Mujer Medicina: Un vistazo a otra forma de curar. El documental de Daiana Rosenfeld nos traslada a la selva de Perú para que conozcamos una forma alternativa de curar. Con el paso de los años y el avance en la medicina tradicional (léase, aquella basada en las ciencias y los avances tecnológicos), se han ido dejando de lado las formas de curar de antaño y, a la luz de los descubrimientos sobre biología, química y demás, han sido confirmadas como anticuadas u obsoletas. En los últimos tiempos, por otro lado, fue tomando forma un movimiento que busca una opción más «natural» a lo males que aquejan al ser humano. Esto ocurrió por una serie de razones, las cuales incluyen la incapacidad de la medicina clásica para curar ciertas enfermedades. Es así que tanto la homeopatía como el uso de hierbas medicinales antiguas, cuyas propiedades curativas han sido probadas incluso en el auge de la ciencia, tomaron cada vez más fuerza. En Mujer Medicina (2019), Fedra Abrahan nos lleva por un camino de aprendizaje (el suyo) a través de hierbas medicinales tradicionales de Perú, mientras se adentra en la selva y la montaña con muchos otros que también buscan aprender y sanar. En el documental, el objetivo no es contar una historia (aunque la de Fedra nos sea presentada a medida que se va avanzando por el camino de sanación – ritual que repite ininterrumpidamente hace siete años), sino mostrar sin prejuicios una forma distinta de cuidar a las personas y de cuidar de nosotros mismos. Porque -y esto se percibe casi desde el principio – el punto no es ahondar en el planteo de «esta planta sí, esa hierba no», sino que la idea de esta medicina más antigua es llegar más allá de los trastornos físicos y lograr que el cuerpo mejore a través de una «preparación» del alma. Por otro lado, aquí la directora Daiana Rosenfeld no puso el foco en la parte narrativa, sino en la visual. Con una buena dosis de narración en off, el enfoque está puesto en todo lo que podamos ver, que va desde escenas cotidianas diarias a tomas tan llenas de naturaleza que dan ganas de estar ahí. Igualmente, por momentos lo más importante pasa a ser Fedra y es imposible dudar de lo vital que es este proceso para ella. Para poder apreciar este film, se puede optar por hacer algo muy simple y muy complicado a la vez: dejar los prejuicios de lado. La realidad que muestra es algo muy distinto a la medicina tradicional a la que estamos acostumbrados y pone a prueba al ser humano tanto física como mentalmente. En otras palabras, lo pone cara a cara consigo mismo (ni más ni menos) para descubrir cuál es la raíz de sus propios males, según lo narran sus protagonistas, y esto no es algo para todos los gustos. Entonces el punto clave del film, sea cual fuere el punto de vista que se tenga sobre la medicina en general, recae en esta idea «innovadora» que es cuidar la mente y el alma, y no sólo lo físico. Fedra hace hincapié en cómo su sanación la fue preparando para acompañar a su madre en su camino hacia la muerte y luego lo mismo con su padre. El documental cuenta con la duración justa, pero quizá, para aquellos que no son aficionados a dicho género, les resulte un poco tedioso. Sin embargo, para los que busquen algo diferente de lo que ofrece comúnmente la cartelera -sumado a los que gusten de temáticas referidas a nuevos descubrimientos- encontrarán en Mujer Medicina (2019) un agradable cambio de estilo y un punto de vista que busca narrar un hecho real puntual lo más objetivamente posible, acerca de esta forma de curar que es tan antigua como exitosa, según cuentan sus participantes.
Los Locos Addams: Un clásico revisionado para chicos. Se puede decir que quien nunca haya visto a Los Locos Addams, sin importar qué versión, no tiene infancia. Ahora, ellos llegan en una nueva entrega para los más pequeños. Los Locos Addams (2019) es el nuevo film que llega a los cines para los más chicos. Con un nuevo look que hace honor a aquel cómic que les dio la vida por primera vez de la mano de Charles Addams, esta versión tiene una conexión muy interesante con sus orígenes. Lejos en el tiempo quedaron la serie de televisión y las películas que tenían a Anjelica Huston como la entrañable y terrorífica Morticia Addams, dueña y señora de la mansión y del corazón de su marido, Homero Addams. En el inicio vemos, pues, los orígenes de la familia Addams. Y no hablamos de los antepasados, sino de los seis que conocemos a fondo: Morticia, Homero, Dedos, Largo, Merlina y Pericles. En ese momento inicial vemos lo que fue el casamiento de ambos: sombrío, de noche, rodeados de familia y… perseguidos por una turba iracunda. Es así que, tristes por no tener un hogar propio y de camino a lo que uno supone es su luna de miel, los Addams atropellan a una persona en la oscuridad. Gracias a Dios, a quien atropellan es un convicto que aparentemente huyó del hospital psiquiátrico que se ve en la loma más cercana y que resulta ser Largo. El estoico mayordomo aportará un gran toque cómico para los más adultos, ya que más de una vez veremos a este serio y poco expresivo ¿hombre? hacer cosas un tanto incongruentes con su apariencia, y entre sus características más llamativas, está su canto. Pero el foco, en este caso, recaerá más en los niños que en los adultos: Merlina empieza a notar que hay más en el mundo que lo que sus padres le cuentan; y Pericles debe llevar a cabo el rito de iniciación familiar, La Mazurca del Sable, para probar que puede defender a la familia, ocasión que hará que todos los Addams del mundo se reúnan bajo un mismo techo. El tema, como todo lo orientado hacia la audiencia más joven, viene con moraleja: no juzgues a un libro por