El jueves se estrenó en cines argentinos “El Buen Patrón”, justo a tiempo para el Día Internacional del Trabajador. Con Javier Bardem como protagonista, es una producción española con tintes de comedia y drama. Se trata sobre Julio Blanco (Bardem), el dueño de una premiada y establecida fábrica de balanzas, que se dedica a aceitar todos los engranajes de su compañía, asegurándose de que todos los empleados puedan cumplir bien su trabajo y tener vidas satisfactorias. Estas tareas se intensifican en una temporada en que su establecimiento está en la etapa final de una evaluación para recibir un premio a la excelencia de un comité local. Como es de esperarse, todo lo que puede salir mal, así sale. Conflictos laborales problemáticos, amoríos desubicados y hasta violencia vuelven su vida, tanto profesional como personal, lo más caótica posible. En general, es una película muy ingeniosa y divertida superficialmente que aborda temas sociales muchísimo más profundos de lo que aparenta. El hecho de que ese “disfraz” funcione y que la película sea disfrutable por cualquier ojo espectador, ya sea uno muy observador, o uno más ameno, habla de lo hábil que es la dirección. Además, el elenco nos proporciona una performance equilibrada que brinda credibilidad a un guion estable, pero algo caricaturesco, complementándolo maravillosamente a pesar de algunas líneas de diálogo que son cliché o situaciones forzadas (cuyo desenlace funciona, por lo tanto, vale la pena hacerlas). La forma de contar la historia, el montaje y las decisiones de fotografía y vestuario son muy clásicas y se percibe como una trama muy a tierra. Se ve un aspecto del mundo empresarial, del comportamiento ''pisa cabezas '' del “buen patrón”, que no siempre es políticamente correcto, pero que funciona para mantener la atención del ojo público en donde él la requiera. Se demuestra que, de esta manera, aquellos/as empleados/as que avanzan la pirámide ejecutiva no siempre son los/as más dedicados/as. Muy buena película para encontrar catarsis, una descarga de la impotencia que podamos haber reunido estando insertos en un sistema algo ingrato. Recomendada, ¡vayan a verla! Por Carole Sang
Ayer se estrenó en la pantalla grande el film “DESESPERADA”, un thriller que promete tenernos pendientes durante toda su duración. ¿Cumple? Se trata de una familia abatida por la desafortunada muerte del padre. Su viuda, Amy Carr (Naomi Watts), tratando de distraerse, sale a correr por el bosque, internándose en los caminos menos transitados. A media mañana, recibe una llamada contándole que en la escuela hay un tirador activo y que su hijo adolescente, Noah, podría estar en peligro. A kilómetros de la ciudad, agotada por entrenar, y abrumada por el pánico, Amy, usando sólo su teléfono celular, busca cualquier forma de volver y evitar el peor desenlace. En lo que respecta a la dirección del film, los personajes están representados adecuadamente por el casting elegido. Watts es, por supuesto, foco de casi toda nuestra atención, y, por lo menos a nivel actoral, la rompe. Las decisiones tomadas por el director para generar tensión no siempre son acertadas, pero la trama es simple, se plantean temas relevantes actualmente (sobre todo para Estados Unidos), y se generan imágenes bonitas, aunque no muy interesantes. El problema más grande de esta película es el guion. Hay un desbalance que ni siquiera una tremenda actriz como lo es la protagonista puede equilibrar. Es entendible que “Desesperada” intente transmitir empatía por los afectados por tiroteos masivos, y por eso se encapriche en mostrar cada segundo de lo que le pasa a Amy; pero una vez que esa desesperación se demuestra y es captada por el público, los obstáculos se vuelven pesados. De todo lo que pasa, lo más interesante es una sola revelación, aproximadamente a la mitad del film (revelar cuál sería spoiler…). La sensación que se genera es un gran “uh, no termina más”, degradando cualquier buena performance que pudo haber habido, incluidas las de los personajes que hablan por teléfono con la mamá de Noah. La fotografía es bella y aprovecha adecuadamente los escenarios naturales. Los colores y las texturas vuelven más tolerable a la cinta, pero se escatima el uso de luz dura