Liam, el infalible La nueva película protagonizada por el gigante Liam Neeson se hace más llevadera de lo que ya de por sí es gracias a la presencia del norirlandés en esta faceta de tipo recio que a nada le teme y que tan bien le sienta. Con guión y dirección de Scott Frank, Caminando entre tumbas saca a relucir una buena cantidad de momentos que mantienen la expectación, permitiendo que las casi dos horas de metraje no se sientan en absoluto pesadas. Nuestro protagonista encarna a Matt Scudder, un ex policía que oficia como detective privado, pero sin licencia. Un agente que se desenvuelve con métodos de la vieja escuela y que se maneja con una frialdad y solvencia propia de quien lleva unos cuantos años de experiencia en el ámbito policial. Un traficante de heroína lo contrata para atrapar a los hombres que raptaron y asesinaron a su esposa, en una misión que se torna más problemática y dificultosa de lo esperado. Caminando entre tumbas no es sólo un thriller de crimen y desapariciones; es también una historia de venganza y de revancha, en la que conviven personajes que nada tienen por perder y otros que, en cambio, pasan por situaciones límites de riesgo y de exasperación. Ambos flancos se entremezclan, se interrelacionan y de esa combinación se extraen los pasajes más jugosos y tensos de la cinta. Más allá de tratarse de una trama quizás poco novedosa o que no aporte algo distinto en narraciones de este tipo, es importante remarcar el modo en qué el relato se cuenta. El cómo cobra aquí un valor de relevancia mayor gracias al pulso de Scott Frank para sumergirnos en las calles de una Nueva York oscura en la que la actividad asociada a la delincuencia está a la orden del día. Para ello se vale de la utilización de elementos que hagan la historia más escalofriante, brutal y retorcida de lo que ya en la teoría se supone que es. El director intercala esta serie de acontecimientos con un trasfondo que nos permita conocer más en profundidad a los participantes, sin recaer en un melodrama forzado ni mucho menos. Tal vez podría haberse incluido alguna que otra vuelta de tuerca ingeniosa que apueste o realce aún más el asunto, o quizás un giro argumental mal empleado en su intento de sorprender podría haber echado todo por la borda; lo cierto es que Caminando entre tumbas gana unos puntos extra por su capacidad de concebir un producto entretenido, convincente y sin declives a partir de un guión sencillo, sumado a la siempre apreciable presencia de Liam Neeson, quien inspira seguridad en este estilo de proyecciones. LO MEJOR: Liam Neeson. Cómo está contada la historia. Ciertos momentos de rigidez. Sumamente entretenida. LO PEOR: algo predecible en determinados tramos. PUNTAJE: 7,5
El sosiego Guión y dirección de Pablo Fendrik para esta cinta difícil de definir o de encasillar en un género en particular. Protagonizada por Gael García Bernal y Alice Braga, El ardor alterna momentos de todo tipo que van desde algún que otro pasaje de buen poder de enlace hasta la quietud casi irrisoria de secuencias que se extienden un poco más de lo necesario en su duración. Tres sujetos arriban a la selva misionera con el fin de quedarse con las tierras y asolar contra quienes sean los dueños de las mismas. Así, como en una especie de sometimiento de los más acaudalados sobre los más débiles, se desarrolla la historia sin perder de eje esa premisa hasta su desenlace. El director intercala o improvisa unos guiños al western y nos adentra, desde el comienzo, en la vida de quienes habitan en la espesura de los árboles y la pasividad propia del lugar. Todo transcurre de manera calma, hasta que los acechadores arremeten contra nuestros protagonistas. Es en ese inicio donde El ardor se siente más intenso, ganando en dicho aspecto puntos de gratificación con el espectador. Pero el clímax no se mantiene durante mucho tiempo y la intermitencia recobra protagonismo al desvirtuarse el asunto o más bien volcarse hacia ese ritmo paulatino que prima en la mayor parte del film. La película acierta en materia sonora cada vez que recurre a la recreación