Dotada de una importante producción y despliegue para una ópera prima, que incluye una excepcional ambientación, Andrés no quiere dormir la siesta cuenta además con en un notable elenco que incluye varias figuras. Con visibles antecedentes en piezas nacionales como Kamchatka, La ciénaga, y también extranjeros como La culpa la tiene Fidel, el trabajo del director Daniel Bustamante hace foco en un cuidado detallismo histórico, similar a la que Gustavo Postiglione plasmó en su reciente y rosarina Días de mayo. Y cercana geográficamente, ya que este film está ubicado en la ciudad de Santa Fe entre 1977 y 1978, allí el pequeño Andrés, tras sufrir la muerte de su madre en un accidente nunca bien clarificado, debe mudarse a un barrio donde funciona un centro clandestino de detención, un secreto a voces que incluye operativos nocturnos en la zona. Y también debe soportar el maltrato de su confundido padre y su abuela autoritaria, en medio de un panorama cotidiano y familiar colmado de complejos matices y aristas. Con algunas escenas altamente logradas y otras resueltas con ciertos subrayados, Andrés no quiere dormir la siesta es un film desparejo pero lúcido y ambicioso, con un sustancioso poder evocativo.
Ha pasado casi una década y media del estreno de Toy Story, y ante el inminente estreno de más reciente continuación de la saga animada, realizada íntegramente en 3D, Disney Pixar decidió remozar y reestrenar este par de genialidades de la animación digital de John Lasseter. Hace dos semanas se repuso el primero, que mantiene una sorprendente vigencia gracias a una originalidad sustentada en irresistibles personajes, diálogos brillantes, ritmo sostenido y animación impecable. Sin olvidar el singular trasfondo del “maltrato” infantil a los juguetes, mensaje para nada desdeñable. Las bondades de la nueva versión en relieve se aprecian especialmente en las escenas de acción, aunque todo el producto tiene un mejor semblante. Y ahora se da a conocer en 3D Toy Story 2, cuya revisión descubre un film aún superior al inicial, por la notable creatividad puesta en juego que se suma a momentos de gran emotividad, como la escena de la muñeca vaquera recordando el abandono de su dueña. Las nuevas técnicas potencian la excelencia de esta secuela y realzan visualmente ese arranque espacial protagonizado por Buzz Lightyear, y los vertiginosos tramos finales. Hay que aprovechar las pocas semanas que estarán en cartel y disfrutar en cine con niños -o adultos- de estas imperdibles versiones.
Ha pasado casi una década y media del estreno de Toy Story, y ante el inminente estreno de más reciente continuación de la saga animada, realizada íntegramente en 3D, Disney Pixar decidió remozar y reestrenar este par de genialidades de la animación digital de John Lasseter. Hace dos semanas se repuso el primero, que mantiene una sorprendente vigencia gracias a una originalidad sustentada en irresistibles personajes, diálogos brillantes, ritmo sostenido y animación impecable. Sin olvidar el singular trasfondo del “maltrato” infantil a los juguetes, mensaje para nada desdeñable. Las bondades de la nueva versión en relieve se aprecian especialmente en las escenas de acción, aunque todo el producto tiene un mejor semblante. Y ahora se da a conocer en 3D Toy Story 2, cuya revisión descubre un film aún superior al inicial, por la notable creatividad puesta en juego que se suma a momentos de gran emotividad, como la escena de la muñeca vaquera recordando el abandono de su dueña. Las nuevas técnicas potencian la excelencia de esta secuela y realzan visualmente ese arranque espacial protagonizado por Buzz Lightyear, y los vertiginosos tramos finales. Hay que aprovechar las pocas semanas que estarán en cartel y disfrutar en cine con niños -o adultos- de estas imperdibles versiones.
El primer largometraje del novel director Jeff Nichols es un cabal exponente de lo mejor del cine independiente estadounidense. Un prodigio de economía narrativa y solidez visual, que cuenta, con el paisaje de la localidad de Arkansas -pueblo natal del cineasta-, como fondo, una feroz contienda entre dos grupos de medio hermanos después de la muerte de su padre. Un ex alcohólico devenido cristiano al cual jamás se ve su aspecto, que abandonó una parte de su familia para dedicarse a la otra, generando rencores irreconciliables por un lado y custodias incondicionales por el otro. Shotgun Stories, tal el título original con que se da a conocer esta semana en el Arte Cinema, desglosa el despiadado legado de un hombre sin rostro y con ese mismo concepto elije no exponer situaciones de furia y venganza que se precipitan entre estas familias ligadas pero antagónicas. Nichols, con un criterio maduro y artístico, golpea al espectador con una violencia extrema pero sugerida, logrando que esos arrebatos sean aún más lacerantes. Las medidas y hondas interpretaciones de un elenco de jóvenes actores componiendo a personajes hoscos, taciturnos y resentidos redondean una propuesta amarga pero reconfortante por sus altos valores cinematográficos y su metáfora sobre la condición humana.
