Casi una tragedia familiar Pasión inocente es una historia de amor entre un hombre adulto y una jovencita enigmática. Con buenas actuaciones, pero con un guion que se queda en lo obvio. La paz sin cuestionamientos que viven los Reynolds se quiebra cuando llega la estudiante inglesa de intercambio. Además del contexto que funciona como un caldo de cultivo, hay en la chica algo misterioso y triste que cambia la atmósfera del lugar. Pasión inocente está planteada desde el comienzo como una amenaza al hogar integrado por el padre músico (Guy Pearce), la madre ama de casa y ceramista (Amy Ryan); y la hija, estudiante de secundaria (Mackenzie Davis). Viven lejos de Nueva York en medio de un paisaje bucólico, de manera que la acción transcurre en esa periferia. La película de Drake Doremus suministra los elementos de la clásica relación sugerida entre un hombre adulto y la jovencita madura y enigmática. La cámara constantemente va de un rostro al otro, recurso que pone la tensión necesaria al comienzo pero que más tarde se vuelve redundante. El viaje sentimental de Sophie se circunscribe a la tempestad que desencadena en el interior de la casa. Felicity Jones realiza un trabajo delicioso y exasperante, a la vez, por el modo de expresar el desconcierto, el deseo y la ilusión en torno a ese hombre que podría ser su padre. Guy Pearce, actor sensible y multifacético, logra el personaje del músico frustrado, violonchelista sustituto de la Sinfónica de Manhattan. Pearce le saca matices a un personaje en evolución que, no obstante, no cuenta con la ayuda del guión que se queda en lo obvio. La película, además, abusa de la sugerencia, con buena fotografía sobre escenas cliché, y con la música como una buena ayuda a falta de ideas. Con dinámica de videoclip, el director resuelve pasajes enteros editando escenas simultáneas que cobran sentido gracias a la fuerza demoledora de las composiciones sinfónicas, o, sencilla y bellamente, Chopin, con la cuota de sensualidad y melancolía necesarias.El señor Reynolds y Sophie comparten la insatisfacción, cada uno de un lado del abismo que trazan los años.Está delineado el entorno escolar, desaprovechado y metido en la lógica del melodrama adolescente que envuelve a Lauren, la hija del matrimonio que carga con el estigma de los jovencitos que alardean de sus conquistas sexuales, antes que sentimentales. Mackenzie Davis sintetiza con frescura las consecuencias de las acciones ajenas.Pasión inocente pone en boca de Sophie las reflexiones, los consejos y el equilibrio. Es ella quien maneja las situaciones y encara los diálogos. La cámara, de alguna manera, la condena de antemano. Al final, el guión tampoco se juega, en profundidad, con la solución más conservadora. Sugerir es una salida conceptual rápida, presentada como ausencia de juicio moral. En el rubro de las películas de amores inquietantes, con la marca de Lolita, este drama sin vuelo no puede competir con la memoria de títulos como Belleza americana o la otra película de Jeremy Irons, Una vez en la vida, por citar sólo dos en que la tragedia deja al espectador sin aliento.
Humorada para mayores Un pareja de exesposos estafados inicia una aventura disparatada en la riviera francesa para recuperar el dinero de la jubilación perdido. A tono con el cine de entretenimiento que no invierte en ideas creíbles, Love punch (Un golpe brillante) recicla los materiales tantas veces vistos en películas protagonizadas por actores jóvenes. En este caso, Pierce Brosnan y Emma Thompson componen una pareja de exesposos, unidos por una circunstancia ajena a su voluntad. Con el clima de desamparo que planteó hace tiempo Las locuras de Dick y Jane, la comedia tragicómica de Jim Carrey, Love punch comienza con la estafa de un empresario a los empleados que pierden todos sus ahorros y las posibilidades del fondo de retiro. Con la jubilación pisándole los talones, Richard se propone escarmentar al insensible dueño de la empresa que queda pulverizada. Para ello, convence a Kate y a una pareja amiga (Thimoty Spall y Celia Imrie) para emprender un viaje a Francia. Las peripecias mantienen el ritmo de la película dirigida por Joel Hopkins, también director de la anterior película romántica de Thompson, Nunca es tarde para enamorarse. Paisajes y música van armando los escenarios y los climas emotivos. Algunos momentos están editados como videoclips, con los clichés propios de la cámara que remoza un material conocido. El recurso sirve para la síntesis de acciones disparatadas. Mientras tanto, el juego de seducción gira en torno al reencuentro de Richard y Kate, embarcados en una aventura dantesca, con referencias a James Bond, y el glamour de la riviera francesa donde se organiza una fiesta fastuosa. El cuarteto de actores cumple con gracia los roles de los adultos enredados en un juego medio loco que animan a fuerza de indignación. La estafa después de una vida de trabajo es una catástrofe ante la cual no pueden permanecer impávidos."Seguimos adelante o estamos acabados", es la máxima que ponen en marcha para recuperar el dinero y la dignidad. Con vueltas de tuerca que dejan bien parado al matrimonio aventurero, Love punch se toma la revancha frente a un tipo de cine que rinde culto a la juventud. Los diálogos, muy ágiles, los disfraces y simulaciones dan como resultado una película sencilla. Con muy buenos comediantes que suplen la buena química con oficio, y el tema del amor como un amuleto de la buena suerte, la historia tiene el encanto de la gente que parece común hasta que se inventa su propia hazaña.
