Cuidado con La mejor oferta, de Giuseppe Tornatore porque aunque tiene algunos puntos atractivos nos puede hacer caer en un trampa de osos. Se estrena el 10 de julio en Buenos Aires. Por empezar, su titulo de alguna manera suena como el de La grande belleza: es verdad: articulo, adjetivo y sustantivo, en lo posible en italiano. Pero La migliore offerta no es La grande bellezza. Película distinta y desafiante la de Sorrentino, la de Tornatore no. Veamos: Virgil Oldman (Geoffrey Rush) es un prestigioso subastador de arte. Dirige su propia negocio, una especie de Sothebys o Christies de la ficción. Por sus subastas pasan los precios más exhorbitantes del mercado del arte, y en su mayoría, las obras provienen de herencias familiares devenidas cuyos objetos son algunos malogrados por una tasacion voluntariamente “defectuosa”. Aunque filmada en Italia, pero sin aclarar nunca en qué ciudad, la historia empieza a perder puntos por el idioma original que elige. Quizas el italiano, en lugar del inglés, hubiese correspondido mejor con esa aura temática que aborda: el mundo de las pinturas del renacimiento italiano o flamenco, refinamiento de palazzos y vedutas o mujeres salidas de retratos etéreos del siglo XV, como querrá mostrarse a través de su actriz protagonista (la holandesa Sylvia Hoecks) que practicamente no se muestra durante mas de la mitad de la pelicula. El inglés le da un internacionalismo, es verdad, obligado por la coproducción tal vez por la distribución pero es uno de las tantos elementos que la desmerecen. Las mujeres para Virgil son inalcanzables como las de los retratos que atesora en una bóveda detrás de su closet de guantes, cuadros adquiridos de manera tramposa, claro. Las fobias al sexo contrario y la soledad del hombre exitoso y refinado cenando solo en el restaurant momentos antes de su cumpleaños terminan siendo dos obviedades que Tornatore se ocupa de marcar de modo constante a lo largo de las más de dos horas,a lo cual se le suma inmediatamente el tema de lo falso y lo verdadero, primero en el arte, despues en el amor. Esas insistencias siempre se harán desde el diálogo, cargado de sobreexplicaciones que el guión presenta casi con desparpajo triangulando tres tópicos bien cinematograficos pero mal usados: el mercado del arte, las mujeres y el engaño. Oldman (viejo señor por si queda alguna duda) es un tipo hosco que logicamente solo puede rendirse a los pies del amor pero que necesita del consejo del joven “arreglatuti” que irá armando un autómata del siglo XVIII con algunas piezas encontradas que va trayendo Virgil de la casa de la misteriosa y joven Claire, cosa de no perder de vista hacer otro negocio. Lugares en donde la película no sólo pierde credibilidad sino se torna cuasi infantil, no puedo dejar de relacionarlo con el autómata que se arma en La invención de Hugo Cabred, de Scorsese. Claire es una heredera que sufre una extraña forma de fobia social y va a complicar la vida de Oldman hasta transformarla. Tornatore presenta una obra que simula misterio, acumulando un conjunto de símbolos tan literales (el voyeurismo detras de la escultura de los amantes, los guantes, el cabello teñido, la pared con trompe loeil que separa a Virgil de Claire, la enana que lista una serie interminable de numeros, etc etc) que pierden su sentido último y todo el refinamiento de la puesta en escena o la ajustada actuación de Rush, y hasta la de Sutherland caen en una bolsa algo insalvable.
