Debo admitir mi ingenuidad, ya que estaba convencido de que la saga Crepúsculo era una trilogía. Como dirían los Les Luthiers, fue un error de lipotimia. Ahora que acabo de terminar de ver Eclipse, me vengo a enterar que hay una cuarta parte (ugh!), la cual se va a partir al medio y se convertirá en dos filmes al estilo de la última entrega de Harry Potter (re-ugh!!). Dios mío: y yo que pensé que me había librado de todo esto... Eclipse es la tercera entrega de la saga Twilight, la que arrancara con la excelente Crepúsculo (2008) y siguiera con la mediocre Luna Nueva (2009). Ahora tuvieron el tino de llamar a David Slade, el mismo de 30 Días de Oscuridad y Hard Candy, que sabe un poco sobre vampiros feroces y adolescentes sicópatas (como es este caso!). Las buenas nuevas es que Slade, al menos, ha podido afilar los colmillos y garras de los involucrados en este culebrón sobrenatural, con lo cual el filme es mucho más satisfactorio en cuanto a clima y violencia. El problema más grave sigue siendo el romance de fondo, ya que los autores (Stephenie Meyer, creadora; Melissa Rosenberg, guionista) siguen convencidos que están desarrollando la próxima Lo Que El Viento Se Llevó ... y la realidad termina por demostrar que se trata de un bodrio de aquellos. Me he puesto a analizar cúal es mi fobia con la saga Twilight, ya que la primera entrega me había caído muy bien. Las conclusiones a las que llego son que: a) es una historia plagada de deux ex machina que aparecen en cada capítulo (lobizones de último momento, sociedades secretas de super vampiros, acá el ejército de recién nacidos - vampiros recién contagiados y sedientos de sangre - y un sector de los vultures dispuesto a castigar a Edward por el sacrilegio de enamorarse de una mortal) b) el personaje de Bella Swan ha pasado de una pobre chica traumada a ser una insufrible histérica que ni siquiera vale dos pesos, y que tiene a todo el mundo en jaque debido a seguir enamorada del peor candidato posible sobre la faz de la Tierra (lo que termina de romper todos los tabúes posibles de la tradición vampírica de los Cullen). Pero el peor aspecto de todo esto es que Bella es, en realidad, un personaje antipático y desagradable. A ella no le importa abandonar a sus padres (la madre no valdrá nada, pero el padre al menos la quiere bien), no le importa convertirse en un muerto viviente que deberá chupar sangre el resto de su vida, ni tampoco le importa que no pueda tener hijos (quedarían siempre de la misma edad - el síndrome Kirsten Dunst de Entrevista con el Vampiro -). Tampoco parece importarle los graves problemas sicológicos que representa ser un paria inmortal para toda la eternidad. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis Y si bien Bella se ha convertido en algo tan agradable como un martillazo en los genitales, al menos hay que reconocer que la historia de Eclipse tiene un poco más de vuelo que la entrega anterior. En primer lugar, le provee un poco más de background a sus personajes, los que han comenzado a contar cómo se volvieron vampiros y hombres lobos (y eso le da la excusa a Slade de insertar un poco de violencia sanitizada como para condimentar las cosas). Otro punto es que estos personajes, aún cuando estén involucrados en un romance insufrible, tienen momentos de honestidad que son de agradecer. Bella sigue siendo detestable también en ese departamento, pero hay discursos sinceros de Robert Pattinson y Taylor Lautner (desde su declaración de amor hasta el diálogo que mantienen en la carpa) que están bien hechos. El último punto es que hay grageas de humor a lo largo de la historia, que combaten la auto seriedad que se impuso semejante historia ridícula. En un momento Pattinson ve a Lautner semidesnudo y le dice a Kristen Stewart: "y este pibe, ¿nunca tiene una remera para ponerse?". Pero aún con ciertas mejoras en la historia, Eclipse nunca llega a ser una película como la gente. La ridiculez ha menguado un poco, o la han maquillado con violencia y humor, pero es una trama plagada de problemas. Slade inyecta acción pero, como es una película adolescente, termina siendo tan aséptica que decepciona (cuando le arrancan un brazo a un vampiro, es como sacarle un brazo a un maniquí de yeso). Incluso el enorme ejército de recién nacidos que viene a arrasar el pueblo... termina convirtiéndose en un grupo de 30 pibes que no duran ni cinco minutos en pantalla. Al menos los productores de la saga deberían permitir introducir algunos cambios a la serie, tal como pasó con Harry Potter: primero, que haya más oscuridad en la historia, incluyendo muertes más explícitas; segundo, darle el mando a una mujer como fue la directora Catherine Hardwicke (responsable de Crepúsculo), alguien capaz de inyectar sensibilidad femenina al romance sin edulcorarlo (y camuflando sus defectos). El tema es que, así como está, Eclipse (y toda la saga de Twilight) se va desbarrancando hacia una mezcolanza de ideas y géneros sin terminar de ser efectiva en ninguno de ellos. Entretiene por la variedad, pero carece de substancia.