y sus contrastes, que es una picardía, ya que brindaría muchísimo lugar a la creatividad e imágenes simbólicas, expresionistas. Éstas enriquecerían el mensaje que se quiere transmitir, que de todas maneras, no es profundo; con lo cual se vuelve al principal problema: el guion. La moraleja es: ¿“los tiroteos son malos”? ¿”No salgas a correr”?... Indescifrable. La historia lamentablemente es fácil de adivinar, y las cosas que van ocurriendo son resueltas de forma extremadamente predecible. La perspectiva, tan centrada en una sola persona, toma de rehén al espectador; no hay descanso de la situación. Esto, lejos de generar más empatía por Amy (producida inicialmente), hace perder el entusiasmo original. En mi opinión, hubiera sido un excelente cortometraje, o incluso un excepcional videojuego. No aprobó; preferible ver otra cosa más interesante si vas al cine. Por Carole Sang
Se estrenó en salas “Animales Fantásticos 3: Los Secretos de Dumbledore”, trayendo de nuevo consigo la magia del Wizarding World. Esta entrega cuenta mucho más sobre la historia del siglo XX del mundo de Hogwarts, los Ministerios de Magia de los diferentes países, y, lo que todos veníamos esperando, la del conocido personaje Albus Dumbledore (Jude Law) y sus allegados. Newt Scamander (Eddie Redmayne), nuestro héroe de la saga, se vuelve artífice de una misión en contra de la opresión hacia los “muggles” (gente no mágica) que promueve Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen), el líder de este movimiento opresor, que es, además, un viejo conocido de Dumbledore. Grindelwald continúa usando el resentimiento de Credence (Ezra Miller) para atentar contra el mundo mágico, pero necesita mucho más para lograr la aclamación del público y el poder que ambiciona; por eso, manipula y corrompe fuerzas naturales que Scamander deberá contrarrestar, siempre acompañado de Jacob Kowalski (Dan Fogler), su más cercano y fiel amigo muggle. Es evidente que todo lo técnico, la música, los efectos especiales, son excelentes. Dejemos eso asentado, ya que Warner no decepciona y el nivel se mantiene. De lo primero que podemos hablar es de la dirección, a cargo de David Yates. Brinda mayor atención (necesaria) al personaje de Dumbledore que en las entregas anteriores. Este “fan service”, muy esperado, desplaza levemente al personaje de Redmayne, pero es un cambio bienvenido para entender la dinámica entre ambos, tan afines. La esencia de su amistad incondicional y devoción mutua es capturada y embotellada en toda la película. También es muy interesante la forma de ir revelando fragmentos del pasado de los personajes, en donde los flashbacks utilizados fluyen orgánicamente. Se atienden importantes cabos sueltos desde “Los Crímenes de Grindelwald”, como la procedencia de Credence, un poco del pasado de Aberforth (hermano de Albus Dumbledore), la relación entre Queenie y Jacob, y la de Tina y Newt. Se suma protagonismo de personajes antes algo dejados de lado, Bunty y Theseus, la asistente y el hermano de Scamander respectivamente, y se adicionan personajes nuevos - cuya participación lamentablemente no es relevante y se nota la intención de “cubrir un cupo ‘no blanco’”. Se vuelve necesario hablar del guion y sus inconsistencias. Los momentos graciosos o agradables, a pesar de que rinden y están bien distribuidos, no encandilan lo suficiente como para dejar pasar lo torcidas o forzadas que son ciertas explicaciones, situaciones o sus resoluciones. El pasado de Aberforth no es claro, tampoco el de Ariana ni el de Credence, y ni hablar del pasado autoritario de Albus, afín a Grindelwald. No se hace suficiente énfasis en qué hizo cambiar de opinión al personaje de Jude Law en su juventud. Se apuran cosas que merecen más profundidad. De la misma manera, no hay conexión con la película anterior, exceptuando a la revelación del pasado de Credence. Casi no se da atención a los animales fantásticos, a pesar de que aparecen en el título de la saga. La relevancia de estos para la resolución de la trama es mínima, no alcanza, además de mostrar momentos de crueldad para con las criaturas mágicas que hasta deberían tener advertencias de lo chocantes que son. Por otro lado, ¿alguien se acuerda de Nagini?... Bueno, parece