“Una palabra te embaraza. Una palabra te hace enamorar.” Frases de esta peculiar naturaleza tiene la pelicula original del 2003, de Park Chan-Wook que versiona 10 años después el consagrado Spike Lee (Haz lo correcto, Malcolm X) uno de esos directores-autores cuyos estrenos esperábamos ansiosos en los 90. Las críticas no acompañan a esta nueva Oldboy, al menos en la Argentina. Puesta en comparación con su predecesora pierde muchos puntos, primero porque el cine coreano tiene sus seguidores acérrimos y después porque la pelicula de Park Chan-Wook ocupa un lugar de culto indiscutible. Hay muchas cosas que se alegan, en general muy básicas, en los comentarios que denostan el film de Lee, por ejemplo lo anodino, lo frío y lo hueco del tratamiento general frente a lo pasional, visceral y poética propuesta de Park Chan-wook. A mí, este Oldboy me abrió una llave a la película original. Para pensar de qué manera las relaciones entre aquella y su copia, o entre el cine oriental y el cine hollywoodense (que no es lo mismo que occidental), plantean un modo posible de hacer crítica no muy habituada a salir de lo binario bueno-malo; viejo-nuevo o nuevo-agotado. No creo que esta Oldboy “hollywoodense” sea absolutamente desechable como se postula. Si no se conociera la original, es más, si no se supiera siquiera que hay una original, la pelicula de Spike Lee funcionaría como un thriller aceptable, con una estética de la musculatura masculina, diría, del héroe transformado que comienza a obsesionarse con su cuerpo correspondiente con los años de encierro y gimnasia de televisión para enfrentar a vaya saber qué enemigo. Este Joe Ducet, muy all show de Josh Brolin. sería algo asó como un nuevo Rock, listo para su pelea con el mundo. En la Oldboy de Park, los 15 años que su protagonista permanece misteriosamente secuestrado responden a algo mucho más misterioso e impenetrable que en la nueva Oldboy, que sugiere más el castigo a una vida de alcohólico abandónico, con muchos tintes moralistas acorde a los nuevos tiempos. Joe Ducet pasa 20 años encerrado en esa habitación con estética de motel, un no-lugar desde donde solo la tv le devuelve algún rasgo histórico: la caída de las torres gemelas, la asunción de Obama, por ejemplo. En ese sentido, la televisión ocupa un lugar central en la manipulación de los deseos, cosa que conecta en algo con La Naranja mecánica de Kubrick y que se explicita más groseramente, diría, en el film de Lee que en la pelicula coreana. La pelicula actual está claramente dividida en dos partes, es un relato más bien sencillo que no altera ni incomoda más que por sus escenas de violencia, suficientemente esteticistas nunca aberrantes. La pelicula coreana entrelaza el relato de los tiempos pasado-presente, interrumpidos por grandes elipsis que interrogan con fuerza al espectador. En Spike Lee, en cambio, la linea de causas y efectos es ininterrumpida. Nunca hay demasiada duda ni siquiera de los espacios que se recorren. El otro gran tema de Oldboy es el incesto. En la pelicula de Spike Lee hay una perversión más manifiesta y estilizada incluso en el tratamiento de la puesta en escena, actualizando a su vez el tema al de del abuso familiar padre-hijos, y buscando la justificación de la a posible condena y su correspondientemente castigo. En Park Chan-Wook, el incesto está cruzado por algo más místico y animal que tiene su punto poético culminante en la escena de hipnotismo. También, recomiendo volver a ver ambos finales para entender cómo en el cine contemporáneo buena parte de lo que pasa, pasa por la enunciación: es decir qué sabe el o los personajes de sus actos, cómo manejan lo que sabe, y cómo el espectador es envuelto en esa suma de saberes. Creo que puestos en disputa, ambos finales pueden ayudar a pensar modelos distintos de confección de puntos de vista filmicos. En suma, me interesó Oldboy y si la pregunta es “para qué” ver esta remake, respondo: para volver a la anterior y aprender las distancias que hay entre ambas tanto a nivel producción, como narración como construcción material.
