Esa emoción única que produce el cine en estado puro logra despertar Aballay, el hombre sin miedo, en principio el mejor opus de Fernando Spiner, cineasta que venía prometiendo esa gran película que finalmente llegó. El realizador de La Sonámbula y Adiós querida luna abandona el cine futurista presentando una formidable conjunción de western clásico con épica gauchesca, amalgamada con toques narrativos propios del cine contemporáneo. Ese género emblemático, irresistible aún en su versión italiana, se ve mixturado aquí con ese pistolero de a caballo pampeano del cine nacional, que acaso llegara a su máxima expresión a través del Juan Moreira de Favio. Spiner abreva equilibrada, intensa y jubilosamente en estas vertientes, arribando a una pieza estupenda, dotada de gran solidez dramática y expresividad visual. La historia hace énfasis en la venganza, sentimiento clásico en el género, pero ofrece giros propios del talento del autor del relato original, Antonio Di Benedetto; combinando crudas escenas de acción con momentos intimistas, sugerentes, místicos y alegóricos, fundamentalmente rebosantes de argentinidad. Elementos enriquecidos por la magnífica pintura musical de Gustavo Pomeranec, la fotografía de Claudio Beiza, y sustancialmente un elenco inmejorable, con la sorprendente máscara de Pablo Cedrón y un descollante Claudio Rissi a la cabeza.
Como parte de esa tendencia de Hollywood -llevada a su máxima expresión por George Lucas y sus Star Wars revisionistas-, la serie fílmica de X-Men tiene también su precuela, quizás más justificada y lograda que otras en los últimos tiempos. Con historias que han formado parte en algún momento de los comics originales de Marvel, recreadas y aggiornadas con óptimos recursos visuales y atrayentes alternativas argumentales, y un excelente elenco que combina intérpretes jóvenes y talentosos con otros de trayectoria, X-Men: Primera generación termina de dar forma a un relevante opus de una de las mejores sagas cinematográficas de superhéroes. El director Matthew Vaughn, sin antecedentes realmente valiosos pero contando con el respaldo del gran Bryan Singer, demuestra destreza al narrar una trama que arranca en un campo de concentración nazi (como el primer film de la saga), donde se develarán las razones del odio insondable de Magneto (o Erik Lehnsherr), y su temprana amistad con Charles Xavier (luego Profesor X). Ambos, junto a ese grupo de mutantes y fenómenos paranormales y antes de convertirse en archirrivales, intercederán en el momento más tenso de la Guerra Fría, en donde auténticos discursos de Kennedy e imágenes documentales del conflicto entre Estados Unidos y la U.R.S.S. formarán parte de un tramo importante del film, que sorprende por ese acercamiento histórico dotado de una gran ambientación. Luego del paso en falso de Wolverine -personaje estrella del grupo que aquí aparece sólo en una humorística toma-, y más allá de algún error geográfico (que toca de cerca a nuestro país), el film logra combinar espléndidamente todas sus vertientes estilísticas. Incluso hablado en diferentes Idiomas (alemán, ruso, francés, algo de español además del inglés), otro detalle poco habitual dentro del género, X-Men: Primera generación propone un gran resurgimiento de la saga, tan oportuno para seguidores como para iniciáticos.
Sustentada fundamentalmente por las características de su protagonista, un empecinado, infatigable, romántico coleccionista de cine, este documental de Roberto Ángel Gómez, clásico en esencia, quizás no podría haberse plasmado de otra manera. Porque Alfredo Li Gotti. Una pasión cinéfila es una reverencia hacia un hombre irrepetible, y a la vez un axiomático tributo al cine. Gómez abordó la deconstrucción de este apasionado amante del celuloide de la forma más tradicional posible, porque es probable que algún ímpetu audaz o innovador -habitual en una ópera prima- hubiese desvirtuado en algún punto el espíritu de este verdadero personaje. Y este film es precisamente un documento fiel que refleja sin desmayos una vida y obra que no sólo daba para una película, sino para una saga o miniserie. Singularidad que se transfiere y enriquece a través del testimonio de otros recopiladores de cine, amigos, colaboradores, cineclubistas y afectos que van acercando momentos –o escenas- clave en la existencia de este hombre. No sólo dueño de una rica y probablemente única colección de películas en distintos formatos, sino de una sala en su propia casa y de reflexiones y vivencias entrañables vinculadas a su pasión cinéfila. Nada más ni nada menos que eso, suficiente para cautivar a cualquier espectador de cine que se precie de serlo.
