Copia certificada (Copie conforme - Roonevesht barabar asl) fue estrenada en Francia en mayo del 2010. La película dirigida por Abbass Kiarostami puede verse en los cines de Buenos Aires desde el jueves 28 de julio. Este film ganó la Espiga de Oro de la Semana Internacional de Cine de Valladolid y su actriz protagónica, Juliette Binoche, el premio a la mejor actriz en Cannes. Podríamos destacar que es la primera vez que este gran director iraní trabaja con actores profesionales (salvo William Shimell que por lo menos hasta ahora no lo era) y que debió cumplir con las exigencias de los productores de contar con un guión previo, cosa que no acostumbra hacer. También que hablando persa o farsí realizó una película en la que los personajes hablan el inglés, el italiano y el francés y que filmó fuera de Irán y con técnicos italianos. Pero, más allá de estos y otros datos anecdóticos, lo más interesante de destacar y viniendo de Kiarostami no nos sorprende es que ha logrado una excelente película. La sinopsis refiere el encuentro entre un hombre y una mujer. James Miller, un escritor inglés (William Shimell) viaja a Italia para dar una conferencia con motivo de la presentación de su nuevo libro “Copia certificada” que acaba de ser elegido como el mejor ensayo extranjero del año y conoce a una mujer (Juliette Binoche), dueña de un negocio de antigüedades que lo acompañará hasta que deba abordar el avión de regreso. La relación irá creciendo y modificándose a lo largo del relato mientras recorren diversos lugares del sur de Toscana en la región central de Italia. El libro que ha sido premiado en la ficción gira alrededor de los conceptos de “original” y “copia” y sirve de disparador para las reflexiones de los personajes en la pantalla y de los espectadores en las butacas. Pero el film de Kiarostami logra ir más allá promoviendo y estimulando nuestra percepción e induciendo a la reflexión no solamente acerca de las relaciones humanas, el amor o la soledad, lo verdadero o lo falso, sino también acerca de las imágenes y de la esencia de lo cinematográfico. Como suele ocurrir al mirar una obra de arte, no es sencillo determinar cual es el original y cual es la copia. Lo mismo ocurre cuando nos referimos a otros objetos, situaciones o personas. ¿Interesa determinar si algo es original? ¿es importante? Lo original, ¿está en el objeto o en la mirada? Estas cavilaciones que en principio están dirigidas al arte constituyen un punto de partida para reflexionar sobre la originalidad y la copia pero no sólo desde lo que se dice a partir de los personajes (el guión de por sí es muy bueno) y de las acciones que se van desarrollando sino además por la narración que efectúa la cámara que juega constantemente con lo verdadero y lo falso, con imágenes que muestran todo el tiempo los múltiples facetas de la realidad y el tiempo sin recurrir a recursos que en el cine resultarían simples o efectivos como el flashback. Los personajes empiezan a conocerse pero un momento se produce un giro en el cual todo podría ser distinto y esto no ocurre sólo desde lo que se cuenta en palabras sino a partir de la narración de las imágenes. ¿Cuál es la situación verdadera? ¿Qué relación tienen estas personas? ¿Las que se muestran al principio o después? ¿Cuál es la copia y cual el original? ¿Importa saberlo? Originalidad y copia se superponen, alternándose o coexistiendo. La cámara juega con imágenes especulares mostrando situaciones concordantes pero opuestas. Mientras los protagonistas discuten sobre la copia y el original, otras parejas le devuelven distintos reflejos de su propia realidad y es a la vez la imagen la que reflexiona sobre su propia existencia con múltiples juegos de espejos mostrando contrastes de una misma mirada. Esta pelicula es una obra de arte. ¿original? ¿copia? ¿Existe lo original o todo es infinita variación de supuestos originales previos? No lo se. Es un interesante planteo, como tantos otros posibles, para hacerse después de verla. Una película cuyas consecuencias no se agotan con los títulos finales sino que queda dando vueltas por la cabeza, a partir del relato de los personajes o a partir de la maestría del director en la narración o de las numerosas sensaciones, a veces encontradas, que uno puede experimentar al verla. ¿Qué elementos tiene de “Te querré siempre” de Rosselini del 54? ¿Que hay de Ingrid en Juliette y de Binoche en Bergman? También la de Kiarostami podría haber comenzado sin un guión previo porque al igual que el director que cambio la historia del cine moderno, tiene muy claro lo que quiere mostrar. Una exquisita y cálida actuación de Juliette Binoche y una acertada elección de William Shimell para acompañarla. Como toda obra permite múltiples aproximaciones y eso la hace interesante y disfrutable. Es de esas películas que uno podría ver varias veces y siempre encontraría algo distinto en que pensar. Desde el argumento que nos cuenta de una mujer separada que debe ocuparse de su hijo, el encuentro con un hombre, la seducción, los ciclos en la evolución de las parejas... o desde las imágenes que propondrán siempre distintas miradas dándonos la posibilidad de volver a verla y elegir otra perspectiva. Escribo sobre una película pero en realidad lo hago sobre el recuerdo de ella, ¿no es cierto?. Ahí encuentro la mirada de Juliette Binoche y en mi montaje mental se funde con la de Ingrid Bergman y luego con la de otra y otra... ¿original? ¿copia? Arte sobre arte.
