Los directores Fernando Siriani y Federico Breser se atrevieron a hacer un tema particularmente serio y vergonzante de nuestra historia. En Rosario, una familia mafiosa se dedica a la “importación” de chicas polacas, corridas por el hambre en el continente europeo, que llegan ilusionadas con un matrimonio por conveniencia y terminan en una horrorosa red de prostitución. La historia de la Zwi Migdal y su poderío fue desafiada por valientes mujeres que lucharon contra esa mafia. El argumento basado en historias reales cuenta el devenir de dos hermanas polacas y una historia de amor cercada por el abuso y la pasión, en el relato de una sola de sus sobrevivientes. Un film que convocó a Norma Aleandro, que incluso inspiró la animación, Jorge Marrale, Maite Lanata y un gran elenco para prestar el talento a las voces. La animación en blanco y negro es atrapante, efectiva, de gran efecto dramático, con el toque justo del clima policial y violento. Un film singular y creativo, que da gusto disfrutar.
Ya Hernán Casciari nos había sorprendido con el humor desmadrado y delirante, chancho y trasgresor de la versión teatral que protagonizó Antonio Gasalla. Para el cine el autor trabajo con Christian Basilis y limpió lo escatológico pero no lo frenético y creativo que funciona como un nuevo grotesco, y encontró en un elenco muy adecuado, la redondez de un film que está destino a ser un éxito popular. Es una familia que en los años cincuenta se encuentra en una crisis económica que pone de cabeza valores y tradiciones. Ese grupo con inquietudes distintas pero cercado por la falta de dinero y los sueños rotos es querible, comprensible y graciosa. Flor Peña brilla en la composición de esa matriarca mezcla de Sofía Loren y directora de escuela que tiene momentos increíbles. Nadie ose meterse con una mujer luchadora, terrible enemiga, vengadora a fondo. Uno de los mejores trabajos de la actriz en cine. A Diego Peretti su personaje entre la herencia italiana y el actualización rockera le va perfecto. A Guillermo Arengo, ese esposo aguantador, tierno, símbolo de tanta humanidad sufrida argentina le brinda la posibilidad de una gran composición. Con un tono que inevitablemente trae el recuerdo del deliro de “Esperando a la carroza”, es bienvenida la llegada de un cine industrial y popular con personalidad propia que le imprimió su director Marcos Carnevale.
El famoso colegio con su fama y su tradición machista de pertenencia y prestigio, que se presentaba como el hacedor de los futuros líderes de la sociedad, especialmente en los ámbitos de privilegio y poder, está reflejado en esta realización en el punto de inflexión de cambio de rector y de empoderamiento femenino. Es que el realizador Alejandro Hartmann, el mismo de ”Carmel: ¿Quién mató a María Marta?”, ex estudiante del colegio y padre de un alumno, refleja con actualidad y materiales de archivo, esa constante tensión entre un pasado y un presente imparable. Lo que ocurrió en esas aulas, lo que fue y pretendió ser, con materiales de archivo, filmaciones, el ambiente poblado de bustos de próceres, juega con el despertar adolescente a la actividad de delegados defendiendo derechos y la organización y la irrupción de la militancia de las chicas. Las que antes faltaban en la lista de militantes ocupan puestos notables, son caras reconocibles en los medios y reacciones en la ola verde a favor de la legalización del aborto. Pero también todos están unidos frente al abuso, la intervención policial, las contradicciones del rector, la falta de educación sexual. Y la preponderante actuación de los padres de los alumnos. Un fresco de nuestra sociedad, interesante, valioso, que hay que ver.
La cuota de terror de la semana que esta vez nos muestra el derrotero de ese payaso demoníaco y su caja de juego infernal en un castillo, donde una dama, sin conciencia pero muy enferma, la pone en funcionamiento. La dueña del lugar esta grave, postrada en la cama con terribles dolores. Utiliza a su hijo, a quien domina a la perfección, para que traiga a un vendedor con la cajita de sus pesadillas. Cuando la acciona, la solución a sus males es un pacto donde ella obtendrá mejoría si Jack se manduca a seis humanos a cambio. Dadas las circunstancias se nota que el vendedor será la primera víctima y se agiliza la acción porque justo el hijo contrato gente nueva y apetecible. Con guión y dirección de James Fowler, que imagina esta pacto edípico y truculento, una fórmula sencilla que tiene climas adecuados para los amantes del género. Fowler subraya como buen artesano situaciones bien iluminadas y con efectos de sonido bien puestos. Pero hay poca imaginación en cada situación caníbal.
Es una película donde nadie puede confundirse con su contenido. Desde el poster y el tráiler ya se sabe que dos chicas quedan atrapadas en lo alto de una torre de 600 metros de altura y que lo que veremos nos dará adrenalina pura de acción, sustos y miedos. Es un film clase b, pequeño y astuto. El director Scott Man supo filmar y luego lo ayudó mucho la edición imprescindible y los efectos especiales para lograr mantener el suspenso del principio al fin. La historia abre con un muchacho y dos chicas subiendo una pared montañosa, prácticamente vertical y peligrosa, donde el esposo de una de ellas cae al vacio. Salto en el tiempo y al año, la viuda sigue desconsolada, no recibe ni al papá que le critica al difunto y se aferra a la aventura que le propone la mejor amiga, si la que estaba en la escalada del comienzo, para subir una torre de comunicación oxidada y a punto de ser derribada. La película en ingles se traduce como “caída” aunque nadie le quita la sensación de vértigo que provoca. Las chicas suben esforzadamente y apenas llegan a una mínima plataforma se caen todas las escaleritas, así que a aguantar secretos revelados y por sobre todo tratar de sobrevivir al viento, la lluvia y otros ingredientes. No se puede pedir más que razonamientos con lugares comunes y sustos con vueltas de tuerca del principio hasta el final.