su portada. Como ya dijimos, Merlina descubre un nuevo mundo – que es empezar a ir a la secundaria – y se ve, sorpresivamente, encontrando un lugar al cual pertenecer y donde llevar a cabo una pequeña rebelión contra su familia, como típica pre-adolescente. Pericles, por su parte, ve sus intentos de atravesar la Mazurca intacto pero entra en pánico por miedo a decepcionar a su padre. Todo choca de golpe por la intervención de Margaux, la diseñadora a cargo de crear el pueblo entero abajo de la mansión Addams y quien ve su proyecto a punto de derrumbarse cuando estos se hacen notar por primera vez (hecho que no resulta difícil cuando la aldea parece hecha para un set de muñecas Barbie). Al ver todo a punto de derrumbarse, pone su red social a trabajar esparciendo mentiras anónimas en el mundo virtual de sus habitantes. Y, por si no lo notaron, acá hay otra moraleja: no crean todo lo que ven en línea. Si algún adulto tiene expectativas sobre esta película, probablemente se decepcione. No porque el film sea aburrido, o malo, o no tenga historia o animación. Simplemente porque parte del atractivo que los adultos le veíamos a los Addams recaía en la tensión romántica y sexual entre Homero y Morticia (que no desaparece por completo, pero no está a los niveles que nos tienen acostumbrados). Lo mismo ocurre con las escenas «violentas», en especial una muy particular en la que Merlina engaña a Pericles para enterrarlo. En su totalidad, Los Locos Addams es una buena película para los chicos, ligeramente menos tradicional e ideal para recordar que las cosas no siempre son lo que aparentan, y que nuestra presencia en las redes puede tener serias consecuencias en el mundo real. Y la frutilla de este postre seguramente sea salir del cine con la canción de la película pegada. ¡No digan que no les avisamos!
Desertor: ¿Te le atrevés a la montaña? Un film filmado enteramente en Uspallata, Mendoza, llega para robarse la pantalla. Para la milicia, no hay nada más deshonroso que ser un DESERTOR. ¿Qué significa eso? Significa dejar tu puesto como miembro del ejército así sin más. No estamos hablando de renunciar o jubilarse. Acá no se siguen canales ni nada similar. En estos casos, según el concepto más clásico, el soldado que abandona su puesto es considerado un cobarde. No hay excusa que valga. Y sos tan malo como cualquier criminal que se te pueda ocurrir. En Desertor (2019), tenemos a Rafael Marquez (Santiago Racca), hijo de un soldado que fue, cuando desapareció, tildado de desertor. Rafael, de adulto, se unió a la milicia como su padre y vive con el estigma de que éste haya sido una vergüenza para el ejército y para el uniforme. Pero como en todo buen film, algo de duda e incertidumbre debe haber. Y el misterio empieza a acechar cuando, luego del regreso del Coronel Santos (Marcelo Melingo), una chica llega de noche al cuartel a dejar un bolso viejo de un soldado. El bolso resulta ser del padre de Marquez y su mera presencia desencadena una serie de eventos que moverán la trama de la película. La historia pasa pronto de la vida en el cuartel a un viaje por el desierto de Mendoza, que se destaca por una fotografía única que resalta la zona en todo su esplendor bajo el sol. Estas escenas contrastan con las nocturnas tanto como es imaginable pero sin perder su brillo. Particularmente, por ese engañoso punto que existe entre que una escena nocturna sea una pantalla negra o no. En este caso lo manejan con gran destreza y, especialmente la escena de Marquez a la luz de la luna, logra un ambiente muy particular y con la iluminación exacta para no tener que forzar la vista intentando descifrar qué pasa en la escena. Pascual Uribe (Daniel Fanego) resulta ser el guardián de los secretos en esa zona remota de Uspallata, que es el camino del Inca y donde vive en una granja en medio de la nada. La historia es intrigante aunque clásica: Revelar la verdad sobre lo que le pasó al padre. Pero está tan bien lograda que es entretenida de ver, especialmente porque tanto las actuaciones como la dirección es impecable. Todo con una ligera nota de misticismo mezclado en la narración, lo que le da un impacto extra a una historia de por sí atrapante. Desertor (2019) dura 1 hora 27 minutos, no se excede con tiempos innecesariamente largos y aprovecha cada uno de sus momentos en pantalla. Desde que comienza, la historia (puesta en los hombros de 5 actores la mayoría del tiempo), avanza constantemente encontrando balancearse sobre esa difusa línea que divide a los films lentos de los que te abruman de un golpe. Además del hecho de que, en buena parte del film, suele haber como mucho dos personajes en escena. Y siguiendo la línea de los no excesos tenemos el uso de las armas que, considerando que es un film cuya historia se centra alrededor de soldados y cuarteles, las utiliza increíblemente poco y solo donde es netamente necesario. Particularmente cerca del fin. Entre lo más interesante se encuentra el misticismo que invade al film. Primero se presenta como «la montaña que te afecta la mente», como dice el Principal Gutierrez luego de que Marquez lo encuentra vagando solo por la montaña. Luego, poco a poco, va tomando forma en algo más concreto. Se usa con mucho cuidado y sin exagerar, una pequeña pizca de magia que acompaña bien a los personajes y la zona que se eligió para contar la historia. Desertor (2019) es el film argentino que no te podés perder. Logra la mezcla perfecta de historia, personajes, actores, filmación y locación. Uspallata cobra vida y, en su desertica gloria, se vuelve parte indispensable del film. Pablo Bruna logra como director un film completo y atrapante en todo sentido.
