Se estrenó en cines y en Netflix la esperada película de acción “ALERTA ROJA”, con las explosivas interpretaciones de Gal Gadot, Dwayne Johnson y Ryan Reynolds. ¡Advertencia, véanla! El film trata sobre una competencia interminable entre dos ladrones (Gadot, Reynolds) por la posesión de tres reliquias egipcias muy valiosas y antiguas, y, además, la persecución por parte de un agente del FBI (Johnson), que trabaja en conjunto con la Interpol y los persigue por todo el globo. El mayor valor de entregar estos tesoros a una familia rica de Egipto no serían los objetos en sí, sino el hecho de que estuvieran juntos, reunidos por primera vez en mil años. Es una típica película de robos y persecuciones, con algunos giros “inesperados”, totalmente esperados. ¿Funciona? Totalmente; la película es un manual de cómo usar clichés para que sirvan a la historia y la enriquezcan, en vez de degradarla. Sin embargo, ver tantos recursos narrativos ya vistos, agolpados nuevamente, esforzándose en agradar, impactar y convencer, se siente muy manipulador para el espectador. La mezcla de referencias y giros suman al perfil pochoclero de la pieza audiovisual. Los tres actores tienen una dinámica grupal muy interesante que enriquece la forma de contar la historia. Más allá de un guion algo obvio, predecible y sobre-explicativo, las interpretaciones ayudan a que nos involucremos, nos atraen, ya que tienen una gran química en pantalla. Sobre todo, hablando de Johnson y Reynolds. Un aspecto sumamente destacable es la calidad del material visual. La cámara está manejada de una forma magistral. La película entera es una clase de cómo captar la atención visualmente, cómo impactar mediante contrastes y colores, cómo enfocar los coreografiados movimientos de los actores. Más allá de que las escenas de lucha cuerpo a cuerpo no cuentan con una edición y montaje que ayude a construir su credibilidad, la fotografía es impecable, la producción y habilidad técnica con respecto al desarrollo en pantalla de la historia son los puntos fuertes de la película. Otro aspecto destacable de la trama es que recorre todo el mundo. Muestra diferentes paisajes, viaja por Europa, África, América del Sur, de una forma sumamente atractiva e inusual para una producción destinada a plataforma de streaming, que, por lo general, suelen contar con imágenes optimizadas para pantallas más pequeñas, planos más cercanos, y tomas de cámara que sean disfrutables en un celular o tablet. Advertencia: es una película sumamente superficial, sin ningún tipo de análisis ni profundidad. Pochoclera y familiar, es perfecta para verla sin prestarle demasiada atención. Para ser lo que es, visualmente es una maravilla, y súper divertida. En mi opinión personal, disfruté muchísimo de la performance de Ryan Reynolds y la presencia de Gal Gadot como femme fatale. Por Carole Sang
Este jueves se estrena “Espíritus Oscuros”, la nueva producción de Guillermo Del Toro, y trae todo el terror de Halloween bajo el brazo. La película es sobre una maestra de escuela (Keri Russell) que vuelve a Oregon después de varios años fuera. Luchando contra sus propios demonios, y enfocándose en su trabajo, nota que uno de sus alumnos, Lucas, no sólo es tímido, sino que parece ocultar algo. Sus dibujos perturbadores y la forma en que participa de la clase la hace buscar e indagar al respecto. Por otro lado, su hermano, el Sheriff de la ciudad, conduce una investigación debido a varios hallazgos extraños: algo terrible está pasando. Lo que no saben es que el niño tiene un secreto incontenible que puede arrasar con todo el pueblo. Este film tiene buen guion, y se hace notar enseguida. No sólo capta nuestro interés en los primeros minutos, sino que lo mantiene e incrementa en todos los momentos de tensión. La dirección (por Scott Cooper), el casting, todo lo mencionado, integran la trama con el storytelling audiovisual adecuado, dando como resultado una pieza realmente memorable. Lo único que una podría corregir es la falla de lógica en un par de escenas de la protagonista y otro personaje femenino en donde pecan de excesiva ingenuidad que no parece acorde a ellas… Típico de guion escrito por hombres, pero se la dejaremos pasar, porque el producto es de extrema calidad. El ritmo del montaje, las actuaciones, los efectos