En principio, esta tragicómica comedia italiana le hace honor al primer término de su título, ya que es claramente diferente a todo lo que se está viendo en la cartelera actual. Desenfadada, imprevisible, insólita, vertiginosa, ¿Diferente de quién? presenta una inesperada combinación entre la política y la amplitud sexual, y aunque ambas temáticas no parezcan –o sí- compatibles, el film las integra de movida. Lo que es sólo el punto de partida, ya que el director debutante Umberto Carteni no teme en ningún momento agudizar y llevar la historia hasta sus últimas consecuencias. Sin perder su interés pero acaso sí toda credibilidad, ¿Diferente de quién? se muestra naturalista y militante de sus causas, sin por esto dejar de ser más una fábula que una pieza realista. En el tradicionalista noreste de Italia, un gobernador estilo macrista -pero aún más de derecha-, deberá hacer frente a un candidato a intendente de la centro-izquierda y además homosexual, que compartirá fórmula con una arcaica diputada conservadora. Las agrias diferencias del comienzo se irán disipando al punto de modificar los pensamientos, sentimientos y objetivos de vida de ambos. La comedia no detiene su marcha ante ningún obstáculo, incomodando y sorprendiendo sin pausas al espectador. Un formidable trío de intérpretes redondea una propuesta tan polémica como imperdible.
A través de un film sencillo pero magistral, la guionista y directora Victoria Galardi demuestra, con tan sólo dos largometrajes en su haber, una categoría de cineasta nacional de primer nivel. Presentando un segundo film de su total autoría –su ópera prima, la notable Amorosa Soledad, estuvo codirigida- esta realizadora maneja con absoluta fluidez todos los elementos inherentes al lenguaje cinematográfico, redondeando con Cerro Bayo una pieza sin mayores pretensiones, salvo la de de lograr una estupenda e impecable narración. Ambientada en el sur turístico de nuestro país, en un pueblo anodino que vive de los visitantes, al pie del cerro que le da nombre al film y en vísperas de la temporada de esquí, la mujer más grande de una particular familia, decide suicidarse. A partir de allí, con la abuela internada y sin respuesta cerebral, un verdadero cisma familiar afectará decisivamente a ellos y a la comunidad. Este núcleo central engloba una serie de pequeñas historias que se siguen con gran deleite, combinando las mejores virtudes del cine de autor con toques de un cine más entrañable y acaso popular. Con algunas escenas antológicas, como el desfile de chicas aspirantes a princesa del pueblo o la firma de un contrato de venta de un terreno familiar, Cerro Bayo construye sin pausas una obra de excelencia, incluyendo un cierre en el que la emoción no está para nada ausente. Un andamiaje sostenido a la perfección por un elenco formidable, en el que hasta el más breve personaje aporta verosimilitud y creatividad.
Con una impronta romántica pero surcada por momentos irreverentes y descontracturados, formato en el que la comedia estadounidense está incursionando saludablemente en los últimos años, Loco y estúpido amor cumple con algunos de esos postulados. Chispazos que hay que atribuirles a un guionista inteligente y a un dueto de directores con buen pulso para abordar un género mixto y a veces riesgoso. Los cineastas Glenn Ficarra y John Requa supieron ofrecer toques de este espíritu en la desprejuiciada historia de amor gay combinada con fugas carcelarias Una pareja despareja (I Love You Philip Morris). En Loco y Estúpido Amor, que milagrosamente conserva el sentido del título original Crazy, Stupid, Love, narran en cambio tramas amorosas cruzadas que se desencadenan a partir del divorcio de una pareja unida desde la adolescencia y con tres hijos de distintas edades. Con alternativas dispares y a veces sarcásticas y absurdas, el film transita con dinamismo esos vínculos inesperados hasta arribar a un final tan forzado como desopilante. Si bien pudo haber dado para más, estos amores locos y (no tan) estúpidos escapan a las convenciones románticas habituales, y se disfrutan aún más a través de intérpretes como Steve Carell, Ryan Gosling, la formidable Marisa Tomei y el sorprendente pequeño actor Jonah Bobo.