[REVIEW] Dora y la ciudad perdida. Dora es humana y vive en la jungla. Es hora de que conozca la jungla que es la secundaria. Todos conocemos a la Dora que Nick ha convertido en símbolo de personaje infantil para más de un generación, la Dora de 6 años que hace lo imposible por ayudar a sus amigos y familia, la Dora que se gira y le pide a los chicos que pronuncien palabras en inglés. Y al principio de este film tenemos un vistazo de esa Dora cuando con sus 6 añitos está jugando en la jungla con su primo Diego en un auto de cartón. Pero es sólo la introducción de esta historia que decide ir un poco más allá de la nena exploradora y nos trae una adolescente dispuesta a todo por salvar a su familia. Pero mejor retrocedamos un poco y vayamos parte por parte. Primero y principal, es importante recordar que es una película familiar. No digo infantil porque no aplica, está pensada para un público ligeramente más grande con notas que los adultos puedan disfrutar. Desde un punto de vista cinematográfico, toma algunas características del formato serial y las hace propias. Como por ejemplo, cuando Dora mira a la “cámara” en la serie y le pregunta al público si pueden preguntar una cierta palabra en inglés. Dora hace esto en el film y vos ves a los padres mirando atrás de ellos y a Dora y diciendo el uno al otro “ya dejará de hacer eso”. Más adelante, ella sigue haciendo eso como adolescente, pero en ese caso, le habla a una cámara que lleva consigo mientras explora la jungla. Son estas pequeñas notas cómicas y guiños hacia el material original que hacen que Dora y la Ciudad Perdida tengan lazos con su version animada sin ser víctima de ella. Los padres, Elena (Eva Longoria) y Cole (Michael Peña), proveen el marco para que Dora (Isabela Moner) se haya convertido en la valiente e independiente chica que es, a la vez que intentan que sea más sociable y menos propensa al peligro. Según avanza el film veremos que sin importar donde ella esté, las cosas peligrosas simplemente parecen seguirla. Pero si aciertan con la parte de ser más sociable. el problema es que para lograrlo requirió que ella y sus amigos fueran secuestrados y llevados a la selva contra su voluntad. ¿Lo bueno? Si alguien sabe sobrevivir en la selva, esa es Dora. Y es fuera de la escuela que esta relación florece, de ese ambiente que ella aún no conoce y dentro de su zona de confort, donde sus actitudes “excéntricas” tienen sentido y razón de ser. Y dónde su energía es de gran utilidad. Lo interesante en cuestión casting viene principalmente por el lado de que su rival en la escuela, Sammy (Madeleine Madden) no es otro estereotipo más. No es la típica rubia porrista popular que todos odian. Sammy si es complicada, decidida y muy inteligente aunque quizá un poco antipática. El elenco juvenil lo completan Diego (Jeff Wahlberg), como el primo que hace mucho que no ve y que no la entiende, y Randy (Nicholas Coombe) el nerd inadaptado que se hace amigo de Dora porque ambos aman las estrellas. Pero el villano resulta ser Benicio del Toro en su rol de Alejandro, el supuesto amigo de los papas de Dora que la salva de sus secuestradores, o eso creen nuestros héroes. Su doble identidad es un poco obvia para cualquiera de más de 10 años, pero el personaje sigue siendo entretenido, aunque quizá un poco estereotipado. Botas, por otro lado, es una versión bastante fiel al original sin ser el desastre que nos presentaron en el caso de Sonic. Es, en realidad, un mono bastante simpático y tiene sus pequeños momentos de gloria a lo largo del film. La narrativa es, quizá, un poco repetitiva, como suele pasar con historias tan específicas como lo son los rescates de tesoros y similares. Pero tienen sus puntos de individualidad y sus momentos WTF que la hacen entretenida (como la escena de la flores gigantes), como por ejemplo el zorro como miembro del equipo de los malos…siendo literalmente un zorro con máscara que habla. Sigo esperando que alguien diga algo al respecto, pero bue, creo que soy la única que lo vio raro el tema. Al final del día, es un film de aventuras apuntado a un target específico y funcionando a base de clichés bien usados y haciendo guiños aquí y allá a la serie de Nick sin atarse a la misma y permitiéndole a Dora llegar a una audiencia un poquito más adulta. Un film más que divertido para toda la familia.