especiales, la psicología detrás de cada susto, son elegantes y manejados con cintura. El terror de “Espíritus Oscuros” no sólo son jumpscares vacíos, sino que encuentra la forma de que el espectador empatice con todos y cada uno de los personajes, de esta manera adentrándolo en la historia, viviéndola como propia. Es muy interesante el hecho de que no haya sustos traicioneros e irrelevantes por doquier, porque esto hace que confiemos en el ojo del director y en su narración de la trama. Acceder a esa confianza logra que, en las escenas en que hay horror, no tengamos miedo de mirar, y la vuelve un film terrorífico muy disfrutable, desde muchos puntos de vista. Uno de esos puntos de vista disfrutables es el técnico. La fotografía es absolutamente espectacular, y bien explotada, tanto artística como narrativamente. Las imágenes que se generan tienen contrastes altos y, por momentos, son casi monocromáticas, haciendo recordar bastante a la vanguardia expresionista de principios y mitad del siglo XX, que Tim Burton sigue usando hasta el día de hoy (aunque con mucha más fantasía). Los paisajes que se muestran en “Espíritus Oscuros” hacen que sea una pieza para ver obligatoriamente en pantalla grande. La dirección de arte no se queda atrás; explora muchas texturas, que el director sabe mostrar, y hasta puede sentirse a través de la pantalla el olor a muerte y putrefacción que se intenta transmitir. En mi opinión, no por nada se lo apoda a Guillermo Del Toro “Maestro de los Monstruos”. Me pareció profundamente perturbadora, con imágenes bellas y aberrantes. Una de las mejores películas de terror que vi este año y que tiene una oscuridad y elegancia dignas de destacar. ¡Ampliamente recomendada para este fin de semana! Por Carole Sang
Es octubre, el mes del Halloween, y este jueves se estrena “Z”, un film de terror que promete dejarnos sin ‘ZZZ’ (dormir). ¿Cumple? La historia cuenta cómo Josh, el único hijo de Beth, juega constantemente con su amigo imaginario, y empieza a comportarse de manera diferente. Su mamá, al principio, no le da importancia a esos cambios, creyendo que es una diversión inocente, propia de la edad. Sin embargo, el asunto deja de pasar desapercibido, y afecta tanto la rutina familiar como la vida escolar, las amistades y el ánimo del chico. Cuando Beth comienza a tener experiencias extrañas en la casa, quiere buscar la forma de ayudar a su hijo, llevándolo con un profesional y medicándolo, pero Kevin, el papá, se rehúsa a creer que Josh tiene problemas. Un psiquiatra, que había tratado a Beth en su infancia, encuentra similitudes con otro caso del pasado. Sin embargo, Beth se da cuenta de que esos problemas no terminarían sin que ella tome cartas en el asunto, sin importar qué cueste. Es una película de terror sobrenatural y psicológico, y la dirección cuenta la historia de una forma clásica del género, con comienzo inocente, casual, feliz, claridad de imágenes, y a medida que avanza, la tensión aumenta, el sonido es más envolvente, y la luz desaparece. Las actuaciones requieren mucho drama y química; esta última no siempre presente. Las mejores son las de Beth (Keegan Connor Tracy) y de su hijo Josh (Jett Klyne). La cinta está llena de jumpscares irrelevantes y baratos, o momentos de tensión indignantes que no sirven más que para manipular el ánimo del espectador. Si no es por la presencia de una banda sonora intensa, no genera impacto real, más allá de uno o dos planos que realmente asustan. En cuanto a los aspectos técnicos, no es nada del otro mundo. La estética, la paleta de colores, la luz parecen ser sacadas de algún manual de “cómo hacer películas de terror for dummies”, ya que no tiene nada que ayude a destacar la película de entre miles más similares. Existe, si, un buen uso de la cámara, algunos movimientos interesantes -aunque sólo por momentos-, pero no es suficiente para ser memorable en nuestras retinas. La trama, sin embargo, a pesar de ser simple, transmite un mensaje subliminal sobre la violencia psicológica que viven muchas personas que son víctimas de abuso emocional o físico. La manipulación ejercida recuerda a ese sufrimiento: nos conecta con los traumas, los aspectos oscuros, la otra mitad de nosotros mismos que quizás no nos animamos a confiar con todo el mundo, por temor a la vulnerabilidad, vergüenza, ser heridos. Como agregado, también es importante lo que se expresa sobre el impacto de los adultos (o cualquier factor externo) sobre las infancias, en que se aprende a vivir e interactuar en sociedad. Cualquier golpe (fuera físico o psicológico) genera un antes y un después en la persona que se está formando. Esta película retrata eso con elegancia, usando una premisa sobrenatural y figurativa. De todas maneras, mi opinión personal es que esta película no aprobó el examen. Es totalmente olvidable. Por Carole Sang