Llega la última de John Carpenter a Buenos Aires. "Atrevete a experimentar el terror supremo de ir a verla" Con las sinopsis pasa lo mismo que con los trailers: a veces son más interesantes que la propia película. Lástima que al comprobarlo uno ya desembolsó los pesos de la entrada y de los pochoclos. Entiendo que generar un poco de expectativa es razonable pero si como en el caso de Atrapada (The ward) la nueva de John Carpenter, se presenta además como la película del "maestro del terror" y con el slogan "atrevete a experimentar el terror supremo", ¿no será mucho? Algunos aspectos novedosos para experimentar un "terror supremo": Una joven rubia y bonita sufre un encierro injusto e incomprensible en un neurosiquiátrico. Un médico que no se sabe para que lado juega, un enfermero perverso y una encargada seria con cara de pocos amigos. Algunas jóvenes internadas que irán desapareciendo de a poco. Un toque de oscuridad, sonido de pasos, relámpagos y truenos varios. Algunos planos cuidados de las jóvenes en las duchas aptos para todo público. Gritos desesperados cada tanto. Una presencia fantasmal parece acechar entre las sombras. Alguien quiere matar a la rubia bonita. Nadie le cree. ¿alucinaciones? Habrá que medicarla y tal vez darle un poco de electroshock... Tendrá que intentar escaparse. Una dosis adecuada de sangre y algo que no cierra. ¿Cantidad de actores? el mínimo posible. ¿Extras? no es necesario ¿Dirección de actores? ¿para qué? Un poco de oficio en la fotografía y en el montaje y listo. Todo esto, ¿No te suena novedoso ni terrorífico en extremo? Bueno, aún podés mirar el trailer y leer la sinopsis.
El gato desaparece (y aparece el buen cine) "Hay que dibujar la película como Shakespeare construía sus obras, para el público". Alfred Hitchcock Aún tengo el recuerdo de ese grato momento que pasamos viendo a Beatriz Spelzini en el verano de 2010 en la sala Melany del Centro de Arte MDQ (Mar del Plata) interpretando a Rose con la dirección de Agustín Alezzo donde la actriz se luce en un unipersonal impecable escrito por Martin Sherman. En El gato desaparece vuelve a revalidar sus dotes de estupenda actriz junto a otro gran actor Luis Luque, que siempre aporta ricos elementos de su personalidad a los personajes que interpreta tanto en cine como en televisión. Ambos constituyen el eje actoral en el que se apoya el film acompañados por un elenco que acompaña en similar registro. Los personajes de Luis y Beatriz, que utilizan los mismos nombres de pila de los actores que le dan vida contribuyendo a sumar un elemento más de empatía en el espectador, se van construyendo lentamente al igual que la historia que se narra en un in crescendo de tensión que el público intentará dilucidar a lo largo del film. Al mejor estilo hitchcockeano en el que el espectador va acompañando a los personajes y a las situaciones con cierta ansiedad y a la espera del posible desenlace inminente, Carlos Sorín logra crear el suspenso mientras nos va introduciendo a través de pequeñas dosis de imágenes y sonidos en el misterio que rodea la internación en un neurosiquiátrico de Luis Romero (Luis Luque), la vida abrumada de su esposa Beatriz Romero (Beatriz Spelzini) y el gato de la casa (Donatello) que a la manera de El Gato negro de Poe parece saber más que todos acerca de lo que está sucediendo.