de la selva a base de sonidos silvestres que permiten que el observador se sienta, de algún modo, partícipe o interiorizado en el ambiente. Pero la citada buena construcción de clima apacible no se condice o no encuentra el mismo grado de equilibrio cuando se invoca al flanco destinado a generar nervio e inquietud. Los eventos se van resolviendo de una forma que, más allá de lo previsible que se torna, no sorprende ni cautiva. El ardor hace uso de algunos que otros instantes en los que los enfrentamientos se muestran crudos y sangrientos, pero incluso con ellos no logra sacar provecho de lo que tiene por contar para terminar de elaborar una historia atrapante o atractiva para el público. LO MEJOR: un buen comienzo. LO PEOR: carece de fuerza narrativa. De a ratos se torna pesada por la extensión innecesaria de sus escenas. PUNTAJE: 4,5
La voz del bandoneón Pichuco es un film documental que se dedica a explorar de manera profunda y sensible la vida y obra de uno de los grandes íconos del tango; hablamos nada menos que de Aníbal Troilo. El trabajo que realiza Martín Turnes, su director (además guionista junto a Alberto Romero), se diversifica entre el material de archivo y los testimonios de figuras y expertos en la materia. Todo al servicio de un más que merecido reconocimiento a “Pichuco”, aquel que supo ser capaz de componer y reproducir melodías que daban la sensación de que hacían hablar a su bandoneón. El recorrido musical de la carrera de Troilo que abarca la propuesta porta un ritmo llevadero, de tono siempre ameno y reconfortante gracias a la variedad de pasajes en los que se interioriza al espectador. Turnes maneja la cámara con holgura y prolijidad, logrando una puesta en escena cuidada y nítida, algo que facilita y hace aún más agradable el visionado del film. Pichuco gana puntos extra en ese desglose de secuencias que permite que lo que se exhibe en pantalla no suene reiterativo; el director apela, entonces, no sólo a las entrevistas de quienes conservan al “Gordo” en un lugar privilegiado de su memoria, sino también al material de archivo, al recorrido mediante instantáneas del barrio del homenajeado, de los sitios en los que deleitó con su música y los lugares por los que transitó, familiarizando al público a partir de la exposición franca y espontánea tanto de grandes bares, teatros y confiterías como de aquellas históricas y vigentes pizzerías de Avenida Corrientes. Las declaraciones, anécdotas y descripciones de quienes participan en el documental ayudan a reconstruir el modo de desempeñarse de Aníbal Troilo y las premisas que creía indispensables para que una armonía no quede encerrada solamente como un conjunto de sonidos; para “El Gordo” resultaba fundamental el sentimiento volcado sobre los acordes. Así lo destacan, con esa particularidad de erizar la piel de quienes hayan disfrutado cada vez que lo escucharon. Pichuco funciona incluso para quienes no conocen en demasía la carrera de este enorme exponente del tango, invitándolos así a que se distiendan y se dejen llevar por la magia melódica que destilaba el bandoneón de Troilo cada vez que reposaba y desparramaba su sensibilidad sobre él. PUNTAJE: 8
Desaparición y misterio La esperadísima propuesta de David Fincher arriba a las salas para saciar las ansias del público. Adaptación del best-seller de Gillian Flynn que saca provecho en la gran pantalla gracias a una puesta en escena atrapante, alarmante y que juega con el desconcierto para llevar al espectador a experimentar diferentes sensaciones que no le permitan relajarse en ningún momento. La palabra que mejor define a la cinta es intensidad. El relato, más allá de su larga extensión, está poblado de un aire que va mutando, a lo largo de su desarrollo, desde enigmático hasta incluso llegando a resultar casi malsano y retorcido. Todo bajo la admirable conducción de un director al que el género le sienta como anillo al dedo, siendo en el que mejor se desempeña. La historia es simple desde la teoría o bien dando a conocer su sinopsis: Amy, la esposa de Nick, desaparece nada menos que