Con el estilo propio de una gran película inglesa de época, Regreso a la Mansión Brideshead es una obra de enorme calidad plástica y expresiva, ideal para el público que aprecia el género. Ambientada en las campiñas británicas en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, el film está basado en un clásico de la literatura inglesa que en su momento desencadenó polémicas por su historia de amores prohibidos y confrontados, un triangulo entre dos hombres y una mujer en el que las pasiones no se centran en la dama sino en uno de los dos varones, en un cúmulo de arrebatados sentimientos del cual ninguno de los tres podrá abstraerse. Una madre dominante y excluyente, una familia disfuncional y otros personajes que giran alrededor de una aristocracia católica inglesa en decadencia, van jalonando una trama apasionante, magníficamente plasmada en imágenes. La poderosa injerencia religiosa en los vaivenes de la historia, le otorga al film un toque asfixiante y mordaz. El realizador Julian Jarrold en su cuarta película entrega su mejor trabajo, ensamblando con maestría todos los elementos, ayudado asimismo por la excelente música de Adrian Johnston. El jerarquizado elenco, además de una impecable Emma Thompson y una bellísima y talentosa Greta Scacchi, cuenta con un dueto protagónico formidable en Matthew Goode y Ben Whishaw, el camaleónico actor de Perfume, historia de un asesino.
Pese a ser una coproducción entre Perú, Argentina, Francia y Alemania, Dioses es un film absolutamente peruano que aborda aspectos de la realidad de ese país con una alta calidad narrativa y expresiva. El film revela el innegable talento como guionista y director de Josué Méndez, quien en su segundo largometraje (el primero fue Días de Santiago, el más premiado de la historia de esas tierras), maneja un lenguaje fílmico depurado y dotado de múltiples lecturas. A través de una trama de líneas sencillas y un estilo que se podría encuadrar dentro del costumbrismo, Dioses se propone fundamentalmente establecer una lúcida e incisiva mirada sobre la opulencia. El conflicto central de un joven de la alta sociedad peruana que siente una irrefrenable atracción hacia su propia hermana, encierra sub historias caracterizadas por la hipocresía y la discriminación que involucran a seres que se debaten entre la arrogancia y el desamparo. Méndez deslumbra con su cuidado esteticismo audiovisual sin distraerse de objetivos más profundos, apelando a toques introspectivos y simbólicos que a la vez no desdeñan una buena dosis de entretenimiento. El homogéneo y verosímil nivel interpretativo, en el que hay que mencionar al adolescente Sergio Gjurinovic, redondean una pieza admirable.
Comedia familiar y perruna, Marmaduke está incluida dentro de una tendencia en la cual los animales están representados de manera realista, como si todo el film estuviera rodado en acción viva. Quizás el film que inauguró esta impronta sea Como Perros y Gatos, mientras que Un Chihuahua de Beverly Hills y Santa Buddies son otras películas que apelan a este formato. Precisamente Como Perros y Gatos está estrenando su continuación en unas semanas y Marmaduke seguramente aspirará también a tener su propia saga, pese a su escasa originalidad (también hay un gato parlanchín, por ejemplo). Aunque hay que aclarar que el film está basado en un comic creado en 1954, que alcanzó una gran popularidad en muchos países que reproducen la tira en sus diarios. La historieta retrata a un enorme Gran Danés con el nombre que le da título al film, que vive con una familia a la que somete a graciosos desastres. La adaptación busca caminos dentro de este esquema e incluye una verdadera jauría de personajes que le dan cierta gracia a algunas situaciones, aunque los que realmente se pueden divertir medianamente son niños de cinco a diez años y adultos que amen demasiado a los canes y sus distintas razas.
