Humor y delirio La cinta animada de Dreamworks presenta un argumento que homenajea a los cómics y las comedias clásicas Jorge y Berto son niños de primaria, muy traviesos, amantes de las bromas pesadas y los cómics. Juntos han creado un personaje de historieta: el increíble Capitán Calzoncillos, un superhéroe que se pasea en paños menores y que se enfrenta a perversos villanos. En la escuela, estos dos amigos deben lidiar con el director, el Señor Carrasquilla, un malvado docente sin humor que está obsesionado con separarlos. Pero un día, tras hipnotizar accidentalmente al director, el Capitán Calzoncillos dejará las viñetas para convertirse en un personaje de carne y hueso. Estamos, sin dudas, ante una de las cintas animadas más originales y frescas de los últimos tiempos. Un filme que captura con eficacia el espíritu lúdico de los juegos infantiles. Un guión tan lisérgico como plagado de humor, sirve de marco para un grupo de personajes muy bien delineados. Los niños protagonistas derrochan simpatía, y no se privan de romper "la cuarta pared" para hacernos cómplices de sus muchas travesuras. Parodia de Superman en plan trash, el Capitán Calzoncillos posee un conjunto de secuencias de humor físico y escatológico que nunca cae en el mal gusto. Atrapante para niños, que se sentirán atraídos por el color, el diseño naif de los personajes y las escenas de acción, como para los grandes que disfrutarán con un guión inteligente, chistes elaborados y varias citas y referencias memorables. El director David Soren no solo utiliza las últimas técnicas de animación moderna, planteando escenas que no respetan las leyes de la física y la gravedad y que parecen salir de la mente fantasiosa de un niño, sino que le agrega momentos de dibujos planos que remiten a las cintas del género de los setenta, e incluso una parodia a los Muppets que hará las delicias de los espectadores. No busquen en el filme grandes moralejas ni dobles discursos (aunque hay un claro alegato al poder de la amistad) se trata de un largometraje destinado a entretener, divertir y hacernos sentir niños al menos por una hora y media de metraje.
Más festivalera que popular La película de Santiago Mitre, es un thriller político de trazo lento y argumento hermético que parece concebida para impresionar jurados más que para conquistar al público común Ricardo Darín es Hernán Blanco, el presidente de Argentina. Un ser silencioso y poco permeable, un hombre gris que esconde más de lo que expresa. Una cumbre latinoamericana en Chile, será el marco en donde el primer mandatario deberá enfrentarse a los manejos de la política internacional y también a sus propios fantasmas familiares. La película tiene una estructura de thriller político, con denuncias de corrupción, pactos bilaterales e "intrigas palaciegas", pero sin la narrativa clásica de este tipo de producciones. Por el contrario, Santiago Mitre reniega del cine de género y elige contar la historia de manera lenta, con pocos datos precisos y valiéndose más de las imágenes y los silencios que de las palabras y el discurso. La relación del presidente con su gabinete y con su propia hija (Dolores Fonzi en plan bipolar) está presentada en pinturas, bien compuestas, hermosamente fotografiadas pero densas y sin ritmo. Y sí, la película parece avanzar en "slow motion", y tiene pocas escenas "explosivas": algunos encuentros entre Blanco y su jefe de gabinete (un muy buen trabajo de Gerardo Romano) y entre el presidente y su hija. Hay momentos oníricos, que revelan poco y que parecen estar insertados para el lucimiento artístico de la producción, y un encuentro entre un enviado del gobierno de Estados Unidos (Christian Slater) y el presidente argentino que termina siendo una de las secuencias más interesantes del filme. Ricardo Darín cumple y dignifica en su papel. Alejado de "Bombita", su interpretación es sobria, gélida, perfecta. Pero la cinta es tan pretenciosa y tan poco "amigable" con el espectador, que finalmente la presencia del actor principal se pierde en el extenso metraje. A nivel de producción es sin dudas un filme con muchos valores positivos, las locaciones, la cantidad de actores y la dirección de arte se lucen en la pantalla panorámica. Una película ideal para presentar en festivales y ganar premios. Pero este no es un filme que se plantee entretener y mantener al espectador atento y al borde de la butaca. Y para colmo, cuenta con uno de los finales más anticlimáticos de los últimos tiempos. Un cierre que va a dejar a espectadores con la boca abierta y con la sensación de que el ultimo fundido a negro llegó antes de conocer el desenlace. La Cordillera es como una visita a una alta montaña: uno puede apreciar la belleza del paisaje pero también, puede terminar apunado.