Viaje a las causas del Mal ¿ver o no ver Angelina Jolie protagoniza Maléfica, cuento de hadas gótico que desvía el centro del clásico "La Bella Durmiente" y enfoca el pasado del odio entre hombres y hadas. Un hada bella, buena, pero con alas oscuras de águila y llamada Maléfica; un lugar paradisíaco conocido como El páramo marcan la alternancia de dos mundos unidos fatalmente por el odio en Maléfica, la película protagonizada por Angelina Jolie. A partir de la estructura de un cuento tradicional con el inicio ‘Érase una vez', la historia se traslada al pasado del Rey Stephan cuando era un campesino que aspiraba al trono. La relación con Maléfica adolescente explica los hechos que han trascendido en la versión oficial de La Bella Durmiente. Con varias vueltas de guion y una estética de rasgos tenebrosos, la película traslada la descripción exterior, pictórica, de los cuentos de hadas, al drama humano de una traición. Angelina Jolie encarna el hada de mirada fría que sufre la crueldad de Stephan (Sharlto Copley) y desde entonces vive para vengarse en la persona que el rey más quiere, su hija Aurora. Pero las cosas ocurren de manera diferente y los personajes toman rumbos poco previsibles, apartándose del esquema del cuento. En el escenario gótico, con los súbditos mortificados por la maldición que pesa sobre Aurora (Elle Fanning), quien a los 16 años se pinchará con un huso y caerá en un sueño profundo, la protectora del páramo espera en compañía de un pájaro que adopta forma humana (Sam Riley). El director Robert Stromberg demuestra su experiencia y premios en las artes visuales (Avatar; Alicia en el País de las Maravillas, por Tim Burton; y Mago de Oz de Sam Raimi), recreando varios mundos: el bosque, el Páramo, el castillo, así como momentos épicos batallas y transformaciones, con la presencia obsesiva de Maléfica y la actriz fotografiada de todos los ángulos posibles. El encantamiento que Angelina Jolie logra naturalmente con la pantalla, cualquiera sea el guion, en este cuento pierde intensidad. El drama se instala pero la estética de dibujo distancia. No alcanza el efecto, por ejemplo, de Frozen, película de animación también con guión planteado desde un punto de vista diferente. Lo humano incluye gestos de maldad que Maléfica no puede imitar. Le falta capacidad de daño. La elección del punto de vista es novedosa, aunque el final está desaprovechado y falta empatía entre los protagonistas. Quizás conspiran contra la película, las voces del doblaje en español que funcionan como un obstáculo para llegar al corazón de los personajes.