Brigada A (Los Magníficos en otros países de Latinoamérica) era otro ejemplo de la fast food televisiva que estaba de moda en los años 80. El padre de la serie es Stephen J. Canell, responsable de una parva de tiras memorables, que van desde The Rockford Files, Hunter, Wiseguy hasta Stingray, Renegado, Toma y Baretta. Si bien los productos de Canell eran superiores a la media, The A Team fue uno de sus experimentos más descerebrados y populares: un puñado de mercenarios de buen corazón, graciosos e invencibles, que aparecían de la nada para imponer justicia en el episodio de la semana. Lo que caracterizaba a la serie eran sus disparatadas persecuciones automovilísticas, la invención de alguna superarma hecha a partir de cacharros, y el tono irreverente de sus protagonistas. Brigada A obtuvo inmediatamente status de culto, durando 5 temporadas que se emitieron entre 1983 y 1987. Ahora llega esta versión para la pantalla grande, la cual había estado dando vueltas por los estudios desde mediados de los años 90. Al mando está Joe Carnahan - el mismo de la tarantinesca Ases Calientes (2007) -, quien coescribe el libreto junto a Skip Woods (Operación Swordfish) y Brian Bloom (que aquí hace de Pike, uno de los villanos principales). Y a juzgar por el resultado final, el veredicto sobre Brigada A 2010 sería que es tan fiel al original que comparte los mismos defectos y virtudes de la serie televisiva. No se precisa ser un genio para descubrir que el libreto de Brigada A es un disparate sin pies ni cabeza. Hay una trama básica, que todo el público puede seguir sin fundirse ni una neurona - ir al punto A, descubrir algo, balearse con algún villano, salir corriendo al punto B, y repetir la secuencia -, pero en cuanto al resto, el filme parece pertenecer a otra galaxia ya que aplica leyes de lógica y de física diferentes a la de este planeta. Hay una gigantesca aventura saltimbanqui internacional - van a Estados Unidos, saltan a Iraq, se escapan Alemania -, en donde todos esos lugares se encuentran a cinco minutos de viaje unos de otros, y en donde no existen controles policiales de ningún tipo (y eso que a estos tipos los buscan como si fueran terroristas internacionales). Hay unas matrices para imprimir dólares, que nadie explica cómo fueron a parar a Iraq (¿el gobierno norteamericano iba a poner una sucursal local de la Casa de la Moneda?). Hay un agente de la CIA que prefiere tomarse la molestia de liberar de la cárcel a Hannibal Smith y toda su gente antes de reclutar un equipo propio e ir ellos mismos tras las dichosas matrices. Y hay dos toneladas de persecuciones en las cuales las leyes de Newton directamente no se aplican, como cuando Murdock apaga el motor del helicóptero para evitar un par de misiles guiados por el calor y lo vuelve a encender a unos 20 metros del suelo; o como otra escena en la que nuestros héroes vienen en caída libre en un tanque (!), con la única ayuda de un miserable paracaídas (!!) y deciden reposicionar la trayectoria del impacto a cañonazo puro (!!!) para terminar de caer en medio de un lago (tsunami de wtf!!). Sinceramente Carnahan se merece un aplauso de pie por haber diseñado las secuencias de acción más ridículas y dementes desde Wanted - Se Busca y Los Angeles de Charlie. Al ser las escenas tan sideralmente exageradas, Brigada A termina por transformarse en un comic filmado que no se toma en serio a sí mismo en lo más mínimo. Si bien las secuencias de acción son tan absurdas que son lo mejor del filme por lejos, lo que atenta contra la efectividad cómica de Brigada A es la edición esquizofrénica de las mismas, que las convierten en una coctelera visual casi imposible de seguir. Aquí Carnahan ha decidido seguir la escuela del corte rápido al estilo de Michael Bay, metiendo 20 planos en 5 segundos, amén de mover la cámara todo el tiempo, lo que termina por dejar a la platea fuera de combate y con el estómago revuelto como si hubiera estado en una montaña rusa. En la mayoría de los casos uno tiene que esperar a que la acción se calme un poco como para recapitular lo ocurrido y saber quién quedó vivo o quién iba en ese coche que acaba de explotar. El otro punto que desmerece a Brigada A - además de la trama boba y la edición histérica - es la poco feliz decisión que poner a alguien sin timing cómico como Liam Neeson en el papel principal (aquí se precisaba a alguien como Bruce Willis para el rol de Hannibal Smith). El resto está más que ok - Bradley Cooper sigue siendo muy gracioso, el wrestler Rampage Jackson se ve demasiado amable como Baracus - , con la excepción de Sharlto Copley (Sector 9), que es un eximio ladrón de escenas y se devora el filme con cáscara y todo. Cuando el sudafricano está en pantalla, el resto del casting directamente no existe. Brigada A se trata de explosiones y chistes, y no ofrece mucho más que eso. Hay un esqueleto mínimo que se podría llamar "historia" y que sirve de excusa para enganchar una persecución exagerada tras otra, con el nivel de absurdo creciendo en progresión geométrica. Como acá pasan muchas cosas y pasan rápido, es difícil que uno se aburra o se detenga a pensar en lo ridículo de la trama. Y como las partes cómicas funcionan, uno le perdona la vida a la película pero no deja de reconocer sus limitaciones.
La Carretera está basada en la novela homónima ganadora del premio Pulitzer y escrita por Cormac McCarthy en el 2006. Como otro trabajo de McCarthy - No es Pais para Viejos - fue adaptado exitosamente al cine por los hermanos Coen en el 2007, Hollywood posó su mirada en el premiado libro del autor. Luego de varias idas y vueltas el director australiano John Hillcoat logró plasmarla y ponerla en cartelera en el 2009, recibiendo múltiples elogios de la crítica aunque - para variar - pasó desapercibida a la hora de las nominaciones al Oscar. Es un relato realmente amargo. Si hay algo que se le puede asemejar es la segunda parte de Threads (1984) o algunos momentos de The War Game (1965), que pintaban un mundo post apocaliptico con esperanza cero. Aquí el origen del holocausto es desconocido - es probable que se trate de algún tipo de plaga, ya que dejó a la tierra estéril, fulminó animales y plantas en todas partes del mundo -, y lo que queda es la lucha por la supervivencia. En el fondo La Carretera es un estudio sicológico sobre la gente frente al desastre. Cuando la catástrofe no tiene arreglo, persiste en el tiempo, lo que termina por suceder es que las personas empiezan a deshumanizarse. Sin esperanza, hambrientas, desconfiadas de las demás, las personas se transforman en depredadores de sí mismos. Este es un futuro para nada elegante. No hay héroes ni luchas épicas al estilo Mad Max; ni siquiera hay un atisbo de alguna luz al final del tunel. Frente a semejante cuadro, la gente reacciona como puede (o como le sale). La esposa que compone Charlize Theron no soporta la realidad, y abandona a su familia en busca de una muerte rápida que ponga fin a su sufrimiento. El padre - Viggo Mortensen - se aferra a la idea de que su hijo debe sobrevivir y que hay esperanza en algún lugar al sur; y el hijo, ajeno a la mayoría del horror que lo rodea, aún mantiene ciertas premisas de moralidad y humanidad que muchas veces terminan por frenar los impulsos desesperados de su padre de cometer una atrocidad con tal de sobrevivir. En ese estudio de caracteres es donde residen las mejores bazas de La Carretera, pero son a su vez el defecto de nacimiento que le impide llegar a algo más. Al ser el apocalipsis un escenario, el relato no le presta atención en explicarlo, justificarlo o lamentarlo. Al centrarse exclusivamente en los personajes y en las temibles decisiones diarias que deben enfrentar - Mortensen está siempre preparado para ponerle una bala en la cabeza a su hijo si las cosas se ponen feas -, la historia se limita a sensaciones y a algunas reflexiones, y por ello cuando llega el final no se siente como tal. Esto ni siquiera es la versión apocalíptica de La Vida es Bella, ya que Mortensen cuida a su hijo pero no le camufla el horror del mundo que lo rodea. Y lo que se le podría reprochar es que está tan ensimismado en sobrevivir cada día, que olvida entrenar a su hijo para el día en que deba manejarse por su cuenta. La Carretera es un filme que emociona a partir de la visión de los lazos entre los protagonistas. Pero también es cierto que es un filme que no va a ningún lado - cuando llega el climax, todo el trabajo de Mortensen no se pierde por una mera casualidad -, y que funciona mientras dura, por el hecho de que es una crónica de experiencias de viaje a la cual asistimos. Es triste, conmovedora, pero creo que le falta un punto final - ¿para qué sirvió todo lo que vimos y vivimos? - como para redondear una historia muy amarga pero muy bien contada.