Esta cinta de animación imagina cómo es la vida de los emoticones dentro de un smartphone En el interior del celular existe todo un mundo secreto nunca antes visto. Oculta tras la aplicación de mensajería instantánea, se encuentra una ciudad llamada Textópolis, donde viven y trabajan todos los emoticones. En este universo, cada emoji tiene una sola expresión facial, excepto Gene (un emoticón Meh) que nació con una falla técnica que le provoca cambiar su semblante de manera descontrolada. Determinado a convertirse en "normal" como el resto de emojis, comenzará una épica "app-ventura", en la que se sumergirá por las profundidades del teléfono y sus aplicaciones para encontrar el código que solucione su problema. Es imposible no emparentar esta cinta dirigida por Anthony Leondis con los argumentos de Intensamente o Ralph, el demoledor de Pixar y Disney respectivamente. Claro que a diferencia de aquellas dos, esta no tiene ni la profundidad argumental, ni personajes tan queribles y mucho menos, la belleza visual y artística. Esta excéntrica historia con emoticones parece una excusa para utilizar las "caritas" y objetos más populares de la cultura del chat actual. El doblaje al español de todos los personajes tampoco ayuda, los padres del protagonista hablando en un "mexicano cerrado" no facilitan en nada la comprensión del texto. La utilización de algunas apps como escenarios en donde se desarrolla la historia no deja de sonar a "chivo" encubierto: Spotify, Facebook, Instagram, Twitter son algunos de los parajes que recorren los protagonistas en secuencias hiladas sin mucha coherencia. Seguramente los niños muy pequeños podrán disfrutar el filme; los colores y la simpleza de rasgos la hace una cinta amigable para infantes, pero los mayores extrañarán las bromas, gags y diálogos de otras películas animadas que no olvidan al público adulto. 86 minutos de metraje que se hacen difícil de coronar con una "carita feliz" Descripción: Resultado de imagen para 😕
Un gran cierre para una gran trilogía César (Andy Serkis) y su nación de simios genéticamente evolucionados se ven obligados a luchar en un conflicto a muerte contra los humanos que quedan en su mundo Los Simios deberán enfrentar en esta tercera parte a un despiadado Coronel (Woody Harrelson), que lidera a la raza humana. Después de que los monos sufran una enorme cantidad de bajas, César luchará contra sus propios y oscuros instintos y comenzará su arriesgada misión para vengar a los de su raza, una épica batalla que determinará el destino de ambas especies y el futuro del planeta. Esta trilogía de precuelas del Universo fílmico que conocimos allá por los sesenta con Charlton Heston como abanderado, es de lo mejor que se ha hecho en materia de remakes y reboots. Matt Reeves, el director detrás de esta saga, ha dotado a la misma de un espíritu épico sin descuidar el costado humano (o simio) de cada uno de los personajes. Las tres películas de El Planeta de Los Simios, son la clara muestra de que se puede hacer cine de entretenimiento sin dejar de lado un guión trabajado y profundo, diálogos certeros y estilo a la hora de filmar. La maravilla técnica que permite ver a César y los suyos moverse e interactuar con los actores de carne y hueso, apenas si son un punto más en la larga lista de cosas acertadas que tiene la historia. Un filme a medio camino entre el western y el cine bélico clásico que pese a mostrar un futuro apocalíptico también se reserva varias bajadas de líneas que tienen que ver con la sociedad que hoy nos toca (el villano Harrelson y su obsesión por construir un muro, es una de esas claras referencias al mundo actual) La puesta en escena tampoco abusa de los clichés del cine de acción, no hay vértigo ni suciedad en la cámara de Reeves, por el contrario todo está fotografiado para que se vea y el espectador disfrute y sufra con las secuencias de combate. Los primeros planos de los rostros curtidos de cada uno de los simios son momentos únicos, fotogramas destinados a convertirse en clásicos del cine. La intensidad en la mirada de los primates (sobre todo César) interpela al espectador y lo coloca ante una disyuntiva: ¿quiénes son buenos y quiénes malos en esta historia? Es difícil no empatizar con los simios, aunque nuestros congéneres estén al borde de la extinción. El clímax del filme, se reserva un momento a pura emoción, el cierre de una trilogía y quizás el paso a una nueva etapa, una que desemboque en aquella mítica y clásica Estatua de la Libertad semienterrada. "¡Malditos sean! ¡Malditos sean todos!"