¿Otra película de acción con Liam Neeson huyendo? Pues claro. Mañana se estrena “Venganza Implacable” de la mano del protagonista de la trilogía “Taken”, o “Búsqueda Implacable”. Implacable, implacable, implacable. El film trata de Tom Carter (Neeson), un hombre experto en demoliciones que se dedica a asaltar bancos de una forma tan eficiente que gana atención en los medios: lo llaman “el Bandido que entra y sale” (“In ‘n Out Bandit”). Su estrategia lo hace ser indetectable. Sin embargo, un día, conoce a Annie Sumpter (Kate Walsh), que le hace querer cambiar su vida. Para esto, decide que es necesario confesar sus crímenes, y cuando lo hace, no es tan fácil hacer que las autoridades le crean, por la popularidad del caso en los medios. La evidencia de los robos desata una serie de problemas y persecuciones en donde Carter debe usar todas sus habilidades para que se sepa la verdad. Estamos ante un film de pura acción, como casi todas las películas que Neeson protagoniza hace años. De más está decir que lo mejor en “Venganza Implacable” son los efectos especiales, escenas de persecuciones, coreografías de peleas, en definitiva, todo aquello que requiere un planteo casi exclusivamente técnico. Sin embargo, la película flaquea por varios lados, más allá de la horrenda (y oportunista) traducción del nombre al español latino. Mi primera objeción con esta película es que, a pesar de contar con una buena e interesante premisa, con gran capacidad de profundidad emocional del personaje principal, castear a Liam Neeson es como intentar hacer ondas con una regla. Perfecto en edad, y para escenas de acción a las que nos tiene acostumbrados, pero a la hora de interpretar el trasfondo emocional de Carter, queda insulso y no genera ningún tipo de empatía. Sin embargo, algo digno de recalcar es que el trabajo de Kate Walsh es impecable. Aporta validez e interpretación a un guion que no tiene gracia, y compensa la incapacidad interpretativa de Neeson. Además, a pesar de que su personaje no pincha ni corta, su actuación brinda credibilidad a la película. Su presencia es necesaria para aliviar la rigidez técnica constante que se plantea, que es lo único que da estabilidad a la trama, como dijimos al principio. Mi segunda y más potente objeción es que en esta película no hay personajes femeninos que no sean intereses románticos de hombres; y sólo éstos son realmente relevantes para la trama. Las mujeres del film (solo dos; una, “la novia de”, y la segunda, “la esposa de”) sólo están para ser salvadas, estar quietas, huir, asustarse. La misoginia del guion se detecta a años luz. Para terminar: personalmente, estoy cansada de las películas del estilo de “Taken”. El intento con “Venganza Implacable”, supongo, es repetir ese éxito, pero sumándole cierta profundidad emocional, que, desde mi punto de vista, no se logra. De hecho, es una apuesta que no han ganado, ya que desestabiliza la historia. Sin embargo, por más que no es una película memorable, se puede ver (aunque mi consejo es que si tienen ganas de ver una de Liam Neeson, hagan maratón de “Búsqueda Implacable”). Por Carol Sang