- Ok, conchitas... veamos lo que hacen ahora! (diálogo dicho por Hit Girl, una superheroína sicópata de 11 años de edad, frente a una decena de criminales adultos y seriamente armados) Kick-Ass está basada en la novela gráfica del mismo nombre creada en el 2008 por Mark Millar, el mismo de Wanted - Se Busca. Al momento de publicarse llamó la atención de Matthew Vaughn (ex productor ejecutivo de los primeros filmes de Guy Ritchie como Lock, Stock and Two Smoking Barrels, y que se cortó solo para comenzar a dirigir sus propias películas como Layer Cake y Stardust, El Secreto de la Estrella), quien adquirió los derechos cinematográficos sobre el comic. Pero al presentar el proyecto a distintos estudios major, Vaughn se encontró con la negativa de los mismos, aduciendo el tono ultraviolento y políticamente incorrecto de la historia. Eso no amedrentó a Vaughn, quien salió a buscar capitales privados y terminó por financiar de manera independiente el filme. Y si bien Kick Ass al momento del estreno debutó primero en la taquilla, lo hizo en una semana de recaudaciones muy flojas (apenas 20 millones de dólares en el fin de semana inicial). El tema es que los resultados fueron buenos, pero no el enorme hit que estaban esperando. Parte del relativo fracaso de Kick Ass se deba posiblemente a que es una historia con problemas de identidad. En sí, tanto el trailer como el resumen del filme hacen creer que se trata de una parodia del género, lo cual es cierto durante los primeros 30 minutos del filme. Pero luego Kick Ass se sumerge en las rutinas propias del cine de superhéroes, sólo que le añade ultraviolencia y algunos toques bizarros. Y es que la película arranca como si fuera una versión adolescente de Defendor escrita por Judd Apatow (el mismo de Virgen a los 40), con todos los problemas lógicos de intentar ser un superhéroe en el mundo real, ideales justicieros que se ven estúpidos en la práctica, y criminales que se toman a risa la presencia de tipos disfrazados recitando los clichés del género, a lo que se suma las rutinas típicas de American Pie con muchachos nerds y calentones que no tienen éxito sexual con las chicas de su escuela. Esa primera media hora no está mal, pero tampoco es demasiado excitante, y por momentos intenta ser demasiado inteligente en contra de su naturaleza, con el protagonista citando todos los clichés propios de un héroe sin poderes (a lo Batman) e intentando desmitificarlos. Pero después las cosas cambian radicalmente, y ello ocurre cuando Nicolas Cage y su hija sicópata de 11 años ingresan a la historia. Es el momento en que el héroe del título termina sepultado y abandonado en su propio filme, y los secundarios se apoderan de la escena. No es un problema de la interpretación de Aaron Johnson, ya que su perfomance está más que ok y posee suficiente carisma; pero el libreto decide darle gas y las mejores líneas a Cage y compañía. A partir de allí, Kick Ass abandona su estilo Defendor mezclado con American Pie, y se transforma en la versión infantil de The Punisher encuentra a Layer Cake. Vale decir, hay un par de superhéroes de último momento - padre e hija - que despachan a los criminales de la manera más sangrienta posible, y a su vez el bando de los mafiosos está compuesto por tipos muy crueles y expeditivos pero a su vez muy simpáticos. El jefe mafioso de Mark Strong es propio de los filmes de Guy Ritchie que Vaughn produjera en su momento, y no tanto el villano habitual de los comics. Allí es cuando las cosas se ponen más interesantes pero también más bizarras, y es donde las aguas se dividen entre los críticos. El punto de discordia es la presencia del personaje de Chloe Grace Moretz, que con sus once años despedaza gente, recibe feroces golpizas, y putea como un camionero. Mientras que a James Berardinelli le fascinó, a Roger Ebert le pareció poco menos que una abominación. Ciertamente el hecho de poner un personaje infantil tan border no es nada nuevo; en comics o en la misma Robocop 2 habían niños que eran despiadados jefes mafiosos; y en la tradición del manga y animé japonés prosperan a toneladas los casos de tiernas estudiantes adolescentes convertidas en crueles asesinas seriales - sino, recuerden a la dulce Gogo Yubari de Kill Bill -. Aquí el punto más polémico es el clímax del filme, en donde Moretz recibe feroces golpizas por parte de los adultos, lo que termina por ser shockeante y se bandea entre lo exploitation y el mal gusto. Yo no le daría tanta importancia a ese punto, aunque debo admitir que el título real del filme debería haber sido Hit Girl y no Kick Ass. Chloe Grace Moretz se devora toda la película, y su personaje es la verdadera razón de ser de la historia. Mark Strong es un villano con muy buenas líneas, Nicolas Cage hace una hilarante imitación del Batman de Adam West, Aaron Johnson pone toda su ingenuidad y simpatía en su perfomance... pero desaparecen de pantalla con cada incursión de Moretz. Y si hay una secuela de Kick Ass, el único punto válido de interés es ver lo que pasó con Hit Girl antes que la suerte del personaje del título. Kick Ass es entretenida, pero no es el ultra hit de culto que pretende ser. Es inteligente, cómica y tiene sus toques excéntricos, pero no deja de ser una aventura tradicional de superhéroes, camuflada inicialmente de parodia y salpicada con algunos tonos bizarros. Para ver una obra maestra sobre los problemas de ser un superhéroe en un cínico mundo real, vean Defendor; para ver a expeditivos superhéroes despachando a criminales de la manera más cruel, vean The Punisher 2: War Zone; y para ver una estudiantina calentona, miren American Pie. Kick Ass se bandea entre el tono y la historia de estos tres filmes, pero con la excepción de Hit Girl no termina de hacer nada con demasiada personalidad propia.