Cuidado con lo que pides Más horror adolescente, en una cinta que funciona como una variante sangrienta del mito de “Aladino y la lámpara” Claire, una joven "no muy popular" y con problemas familiares intensos, descubre una caja con poderes mágicos. El misterioso objeto puede concederle todo lo que desea, pero el precio que deberá pagar por ello será demasiado alto… En los ochenta, una película clase B titulada La Lámpara, mostraba como un grupo de jóvenes caían como moscas ante la furia de un Genio que habitaba en su interior. Más cercana en el tiempo Wishmaster contaba una historia similar pero con mejores efectos y un interesante elenco. Este filme, 7 Deseos, dirigido por John Leonetti, responsable de la floja Annabelle, parece tomar un poco de ellos y también de la estética y puesta de las cintas de horror adolescente de los noventa como Sé lo que hicieron el verano pasado o Leyenda Urbana. Por supuesto, hay una gran presencia de elementos tecnológicos, pero la trama y la idea remite a los clichés de aquellas películas: chicas hermosas, galanes y "loosers" de preparatoria y sobre todo muertes elaboradas e imposibles al mejor estilo Destino Final. La presencia de Ryan Phillippe (ahora ya como padre y no como joven plagado de testosterona) es otro guiño al género "noventoso". Su papel de padre abatido con síndrome de Diógenes es de lo mejor del filme a nivel actoral. Sin caer en la solemnidad, funciona como un divertimento para jóvenes con ganas de sobresaltarse y luego reír en la oscuridad de una sala.
Acción, humor y adrenalina en "Baby: el aprendiz del crimen" Esta cinta de Edgar Wright está construida sobre la base de una banda de sonido poderosa que acentúa la experiencia fílmica Baby es un joven conductor, especialista en fugas. Tiene un problema en su oído, un molesto y constante zumbido que combate con auriculares y música estridente. Cansado de trabajar en el mundo del crimen y enamorado de la chica de sus sueños decide hacer un último trabajo antes de retirarse, claro que esta misión final no será nada fácil. La cinta es explosiva desde su inicio, adrenalina pura que se huele antes de los títulos de inicio. Olvídense de Rápidos y Furiosos, las secuencias de persecuciones en autos aquí funcionan como un pistero ballet, coreografiado y montado al ritmo de una gran banda de sonido. Ansel Elgort, el protagonista, tiene mucho carisma, logra empatizar rápidamente, y es desde su mirada que seguimos la "tarantinesca" trama. Hay un homenaje a clásicos de este subgénero como la setentosa Driver o la más cercana Drive, pero a diferencias de estas el clima festivo y de humor descomprime la trama criminal con gran efectividad. Los actores secundarios, muy bien elegidos, acompañan al protagonista y tienen peso propio, enorme Kevin Spacey como Doc el irresistible jefe criminal y sobre todo Jaime Foxx en la piel del matón Bats, un personaje tan peligroso como querible. Es sin dudas una película pochoclera para disfrutar, pero además la obra de un cineasta/autor que no menosprecia el género y que gracias a una vuelta de tuerca y originalidad lo reformula plano tras plano. Precisa y sofisticada, pone quinta a fondo y no frena hasta el último fundido a negro.
Otra maravilla fílmica de Christopher Nolan El director de “El Origen” e “Interestelar” nos sumerge en el campo de batalla de esta cinta épica que corta la respiración En plena II Guerra Mundial, un batallón de soldados ingleses y franceses se encuentran rodeados por los alemanes en una playa. El mar de fondo es otro enemigo peligroso. Salvarlos requerirá casi de un milagro. Olvídense de cualquier cinta bélica que hayan visto en los últimos años, todas ellas sonarán antiguas y artificiosas al lado de esta gema fílmica. Nolan, retrata el peligro en el frente de batalla con tal realismo (pero sin caer jamás en golpes bajos) que hasta el sangriento desembarco de Normandía imaginado por Spielberg años atrás, parece un juego de niños. Filmada con precisión, buen gusto y pulso dramático, desde el primer plano que abre la cinta hasta el último fotograma, es imposible despegar la atención de una historia que conmueve y toca las fibras más íntimas de los espectadores. El realizador ha tomado decisiones arriesgadas a la hora de armar la trama: nunca vemos a los villanos, pero sí somos testigos de sus acciones. Y hablando de riesgos, pese a no contar con un protagónico fuerte, sentimos el caos y el miedo de la guerra a través de la mirada de varios soldados y el filme mantiene el "espíritu Nolan" en su estructura narrativa que se divide en tres secciones bien claras: Tierra, mar y aire. La edición de sonido, los disparos aterradores suplen la ausencia de sangre (porque el director como ya anticipamos, no se regodea, insinúa más que explicitar). Poco diálogo, la fuerza está en las imágenes y no en las palabras, bien acompañadas por la potente banda de sonido de Hans Zimmer dotando de más épica a las secuencias. Este retrato de soldados fugándose es sin dudas la película más redonda del director de Memento, el horror de la guerra captado por su ojo cinematográfico de excelencia que lo termina de confirmar como el autor más importante desde Stanley Kubrick.