que ni siquiera Rowling. Estaba más preocupada por el Pacto de Sangre entre Grindelwald y Dumbledore y forzar las situaciones que lo rodean, y eso incluye la ida del equipo al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, de forma totalmente irrelevante para la historia. A pesar de todo esto, los personajes brillan; el elenco es infinitamente talentoso y el cambio del actor de Grindelwald (pasando de tener a Johnny Depp a Mads Mikkelsen) abre paso a un villano más distinguido, aunque menos expresivo, que no termina perjudicando al film. Otra mención especial puede ser la de dirección de arte y vestuario, que, como hasta ahora, han dado en el clavo, volviendo a la película hermosa y manteniéndola en los mismos estándares que a las entregas anteriores. Como fanática de Harry Potter, admito que me gustó mucho. A nivel industria, es una súper producción que está buenísima para ver en el cine. Solo queda esperar que las siguientes entregas mejoren el guion y retomen los personajes abandonados. Por Carole Sang
Hoy llegó a la pantalla grande “C’mon C’mon: siempre adelante”, un drama con tintes de comedia (y en blanco y negro) protagonizado por el mismísimo Joaquín Phoenix. Se trata de un creador de contenido digital, Johnny (Phoenix), que graba podcasts, entrevistas, y es una especie de “blogger de radio”. Ante una emergencia, su hermana, debe viajar y le pide cuidar a su hijo Jesse. El locutor accede a pesar de que había pasado mucho tiempo desde la última vez que se habían visto. Situaciones y dificultades muy cotidianas dan origen a conflictos que la única forma de resolver será sanando y perdonándose entre ellos. El niño ayuda al adulto a sanar traumas generacionales, y ambos aprenden más del mundo juntos, retomando una relación de sobrino-tío dejada de lado hace algunos años. Esta película es todo lo que tiene que ser, ni más ni menos, y no intenta presumir o ir más alto de lo que se sabe que puede. A pesar de lo simple que parece el guion, la dirección es alucinante. Los actores principales ofrecen una performance y una química entre ellos pocas veces vista, y logran mostrar aquellos aspectos del libreto que solo están en la mente de quien lo escribió. Es una de las ventajas de Mike Mills, guionista y director: cuenta con aclaraciones o ideas en su mente que no encontraría otro. La decisión de tonalizarla en blanco y negro es entendible, mas no crucial para la sensación de nostalgia que se busca. Resulta interesante, de todas formas, ver toda la película como un recuerdo, donde momentos bellos, ya sea en una gran ciudad o en una playa, cobran un tinte triste por el simple hecho de que se terminan. Por otro lado, asumo que el monocromatismo también viene de la mano de cómo vive todo el protagonista (Phoenix), a través del audio, en donde los sonidos ambientes, dialogos, entrevistas, etcétera, pueden ser grabados, descriptos y escuchados de nuevo para escribir sobre ello, pero no existe información de color, forma o temporalidad. Por eso, toda la estética “atemporal” de la trama, junto con las decisiones sobre la escala de grises, le dan a la pieza audiovisual un jugo adicional que exprimir. El ritmo de “C’mon C’mon” resulta orgánico y apacible, con momentos de tensión y relajación suficientes, y acompaña al espectador, dándole tiempo a recuperarse de sus propias reacciones, y por esto es que la cinta es un encuentro no solo con las temáticas tratadas, ya sea la niñez, trauma, peleas, familia, amor, desacuerdos, sino también un reencuentro con uno mismo. Verla en el cine es una experiencia hermosa debido a la oscuridad en que uno se ve sumido: casi que se siente flotar dentro de la pantalla junto a los personajes. Disfruté sobremanera este film, las actuaciones son increíbles, y a excepción de algunos momentos lentos que son un poquito forzados, no hay argumento en contra de sacar entrada ya mismo. Ampliamente recomendada para ir al cine, relajarse, quizás llorar un poquito… y pensar. Por Carole Sang
