En esta película noruega, en co-producción con Lituania, dirigida por Cecilie Mosli, la heroína encarnada por una cantante famosa Astrid S (Astrid Smeplass) el cuento clásico de la Cenicienta tiene sus simplificaciones y actualizaciones. Básicamente la historia es la misma ya vista tanta veces. La pobre chica que a la muerte de su padre y en su propia casa, es reducida a la servidumbre por maldad de su madrastra, que favorece a su única hija, una chica a la que maltrata de otra manera. La heroína es bellísima, y el cuento en ese paisaaje nevado adquiere un marco especial. Pero la cenicienta en cuestión ama a los animales, y conoce al atolondrado príncipe impidiéndole cazar por deporte. Hay un deslumbramiento, pero ella cuando las cosas se encaminan no está apurada por casarse, pero si por conocerse mejor. Tampoco hay hadas madrinas sino unas avellanas mágicas, que le dan el vestido y los famosos zapatitos,. Pero pueden fallar y la futura princesa toma el destino con sus propias manos para que las cosas salgan como tiene ganas. Pequeños cambios que actualizan el cuento sin sacarle encanto familiar ni despliegue lujoso.
Es una remake de una exitosa película sueca que cuenta la historia de un hombre cascarrabias, viudo, insoportable, que logra reconciliarse con la vida. Aquí con Tom Hanks encabezando el elenco ya se sabe que el desplegará todo su talento para darle carnadura a un personaje que pierde su tiempo en enojarse con todo y con todos, peleándose indiscriminadamente con hombres, mujeres, jóvenes, viejos, la humanidad toda. Dirigido por Marc Foster,con guión de David Magee, que sucumbe a un agregado innecesario, pronto se advierte que aunque el tono es delicado, hay que preparar los pañuelos. Es que aunque a medida que se van descubriendo los motivos de tanto enojo de Otto, Hanks nos va a conmover irremediablemente aunque sepamos de antemano que de eso se trata, descaradamente. Como Otto joven actúa Truman Hanks, el hijo de Tom, con una bella y convincente Rachel Keller. Pero la mujer que logra romper las barreras de ira del gruñón, es su nueva vecina Marian Treviño en una intensa actuación. Hasta el gato que tiene su importancia en la historia nos conmueve. Imagínense, hay que entregarse y listo.
Es, con el estilo de Guy Ritchie que la dirige y que colaboró en el guión de Ivan Atkinson y Marn Davies, un entretenimiento fluido, con nada nuevo bajo el sol pero que le brinda al espectador una historia de espías, con humor, bien hecha del comienzo al final. Al salir del cine estaremos sin conflictos y casi sin recuerdos, pero el durante pochoclero no defrauda. Una cosa que se agradece es que no hay racontos, todo sucede con ritmo, no hace falta recordar algún detalle que todo lo revela en una pretendida profundidad. Eso suma puntos a favor igual que la seriedad – marca en el orillo- de Jason Statham, perfecto para la acción, el desenfado de Hugh Grant que nada se lo toma en serio y hace bien , la vulnerabilidad de Josh Harnett y la fría sensualidad de Aubrey Plaza, equipo que tendrá mas oportunidades si esta peli funciona bien,. Ellos son los buenos que tienen que recuperar algo valioso que se robaron, que no se sabe que es pero que esconde poderosa tecnología que pone en peligro al mundo. Jason y sus amigos nos salvan sin pretensiones.