Una niña puede cambiar su mundo "Me entregué a dios y tiene un lugar para mí", rezan las niñas en una escuela de Riad (capital de Arabia Saudita). Rezan con fruición, salvo Wadjda, la protagonista de La bicicleta verde. La niña de 10 años con uniforme rigurosamente negro, calza zapatillas tenis y es reprendida porque no sabe la oración. En la mochila lleva tesoros que descubren un mundo privado que contradice las sujeciones de la escuela, el estado y la religión. La pequeña es una chica inteligente y libre de espíritu. El filme de la saudí Haifaa al Mansour desarrolla una historia que, a los ojos occidentales desprevenidos puede parecer costumbrista: Wadjda sueña con una bicicleta. El dato cobra intensidad y riesgo emocional cuando se sabe que en esa sociedad está prohibido que las mujeres, de cualquier edad, monten en bici. A partir de ese objetivo se descubre su entorno familiar, la relación con un padre ausente y una mamá (Abdullrahman Algohani) que es maestra y, entre otras cosas, no se corta el cabello porque a él no le gusta. La mujer observa las reglas de una sociedad en la que los hombres tienen todas las libertades. Como los demás personajes femeninos, anticipa con gestos y miradas la disociación entre deber y deseo. Ellas, aun la rígida directora (impactante Ahd) viven en permanente contradicción cuando enseñan aquello que las hace padecer. Invisibles en lo social, educan para sostener ese orden injusto. Wadjda desafía los mandatos y comparte juegos con su amigo Abdullah. La relación entre los chicos supera cualquier impedimento de género. La película está narrada sin subrayados lacrimógenos. Tampoco hay discursos en uno u otro sentido. La realidad se desprende de las imágenes y su edición. Cuenta la directora que tuvo que filmar desde adentro de una camioneta con vidrios polarizados y nunca pudo salir a la calle con la cámara porque en su país, los cines están prohibidos, así como la convivencia de hombres y mujeres en el espacio público. La crítica está planteada sin virulencia. De ahí que sea tan efectiva la actuación de la niña Waad Mohammed en el rol de Wadjda. Jirones de conversaciones entre mujeres, los planes del padre, el comportamiento del chofer, los castigos en la escuela, el Corán bellamente dicho en un contexto de opresión femenina, arman el mosaico de la película. La historia breve de una niña y su proyecto se amplía al vínculo madre e hija, y el espacio de libertad entre ambas. La película se disfruta por la naturalidad con que evita el dramatismo y recuerda grandes momentos del cine nacido en la cultura de Medio Oriente, como Los niños del cielo (Mayidí, 1997, en persa); El espejo (Panahi, 1997); la sublime Persépolis (basada en la obra de la historietista Marjane Satrapi, 2007), entre otros.
Policías en la ciudad de las tentaciones El primer plano del Chino Darín marca el escenario de la película Muerte en Buenos Aires. El actor es el señuelo para que el espectador entre y salga, se entusiasme o dude con respecto a los hechos que la cámara muestra. La opera prima de Natalia Meta propone un juego de ambigüedades que comienza con ese rostro y un crimen. "Copito" Figueroa Alcorta yace en su cama en el señorial piso donde vivía. De ahí en más la investigación queda en manos del inspector Chávez (el mexicano Demián Bichir) y su equipo.La película arma un cóctel entre las prácticas de manual de los policías frente a un homicidio y las implicancias que la cuna del muerto tiene en las altas esferas de la justicia. El cartel, de rigor, sobre las coincidencias, que la directora muestra al principio, funciona como paraguas protector de una historia que puede ser materia de una saga, con inspiración episódica. Completan el equipo, Mónica Antonópulos como la compañera del inspector; Hugo Arana, el comisario que prefiere ver la realidad superficialmente; Luisa Kuliok, la hermana del muerto, y Emilio Disi, el juez, con peinado y look que aluden a un juez muy conocido por el público argentino. El agente Gómez, El Ganso (Darín) se relaciona a pedido del inspector con el sospechoso del asesinato, Kevin González (Carlos Casella). Chávez arrastra una vida sin alegría, junto a su esposa y un hijo insomne. Le gusta decir: "arriesgar la vida por dos mangos", mientras estudia el caso que lo ha movilizado profundamente. La directora incursiona en el melodrama queer en una película que plantea la homosexualidad como una trampa del guión. Copito y su amigo Kevin son investigados. Para el punto de vista desprevenido, El Ganso arriesga la hombría, pero la historia tiene sus vueltas. La película entretiene, con momentos de tensión, imágenes de quiebre onírico (la escena de los caballos de noche en la ciudad) y una descripción esquemática de los vínculos homosexuales. En ese sentido, el abordaje del tema se convierte en un obstáculo conceptual. El guión elude el centro de la cuestión y el final hace pensar en una continuación. Se destaca el Chino Darín por la naturalidad y el manejo del misterio con que viste al Ganso; Bichir da muy bien en el rol pero su voz es un problema; y Antonópulos juega un personaje que puede convertirse, en el futuro, en heroína incorrecta. La historia, para salir del cliché, toma un giro derrotista en el escenario de simulaciones y deseos reprimidos.