Tras el reciente y estupendo El hombre de al lado, Mariano Cohn y Gastón Duprat reaparecen sin demora con una nueva y singular pieza, que es un digno producto de su lucidez y destreza. Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo es un largo y sarcástico título que remite a leyendas urbanas, pero que en realidad encierra una trama con incidencias más cercanas a lo fantástico que al imaginario popular. Una historia que arranca en el lejano oriente y que se traslada a un decadente café barrial en el que un rutinario hombre conoce a un persuasivo y magnético sujeto, aparentemente inmortal y dotado de poderes sobrenaturales, con el que establece un pacto. Un acuerdo de características extraordinarias que le deparará una segunda oportunidad en su vida y a la vez un gran resarcimiento económico; pero también un infierno en la tierra. Cohn y Duprat han combinado en otros films la ficción con el documental, y aquí incluyen un insospechado elemento testimonial, al escritor Alberto Laiseca, autor del relato en el que se basa el film, que interviene en varias oportunidades aportando formidables y mordaces apostillas. Precisamente la mordacidad y la audacia es una constante en un film que, con un poco más de ambición expresiva, hubiera sido excelente, pero que vale la pena disfrutar, incluyendo las sustanciosas interpretaciones de Eusebio Poncela y Emilio Disi.
Con un estilo notoriamente documental, Los Labios es un film intimista y a la vez enriquecido con profundas implicancias sociales, que reúne en un mismo objetivo a los cineastas Santiago Loza e Iván Fund. El primero tiene en su haber una filmografía muy peculiar que incluye títulos como Extraño, Cuatro mujeres descalzas y el espléndido documental Rosa Patria, mientras que el segundo estrenó recientemente su primer largometraje, La risa. Este trabajo en conjunto ofrece una mirada muy particular sobre tres asistentes sociales que viajan a una indeterminada comunidad del país para escuchar y aconsejar a seres desabastecidos, con muchos niños a su cargo a los cuales crían con muy pocos recursos. Tres mujeres que atraviesan por esa misión en condiciones precarias pero con un redoblado espíritu solidario, y que a la vez deben sobrellevar una buena convivencia entre ellas. A medida que llevan a cabo sus entrevistas se aceptan y se relacionan mejor con el contexto, mientras que un par de ellas descubren escondidos, y quizás nuevos, sentimientos. Un final de celebración y distensión corona un trabajo expresivo encomiable, que cuenta con un trío de actrices estupendas (Eva Bianco, Victoria Raposo y Adela Sánchez), que, rodeadas de auténticos pueblerinos, convencen al espectador que son realmente asistentes sociales sorprendidas por la cámara en medio de sus tareas.
En momentos de superabundancia de productos de animación digitales y en 3D, surge este film clásico de Disney, realizado con técnicas tradicionales y narrando historias sencillas, dotadas de mucha ternura y escaso frenesí, dirigidas hacia los niños más pequeños. Winnie The Pooh retoma los personajes originales de los cuentos de A.A. Milne casi presentándolos de nuevo, en una suerte de precuela infantil. El osito de peluche de remera roja se muestra aquí rodeado de amigos infaltables como Igor, Tigger, Conejo y Piglet, la participación de Cangu y Rito, la reaparición en la pandilla de Búho, y fundamentalmente la presencia de Christopher Robin, el niño que inventa imaginativas historias con esos muñecos que cobija en su cuarto. Luego de otros films de la saga en los que las estrellas eran Tigger y Piglet y el más reciente, que presentaba un personaje nuevo como el efelante Lumpy, el personaje principal vuelve a ser Pooh, que despierta, como siempre, hambriento de miel, un problema menor ante la aparente desaparición del niño, la búsqueda de la cola para Igor, y la presunta existencia de un monstruo llamado El Ponto. Winnie The Pooh homenajea en todo su transcurso al formato del libro, y ofrece un dulce remanso para niños y padres, a los que hay que recomendar no retirarse hasta que terminen todos los títulos, ya que habrá deliciosos dibujitos decorándolos y una escena final que cierra la historia.
Sustentado en un material de archivo de singular valor y en reveladores y variados testimonios, La palabra empeñada constituye una pieza documental de aristas intensas y comprometida visión militante. Trabajo que hace hincapié en los últimos años de vida del periodista Jorge Ricardo Masetti (padre de uno de los directores), el único periodista argentino que cubrió la guerra de guerrillas que llevó a la liberación de Cuba, a través de la cual logró establecer contacto visual y entrevistas irrepetibles con Fidel Castro y fundamentalmente el Che Guevara. Registros que tuvieron lugar en la Sierra Maestra, teatro de operaciones de la gesta revolucionaria. Masetti, tras formar parte de esa proeza, fundó y dirigió en Cuba la agencia de noticias Prensa Latina, que significó un proyecto de resistencia pionero frente a los monopólicos canales de información imperantes. Compromiso que lo llevó a dejar de lado su tarea periodística para volcarse decididamente a la lucha armada, quedando al frente de la avanzada del Che bajo el alias de "Comandante Segundo". Palabras de ilustres testigos como Gabriel García Márquez, el cineasta –y antes periodista y militante- Alejandro Doria, y Ciro Bustos, entre otros, enriquecen las valiosas imágenes y fotografías que presenta el film. Un documental que, desde su título esencial, reivindica a una figura poco reconocida de la lucha revolucionaria guevarista.