en el quinto aniversario de su boda. Los comportamientos poco comunes de Nick perjudican su imagen de cara a los medios y a la presión policial, anclándose como el sospechoso principal. Si nos enfocamos en la filmografía de Fincher, es posible encontrar a Perdida más parecida a Zodiac que a otros ejercicios del mismo rubro que haya compuesto el realizador. Se asemeja en cuanto al ritmo y al tranco con el que la narración se va desentramando, y también en todo lo que concierne al misterio a descubrir y a la investigación que se lleva a cabo. La ambientación y el trabajo de fotografía se complementan a la perfección con los eventos que se exhiben en la pantalla, cooperando así para cimentar un clima oscuro. Lo mismo sucede con respecto a la banda sonora, tranquila y punzante según la ocasión, destacándose en la última cualidad mencionada en una secuencia específica bañada de una tensión y de un grado de perversidad sofocante. La película puede servir como muestra de aquellos componentes que se necesitan para elaborar un thriller eficiente y nato. La capacidad de desconcertar, intrigar y mantener en vilo al público permanece de manera constante hasta el desenlace del film. Las virtudes del director de Seven están dadas, además de la conjunción de los factores citados recientemente, en las vueltas de tuerca que plasma durante su recorrido. Los giros argumentales, cuando están bien presentados como sucede aquí, le aportan siempre un plus a narraciones de este tipo. Ben Affleck convence desde el papel de un sujeto casi inexpresivo ante un acontecimiento que desesperaría a cualquiera. Rosamund Pike, por otra parte, acaba realizando una interpretación sin desperdicio alguno, en lo que factiblemente haya sido el mejor rol de su carrera. Los secundarios están a la altura de las circunstancias y acompañan en buena sintonía. David Fincher no sólo se ajusta al seguimiento o al descubrimiento de lo que como oculto adquiere mayor fuerza, sino que también apuesta algunas fichas a ciertos pasajes de humor irónico, a lo pasional, al perfil psicológico de los personajes y al papel cada vez más influenciable de los medios masivos de comunicación sobre la gente que los consume, y cómo a través de ellos se manipula la opinión pública. Perdida es, sin dudas, una de las grandes y mejores obras del año. LO MEJOR: el relato en sí. La intriga, el nivel de intensidad, por momentos sofocante. Las actuaciones. El pulso narrativo de Fincher. Las vueltas de tuerca. LO PEOR: posiblemente su extensión. PUNTAJE: 9
De giallos y atmósferas oscuras Luis Machín encabeza Necrofobia, de Daniel de la Vega. El actor resulta uno de los puntos más altos de un film que puede categorizarse quizás dentro del terror psicológico y que le rinde tributo al giallo. Es este último aspecto otro de los componentes en el que la obra sale más favorecida, al ser poseedora de una atmósfera apagada y oscurísima que genera inquietud en el espectador. La historia nos sumerge en la extraña personalidad de Dante (Machín), un sastre cuya fobia le impide estar en contacto con un cadáver. Cuando su hermano gemelo muere, nuestro personaje comienza a experimentar situaciones cada vez más traumáticas y delirantes. A su alrededor, distintas personas son asesinadas y todo parece indicar que él es el principal incriminado. Necrofobia cuenta con pros y contras alrededor de su desarrollo. Si nos remitimos a determinadas instancias o resoluciones que se van desentramando a lo largo del relato, es factible que algunas de ellas resulten discutibles o bien que no terminen de cerrar. Pero si analizamos las mismas desde lo que la propia proyección quiere proveernos o si nos enfocamos a lo que en verdad quiere ajustarse la película, los reproches pueden quedar al margen. El producto que concibe Daniel de la Vega (guardando relación con lo que solían ofrecer los giallos) no necesita ni busca minuciosamente que la trama tenga una línea coherente; es por eso que las armas están puestas al servicio de una ambientación sórdida, lúgubre, con ciertos ecos de suspenso. Es en el trabajo de fotografía