La segunda película de Olivia Wilde como realizadora (y actriz de reparto) viene precedida por ruidos mediáticos que es mejor dejar de lado, algunos inventados y otros reales. Lo cierto es que el guión escrito por los hermanos Shane y Carey Van Dyke, fue uno de los más peleados de Hollywood, 18 estudios estaban interesados. Y una vez adquirido para Wilde pasó a manos de Katie Silberman para su rediseño. En ese soporte está el problema de este film tan atractivo visualmente, con intensas actuaciones y un tema inquietante. El argumento recuerda un poco a The Truman Show, pero básicamente a “Mujeres perfectas” (Stepford wives, hecha en l975 y en el 2004). Una distopía donde en un barrio en el medio del desierto todas las casas son iguales, todas las esposas están felices de limpiar, hacer compras y esperar a sus marido para una cena abundante, todas por la mañana los despiden mientras ellos parten en colorido autos de los años 50 a un punto del “más allá”, zona peligrosa que ellas no deben frecuentar. Mundo colorido y perfecto donde se hacen un verdadero festín visual el fotógrafo Mathew Libatique, el diseño de producción de Katie Nyron, el vestuario de Arianne Phillips, la música de John Pawell. El tema es que tanto brillo visual, tanto baile y fiesta, tanta utilización de viejas coreografias de los primeros musicales hollywoodenses, conforman, fascinan pero no disimulan que las situaciones se reiteran más de la cuenta. Los primeros atisbos de una pesadilla en acción, las sospechas, los tratamientos médicos, se muestran pero no pasan de mostrar a una sociedad utópica paternalista con las mujeres como muñequitas de decoración, y otros temas como “el lavado de cerebro”, el verdadero sostén de la situación quedan de lado. Se luce Florence Pugh rodeada de tanto peligro como en Midsommar, Harry Styles se esfuerza y sale correcto, está muy bien lograda la escena de su baile un tanto desesperado, y Chris Pine utiliza muy bien su seducción para el mal, muy logrado. Es grato ver a Olivia Wilde frente a una gran producción, tendrá otras, pero lejos de la frescura de su primera película (La noche de los nerds) con buen pulso para las escenas de despliegue y un suspenso sostenido, pero con la falla del guión. Aunque hay que reconocerle que suma créditos para atraer al público y seguramente tendrá suceso.
Está concebida para la diversión y quizás también para el homenaje al género del suspenso, al conocido “whodunit” (derivado en inglés de la pregunta “¿quien lo ha hecho – who has done it-) que tiene reglas propias, tan explotadas por Agatha Christie, de muchos sospechosos en un ambiente cerrado, con la presencia del culpable que será revelado en el climax, pero con el tiempo necesario para analizar a cada involucrado, que es observado en sus zonas oscuras y sus motivos posibles para el crimen. La acción del film dirigido por Tom George, con un intrincado guión de Mark Champell, está ambientada en l953, cuando la obra que aun sigue en cartel (solo interrumpida por el covid) “La ratonera” festeja sus 100 representaciones y la clausula para ser llevada al cine que exige un tiempo de seis meses desde su temporada final. En ese festejo el supuesto futuro director, un alcohólico y desagradable personaje personificado por Adrien Brody provoca y una pelea, se ensucia y cuando va al vestuario a encontrar ropa limpia se cruza con su asesino, detalle que no le impide ser el relator. Eso ocurre en los primeros minutos mientras desfilan excelentes actores en roles que no les permiten el lucimiento, como personas de temer. La primera en llegar es una principiante maravillosamente actuada por Saoirse Ronan , que resulta uno de los grandes atractivos del film. El otro es la llegada del inspector que lidiara con esa novata, encarnado por Sam Rockwell, un sabueso experimentado que no deja que el alcohol le apague el instinto. En el argumento abundan las vueltas de tuerca que relacionan la obra en cuestión, la de la compañía, la mismísima autora, otra muerte y el divertimento donde el suspenso se diluye y casi no hace falta saber quién es el asesino. Él durante es el entretenimiento liviano, espumoso y agradable. No mucho mas, pero vale la pena.