Hay algo de apocalíptico en la ópera prima de Luis Ziembrowski que se estrena este proximo 5 de junio en el Gaumont y tendrá tambien sus funciones en el MALBA a partir del 13 de junio. Un espacio que en algún momento se torna teatral, el de un callejón de la ciudad de Buenos Aires, tal vez cerca de la cancha de Huracán en Parque Patricios parece acorralar a una serie de personajes para los que el guión de Iosi Havilio y el mismo Ziembrowski les otorga un clima de sugerencia y retaceo de información por sobre la claridad y lo explicito. Todos y cada uno, pero antes que nada su protagonista, un Sergio Boris exacto en su frustración y paranoia constante, se mueven en un mundo amenazante, un tiempo de presente-futuro en el que la TV es canal que envía mensajes de “interferencia popular” o videos caseros que registran situaciones o detalles de la realidad sin importancia aparente. La ciudad es un territorio que permanece en off, ahí están los movimientos sociales accionando en barricadas, gomas quemadas, bombas de humo. Resistencias populares que se tornan espesas en sonidos fuera de campo. Para eso mejor cerrar las puertas y las ventanas. Todo sugerente, decíamos. Y cargado de un sentido político marcando señales que se podrían releer desde una lectura de esta actualidad de transición política. Significados todos que se sostienen en la pelicula de Ziembrowski con el trabajo de una fotografía de Segundo Cerrato sutil y de contrastes, apoyado también en el montaje de Andres Tambornino entre los planos secuencia y una cámara en movimiento permanente. Un prólogo ambiguo. El plano secuencia de un cumpleaños de niños sordomudos que culmina con una situación extraña, anuncia lo que va a ser el núcleo general de la pelicula. Una familia comiendo pizza frente a la descripción que hace una mujer en silla de ruedas del comienzo de la pelicula Oktubre de Eisenstein. De ahí en más, la pelicula va a navegar en aguas de lo implícito, lo no dicho, más de esto que de lo explicado, que no tendrá hasta los últimos 10 minutos una resolución. Bruno está desocupado, tiene changas de fotografía social, un padre ciego de una panadería semivacia. Un hijo adolescente, Damián, todavia en el colegio . Enfrente de su casa hay una fábrica abandonada donde vive un okupa, con un pasado de boxeador y mucho misterio. Buen debut de Luis Ziembrowski, prolífico actor de teatro, television y cine. Trabajó en más de 20 películas como actor (“Deshora”, “Ni un hombre más”, “Un amor”, “Aballay”, “Mientras tanto”, ”Tatuado” (Premio al mejor actor en el Festival de Marsella y Mejor actor de reparto, Clarín), “La vida por Perón” y “Sudeste” (Premio al mejor actor en Amiens). Y como co-guionista en los filmes: “El propietario”, “La vida por Perón”. Gaumont: Estreno 5 de junio MALBA Viernes 13 de junio a las 22:00 hs. Viernes 20 de junio a las 22:00 hs. Viernes 27 de junio a las 22:00 hs.
Miguel Angel Danna es un hombre común en la piel de un personaje extraordinario, nacido en Mar del Plata hace 39 años, con sus padres separados desde muy pequeño vivió buena parte de su infancia con un padre mezcla de hippie y empresario en una casa rodante. A sus 8 años un hecho crucial marca a esa familia para siempre: la muerte de una pequeña hermana ahogada en la pileta. Y una herida que no cierra. Una pileta es, precisamente, de los elementos que recurrentemente aparece en la idea visual de la película. Luego, cuestiones del Santo Grial, el teatro mágico de la existencia, la Escuela de los misterios liderada por un tal Mehir, que lo involucra a Miguel durante 20 años en una de las tantas sectas que prometen la búsqueda de la felicidad. Mehir, hoy prófugo de la justicia, aparece como un Jesús contemporáneo al que se adscribe con un convencimiento que es el mismo con el que se sale. Detrás de eso Miguel quiere llegar al numero de 100 amantes, no trabaja, se separa de su mujer, construye un universo entre espiritual, poético y atorrante intensamente respetado en la version cinematográfica de Tokman. Un aire de libertad y alegría por vivir ronda toda la película. La búsqueda de la felicidad tendrá como resultado un desgrane inicial en imágenes superpuestas, con fotografías familiares, búsquedas plásticas y un puntapie inicial con el tema de la locura que dispara la pregunta sobre cual es el tipo de locura al fin y al cabo.