donde la cinta sale mejor parada, gracias a la creación de climas y tonos tenues, mortecinos, que permiten un mayor grado de magnetismo para seguir los eventos que se van sorteando. Necrofobia acierta al no alargarse más de los 78 minutos que conforman su duración. La presencia de actores como Gerardo Romano, Viviana Saccone, Julieta Cardinali y Raúl Taibo suma desde la teoría pero no conecta, no engancha en el vuelco a la práctica, tal vez porque sus funciones no concuerden en base a los personajes que estamos acostumbrados a ver e interpretar de sus partes. Distinto es el asunto al mencionar a Luis Machín, casi en un monólogo suyo, en una gran y solvente performance. Llevadera aunque no para todos los gustos, la película encuentra su espacio dentro de un género hasta aquí no muy bien explorado en el cine nacional. Sangriento y de apreciable factura técnica, aprueba en el global, aunque sin creces. LO MEJOR: Luis Machín. La fotografía. La atmósfera oscura. LO PEOR: los últimos minutos, en su afán de ganar intensidad pierden un poco de fuerza. PUNTAJE: 6
Verdades escondidas Dos vidas arriba un poco tarde a las salas argentinas tras su lanzamiento en 2012. La película dirigida por Georg Maas y Judith Kaufmann acaba resultando todavía más interesante de lo que se podía esperar, gracias a su buen pulso narrativo y a la fusión de todos aquellos componentes que requieren que el observador se mantenga enfocado y expectante a la resolución de una serie de situaciones teñidas de misterio. Otra cinta basada en eventos reales que se construye en relación a aquellas mujeres noruegas que tuvieron relaciones con soldados alemanes durante la ocupación nazi. Juliane Köhler se luce a partir de un nivel gestual y de expresión convincente y creíble encarnando a Katrine, quien vive en Noruega con su familia. La aparición de un abogado que les solicita que participen en una demanda contra el estado del mencionado país representa el punto de inflexión de la historia. Dos vidas funciona cuando el drama del que se hace uso y prevalece en la mayor parte del relato se asocia a la intriga para despertar la curiosidad del espectador y conservarlo atento a lo que pueda llegar a descubrirse más adelante. Los directores apelan a ir desmenuzando lentamente los acontecimientos; para ello recurren a una buena cantidad de efectivos flashbacks que vayan mostrando o dejando asomar pequeños fragmentos que permitan ir encastrando cada pieza de un rompecabezas inteligentemente ideado. Los directores se encargan, desde el comienzo, de dotar a la narración de un ritmo tranquilo pero no por ello aburrido. Los climas dramáticos que van creando se complementan con esa cuota de enigma casi de thriller que sostiene y saca a relucir los mejores momentos del film, hallándose éstos desde la segunda mitad hacia adelante, acrecentando el grado de interés gracias a su poder envolvente. La proyección alemana merece ser tenida en cuenta. Su visionado vale la pena y resulta ser de esas historias en las que cuanto más cerca del desenlace mejor sabor van dejando en el paladar del público. LO MEJOR: las interpretaciones, en especial la de Köhler. El pulso narrativo. La intriga y el modo en que se exponen y luego se resuelven los acontecimientos. LO PEOR: una primera mitad que, si bien no es mala, sufre pequeñas intermitencias. PUNTAJE: 7
Atletas de laberinto La llegada a las salas de Maze Runner – Correr o morir generó, de movida y por la información con la que se contaba, una especie de murmullo generalizado entre todos aquellos que no suelen comulgar con este tipo de adaptaciones convertidas en sagas cinematográficas juveniles. Más allá de las similitudes que se puedan encontrar entre esta proyección y otras obras también ubicadas en un futuro distópico en el que los adolescentes son los encargados de tomar el mando, vale destacar que la citada aquí, dirigida por Wes Ball, sale airosa y gana puntos extra por su notable realización y por unos cuantos buenos momentos de nervio. Dylan O’Brien encarna a Thomas, quien despierta ante el recibimiento de un grupo de