La película se inicia con una visión romántica, impregnada de deseo, de una pareja grande, gozando de un momento paradisíaco, en el mar, intensamente enamorados. Y casi de inmediato, cuando esas vacaciones se terminan, el encanto aun subyace en una Paris invernal, que los trae a una realidad insospechada. El pasado irrumpe tajeando, desgarrando todo lo tienen, una relación en la que pueden decirse todo a la cara, que es el centro de sus vidas. Diez años después de un vínculo amorosamente construido, un ex amante hace su aparición y lo trastoca todo, los sumerge en un caos del cual nadie saldrá indemne. Pocas veces en el cine se vive con tanta intensidad y verdad incómoda y lacerante lo que sucede cuando aflora el deseo y la pasión desatados, en gente que pasó lo cincuenta. Y ahí está Juliette Binoche que pierde el control, que manipula a su ex amante y a su actual pareja con argumentos y situaciones tan intensas que son dolorosas de ver, pero que trata de ser sincera con si misma, la cámara la sigue, pero nunca la juzga. Vincent Lindon magnífico, el hombre con un pasado en la cárcel del que nada conocemos, con un hijo adolescente, con una oferta de trabajo que lo tienta que lo vuelve a la vida a un costo muy alto. Sus escenas donde pelea y se contiene con su masculinidad herida y sus sentimientos rotos son impresionantes. Y el tercero en discordia encarnado por Grégorie Colin un manipulador, quizás guiado por la venganza, astuto destructor y seductor. Impecables actores. La directora se ganó el premio máximo en Berlin y colaboró con el guión de Christine Angot en este melodrama áspero sin sentimentalismos.
Creado por Melisa Liebenthal, que colaboró con el guión de Agustín Godoy, es una película que se transforma en un híbrido entre la ficción, el documental y el ensayo. La protagonista en un día de sus treinta años se despierta y cuando se mira al espejo y tiene otro rostro. Desde ese punto de partida que no tiene explicación en el film se abre un camino que transita lo fantástico y lo absurdo, pero también reflexiones audiovisuales en torno a las imágenes y el rostro tanto humano como de otras especies. Preguntas tan inquietantes que tienen que ver con lo que significa una cara, una huella, un nombre y qué realmente nos hace ser como somos. Qué queda de nosotros cuando nos miramos en un espejo y no nos reconocemos. Un tránsito que puede llevarnos a la locura o a reflexionar en profundidad sobre significados fundamentales. “Que rol juegan la mirada propia y la ajena, poner nuestra identidad en juego, elegir, como hizo la directora, a los animales que no tienen cara, que no tienen mirada y que no pueden proyectar su otredad”. Una película personal, jugada e interesante.
Una convocatoria a para reunirse de parte de una madre hacia sus tres hijos. Nada menos que para las fiestas. Los tres, por obligación, culpa o soledad, o las tres cosas al mismo tiempo, aceptan el convite. La madre acaba de salir luego de una larga internación y en esta mescla de drama y comedia, una dramedy, no hay tema que se deje de lado. Para los hermanos, personales, compinches, divertidos y también oscuros la oportunidad de hablan de recuerdos a temas de herencia. Lo mejor de este film dirigido por Ignacio Rogers que también colaboró con el guión escrito por Julieta Zylberberg, Esteban Lamothe, Ezequiel Diaz y Alberto Rojas Apel, son las distintas capas de intimidad compartida, deslumbrante, que se ven en el film. Contribuye a eso que además del talento de los actores, hay un conocimiento previo que crea una complicidad seductora, cargada de contenidos y puntas de comprensión. Las actuaciones son un verdadero torneo de lucimiento: Cecilia Roth, Dolores Fonzi, Daneil Hendler, Ezequiel Diaz.
Es una película especial no solo por su contenido y sus actores, sino también por el origen del proyecto. La directora Corine Tardieu estaba ya trabajando en esta película con Sólveig Anspach, antes de su muerte, en un proyecto tan delicado no solo por las circunstancias, sino que se basaba en una historia amor que vivio la madre de Anspach a sus 75 años. Mucha responsabilidad para la directora que retomó el proyecto con el guión de Agnés de Sacy y Raphaële Moussafir. El planteo no tiene la actitud de la mirada progresista de cómo se debe aceptar para una sociedad patriarcal una relación entre una mujer de 70 y un hombre de 35, cuando festeja al invertirse la situación. Ni es un alegato a favor de la tercera edad. Es el tratamiento delicado, elegante, tierno y sensible de un amor loco, de un deslumbramiento que no conoce conveniencia ni se amilana por perspectivas oscuras. Se abre paso indomable como el deseo. Pero también es una película de mujeres, de la esposa y la hija de él, de la hija y la nieta de ella. De la vida que da oportunidades escasas que solo disfrutan los valientes por el tiempo que sea. Porque también ese es el tema, el paso del tiempo, nuestra impotencia, y por sobre todo la valentía de hacerle frente a cualquier realidad y desafiar situaciones. No es una película perfecta, tarda en cuajar la historia, pero su encanto y como es tratado el tema bien valen su visión. Además del trabajo y la maravilla de Fanny Ardant, Celine de France y Melvin Poupaud.