La escuela contra el margen: Viendo el mundo desde otra perspectiva. La escuela es el lugar para aprender y sentirse escuchados. Los documentales tienen por objetivo mostrar un pedazo de realidad. Las temáticas que abarcan son tan amplias como la cantidad de temas que hay en el mundo. Y los documentales suelen llegar (o por lo menos intentarlo) hasta los puntos más recónditos. En este caso, el viaje no nos lleva tan lejos. Simplemente al barrio de Lugano, en Buenos Aires, Argentina. Aunque creo que más de uno quizá nunca haya ido y lo conozca. El film en este caso busca mostrarnos el Lugano que un grupo de estudiantes de secundaria conoce, el que los formó como personas y los vio crecer, el que la mayoría desconoce (o no). Es una realidad que todos tenemos zonas de nuestras propias ciudades que nunca hemos visitado por una razón u otra. También es verdad que la mención de algunos barrios o zonas nos hace pensar “¡qué lugar!” o “¡ahí no voy ni por asomo!”. Y a veces olvidamos algo muy simple: alguien vive ahí. Esa es la cuestión base de este documental: Un grupo de chicos que, mientras cursa su cuarto año de secundaria, deciden participar del «Jóvenes y Memoria», una iniciativa nacional que involucra la historia de barrios, provincias y demás, y los reúne para compartir los proyectos con otros chicos que también participaron. Una parte muy interesante de cómo está filmado este documental es lo poco invasiva que se siente la cámara en todas las tomas. Sí, hay momentos donde es obvia, especialmente cuando los chicos le sonríen, le hablan directamente o hacen alguna tontería para llamar la atención. Pero en general, la cámara parece más un espectador voyeur. Se los puede ver a los chicos trabajar desde puntos de vista que te hacen pensar que alguien la apoyó en una mesa y se fue, por ejemplo. Esto ayuda mucho a la dinámica de los jóvenes que, en general, se ven relajados y naturales; lo cual no siempre es fácil de lograr en un film documental, ya que la gente a veces se vuelve muy consciente del hecho de que la están filmando y, por ende, sus interacciones parecen duras o forzadas. Otro punto que llama mucho la atención es como nos ponen en contexto. Además de los típicos planos abiertos que nos muestran claramente dónde nos situamos en tiempo-espacio (en este caso, pasillos de colegio, aulas, el parque Indoamericano, etc.), también utilizan tomas un tanto más inusuales, como docentes en la sala de profesores pasando lista, hablando de las faltas de algún chico, compartiendo un mate o teniendo una reunión que, además de ponernos en un marco escolar, nos recuerda que el tema a tratar es el lugar geográfico donde se ubica esta escuela y dónde las vidas de los chicos ocurren. El análisis que se va desarrollando casi en el trasfondo es uno que es muy simple y muy universal, a la vez que muy ignorado y poco «relevante» para algunos: algunas partes de la sociedad tienen más posibilidades que otras. Es simplemente un hecho, quizá, pero uno que para algunos es muy duro de ver cuando se es el que está en el lado con desventaja. Pero algo es seguro, el objetivo narrativo está claro desde el comienzo. Cuando la secuencia introductoria te da un breve pero claro mapeo de Lugano, los barrios que lo componen, los hechos que lo han marcado y el lugar donde esta escuela funciona. De una u otra forma, los chicos (que al principio son como todo adolescente y la idea de participar en clase no los entusiasma) desarrollan no solo un proyecto digno de presentarse al público, sino también un sentido de pertenencia de sí mismos y del barrio que los rodea muy interesante. Particularmente cuando empiezan a debatir (algunos de los temas que mencionan incluyen la mayor presencia policíaca, las mejoras en el parque, los prejuicios por vestirse de cierta forma y muchos más). La Profe Flor es alguien que logra llamarles la atención lo suficiente como para que la escuchen y que, de vez en cuando, les tira una o dos verdades a la cara y los deja pensando pero sin robarles el protagonismo que el film le da a este grupo de estudiantes con más para decir de lo que alguna vez se imaginaron. El film abarca el desarrollo completo de un taller que culmina en la localidad de Chapadmalal, en el encuentro de «Jóvenes y Memoria». Una vez por semana, este grupo se juntó y buscó lograr algo que los hiciera sentir representados y que pusiera a su barrio en el mapa, mientras que de paso ponían en el foco alguna que otra injusticia que los aqueja. Quizá no logren cambiar el mundo, pero su slogan («Que tu Sur sea nuestro Norte») te hace pensar y su forma de ver y vivir el mundo es algo que quizá deberíamos intentar un poco más. Aceptar las realidades, pero no conformarnos con ellas.