En la galería de los héroes Triunfar es una decisión consciente", dice el instructor a cargo del entrenamiento de los marines destinados a combatir en Afganistán. El concepto que alimenta todas las guerras de expansión territorial encuentra en la película de Peter Berg, El sobreviviente, varias paradojas. Basada en un hecho real, el equipo de élite protagoniza una misión de rutina que termina en tragedia.Berg logra reconstruir el asedio de los marines a la aldea en busca de un jefe talibán y las posteriores complicaciones, con un ritmo tenso, por momentos épico, moroso, mientras la cámara se pasea por las impotentes montañas. La película prepara al espectador para el ‘tiroteo', con gran despliegue y una alternancia eficaz entre la peligrosidad de la tarea, las dimensiones del escenario y el pequeño detalle en esa tierra de pastores.El comienzo planteado con el esquema de la supervivencia del más apto sostiene la empatía con los héroes, rodeados de un mundo hostil y de un odio imparable. Se da por sentado que el talibán debe morir. Ideológicamente la película funciona como propaganda política, supuesto que podría desatar un debate muy interesante y siempre vigente. En cuanto a la factura de la historia de Mark, El sobreviviente cuenta con un grupo de actores que se mimetizan con los soldados a quienes la película rinde homenaje. La Operación ‘Red Wing' fue pensada para el lucimiento de la patrulla bien pertrechada, hábil en tareas de infiltración, integrada por jóvenes deseosos de vivir la adrenalina de la guerra sin límites. El puñado de hombres es descripto con familiaridad, a través de diálogos que arman el perfil y temperamento de cada uno. El destino decidirá por todos y todo.Tal como expresó Berg, quiso mostrar un personaje vulnerable en medio de una situación violenta, para que el espectador sea ‘el quinto hombre' de la patrulla. Mark Wahlberg, en el rol de Marcus Luttrell, logra un rol protagónico que suma otra faceta a su filmografía. El actor entra en la galería de los héroes con un personaje destinado a calar hondo en el espíritu patriótico americano. En tanto, Berg arma un infierno con el diseño y edición de sonido, recrea el tiroteo en proximidad con armas potentes; dedica segundos a las caídas espectaculares por las piedras de la alta montaña, fotografía (excelente Tobias Schliessler) la muerte con escenas crudas, de modo que ilustra la máxima de los marines, ‘todo exceso es bueno'. Frente a la voluntad inquebrantable de triunfar, la realidad se muestra como una gran ironía. Los gestos humanos también aparecen de uno y otro lado de la frontera en escenas que Berg logra sin abandonar la tensión inicial. El demonio talibán somete a las aldeas y se cobra las traiciones. Sólo a los marines los espera un destino glorioso, ejemplar.La sombra de Vietnam cubre las montañas afganas y el cine viene a justificar una guerra más.
Liam Neeson y Julianne Moore agitan los fantasmas del secuestro a bordo en "Sin escalas". En medio de títulos oscarizables, con personajes complejos y estéticas que alimentan la crítica, Non-Stop, Sin escalas es una apuesta a lo conocido, con formato y estrategias en el guión que entretienen. La película de Jaume Collet-Serra toma el ritmo y dosificación del suspense, elige un escenario identificado con el cine catástrofe en el imaginario colectivo, e incorpora la tecnología como personaje, un atajo hábil para crear y luego superar cualquier embrollo. El rostro de Liam Neeson vale por sí mismo. Un hombre de mirada triste, que toma whisky de su petaca aborda el avión de pasajeros rumbo a Londres. El guión ofrece progresivamente información sobre la tarea de Bill Marks y va armando el contexto en torno a él. El antihéroe tiene su oportunidad a bordo para saldar todas las deudas existenciales. Para eso, nada mejor que una amenaza terrorista que ponga a prueba fidelidades y la fortaleza de ánimo frente a una situación límite. Acompaña a Neeson, Julianne Moore, actriz siempre eficaz que colabora en las vueltas de la trama. La acción se concentra en los estrechos espacios de un avión y la cámara ofrece facetas interesantes de algunos personajes secundarios. El comienzo de Sin escalas promete mucho más de lo que cumple, con una lucha a puño limpio en el baño y la atención puesta en el celular de Bill. La pantalla luminosa emite órdenes: el terrorista exige una suma millonaria a una cuenta bajo la amenaza de que morirá un pasajero cada 20 minutos. La película amplía la mirada al plantear las reacciones frente al miedo y cómo la violencia en manos del hombre que quiere salvar a los pasajeros también pierde el sentido de los límites. También es atractivo el personaje de Neeson con sus facetas oscuras. "El control es una ilusión", dice Jen Summers (Moore). A bordo de un bólido que cruza el Atlántico la afirmación intimida. La historia convoca a la memoria reciente en torno a secuestros de aviones, alimentando un subgénero cinematográfico que ha pasado por todos los matices desde ¿Dónde está el piloto? a Vuelo 93. El miedo a volar crece cuando se inocula el dato político. Si todo puede ocurrir y, como dice un personaje, "la seguridad es una mentira", la película actualiza el peligro global, asistido por las nuevas tecnologías.