Llegó a los cines “LOS OJOS DE TAMMY FAYE”, biopic que cuenta todo sobre la juventud, el ascenso, el apogeo y la caída de una pareja de predicadores evangélicos muy populares en la segunda mitad del siglo XX. Tammy Faye Bakker (Jessica Chastain) nace y crece en una familia pobre, pero muy religiosa, de un pueblo pequeño en Minnesota. Desde ese entonces decide dedicar su vida a predicar los Evangelios a través de la música. Cuando ya es adulta y acude a la Universidad, conoce a quien sería su marido, Jim Bakker (Andrew Garfield). Pasa el tiempo, y el matrimonio explota cada vez más su talento natural para la comunicación y el entretenimiento, sumándole la gigantesca empatía de Tammy, en pos de predicar la palabra de Dios. Los proyectos llevados adelante por su esposo, sin embargo, tienen motivaciones y saldos dudosos, que ayudan a nuestros héroes a enriquecer su paso por el living de millones de ciudadanos. Como primer acierto, la película cuenta con un magistral uso del maquillaje y trabajo de numerosas prótesis para caracterizar a los actores, y luego, un gran trabajo gestual que las atraviesa y llega al espectador. Realmente conmueve cómo, a través de solo un par de decisiones estéticas, una pieza audiovisual puede tratar la misoginia internalizada, el sexismo, la desigualdad de género y la libertad de expresión limitada que pregonan ciertos sectores, ya sean conservadores o no, de muchas de las religiones; en este caso, el Evangelismo. Las pestañas, los labios, el pelo de la protagonista, son símbolo de su propia persona, abriéndose camino en un mundo de hombres. La dirección y las actuaciones son fenomenales, y se logra un clima religioso que no molesta a quienes no creen o participan de este tipo de actividades. Esto se debe, también, al uso de humor e ironías que citan la realidad, y el trasfondo de lo que terminó pasando. Se desarrolla lentamente un lado oscuro de los personajes, siendo casi imperceptible para el público, como lo fue en los años en que la fama del matrimonio estaba en su pico y la gente confiaba ciegamente en ellos. Otro aspecto muy destacable es el buen uso de la dirección de arte. Las épocas van cambiando y, la escenografía, vestuarios, maquillajes, peinados, colores, cambian con ellas de una forma representativa de cada tiempo. Incluso puede verse una simbología a través de ciertas combinaciones de colores, o también intencionalidades de los personajes. Esta película es hasta educativa en cuestión de la historia técnica de la televisión y su surgimiento en la segunda mitad del siglo XX, su avance hacia el color y el cambio de la forma del aparato en los hogares. Se puede ver cómo se va invirtiendo cada vez más dinero, recursos (humanos, técnicos, económicos, etc.), en hacer un mejor show, que obtendría mejores y más donaciones de un público ciego a sus estafas. Un último acierto del film es el genial uso de un montaje símil documental, mixto, dinámico, sin atenuaciones, parecido al que vimos en “VICE: más allá del poder” (2018), pero con más elegancia y más indulgente con la protagonista que con su marido. La fotografía es lo “peorcito”, siendo poco interesante, pero es salvada por la edición fuerte y audaz. Personalmente, me encantó y quiero volver a verla. ¡Excelente plan para este fin de semana! Por Carole Sang
Llegó “SPENCER”, una película biográfica, dirigida por el chileno Pablo Larraín y protagonizada por Kristen Stewart, que retoma la famosa historia de Diana, Princesa de Gales. Un nuevo planteo que reflexiona sobre el peso que la Corona deposita sobre sus herederos. El film trata sobre un fin de semana de Navidad, en la década del 90', en que toda la familia Real se reúne en uno de sus Palacios en el campo para festejar. En toda la celebración, ya sea durante las comidas formales, o simplemente caminando por el campo o yendo al baño, Diana se siente observada y juzgada por su propia familia, como si fuera integrada por los miembros de la prensa que viven acosándola, y por eso, ella busca refugio. Como siempre, lo encuentra en sus hijos y su amiga vestuarista, pero esta vez también lo halla en quien menos pensaba. El largometraje podría definirse como una pieza sumamente inquietante que atraviesa la pantalla. Está dirigida de una manera que produce sensaciones casi táctiles. En esto, juega un papel muy importante la manipulación de los sentidos a través de las texturas, colores y sonidos. Kristen Stewart suele ser criticada por cómo actúa, también así algunos gestos o miradas a los