Un caso real impresionante que trepó a las primeras planas de la prensa rosarina y no es tan conocido en el país. La desaparición del hijo de un poderoso empresario en 1980 cuando se advertía que la dictadura militar ya daba signos de un fin, pero que mantenía intacto su poder de terror e impunidad. El caso se relaciona directamente con una definición oscura y terrible que dio Videla hablando de los desaparecidos, un testimonio que abre el film y que desde ese momento atrapa al espectador para no soltarlo más. El director Lucas Combina engarza a la perfección todos los elementos del género a una apuesta industrial y popular de seguro éxito. Basado en el libro de Reynaldo Sietecase con guión de Sebastián Pivotto, Jorge Bechara y Matías Bertilotti, el nudo es el caso en si, pero perfectamente insertado en una época con su clima de miedo e impotencia, donde dos jóvenes secretarios de un juzgado buscan un poco de justicia en un país que no la tiene. Deben lidiar con los métodos de un policía violento, los militares temibles, la mafia omnipresente y la valentía de un juez que los respalda. Además de un sospecho que mezcla seducción con oscuridades, recreado con puntillosidad y su talento habitual por Darío Grandinetti. Pero todo el elenco es de lujo: Luis Luque, Rita Córtese, Alberto Ajaka, y el trio joven integrado por Nicolás Franchella, Matías Mayer y Malena Sánchez. Tensión, una trama bien sostenida, temas actuales de nuestro país y un método escalofriante. Un film para no perderlo.
Es una película sorprendente, crítica e imaginativa, que entretiene mucho con los caminos y atajos que toma. La historia de dos hermanos que se reencuentran con la muerte del padre, sin que nos enteremos del porque esa relación están dañada, los pone en situación de mantener un legendario rancho que entrena caballos para el cine y la televisión. Una ocasión que le permite a Jordan Peele practicar sus dardos contra la industria hollywoodense, la utilización de animales, la necesidad de los humanos de buscar dinero y fama, y si pasan por una experiencia de dolor o inusual transformarla en un negocio. Una actualizada visión de “Como plaga de langosta” donde no se salva ni el mito del oeste norteamericano, ni el legado de los vaqueros negros. Pero si bien en los meandros de la narración aparecen episodios sangrientos luego lucrativos, el peor de los enigmas se avecina. La más salvaje de las visiones de ciencia ficción, con un despliegue de efectos y producción, con una imaginación para mostrar lo horrible dentro y fuera de campo, como una voracidad desatada que viene de otro mundo. “Y como todo lo salvaje, puede ser domesticada” asegura el protagonista que se juega por entero para probarlo. Con una actuación medida y significativa de parte de Daniel Kaluuya, el desborde de Keke Palmer, acompañados por Steven Yeun, Brandon Parea y Michael Wincott, todo el elenco es destacable. Peele con su guion y dirección nos pasea de la belleza de un paisaje cautivador al agujero negro del terror.
Un visitante extraño y misterioso se mueve con sigilo entre las casas costosas e iguales de una urbanización privada en Polonia. Es un masajista con ciertas cualidades que escucha y lleva consuelo a esos habitantes angustiados, disconformes, traumados, tristes, ricos tensos e infelices. Como si se tratara de un catalizador, un ángel, una presencia mágica, este masajista forzudo con cuerpo trabajado de bailarín, carga con su mesa y sus toallas para repartir sus dones en cada residencia. De su historia poco se sabe: tenía siete años cuando explotó Chernobyl , el vivía con su madre en una población cercana. Con su poca edad y sus “poderes” intentó curar en vano a su mama, afectada por la radiación. De hecho cada vez que le preguntan su origen hay algún chiste se cuela con respecto a su peligrosidad. Apenas comienza la película obtiene su residencia en esa devastada ciudad polaca durmiendo al funcionario que le pone peros a su trámite. Casi como un homenaje a “Teorema” de Pasolini, este hombre más sutil y recatado lleva un poco de alivio a cada vecino afectado por la enfermedad, o los prejuicios, la discriminación, la soledad, la incomprensión. Un film que requiere cierta complicidad del espectador para entrar en ese juego fascinante donde ese personaje en determinados momentos, como guiños cómplices hace uso de sus “poderes”. El actor ruso Alec Utgoff, con su talento, maravillosamente iluminado para subrayar las características de su personaje, Zhenia, está perfecto para este rol imaginado y realizado por Malgozzata Szumonska y su habitual colaborador Michal Englert. Un elenco impecable para dar vida a cada uno de los integrantes de esa vecindad.