Derek Cianfrance, co-guionista junto a Joey Curtis y Camie Delavigne, eligió muy bien a Michelle Williams, una impecable Cindy y a Ryan Gosling, como un perfecto descompuesto Dean. En ellos el equilibrio reside no sólo a nivel visual sino en la perfecta sincronía de sus trabajos actorales. Ahora bien, que nadie se confunda porque Blue Valentine no es una historia de amor risueña ni aún en sus pasos de comedia, sino más bien una pintura de cómo las relaciones amorosas, muchas veces, no logran salir de su encrucijada final. Con un gran manejo de los tiempos y un uso del flashback que hace difícil muchas veces distinguir en qué momento de los 6 años que están juntos está ocurriendo lo que vemos, la película demanda una mirada bien centrada en el pequeño detalle del igualmente pequeño paso del tiempo. Como toda pareja que ve irse hacia el abismo la familia que construyó, Cindy y Dean irán a pasar una noche romántica en un intento más de rescatar aquella pasión demoledora que comenzó años atrás y que los unió dando una hija como fruto. Eligen pasarla en un hotel temático, esas maravillas de la modernidad y la “habitación de futuro” es la elegida, pero en esa habitación del futuro verán el pasado que en fragmentos y como una sutil cascada, muestra por qué el presente es lo que es. Arrancando obviamente desde el día en que se conocieron, se enamoraron, llegaron a la culminación bella de ese amor y todo comenzó a caer. Encontrarse y perderse es cosa de casi todos los días. En el film de Cianfrance, lo realmente interesante es cómo se narra esa historia de ganancias y quebrantos que es el amor. Cámara, fotografía y diseño sonoro logran una homogeneidad en el montaje coincidente con la química que Michelle Williams y Ryan Gosling consiguen mostrar en la pantalla.
Ernesto tiene 48 años y vive con su madre (Elisa) y su hermana (Betina) en un hotel en Valeria del Mar. La vida rutinaria de la familia se termina la noche en que Julia, la hija adolescente de Ernesto, llega desde Buenos Aires para reclamar amor paterno después de ocho años de distanciamiento. Ernesto y Julia esconden secretos trascendentes que no están dispuestos a develar y que entorpecen la relación; la abuela y la tía interceden pero el vínculo padre - hija es tan poderoso que el conflicto sólo podrá dirimirse entre ellos. En la búsqueda por el mutuo reconocimiento las situaciones familiares, tan dramáticas como desopilantes, se suceden hasta arribar a un final tan inesperado como emotivo. Hasta aquí, la breve síntesis argumental. Puede deducirse que no habrá mayores sorpresas, toda vez que se trata, más allá de las variaciones, de temas cotidianos, familiares y de vínculos interpersonales conocidos y reproducidos en las variantes artísticas más diversas a lo largo del tiempo. El gran mérito de Edgardo González Amer, autor del guión y director, es haber logrado que las emociones se filtren a través de las imágenes en un adecuado manejo de la narración y utilizando elementos cinematográficos simples y bien combinados. La presencia de Norma Aleandro (Elisa) es un plus adicional. Hay actores/actrices que participan de un film y aunque no constituyan sus personajes el eje de la historia, se transforman a partir de sus actuaciones en elementos que aportan una cohesión evidente en la estructura y en el desarrollo de la narración. Ya había tenido la misma sensación con Aleandro cuando ví Anita (Marcos Carnevale, 2009) y con Mirta Busnelli y Bettiana Blum en Road July (Gaspar Gómez, 2010). En todos los casos sus participaciones, si bien los personajes no son el centro de lo que se cuenta y a veces su presencia en imágenes ocupa un tiempo escaso en relación al total del film, resultan fundamentales. Oscar Ferrigno (Ernesto) no tiene dificultades para desempeñarse en su rol de hijo de Elisa toda vez que en este caso la ficción coincide con la realidad y su mayor desafío, del que sale airoso, es ponerle el cuerpo a ese padre que debe enfrentar la situación de rearmar el vínculo con su hija adolescente luego de ocho años de ausencia. Malena Sánchez le da corporalidad en la pantalla a este personaje (Julia) otorgándole una expresividad muy atrayente. Proveniente de los talleres del talentoso Julio Chavez, esta actriz debuta en el cine con este film y con un futuro actoral que se vislumbra muy auspicioso. El rol de Betina está a cargo de Valeria Lorca quien ya trabajó con González Amer en su anterior y primer film El infinito sin estrellas (2007). Su eficaz composición aporta, a las dificultades de comunicacion que presenta el personaje, una gestualidad conmovedora y eficazmente captada por la cámara. Se destaca Jorge Suárez (Luis, amigo de Ernesto) en un trabajo actoral con la calidad que es habitual en él. Completan el elenco Paula Kohan (Gisela), Ximena Rijel (Nina), Darío Levy (Pedro), Ernesto Imas (Aguirre), Julián Infantino (Andrés) y Edgardo González Amer (Vecino). El ritmo (con la aclaración que la percepción del tiempo es totalmente subjetiva) por momentos pausado que le otorga el director a la narración, se corresponde con la historia toda vez que la mayor parte del film se sitúa en un hotel ubicado en las playas de la costa argentina fuera de la temporada estival y resulta coherente con la construcción de un vínculo padre-hija que solo se construye pausadamente, momento a momento, con sus tiempos de maduración y desarrollo afectivo. Un film para apreciar sin apuro con toques de comedia en donde las imágenes de lo cotidiano, con sus conflictos y emociones, permiten al espectador alternarse en identificaciones con personajes o situaciones, reflexionar, entretenerse y pasar un buen momento.