que acude como recurso inagotable. Sin embargo, en este film su desempeño es impecable, y en caso de caer en sus modismos (casi no sucede), se fusionan adecuadamente con el personaje. Simplemente es una decisión perfecta de casting, en donde ella es elegante, emocional, delgada (como Diana, claro) y bien caracterizada. Por otro lado, el compromiso para con las escenas destinadas a su desorden alimenticio es profundo, notorio y dispara sensaciones intensas en el estómago del espectador. La actriz realmente entrega todo su cuerpo a las escenas, sin tapujos, de una forma cruda y hasta espeluznante (la escena de las perlas se tiene que llevar todos los premios). Se genera una gran empatía (y shock) en la sala. Lo único que uno cuestionaría es el rol del príncipe Carlos, cuyo actor no queda bien con el personaje, o no fue lo suficientemente bien dirigido o profundizado. Los paralelismos que se usan con una famosa Reina Consorte del pasado le dan un giro de suspenso al guion, estirando el brazo un poquito por fuera del drama. Este a veces puede tornarse demasiado angustiante, ya que usa flash-forwards fantasiosos y paranoicos, pertenecientes a Diana, en cuya mente circulan mil pensamientos desagradables a la vez, y, junto con el montaje y la fotografía, el storytelling tiende a torturar un poco al espectador, apurando su cerebro y forzándole sensaciones. La comparación con aquella monarca ayuda a resolver un libreto cuya tensión crece pero no sabe definir, o al menos eso nos hace sentir. La música ayuda en gran medida a desencajar imágenes que, normalmente, se verían como clásicas o inofensivas; volviéndose así, una forma más de conducirnos a través de la psiquis de la princesa de Gales. Por último, cabe destacar que es importante la aparición de escenas tan crudas y honestas sobre un desorden alimenticio tan destructivo como la bulimia. La salud mental también es salud, y evidentemente su visibilidad en cine mainstream ayuda a generar consciencia. "SPENCER" es ideal para espectadores activos que se entreguen a la experiencia sensorial y disfruten descifrando los simbolismos que se presentan como pequeños rompecabezas ante el público. Disfruté muchísimo de resolverlos. ¡Ampliamente recomendada! Por Carole Sang
Se estrenó “MOONFALL”, un nuevo film de ciencia ficción, protagonizado por Patrick Wilson y Halle Berry, con expectativas que llegan hasta la Luna. Brian Harper (Wilson) es un astronauta de la NASA que, durante una misión de rutina en un satélite, presencia la muerte de un compañero a causa de un choque con una masa desconocida, que además deja la nave sin dispositivos electrónicos. Harper logra aterrizar sin aparatos y regresar a la Tierra, salvando a su compañera Jo Fowler (Berry) quien había quedado inconsciente. A pesar de su heroico regreso, la NASA cuestiona su forma de proceder, enjuiciándolo y retirándole su apoyo. Casi una década después, un teórico de la conspiración, el Dr. Houseman (John Bradley-West), descubre que la Luna ha cambiado su órbita de manera preocupante y ante la falta de respuesta de las autoridades, recurre a Harper. Ambos, junto con Fowler, se vuelven claves para salvar el mundo de una fuerza destructiva desconocida. “Moonfall” es una pieza audiovisual sumamente interesante y llena de premisas enroscadas, bien planteadas pero apuradas por el montaje en algunos momentos del film, sobre todo al principio, que el ritmo es difícil de seguir. Sin embargo, vale la pena ya que la historia es apasionante, en especial para aquellos aficionados a las teorías conspirativas sobre el espacio exterior. Los actores están bien elegidos para sus roles y los momentos de acción, explicativos, coreográficos y efectistas son ejecutados impecablemente. Hay ocasionales intentos de que el público empatice con otros aspectos de la vida de los personajes, por ejemplo, afectos, familia, cariño, calidez. Esto no se logra, ya que el ritmo del montaje arrastra esos momentos y los apura, sin lograr suavizar la pantalla, resultando en momentos tibios que no llegan a tocarnos de cerca. Las actuaciones son todas buenas a pesar del ritmo no logrado en post-producción, destacando, sobre todo, a Bradley-West con su papel de teórico conspiranoico, que demuestra una vez