Pensar al otro siempre es un problema. Por empezar, el otro se define por la diferencia,. Ni por la igualdad ni por la similitud, por la diferencia, cosa que explica, de algún modo, al propio sujeto que somos. ”Cada conciencia persigue la muerte del otro” dice Hegel, una intención que nunca encuentra final. A Goyo Carrizo, sujeto de este documental virtuoso, se lo conoce como el amigo de Diego Maradona, el que jugó en el equipo Los Cebollitas, el que lo descubrió y lo llevó a Argentinos Juniors: “en el barrio hay un pibe que la rompe”, dice. Entonces le piden que traiga al pibito. Tal vez por primera vez se lo piensa a Goyo objetivamente, como el Maradona que no fue, el segundo Maradona, el “otro fenómeno de jugador ” tocado por la vara de un destino extraño. Sin embargo, aquello que parecía solo cuestión de destino el documental se encarga de subvertirlo: un contexto, un momento, una familia, una sociedad, una elección. Está claro, nadie estaba preparado para que hubiera dos Maradonas. Si el documental de Ezequiel Luka y Gabriel Amiel, ópera prima, de lo mejor que se pudo ver últimamente, en lugar de pensar la categoría del otro desde el presente, lo hubiera hecho desde el pasado hubiera perdido tal vez el brillo de lo mejor que tiene que es el propio Goyo, por una vez protagonista de alguna historia. El ambiente es el del fútbol juvenil e infantil a través del cual Goyo se mueve buscando nuevos talentos para ofrecer a los clubes de Capital. Canchas de barro en clubes de provincia, lejos del glamour de los clubes de primera, ni hablar de los de Europa, canchitas de barrios pobres, inundadas u ocupadas en los que, ausente, Maradona siempre está. Nombrado, deseado, admirado, en posters, banderines… Las imágenes de archivo, inéditas, del Maradona de Los Cebollitas en color aportan la cuota al documental de investigación. Interesante el juego cuando Goyo coloca en los datos del hotel en San Juan el nombre de su hijo: Diego Armando. Raramente nuestro protagonista habla a cámara, y cuando lo hace, confiesa un pasado oscuro, la rotura de ligamentos que no pudo superar, y la descripción de una situación de contexto que fue la que hizo en definitiva que llegue donde está, cuando recae toda la ternura del tipo que llora y no puede dejar de llorar. Lo demás es un encuentro permanente con viejos amigos, admiradores, amigos del fútbol, todos aquellos que lo miran con un resquicio de admiración. En la elección oportuna de la observación, la cámara no irrumpe, ni opina, ni reflexiona, sino asiste en su invisibilidad a un mundo al que sería imposible entrar de otra manera: el del fútbol de todos los días en todos los potreros y canchas del pais. Ahí el film exhibe en todo su optimismo: entre la voz interna de tal vez el admirador numero 1 del mejor jugador de todos el tiempos, el otro, Diego Maradona.
Sin duda, la atractiva y desconcertante El desconocido del lago es el estreno del día. Alain Guiraudie director de El rey de la evasión que solo pudimos ver en BAFICI, logra una película atrapante, hecha de correspondencias de sensualidades. Primero, correspondencias entre dos paisajes: el paisaje natural y el paisaje humano. Luego correspondencias de opuestos: lo bueno, lo malo, lo bello, terrible apareciendo trasmutados detràs del brillo de ese paraìso perdido . Un lugar exclusivo para hombres, a orillas de un lago, una playa rodeada de bosque donde se producen reuniones sexuales y ocasionales. Cuerpos desnudos masculinos bronceados y al sol, que la cámara no teme encuadrar en toda su naturaleza, la mayoría de las veces en planos generales para que nunca se escape el entorno, tan significativo. Más alejado de ese espacio, debajo de un árbol, un hombre cuarentón, no tan adonis como el resto, se sienta todos los días mirando el lago. Franck no tarda en acercarse y comienza una amistad. Pero mas allá siguen pasando cosas y Michel, sugestivo y hermoso, es el personaje que va a atraer sexualmente a Franck. Un solo plano le basta a Guiraudie para decir mucho. (Excelente fotografia de Claire Mathon) En general, recurre a la frecuencia de un mismo plano como la de los autos estacionando todos los dias en el mismo lugar. A modo de mojones en la narración, estos planos hay que verlos en una totalidad mucho mas significativa: el juego-pelea de los amantes en el lago empieza siendo el encuadre de un voyeurista mirando un objeto de deseo y termina siendo la de un testigo asistiendo a un asesinato. Ese momento, brilla: Franck no puede evitar enamorarse de ese hombre (un asesino?)y todo entrará a partir de ahi en un embudo dificil y fascinante. Para Franck el hombre corpulento es menos importante pero en el juego narrativo del film parece ser el verdadero desconocido del lago: pregunta en todo caso qu que Guiraudie tambien se ocupará sistematicamenet de tirar abajo. El homoerotismo a pleno no es superficial, no cae en lugares comunes y que se introduce en vericuetos de un thriller apasionante. El desconocido del lago es uno de esos films “problemáticos” que interroga en lugar de dar respuestas, que hace que espectador sienta esa interpelación primero como un ataque a sus prejuicios y despues como un desafío a su propia inteligencia.