Hace tiempo que el realizador Alejandro Malowicki acariciaba un proyecto que aunara títeres y animación y finalmente ahora llega a las salas con Las aventuras de Nahuel, un film dirigido al público infantil que puede resultar atrayente para chicos que ronden edades de los cinco a los once años. A esos elementos se suma un claro concepto autóctono en personajes, contextos e historias, acentuadas por buenas canciones con toques de murga y candombe. Malowicki, cuyo último film fue el documental de denuncia PyME (Sitiados), tiene como antecedente en el género Pinocho, ambiciosa recreación en los años 80 de la historia de Carlo Collodi. En este caso la apuesta es más acotada pero no por eso menos lograda técnica y expresivamente, y se aboca a narrar la historia de un chico de la calle nacido en un barrio que remite a La Boca, que busca a su madre y se hace amigo de un gato atorrante. El hallazgo de un libro llamado Leyendas aborígenes, permite que Nahuel y el niño espectador se introduzcan didáctica y mágicamente en un mundo ancestral y nativo. Las alternativas son entretenidas, más allá de una cierta falta de carisma y chispa de los personajes principales. La creativa tarea de Martín Bianchedi en las canciones y la música incidental enmarcan adecuadamente esta valiosa búsqueda de film infantil nacional.
Múltiple y abierta en su generosa oferta de situaciones sentimentales , Tengo algo que decirles es una película dotada de condimentos típicos de la comedia italiana y otros más vinculados a un cine europeo costumbrista contemporáneo. Sea cual fuere su estilo, su catarata emocional -y a la vez disfuncional- la vuelve irresistible de principio a fin. Asmbientada en un pueblo del sur de Italia de fuerte raigambre tradicionalista no sólo en sus vínculos familiares sino también en su paisaje , esta comedia dramática dirigida por un cineasta de origen turco, Ferzan Ozpetek, De todas maneras Tengo algo que decirles, siendo una película de estructura clásica, se guarda también algunos misterios bajo la manga, especialmente relacionados con la abuela de la familia y asimismo alrededor de un final de toques poéticos y silenciosos. Elementos que no hacen más que enriquecer sus ya considerables atributos
Concebida en gran parte para aprovechar el éxito televisivo de la pareja protagónica, los animadores, actores y cantantes Topa y Muni, Hermanitos del fin del mundo es un aceptable producto destinado al público infantil. Diego Topa conduce el segmento de Disney en cable para chicos entre tres y seis años desde que apareció en la grilla como Playhouse Disney (hoy Disney Junior) y hace un tiempo que lo acompaña en esa tarea Mariana Seligmann (Muni). Un rol en apariencia sencillo que ambos desarrollan con buen humor, carisma y talento, elementos que trasladan ahora al formato cinematográfico a través de una trama que aúna solidaridad, música y bellos paisajes del sur de nuestro país. La historia involucra a niños desamparados a punto de ser desalojados de su hogar en el marco de la ciudad de Ushuaia, a los que tratan de proteger los protagonistas, aquí Pato y Pirucha, inseguro maestro de música y muy graciosa cocinera, respectivamente. Habrá un grupo musical para preadolescentes incluido en la historia, una típica villana a cargo de Norma Pons que remite a Cruella de Vil y otros roles bien cubiertos por Fabio Aste y Mimí Ardú. Un final emotivo y un par de buenas canciones completan un menú apropiado para niños menores de ocho años en etapa de receso escolar.
Contando con un material muy poco difundido que gira alrededor de una suerte de Mundial de Fútbol reducido que tuvo lugar a fines del año 1980, Mundialito ofrece un más que interesante documento acerca de toda un época. Ya de por sí los videos y fílmicos que registran ese poco recordado y a la vez histórico torneo futbolístico, que se realizó en esa única oportunidad, justificaban un film del género, pero esto se complementa con los testimonios y el concepto puesto en juego en el documental. El director uruguayo Sebastián Bednarik unió dos hechos que en su momento estuvieron unidos pero que no trascendieron demasiado en otras latitudes: un plebiscito constitucional que la dictadura uruguaya organizó para perpetuarse con mayor legitimidad en el poder, que iba a tener su correlato en ese inédito mini-campeonato mundial organizado con el aval de la FIFA con equipos representantes de la elite futbolística. La idea del gobierno de facto era que el resultado favorable del plebiscito sea coronado por un gran éxito deportivo, pero ambos emprendimientos adquieren simbolismos muy diferentes a los esperados. Ese núcleo ideológico del film se ve enriquecido por sustanciosas reflexiones de jugadores, dirigentes, presos políticos y otros protagonistas de esos singulares sucesos.