más su capacidad para aliviar momentos de tensión con humor. Cabe aclarar, lastimosamente, que los guionistas (entre los que ubicamos al director del film, Roland Emmerich) se toman muchas licencias científicas, y en el medio del caos de la historia, muchas cosas salen misteriosamente bien, y estas ayudan a los protagonistas a lograr sus objetivos, casi sin obstáculos realistas. La película coquetea peligrosamente con el típico “deus ex machina”, y, a partir de esto, se vuelve ocasionalmente predecible. Los departamentos de sonido y banda sonora, arte y vestuario, efectos visuales, fotografía, y CGI (imágenes generadas por computadora), se llevan todos los premios. El film es entretenido y apasionante gracias a todos los aspectos técnicos-artísticos de la producción y post-producción, dejando afuera a los ya mencionados guion y montaje. “MOONFALL” es una pieza sumamente entretenida y muy estimulante, que volvería a ver. Personalmente, disfruté mucho ver a Patrick Wilson lookeado como “paria de la NASA”, motoquero y astronauta rudo que busca redención; es una cara muy agradable como protagonista. Recomendadisima para ver en familia este fin de semana. Por Carole Sang
Falta menos para que llegue a HBO Max “EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS'', dirigida por Guillermo Del Toro y protagonizada por Bradley Cooper, Cate Blanchett, Toni Collette y Willem Dafoe. La película revive el film homónimo de 1946 y promete mucho, pero… ¿cumple? Se trata de un viajero (Cooper) que, en una destartalada feria en medio de un pueblo aburrido, aprovecha los conocimientos de un viejo ebrio que solía tener un acto mentalista. Mientras aprende del señor, marido de la adivina (Collette), conoce a una mujer (Rooney Mara), con quien emprende un proyecto más allá de lo que hubieran imaginado. Algunos años después, una psiquiatra (Blanchett) presencia una performance del protagonista, y le propone algo que traerá consecuencias irreversibles, terminando de convertirlo en quien estaba destinado a ser. En general, “Nightmare Alley” es un largometraje convencional que intenta ser bizarro e interesante pero no lo logra del todo. Perteneciente al género “thriller psicológico neo-noir”, plantea ideas interesantes que no terminan de redondearse (pocas lo logran), o se ubican personajes o acciones que no son realmente relevantes para la historia. El guion no logra dar a entender qué quiere destacar, contar, enseñar o demostrar. Como toda película de Del Toro, cuenta con una espectacular dirección de arte, llena de texturas, ángulos, líneas propias de la época en que está ambientada (años 40'), y colores ricos y saturados. Sin embargo, la fotografía no aprovecha todos estos aciertos y se vuelve visualmente menos atractiva, desdibujando el sello propio del director, estandarizándolo de una manera que no funciona. La iluminación se trabaja de forma adecuada por momentos, pero por otros le falta muchísimo drama y contrastes para que realmente encuentre una vibra neo-noir que se ajuste a lo que se quiere transmitir. De todas formas, Del Toro encuentra la forma de sorprendernos con estupendos, sangrientos y terroríficamente grotescos efectos visuales que desafían al espectador, al muy bizarro estilo del film “Sweeney Todd” de Tim Burton. Las actuaciones más destacables son las de Cooper y Dafoe. El primero encuentra a su personaje y lo usa a su favor, viviendo a la par de él todo su arco de desarrollo y acompañando con su ánimo perfectamente cada etapa. El protagonista se encuentra notoria y auténticamente cambiado en el final. El segundo posee un rol crucial en demostrar la miseria humana y corrupción presentes y crecientes en la trama, volviéndola cada vez más oscura y redundante. El casting de ambos merece una celebración. El resto del elenco se adapta bien a la historia, y hay aciertos en las actuaciones de algunos (como el célebre Richard Jenkins) que no son gracias al director, sino simplemente al estilo o experiencia del intérprete. Todo sería infinitamente mejor si el guion no estuviera tan poco trabajado; se lo nota verde, apurado, con clichés innecesarios, tanto, que casi se spoilea solo. Se aprecian momentos satisfactorios, pero hay cosas que sobran o que no tienen realmente