Vigilia en agosto: ¿Y la historia dónde está? Un pueblo en Córdoba. Una futura novia y su respectivo novio. Una mujer deprimida y una explosión. Un trabajador que pierde un brazo y una comunidad que vive del chisme. Los ingredientes de una buena película tanto dramática como de suspenso, ¿no? Pues parece que este no es el caso de Vigilia en Agosto. La primera impresión lleva a pensar en una película dramática: una futura novia que parece distraída en la charla pre-nupcial de la iglesia y una conocida que se presenta como deprimida con solo verla. Lo cual le da un matiz interesante. Pero lo siguiente que vemos es ella llegando a una cerealera con el prometido. Y ahí tiene un encuentro muy “amoroso” con alguien llamado el gringo. Y pensás está engañando al novio. Lo cual no es así, ya que resulta que el gringo es el novio. Y el salto de un posible hilo narrativo a otro es constante. Primero la idea de un posible drama, que termina en ruido de fondo a medida que avanza la historia. Luego la posibilidad de un amante, que también termina en nada incluso cuando se da cierto foco al hermano de una amiga. A continuación, el trabajador herido, que lleva a pensar en una historia un poco más política o de tira y afloje, pero también pasa para el fondo sin pena ni gloria. Narrativamente, no logra decidirse por un camino al que seguir. Hay un montón de ideas potenciales (como las mencionadas con anterioridad) pero nada que digas esta es la trama principal de la historia, este es el hilo conductor de estos personajes. No ocurre. No hay un objetivo claro a donde se quiera llegar. Y eso que no estamos mencionando que hacia al final el centro de la historia es el episodio de histeria que ella padece, justo el día anterior a su boda. Cuando llegamos a este punto, ya han pasado un par de cosas que la han forzado a mirar a su novio bajo otra luz: como lidia con el doctor de su empleado herido, ciertas instancias de su trato con ella, como los demás lo ven a él y, principalmente, una ocasión donde lo va a buscar a la cerealera y lo encuentra con un grupo de mujeres. Este último es el detonante de su de histeria y, para sorpresa de nadie, no hay una persona que entienda que está pasando. El título del film es muy aplicable a esta escena, ya que mientras ella está en su habitación lidiando con esto junto al médico y su madre (que lo único que hace es llorar a un costado como si la víctima fuera ella), tenemos a todo personaje que haya interactuado con Magda esperando en el comedor de la casa. Y quizá les estemos quemando varios puntos de este film, pero la realidad es que no hay mucho que quemar. Ni siquiera las actuaciones son particularmente destacables. Entre lo mejor encontramos a Elba, la madre, interpretada por María Fiorentino. quien logra que la madre de Magda sea tan molesta como se le espera: crítica, entrometida, chusma y ligeramente anticuada. Mientras que por otro lado, la actriz principal, Rita Pauls, la novia conflictuada, no logra generar emoción alguna ni a favor ni en contra de su personaje. Lo cual es preocupante cuando la principal carga emotiva y narrativa del film cae sobre ella. El principal problema es hacia el final, cuando pensás «ok, estamos llegando a algo» y de repente el cambio de escena es tan abrupto, tan inesperado y tan «¿¡qué fue lo que pasó!?», que sentís la necesidad de verlo de nuevo porque algo te debés haber perdido. Pero no, es así de incongruente. Un punto interesante fue esta visión generalizada que se tiene de los pueblos donde la frase «pueblo chico, infierno grande» aplica. En este caso, se ve claramente cómo todos saben de todos y todos opinan a espaldas de todos. Y opinan sin saber, ya sea de la salud mental de alguien como la de Marita luego de que vuela su casa, o del accidente de la cerealera. Incluso se los ve hablando en susurros mientras están todos reunidos haciendo la dichosa vigilia por el estado emocional de Magda. Las dos caras de estas personas están muy bien representadas a lo largo del film. Pero a la larga el problema de una falta de historia, o por lo menos de una dirección concreta, tira abajo al film en su totalidad y te deja con una filmación de escenas que se quedan a medio camino de contar una historia interesante.
La Casa de Wannsee: Reviviendo la historia familiar. En este documental, la directora se embarca en el descubrimiento de su propia historia familiar y los lugares a los que llevó a su familia. Todos tenemos una historia que nos precede. Algunas son claras y felices, otras tienen giros tristes o, incluso, desgarradores. Y todos, absolutamente todos, tenemos parte de esa historia perdida en el tiempo, ya sea como resultado de mudanzas, fallecimientos o azar. En este caso, la directora y guionista de este film, Poli Martinez Kaplun, decide empezar a redescubrir la propia cuando su hijo toma la decisión autónoma de hacer el Bar Mitzva. Que en sí mismo es probablemente lo más normal del mundo. Pero el caso de la familia de la directora, ellos no son religiosos, según sus propias palabras. Y esta decisión tan aparentemente inocua es el punto de partida para ir desenterrando la historia familiar y ver, si es posible, dónde fue que su familia dejó atrás la religión. La narrativa es llevadera y nos traslada de un miembro de la familia a otro. Lo fortuito y agraciado es que varios de los miembros de la familia que vivieron la historia que se cuenta están presentas para dar su propia versión de los hechos y cómo ellos recuerdan a los que ya no están. Entre los puntos claves de la historia encontramos la partida de Alemania de la abuela de Poli, Emily, como resultado del incipiente nazismo. Su familia, cuya cabeza era su padre Otto Lipman, siempre fue muy amiga de la tecnología y, a diferencia de otras familias de la época, su narrativa esta acompañada de un montón de imágenes que narran la vida familiar, desde fotografías a videos caseros. Pero las cosas son lo que son y Emily decide emigrar a Alejandría por recomendación de un conocido que allí vivía. Es allí donde conoce a su marido y se casa, para luego necesitar emigrar una vez más a Suiza. Y luego una vez más a Argentina, dónde gracias a un diario descubrió que tenía familia. Y así una o dos veces más, que la llevan de vuelta a Europa a Emily, su marido y dos de sus tres hijas (la del medio se había enamorado en Buenos Aires). Es entre idas y venidas que vemos cómo esta familia lo ha ido teniendo que dejar todo una y otra