Divertida y lograda vuelta de tuerca narrativa en el tratamiento del terror En unas pocas casas de un barrio del conurbano bonaerense pasan cosas raras. De las cañerías por donde pasa el agua se escuchan voces y no precisamente amigables. Los habitantes de esas propiedades sufren las visitas de unos monstruosos humanoides que los acechan, especialmente a la noche, para arruinarles la vida o matarlos. Con esta idea en su cabeza, el director Demián Rugna desarrolló un guión atractivo y lo llevó a cabo correctamente para filmar una de terror nacional con todos los condimentos habituales en estos casos. Una “presencia” amenazante y no detectable, científicos de distintas ramas entendidos en la materia como el médico forense Jano (Norberto Gonzalo), la doctora Albreck (Elvira Onetto), y un especialista estadounidense en actividades paranormales, Rosentok (George Lewis), junto a un policía, el comisario Funes (Maxi Ghione) que ante las evidencias siniestras, excede su intelecto y raciocinio convirtiéndolo en temeroso y dubitativo. Pero, por otro lado, no hay una familia que se muda a una casa desocupada durante décadas, no está tampoco la típica chica linda, sexy y vengadora. Es decir, el realizador se vale de ciertos elementos comunes y también intenta salirse del estereotipo que se da generalmente en este tipo de realizaciones buscándole dar una vuelta de tuerca, para no repetirse. Y aquí está lo meritorio de la película porque asusta en los momentos justos, con logrados efectos visuales y sonoros, los atacados no salen corriendo y a los gritos, como estamos acostumbrados a ver en producciones extranjeras, la sangre no abunda, se la muestra en acciones justificadas. Estos momentos se van alternando con situaciones risueñas provenientes del comisario Funes, un básico y estructurado policía, que tiene problemas de salud, se está por jubilar y le aparece este complicado caso que le provoca un evidente miedo y no le avergüenza manifestarlo. Durante sus intervenciones distiende al espectador, necesariamente, luego de tanta intriga y tensión, preparándolos para un nuevo susto. Lo distinto de esta historia es el tono en el que se la cuenta y la intención de diferenciarse de otras. porque hay muchos films en los que no se sabe bien por qué suceden las actividades paranormales, se lucha contra ellas y se las controla, pero aquí no hay una anécdota previa para alegar a favor de las apariciones, salieron de la nada y ni los especialistas pueden con los monstruos por lo que terminan siendo víctimas, también. En este caso no hay héroes, ni siquiera el temeroso Funes los puede derrotar. Si tiene ganas de divertirse, esta es la ocasión, pero no es una comedia, sino que el temor lo hará sobresaltar de la butaca y le producirá una risa, pero de miedo.
Especial para cinéfilos, nada original pero muy bien realizada Estamos en 2018, vamos a ver una película francesa actual, pero ¡oh sorpresa!, es en blanco y negro, con una estética y una fotografía muy particular, que nos remite a los años `60, época de la nouvelle vague. Entonces ¿es un film perdido de aquellos tiempos?, definitivamente no, pero se le parece y mucho. Porque con ese criterio estético el director Philippe Garrel decidió realizar su obra para contarnos una crónica de amores, desencuentros, infidelidades, abandonos, etc., basados en dos historias, con un punto en común, un hombre, pero que, en este caso, no lleva la batuta de la trama sino todo lo contrario. Nos relata el mundo de las mujeres desde otro ángulo, y con una voz en off femenina de apoyo, para ubicarnos en los diferentes problemas que atraviesan los personajes. Jeanne (Esther Garrel) deja el departamento que comparte con su novio Mateo (Paul Toucang), desolada, desesperada, y recala en la vivienda de su padre, Gilles (Éric