Antes que Lara Croft hiciera piruetas en el aire en Tomb Raider (1996), había un jueguito que venía dando vueltas desde 1989 y hacía furor en las Apple y PCs de aquella época. Era un guerrero árabe dotado de una animación inusualmente fluída para esos años, que se la pasaba saltando plataformas plagadas de trampas, y tenía que recurrir a sorprendentes acrobacias para superar las etapas. El juego había sido desarrollado por Jordan Mechner, quien pronto se volvería millonario y dispararía una chorrera de secuelas que llegarían hasta nuestros días. Y como en Hollywood las neuronas vienen bastante quemadas desde hace rato, lo único que están produciendo últimamente son remakes de peliculas y series de TV, cuando no adaptaciones de videojuegos y cuanta otra cosa que exista y tenga una marca famosa (como el parque de diversiones de la Disney que terminó por convertirse en la franquicia de Piratas del Caribe). Precisamente el mismo productor - Jerry Bruckheimer - se prendió a la movida de llevar Principe de Persia al cine, lo cual no lo veo nada mal. A final de cuentas, Bruckheimer ha tenido la destreza de generar cosas potables partiendo simplemente de un nombre y un concepto ... Aquí Bruckheimer subió al proyecto al director Mike Newell, quien además de Cuatro Bodas y un Funeral ha sabido dirigir Harry Potter y el Caliz de Fuego. Las buenas nuevas es que Newell ha sabido montar un espectáculo realmente entretenido y colorido, el cual funciona muy bien el 90 % del tiempo; el problema es ese 10% restante, que es cuando el guión debe poner los pies en tierra y empezar a atar todos los cabos sueltos de la historia. La resolución del filme tiene un fuerte tufillo a trampa de las propias reglas que se había impuesto la trama, y no termina de ser demasiado convincente. Acá hay una historia propia de Las Mil y Una Noches, pero con menos magia y mucho más parkour. Está el consejero traidor (en este caso, el hermano del rey; esto no es ningún spoiler, ya que el casting del filme clama a gritos que Ben Kingsley es el villano de la historia), el principe traicionado, y la búsqueda del objeto mágico que reestablecerá el equilibrio en el reino y el buen nombre del heredero. En la fuga del príncipe se prende la princesa regente de la ciudad capturada, la cual tiene su propia agenda - recuperar la daga mágica que lleva el protagonista, y de la cual éste aún no conoce sus poderes -, y pone la cuota sexy al relato. Pero lo cierto es que la huida en sí no aporta nada demasiado substancial a la historia, mas de ser la excusa para que los protagonistas vayan de una ciudad a la otra y de un peligro al otro. El punto es que El Principe de Persia: Las Arenas del Tiempo tiene un defecto excusable y otro realmente importante. El primero es que el protagonista Jake Gyllenhaal tiene carisma cero como héroe de acción. Aquí aparece Gyllenhaal con un físico descomunal, haciendo piruetas de todo tipo y color; el tipo no es malo para hacer los chistes, e incluso tiene bastante química con Gemma Arterton (una chica que, después de un insípido papel en Quantum of Solace, terminó aterrizando de manera increíble en un protagónico como este; al menos acá se ve realmente hermosa y demuestra mucho más vida que en sus filmes anteriores). Pero su cara de muñeco y su falta de angel lo hacen un héroe bastante hueco - un tipo de Orlando Bloom en el desierto -, cuando el relato precisaba una especie de Burt Lancaster joven. Esto en realidad no es algo tan grave - en todo caso, Gyllenhaal no desentona pero es bastante anónimo -; pero el manejo que hace el guión del dispositivo mágico de turno (la daga que hace retroceder el tiempo) sí es un problema serio y uno que resuelve de manera altamente insatisfactoria. Gemma Arterton detalla una serie de advertencias en un punto, las cuales funcionan completamente al revés al momento del clímax, amén de que los cinco minutos finales se ven estúpidamente forzados. No sólo el libreto traiciona sus propias reglas sino que lo hace de una manera tan descarada que resulta frustrante. Eso arruina la buena puesta en escena del director Newell, con masivos ejércitos chocando sobre las arenas del desierto, divertidas coreografías de freerunning (que calcan algunas de las piruetas más famosas del videojuego), y exóticos Hassansins surgiendo de las dunas. Si los libretistas se hubieran puesto un poco las pilas y hubieran pulido el climax, el filme podría haber llegado a ser excelente. El Principe de Persia: Las Arenas del Tiempo es muy entretenida, aunque algo hueca, con un final artificial y con un protagonista algo opaco. Quizás el tema pase porque los productores no se avivaron de repetir la fórmula de Piratas del Caribe - pongan a alguien realmente gracioso al lado del insípido carilindo de turno, y hagan un equipo de protagonistas que se compensen entre sí -. Acá intentaron hacer algo medianamente parecido con Alfred Molina - el que sintoniza a la perfección a Johnny Deep -, pero el libreto comete el sacrilegio de ponerlo muy poco tiempo en pantalla. Por lo demás - y si uno pone el switch del cerebro en off -, verá que El Principe de Persia: Las Arenas del Tiempo ameniza muy bien el rato, salvo al momento de aplicar las leyes de la lógica en el universo que él mismo ha creado.