Ya se estrenó "REMINISCENCIA", un thriller que nos arroja a un mundo de recuerdos, corrupción y amor perdido; escrito y dirigido por una de los creadores de Westworld, Lisa Joy, haciendo su debut cinematográfico. El film trata sobre un militar retirado llamado Nick Bannister (Hugh Jackman) que, junto a su socia Watts (Thandiwe Newton), tienen una máquina de reminiscencia, con la que numerosas personas pagan para revivir recuerdos gratos propios, tanto en una pantalla como sensorialmente. Todo esto se sitúa en Miami, Estados Unidos, en donde el agua del mar ha avanzado sobre media ciudad y el clima es extremo de día, y además, como ha habido guerras, la gente recurre a drogas y reminiscencias para encontrar solaz. Todo cambia para el protagonista cuando conoce a Mae (Rebecca Ferguson), que desencadena una serie de acontecimientos relacionados a la corrupción sin límites que azota a varias ciudades del país. Nick deberá encontrar a Mae a pesar de todos los obstáculos, explorando mentes quemadas y alienadas por la guerra y la melancolía. La historia y el concepto que se manejan es sumamente original y sorprendente. A pesar de que, sí, podríamos explorar referencias como ‘Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos’ (Gondry, 2004) o ‘El Origen’ (Nolan, 2010), no hace caso realmente a ninguna línea de creatividad específica, es una película única y sumamente diferenciada, más que nada por el tinte dramático mezclado con la ciencia ficción y cierto futurismo, sin los que no se podría contar la idea de la misma forma. Sin embargo, la trama tiende a enroscarse en sí misma y a explicar de más, abusando del recurso de storytelling llamado “flashback”, en donde la historia salta hacia un momento del pasado para explicar el presente de los personajes. El guion también es proclive a enredarse y los diálogos se tornan repetitivos o llenos de clichés, y además, desmotivan al espectador. Más allá de que las interpretaciones son adecuadas y están bien guiadas por la directora, no se genera un vínculo con los personajes ni con los lazos que se forman entre ellos. La mayor química que se llega a dar en pantalla es la de Jackman con Newton, y no es suficiente para contrarrestar la complejidad de la narración. Se ametralla al espectador con datos, nombres, hechos y lugares, pero no lo suficiente con emociones que logren generar una conexión. En síntesis, el guion y la dirección no son malos, pero hay demasiado enfoque en cosas que, más allá de ser importantes para que el universo del film tenga sentido y sea verídico, no logran cautivarnos con una historia trascendental emocionalmente. Con respecto a todo lo técnico, es muy disfrutable. Los escenarios en donde transcurre esta película poseen un hermoso simbolismo, interesante luz, contrastes alucinantes y mucho juego de colores. Se explota adecuadamente el trasfondo de la historia: una ciudad en postguerra futurista, colores que alguna vez resaltaron, están raídos. Estructuras que antes se erguían orgullosas, en el film se los ve decaer. El agua, que avanza gradualmente por las calles, provee de un sinfín de drama, es un recurso muy bien utilizado, y, de hecho, hay momentos fotográficos dignos de compararse con ‘El Viaje de Chihiro’ (Miyazaki, 2001). El montaje, la edición y el ritmo tienen muchos altibajos. En un momento, son brillantes y todo fluye orgánicamente, y al siguiente, no se puede seguir el rapidísimo ritmo de lo que está pasando. Más allá de que se entiende la trama, y las transiciones entre presente y flashbacks es notoria, al haber tantos, y tan entrelazados, uno puede llegar a perder el hilo de la historia y cómo los personajes están conectados, quién es corrupto, quién es inocente, y así sucesivamente. A pesar de que la película intenta abarcar mucho, pero aprieta poco, es muy interesante para filosofar sobre el pasado, los recuerdos con nuestros seres queridos y la importancia de vivir en el presente. Es para los melancólicos, eternos románticos, o simplemente quienes disfruten de un Hugh Jackman maduro y súper enfrascado en su apasionado personaje. Un lindo film para este fin de semana frente a la pantalla grande. Por Carole Sang
Ryan Reynolds toma el control de nuestros corazones en “FREE GUY”, una comedia romántica que mezcla estilos, estéticas y temáticas como nunca antes. La película trata sobre un videojuego multijugador masivo llamado Free City. En este, a diario, se conectan millones de jugadores para cazar recompensas, perseguir objetivos e interactuar a través de identidades virtuales. El creador de este juego, Antoine (Taika Waititi), parece esconder un gran secreto dentro de él. En la búsqueda de esos secretos, Molotov Girl (Jodie Comer), ayudada por Keys (Joe Keery), un desarrollador de software que trabaja para Antoine, conoce a Guy (Ryan Reynolds) dentro de la plataforma gamer, cambiando las vidas de los tres para siempre. Lo primero que debemos mencionar es que