Caravaca), un profesor universitario de filosofía. Lo que no sabía ella es que él había formado una nueva pareja. Pero lo chocante no es eso, sino que Ariane (Louise Chevillotte) es su alumna y tiene la misma edad que Jeanne. Los tres viven ajustadamente y como pueden, tratan de contener emocionalmente a la recién separada. La pareja transita en armonía los primeros meses de convivencia, aunque no todo es lo que parece, Ariane es, y se siente, libre. Tanto es así que cada vez que puede mantiene un encuentro sexual con un hombre por una única vez. Por otro lado, Jeanne trata de recomponerse emocionalmente, aunque le cuesta horrores, mientras Gilles le deja tener su espacio propio, no la cela, hasta cierto punto. El film transita las cuerdas dramáticas propias del cine francés, tiene muchos diálogos profundos, sufrimiento, y congoja. Filosofan sobre la vida y las relaciones humanas. La intensidad que transmiten las mujeres es superlativa y contrasta claramente con la mansedumbre y la madurez de Gilles. La narración es una atracción-repulsión permanente entre los conflictuados personajes. El desprejuicio y la seguridad que muestra Ariane, con una personalidad egoísta y manipuladora, donde los hombres son un mero instrumento para su placer, se opone claramente a Jeanne, que es conservadora y extraña horrores a Mateo. Hay una manifiesta tensión en esa casa y se espera que algo estalle en cualquier momento. La sumatoria de estos elementos, en conjunción con la exacta dirección y las buenas actuaciones, produce una obra especial para cinéfilos, que quieran ver una película para nada original, pero bien contada.
Gloria Grahame fue una actriz exitosa en los años ´40 y ´50, uno de los períodos dorados del cine de Hollywood. Incluso ganó el Oscar, en 1952, como mejor actriz secundaria por su labor en “Cautivos del mal”. Luego su carrera cinematográfica sufrió distintos vaivenes, declinó un poco, aunque siempre estuvo ligada al teatro, que fue su gran sostén y la mantuvo vigente. El director Paul McGuigan nos acerca la historia particular de una actriz olvidada, pero que supo codearse de igual a igual con sus colegas más famosos y prestigiosos de la época. El film abarca los últimos dos años de su vida, cuando en 1979 Gloria (Annette Bening) viaja a Liverpool contratada para actuar en una obra de teatro y conoce a un muchacho llamado Peter (Jamie Bell), mucho más joven, ella lo dobla en edad, pero eso no es un impedimento, pues se enamoran perdidamente. Gloria es una mujer alegre, divertida, disfruta cada momento junto a su nuevo amor, hasta que la tragedia cerca a la pareja en 1981. La película es cálida, intimista, tierna, dramática. No es una narración lineal, el realizador utiliza ingeniosamente muchos flashbacks, también hablan sobre los encuentros cotidianos que tenía la protagonista, con las grandes estrellas de cine. Ella no fue una de esas, aunque participó en importantes producciones, pero no se muestra deprimida por no ser tenida más en cuenta, siempre está activa y se contrapone a Peter, que también es un actor pero su carrera todavía no despegó, sólo consigue papeles secundarios en obras de teatro. Ambientada perfectamente con los autos, taxis, vestuario, lenguaje, modismos y costumbres que se utilizaban en esos tiempos. Tal vez el punto más criticable es el hecho de reiterar una secuencia objetiva de un momento importante del relato, cuando más tarde se muestra lo mismo, desde el punto de vista de Gloria, para darle al espectador todo explicado, innecesariamente porque no deja nada librado a la imaginación y al esfuerzo mental. Para la protagonista, su carrera fue su vida. No le importaba cuidarse, aunque afectara su salud. Siempre fue y se sintió fuerte, hasta que necesitó de Peter y su familia para soportar el dolor, estoicamente.