Tamae Garateguy toma con mano firme un desafío del que sale airosa: hacer un ambicioso cine de género. Un western atravesado por la violencia sangrienta, la persecución, los abusos, las maldiciones y el deseo desatado. Una suerte de Romeo y Julieta en una ambiente campestre, donde nace el amor entre la hija de un terrateniente monstruoso y el hijo de un cacique Huarpe, destinado a ser líder de su comunidad, con una esposa ya elegida por sus mayores. Esos jóvenes que huyen y hacen justicia por mano propia, en medio de tormentas, cielos rojos, desiertos inhóspitos solo desean estar juntos pero el destino parece marcado por las injusticias y el dolor. Los protagonistas de la historia, la pareja protagónica, Guadalupe Docampo y Nicolas Goldsmith, de muy buena química, fueron los que tuvieron la idea original de la historia que sirvió de base al guión de Diego Fleischer. Visualmente impactante, con actuaciones contundentes de Juan Palomino y Daniel Araoz. El film ahonda también en temas como el poder, la injusticia, la falta de comprensión del mundo joven, la cultura patriarcal incestuosa. La desmesura como sello, en el bien y el mal, la danza desesperada por imponer un amor lírico que florece entre tanta inocencia pisoteada.
Una leyenda urbana en Rosario es la excusa para la vuelta a su origen de un hombre con demasiadas cuentas pendientes y dolores expuestos. El film comienza con una impresionante propuesta de misterio, muy bien filmada, que nos introduce en un fenómeno extraño: la enorme cantidad de perros que se suicida en la explanada de Parque España. Un argentino que se dedica a producir en España un programa sobre la conducta animal, encuentra la excusa perfecta para volver. Ya en el terreno de su pasado revisará lo que quedó de relación con el amor de su vida, la sospecha de tener un hijo, el impulso a un vacío existencial quizás tan poderoso como lo sienten los perros. El film tiene un elenco de lujo, a Luis Machin, Carlos Portaluppi, Lorenzo Machin, Marta Lubos. Ellos regalan no pocos momentos de pura emoción. Sin embargo especialmente el guión que no posee una progresión que fluya y se detiene y enreda, mas la utilización de un lenguaje sentencioso, que utilizan casi todos los personajes, atentan con las buenas intenciones del realizador.
Con una propuesta que se hermana con la película “Hello Andy?”, tanto Alfredo Arias como Ignacio Masllorens, se internan en una producción mayor, y con una figura trágica, como fue la historia de Fanny Navarro, ligada al peronismo por su militancia, por ser amiga de Eva y amante de su hermano. En un bello blanco y negro la figura de Navarro aparece caminando intensamente la calle Corrientes actual para recordar, ir y venir del pasado a una especie de limbo donde repasa lo que le ocurrió. Espectadora y protagonista al mismo tiempo. La mirada sobre el peronismo dominado por la figura de Apold, se muestra como un totalitarismo implacable frente a quienes no eran partidarios. Para Alfredo Arias autor del guión esa es la mirada, pero al mismo tiempo muestra la terrible crueldad con que fue tratada Fanny que pago caro, demasiado caro, su fanatismo y amor incondicional con Evita, que la llevó a una militancia sin racionalidad, puro instinto. Un elenco de notables: Alejandra Radano, Nicola Constantino, Marcos Montes, Fabián Minelli y muchos más aportan su talento en marcaciones realistas y teatrales. El recuerdo de una estrella que fue obligada a apagón de las prohibiciones y el olvido.
Volver a reunir a dos de las estrellas más queridas de Hollywood, que desparraman encanto, ya es un atractivo único de la película y seguramente convocante para el público adulto. Tener a George Clooney y a Julia Roberts como amigos-enemigos, embarcados en una causa común, en un lugar tan turístico como Bali, trae aires de las tradicionales comedias del sistema de estrellas, con recursos ya vistos pero revalorados en un guión que une los gags físicos, las replicas chispeantes y la tensión romántica y emotiva en un engranaje que cautivará al espectador, amante del género. Dos padres divorciados, que asumen el matrimonio que tuvieron como el peor error de sus vidas, deciden unir fuerzas para que su hijita recién recibida de abogada no cometa un error como el que vivieron ellos. Es que la heredera fue de viaje de fin de curso a ese lugar de ensueño, se enamoró y decidió casarse de inmediato. Ahí van los distinguidos padres, él arquitecto, ella especialista en arte, unidos para un plan que pretende arruinar y desbaratar la boda. Todos los tópicos esperables de relaciones de padres a hijos, independencia y las cuentas pendientes de los adultos se ponen en juego con un final esperado pero que llega a buen puerto luego de brindar encanto, risas, emoción y lugares comunes. Lo que promete lo cumple.