Y Hollywood sigue adaptando desesperadamente comics. Por si la interminable oleada de superhéroes no fuera suficiente, ahora están adquiriendo los derechos de novelas gráficas e historietas menos conocidas. No necesariamente un comic en miniserie implica que el guionista haya creado una genialidad - vean sino Terror en la Antartida -, pero es una clara señal de que las ideas se han agotado en los estudios hollywoodenses. Ahora es el turno de The Losers, un comic de la línea adulta Vertigo de la DC Comics. No hay nada absolutamente original en el film, el que termina siendo un reciclado descarado de las películas de acción típicas de los años 80, cuando Stallone, Willis y Schwarzenegger eran las estrellas del momento. Eso no significa que no deje de ser entretenida, pero precisaba un director con un poco más de talento para afinar la puntería. En realidad The Losers era un comic escrito en los años 70 por Robert Kanigher que trataba sobre un grupo comando en la Segunda Guerra Mundial. Saltamos de allí al año 2000, en donde el historietista Andy Diggle estaba buscando personajes antiguos de la DC para realizar algún reboot de ellos. Allí dió con The Losers, aunque se dió cuenta de que la editorial ya estaba trabajando con otras historias basadas en la Segunda Guerra Mundial y descartaría de plano su proyecto. Tomando algún nombre de personaje (el sargento Clay) y el título de la tira de Kanigher, Diggle se mandó a hacer su propia trama sobre un grupo mercenario traicionado por sus superiores y lanzado a un sendero de venganza. La novela gráfica duró 32 capítulos, impresos entre el 2003 y el 2006. Y aquí los guionistas Peter Berg y James Vanderbilt terminaron por adaptar la primera de las historias. En sí, The Losers es un rejunte de estrellas de medio pelo y en ascenso. El problema es que ninguna de ellas tiene demasiada chapa propia como para garantizar la taquilla, algo que se terminó por comprobar en la magra recaudación del filme (25 millones de presupuesto versus menos de 30 millones de recaudación en Estados Unidos). Pero no es una mala película como para haber sufrido semejante suerte. La trama no es original pero es movida - grupo de mercenarios traicionados por un villano dentro de la fuerza y que ahora se lanzan en una vorágine de venganza y destrucción -. El cast es muy bueno: está el futuro Capitán America Chris Evans, Jeffrey Dean Morgan (el Comediante de Watchmen), y Zoe Saldana, que hace triplete luego de Star Trek: El Futuro Comienza y Avatar. Las perfomances son buenas. Hay un villano más que potable y muy carismático (Jason Patric, intentando hacer su mejor imitación de Robert Downey Jr... y casi lo logra). Hay balas y explosiones. Hay gags y risas. ¿Qué pudo haber fallado? Si bien una parte se le puede reprochar a su falta de marketing y la ausencia de actores taquilleros con chapa propia, el otro defecto (importante) es la dirección de Sylvain White. A la pirotecnia le falta algo de nervio. A las perfomances le falta una pequeña horneada. Pero sobretodo, a la historia le falta un cierre. Por respetar al espiritu del comic con demasiada fidelidad, lo cierto es que el climax del filme es insatisfactorio. El exceso de ambición, las ganas de dejar todo abierto para una futura secuela arruinan las expectativas de un grand finale como la gente. El otro caso que se me viene a la memoria es el de Serenity, en donde el despiadado guionista de turno (Joss Whedon) no tenía empacho de salvar al villano de su merecida muerte, simplemente porque se había enamorado de él y lo quería dejar en reserva para una secuela que jamás llegó. Y, por lo visto con la recaudación de The Losers, aquí pasará lo mismo. The Losers es recomendable. Es pura acción, y el guión no pretende tomarse muy en serio a sí mismo. Chris Evans le pone mucha gracia a su papel (siempre salva su parte, aún en los filmes más malos como Push) y Jason Patric tiene algunas líneas deliciosas, aunque es algo blando para el papel. El resto está ok, y entretiene de manera grata a la vieja usanza, como eran los blockbusters de hace 30 años.
maquinas para gimnasio Cyberdine - click aqui Permítanme comenzar mi review de una manera un tanto pedante. A final de cuentas, he leído a tantos pelotud... atómicos con aires intelectualoides que han analizado a Zenitram de una manera tan equivocada, que considero que tengo derecho a justificar mi análisis en términos un poco más coherentes. Esos periodistas serán buenos críticos de un Bergman o un Allen, pero acá nosotros escribimos todo el tiempo sobre cine fantástico, así que paren un poco de mandar fruta y escuchen un poco más a la gente que está especializada sobre el tema. La raíz del tema es que hay un problema de incompatibilidad entre la cultura Argentina y la temática de género (sci fi, terror, policial, etc). Vale decir, una enorme mayoría de géneros están asentados en raíces norteamericanas o europeas, y no se pueden transplantar tal como son (salvo que sea en tono de comedia). Usted no puede poner un detective privado en Buenos Aires o un vampiro en Bariloche porque eso sería ridículo (aunque hay gente que lo ha hecho, y así le ha salido). Eso no quita de que haya versiones autóctonas de ciertos géneros - Borges cultivó el policial y la temática fantástica con un fuerte gusto argentino; Oesterheld nos dió su alegórica historieta El Eternauta, Mosquera R. nos regaló Moebius -; pero dejando de lado esos casos, en la mayoría del resto lo que se hace es crear híbridos, versiones tomadas tal cual de sus moldes yanquis a las que se le agrega porcentajes iguales de cultura criolla y autoparodia. Esto resulta fundamental para que la versión "a la Argentina" logre superar con vida la barrera de los clichés del género - imaginen a Superman buscando una cabina telefónica en Buenos Aires -. El que sabe mucho de esto y ha lidiado con éxito con las dificultades de nacionalizar géneros sin caer en lo ridículo es Damian Szifron. Acá Zenitram (basada en un cuento de Juan Sasturain que data de 1996) es un híbrido que entra en la última categoría antes mencionada. El gran riesgo con la nacionalización de géneros es que a veces uno se engolosina con la cuota de cultura criolla que agrega (que sirve para satirizar a los clichés del rubro), y que puede llegar a generar un bofe bíblico como Adios Querida Luna, llena de chistes intelectualoides que sólo le hacen gracia a su autor (¿alguien se rió cuando golpeaban al alienígena con el videojuego del Maradona virtual pateando penales?). Aunque Zenitram amenazaba bastante con caer en esos mismos derroteros, por suerte el filme de Luis Barone tiene una riqueza bastante importante de ideas, lo cual no quita que no tenga su propio caudal de problemas (y algunos de ellos realmente serios). Acá hay un muchacho de la villa, al que un día alguien le da superpoderes como en una versión criolla de Shazam - grita su nombre al revés y ya se transforma -. No hay explicación de quién lo hizo y por qué a él, quedando simplemente como el deux ex machina que impulsa la historia. Así mismo recibe la misión de reintegrar el equilibrio del mundo, devolviendo la posesion del agua a la gente. Pero el pibe no es muy brillante, vuela como puede, tiene superfuerza, supervista y supertodo pero no sabe manejarlo. Al toque está la prensa dando vueltas, y allí aparece el periodista Javier Medrano, el que termina por transformarse en una suerte de mentor y manager. El corrupto presidente de la nación (Daniel Fanego, que se relame con su papel) procede a salir en la foto con él y le inventa un ministerio para que se le pegue un poco de la popularidad del muchacho; y, a su vez, el siniestro empresario español Daniel Durban procede a bajar sus líneas de envilecimiento hacia Medrano y Zenitram. Y mientras el muchacho está cada vez más sacado por la droga y el poder, descuida las necesidades de la gente y el objetivo de su misión. Mal día para que Superman deje la falopa. Juan Sasturain demuestra que es un escritor inteligente y que maneja los códigos del género de superhéroes. Como aquí hay superhéroe pero no supervillano, el relato debe funcionar como una alegoría (algo que han demostrado las películas de Godzilla de 50 años a esta parte). Acá Sasturain se dispara con una versión alegórica de la Argentina menemista de los años 90, mezclando en la volteada a Maradona, el Guillote, y los temibles inversores españoles de la época (¿alguien dijo Iberia?), y todo esto salpicado por los clichés del género de superhéroes y toques de picardía criolla. Es en esos momentos cuando Zenitram funciona, provocando más sonrisas que risas, ya que toda la situación nos es inconscientemente conocida pero nos resulta simpático el maquillaje que le pusieron. Pero Zenitram posee dos graves problemas que la lastran y terminan por frustrar casi todos sus esfuerzos. El primero es el de un par de perfomances horribles. Mientras que Luis Luque le da el tono justo al relato con su voz en off, Fanego se regodea con su presidente populachero, y Minujin llega con lo justo para su superhéroe, por el otro lado Verónica Sanchez arruina completamente cada escena en la que aparece. Posee química cero con el protagonista, es antipática y carece de carisma. El otro que tampoco ayuda es Jorge Rulli, ya que su profesor distraído es tan monocorde y aburrido que es soporífero. El segundo problema importante de Zenitram es el clímax, que es abrupto y deja un montón de historias sin cerrar. Quizás el tema pase porque el relato sólo funcionaba como alegoría menemista y, cuando debe apartarse de ello para cerrar su porción original de la historia (los superpoderes y el regreso del agua), se desmorona violentamente. La inclusión con calzador del superhéroe yanqui retirado que compone el cubano Steven Bauer es una clara señal de que los guionistas no sabían como darle un cierre a todo. Zenitram es una aventura a la que aquí calificamos con cuatro atómicos en un exceso de generosidad, simplemente porque el 90% de la película funciona de manera bastante competente, hay unas cuantas ideas interesantes, hay un par de momentos buenos, y los efectos especiales son impecables para una producción made in Argentina (atenti al auto Justicialista que conduce Verónica Sanchez, que es una rareza total). Pero el 10% restante (el final) es terrible y desbalancea seriamente los méritos de la obra al punto de ponerla en riesgo de naufragar. Las conclusiones serían: ¿es interesante? Sí, como curiosidad y en un sentido bastante nerd. ¿Es cómica?. No mucho, tiene un par de momentos, y el resto del tiempo es simpática. ¿Es recomendable?. ¿Vale la pena ir al cine?. Y... yo le diría que, salvo que sea un ultrafan de la Marvel o la DC Comics (o le sobren los 30 mangos de la entrada a un cine), dése un tiempo y espere a a que salga en video.
Esta es la primera de las secuelas del megahit Iron Man del 2008. En un principio nadie apostaba demasiado por este superhéroe secundario de la Marvel, pero el filme de Jon Favreau terminó por transformarse en un arrollador suceso que incluso eclipsaría a Spiderman, el niño mimado de la editorial. Ahora llega la esperada continuación, la que posee una agenda excesivamente recargada. Y si bien el libreto hace un esfuerzo sobrehumano para que cada una de las numerosas subhistorias sea interesante y entretenida, lo cierto es que el total no es la suma de las partes. La primera película se había sentido menos como la adaptación de un comic y más como un thriller de Tom Clancy con toques de superhéroe. A mi juicio lo que lastraba la primera Iron Man era su agenda política, que era panfletaria y mezclaba realidades (como la acción policíaca norteamericana de los últimos años en Irak y Afganistán) con fantasía, lo me parece incompatible (o traido de los pelos en el mejor de los casos). Ahora para la segunda parte contrataron al guionista menos pensado, Justin Theroux - el que hacía de Seamus O´Grady en Los Angeles de Charlie: Al Límite y cuyo único libreto previo fue la comedia Una Guerra de Película -, el que hizo un script realmente entretenido. Ciertamente el guión de Theroux se siente más como un comic tradicional que como un thriller internacional; y, para asegurarse de que el argumento sea interesante todo el tiempo (y a prueba de balas), el libretista insertó dos millones de subhistorias, personajes y villanos, cada uno de los cuales se pelea por sus cinco minutos en pantalla. Al menos Theroux tiene talento para escribir diálogos y situaciones interesantes, pero el gran problema de Iron Man 2 es que semejante saturación de historias termina por perder el foco en las cosas que realmente debían importar, que son Tony Stark y el villano Ivan Danko. Para tener una idea de la parafernalia de subtramas que hay en el libreto, les cuento que: - Tony está muriéndose de envenenamiento por paladium (la fuente de energía instalada en su pecho); - Tony se pelea todo el tiempo con un comité del senado por la posesión de la super armadura; - el amigo de Tony, James Rhodes (Don Cheadle, haciendo una blanda imitación de Terrence Howard), tiene sus 15 minutos de superhéroe; , el ruso Ivan Vanko (cuyo personaje es una mezcla de villanos Marvel como Whiplash y Crimson Dinamo) que, en la primera de cambio, se quiere comer crudo a Iron Man, - hay un competidor de las industrias Stark, Justin Hammer (Sam Rockwell, haciendo una mala imitación de Robert Downey Jr), que se muere por destruirlo; - está la hipersecreta agencia SHIELD, con Nick Fury, planes estrafalarios, agentes infiltrados en todos lados ... ... y dos millones de cosas más. El mayor problema de todo esto es que los supuestos conflictos que plantea el guión terminan por resolverse sin pena ni gloria en dos minutos, simplemente porque la historia está tan