muchachos. No recuerda cómo llegó hasta allí ni quién es. De a poco se va asociando al conjunto de chicos que habitan en ese extraño lugar caracterizado por poseer un inmenso laberinto cuya salida no han sabido hallar ni descifrar hasta ese entonces. Existen cuestiones y modos en que estas se desarrollan que hacen pensar que el film no aporta nada nuevo. No es neta y completamente más de lo mismo aunque sí tiene algo (o bastante, dependiendo de qué tan fino hilemos) de lo que estamos acostumbrados a ver en este tipo de sagas, con la distinción de que aquí las ejecuciones están mejor llevadas al valerse de un poder de atracción más fuerte y una dosis suficientemente menor de pomposidad, por decirlo de alguna manera. Salvando las diferencias entre la trama de una y otra cinta, en Maze Runner, al igual que en Los Juegos del Hambre, el factor supervivencia cobra importancia en cada uno de los jóvenes que conforman la historia. Algo parecido ocurre, volviendo a establecer un parangón entre las mencionadas proyecciones, en lo que respecta a las consecuencias que pueden desprenderse de un enfrentamiento: la sensación de que nadie está a salvo reina por momentos y en unas cuantas resoluciones en las escenas de mayor intensidad que se exhiben. Es factible que a la película, más allá de lo llevadera y entretenida que resulta, le sobre metraje. Los personajes, si bien localizan buenas actuaciones por parte de sus intérpretes (en especial Dylan O’Brien y Will Poulter, este último en un papel totalmente opuesto al que le había tocado personificar en We’re the Millers), no terminan de generar un elevado grado de empatía con el observador. El film de Wes Ball funciona por su capacidad de engancharnos gracias a su interesante comienzo y a las apreciables instancias en las cuales la tensión quiebra el simple asomo para presentarse finalmente en cuerpo y forma, con esplendor. LO MEJOR: el arranque, la manera en que está narrada la historia. Los momentos de acción. LO PEOR: menos minutos le hubiesen quedado mejor. Resoluciones algo discutibles. PUNTAJE: 6,5
Disparatado entretenimiento El universo de Luc Besson no es para todos los gustos. El francés que fue más reconocido por las masas por productos como Leon y El Quinto Elemento, no venía concibiendo proyecciones netamente convincentes. Aquí, con Lucy, desparrama sobre la mesa unas cuantas fichas sobre esta propuesta tan entretenida como desfachatada. Lógicamente, funciona mucho mejor para quienes bancan la parada y se identifican con el peculiar estilo del director. La acción y la ciencia ficción se entrelazan al servicio de una película que se pasa rápido por su corta duración y por su agilidad a la hora de plasmar los acontecimientos a la pantalla. Lucy (Scarlett Johansson), es obligada a transportar una bolsa de drogas plantada en su abdomen. El punto de inflexión se da cuando el embalaje se rompe y los narcóticos se ponen en contacto con su organismo, permitiendo que Lucy comience a desarrollar, progresivamente, poderes sobrenaturales asociados a una utilización del cerebro cada vez más superior al común que implica sólo el 10%. El film nos enlaza rápidamente con un arranque dotado de adrenalina. Entre medio de cada secuencia, pequeñas muestras de locura cinematográfica comienzan a asomar, previniendo o quizás avisando al espectador lo que luego puede llegar a emerger con mayor fuerza, con ráfagas de alboroto y desconcierto. A medida que avanzan los minutos y cuanto más poder adquiere la figura central, Lucy gana en entretenimiento pero pierde, en instancias, por su previsibilidad. Besson acierta cuando monta un relato en el que es mejor no ahondar en explicaciones profundas que intenten fundamentar la mutación y lo que va experimentando el personaje de Johansson. Existen momentos en los que el realizador pierde el control y se va por las ramas, apelando a una serie de eventos en los que prima el sinsentido. Es allí donde esta suerte de ilógica no encuentra aclaración o clasificación posible ni siquiera desde algún tipo de simbolismo. Sin embargo, el francés es consciente de