la historia es original, divertida, y el guion, más allá de algunas ocasionales fallas de lógica, es espectacular, dinámico, imaginativo y sincero. Ambas realidades, la del videojuego y la concreta, son narradas de forma paralela, de una forma completamente absorbente. Los diálogos poseen la dosis justa de humor inesperado que te hace acordar un poco al estilo de humor de ‘Deadpool’: la participación de Reynolds como productor es notoria. Lo que más sorprende es que, a pesar de todas las estimulantes escenas de acción, el film persiste como comedia romántica, y ese es un logro en sí mismo. La cantidad de referencias a la cultura pop actual, ya sean grandes personajes de franquicias de cómics, o personalidades célebres de Twitch, es exorbitante. Además, Free City, en la trama, es un juego en que los jugadores pueden tener ‘skins’, o aspectos personalizados para su avatar. Esto brinda un valor agregado de creatividad plena, en donde la cultura online se ríe de sí misma. Esta película se vende sola, convence, e inesperadamente, introduce una perspectiva algo crítica sobre las grandes empresas creadoras de videojuegos y su afán por vender sin realmente brindar entretenimiento valioso a sus usuarios. Por otro lado, es destacable cómo el CGI (imágenes generadas por computadora) ayuda a construir la trama. Se usa de forma colaborativa con toda la técnica, sobre todo, la fotografía, con escenas complejas y delicadamente coreografiadas, generando fotogramas que refuerzan las situaciones dramáticas. La imagen está llena de luz y colores; elementos que ayudan a diferenciar las dos realidades. Las paletas de colores son algo predecibles, pero funcionan. El montaje es exquisito, haciendo que, en múltiples ocasiones, el espectador sienta que está jugando Free City o viendo un stream en Twitch. Hace mucho que no veía una historia pochoclera como ésta que sea tan buena y no deje cabos sueltos o tenga hoyos en el guion. Disfruté cada segundo, el final es una joyita. Vayan a verla el próximo finde largo, ya que no tiene desperdicio. Por Carole Sang
Llega a los cines y a Disney+ "JUNGLE CRUISE", la nueva película de Disney basada en la atracción del parque temático Magic Kingdom, tal como en su momento lo fue la saga de 'Piratas del Caribe'. El film trata sobre una científica, doctora en botánica y muy altruista (Emily Blunt) que busca la solución a grandes enfermedades y males de la humanidad en un temprano siglo XX. Su padre le había contado la leyenda del Árbol de la Vida, y que solo una de sus flores podía curar lo que fuera. Con esto en mente, ella, junto a su hermano, se dirigen al Amazonas, donde conocen a un dudoso Capitán (Dwayne Johnson), cuyo barco, La Quila, los llevará en una Expedición a través de la jungla, que está llena de secretos y peligros, para hallar la flor del Árbol de la Vida. Disney propone una historia ya planteada muchas veces en otras películas: un personaje excéntrico busca el aval de una escéptica comunidad científica, por lo tanto se lanza a una aventura descabellada, guiado por alguien de dudosas intenciones. Ya se ha visto en 'Atlantis', e incluso en películas como 'La Momia' (2001), cuya fórmula del “equipo de tres” fue reciclada: una mujer británica, bella y letrada, su hermano, estilizado, torpe y algo miedoso, y el grandote forzudo que los defiende. Todo esto, combinado con una dinámica como la lograda anteriormente en Piratas del Caribe, nos brinda un espectacular film pochoclero lleno de vivacidad y representación. Más allá de los estereotipos que los norteamericanos tienen (e ilustran) sobre Latinoamérica, es motivador ver la representación de esa cultura antigua en esta pieza: rostros, arte, pieles, colores, sonidos y ambientación, que, aunque algo estereotipada, merece nuestra mención. Las estéticas que se manejan, por un lado, la rústica (propia de la época en que la trama se sitúa), y, por otro, la selvática, pintoresca (correspondiente al Amazonas) forman imágenes bellas y llenas de textura. Esta es la segunda vez en la historia de Disney que se aclara que un personaje es homosexual (MacGregor, el hermano de Lily, la protagonista), siendo el primero Lefou, de La Bella y la Bestia (su versión live action de 2017). Además, hay que agregar que la protagonista actúa de forma intrépida, usa