De la mano de dos especialistas en ciclos televisivos, la guionista Kate Angelo (series Becker, Will y Grace y otras) y el director y productor Alan Poul (Six Feet Under, Roma, Big Love), aquí debutante en cine, la bella y carismática actriz y cantante Jennifer Lopez es la atracción principal de El Plan B. Una comedia romántica armada a su medida, que cumple con los cánones del género, pero que no está dotada de demasiadas luces. Quizás la idea básica que la propicia tenga su mérito, una mujer que rondando los cuarenta está empeñada en convertirse en madre, cosa que tras varias frustraciones de pareja decide que sea a través de un proceso de inseminación artificial. Pero la puesta en marcha de ese pretendido Plan B (o plan alternativo o de relevo, como apunta más apropiadamente el original,.Back-up Plan) tiene la particularidad que justo el día en que es fecundada conoce a alguien que reúne los requisitos necesarios para ser el hombre de sus sueños. Jennifer López tiene en su haber una muy buena comedia romántica como Sucedió en Manhattan de Wayne Wang, en la que junto a Ralph Fiennes abordó una trama amorosa arquetípica pero creíble y emotiva. Evidentemente con El Plan B no pudo repetir esa impronta, no contó con la química necesaria en su partenaire, y lo propio se puede decir de los escasos momentos humorísticos y toques conmovedores. Es probable que el potencial público femenino al cual está dirigido el film encuentre temas de su interés -la ya dicha inseminación artificial que se suma al embarazo y la maternidad-, aunque para los varones también hay: el par de escenas que juega el personaje de Stan con un padre de tres hijos (Anthony Anderson) en una plaza. Una situación interesante que quizás daba para otro film, pero hablando de este, aquí tampoco se encuentran otros roles secundarios destacables, un punto clave para cualquier comedia. Para colmo, los mejores gags en el rubro embarazo ya estuvieron plasmados en Ligeramente embarazada, y aquí no pasan de ser grotescos y de escaso gusto.
Esta esperada coproducción argentino-mexicana ofrecía en primer lugar la vuelta de Héctor Olivera a una temática histórico-política, quizás su especialidad, con un último y poco valorado logro como Ay Juancito. También una temática apasionante, ideal para ser abordada cinematográficamente y por último un elenco heterogéneo que si lograba amalgamarse podía rendir muy buenos frutos. A estos puntos habría que añadir una –atrayente- ambientación para enmarcar una trama atravesada por grandes pasiones, proezas artísticas y cruces controversiales entre figuras emblemáticas de la cultura nacional y latinoamericana. Lamentablemente todos estos factores mancomunados entregan más falencias que virtudes y dan la sensación de que no se aprovecharon en su total dimensión. El mural narra situaciones que signaron una era en el país, en las que básicamente están incluidos el proceso de manufactura del ambicioso trabajo pictórico del artista mexicano David Alfaro Siqueiros que le da título al film y también parte de la existencia de quien fuera su gestor, el director del diario Crítica Natalio Botana, más otros personajes sustanciales que se vinculan a la trama, como los escritores Pablo Neruda, Victoria Ocampo y Blanca Luz Brum. La mayor parte de estos roles se resienten ante episodios eróticos muchas veces forzados y caricaturescos, entre otras flaquezas de la narración. Entre las desparejas caracterizaciones se destaca nítidamente Bruno Bichir como Siqueiros y un párrafo aparte merece la muy buena banda sonora de Eduardo Gamboa.
En el estilo de El bonaerense y Leonera, y con algunos toques de Nacido y criado y Mundo grúa, Pablo Trapero entrega en su sexto largometraje una nueva y feroz indagación sobre seres urbanos marginales o dejados de lado por la sociedad. Tan contundente como desoladora, Carancho muestra una realidad poco conocida por la comunidad y escasamente divulgada por los medios, aquella que tiene que ver con agentes de estudios jurídicos que, tras una fachada de ayuda a víctimas de accidentes de tránsito, tienen en realidad el objetivo de cobrar suculentos seguros. Para ello precisan de un esquema en el que no sólo estén involucrados enfermeros, jueces, policías y aseguradores, sino también los presuntos damnificados y los testigos. Dentro de este turbio panorama Sosa (un compenetrado y convincente Ricardo Darín), un carancho encargado de llevar adelante este lucrativo mecanismo ilegal, se encontrará con Luján (la bellísima y talentosa Martina Gusman) una mujer médica también un poco al margen de todo, esforzada, desprotegida y adictiva. En medio de ese infierno de intereses tenebrosos surgirá una compleja relación pasional y afectiva entre ambos. El despectivo mote identifica también a un ave de rapiña que habita en nuestro país, que se alimenta principalmente de carroña, frecuenta basureros y banquinas de rutas en busca de desperdicios e incluso acepta la compañía de buitres. Con un estilo de policial negro y sin dejar de lado el entretenimiento, el film de Trapero logra establecer también una poderosa pintura social, en la que la sombra de las decenas de muertos diarios a causa de accidentes automovilísticos está perturbadoramente presente. La estupenda factura técnica del film enmarca una pareja protagónica que transmite intensidad, verosimilitud y química, rodeados por un elenco impecable.