ello y utiliza esos elementos de naturaleza indescriptible en pos de un espectáculo anodino y meramente orientado hacia el esparcimiento, permitiendo así que el observador simplemente se deje llevar y no se detenga demasiado en poner la mente en funcionamiento. Vale destacar la gran actuación que lleva a cabo Scarlett, primero como una simple mujer que no sabe en qué la han metido y luego, con el rotundo cambio, como una especie de máquina que arrasa con todo lo que se tope en su camino (mención especial a la vertiginosa escena de autos). Lucy acaba resultando una película que mantiene, en líneas generales, la dinámica. Delirante y disparatada, se mueve bien en el ámbito de la distracción llevadera, en donde la acción también encuentra ciertas pizcas de humor como un componente aliado. LO MEJOR: entretenida, despreocupada. Se pasa rápido. Scarlett Johansson, de muy buen papel. LO PEOR: cuando el delirio se extiende un poco más de la cuenta. PUNTAJE: 6,7
Atracción fatal Tras nueve años de la mínimamente llamativa primera entrega, una nueva edición emerge a las salas y con ella renace la expectativa de la misma forma en que aparecen las dudas y los cuestionamientos. Mantener el nivel de su predecesora resulta una tarea sumamente difícil; de hecho son contadas las veces en las que una segunda parte ha podido superar a su pieza anterior. Aún con intermitencias y con momentos en los que parece olvidar sus limitaciones, Sin City 2: Una mujer para matar o morir completa una aceptable performance, conservando algunos trozos de lo bueno que supieron cimentar Robert Rodriguez y Frank Miller en la precursora. En esta oportunidad, Dwight (aquí desde la encarnación de Josh Brolin), seducido, manipulado y traicionado por Ava Lord (una cautivante Eva Green), intenta ajustar cuentas con ella. Nancy acumula sed de venganza y Johny se propone aniquilar al villano más despreciable de Sin City. No hay nada para reprocharle al film en términos técnicos; la imagen lúgubre y desolada de la ciudad sigue vigente y firme bajo ese sugestivo y estimulante trabajo de fotografía. El clima de cine noir almacena el estilo siniestro de lo que fue la apertura, hace casi 10 años, apostando fuerte a ese aspecto en el que más favorecida sale la proyección. Vale destacar la inclusión de Joseph Gordon-Levitt, actor que revitaliza un poco la cuestión construyendo un personaje de apariencia y mirada segura, que no se achica ante ningún individuo que se le interponga en su camino. El joven director y protagonista de Don Jon le añade frescura al film y posiblemente el capítulo en el que presta su presencia sea de los más atrayentes. Más allá de lo irregular y de a ratos poco conectora que se hace Sin City 2: Una mujer para matar o morir, la obra acierta en cuanto a la duración, apenas sobrepasando la hora y media, desestimando así la posibilidad de recaer en rellenos que terminen haciendo el asunto más denso de lo previsto. Féminas atractivas y armadas hasta la médula sobran en esta segunda porción; Eva Green acaba siendo la más provocadora. Decapitaciones, balazos y salpicones de sangre no le faltan, aunque por momentos dé la sensación de que se recae en más de lo mismo o en la reiteración innecesaria y poco sorpresiva que infiere la violencia en sí en la pantalla. Sin City: A Dame to Kill For triunfa cuando vemos en acción a esa mole que no le teme a nada que compone nuevamente con solvencia Mickey Rourke. También saca unos puntos extra con el aporte de Gordon-Levitt, aunque lejos queda su esencia de aproximarse a la notable primera edición. LO MEJOR: la fuerza visual, intacta. La aparición de Gordon-Levitt y Eva Green. LO PEOR: no aporta demasiado en materia de novedoso. Las historias no tienen el mismo poder de enlace que en el film anterior. PUNTAJE: 6 Recordando a Sin City En 2005 tuvo lugar esta esperada adaptación del cómic de Frank Miller que acabó convirtiéndose en un gran clásico y exponente del cine negro. Sin City para muchos ha sido algo lenta o perezosa en su desarrollo, algo indiscutible dado que no se trata de un film dotado de un ritmo