pantalones, y ejerce su libertad de una forma inspiradora, y hasta fantasiosa, teniendo en cuenta la época de ambientación del film. Las actuaciones de Dwayne “The Rock” Johnson y Emily Blunt son correctas, acorde al ritmo de la película, que es realmente vertiginoso, salvo por pocos momentos de relajación. Si analizamos la trama, realmente vemos que el guion está repleto de clichés. Obviamente, es un film familiar de fantasía y aventuras, con estructura clásica, en donde se polarizan de forma extrema al bien y al mal, como fuerzas opuestas (cuyas motivaciones, en este caso, no son del todo claras). Además, ciertos momentos de la película son “no aptos para escépticos”: teniendo en cuenta la época, las costumbres, los lugares que se muestran en la película, etc., hay situaciones y hasta diálogos que carecen de credibilidad, rozando con lo insostenible. Desde el punto de vista técnico, en mi opinión, por momentos se abusa del CGI (imágenes generadas por computadora). Además, a veces es notoria la no veracidad del entorno de los personajes (la selva no parece selva), la física de los movimientos que éstos hacen, falla, y, por otro lado, la fotografía cuenta con bellas tomas e iluminación, pero no ayuda a crear esa veracidad que la escenografía no aporta. De todas maneras, disfruté el film, porque eso hace Disney, ¿no?, crea un escenario y monta un show que entretiene. "Jungle Cruise" es una superproducción divertida y conmovedora, y una estupenda opción para ver con la familia este fin de semana. Por Carole Sang
Volvimos a las salas de cine con el estreno de “UN LUGAR EN SILENCIO 2”, que continúa la historia del film de 2018. Terror, suspenso y ciencia ficción, de la mano del director John Krasinski. La película sigue contando cómo una familia sobrevive en un mundo lleno de depredadores que ven con los oídos: cualquier golpe o grito significa atraerlos y morir. En este contexto, Evelyn Abbott (Emily Blunt), luego de las grandes pérdidas (del primer film) que la obligan a dejar su refugio, junto con sus dos hijos pequeños (Millicent Simmonds y Noah Jupe) y su bebé recién nacido, se embarca en la búsqueda de un nuevo lugar para sobrevivir, y gente que quizás puedan ayudarlos. El reencuentro con un amigo del pasado (Cillian Murphy) resulta clave para enfrentar los numerosos desafíos que los personajes van enfrentando. Desde una perspectiva general, la película cumple con el género, y sirve como secuela. Los matices que tiene hacen que uno esté constantemente pendiente: el director tiene un excelente manejo de los momentos de tensión. Sin embargo, algunas situaciones son forzadas, o predecibles, en donde no queda clara la razón de una acción o decisión de cada personaje. Se usan situaciones cliché, pero de una forma que encajan bien en la historia, y la enriquecen. Las pocas fallas en el guion no eclipsan los buenos momentos del film. Las interpretaciones continúan siendo excepcionales, ya que el casting es perfecto, y cada actor se fusiona exitosamente con su personaje y entornos. Sus desarrollos son algo desparejos, y las tramas principales transcurren en un lapso de tiempo relativamente corto, por lo que no se muestra un gran avance en la historia; esto, por un lado, sigue dejando inconclusos temas que están pendientes desde la primera película. Sin embargo, por otro lado, hace que nos quedemos con ganas de más. Algo que es muy destacable, además, es que ya desde la primera parte, se destaca la comunicación mediante lengua de señas, que demuestra ser un gran recurso de supervivencia. Teniendo en cuenta el aspecto técnico, la edición y mezcla de sonido siguen siendo el fuerte de este film y ayudan a construir los momentos de tensión y el ritmo de la película. Por otro lado, en mi opinión, la fotografía es correcta, pero no enfatiza lo suficiente las actuaciones de los personajes; por lo tanto, no se continúa con el meticuloso trabajo realizado en la primera entrega. Los colores y la iluminación, sin embargo, son consistentes, y forman imágenes atractivas y entretenidas. A pesar de no llenar los zapatos de su antecesora, me parece una película fabulosa, sobre todo para ver en cines que tengan una buena instalación de sonido que enriquezca la experiencia. Y atención fans: ya está confirmada la tercera parte. Por Carole Sang