vez, sin ser víctimas directas de las guerras pero siendo afectados por las mismas de todas formas. Teniendo que moverse porque es necesario y porque, a diferencia de otros, pueden hacerlo. Cómo suele ocurrir, hay cosas que se deben dejar atrás para avanzar. Y el punto que le da título a esta historia es la gran casa familiar que Otto Lipman tenía en Alemania y que Emily debió vender para irse, a menor precio y sin nunca recibir el pago por la misma por el hombre que la «compró». Este es el punto que le da nombre a la historia de la familia Kaplun. La lucha de Helen y sus hermanas, las hijas de Emily, para recuperar la casa luego de la caída del muro. Y no es fácil, porque hay quienes creen tener derecho a la misma y quienes creen que quizá es mejor rendirse. Es una historia distinta en relación a lo que estamos acostumbrados cuando hablamos de familias que emigraron por el nazismo. Es incluso muy interesante verlos debatir sobre si fueron perseguidos o no, que si sufrieron por ser judíos o no, que tal miembro de la familia nunca se sintió despreciado por eso o no. Los puntos de vista son muchos y las conclusiones a las que llegan son varias. «La casa de Wannsee» fue testigo de una de las épocas más negras de la historia y ahora es una vez más el hogar de alguien, devuelta a su antigua gloria por las personas que la compraron luego de que los Kaplun la recuperaran (ya que, a pesar de todo, ninguno volvió permanentemente a Alemania). Pero incluso el nuevo dueño, según vemos, le hace honor a las personas que allí llevaron una vida más que plena y definitivamente de avanzada, especialmente si consideramos que Otto Lipman era un psicólogo con una escuela propia e investigadores en la temática. Junto a la directora, no solo vemos su historia familiar, sino la de la zona de la casa y la historia que afecto al mundo. Hay mucho que contar y lo hace con mucha curiosidad y cariño familiar, incluso cuando va descubriendo cosas que, a pesar de bien sabidas, son difíciles de aceptar. Este documental apunta a un punto de vista distinto: no es una historia dramática en el sentido de que todos mueren trágicamente. Es dramática en un formato más real, más del día a día si se quiere, y muy atrapante.
Toy Story 4: La evolución de los juguetes. Una de las historias más queridas de Pixar sigue avanzando y esta vez nos lleva un poco más detrás del increíble mundo de los juguetes. Toy Story lleva más de dos décadas marcando generación tras generación de chicos. Y es uno de los mejores ejemplos de porqué las historias de Pixar atraen a varios grupos etarios (como fue prueba irrefutable Toy Story 3, dónde llevar a un niño al cine casi era opcional). En la última entrega, vimos a Andy haciendo el paso a la adultez al irse a la universidad y a los juguetes lidiando con la realidad de que su niño ya no los necesitas. Ahora, probablemente un par de años después, considerando la edad de Bonnie, Woody se encuentra con un realidad a la cual le es difícil adaptarse: no es el juguete favorito de Bonnie y no es quien lidera a los juguetes en el cuarto de esta. En otras palabras, Woody está sufriendo una crisis de identidad. El comienzo del film nos muestra varias cosas que nos agarraron desprevenidos con la última. Entre esta nueva información, vemos cómo y cuándo Bo Peep dejó de ser parte del grupo y la despedida entre ella y Woody. Y es esta despedida, que fue obviamente agridulce para ambos, la que marcará mucho de lo que ocurra más adelante. El núcleo propiamente narrativo empieza luego del día de adaptación de Bonnie al jardín de infantes, donde con la ayuda de Woody, logra desenvolverse. El resultado es otro tema: Bonnie utiliza los materiales que Woody le consigue y crea un amigo, Forky. ¿El problema? Forky resulta ser un poco ansioso y está determinado a volver al tacho de basura. Así, cuando se da cuenta de la importancia de Forky para Bonnie, Woody encuentra un pseudo-sentido del propósito. Por primera vez, Woody se plantea el mundo más allá de los niños para los juguetes. Este análisis de la vida viene de mano con el encuentro fortuito entre él y Bo Peep, quien ahora es un «juguete perdido». Aunque cuando pongamos su personaje al lado de nuestro vaquero favorito, ella obviamente ha encontrado su lugar en el mundo. Y es este lugar, tan inesperado, tan aventurero y tan independiente, que hará que el comisario empiece a replantearse alguna que otra cosa. Toy Story 4 4 El film comparte alguna que otra similitud con las entregas anteriores (un viaje inesperado, la necesidad de ayudar a un chico) pero hasta ahí llegan las comparaciones. El foco ha cambiado en su totalidad, porque ahora el enigma de Woody no es cómo hacer feliz a su niño o como volver con él, ahora el enigma es ¿qué sigue para mí? Cómo toda buena película orientada a toda la familia, tiene que tener algo para cada uno. Mientras la relación con Forky y el esfuerzo de los juguetes para que él vuelva es la parte de la narrativa que se orienta a los niños, la búsqueda de Woody y su relación con Bo Peep no tendrán la misma relevancia para los más chicos que para los adultos. Ahora, considerando los comentarios ya hechos, calculo que habrán notado que casi no menciono a los otros juguetes. Y es que, en este caso, pasan a un segundo plano casi permanente. Buzz sale de las sombras un poco, pero el foco se lo llevan los nuevos agregados, Gabby Gabby y Benson, Forky, Duke Caboon, Ducky, Bunny y Giggle McDimples. Lo que tiene Toy Story 4, que es algo que ha caracterizado a esta serie de películas, es que cada una tiene una historia propia. A diferencia de otras secuelas (como es el ejemplo Cars 2), no pierde su corazón, la esencia que hizo a Toy Story el éxito que fue (y sí, sé que la animación 3D de vanguardia de esa influyó, pero no fue lo único). La idea es que los juguetes están vivos y ahora podemos ver el paso próximo e irrefutable. Ya los vimos luchar por volver con su niño, ya los vimos lidiar con la llegada de nuevos juguetes, ya los vimos lidiar con el crecimiento de un niño y con el paso de manos. Ahora, toca lo que sigue, en la simple pero elegante forma en que siempre hemos viste a estos juguetes desarrollarse. Además, la animación es alucinante, como ya es tradición en Pixar, y la música acompaña como siempre (y sí, Yo soy tu amigo fiel es parte de la banda sonora, no se preocupen). Simplemente, una película que es hermosa por donde la mires y que te va a llegar a lo más profundo.