Her: el cine de la supersimetría ALEJANDRA PORTELA en mar 23, 2014 at 21: 39 Retomando algo que se dijo en este mismo sitio sobre aquello de pensar qué cosas se “se le pide al arte y a la literatura“, pienso en lo mágico y productivo que resulta en definitiva ese encuentro entre lo que se le puede pedir al cine y lo que el cine te da. Todo lo contrario a listas enormes de obviedades, o de situaciones, incluso diálogos, o imágenes que se ven una y otra vez, repetidoras de formas, y huecas, en fin, de posibles intuiciones, de dar con otros espacios posibles, u otros sistemas de relaciones. Me pasó, mal ,con Her, de Spike Jonze, me pasó bien con E Agora lembra-me, me pasó en algún punto mal con Agosto, me pasó bien con El desconocido del lago. Algunas de estas películas en este mismo sitio fueron bien valoradas, pues siempre nos enriqueceremos con el disenso y la opinión. Her resulta ser un film complaciente del “puro diseño visual”, alegato del sublime tecnológico que pregonaban algunos autores en los 80´, victoria definitiva de la máquina como pensamiento. 120 minutos de exaltación retrofuturista con su escenografía y vestuario de colores “suficientemente” pasteles y “suficientemente” bellos, ascensores con transparencias de ramas y hojas, un avión clavado de punta en medio de una plaza seca, edificios iluminados por una luz de amanecer constante, envuelto tambien en una banda sonora de minimal sounds, de Arcade fire. Supersimetría de las formas y las lineas. Definitivamente el diseño no es arte. Tanto como es imposible la existencia de un mundo donde los sistemas operativos decidan retirarse a mejor vida para respetar las soledades o las decisiones de los seres humanos. Pero el problema de Her no está en su inverosímil, ni en su ficcionalida, sino en la sensación que nada escapa al control que ejerce el diálogo, a lo dicho, lo preguntado y lo respondido y en todo caso a lo que la imagen se esfuerza en reforzar por si acaso no quedara claro, como los hombres que caminan por la calle y hablan solos con sus pequeños dispositivos o las partes del cuerpo humano “desmembrados” a la hora de preguntarse qué pasaría si de pronto vemos un cuerpo por primera vez. Lo que rodea a Theodore y él no puede ver es que todos están en esa misma contradicción: envueltos amorosamente en mundos virtuales, que presentan algo así como una “otredad”. No hace falta ir muy al futuro para ver esto ahora mismo ¿Qué se le puede pedir al cine a comienzos del siglo XXI? Mucho, todo. Por eso seguirá existiendo. Al menos, lo que tiene para darnos, en algunos casos es solamente migajas para pasar un lindo rato, con problemas que no pasan de la superficie porque todo está tragicamente subsumido en una triste
Fito Pochat y Javier Olivera encontraron en Mika un personaje fascinante que reúne todos los componentes para hacer un documental sustancioso tanto en lo histórico como en lo personal: Mika Feldman, nacida en la Argentina termina luchando en las brigadas del POUM, (Partido Obrero de Unificación Marxista) en la Guerra Civil Española, una guerra que se caracterizó por la importante acción de extranjeros que se sumaron a la lucha republicana. Su autobiografía, Mika, mi guerra de España, nunca editada en Argentina, es el material que da el hilo vertebral al documental desde la voz magistral de Cristina Banegas: esa voz narradoraconmovedora o firme, emotiva o risueña, va construyendo desde la primera persona las experiencias de la mujer, la esposa, la amante, la “capitana”, la militante comprometida con su batallón. La figura de Hipólito Etchebehere, también argentino, muerto en batalla, esposo de Mika, y mirado desde sus ojos que invitan a mirar también a través de los ojos del espectador en las fotografías