denzel Washington interpretan (cada uno en su film, lógicamente) a tipos solitarios que se meten contra la mafia rusa. Lo que varía es que Keanu, si bien redondea una buena performance, no es Denzel ni tiene la solidez natural que el actor de Man on Fire ha sabido demostrar para papeles de este estilo. La proyección de Leitch y Stahelski carece de un guión virtuoso; tampoco pretende sacar rédito de ello, dado que las fichas están puestas sobre lo que las secuencias de mayor adrenalina y violencia puedan ofrecernos. Como ejercicio de acción, John Wick funciona principalmente en la primera hora, en la que se puede disfrutar por la dinámica y el timing de los enfrentamientos que se dan en diferentes escenarios. Lo que acontece más adelante se torna repetitivo, predecible y, lamentablemente, peca por su carencia de nervio. Referencia especial para el apartado técnico, en donde se nota un apreciable trabajo de fotografía, con tonos oscuros, sumado al buen resultado que se extrae de la combinación entre el aspecto sonoro y la variedad de planos y movimientos ágiles de cámara. En narraciones como ésta, la discusión sobre la verosimilitud de los hechos que se exhiben siempre se halla presente. Llama la atención que nuestro intérprete principal sea respetado y temido a elevados niveles por sus antagonistas, siendo algo que definitivamente despoja de tensión a la cinta, quitándole asimismo ferocidad a los villanos de turno. LO MEJOR: la primera hora. Las escenas de acción. LO PEOR: previsible. Historia vista muchas veces. PUNTAJE: 5
El enigmático du Pont Foxcatcher está muy bien narrada. Se trata de una historia basada en hechos reales, ambientada en los ’80. El modo elegido para contarla deja vestigios de lo que es capaz de dar un director como Bennett Miller, quien había demostrado su gran capacidad detrás de la cámara con aquellos convincentes films llamados Moneyball y Capote. La cinta saca provecho no sólo por lo interesante que se perciben los acontecimientos que tienen lugar en ella, sino también por el excelente trabajo actoral del trío conformado por Steve Carell, Channing Tatum y Mark Ruffalo. Cada uno de ellos se adapta a lo que le exigen sus roles, tanto en lo que concierne a las expresiones faciales como en las posturas y en las formas de caminar, de moverse y de gesticular. En este punto vale remitirse especialmente a Steve Carell, quien sorprende con una interpretación magnífica al meterse en la piel de John du Pont, un millonario que convoca a Mark Schultz (Tatum) de cara a los juegos olímpicos en la categoría de lucha libre con el fin de promoverlo, entrenarlo y proclamarse como su mentor. Lejos de la faceta de comediante que le conocemos, Carell consigue que cada vez que su personaje aparezca en escena le transmita desconcierto al espectador, con ciertos aires de intriga. El sujeto que compone se hace respetar con su sola presencia, con su mirada y con un carácter que se va tornando cada vez más imprevisible. Desde el momento que realiza su primera aparición, el observador puede experimentar la sensación de que algo no le cierra acerca de la enigmática personalidad del acaudalado. Foxcatcher transita casi constantemente de manera pausada mientras expone las situaciones con una apreciable fuerza magnética. Otro mérito de Miller radica en el modo en que maneja los diálogos, la incomodidad que puede derivarse de algunos de ellos y también los silencios. Un drama que quizás en algún instante parece estancarse ante la dificultad para cambiar de matiz; sin embargo, a su ritmo, le encuentra la vuelta al asunto y muta lentamente hacia un costado más oscuro y alarmante. Es en esos pasajes (y a través de la aptitud de los intérpretes) cuando la narración nos comienza a atrapar en escalas crecientes hasta llegar a un desenlace que, aunque sea conocido por muchos por tratarse de un evento real, estremece y sacude fuerte. Esperada con ansias por gran parte del público, la proyección dirigida por Bennett Miller casi no sufre intermitencias y gana puntos gracias a la firmeza de su realizador a la hora de plantar los sucesos en escena. Clave resulta el trío principal del reparto, destacándose y sorprendiendo, como se mencionó antes, Steve Carell en un rol totalmente distinto al humorístico en el que se hallaba encasillado. LO MEJOR: la forma en que está narrada. El trío principal y la sorprendente labor de Carell. Magnética. LO PEOR: en ciertos pasajes parece costarle cambiar de ritmo. PUNTAJE: 8,2