Fuera de los indudables valores que tiene la empresa de animación fílmica Pixar y fundamentalmente su mentor -y realizador de buena parte de los films del estudio- John Lasseter, Cars no ha sido de lo mejor que ha llevado adelante. Más allá que el género implique animales y objetos que hablan y actúan como humanos, en la primera pieza había que tener mucha fuerza de voluntad para aceptar un mundo dominado por autos parlantes, autocomandados y autosuficientes, valga la redundancia. La no existencia de criaturas antropomorfas en esta ya definida saga se podría atribuir a una búsqueda de la productora de despegarse del concepto de Toy Story –obra capital del estudio-, es decir, objetos inanimados que cobran vida cuando las personas dejan de prestarles atención. Idea que hace poco recicló la igualmente estupenda Gnomeo y Julieta. De todos modos chicos de todo el mundo han disfrutado del producto, y seguramente lo propio ocurrirá con esta secuela, destinada a niños de 7 para arriba. En este caso hasta aviones, navíos y otros objetos motorizados tendrán vida propia, en una historia que muestra inicialmente a personajes ya conocidos rumbo a un Grand Prix que propondrá peripecias con una impronta de espionaje internacional, en la que participan una suerte de auto 007 y una sexy modelo femenina, entre otros nuevos roles. Una vuelta de tuerca interesante pero forzada, mientras que las escenas de carreras recuerdan la parafernalia visual de los hermanos Wachowski en su recreación de Meteoro. Claro que la factura formal de Cars 2 tiene momentos magníficos, entre atrayentes diseños y meticulosos detalles, pero el film en su totalidad está lejos de esos toques a lo James Bond que aparecen en Los increíbles, y ni hablar de otras genialidades que Pixar ha puesto en juego en films como Ratatouille, WALL-E, Buscando a Nemo o Up.
De haber proseguido con su obra, el escritor desaparecido durante la dictadura cívico-militar Haroldo Conti hubiera llegado a ser, sin dudas, una figura emblemática de la literatura argentina. Aún así textos como La balada del álamo carolina, Alrededor de la jaula o Sudeste lo siguen posicionando como un narrador notable, con pocos parangones entre pares argentinos y latinoamericanos. El retrato postergado reúne, fundamentalmente, material documental inédito y valioso que iba a formar parte, hace más de treinta años, de un film que iba a recorrer el aspecto humano que había detrás del escritor. Trabajo que estaba siendo llevado a cabo por un joven cineasta llamado Roberto Cuervo y que quedó abortado debido al secuestro sufrido por Conti. Un retrato vivencial que no pudo concluirse y que le da título a un trabajo interesante, con algunas búsquedas expresivas atendibles por parte de Andrés Cuervo, hijo de Roberto, que se apropió de ese material –que incluye tomas junto a Rodolfo Walsh y opiniones de Galeano y Martha Lynch- y lo amalgamó con otras imágenes hasta conformar una nueva película. Lo más atractivo de esta breve obra sea seguramente escuchar el testimonio parlante del autor, expresiones que pueden mostrarlo cotidiano, descriptivo, mordaz, descarnado; pero siempre lúcido.
Vibrante y con alguna variante con respecto a los dos films anteriores de la saga, Transformers: El Lado Oscuro de la Luna, sin dejar de ser un producto, como ocurre con otras series cinematográficas hollywoodenses, ofrece un suculento momento para sus seguidores. De la mano experta de Michael Bay y el hiperactivo Steven Spielberg, y con efectos visuales, mecánicos y escenográficos realmente espectaculares, esta tercera edición de la versión fílmica de los populares dibujos por momentos deja sin aliento. En esta ocasión los transformistas seres metálicos deberán afrontar una amenaza que viene del pasado y del satélite natural de la tierra. Transformers 3 no ahorra en batallas estridentes (y sangrientas) entre los blindados buenos y malos, incluyendo otras maquinarias vivientes de diversos tamaños y potencialidades. Asimismo un feroz ataque sobre la ciudad de Chicago la emparenta, de paso, a la actual tendencia de films sobre naves extraterrestres sometiendo urbes terrestres. Luego de un buen arranque con la saga primera versión, la fallida Transformers 2 no alentaba más continuaciones, sin embargo este tercer film reflota con intensidad épica y grandes efectos la franquicia. Las actuaciones son solventes, más si presentan nombres como los de John Malkovich, John Turturro, Frances McDormand y Patrick Dempsey,