recargada que no puede tomarse minutos extras para crear climax dramáticos. Y todo esto culmina con el pobre Mickey Rourke siendo devorado por el filme en donde debería haberse lucido - el guión ni se calienta en mostrar la injusticia de la muerte de su padre o si los motivos de su venganza son justificados -. No es un spoiler decir que los malos pierden; pero cuando son derrotados, hacen "puff" en escasos segundos y con una absoluta falta de solemnidad, simplemente porque el filme tiene un gran apuro en ir cerrando todas las subhistorias antes de que se les venga la noche. No voy a repetir el remanido latiguillo que vengo leyendo en todos lados de que "está buena... pero no es como la primera!". Yo no esperaba que Iron Man 2 fuera otro Batman, el Caballero de la Noche, simplemente porque su línea argumental es mucho más light que los filmes de Christopher Nolan. Todo en Iron Man 2 funciona más que ok, desde las perfomances, los diálogos, las situaciones hasta los efectos especiales. El tema es que está afectada por el síndrome inaugurado por Batman Regresa, en donde los productores se sienten inseguros por los resultados comerciales y meten a presión dos o más villanos como estrategia de marketing para asegurarse una taquilla espectacular; pero esto termina por traducirse en exceso de personajes principales con escaso tiempo de pantalla como para tengan un desarrollo adecuado. Acá no sólo hay dos villanos sino tres superhéroes (además de Iron Man) metidos con calzador, como son Viuda Negra, Nick Fury y War Machine. El libreto podría haber podado olímpicamente a Scarlett Johansson, que se siente como un cameo pagado por la actriz; Nick Fury tiene su gracia - bah, es Samuel L. Jackson haciendo de Samuel L. Jackson, sólo que con un parche en el ojo -, pero este personaje y toda la subtrama del envenenamiento por paladium son dos ideaa que podían haber quedado en la basura; y lo de Don Cheadle / War Machine es realmente prepotente. El personaje maneja como los dioses la armadura a los dos minutos de ponérsela. Saquen ese trío de caracteres (que no los necesita la historia principal) y le hubieran dado tiempo y espacio a Mickey Rourke. En cambio, así como está el filme, su Ivan Danko desaparece por casi una hora hasta que lo llaman para el grand finale. Y la resolución es espectacularmente anónima. Si uno analiza en profundidad, en realidad termina por comprender de que los problemas de Iron Man 2 son en realidad los problemas de la política de la Marvel respecto del manejo de sus productos cinematográficos. Está tan apurados en disparar la inminente y multitudinaria película de Los Avengers (la versión Marvel de la Liga de la Justicia), que meten con calzador todos los superhéroes posibles en sus filmes como para llegar al 2012 y que todos estén presentados en sociedad. Así aparecerán Hulk (Edward Norton), el Hombre Araña (con un reboot inminente), el Capitán América (con Chris Evans y a punto de rodarse), Thor (ya filmada y en post producción), Iron Man (Downey Jr), War Machine (Don Cheadle), Nick Fury (Samuel L. Jackson), y quizás algún que otro más. Iron Man 2 sigue conservando la gracia de la serie - y en especial gracias a Downey Jr que tiene el carisma intacto -. No es un desastre bíblico al estilo de Spiderman 3; Jon Favreau tiene talento de sobra para dirigir el circo. Pero la Marvel ha obligado a que el libreto esté inundado de personajes, lo que obliga a comprimir material suficiente como para dos filmes en uno solo, y eso se resiente en el peso dramático de los personajes. (PD: tras los créditos hay un huevo de pascua en donde encuentran al martillo de Thor, superhéroe cuya película ya se encuentra en rodaje) Las películas sobre Iron Man, el personaje de la Marvel, son: Iron Man (2008) y Iron Man 2 (2010)
Hay tipos que se creen su propia fama, y terminan desarrollando engendros. Uno de esos casos es el de Richard Kelly, autor del hit de culto Donnie Darko, y un claro pichón shyamalanesco. Hablamos de gente que arrancó su carrera con proyectos brillantes, y que luego terminó rodando basura plagada de pretensiones intelectualoides. En The Box Kelly tomó un cuento de Richard Matheson (autor de infinidad de clásicos como El Increíble Hombre Menguante y Soy Leyenda), el cual fue publicado en la revista Playboy en 1970 - y que consistía en un puñado de hojas -, y lo ha expandido a proporciones ridículamente gigantescas. No sólo la efectividad del relato de Matheson ha terminado ahogada ante la proliferación de subtramas y personajes, sino que todo lo que ha adicionado Kelly se vuelve cada vez más ridículo a medida que avanza la proyección. Y estoy seguro que si hoy mismo le preguntan al director sobre qué opina de su propio filme, responderá con absoluta convicción que se trata de una gran película. El cuento original era una especie de versión abreviada del Fausto con toques de humor negro. Había una pareja endeudada y un extraño que llamaba a la puerta de su casa. El extraño les daba una caja en donde había un botón pulsador, y les prometía un generoso pago si se decidían a presionarlo. El tema era que, al pulsarlo, ellos estarían matando a una persona en alguna parte del mundo. Entre idas y vueltas terminaban por apretar el botón. Al poco tiempo el hombre fallecía y la mujer recibía el pago que el extraño le había prometido ... cuyo importe coincidía con la póliza del seguro de vida de su marido. Chin, pún, este cuento se ha terminado!. Imaginen extender esta anécdota a los 115 minutos que dura La Caja. Es como que suena a demasiado, ¿no? ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis La primera media hora es leeenta y todo el elenco pareciera estar bajo los efectos de Valium u otro narcótico de similar potencia. Los personajes están mal escritos - en ningún momento dan sensación de naturalidad, en especial el matrimonio de James Marsden y Cameron Díaz -, y se mezclan detalles excéntricos como que a la Díaz le falta medio pie, en su clase hay un alumno fetichista que la acosa, y Marsden trabaja en la NASA en el mismo proyecto que dió a luz a la expedición Viking (aquella que llegó a Marte a mediados de los años 70). Uno no termina de asimilar todo esto cuando hace acto de presencia Frank Langella, a quien le falta medio rostro (sumando otro detalle bizarro a la trama), y quien les ofrece a los protagonistas el trato faustiano de presionar el botón rojo de un dispositivo que les entrega - lo que produciría automáticamente la muerte de una persona que ellos no conocen -, a cambio de recibir un millón de dólares. Como estos pibes viven en la pobreza (tienen una pequeña mansión, él tiene un pequeño Corvette, los acucia la cuota de la cooperadora escolar, etc), juntan coraje y terminan por pulsar el dichoso botoncito ... lo cual activa el proceso de autodestrucción de todo el filme. Para esto ya ha pasado media hora de