Hombres de Negro Internacional: Volvemos a empezar. «MIB International», como es su título en inglés, llega a los cines con la esperanza de mantener a los trajeados en pantalla. Hace ya mucho tiempo, la primera entrega de Hombres de Negro llegaba a los cines con una premisa muy simple pero muy novedosa: los extraterrestres viven entre nosotros y hay una organización que se encarga de mantener el orden y la paz…y el secreto. Con los años, esa película se volvió un clásico de culto. Ahora, en esta entrega, la idea es volver a las bases sin literalmente rebootear la serie (aunque las opiniones están divididas sobre las secuelas que siguieron a esa joya). La idea en esta ocasión es llevarnos más allá de lo que conocemos del mundo de MIB de Nueva York. ¿Cómo lograrlo? La idea es partir de lo conocido y llevarnos a un lado nuevo de esta división que es tan secreta que ni el gobierno sabe, oficialmente que existe. ¿Cómo lograrlo? Con una recluta nueva, fresca, que pueda ayudar en la división de Londres. Así es como Moly (Tessa Thompson), o la agente M de ahora en adelante, se ve de golpe introducida en el mundo desconocido que es la sucursal Londinense de Hombres de Negro. Obviamente, no sin antes preguntarle a su jefa, O (Emma Thompson), sobre el nombre de la organización. En Londres, el jefe de la división es High Tea (y para los que sepan inglés, sí, es un chiste), interpretado por Liam Neeson, y su mejor agente es H, interpretado por Chris Hemsworth. Pero hay cosas que no cuadran entre los ingleses y cuando la idea de un complot empieza a surgir, puede haber mucho más en juego que solo el destino de la tierra. ¿Nuestra opinión, sin rodeos? Es una película Ok. Pero vayamos por partes. Por un lado, la trama tiene una lógica, que logra ser lo suficientemente misteriosa sin derivar en esos films eternos que dan tantas vueltas que no sabés ni en que sí la estás viendo. La duda está, se fomenta y te deja inseguro sobre quién es de verdad confiable, lo cual ya es decir mucho. Por el lado de los personajes, M y H tienen sus momentos pero no son santos de mi devoción. Molly me gusta porque es la primer persona en buscar ser parte de MIB por voluntad propia y sin necesidad de ser reclutada. Es inteligente, segura y se siente bastante real, aunque le falta ese no sé qué que convierte a un personaje en EL personaje. Algo similar pasa con H. Lo presenta como el agente que salvó al mundo solo con «su astucia y su deatomizadora serie 7», pero se siente como si hubieran intentando mezclar a James Bond con Tony Stark en Iron Man dos, cuando se emborracha en su fiesta. Se siente un poco cliché y repetitivo. O y High Tea son otra historia, porque sabemos que hay más que contar ahí, pero como su función a nivel historia, valga la redundancia, es más informativa que otra cosa, nos quedamos con las ganas. La sorpresa fue el desarrollo de C (Rafe Spall), a quien aún no había mencionado, y quien es la mano derecha de T. Es correcto, santurrón y si pudiera, hubiera mandado a volar a H hace rato. Pero lo que sí tiene es desarrollo. Su interés, más allá de su desdén por el personaje de Hemsworth, está en hacer su trabajo, hacerlo bien y proteger al mundo. Y para cuando todo se va de verdad al traste, resulta ser un aliado interesante. Y por último tenemos a Pawni, que se sintió como un intento de reemplazar a Frank. Es entretenido, eso es todo lo que puedo decir de él. Al menos no abusaron de los gusanos, que cuando los ví aparecer en pantalla me preocupé, pero no hizo falta. Fueron más cameo que otra cosa. La intención fue buena: dejar a K y a J atras para buscar otros horizontes. El producto final no es malo. Tiene buen ritmo, es bastante entretenida y hay una historia que contar. Pero también se siente como que se perdieron a mitad de camino entre una buena historia y una buena película. Los efectos, que en un film de este estilo abundan y quizá cegaron la dirección de la historia en su totalidad, como no es tan inusual que pase (aunque uno esperaría que a esta altura los efectos ya no deslumbraran tanto). Dentro de todo, se nos presentó un film con un comienzo nuevo sin necesidad de borrar lo que vino antes pero sin necesidad de quedarse atados al pasado y abriendo el panorama. ¿Hay cosas para mejorar? Sí. ¿Tiene futuro? Puede ser. Es cuestión de esperar y ver a dónde nos llevan la próxima vez estos Hombres de Negro.
