De vez en cuando nos enteramos por el periodismo queen algún lugar del mundo a una persona se le apareció de repente una imagen de la Virgen María, y que, además, le dio algunas indicaciones. Cuando este tipo de noticias se dan a conocer, inmediatamente desde el Vaticano, se pone en marcha una investigación profunda para comprobar si ese trascendental hecho es verídico y no una farsa. Esta película aborda el tema a partir de una aparición que ocurrió en un pueblo del sur de Francia. Una chica llamada Anna (Galatea Bellugi) caminaba sola por un lugar boscoso en las afueras del pueblo y percibió algo fuera de lo común, que la Virgen se corporizó frente a ella y le habló. Pero no lo contó inmediatamente, se tomó su tiempo para decírselo a un cura y se convirtió en una novicia de la Iglesia, para congraciarse a Dios y divulgar tal acontecimiento a todos los fieles que acudan allí. Enterados de esto en la Santa Sede, convocan para que encabece la pesquisa a un reportero de guerra, que recientemente sufrió un atentado donde su amigo fotógrafo murió, Jacques (Vincent Lindon), elección que no entiende ya que él no sabe nada del tema y no es creyente, pero acepta el desafío. La Iglesia le armó un equipo de trabajo con personas expertas en distintas disciplinas en la localidad donde vive Anna, quien acepta de inmediato ser analizada desde todos los sectores para saber si se encuentra bien física y psíquicamente. Xavier Giannoli dirige este film, dividido en cinco capítulos, titulados cada uno de ellos, narrando minuciosa y detalladamente la investigación canónica que realiza el periodista junto a sus compañeros de trabajo, para tratar de dilucidar dicho evento. Se toma todo el tiempo necesario para contar cada escena y describir los conflictos internos que tienen los protagonistas. Las sospechas flotan en el ambiente. ¿Será verdad o mentira lo que dice la adolescente?. Jacques quiere creerle, pero desconfía, no tanto de ella sino de quienes la rodean, comenzando a actuar como un detective privado, en un policial negro, recolectando testimonios de todo tipo y armando un rompecabezas, donde las piezas no encajan del todo bien porque hay más dudas que certezas. El director no se preocupa en juzgar este tipo de historias, simplemente la cuenta pues le resulta interesante. Está bien planteada y estructurada, y sino fuese excesivamente extensa, como lo es, por lo que llega un momento que resulta tediosa conspirando con el resultado final, hubiera alcanzado una mayor puntuación.
Los chicos de la calle generalmente terminan mal, al mendigar y dormir donde pueden, con el aditamento de ingresar al ámbito de la drogadicción, prostitución y delincuencia del que no pueden salir con facilidad. Pero eéte documental no trata una vez más sobre estos casos, sino que el director Fredy Grunberg rescata tres historias particulares que las unifica con un claro mensaje: si se quiere, se puede. Emanuel Mercado, Andrés Montes de Oca y Rodolfo Brizuela son los claros ejemplos de resiliencia que tiene una persona cuando las circunstancias ofrecen una mínima chance de cambiar su vida. Ellos relatan en primera persona lo que sufrieron durante su infancia, lo duro que resultó el desamparo o la violencia parental. Cada uno recaló en hogares de tránsito donde se criaron y mejoraron su realidad. Incluso Brizuela fue derivado a la casa de sus tíos en La Rioja, y allí pudo estudiar, se convirtió en Juez y es conductor de un programa de radio. La cámara acompaña a los entrevistados a sus ámbitos para mostrar que hacen, cómo viven actualmente, mientras cuentan con emoción de donde salieron y a donde llegaron, sin haberse desviado del camino, porque desde pequeños sabían fehacientemente que lo que estaban transitando era momentáneo, no pensaban resignarse y tuvieron la suerte de encontrar a los tutores justos para que los guíen y aconsejen bien. El realizador recurre a viejos programas de televisión en los que curiosamente estuvieron registradas las personas involucradas, y, además entrevista a gente que acompañó el crecimiento de ellos. La estética es televisiva, no hay originalidad en la construcción final del film. Lo más noble del relato es poder observar como tres nenes a la deriva encaminaron sus rumbos, torcieron el destino y, desde otro lugar, mucho más digno, la siguen peleando.