Una muy agradable comedia francesa dirigida por Laurent Tirard autor también del inteligente guión, basada en la novela de Fabcaro, protagonizada por el fino comediante Benjamín Lavernhe y un elenco de muy buenos actores. En el argumento se presenta la crisis del protagonista, cuya pareja le pide tomarse un descanso de la relación, situación que lo sumerge en toda clase de ansiedades, y el compromiso que le exige su cuñado, hacer el discurso en el casamiento de su hermana, brete que le despierta un abanico de conjeturas y un considerable pánico escénico. La destreza del libro es que las críticas a su familia, a la vida en general, a la mirada sobre el amor, los afectos y la depresión a la vuelta de la esquina, se muestran en un libre fluir de la conciencia que escenifica cada posibilidad. Pero además filosofa sobre la imposibilidad de tener la vida y su transcurso bajo control y las fantasías de venganza. El resultado de tanta imaginación desplegada por un perdedor con aires de Woody Allen, resulta siempre gracioso, apuntalado con una buena cuota de encanto que hará las delicias de los espectadores.
Es un film particular, basado en un best seller, que tiene toda una intriga policial, más el juicio de la presunta culpable, pero que se explaya con una mirada romántica y bella sobre la vida que sobrellevó una mujer sola, abandonada desde niña por toda su familia y que pudo sobrevivir en un ambiente de belleza y soledad. La fotografía de Polly Morgan le da a ese entorno de los pantanos de Carolina del Norte, una sugestión única, que invita a abandonar los detalles lógicos de lo que se cuenta, para entregarse a esa sugestión que tan bien lleva adelante la directora Olivia Newman. En el guión de Lucy Alibar no hay respuestas ni a como realmente sobrevivió esa niña en soledad, ni los detalles de su transformación. La atención esta sobre los momentos de abandono, los amores con dos hombres del pueblo y la desconfianza hacia toda posibilidad amorosa, luego de dos experiencias decepcionantes. Y como ante el asesinato de uno de esos hombres, las sospechas recaen en ella que por algo es estigmatizada como la salvaje y la distinta. Dasy Edgard-Jones, a quien ya admiramos en “Normal People”y “Under the banner of Heaven”, es la protagonista perfecta para esta visión un tanto almibarada de un destino que sorprende en el último minuto.
Diana Spencer, sin su título de “Alteza Real” murió en un accidente en Paris el 31 de agosto de l997, cuando el auto en el que viajaba se estrello en el Puente del Alma. A pesar del tiempo transcurrido su vida y su muerte siguen llamando la atención. Y lo que hace el realizador de este documental, Ed Perkins, es utilizar el material conocido, emitido por todos los medios de comunicación, pero con una estructura que permite la narrativa del cuento de hadas que termino mal. Desde que Diana despertó la curiosidad periodística, apenas comenzaron los rumores de su compromiso con el príncipe Carlos, su vida alimentó las publicaciones de todo el mundo, la avidez televisiva, y el casamiento fue un fenómeno de audiencia mundial. Claro que cuando comenzó a caerse la fachada de la pareja perfecta, y afloraron los engaños, los problemas de salud, Camila Parker Bowles y toda esa historia conocida, la exposición de su vida llegó al paroxismo. Todo está detallado en este film que no ahorra algunos comentarios críticos con respecto a Diana y otro y se multiplican con la familia real. No es un panegírico, se parece más al retrato de una mujer que intento en vano tener una vida independiente de la familia real. Es particularmente acertado esta realización que dedica mucho tiempo a sus funerales y a los testimonios de hombres y las mujeres que la adoraron sin reservas. Ideal para ese público.
Es un documental-ensayo sobre el fotógrafo y artista plástico Martin Patricio Barrios y su obra captada en su afán de viajero empedernido. Un incansable caminante que primero recorrió Latinoamérica y después no encontró limites en su afán curioso de los habitantes de la tierra. Es según define con exactitud el realizador un reflexión multiétnica sobre la alegría y le dolor en todas las geografías posibles. El retrato y la historia de cada uno. Marcelo Gálvez nos acerca a este artista de la imagen con sus obsesiones, su creatividad, sus reflexiones y anécdotas. Juntos entrelazan conceptos y visiones, armando de todos los viaje el viaje para el gozo del espectador.
Un deseo imposible fruto de la decepción y la desesperación. Detener un mundo que no ofrece alternativas, donde el éxito no seduce y el descenso a los infiernos resulta inevitable. Ese estado emocional se ocupa la película de Juan Baldana, basada en la novela de Gonzalo Unamuno. Un hombre de 40 años que no encuentra donde aferrar alguna esperanza. Un escritor frustrado que apenas se mantiene escribiendo en una revista, que ni en su vocación ni en la realidad social y política encuentro algo que le interese, que logre anidar alguna creencia. Lo suyo es un descenso al infierno con vecinos atemorizantes, amigos de ocasión, los secretos familiares que se visibilizan cuando ronda la muerte de su madre, la inasible recomposición de un amor que terminó mal, la tentación de la adicción a las drogas. El personaje de German Beraja es un hombre que destila veneno, que ya no puede asirse a nada, poseedor de una conciencia hiriente y fatal del mundo, que se expresa feroz. Gerardo Otero y el director aciertan con la composición de ese personaje desagradable, en carne viva. Un elenco que se nutre de Luis Ziembrwski, Claudio Tolcachir, Alan Sabbagh, entre otros.