Una road movie entre dos músicos. El maestro y el discípulo. Un camino para reconstruir ese otro viaje del veterano guitarrista Lucio Yanel y que tanto influyó sobre el virtuoso y prodigioso Yamandú Costa. Una cámara registra los comentarios de viajes, los recuerdos, las interacciones. Y por sobre todo los limites borrosos que siempre parecieron separar el desarrollo cultural de dos países vecinos y en apariencia distantes o indiferentes al devenir musical y sus influencias. Y por supuesto están los maravillosos momentos musicales en las pausas del camino, el encuentro con vecinos, las actuaciones asombrosas y virtuosas. Pablo Francischelli ha logrado plasmar esa relación en momentos íntimos, de aire casual donde se ponen de acuerdo o disienten dos talentos, diferenciados por el origen y la edad, hermanados por el talento y sus guitarras. Cuando tocan a dúo la magia fluye, contagia y gratifica.
Laura Linares encontró en Elida Baldomir una puerta de entrada para lo que estaba buscando. Los rastros de un pasado de lucha en gente anciana, olvidada, en un presente de una sociedad que los condenó a la cárcel pero que tiene doble discurso con la dictadura. Conocer a esta mujer ex guerrilera tupamara, que condujo a una columna militar integrada por hombres, que paso quince años en la cárcel, le permitió desarrollar este ensayo documental, esta intromisión explicita en la vida actual. Así somos testigos del destino de alguien que sufre las secuelas de la tortura, que sobrelleva un EPOC, y que replica el encierro, del pasado en prisión, en su pequeño departamento caótico donde solo la acompañan su gata y una destartalada silla de ruedas. Nada se disimula en este enfoque donde Elida cuenta sus cuitas pero demuestra una lucidez intacta y nada de arrepentimiento por lo vivido, a pesar de los altos costos que pagó. Un trabajo minucioso, revelador.
La siempre difícil relación padre-hijo, que se complica aún más con el paso del tiempo, se instala con fuerza en este film donde el hombre más joven cumple una suerte de misión rescate que le encomienda la familia para salvar a un médico que lo dejo todo, que se fue a vivir a una casa ruinosa, al borde de un monte misterioso y amenazante, fascinante y bello. Sebastián Coulier, el mismo director de “La inocencia de araña” y “El Corral” sostiene que desarrolló esta película en tres géneros, el drama, lo fantástico y el terror. Y lo hace, con talento y precisión, adentrando al espectador desde el primer minuto en una visión de la naturaleza virgen donde una voz de mujer explica lo inexplicable, las leyendas que el realizador escuchó desde chico. Ese conocimiento ancestral que se acepta como verdad sin cuestionamientos, tan inasible como poderoso. Entre el médico que abandono la civilización y el hijo que llega con intensiones de domesticarlo, la relación nunca será fácil ni se resolverá. Avanzará en la comprensión hasta un cierto límite donde lo racional ya no sirve. Ese monte con presencia propia, como un personaje más, ofrece la posibilidad de alimento pero siempre pedirá un precio saludado con respeto por las voces de los animales. Un universo tan complicado y oscuro como la naturaleza humana que se nutre de desprecios, rechazos e incomprensión. Los trabajos, especialmente el de Gustavo Garzón convertido en un ser primitivo y cruel, y el de Juan Barberini, un elegante hombre de ciudad que se enfrenta a ese mundo de un padre tan desconocido como su entorno natural, son precisos y conmovedores. Un film habitado por lo impenetrable e inasible.
Es la primera de esta franquicia realizada con animación CGI y la que sigue en acción a Dragon Ball Super Broly, sin dudas será en film anhelado y de seguro éxito para los numerosos fans globalizados. Creados por Tetsuro Kodama con libros y series animadas, este lanzamiento es uno de los más ambiciosos de la franquicia. La acción, la paleta de colores y en especial la explosión de acción tendrá de parabienes a sus seguidores. Aquí se conservan los núcleos emotivos que van de la mano del valor de la amistad y de los lazos familiares. Pero también hay un espíritu lúdico y travieso que tiene que ver con el primer hijo de Goku que ve en Piccolo a un progenitor adoptivo. Y se permite el humor en el momento decisivo de los deseos cuando el peligro acecha y lo más importantes es tener un trasero firme y las pestañas largas. Sigue siendo como siempre una lucha del bien contra el mal, especialmente porque un villano revivió el ejercito de la cinta roja y de la mano de un niño genio ha creado dos androides, Gemma 1 y 2, capaces de la peor destrucción. Goham y Piccolo, el duo alumno-maestro se unirán en ese enfrentamiento final.