de archivo que van pasando bajo la voz narradora. Una historia de amor que está por debajo de una historia politica: una pareja troskysta que va a materializar aquello de la revolución internacional: primero llegan a la Berlin pre-nacional socialista, el triunfo de Hitler es la primera derrota. En España la derrota de la República y la adscripción a la a resistencia que inicia la Guerra Civil es el caldo ideal: “Hipolito muere con los ojos abiertos y una sonrisa en la cara”. Nada podía distraer al matrimonio del compromiso revolucionario: atrás quedó una vida en la Patagonia, una posible familia con hijos. Una entrevista en blanco y negro, nos pone frente a una Mika ya anciana que desde un perfecto francés da detalles de distintos momentos de su acción en Sigüenza o Madrid. Tambien ahi aparece la firmeza y la melancolía. La trama de la derrota de la guerra civil se despliega en el documental con complejidad a la vez que con claridad: no escapan los detalles del sitio en la catedral de Sigüenza, el quedar librados a su suerte por el comunismo, la entrega final. En la París actual, el sobrino nieto de Mika: Arnold Etchebere es la conexión que los directores utilizan con el presente, logrando que la narración logre un interesante diálogo entre los rastros en el presente de aquella lucha. Entre las cosas que ocurrieron en el festival de Mar del Plata donde se preestrenó: un público tan cálido como la película que se vio, no terminaba de irse de la sala, contando testimonios de sus propios padres, republicanos que vinieron a la Argentina. Y emocionando a toda la platea. El estreno del documental uenos Aires, viene acompañado del libro original que comienza a distribuirse Eudeba por estos dias. EN CINES Gaumont (consultar horarios) y MALBA (sábados de marzo 18hs) SALAS DE CINEGAUMONT
Este jueves se estrena en Buenos Aires la pelicula que lleva a Paolo Sorrentino a ganar el BAFTA y a la candidatura por el Oscar. Una bella experiencia filmica. “Viajar es útil, despierta la imaginación. Todo lo demás es desilusión y fatiga. Nuestro viaje es enteramente imaginario. Ahí reside su fuerza. Va de la vida a la muerte. Todo es inventado. Basta cerrar los ojos…” Esta cita de Celine: tomada de “Viaje al fin de la vida” prologa el nuevo film de Sorrentino que bien o mal está levantando polémica. Como en general pasa con las obras que sacuden. En el comienzo, el viaje parte viendo la panorámica sesgada de Roma desde el Janiculo. Somos turistas en el parque Garibaldi, tras uno o dos planos del monumento de Garibaldi, prócer de la unificación alemana, un coro contemporáneo despliega “I lie” de David Lang, tema del minimalismo conceptualista, con algo de sagrado. Un japonés se desprende del grupo que escucha a la guía sobre la fuente del Aqua Paola, excelencia de la arquitectura barroca, cae al piso. Los habitantes de Roma son los turistas. “Los demás, mercaderes y tenderos”. A partir de ahí, entramos a la fiesta, un grito inicia el remix electrónico de Bob Sinclair y Rafaela Carra y la postal de Roma no es la que puede dar el cine holywoodense, ni el documental del E-Planet, Roma aparece de soslayo. Sorrentino parece instalarse en una tradición que dispara hacia el futuro: mueve la colita y sigue el baile! Su protagonista, el escritor de una sola novela Jep Gambardella (Toni Servilio) está destinado a la belleza y la sensiblidad, pero tambien, como todos los demás personajes, está destinado a la decadencia de un tiempo que ya no espera. Gep podrá detenerse en la luz que rebota en los puentes de Roma, en el Coliseo que se ve de su terraza, o en los pájaros que cruzan el cielo en sus caminatas por la ciudad pero tambien puede ser el ser más agudo y mas cruel: un insociable, un tipo que espera la