La oscuridad de Brooklyn El director belga Michael Roskam es el encargado de sacar adelante a The Drop, del autor Dennis Lehane, reconocido por sus trabajos precedentes al destacarse en el guión de novelas y obras literarias tales como Mystic River, Gone Baby Gone y Shutter Island, las cuales salieron airosas a la hora de ver el resultado plasmado en la gran pantalla. Aquí se trata también de un thriller en el que el realizador posa su confianza sobre Tom Hardy para que éste encabece el relato en el rol de uno de los encargados de un bar de Brooklyn regenteado por la mafia chechena. Lo acompaña su primo, el fallecido James Gandolfini en lo que representó su último papel (llevado a cabo de manera solvente, como ha sido siempre). Cualquier cosa puede suceder en las calles de aquel barrio neoyorquino. El frío, las personalidades que emergen y los acontecimientos que se van sorteando (algunos inquietantes, otros más bien intrigantes) dotan al asunto de una oscuridad que le queda como anillo al dedo a la historia. Incluso el drama (y el romance) cobra presencia en el film con la aparición de la convincente Noomi Rapace, quien ya había demostrado su capacidad para conectarse de forma naturalmente emotiva en Dead Man Down. Su personaje representa una suerte de cable a tierra para Bob, el sujeto serio y casi inexpresivo que compone Tom Hardy. En The Drop también es clave la aparición de un pitbull cachorro, lastimado, en un cesto de basura. Rocco, nombre que le da el protagonista al can, sirve como un nexo entre los últimos dos personajes mencionados y asimismo coopera al momento de sacar a relucir el costado más abierto y cordial de Bob, en una suerte de proceso de humanización de nuestro intérprete central. La película se vale de un ritmo sosegado que sabe mantener entretenido al espectador gracias al buen pulso narrativo con el que Roskam expone los hechos. Existen instancias en que se percibe una muy buena construcción de diálogos que ameniza lo que el público se encuentra observando. Vale resaltar que cuando los silencios están bien manejados (como aquí ocurre) y no incomodan (en el sentido denso de la palabra), las cuestiones se tornan más llevaderas. A pesar de que no se trate de un thriller que sorprenda por vueltas de tuerca agudas, es acertado mencionar que se guarda algunos giros interesantes que salen a la luz al momento casi culminante de la proyección. Incursionando en el policial y en lo dramático, intercalando ambos sin dificultades y con algunas buenas dosis de tensión, The Drop termina dejando un buen sabor, aunque no trascienda. LO MEJOR: Hardy, Gandolfini y Rapace. La historia, llevadera, bien narrada. Se consigue crear una cautivadora atmósfera oscura. LO PEOR: no llega a conquistar por completo. PUNTAJE: 7,5
El vengador The Equalizer llama la atención por su tráiler y por la presencia de Denzel Washington como figura central del film. El director Antoine Fuqua lo ha dirigido en aquel muy buen policial del año 2001 llamado Training Day, en el que Denzel se lució al punto tal de obtener un Oscar como mejor actor. Todo lo que acontece en la cinta cobra un grado de interés mayor gracias a lo que el mencionado intérprete nos brinda. Por lo demás, se trata de una historia que da la sensación casi todo el tiempo de haberse visto con precedencia. Trillada, de mayor a menor, con instancias de acción ideales para amantes del cine pochoclero. Robert McCall es un sujeto de apariencia amable. Un solitario (y solidario) de buen trato con la gente, pero a la vez misterioso. Robert no duerme, sin embargo le sobra energía para ocuparse de todo. Trabaja en una tienda comercial que vende una amplia diversidad de artículos y le tiende una mano a un empleado de allí que aspira a convertirse en guardia de seguridad. Lo aconseja y lo entrena. Cada noche acude al mismo bar. Se topa con una joven prostituta (Chloë Grace Moretz) manejada y maltratada por la mafia rusa. Nuestro héroe no puede tolerarlo y decide preparar una venganza por cuenta propia. La película comienza pausadamente y casi en nulidad de diálogos. Fuqua lo hace bien, administra los silencios y los primeros acontecimientos dejando en el camino, como si fuesen huellas, ciertos retazos de magnetismo. El espectador es llevado al seguimiento de los pasos del protagonista, y cuando Washington está a cargo (omnipresente), quien observa se siente seguro y conforme por la sobriedad innata y natural del actor. Chloë Grace Moretz, quien sorprendió especialmente desde su rol como Hit-Girl en Kick-Ass, acompaña y congenia de buena manera (aunque tenga poca participación) con Denzel. El resto del reparto cumple con lo justo en relación a lo que la trama requiere. Vale la pena remarcar que la duración (poco más de dos horas) le juega en contra a The Equalizer, y esto se hace sentir principalmente en los tramos finales. En los pasajes cercanos al desenlace, la narración se torna indefectiblemente pesada, más allá de que se desenfunde un enfrentamiento interesante pero previsible que intenta levantar y animar el asunto. En la proyección de Fuqua, la acción es sangrienta y feroz. Los movimientos del personaje de Robert son milimétricos, se trata de un tipo frío y calculador que arrasa contra quien se le tope en su camino (¿ni siquiera un peligroso conjunto organizado puede con él?). Cuchillos, golpes de puño, pistolas varias y hasta un sacacorcho forman parte del “repertorio” con el que nuestra figura arremete. Con altibajos, no obstante entretenida, aprueba por la enorme capacidad de Denzel Washington. LO MEJOR: Denzel Washington. Las escenas de acción. El inicio. LO PEOR: de resoluciones discutibles e inverosímiles. Irregular, se extiende más de la cuenta. PUNTAJE: 6