Efectivo juego de comedia donde el parecer es más importante que el ser Quienes suponen que los ricos nunca tienen problemas económicos son prejuiciosos por naturaleza. Muchas veces para mantener el status hay que hacer sacrificios, como es el que tiene que realizar el matrimonio compuesto por Anne (Toni Collette) y Bob (Harvey Keitel) que actualmente viven en Paris, en una magnífica mansión, pero que por problemas financieros y el hostigamiento del banco para que paguen las deudas, deciden vender un cuadro original de un reconocido pintor, herencia que les dejó el padre de Bob, para poder continuar con el estilo de vida que llevan hasta ahora. Este es el punto de partida para contar una comedia dramática donde, una vez más, las confusiones y mentiras iniciales provocan risa y generan una inmediata identificación con la persona que aparenta ser una cosa, pero es otra, y aunque el espectador es un testigo privilegiado de la farsa quiere que igual le vaya bien. La directora Amanda Sthers maneja con maestría los momentos exactos del juego que estamos presenciando, para que cada intérprete pueda desarrollar su historia, por el bien de la película. Porque aquí, todos dicen ser y hacer una cosa, pero en la realidad, de una forma u otra, cada uno de ellos está disconforme con la vida que tiene y necesita hacer lo contrario a lo que pregona. Cuando Anne organiza una cena de gala en su casa, para acercar e interesar a un amigo millonario a que compre el cuadro, no imaginó nunca las consecuencias que eso tendría. Porque en la velada hay 13 personas y ella considera que es de mala suerte. Con esa excusa sienta con ellos a su ama de llaves, María (Rossy de Palma), que no obedece las instrucciones impartidas por su patrona y caerá seducida por otro asistente que es un consultor de obras de arte llamado David (Michael Smiley). El amor entre ellos es fulminante, pero Anne no lo aprueba. No se sabe si está celosa, pues su matrimonio con Bob no va muy bien, como ella desea. O porque no quiere quedar como una embaucadora frente a los demás, sosteniendo un engaño y, de ese modo, perder la confianza de los amigos. Tal vez lo que quiere es que la eficaz y eficiente María no los abandone, con todas las cuestiones organizativas que los dueños y la casa precisan de ella. Los sobreentendidos, el cambio de roles, las máscaras invisibles que utilizan todos ellos para simular una alegría y una existencia apacible, sin mayores sobresaltos, están muy bien dibujadas en esta historia. Para ellos es mucho más importante el parecer que el ser, excepto para María, que no negocia su dignidad y amor propio, aunque haya coqueteado con gente adinerada, y pertenecido fugazmente a un lugar que no es el suyo, porque sabe perfectamente que lo que vivió es una novela parecida a la de una Cenicienta moderna, y que decide alejarse de la fantasía y enfrentarse a la dura realidad.
Enrique Juárez fue un delegado peronista en el sindicato de Luz y Fuerza durante los años ‘60 y principios de los ‘70. Creía firmemente en el proyecto de gobierno instaurado por Perón. No admitía otra cosa, era un idealista. Este documental trata sobre la biografía pública y privada de un singular personaje. Con un relato clásico de entrevistas a familiares y amigos, generalmente cómodamente sentados, y en otras con sus hijos y sobrinos, desempolvando viejas y oxidadas latas con material fílmico en su interior. Porque, su otra pasión, era hacer cine. Enrique filmó varios cortometrajes de ficción y dentro del “ambiente” se estaba haciendo conocido. Pero no era un cineasta convencional sino que su obra era comprometida social y políticamente. Especialmente después del derrocamiento del General hubo muchos jóvenes directores que necesitaban retratar con sus cámaras los dramáticos y convulsionados sucesos que transcurrían en nuestro país. Con ese plan integrador de pensamientos y opiniones similares se creó el Cine Liberación., y entre sus integrantes secundarios, estaba Enrique. Bajo la dirección de David Blaustein se estrena éste film nueve años más tarde de haberse filmado, que le corre el velo a la historia de una persona con una personalidad muy particular, porque no sólo se contentó con participar en las reuniones políticas, sino que estaba totalmente convencido de sus creencias y se unió al grupo de montoneros. Su familia y amigos lo recuerdan con admiración, porque fue perseguido por la dictadura militar y luego asesinado. El relato va mezclando distintas semblanzas de su vínculo íntimo con imágenes de archivo de noticieros, fotos con gente “pesada” y fragmentos de películas que él filmó. Pese a que quieren convertirlo en una víctima desestiman el hecho de que el homenajeado tomó las armas en contra de los gobiernos de turno para defender su ideología, aunque haya sido ilegal. No lo critican ni lo juzgan. Sólo lo evocan con cariño.