proyección y Kelly ha consumido el 90% de las ideas del cuento original de Matheson, con lo cual el director / libretista saca la guitarra y empieza a despachar fruta a lo loco con tal de llenar el tiempo de metraje que le falta. Y la única forma de seguir avanzando con la historia es hacer que el dúo de protagonistas se obsesione con el personaje de Langella, averiguando sobre su pasado y comenzando a perseguirlo. Esto no estaría tan mal si no fuera porque el libreto inserta con calzador una parva de pistas absurdas que insultan la inteligencia del espectador - a Marsden le regalan una foto de Frank Langella durante el ensayo de una boda (!!); una periodista le da una nota a Cameron Díaz antes de morir, aún cuando ambos personajes jamás se habían visto; hay una masacre en la casa de un compañero de Marsden y éste decide investigar la escena del crimen, ya que tiene una inexplicable corazonada (otro artilugio idiota que inventa el guión para que Marsden encuentre otra foto de Langella en el lugar de los asesinatos); hay una niñera que sabe demasiado, y hay una epidemia de hemorragias nasales que afecta a medio elenco, como si les hubieran dado cocaína de la mala -, además de que el ritmo del filme se acelera a tal punto que todo se vuelve estúpido e incoherente. Hay situaciones y personajes que Kelly inventa con el único propósito de que aporten una pista o dos en un momento determinado, y que luego el mismo director termina por esconder bajo la alfombra, quitándoles voz y peso en lo que queda de la trama. Ni los jefes de Marsden (que aparentemente descubren la verdad sobre Langella) sirven para algo, ni se explica qué es lo que ve la niñera en el cuarto de hotel (ni cúal es el posterior destino de la muchacha), ni tampoco se explica cuál es el sentido de la prueba con los extraños cubos de agua. (alerta spoilers) Y cuando llega el final y Langella devela la verdad - que todo se trata de un experimento social de los alienígenas (similar al climax con los ferrys de Batman, el Caballero Oscuro) para debatir si la raza humana tiene suficientes valores como para ser salvada o exterminada -, resulta tan abrumadoramente prepotente que dan ganas de linchar al director. Digo yo: ¿no se les podría haber ocurrido una explicación mejor?. (fin spoilers) La Caja es otro bofe indignante de esos que anda dando vueltas por allí. Miren que Kelly contaba con numerosas alternativas para desarrollar la historia, y terminó por elegir las más absurdas. El guión es malo, por momentos da la impresión que faltaran escenas (o que hayan quedado en el piso del cuarto de edición), no hay clima, y la mayor parte del tiempo parece un compendio de excentricidades. Quizás a otra gente le parezca que La Caja no es un filme tan malo; para mí es una pérdida de tiempo irremediable e inexcusable.
Esta es la remake del no - clásico Furia de Titanes de 1981. Aquel film fue el canto del cisne del animador Ray Harryhausen, el que intentó obtener un último (y modesto) éxito con el género de la fantasía que tan buenos réditos le había dado con El Viaje Fantástico de Sinbad o Jason y los Argonautas en su momento. Pero en los años 80 los efectos especiales y los gustos del público estaban cambiando; Harryhausen y sus dragones de plastilina animados cuadro por cuadro habían perecido frente a los gigantescos AT - AT de El Imperio Contraataca y la parafernalia de FX de la factoría de George Lucas. El animador más famoso del stop motion se había convertido en una pieza de museo, y Clash of the Titans era su despedida. Acá han hecho un grueso lifting a la historia, y no sólo en la parte de los efectos especiales. El problema con la nueva versión de Clash of the Titans es que no se siente como mitología griega trasladada a la pantalla sino como un relato de fantasía con elementos reciclados de segunda mano. Los humanos sienten que los dioses son tiránicos y entran en guerra con ellos (¿cómo los simples mortales pueden matar a un dios?); incluso llegan a sitiar al monte Olimpo, como si fueran las tierras de Mordor de El Señor de los Anillos. Hay personajes fantásticos de todo tipo y color - Djinns (seres sobrenaturales del desierto, y que son los antecesores conceptuales de los genios al estilo de Las Mil y Una Noches), cazadores furtivos que domestican escorpiones gigantes (como los hombres malvados de Ruhr) - que son totalmente ajenos a los mitos griegos y parecen más propios de una fantasía al estilo de Tolkien. Y todo ello suena como una mescolanza de ideas y estilos que no es totalmente compatible entre sí. Es que, en realidad, para apreciar Furia de Titanes 2010 como corresponde hay que apagar el switch mental de la memoria. Olvídese de lo que usted entiende sobre las leyendas griegas (o de lo que recuerda del filme de 1981); este mundo funciona muy diferente aunque usa nombres de personajes muy conocidos. Ya no es una pelea de celos entre dioses por el favoritismo de sus hijos naturales, sino una lucha épica entre humanos y deidades - y que posiblemente Hades esté manipulando desde las sombras para voltear a Zeus -; Calibos no es el hijo de un dios convertido en sátiro deforme, sino el antiguo rey de Argos, castigado por Zeus y seudo - padrastro de Perseus; el héroe no es el romántico empedernido que iba a salvar a la doncella de su terrible destino, sino un resentido de aquellos que quiere ir a patearle el trasero a sus parientes divinos y que, encima, se enamora de otra mujer que no es la princesa de Argos; ... y tan sólo con ese puñado de cambios la historia se termina por sentir diferente y no muy redonda. Hay algo que patina en la lógica de todo esto - Zeus apoya a su hijo con armas y ayudas, aún cuando Perseus quiera destruir a los dioses -, por lo que no termina de cerrar. Pero por el resto, es un filme competente. La acción está ok; los diálogos son buenos, y hay un tufillo de camaradería - onda La Comunidad del Anillo - entre los protagonistas que funciona bastante bien. Como el héroe de marras, Sam Worthington está simplemente correcto - lo mismo que pasaba con sus perfomances en Terminator Salvation y Avatar - y no hace nada memorable; y el único del cast que inyecta algo de energía a su papel es Mads Mikkelsen como el general que lo acompaña en la expedición. Gemma Arterton no deja de ser una pieza de utilería; y en el Olimpo todos caen bajo el síndrome Laurence Olivier del filme original, actuando en piloto automático y pasando a buscar inmediatamente su cheque. Furia de Titanes 2010 es un buen espectáculo. Es movido, es correcto, es ameno. Las escenas de acción del filme de 1981 siguen presentes aquí, mejor coreografiadas y más pulidas en lo técnico; pero los cambios conceptuales en la trama no cierran, porque son transplantes de otras historias de fantasía. Pero si uno no le presta atención a esos detalles, se encontrará con un show más que adecuado para pasar el rato.