Estuvimos en la función privada de la película El Ayuno dirigida por Dennis Smith. Se trata de la segunda película del director. La anterior fue Roud Muvi co-dirigida con Alejandro Welsh y estrenada en el 2009 con muy buena recepción por parte del público. El ayuno se origina en un proyecto que fue premiado por el Fondo Nacional de las Artes y declarado beneficiario dentro del marco de la Ley de Mecenazgo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y ha obtenido el premio al Mejor Guión en el Festival de Cine de Saladillo con un jurado conformado por Vanesa Ragone (El Secreto de sus ojos), Sandra Gugliota (Las vidas posibles) y Alejandra Marino (Franzie). Ha sido realizado en forma totalmente independiente y demandó 80 horas de trabajo y un presupuesto de $11.700. Hay en el director y en su equipo un interés en experimentar con la utilización de elementos propios del teatro y del cine que ya se evidenciara en su anterior film. Nos cuentan que El ayuno "fue ensayada durante 8 meses y su guión fue creado a partir de improvisaciones, emulando la gestación de tantos proyectos teatrales del panorama porteño. Ambos motores (el tiempo de ensayo y la génesis del guión) difieren de la norma del ámbito cinematográfico" . Sin duda, esta forma de trabajo le está dando a Dennis Smith muy buenos resultados. Es grato para el espectador encontrarse con personajes sólidamente constituídos y en cuya construcción se han aprovechado, seguramente, las características más interesantes de cada una de las actrices. Estamos acostumbrados a notar que en el cine y más aún en la televisión, se filma "de una" con muy poco o ningún trabajo con el actor. Algunos dicen que lo hacen porque no cuentan con el tiempo que sería necesario y otros argumentan que lo hacen buscando "frescura" o "naturalidad" en las interpretaciones. Salvo contadas exepciones, esto solo da resultado en películas documentales o donde el director se contenta con que los protagonistas "hagan de ellos mismos", en los demás casos y principalmente en los film basados en textos literarios donde los personajes requieren de una corporalidad definida, más que frescura se logran actuaciones que dejan mucho que desear. Por suerte, el camino que siguió el director de El ayuno ha sido muy distinto. El eficaz trabajo previo con las actrices en los ensayos contribuyó a la elaboración del guión y a crear las características de cada uno de los personajes de tal forma que perfectamente uno podría imaginarse el desarrollo de otros relatos a partir de las características y situaciones individuales. Las limitaciones técnicas y de presupuesto se compensan con buenas composiciones de las imágenes, un relato entretenido y un excelente y parejo nivel en las actuaciones. La elección de la sala resulta acorde al tono intimista del film y a la idea de acercar teatro y cine considerando que es un espacio tradicional de teatro que está cumpliendo dos años como sala de cine alternativo y en la que Dennis Smith estrenara en el 2009 su opera prima. El domingo 30 de enero es el estreno de este largometraje que se exhibirá una vez por semana durante dos meses, al modo de las obras teatrales, los domingos a las 20:30 en el Camarín de las musas, Mario Bravo 960, Ciudad de Buenos Aires.