La gran belleza es una notable película del italiano Paolo Sorrentino que reflexiona sobre la vida y el arte a través de un personaje entrañable. Nominada al Oscar como Mejor Película en Lengua Extranjera. Si Federico Fellini viviera, miraría con muy buenos ojos la película de Paolo Sorrentino, La gran belleza. Hay mucho del maestro en la síntesis bajo la luz cegadora de la conciencia del protagonista, que pone en primer plano personajes decadentes, romanos opulentos que generan una tribu extraña y, al mismo tiempo, inspiran ternura. Sorrentino es todo estímulo y juego de percepciones, por lo cual apela al espectador como par lúcido en la escaramuza que plantea con los misterios de la vida. Jep Gambardella cumple 65 años y la existencia le cae encima con toda la resaca de una vida dedicada a la frivolidad. El periodista es recordado por una novela de juventud exitosa pero desde entonces no ha vuelto a escribir. Sólo se dedica al trabajo relajado y al dolce far niente. Las primeras escenas, de fuertes contrastes entre la quietud y el canto coral con voces femeninas, y el desenfreno de la fiesta, establece el contrato del director con la platea, condición imprescindible para disfrutar la película en la que el protagonista transita su noche y reflexiona sobre el paso del tiempo. Se dice que todo novelista es una voz que piensa la muerte y corre desesperadamente hacia la trascendencia. Sorrentino ofrece el carnaval con el brillo que deja a esas máscaras exhaustas y tristes. Toni Servillo fascina desde el primer momento en el rol del popular Jep. Es un hombre cínico, de vuelta de todo, que lentamente vuelve a la profundidad de sus carencias. El paso del tiempo es uno de los temas de la película que emociona con imágenes complejas y directas, a la vez. Sorrentino expone ese estado del personaje con la metáfora del arte. Jep va a ver obras conceptuales. Con muchísima ironía y observaciones agudas, el periodista se para frente al arte de los performers con gesto incrédulo y pasmado, hasta que un hecho poético lo golpea. La teatralidad se mezcla con el vértigo y la edición del cine. Antes de dormir, Jep se sumerge en ensoñaciones ayudado por el alcohol y la soledad. La película entra en esa dimensión y el espectador es compañero de viaje de Jep. Sorrentino se despega de las anécdotas, de la facilidad del relato. Pone la cámara en Roma, ciudad eterna, en el presente de los personajes de ese trencito (el de la fiesta con música de Rafaella Carrá) que no conduce a ninguna parte. ¿Qué buscó Jep durante toda su vida? Sorrentino se vale de un actor extraordinario y un elenco notable para pensar el arte. Regala una película entrañable y crítica, como exorcismo frente a la decepción de un mundo que no se permite la nostalgia.