Corre el año 2014 en la Argentina. Es verano, el calor agobia y escasea la energía eléctrica por lo que se producen sistemáticamente cortes todos los días, en algunos lugares la restablecen unas horas, y en otras, no, directamente están semanas enteras sin poder usar la heladera o un ventilador. Las zonas de mayor densidad demográfica fueron las que tuvieron más problemas con el deplorable servicio eléctrico. Las directoras Agustina González Bonorino y Regina Braunstein en su práctica de la carrera cinematográfica, junto a otros compañeros, escribieron el guión y lo produjeron para poder filmarlo y, a raíz de sus méritos, consiguieron que les den una pantalla para poder exhibirla. Ellas, como tantos millones de personas, vivieron en carne propia lo que ocurría en el país, y desarrollaron la idea para que ocurra la película en un barrio de clase media baja, en el Gran Buenos Aires, que fue unos de los sitios más castigados por los apagones. Son tres historias paralelas que se van entrecruzando. Cada una de ellas tiene sus problemas pero las une un denominador común, que, ante la falta de luz aparecen los delincuentes, que viven en villas cercanas y de algún modo u otro la gente no puede pasar las noches tranquilas, porque no sólo están a oscuras sino también que los ladrones están de parabienes. Julia (Paloma Contreras Manso) y Rubén (Nicolás Goldschmidt) viven juntos en una modesta casita alquilada, están atrasados con el pago del alquiler y la chica es quién trabaja de pintora y empapeladora en una casa cercana, pero la dueña no le abona lo prometido. Otra situación se da con Carmen (Roxana Berco) que vive sola en una propiedad un poco más confortable, y recibe la visita de su hijo Matías (Nicolás Mateo), recién llegado de un viaje al exteriory no se siente del todo cómodo en el barrio de su infancia. Por otro lado, se encuentra un chico llamado Franco (Mateo Pona Silos) que permanece en la despensa de su padre, y cuando puede sale a alimentar a un perro perdido. La realización mantiene un clima inquietante, de que algo más grave va a pasar, el fuera de campo, donde transitan los malhechores, está muy bien llevado porque nunca se corporizan, sólo vemos el resultado final, pues en definitiva, las directoras describen una lucha de pobres contra pobres de las típicas vivezas criollas, que ante una crisis se convierte en un terreno propicio para abusarse y perjudicar al más necesitado. Lo negativo de esta realización es que, técnicamente hablando, no tiene un incidente inicial importante para saber desde el comienzo de que se trata, porque el corte eléctrico viene desde antes, como para modificarles algo al principio del relato, y tampoco tiene un contundente punto de quiebre que le dé un giro a la trama, hasta la resolución final. A raíz de un gran problema que hubo en el país las directoras nos cuentan cómo vivimos y nos conducimos los ciudadanos, donde lo que impera, es el sálvese quién pueda.