El horror se nutre de los miedos de una mujer que ha sufrido mucho, y quiere reparar su vida emocional en una casa solitaria y antigua en la campiña inglesa. Todo parece casi perfecto hasta que la inquietud se instala con el miedo a lo oscuro, una fotografía majestuosa que convierte lo bello y bucólico en amenazante, el lujo en fuente de lo inquietante. El terror se instala a través del diseño de sonido que se nutre de los cantos antiguos corales religiosos en momentos precisos. Y la irrupción de hombres invasores en ese solitario mundo femenino. Ya sea como el recuerdo de un suicidio o el latido acelerado por el temor que que provocan apariciones masculinas. Desde un personaje salido de las leyendas populares paganas a un clérigo libidinoso, a un niño oscuro al dueño de casa siempre ambiguo. Todos ellos encarnados por un mismo y maravilloso actor Rory Kinnear, que aparecen para espantar a otra gran actriz como Jessie Buckley. En un género donde no abundan ni la creatividad ni la imaginación y casi todo se repite en fórmulas vistas hasta el hartazgo, la creación del director y guionista Alex Garland es bienvenida. Especialmente porque lo que propone es desafiante por sus implicancias, algunos hablan hasta de un terror feminista, otros del destino de los hombres en un mundo donde han perdido dominio y sentido. Lo cierto es que la escena culminante que raya en lo grotesco es tan desaforada como imaginativa, nacimientos y muertes envueltos en el delirio.
Es un policial negro, dentro de esa gran tradición del cine francés, dirigido por Dominik Moll, coguionista con Gilles Marchand, sobre la novela de Colin Niel. Son varias historias alrededor de una mujer desaparecida en una zona rural francesa azotada por la nieve. De esa mujer quedó su auto abandonado en el medio de una ruta, y un policía de la zona trata de descubrir lo que ocurrió. Los personajes que tienen su capítulo individual en el film son cinco y tienen en común la soledad, el desamor, el aferrarse al más mínimo destello de una felicidad posible más en su imaginación que en la realidad. Todos ellos solo saben una parte de lo ocurrido y el resto se la construyen con datos aislados, muchos estarán tan desconcertados como el espectador. La asistente social que tiene una relación con uno de sus “pacientes”, aunque él parece estar en otro plano del dolor y la ausencia y lo suyo roza lo macabro, el granjero ocupado en atender los animales de su suegro que se ilusiona con un chateo amoroso, la camarera que se deslumbra con una mujer poderosa en un amor loco que solo ella alimenta, el estafador en Costa de Marfil que fantasea con justificarse como un resarcimiento a la ocupación colonial. Dispersos y unidos por el misterio, por un destino cruel, una azar oscuro, un deseo que solo se alimentará de las brasas de la locura y el engaño. Giros y mas giros para redondear una historia donde no solo el interés está en la verdad sino en el camino de cada personaje, encarnados por un excelente elenco que encabeza Valeria Bruni Tedeschi. Las puertas que se abren al horror, el abandono, al ansia de una pizca de esperanza en la batalla de los corazones rotos.
Un documental de Federico Sosa sobre una pasión poco conocida, la colombofilia. Y en ella a dos personajes muy disímiles que dedican todos sus afanes a las carreras de las palomas mensajeras. El protagonista Américo Fontenla, dueño de una parrilla en el barrio de Paternal, es un apasionado de las competencias y de las palomas que cría en la terraza de su casa. En esa actividad y entre ellas se siente en el mejor de los mundos. Su filosofía y su look se contraponen a su amigo de confidencias, formal, más competitivo y con ideas políticas diametralmente distintas. Una actividad que a su vez heredaron de sus padres y que ejercen con compañerismo, competitividad y filosofía de vida. Un mundo distinto y con reglas propias que desafía la comprensión de los ajenos.