avasallante; tampoco es lo que ha buscado y no tendría el mismo sentido si hubiese poseído un fuerte dinamismo. La obra de Robert Rodriguez y Miller (que se valió de la participación como director invitado de Quentin Tarantino) se caracterizó por una puesta en escena de una potencia visual magnífica, una suerte de halago para la óptica humana. Imágenes bañadas de un valor estético preciosista fusionadas con ambientaciones apagadas, sombrías, lluviosas, siempre acorde a una serie de acontecimientos de un nivel de podredumbre importante y variable, en términos morales y de corrupción. Tres historias en las que cada sujeto tiene un vínculo firme y estrecho con alguna mujer en cuestión. Una atadura que funciona en cada caso como motor o empuje a la hora de llevar a cabo acciones vengativas, de redención, algunas más bestiales y salvajes que otras. Un reparto amplio en el que se lucieron Mickey Rourke, Bruce Willis y Cliwe Owen, y en el que además participaron Rosario Dawson, Jessica Alba, Benicio Del Toro, Elijah Wood, Josh Harnett y Michael Madsen, entre otros. Cada episodio tiene un caudillo que relata sus sensaciones, sus pensamientos y sus travesías. Una narración casi poética a tono con la calidad de las láminas fundidas en ese blanco y negro sutil y refinado en el que cada tanto se cuela algún retazo de color. Sin City ha llamado la atención y ha trascendido principalmente por la elegancia propia que adquiere desde lo visual y por la cantidad de figuras que se predispusieron a formar parte de ella. Una ciudad sórdida, melancólica, donde los burdeles copan las calles y la sensualidad de las mujeres se entremezcla con su coraje. Violenta y distinta, aunque no para todos los gustos, se ha convertido en una más que interesante y memorable propuesta. PUNTAJE: 7,7
El club de las despechadas Algo ha pasado con Nick Cassavetes tras proyecciones de gran aceptación por parte de la crítica y de los espectadores como John Q. y The Notebook. Aquí, en Mujeres al ataque, con guión de Melissa Stack, el asunto está orientado más precisamente al público femenino. Su problema no tiene que ver con la idea central en sí de la narración sino que encuentra lugar en el cómo, es decir, en la forma en que los acontecimientos se vuelcan a la pantalla. Al film le cuesta avanzar y enganchar al observador. Lo que sucede hasta pasada la primera hora se puede resumir en las pocas líneas que definen su trama o sinopsis (algo que además se visualiza en el tráiler): una mujer casada descubre que su marido tiene una aventura con otra fémina; ambas hallan a una tercera muchacha también involucrada con el mismo sujeto. Las tres aúnan fuerzas para vengarse. No todo lo que acontece en la historia es gracioso, o incluso peor que eso; la mayoría de las situaciones que se sortean carecen de gracia y simpatía. Mujeres al ataque es una comedia inofensiva, por momentos forzada en su afán por hacer reír y de a ratos desprovista de dinamismo. Lo más salvable de la cinta realizada por Cassavetes es que no es netamente aburrida; si bien el entretenimiento es irregular y en líneas generales lo que tiene por contar está poco aprovechado, posee algunas que otras escenas llevaderas (principalmente en las que aparece Don Johnson encarnando a quien sería el padre del personaje que compone Cameron Diaz). Existen circunstancias que dan la sensación de estar de relleno para ocupar un poco más de espacio, extendiéndose para alargar la duración de la película y pasar así los 109 minutos. Abundan los gags sin chispa y fuera de timing, así como también algunos que otros eventos demasiado utilizados y agotados en el género. No se explota la posibilidad de cimentar una obra más picante, osada y de resoluciones embarazosas como quizás pedía el relato. El histrionismo de Cameron Diaz y de Leslie Mann está a la orden del día en esta cinta que como comedia falla rotundamente. LO MEJOR: apenas pasa la hora y media de metraje. LO PEOR: cómo se abordan y exponen las situaciones, sin fuerza de enlace, sin chispa. Propuesta poco jugada en la plasmación a la pantalla. PUNTAJE: 2