sentido; como, por ejemplo, la inclusión de diversas cartas de tarot por parte de la adivina de la feria (Collette), y hasta incluso este personaje entero es irrelevante para el desenlace. Aporta algunas fibras de suspenso a la gran tela neo-noir… pero no las suficientes como para adquirir relevancia. “EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS” intenta cumplir, pero no siempre lo logra. Sus giros más interesantes son muy tardíos, y los momentos cliché degradan una impronta que, con una vuelta de rosca en la etapa de preproducción, podría haber sido memorable y logrado llenar el nombre de su director. Me gustó de la misma manera que cumple con lo que se prometió: a medias. Por Carole Sang
Hoy llegó a nosotros, a través de la pantalla grande y con la dirección de Dios mismo (Steven Spielberg) la remake de la icónica película de 1961 “WEST SIDE STORY”, traducida en Latinoamérica como “Amor Sin Barreras”. Según vimos en el tráiler, apuesta y promete mucho, pero, ¿cumple? La historia, basada en el amor trágico de Romeo y Julieta, cuenta cómo dos pandillas pelean constantemente por “orgullo” y territorio en una destruida Nueva York post Segunda Guerra Mundial. Cuando Tony (Ansel Elgort) y María (Rachel Zegler) se conocen, ninguno imagina los problemas que su amor desencadenará, debido a que cada uno pertenece, respectivamente, a dichas pandillas, llamadas “Jets” (integrada por descendientes europeos) y “Sharks” (que provienen de Puerto Rico). ¿Podrán estar juntos a pesar de las circunstancias? Esta versión plantea todo muy a lo grande; grandes escenarios, grandes coreografías, grandes grupos de bailarines y bailarinas, y un ambicioso guion técnico, con fotografía y edición mucho más ágil y dinámica que en 1961, obviamente, actualizando el ritmo de ésta a un público contemporáneo menos atento y más acelerado. Posee intensas referencias y planos similares a algunos de “La La Land”, que es un buen ejemplo del despliegue que puede lograr el Hollywood contemporáneo. Sin embargo, se asemeja mucho más al musical de Broadway original que a “West Side Story” hecha película. El casting es inmejorable. Spielberg apostó por que “María” sea interpretada por una desconocida talentosa (y encima, hija de latinos), y eso debe celebrarse, ya que todavía estamos lamentando la decisión opuesta en films musicales recientes como “La Bella y La Bestia”, en donde se eligió a Emma Watson para cantar… sin que supiera hacerlo. Rachel Zegler (Maria) es deslumbrante y sorprende por su corta edad. Logra mantener un delicado balance entre la madurez de su interpretación y la inocencia de su personaje. Por otro lado, Ansel Elgort (Tony) es la única cara conocida en la pantalla grande, ya que la mayoría de los demás actores en roles importantes son provenientes de la escena de Broadway. Este muchacho realmente nos deja con la boca abierta; sobre todo en su interpretación de la magnífica canción “María”, donde su timbre, entonación e interpretación transmiten una calidez indescriptible, sólo comparable con el amor adolescente. Otro rol que nos deja perplejos es el de “Anita”, interpretado por Ariana DeBose, que también es bastante nueva en el ambiente cinematográfico, ya que hasta 2019, mayoritariamente trabajó en Broadway. Hay que mencionar que otra apuesta de Spielberg para esta versión es sincerar el casting, y sacar el “white washing” presente en la anterior, donde los actores correspondientes a los puertorriqueños eran intérpretes blancos, maquillados para oscurecer su piel. Por otro lado, más allá de que se mantuvo la espectacular banda sonora compuesta por Bernstein, letrada por Sondheim, toda la coreografía es nueva, mucho más latina y menos “españolizada” o estereotipada a lo Carmen Miranda. Lo referente a estética, fotografía, iluminación, escenografía, vestuario, maquillaje, montaje y sonido, es impecable. Los arreglos orquestales dan escalofríos e impactan de forma emocional, directo en el “cora”. Lo único que uno podría mencionar es que, a pesar de que la historia está actualizada y sincerada lo más posible, y se ve fortalecido al personaje de María (y en general, a todas las mujeres), no maduró lo suficiente como para que el amor joven de Tony y María tenga sentido, y así, dar