muerte. Envidia y desprecio, sufrimiento y modernidad, ridiculo y orgullo, una sociedad que ostenta y esconde fragilidad y mentiras, banalidades. Un personaje distópico que observa los placeres del mundo con la mirada de un hombre de 65 años que mira una historia de amor del pasado. En esa espera, Sorrentino aprovecha para pensar un tiempo conformado por movimientos de cámara que parecen irreales, bamboleantes o planos nocturnos prevalecen: la Plaza Navona en el ángulo la cámara supone alejarse tambien de la imagen de folleto de museo. Roma es barroca, atrapa en toda su retórica, y todo su eclecticismo contemporaneo: la Iglesia Santa Agnese en Agonia, el Museo Capitolino de noche, iluminado al ras, a contraluz, donde está la enorme escultura del rio que sirve de imagen del afiche del film, las raras vistas del templete de Bramante que marcan el lugar del martirio de San Pedro. Algunas de estas escenas parecen autónmas del resto. Ejercicios formales donde una nena escondida se identifica con la forma de una juguera de diseño moderno. La belleza tambien es dolor y puesta en ridículo: la performance del golpe en la cabeza, la de la nena tirando latas de pintura contra la tela en una fiesta. Tiempos en que el dinero justifica todo y en que la espiritualidad tambien se convierte en espectáculo, la de la monja centenaria y milagrera en la ciudad de la cristiandad y del turismo. Y por si no queda claro como puede aparecer la belleza frente a nuestros ojos, hay que quedarse hasta el final para ver el gran plano sobre el rio Tiber.
Cuatro nominaciones al Oscar para la nueva película de Stephen Frears que no pasa desapercibida en la cartelera de Buenos Aires. “Un buen director sin estilo” dice Gustavo Castagna en el diario Tiempo Argentino de Stephen Frears, cuya última pelicula está nominada para el premio Oscar en rubros como mejor pelicula, mejor guión adaptado, mejor actriz y banda sonora. En todo caso, si no se tuviera en cuenta la firma, no llevaría a pensar automáticamente en películas como Ropa limpia negocios sucios, Susurros en tus oidos, o la fundamental Relaciones peligrosas. Lo de Philomena no pasa de la media de estilo, es verdad. Ahora bien, hay dos cosas que sí tiene Philomena que la hacen atractiva como un imán: una, ese adorable personaje que construye Judy Dench, una actriz de 79 años que llena la pantalla con su enfermera, clase baja, lectora del Reader Digest, la otra la relación que establece con su partenaire, el periodista caído en desgracia Martin Sixsmith, interpretado por Steve Coogan. Coogan es un polémico actor, productor, personaje de los medios ingleses, que hace de su Martin Sixsmith un hombre amigable, protector, respetuoso, dueño de la enunciación de esta historia sobre la búsqueda que una madre irlandesa y septuagenaria que busca a su hijo arrancado de pequeño por las monjas de una institución de jóvenes expulsadas de sus casas por quedar embarazadas. La acusación directa a la institución del catolicismo más anquilosado, el juicio sobre el periodismo inescrupuloso que busca la historia infeliz, el flagelo del SIDA en los años 90, son los tres costados más obvios de esta historia, obviedades que el guión bordea, sin profundizar y sin convertirlos en alegatos obtusos. Lo mejor de Philomena es la cuestión humana que el guión del propio Coogan y Jeff Pope articula con destreza dentro de una historia demasiado densa y que se podría sintetizar en ese relato interminable que hace la mujer del contenido de una novela y que para Martin reemplaza la lectura del libro mismo. Un guiño a través del cual se intuye que esa relación entre Philomena-Martin es algo que recién empieza y la idea es que los hijos son los de la vida a veces mucho más que los del cuerpo.