Acasi veinte años de su debut en Shrek 2 y once de su merecido spin off, El Gato con botas llega a una entrega para toda la familia, donde el protagonista se enfrenta una crisis de edad y de vidas perdidas en una vida dedicada a las aventuras y la total falta de conciencia de los riesgos a sabiendas de que tiene nueve renovaciones. Claro que perdió la cuenta y ahora tiene que buscar a la mítica estrella de los deseos para no morir definitivamente, deberá sortear no pocos escollos, desde un hogar para gatos demasiado domesticados, un villano que reina en el inframundo, a una Ricitos de oro muy mala con su familia de osos. Contará con la ayuda de Kitty y “Perrito” y pasará por mil aventuras que aseguran el interés de los más chicos. Un estilo de animación pictórico, inspiración en el western spaguetti , este gato con botas vale como una de las más divertidas de las entregas. Pato Echegoyen hizo la voz de mama oso, Julieta Nair Calvo a Ricitos y Axel Kuschevatsky a papa oso. Por supuesto que Antonio Banderas ( hace la versión en inglés y en castellano) es imprescindible y adorable como siempre.
Es una coproducción mexicana-argentina de Iván Löwenberg, que recurre a sus recuerdos personales para construir una reflexión sobre la soledad, la falta de comunicación, la sensación de indiferencia de un mundo cada vez más complejo. Invocó a sus vivencias infantiles, con una familia que se ajustaba a ciertas creencias new age, y teorías sobre una hecatombe mundial. Convocó a su propia madre como protagonista, Bego Sainz, e imaginó un personaje angustiado. Una mujer de mediana edad, ama de casa, que sufre la indiferencia de su marido – a quien presume infiel- y un hijo dedicado a su destino fuera de México. Vagando por su casa sin ningún interés que sustente sus días se aferra a una suerte de secta, más interesada en venderle productos de su boutique que a la relajación y se fanatiza con una revelación de un supuesto científico. Nada la hace dudar sobre un mundo a punto de terminar, que traerá una oscuridad total. Ni siquiera cuando llevan presos a los integrantes de la secta, ni la incredulidad sobre las teorías del fin que demuestran sus allegados. Una interesante mirada sobre lo que se elige creer ante el vacío existencial.
Para la protagonista de la película llegar al festejo de los 15 años no es una ilusión sino una tortura. No quiere probarse los vestidos que su madre elige ni participar de la fiesta que organiza.. Justamente su progenitora que es tan flaca y menuda como su hermana. O como sus amigas. Esa es la puerta de entrada que elige Florencia Wehbe para su película, además de ser la directora es la autora del guión, para desarrollar el drama de una adolescente cuyo cuerpo no concuerda con los modelos de una sociedad que venera los cuerpos magros como una virtud vital. Para Paula ese desencuentro con su imagen deriva en serios trastornos alimenticios de bulimia y anorexia. La inteligencia de la autora es meterse con gran sensibilidad en esos mundos adolescentes, en su camino de crecimiento a la adultez, en el descubrimiento de la pulsión sexual y en la crueldad de los modelos impuestos. “Estas más linda, bajaste de peso ¿no’” le dice su galancito seductor. La película nos sumerge con inteligencia emocional en la dinámica del grupo de amigas, con una verdad y una delicadeza conmovedoras. Cuenta con una actriz protagónica fantástica, Lucía Castro y un elenco cuidadosamente elegido.