razón de ser al final del film, que permanece fantasioso, etéreo y trágico, de igual forma que su versión antecesora. De todas maneras, así se prefiere, con tal de que la banda sonora permanezca inmortal, luego del fallecimiento de Sondheim en noviembre de este año. Reseñar una película de este calibre es un honor, pero además, increíblemente difícil, debido a todo el trasfondo artístico que posee, los millones de fans en todo el mundo, las nuevas audiencias que vivirán esta historia como inédita, y por último, el hecho de que reúne a Hollywood con la escena musical de Broadway, nada menos. ¡Ampliamente recomendada para ver en el cine, en pantalla bien grande, y con buen sonido y volumen! Por Carole Sang
Se estrenó en cines “ENCANTO”, la nueva película familiar de Disney, llena de colores latinoamericanos, y música compuesta por Lin-Manuel Miranda. El film trata sobre Mirabel (Stephanie Beatriz) y su familia, conocidos como Los Madrigal, y liderados por una matriarca (María Cecilia Botero), la abuela de la protagonista. A cada descendiente, cuando cumple 5 años, se le manifiesta un don mágico, que, a medida que crecen, lo usan para ayudar a la familia o al pueblo. Este don es brindado por la magia de “la Casita”, que tiene vida y les otorga un refugio cálido desde la juventud de la Abuela. Sin embargo, Mirabel es la única de todos los nietos que no ha recibido un don sobrenatural. Durante la cinta, ella deberá descifrar por qué, y qué es lo que debilita la magia de la Casita. “Encanto” transpira creatividad y es una pieza absolutamente pintoresca. Aunque tenemos claro que los guiones de este tipo de películas suelen tener similitudes entre sí, se encuentran abundantes características distintivas, predominando las referencias a la cultura colombiana, dadas a partir de una poderosa investigación e inmersión en la región por parte de los productores y el compositor de las canciones, Miranda. Lo primero que se puede destacar es el uso de un lenguaje mezclado entre castellano e inglés, dando como resultado un spanglish auténtico. Los actores de voz correspondientes a los personajes tienen ascendencia latina, todos, sin excepción. Esto les brinda un acento auténtico, que impacta de una manera especial en el espectador hispanohablante. Además, un dato interesante es que la protagonista, Stephanie Beatriz, es nacida en Neuquén, Argentina, hija de un colombiano y una boliviana. Tenemos que sentarnos a hablar de la estética, un gran punto a favor: es cierto que presenta algunas similitudes con la de “Coco”, pero las separa la iluminación, las paletas de colores, los efectos tipo “bokeh”, la animación más estilizada, menos rústica; de hecho, en esto último, se asemeja a “Moana” y “Soul”, llevando la belleza a un nivel trascendental, invocada para contar una historia, justamente, trascendental. Otro punto muy a favor de este film es la música de Lin-Manuel Miranda, que es auténtica, elegante, y referencia bastante fielmente a la cultura que intenta replicar, aunque, sin perder el característico tono Disney pop, que la aclimata al género fílmico. Sin embargo, lo más bello que tiene esta película es que realmente pueden disfrutar tanto niños como adultos. El simbolismo que se maneja tiene una profundidad difícilmente alcanzable por las mentes infantiles, quienes, al ver la película, simplemente disfrutan de un cuento lleno de colores, encanto y canciones. Pero para nosotros, los que somos más grandes, es clara la presencia de tópicos delicados, como la salud mental, nuestro rol en la sociedad o en la familia, la presión por alcanzar ciertos estándares, la autoexigencia, la perseverancia, la colaboración de las comunidades y, lo más importante, la puesta de límites ante cosas de cualquier índole que nos hagan daño. Poder contar ambos planos de profundidad, y a la vez, conmovernos, hacernos reír, querer bailar, emocionar; esa es la magia del cine. Uno puede encontrarse a sí mismo en cualquiera de los personajes, que son absolutamente entrañables, y todos tienen una historia diferente. Hace años que Disney viene rompiéndola con las películas de animación, y no queda más que recomendar con carácter de urgencia que vayan a verla, ¡sin importar qué edad tengan! Por Carole Sang