Inteligente, sensible y emotiva obra de animación para adolescentes y adultos Por estas latitudes se sabe poco de la cultura japonesa. Siempre difundieron una imagen de ser estrictos y rígidos, con una conducta moral y ética intachable. El director estadounidense Wes Anderson toma esos vagos conocimientos que el resto del mundo percibe de ellos y realiza esta particular y original película de animación, destinada al público adolescente y adulto, porque hay dureza, crueldad, violencia, mordacidad, luchas políticas, etc., para retratar lo que hace el ser humano cuando no tolera lo distinto a uno y no sabe cómo manejarlo. Para ejemplificar la idea, el film relata un conflicto entre humanos y perros. Cuando el alcalde Kobayashi, de la ciudad japonesa de Megasaki, decide expulsar a todos los canes enfermos que se encuentran ahí y trasladarlos a una isla cercana, que funciona como un basural no atendido como corresponde. El pragmatismo del alcalde se contrapone con los científicos que en pocos días descubren una vacuna efectiva, pero éste la descarta para sostener su decreto, a la vez que se enfrenta a un grupo de jóvenes manifestantes que se oponen a la medida, aduciendo que la enfermedad fue creada a propósito por el mismo gobierno y, por si fuera poco, suma a un enemigo inesperado, su pupilo Atari, de 12 años, que vuela en una avioneta hacia la isla, para rescatar a su perro. El realizador se vale de la animación y esta original historia para denunciar abiertamente a los gobiernos inflexibles, totalitarios e insensibles, donde el héroe es un chico y quienes lo ayudan para intentar lograr su objetivo son cinco perros, que hablan entre ellos, con voces de actores famosos. Cada uno tiene un pasado disímil y el destino los llevó al destierro, pero no desean resignarse a pasar el resto de sus vidas en ese horrible y desamparado lugar. Pese a que suene absolutamente dramática, la realización mantiene un tono irónico-crítico y un espíritu de aventura, permitiendo que el espectador desee que Atari y los perros tengan éxito, y que el malo Kobayashi revierta su decisión. El trabajo impecable de producción, se nota, no sólo desde la técnica y la estética, sino también desde el guión, que recurre a varios flashbacks para explicar ciertos hechos y a dividir la historia en capítulos. Los personajes expuestos son sólo un ejemplo, porque podrían ser todas personas las que pertenezcan a los dos bandos, pero tal vez el impacto no sea el mismo puesto que la empatía existente entre los perros y los humanos, es mucho más sensible y emotiva.
Bruno (Facundo Gambandé) es un joven que reparte en su motoneta pedidos que realizan clientes de “Extraordinarios objetos”, un negocio muy particular propiedad de sus tíos, Elvira (Mirta Busnelli) y Beto (Claudio Rissi). Es sábado y está pendiente de su celular para organizar una salida con amigos. Hasta el momento, no hay nada que llame la atención, son actividades normales que realiza un chico de su edad, para hacerse de unos pesos y gastarlos en el fin de semana. Pero lo que sucede de aquí en más se encuentra fuera de la órbita de lo tradicional. La película dirigida por Pablo Parés, ingresa en un mundo del delirio y la exageración en su máxima potencia, porque hay un médico loco, el Dr. Márquez (Fabio Alberti) quien descubre un modo de resucitar a los muertos y tiene a una asistente, Auxilio (Candelaria Molfese), que come cerebros. Hacia allí llega Bruno para retirar la poción mágica pedida por su tío para intentar resucitar a su perro embalsamado. Este entrecruzamiento de personajes y el verosímil creado da pie y justifica lo siguiente, que es tratar de unir la cabeza de su tía, decapitada accidentalmente, pero que todavía tiene vida propia en un cuerpo, que puede ser el de ella o de otra persona. Relatada con mucho ritmo, los alocados personajes están en constante movimiento, las escenas son cortas y siempre desbordantes de energía. La estética es muy fuerte, trash, las máscaras están muy bien logradas, especialmente dirigida para un público preadolescente. En una película con una narrativa de aventuras se necesita de un héroe que resuelva los problemas, y esos son provocados por los malos de turno encarnados por los García (Esteban Prol y Brian Buley), que son extraterrestres como Auxilio. Ellos se alimentan de cerebros para mantener la apariencia humana. La pareja protagónica tiene que superar varios inconvenientes para lograr su cometido, uno más alocado que el otro. El realizador cuenta la historia desde un género particular, homenajeando a películas de terror, de marcianos, y de científicos que quieren vencer a la muerte cueste lo que cueste, pero siendo una comedia pura, sin asustar a nadie, como un mero entretenimiento que tiene anunciada una secuela. Candelaria Molfese y Facundo Gambandé son debutantes en la pantalla grande, aunque no inexpertos puesto que provienen de la exitosa serie infantil “Violetta” y ambos se esmeran en hacer creíbles sus actuaciones. Aunque quien resalta es Esteban Prol, que aporta todo su oficio y experiencia, destacándose en cada escena que interviene como un marciano desequilibrado y malvado. El film parte de una buena idea, pero todo es tan exagerado, sin pausas, como para que el espectador procese toda la información y comprenda la nueva realidad instaurada, que le impide poder disfrutarla, sólo seguirla velozmente, del mismo modo en la que está compaginada esta película.