Adictos al dinero Martin Scorsese es un narrador grandilocuente que olfatea las historias de la vida real que pueden resistir los trucos de su ojo de mago. El lobo de Wall Street es un relato de tres horas basado en el caso de un corredor de Bolsa que se enriqueció en la década de 1990 en Estados Unidos, y dejó a su paso feroz, una estela de estafas, corrupción, obscenidades y traición. Scorsese retrata el ascenso rápido e impúdico de uno de los tantos tipos que pusieron a funcionar el sueño americano sin reparar en gastos ni daños morales. Wall Street era la Meca de Jordan Belfort pero al final inventó su propia empresa, donde se convirtió en el gran lobo de acciones ficticias, vendedor de humo con ropa cara. Leonardo Di Caprio interpreta el rol del hombre loco por el dinero y la especulación, un adicto a todo lo que marque la diferencia entre él y un trabajador que suda la camiseta. El actor, en nueva alianza exitosa con Scorsese (filmó Pandillas de Nueva York, El aviador, Infiltrados, La isla siniestra) ofrece un trabajo intenso, por momentos agotador, por la exigencia física, la exposición de su cuerpo y el ritmo con que muestra cada una de las reacciones de Jordan a la cocaína, el crack, las píldoras, el alcohol, las orgías y un largo etcétera que el director expone en tono de comedia. El lobo de Wall Street transita la biografía del millonario como una parodia estridente y fastuosa en la que el director recrea ambientes de despilfarro y, al mismo tiempo, plantea el caso con el tono falso y chillón de un spot publicitario que no esconde el engaño. La película tiene diálogos interesantes en los que Di Caprio se luce, bien escoltado por un elenco estupendo, los amigos de Belfort. En la banda de estafadores se destaca el actor Jonah Hill como Donnie, socio fundador de Stratton Oakmont. La película marca el paralelismo entre la compulsión al dinero, la adicción al sexo, las acrobacias para lucir cada vez más transgresor, provocando al FBI y al sentido común. El personaje es el resultado megalómano de una filosofía de vida que Scorsese satiriza hasta la última palabra. El drama a lo Marty, segundos geniales cuando la realidad logra que Jordan mire alrededor, muestra el derrumbe de la pareja; Jordan al borde de una escalera, paralizado por las drogas; el ataque de locura homicida. Di Caprio construye el personaje desde la desmesura durante tres horas de histrionismo demoledor. La bellísima Margot Robbie, como su esposa Naomi, aporta la cuota de sensualidad, cómplice de las relaciones procaces que Jordan mantiene dentro y fuera del hogar. Scorsese acompaña los momentos de máxima adrenalina con el tema Mrs.Robinson, concepto que podría pensarse como un símbolo de iniciación sexual, a tono con el paralelismo constante entre dinero y sexo. El director, con el sentido del humor y la furia narrativa que lo caracterizan, sacude el tablero global de los corredores de Bolsa que señalan una nueva ética, sus leyes y jerarquías.
La silueta retacona y musculosa de Danny Trejo se recorta sobre el fondo inmaculado de la Casa Blanca. Síntesis inicial de la película de Robert Rodríguez que retoma la figura de Machete, el tipo violento que mata del lado de la ley. El orden establecido en la saga incluye varios supuestos conceptuales que no resisten análisis, ya que la suspensión del sentido crítico es el primer contrato no firmado entre el público y el director. Machete Mata, título y tema único de la película, reúne cantidad de efectos y opera por saturación al resolver cada conflicto de manera violenta y cruel. El superhéroe expresidiario (en el cine y en la vida), habilísimo en el manejo del arma que lo nombra, tiene una misión descomunal: desactivar un misil que destruirá el mundo. Así de grave y liviano a la vez. El hombre cruza la frontera con México, sabiendo que de ambos lados del muro lo buscan. La película instala un mito contemporáneo, chicano, bilingüe, testigo de las luchas que Rodríguez muestra de paso y con un tratamiento humorístico. El director se ríe del género de acción, roba ideas (algunos dirán "homenaje") y envuelve las escenas obvias, de folletín, con la sofisticación de Tarantino y el repertorio de luchas sangrientas, con mucha explosión y cabezas cortadas. El humor es la constante de Machete Mata. El héroe habla en tercera persona, como Maradona y Riquelme, sin mover un músculo de su rostro; los personajes lo consideran mito y leyenda; se mete con un villano bipolar (Demián Bichir) y paga el sello de ciudadano estadounidense con todo tipo de hazañas para beneplácito del presidente del país del norte (Charlie Sheen). Hay un millonario y genial inventor que sueña con su propio mundo en la galaxia (Mel Gibson no se priva de nada) y un agente que se mimetiza, llamado Camaleon, personaje de locos interpretado por Cuba Gooding Jr., Antonio Banderas (habla español a lo gringo) y Lady Gaga. Las mujeres aportan roles duros, de sensualidad siniestra (Michelle Rodríguez, Jessica Alba, Amber Heard, Sofía Vergara) También hay guiños delirantes a Matrix, clones y chistes sobre nuevas tecnologías utilizadas por el héroe de porte y reflejos de hombre de las cavernas, así como script, aclaraciones en la pantalla, GPS, carteles, celulares y mensajes de texto que funcionan como intromisiones del director en el relato. Machete Mata, a la manera de un James Bond outlet (la banda sonora remite directamente al otro héroe), es una película entretenida, de final tan abierto y oportunista como la saga nacida para conquistar el mercado hispano desde el corazón de Hollywood.