Presenciar una película protagonizada por una pareja de ancianos no es lo habitual. Pero el director Jhonny Hendrix Hinestroza, imaginó un guión que ocurre durante 1994 en La Habana, Cuba, para que fuera posible desarrollar la historia atractiva y cálida de un matrimonio que transita la tercera edad y padece el régimen castrista con todo lo que eso significa. Porque en muchas películas se exhibe a la isla caribeña como un lugar pintoresco, pero muy pocas se atrevieron a mostrar los padecimientos de los ciudadanos comunes, que estaban impedidos de hacer o tener cosas básicas, cuando Fidel Castro fue el presidente. El film es muy austero, cuenta con cuatro personajes. El tratamiento intimista se basa en la vida de Candelaria (Verónica Lynn), una mujer blanca que trabaja en la lavandería de un hotel, algunas noches canta en ese mismo establecimiento, y cría a unos pollitos, como pasatiempo, y la de su esposo Víctor Hugo (Alden Knight), negro, operario de una fábrica, que revende de contrabando cigarros a un único cliente. Pero la plata no les alcanza ni para comer, empero, pese a todos los inconvenientes económicos y de salud, enfrentan el día a día con optimismo. Mientras subsisten como pueden, una filmadora encontrada en el hotel por Candelaria les dará un vuelco en sus vidas. Inesperadamente les devolverá la pasión sexual. Aquí el director se involucra en otro tema tabú, que es el sexo de los ancianos pero de un modo poco convencional, que no conviene detallar en estas líneas porque es una parte importante de la narración. Observar desde adentro lo que la revolución cubana le provocó a la ciudadanía, duele. Aunque ellos, como los protagonistas de esta narración, pese a estar resignados, prefirieron mantener la decencia y la alegría, en definitiva, ser dignos por sobre los apremios, sufrimientos y las necesidades insatisfechas.
Cuando un atelier es mucho más que un simple atelier Perdido, desorientado, se puede sentir un adolescente luego de terminar el colegio secundario. Pasar esa etapa es complicada para cualquiera. Cada uno lo asimila de distinta manera. Unos se adaptan mejor que otros. Y en ésta historia que se desarrolla en Francia, en realidad, puede ocurrir en cualquier otro país. Realizada por Laurent Cantet en un puerto de la costa francesa llamada La Ciotat, el film describe las actividades que realizan siete adolescentes durante un curso de integración social. La tarea que les fue encomendada es estudiar en un taller de escritura de novelas dirigida por la profesora Olivia (Marina Foïs), quien es una reconocida escritora, pero le interesa y le gusta además involucrarse en la enseñanza del arte de escribir. El grupo de estudiantes es heterogéneo, hay negros, blancos, musulmanes de origen árabe, etc. Cada uno de ellos vuelca su problemática durante las clases, en las que se dedican a pensar y escribir una historia policial. Y esos conflictos no sólo afectan la labor que tienen sino también la relación entre los compañeros. Entre ellos hay uno que se destaca por sus pensamientos radicalizados y la confrontación permanente con todos, especialmente con la profesora. Antoine (Matthieu Lucci) es un rebelde, vive con sus padres y no tiene amigos. Mantiene ciertos vínculos a través de un primo mayor que él, compartiendo sus amistades. El director delineó muy bien las personalidades y actitudes de los protagonistas, junto a los diálogos exactos de cada una de los personajes, como para que los choques permanentes sean justificados y creíbles. La incomodidad entre ellos flota en el ambiente durante cada escena. Cuando comenzaron las clases en el taller parecía ser que estábamos en presencia de un simple y educador espacio, en más de un sentido, para desarrollar la creatividad narrativa de jóvenes de clase media en una provincia francesa. Porque las exposiciones de las ideas guiadas por Olivia, eran atractivas para observar y entender un poco cómo es el proceso de construcción de una novela. Pero con el transcurso de los días se transformó en otra cosa, en un duelo profesora-alumno, donde ambos exponen fuertes personalidades para sostener sus convicciones, pero, donde uno dará el paso al costado indefectiblemente. “El atelier” se convirtió, finalmente, en una herramienta de autoconocimiento que ayudó a Antoine a cambiar su vida drásticamente.