Desgarradora lucha cuando la justicia no se condice con la realidad Cuando se separa un matrimonio quedan resabios. Las causas que llevan a tomar esa decisión límite son varias y particulares para cada uno. Donde hubo amor perdura el fuego, pero de la bronca, rabia, odio, y celos, por sobre todas las cosas se vuelve una lucha encarnizada por la división de bienes y, especialmente, para saber quién se va a quedar con los hijos. Es aquí cuando tiene que intervenir la justicia, y es lo que vemos apenas comienza esta película francesa. Miriam (Léa Drucker) y Antoine (Denis Ménochet) se encuentran frente a una jueza, ambos están defendidos por abogadas y dirimen la custodia de sus hijos, Joséphine (Mathilde Auneveux), que está por cumplir 18 años y legalmente queda emancipada, pero el problema es con Julien (Thomas Gioria), que tiene 11 años. Todas las pruebas en contra del ex marido son desestimadas y la jueza emite un fallo salomónico, pese a las quejas de la madre, para compartir la crianza del chico. Tras la sentencia Miriam y sus hijos se mudan a un nuevo departamento, aunque los encuentros del nene con su padre se dan en la casa de los progenitores de la mujer para ocultarle el nuevo domicilio a Antoine. Julien a regañadientes ve a su padre, quien lo pasa a buscar en su vehículo, pero la tensión que flota en el aire es evidente. El chico es un rehén, siempre queda en medio de las disputas de poder que mantienen constantemente los ex cónyuges. Antoine no puede ocultar ni controlar su ira. No acepta una negativa como respuesta. Xavier Legrand, con su ópera prima, relata de forma cruda y descarnada, la lucha de una ex pareja que se pelea por la tenencia de un hijo. Dirige con sabiduría los momentos y las actuaciones de cada uno de los personajes, para que se luzcan durante el desarrollo de cada toma. Es riguroso con el tema que aborda, no le tiembla el pulso para retratar semejante drama. Los climas y atmósferas inquietantes que rodean la tirante relación de lo que fue una familia están muy bien logrados, al igual que la escalada de violencia y sufrimiento permanente de las víctimas donde las consecuencias son inesperadas. Miriam intenta defender y proteger a Julien con los escasos recursos que tiene, ya que la justicia le dio la espalda y no analizó con rigor la personalidad de Antoine. Y aquí es donde la historia merece una reflexión profunda por parte del espectador, ser un llamado de atención en estos casos, donde la responsabilidad que tiene la justicia generalmente no condice con la realidad, para que luego sí, ante una situación extrema, reaccione, aunque muchas veces sea ya demasiado tarde.
Viajar enriquece el espíritu, el alma y los conocimientos de las personas. Es una frase conocida y aferrándose a ella, un par de amigas brasileras se toman un avión y llegan a Rusia, para estar durante un mes estudiando en una escuela de actuación teatral. Marta (Martha Nowill) y Manuela (María Manoella) son unas actrices que en su país les cuesta mucho hacer una carrera digna, no pueden afianzarse y trascender, superan los treinta años y decidieron perfeccionarse en su profesión, haciendo un curso en el otro lado del mundo. El realizador Charly Braun narra una ficción, con tramos que se asemejan más a un documental, por la calidad de la imagen y estilo con el que se maneja. La historia abarca la estadía de las chicas en la fría y nevada Moscú. Cómo asisten todos los días a clases, ensayan una obra y un maestro riguroso pero accesible, las guía, dándoles nuevas herramientas y técnicas para que puedan desarrollarse con éxito en el mundo de la actuación. Pero no sólo es estudio, también salen a conocer la ciudad, viajan en subte, salen de noche y flirtean con hombres. Los días pasan y las rispideces entre ellas aumentan. La convivencia comienza a complicarse, estar todo el día juntas las cansa. Ya no se toleran y trasladan sus problemas al instituto. El director maneja los climas en cada escena con coherencia. Los altibajos anímicos de las chicas se reflejan en cada conversación. La atmósfera se rompe un poco cuando participan otros personajes en la historia, especialmente uno, que es un director joven, que se acerca amorosamente a las amigas, parece que va a modificarles algo su vida, pero luego desaparece, para nunca más volver. Tanto los personajes de Marta y Manuela son creíbles con sus acciones y actitudes. El contrapunto entre ambas es permanente. Ellas se alejaron por un tiempo corto de su país para tomar distancia, no sólo geográfica, sino también de su ámbito familiar, social y laboral, para poder reciclarse y reinventarse, tanto como actrices y, sobre todo, como personas.