"...entro en el país de los cañones. Solo yo, la música y la noche. ¡me encanta!" Danny Boyle ha dirigido, entre otras, Shallow Grave/Tumba abierta (1994), Trainspotting (1996), 28 days later (2002), y Slumdog Millonaire/¿Quién quiere ser millonario? con 8 premios Oscar incluyendo mejor película y mejor director y el BAFTA en 2008 y el Globo de Oro en 2009. Se trata de un director talentoso y después de haber disfrutado Slumdog la expectativa ante el nuevo film resultaba inevitable. Para quienes no esperamos ver más de lo mismo, porque la producción en serie está buena para los automóviles pero no para las películas, la nueva de Boyle ha sido muy bien recibida. En 127 horas no hay un gran despliegue de personajes ni historias cruzadas y ni siquiera el guión presenta una estructura complicada. Por el contrario, es una historia simple basada en un hecho real, lo ocurrido a Aron Ralston quien sufre un accidente escalando una montaña en el 2003 y queda atrapado en una grieta con una enorme piedra que le aplasta un brazo y lo inmoviliza. El papel está a cargo de James Franco a quien muchos recordarán por su participación en la trilogía Spider-man en el personaje de Harry Osborn y si bien en127 horas le hubiera venido muy bien contar con los poderes del arácnido, sus dotes actorales han sido suficientes para seducir al público. Los puntos claves del film pasan sin duda por las imágenes (observación obvia si hablamos de cine pero necesaria en tiempos en los que si sacamos la tecnología y los efectos especiales, la mitad de los directores tendrían que dedicarse a otra cosa). Hay una muy buena utilización de las cámaras y la fotografía en la narración que exige del espectador que no se distraiga con los pochoclos del vecino, no porque se vaya a perder un detalle fundamental sino más bien porque 127 horas es una película que requiere una identificación con la situación evidenciada en la pantalla para lograr su objetivo. De entrada, hay una muy buena combinación de imágenes que contraponen su sentido y que junto con la música ayudan a crear un ritmo vertiginoso que poco a poco va cediendo conforme el desarrollo de la narración. Una historia muy bien contada si consideramos que la mayor parte del tiempo transcurre en una grieta dentro de una montaña. La utilización de planos panorámicos permiten apreciar la magnificencia de las zonas rocosas del Estado de Utah en EEUU donde transcurre el film y las Imágenes logradas con “plano en picado” es decir desde arriba de los objetos, contribuyen a acentuar aún más la profundidad de la roca y el aislamiento del personaje. Lo multitudinario, lo compartido y por otro lado la soledad y el desamparo. Imágenes que logran contar sin necesidad de palabras, solo las imprescindibles.
Para los seguidores de Woody Allen cada estreno es esperado con ansias. Siempre se disfrutan por esa estética tan especial que poseen sus films, en los que conviven la calidad de la narración visual con los siempres valorizados gags verbales que le son característicos y pinceladas de buena música. Siempre esperamos mucho de sus producciones y hasta nos gustaría que nos sorprenda con algunas genialidades del estilo de otros film que nos atraparon en el pasado (Manhattan -1979, The Purple Rose of Cairo/La rosa púrpura del Cairo-1985... ). Pero esta espectativa, por momentos exagerada, no siempre es la causa de la decepción. Conocerás al hombre de tus sueños se parece a esos viajes que emprendemos con alegría disfrutando del camino, el clima y los paisajes pero que al llegar a destino no nos convence del todo. Como en otros films las historias de parejas con sus conflictos y contradicciones se superponen y entrecruzan con uniones y distanciamientos. La voz en off de un narrador externo va guiando al espectador en el descubrimiento de cada historia y de cada personaje. Cuando los núcleos narrativos comienzan a resultarnos atrapantes llega el final en un mar de inconclusiones. No porque se decida dejar las situaciones planteadas y que el espectador las complete imaginando finales posibles (estilo aceptable y en voga desde hace mucho) sino por verdaderas debilidades del guión, cosa que en Woody resulta especialmente preocupante. La presencia de marcas registradas como Anthony Hopkins o Antonio Banderas en este caso no agregan ningún plus en las actuaciones, que salvo en contados momentos destacados (alguno de Gemma Jones) no van más allá de un desempeño aceptable. Por nuestra parte, nos quedamos con las hermosas locaciones londinenses y como siempre las buenas elecciones musicales (principalmente la escena en la ópera con las voces de Luciano Pavarotti y Nicolai Ghiaurov interpretando "Tu che a Dio spiegasti l' ali" del acto III de Lucia di Lammermoor de Donizetti) en una película que simplemente entretiene. Tal vez sea hora de que Woody regrese a Manhattan a recargar energías creadoras.