Nada diferencia demasiado a Le Quattro Volte de un documental hecho y derecho. El film del milanés Michelangelo Frammartino recorre los hábitos, personajes y el marco natural y animal que rodea a un pueblo del sur de Italia, con un espíritu absolutamente testimonial y contemplativo. No existen diálogos ni ninguna situación argumental definida a lo largo de toda la película, pero, a la vez, tampoco existen voces en off como para encuadrar al film en el género enunciado al principio. Ambientada en un poblado de Calabria detenido en el tiempo, el film debe su título, Le Quattro volte, a “las cuatro vueltas” que tiene estacionalmente un año, reflejando a través del frío del invierno, el renacer de la primavera, etc., las vivencias y ceremonias costumbristas que llevan a cabo sus habitantes. Cortejos fúnebres, levantamiento de curiosos monolitos efímeros (como un árbol gigante que se derriba y un iglú de madera, matas y barro que se quema) y hasta el conmovedor alumbramiento de un cabrito, son parte de sucesos, actos, eventos y cultos que caracterizan la vida de esa comunidad. Con una intensa poesía visual –algunas imágenes son arrobadoras-, la película recorre esos momentos y a veces se detiene brevemente –aunque nada sea breve ni expeditivo en el film, al contrario- en algún ser que lo transita, como un anciano que protege su rebaño. Atrayente pieza fuera de géneros o tendencias.
En primera instancia llama la atención que detrás de la manufactura de este film esté Kenneth Branagh, actor y hombre de cine que recreó a Shakespeare a través de títulos como Enrique V, Mucho ruido y pocas nueces y el emblemático Hamlet, entre otras. Pero también se aproximó al thriller con Volver a morir, a la comedia con Los amigos de Peter y hasta a la ópera con La flauta mágica, así que quizás no sorprenda tanto que ahora se ocupe de un superhéroe clásico de la editora Marvel como Thor; teniendo en cuenta además su carácter épico, ataviado con toques medievales y escandinavos. Sea como fuere, la adaptación del cómic ofrece innovaciones pero es respetuosa del original, narrando la mitología del dios del trueno expulsado de su mundo por su padre Odín, rey del planeta Asgard, y confinado a la Tierra como castigo. La trama arranca en el presente en Estados Unidos y va alternando entre este mundo, el del héroe y la tierra de los Hombres de hielo, acérrimos enemigos de los asgardianos. La película propone fundamentalmente un gran espectáculo visual, con abundante acción, pero incluyendo también algunos elementos dramáticos que, claro está, son del gusto de Branagh. En especial la rivalidad entre los hermanos Loki y Thor, enfrentados por el afecto de su padre, la lucha por el poder y la posesión del famoso martillo Mjolnir. Con notables diseños escenográficos y digitales y un lucido vestuario, Thor no descolla pero entretiene y se reserva muchas alternativas para una indisimulada secuela. Dentro de un elenco de figuras que incluye a Natalie Portman, Anthony Hopkins, Stellan Skarsgård, René Russo y Samuel L. Jackson, se destaca el joven Tom Hiddleston como el conflictuado hermano de Thor.
Narrando una historia ambientada en el mundo de un circo itinerante de décadas pasadas, el director Francis Lawrence alcanza cierto lirismo visual y expresivo con su nuevo film, ya desde su poético título. Quizás uno de los logros del realizador de Soy leyenda y Constantine sea que el inexpresivo objeto de deseo adolescente Robert Pattinson demuestre algunas dotes actorales. Es bastante, más aún teniendo en cuenta que el protagonista de Crepúsculo y sus secuelas tuvo que ponerse a la par de un elenco interesante aunque heterogéneo, como ocurre en todo ámbito cirquense. Con referencias notorias pero no enfáticas sobre la gran depresión, Agua para elefantes recorre una trama que abarca dos momentos muy distantes en el tiempo en la vida de un joven veterinario nunca recibido, que terminará trabajando para una carpa ambulante, creativa pero plagada de dificultades. Dentro de las alternativas sentimentales y pintorescas extraídas de una novela por el guionista y director Richard LaGravenese, existen otros personajes clave como los animales de la delegación, especialmente una elefanta entrañable y talentosa que terminará llevando a cabo una represalia poco creíble, pero funcional al desenlace del film. Enmarcados por bellas labores de fotografía, dirección de arte y música, se destacan el glamour sexy de Reese Witherspoon y el histrionismo de Christoph Waltz, el antológico Coronel Landa de Bastardos sin gloria, como el extraviado mandamás del circo. Una propuesta diferente, especialmente para ese público cautivo que representan las incondicionales admiradores de Pattinson.