Denso drama narrado con una cámara inquieta e introspectiva Complicados pensamientos rondan la cabeza de Julia (María Canale), una treintañera, recientemente separada, que toma pastillas para dormir, y en sus sueños se ve sumergida en el agua, no puede respirar y se despierta sobresaltada. Por si fuera poco, no tiene trabajo, a veces ayuda a su padre Carlos (César Bordón) en la joyería, su ex marido Pablo (Esteban Bigliardi) quiere vender la casa, y también, descubre que está embarazada. Este cúmulo de problemas e inconvenientes tendrá que enfrentar la protagonista de esta película, dirigida por Javier Palleiro. Ella es una chica rara, siempre está reconcentrada, su mente funciona a mil revoluciones. Hace las cosas como puede, sin medir las consecuencias. Miente, fabula, engaña, oculta, se apropia de cosas que no son de ella, se reencuentra con una amiga, Elena (María Villar) para que le consiga un trabajo de antropóloga. Y, por sobre todas las cosas, decide abortar, sin contárselo a nadie. El film, que es una coproducción argentina-uruguaya, relata unas semanas de la vida de Julia. Vemos cómo se mueve, qué decisiones toma, lo que hace para conseguir el trabajo, la relación de idas y vueltas con su ex, con su padre y la utilización de la confianza de Elena para beneficio propio. En cada escena está Julia, la cámara sigue sus acciones. El director conduce los distintos ritmos internos de cada secuencia, de acuerdo a los momentos que transita la protagonista, va de la angustia al desamparo, de la furia a la amabilidad, de la paciencia al descontrol y cada cosa que hace está justificada con anterioridad. De algún modo va viviendo el día a día y ve lo que pasa. Pese a que su entorno la quiere, e intenta contenerla, ella no es confiable porque no sabe bien qué es lo que quiere, parece una bola sin manija. Vive contradiciéndose permanentemente, tanto con sus pensamientos como con sus acciones. María Canale genera con su personaje una empatía con el espectador. Ella se mueve en aguas turbulentas y su cara rara vez cambia de expresión. Los gestos mínimos de su rostro, justifican perfectamente el volcán interno que traslada, el que de vez en cuando erupciona. El mundo de fantasía que construyó Julia desde que se separó, se va derrumbando, inexorablemente, porque no tenía de donde sostenerse. La única conclusión positiva que puede rescatar la protagonista de esta historia es que el derrotero de los últimos días modificó su existencia, de un modo abrumador. Todo lo que le pasó fue para encontrarse a sí misma, desde otro lugar, y descubrir que lo que tanto soñaba era, en realidad, su vida, estar bajo el agua.
