Martín Sola y un film que se enamora de sus personajes y el paisaje que los contiene. Un intento distinto, experimental, que fascinará a quienes solo quieren imagen y dejará afuera a quienes buscan historias, argumentos y personajes
La historia del doctor Esteban Maradona, un hombre enigmático, hermético, aventurero y sabio. El rescate de testimonios de quienes lo conocieron, su propia voz, la ironía de quienes lo descubrieron para los medios, un documental revelador y curioso, como su protagonista.
Una idea aparentemente divertida es usada hasta el cansancio para demostrar que manipular a la opinión pública es demasiado fácil. Diego Recalde la hace, la dirige y, si en un comienzo es risueña, luego, de tan repetitiva cansa y uno se pone a pensar que por ser solidarios con ese periodista perdedor la gente le da el gusto de decir lo que piensa y lo contrario. Nada es tan fácil en la comunicación.
Ya no es común que Hollywood dedique una historia romántica al mundo adulto. Pero si además convoca a grandes actores, con un libro que por momentos es desopilante y muchas veces le apunta a la lágrima, el resultado es recomendable. Un matrimonio de 30 años, reprime cualquier muestra de cariño, ni hablar de sexo. Duermen en dormitorios distintos, viven mundos paralelos. Pero la mujer está a punto de quebrarse y obliga a su marido a viajar para una terapia intensiva de su unión. Y ahí comienza una historia de represiones, intentos muy graciosos y pocas ternuras. Meryl Streep se muestra vulnerable, tímida, se expone al paso del tiempo y totalmente iluminada pasa del humor a la angustia con una verdad conmovedora.
Oliver Stone se mete en una historia de tráfico de drogas. Primero se demora en una historia de bellos californianos que encontraron la manera de hacerse ricos sin culpa: cultivar marihuana de la mejor calidad y venderla. Pero los ambiciosos jefes de los carteles mexicanos se cruzan en su camino, sembrando su mundo idílico de muerte, tortura, corrupción, pases de mando y otras linduras. Acción hay para regalar, ideológicamente ambigua, aunque el dire proclame que la legalización de la droga seria la gran solución de un negocio que mueve cifras siderales.
Casa tomada, pero no por el talento de Cortázar, sino por un ser maligno que unos estudiantes descuidados dejaron escapar para el horror. Joven pareja, casa situada en un barrio casi vacío, y el pasado de él que vuelve para hacerle la vida imposible. Apenas pasable.
La historia de John Palmer, doctorado en Oxford, que llego al chaco salteño para estudiar a la cultura wichi y se involucró y armó una familia con una joven mujer aborigen y tiene cinco hijos con ella. Pero también asesora a la comunidad Lapacho Mocho y lucha para que liberen a Qatú, acusado por abusar de la hija de su mujer. Una curiosa historia que nos hace entender mucho a la cultura wichi
Cine fantástico, la sociedad de los de abajo, que viven en túneles, siempre encorvados, comiendo sobras de la sociedad de arriba, y el sueño de alguien por ser estrella en ese mundo ansiado y espiado. Un elenco de grandes actores, una estética de la exageración, el esperpento, lograda, pero por momentos, de errática realización. Se estrena en un circuito alternativo.
Dirigida por Enrique Liporace, la película parte de una buena idea argumental, con un expresivo Alejandro Awada, pero luego la realización se desliza con un lenguaje costumbrista que no remonta vuelo.
Historias cruzadas de personas de diferentes culturas en momentos importantes de sus vidas, cuando la decisión de un personaje echa a correr un dominó gigante que relaciona a cada uno de los humanos de la película en el exacto momento en que toman un camino que los va a modificar: prostituta, estudiante, fotógrafo, editora, empresarios, padres, hermanos, gente común con sus ambiciones, amores y engaños. Un calidoscopio fascinante, con grandes actores y momentos intensos. Fernando Meirelles maneja con pericia momentos emotivos y otros que ponen la piel de gallina. Vale.