Aladdín: ¿Otro remake más? Un nuevo film de Disney llega a nosotros y en esta ocasión se trata de la versión live-action de Aladdin. Vivimos en la era de las remakes. En particular, los últimos años han visto la era de las adaptaciones de animación a live-action. Esto por sí mismo puede dar lugar a muchos debates, pero la realidad es que ha permitido a muchas personas reconectarse con los clásicos de su infancia. Podemos discutir de acá al fin de los tiempos si eran necesarios o no, pero la realidad es que los clásicos de Disney están aquí para quedarse (en un estilo u otro). Esta vez, es el turno de Aladdín. El clásico infantil que nos trajo a un ladronzuelo de buen corazón, un genio azul un poco loco y una princesa muy vivaz con un tigre de mascota que quiere ver el mundo más allá de las paredes del palacio. Toda una mezcla de ingredientes muy distintos. En este caso, la llegada del film nos hace sentir varias cosas distintas: curiosidad, dudas y, principalmente, preocupación. Al fin y al cabo, se supone que apunta a las fibras sentimentales de los espectadores pero sus predecesoras no han sido exactamente brillantes que digamos y las primeras imágenes que hemos ido viendo han sido cuestionables en algunos sentidos. Primero y principal, la música. Aladdín es reconocida por algunas de sus canciones, como la inolvidable Un Mundo Ideal (A Whole New World). Y la verdad es que las nuevas versiones de las canciones clásicas son impresionantes. Es con las nuevas, las creadas específicamente para esta remake, que te dejan un poco dubitativo. No son malas, pero no están al nivel del resto (quizá sea simplemente nostalgia, pero afecta). Segundo, el foco que se le puso a otros temas, como la posición de la mujer en esa ciudad. Jazmín debe enfrentar directamente (o más obviamente) el hecho de que debe casarse para que alguien más reine y que las mujeres en su sociedad deben «ser vistas y no oídas», según el mismísimo Jafar. No que la temática no estuviera ahí desde un principio, después de todo la búsqueda de Jazmín por un marido se debe a una ley en cualquiera de las versiones, pero se siente como si quisieran forzar la temática al centro del escenario un poco abruptamente. No es necesario, especialmente si tu audiencia está compuesta de mujeres. Créannos que lo entendemos. El tema está bien, es actual e importante, la forma en que le dan protagónico es el problema. Aunque debemos admitir que la conversación final de Jazmín con el Sultán nos gustó (no decimos más). Tercero, Will Smith. ¿Recuerdan lo que se mencionó al principio sobre el genio siendo algo dudoso? Bueno, cambiamos de opinión apenas empezó a cantar estando atrapados en la cueva (Friend Like Me) y es increíble lo bien que, para variar, usan los efectos especiales. Si no te enamorás del genio ahí, fallaste como genio. Y Will Smith sabe traer a la vida el personaje que todos amamos mucho más allá de su piel azul. El genio vive. Se mete en su personaje y, a pesar de traer todo el encanto y locura que asociamos con el personaje, lo hace suyo, a tal punto que quizá hay un momento o dos donde dudás si es el genio o Will Smith mismo, pero logra que lo quieras. Ah, ¿y se acuerdan del genio vestido de mujer para la escena del príncipe Alí? Si, eso. Piénsenlo. Cuarto, el elenco en general es impecable. Jazmín (Naomi Scott) es hermosa, tanto física como humanamente. Es Jazmín en el segundo que la vez, no te cabe duda. Insistimos con que a alguna de sus canciones nuevas parece que les faltó algo, pero no por ella. Y Aladdín (Mena Massoud) es la rata de alcantarilla que todos amamos y sabe robar algo más que fruta en Agrabah. Jafar (Marwan Kenzari) está bien logrado, porque su personalidad se le escapa por cada poro y es imposible no querer odiarlo. El film apunta alto, tanto estilísticamente (el diseño de set, de vestuario, el cuidado a los detalles, la elección de elenco, el uso de los efectos especiales) como narrativamente. No es 100% el film que se estrenó originalmente en 1993, pero no debe serlo tampoco. Lo qué sí hace perfectamente es capturar la esencia de lo que Aladdín representa y lo que genera en los espectadores: como la chica en la audiencia que estuvo todo el film al borde de asiento aplaudiendo y cantando a la par. Eso deben lograr este tipo de films y, acá por lo menos, es un objetivo más que cumplido.