Mirada retrospectiva a un Buenos Aires evocado entre mitos y realidades Buenos Aires tuvo su época de gloria entre fines del 1800 y las primeras tres décadas del 1900. Cuando el poder económico del país era notorio, las construcciones se hacían con buen gusto y estilo porque la alta sociedad porteña miraba a París con admiración. De acuerdo a las versiones que se manejaron en esos tiempos y que luego, investigadores e historiadores pudieron averiguar también, el director Luis Bernardez toma en cuenta esta versión y se vuelca de lleno en tratar este tema filmando una película que puede ser un documental, una ficción, o una mezcla de ambos, con un tratamiento narrativo y estético muy atractivo y original. Todo comienza cuando una mujer francesa se atreve a hablar frente a una cámara, denunciando que la persiguen y está en peligro su vida. Ella permanece en la oscuridad para ocultar su cara y dice llamarse Suzanne (Andrée Leonet), es una periodista enviada desde Francia para investigar el pasado de una sociedad secreta porteña llamada “Los corroboradores”, que, según sus informes, para algunos es un mito, y para otros fueron reales. Ellos pertenecían a la elite de la ciudad y habían propuesto copiar ciertas edificaciones emblemáticas parisinas en Buenos Aires. ¿Será verdad, o sólo es una fábula lo que estamos viendo? Como un policial negro está narrado este film, donde la protagonista espera en vano encontrarse con un experto en el tema, Martín Dressler, que fue quién la convocó para hacer una nota sobre este caso, pero esta persona nunca aparece, sólo le deja mensajes en clave que ella tiene que desentrañar, recorriendo ciertos lugares capitalinos. El director, para refrendar la historia que nos cuenta, alterna imágenes fotográficas, fílmicas, sonoras, de aquellos años, donde sobresalen los edificios, el glamour y la minoría aristocrática además, para hacerlo más creíble aún, entrevista a arqueólogos, sociólogos, historiadores y turistas. Según el relato, funcionaban como una logia secreta que duró hasta 1929. Todos estos datos terminaron por obsesionar a la francesa, que necesitaba imperiosamente, ya no sólo por el medio en el que trabaja, sino también por ella misma y su orgullo malherido, concluir y redactar la crónica periodística por la cual fue enviada a nuestro país. Quedará en la imaginación del espectador entender si lo que ve, es real. Porque el film procura transmitir una veracidad irrefutable, por medio de argumentos sólidos, locaciones históricas, con un manejo del clima y la calidad de imagen impecables, transfiriéndonos la angustia y el temor que sufre Suzanne, al estar tan cerca de correrle el velo a un gran secreto porteño, de cuando era llamada la “París del Plata”.
Sandro fue una pasión de multitudes. Venerado hasta el éxtasis por sus “nenas”. Pero detrás del singular personaje popular hay una historia personal muy poco divulgada, y éste documental intenta dar a conocer al público sus primeros años de vida y de carrera. A Miguel Mato le llevó 4 años reconstruir la historia, recolectando videos desconocidos, muchos filmados por el mismo Sandro en los distintos viajes que hizo al exterior, además de archivos de películas, revistas, fotos, programas de televisión, etc., todos contados con la voz en off del protagonista y también, está su música, combinados con partes recreadas con actores, locaciones y vestuario de la época de los primeros años Sandro. El film abarca el período desde que nació hasta su estrellato y consagración, a mediados de la década del ´70, cuando protagonizaba películas, llenaba teatros, hacía recitales en América e incluso en el Madison Square Garden de Nueva York. La narración es cronológica, bien elaborada, pero técnicamente es una lástima que la voz en off suene tan baja, incluso hay pasajes que se vuelven inaudibles. Además, hay tramos que mientras el cantante habla un tango cubre sus palabras. Por otra parte, cuando termina la narración sobre la vida y obra de Sandro se corta abruptamente el clima logrado, introduciendo unos comentarios y partes cantadas de Lucecita Benítez y el “Puma” Rodríguez dentro sendos estudios de grabación desluciendo el trabajo previo. Para conocer al ídolo, al mito de la música popular argentina, que logró cambiar la opinión de muchos detractores y que lo terminen reconociendo, éste documental tiene su utilidad y tal vez sus fanáticas no lo discutan. Pero las fallas técnicas y el agregado final desequilibran el relato de tal modo que desmerece la labor detallada y minuciosa que demandó la realización de esta película.