Llega a las salas esta cinta de horror que toma como base una milenaria tradición funeraria rusa Nastya viaja a conocer a la familia de su prometido, solo para descubrir que los miembros del clan esconden siniestros secretos. El filme arranca con un prólogo de época en el que se narra una escalofriante tradición rusa que consistía en fotografiar a los difuntos con los ojos pintados sobre los párpados para de esta manera capturar el alma de los mismos. Todo el metraje centrado en este particular ritual resulta lo mejor del filme. Cuando el director decide trasladar la acción a la época moderna pierde fuerza y originalidad. Todo lo lúgubre, espectral y sugestivo que tienen esos primeros fotogramas muta a una estética similar a las películas del género. Los efectos gratuitos, las apariciones repentinas acompañadas por un sonoro golpe, y la intriga clásica funcionan aquí como en cualquier exponente del horror fílmico norteamericano más industrial. Lo que podía ser una historia de horror fresca termina en parodia o imitación de los subproductos que abundan cada semana en la cartelera. Pese a eso, hay momentos de horror gótico muy bien logrados, que harán sobresaltar a los espectadores en busca de sustos fáciles, rápidos y efectivos.
La quinta entrega de la saga presenta un delirante argumento en el que robots gigantes conviven con El Rey Arturo En un mundo colapsado y en guerra entre la raza humana y los robots, la clave para salvar al planeta se encuentra en un artefacto medieval que perteneció al mago Merlín ¿WTF? Sí, esta entrega, la número cinco de la franquicia, nos remonta a la época de los caballeros de la mesa redonda, con los Autobots entrelazados en la leyenda de Excalibur. También los veremos más adelante en el tiempo, tener un papel preponderante durante La Segunda Guerra Mundial y todo rodado, como es costumbre en Michael Bay, a base de efectos visuales excesivos (por momentos inentendibles secuencias de chatarra removiéndose), música estridente, bizarros planos en slow-motion, pirotecnia y poco cuidado por la narrativa y la credibilidad argumental. Nadie espera que la cinta sea El Ciudadano, pero la desidia del realizador por presentar una historia con cierta coherencia, nos obliga a pensar que este es un producto fílmico solo pensado para cumplir con la expectativa de facturación del Estudio y vender varios millones en merchandising. Mark Whalberg sigue tan perdido como en la anterior cinta, en medio del grotesco montaje y secundado por un enorme reparto en el que descubrimos a Sir Anthony Hopkins en una performance penosa (interactuando con un robot mayordomo). El único consuelo por ver deambular a Hannibal Lecter es saber que los ceros en el cheque por su cachet tienen que haber sido muchos. Y como si fuera poco, las casi dos horas y media de metraje "transforman" la experiencia del visionado, en una verdadera tortura difícil de sobrellevar. Esta entrega, la quinta de la saga, supera todos los niveles de excentricidad y megalomanía de su director.
El famoso auto rojo de la saga tendrá que enfrentarse a una nueva generación de corredores más jóvenes, potentes y veloces, que amenaza con cambiar el deporte de su vida. Entre ellos está el competitivo y revolucionario Jackson Storm, un contrincante difícil de vencer. Para alcanzar el podio, "El Rayo" contará con una nueva entrenadora latina, Cruz Ramírez, también estarán sus amigos de siempre como la grúa Mate y su novia Sally. Menos adrenalítica que la original y apelando a la melancolía, esta tercera parte supera ampliamente al anterior capítulo, transformándola en una cinta que cuenta con todos los valores que hicieron de Pixar el mejor estudio de animación: personajes empáticos, un argumento elaborado, humor, nostalgia y prodigio técnico. La música de Randy Newman, un bienvenido regreso de este prócer, acompaña cada momento de un filme que funciona como metáfora del lugar que los mayores tienen en nuestra sociedad, también del retiro a tiempo de los deportistas, del pasó al mundo de los adultos y de las lazos de amistad. Hay además un claro mensaje sobre la diversidad y la inclusión, expuesto en la presencia fundamental de Cruz (por suerte sin abusar de los estereotipos del personaje hispano) La cinta tiene por supuesto escenas de carreras, que lucen más reales y vertiginosas que nunca, pero también un surtido compendio de decorados norteamericanos, tan bien logrados en algunos casos, que parecen reales más que dibujados. Sin ser súper original, la película logra emocionar y entretener, un homenaje a los personajes de la primera entrega y a la vez un cierre para una trilogía de alto octanaje.