Cuando el desamparo, la desidia, el abandono, la desatención de los gobiernos de turno ejercen sobre las poblaciones más vulnerables, sin educación y manejables políticamente, provocan una gran separación entre las clases sociales, ese país, cualquiera que sea, no va a tener un futuro promisorio. Durante siglos se mantuvieron en ese rumbo pero, actualmente, hay personas que se están despertando de a poco, pero de manera muy firme, para cambiar su destino, y no repetir lo que hicieron sus antepasados. Con esa información obtenida, los realizadores de éste documental, Malena Noguer y Martín Ferrari, viajaron hacia varios países sudamericanos para corroborar en persona los datos que tenían, y recabaron varias historias de superación personal y social de los excluidos e ignorados por los poderosos, como son las poblaciones indígenas, los originarios de estas tierras, que decidieron estudiar y formarse para luego trabajar en forma comunitaria junto a su pueblo. El film recorre Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, y en la Argentina van a Santiago del Estero y Buenos Aires. En cada lugar que van los directores entrevistan y siguen a gente que les cuenta lo que hacen, y las coincidencias en todos los lugares es notable. Luchan, se manifiestan, se politizan. para transformar a la sociedad. Pero no se quedan en las protestas, sino que crearon escuelas rurales y universidades locales para fomentar la educación, el trabajo y la autogestión. Es decir, que ellos mismos crearon un espacio para encontrarse y buscar soluciones a sus problemas, sin depender de los políticos. Las imágenes son impecables, acompañadas por melodías acordes a lo que transmiten las imágenes. El relato es dinámico y cuando el tema está agotado, pasan a contar otra historia. No buscan la emoción durante las escenas, sino informar al espectador de lo que sucede en Sudamérica. Los directores desde el comienzo de la película manifiestan su punto de vista, sientan y describen su posición política,para que, desde ese lugar, poder describir distintas situaciones y hechos de vida, que respalden sus ideologías.