El cine surcoreano ya ha mostrado su excelencia técnica muchas veces, y el dominio de los distintos géneros del cine cuyos resortes quedan expuestos con manos expertas. En este film catástrofe, dirigido por Ha Jae-rim, con dos estrellas muy conocidas como Son Kang-ho (Parasite) y Lee Byung-him (El juego del Calamar) todos los ingredientes de una gran superproducción se ponen en juego para sostener un largo relato de 142 minutos que nunca decae. A bordo de un avión que tiene como destino Honolulu, un joven desquiciado, despedido de un laboratorio, difumina un virus mortal. Mientras la enfermedad se esparce y despierta a bordo todo tipo de reacciones.. Un piloto que muere, otro con síntomas, un aviador retirado que tiene una vida atormentada por la culpa, la esposa del inspector que investiga el caso. Cada pequeña historia individual tiene su momento. Pero el peligro de contagio hace que los distintos gobiernos se nieguen a que el avión aterriza, mientras una carrera contra el tiempo desespera por encontrar un antídoto. Cuestiones morales, políticas, éticas, terrorismo biológico, peligro en el aire, caos en la tierra. Filmada con una precisión técnica admirable, la tensión y los efectos especiales están en proporciones suficientes como para no dar espiro.
Una propuesta de terror de la que poco puede contarse porque su director y guionista revela un gusto especial para los giros inesperados de la trama en un viaje oscuro que solo en matizado por momentos con un humor de lo más negro. Pequeños alivios momentáneos. Una chica que llega a una casa que alquiló, en una cuadra de casas destruidas, por donde es mejor no circular de noche, se encuentra con que el lugar está ocupado. El amable inquilino ocupa la invita a quedarse y ella, el género lo requiere, acepta con ciertas reservas sin imaginar lo que se viene. Hay advertencias desde la primera noche, pero solo se dispara lo peor cuando de regreso de una entrevista de trabajo, al día siguiente, la chica en cuestión se encerrada en un sótano con muchas habitaciones y pasillos tenebrosos. El itinerario es de miedo, con personajes aterradores y negros destinos. Más no se puede adelantar para este entretenimiento bien construido para quienes adoran el género
Es de esas películas de visión obligatoria, que se debería exhibirse no solo en cines, sino en colegios, universidades, clubes. Porque con esta realización de Matt Geschonneck, basada en las actas de la conferencia de Wannsee, realizada el 20 de enero de l942, uno puede tener la verdadera dimensión de lo que significa montar una maquinaria de exterminio, eficiente, económica, letal y aberrante, que proponía la “solución final de la cuestión judía”. En ese lugar, con pulcros militares y civiles, convocados por Reinhard Heydrich, asistido por el planificador Adolf Eichmann, se explicó y se aprobó ese plan que se concretó con la tortura y muerte de seis millones de judíos europeos, aunque e plan inicial aspiraba a masacrar a 15 millones. En esa raíz putrefacta del racismo más acendrado, el régimen de Hitler soñaba con una Europa dominada por su ejército y germanizada. Donde después de los judíos otras minorías étnicas, religiosas o ideológicas iban a seguir el mismo destino. Lo realmente impresionante de ver ese veneno que se esparció por las zonas de guerra, se aplicó de una manera organizada, con el menor costo, con el aprovechamiento de la mano de obra esclava, la utilización de vagones de carga del ferrocarril, a los hornos de gaseado y cremación. Todos los procesos se anudaron en una cadena de horror ordenada por mentes que encarnaban el mal en un infierno todavía no imaginado. La realización y el guión se basa estrictamente en las actas que quedaron del encuentro, una copia fue utilizada en el juicio de Nuremberg. Ni siquiera tiene un insert de las matanzas. No lo necesita. El film que tiene n clima de suspenso que se pone de relieve, con lo que se habla en público y privado, s de tal fuerza, tan valioso su contenido, que aunque provoque indignación y nausea, hay que verlo como un testimonio invalorable de la degradación humana.
George Miller un poco alejado de la acción oscura y trepidante de “Mad Max: Fury” se toma una tregua mágica en tono de fábula que permite un despliegue fantástico de creatividad y efectos especiales que rondan a los dos magnéticos protagonistas: Tildan Swinton e Idris Elba. Esa relación entre una experta en narrativa y tradiciones que está en Estambul y se trae del Gran Bazar un botellón particular, promete y cumple con las expectativas. Claro que del envase emerge un genio con la fuerza y magnetismo de Elba que clama por su liberación definitiva y le concede tres deseos que ella toma con cautela. Deseos que los llevan como los cuentos de Las mil y una noches, a la corte del rey Salomón, al harén del sultán Suleiman y a las cuitas de la esposa de un comerciante. Es un argumento que se transforma en el soporte de la originalidad, colores y efectos que hay que ver en un cine, con el entretenimiento liviano de la aventura que se aparta del cliché, y la propuesta de dejarse llevar por una fantasía desbocada.