Alocada y divertida búsqueda del tesoro que consagra a sus realizadores Los creadores de la elogiada “7 Cajas” (2014), Tana Schémbori y Juan Carlos Maneglia, estuvieron frente a su mayor desafío luego del semejante éxito de público y críticas que obtuvieron por su ópera prima. Y ese reto fue cómo seguir filmando ahora que las expectativas de todos son mucho más altas, donde tienen que demostrar. y demostrarse. que aquello no fue producto de un momento de lucidez y creatividad, sino que realmente hay materia prima para seguir generando películas que sean del agrado del espectador. ¡Y vaya si lo consiguieron! Pudieron reinventarse cambiando el género cinematográfico, de un thriller pasaron a una comedia donde conserva el espíritu de la anterior, pero consiguieron un mayor presupuesto para su realización, y eso se nota. Como punto de partida para desarrollar éste film recordaron una leyenda urbana que se transmite de generación en generación, algo que no se sabe si es verdad o no, pero por las dudas se cree en eso, que son tesoros guardados bajo tierra en distintos sitios del Paraguay luego de la guerra de la Triple Alianza. ocurrida en 1870. Quien se carga con la responsabilidad y la ambición de encontrar ese tesoro, que perseguía su abuelo, es Manu (Tomás Arredondo), un joven que de día trabaja de canillita y de noche estudia. Vive con su familia, sin padre, en una humilde casa, a la que le está por llegar el agua de la inundación que asola a su barrio dentro de Asunción. Pero como Manu no puede afrontarlo solo encuentra la ayuda de su amigo Fito (Christian Ferreira), y del veterano Don Elio (Mario Toñanez) que actúa como una suerte de guía para interpretar los mapas y conocer esa ancestral fábula. Este grupo de entusiastas novatos sabe muy bien lo que quiere, aunque sean torpes y sin recursos económicos, operando sin claudicar en el intento de desenterrar la plata ybyguy, pese a estar localizada dentro de la embajada de un país africano no identificado. Toda la historia es una sucesión de inconvenientes que, gracias a la buena suerte y las casualidades, van encadenando escena tras escena con situaciones que justifican lo visto. o escuchado anteriormente, respaldando sólidamente la trama, con un ritmo vertiginoso que en pocas ocasiones nos da un respiro. Realmente se convierte en una alocada y divertida búsqueda del tesoro urbana donde se plasma de manera equitativa la solidaridad de unos y la codicia de otros mediante personajes que se van incorporándose a la historia necesariamente, porque también le imprimen a la narración una gran cuota de preponderancia jerarquizándola, no están de adorno, cada uno de ellos es un engranaje fundamental de esta máquina, ideada con un guión muy bien pensado, elaborado y ejecutado, donde los directores salen victoriosos en la realización de su segundo largometraje.
Películas cuyo argumento se basa en que su protagonista escribe lo que sufre por amor y lo convierte en un libro que termina siendo un éxito de ventas, se hicieron infinidad de veces. Pues aquí nos encontramos con una nueva versión, un renovado intento por darle una vuelta de tuerca a la temática, en una coproducción argentina-brasilera dirigida por Martín Viaggio. Diego (Guillermo Pfening) trabaja en una editorial de libros y por su labor está muy bien considerada por el directorio, vive solo en una amplia casa y sufre por amor. Se encuentra abatido porque Carolina (Bela Carrijo), una brasileña que vende ropa en ferias callejeras, se instaló en su casa pero está enamorada de otro compatriota, Daniel (Daniel Alvim), que está de paso por Buenos Aires pero se llevó a la chica más linda. El protagonista no sabe. no puede conquistarla, y para encontrarle alguna explicación escribe un libro en el cual mezcla ficción y realidad de sus desventuras sentimentales. El triángulo amoroso tiene sus vaivenes. Partes del relato son flashbacks, otros ocurren en presente, y entre en la voz en off de Diego que cuenta lo que le pasa y lo mal que está, repitiéndolo en imágenes acompañadas por melodías acordes a los momentos melancólicos, lo vuelven soporoso al relato, pues la reiteración de la información le quita ritmo y el film parece más largo de lo que es. La factura técnica es muy buena, las locaciones son las acertadas para respaldar a cada personaje. Hay diálogos que están bien elaborados, en tanto que otros se exceden en explicaciones filosóficas. El remanido tema del amor no correspondido, una vez más, deja un sabor amargo en la boca. El cuestionamiento de por qué la chica que lo vuelve loco, elige a otro y no a él, tortura la cabeza de Diego, lo tiene deprimido, aunque sus esforzados intentos por recomponerse sean sólo un maquillaje exterior porque la procesión va por dentro. El director realizó una obra demasiado refinada y pretenciosa para buscar una profundidad que termina siendo un inconveniente, y conspira contra la necesidad que tiene de contar con un film que no sólo busque contar una historia de la mejor manera posible, sino quen también, entretenga al espectador aunque lo que veamos sea un drama que no tiene respiro.