Clooney indaga bien en la política oscura Es interesante la elección que hace George Clooney como director de temas políticos, como el de su película anterior «Confesiones de una mente peligrosa», sobre un programa televisivo de juegos que servía de fachada para una operación de espionaje. Ahora ha eligido adaptar una dramática obra de teatro sobre el sórdido backstage del mundo de la política, interpretando el papel de un gobernador en las internas para ser candidato a presidente por los demócratas, aunque el verdadero protagonista es Ryan Gosling, como el nuevo asesor de la campaña que, en principio, es bastante idealista, pero que pronto empieza a aprender los trucos sucios de otros colegas más avezados, como por ejemplo el implacable jefe de campaña encarnado con su talento habitual por Philip Seymour Hoffman. La película deja ver su raíz teatral en el primer tercio de su metraje, cuando describe los personajes y sus conflictos en forma tal vez menos tensa y estática de lo recomendable, aunque pronto empieza a ganar interés cuando va descubriendo las ambiciones del recién llegado, su relación con la periodista Marisa Tomei y con el competidor del gobernador (otro gran actor, Paul Giamatti) que muy astutamente le pone un anzuelo para complicarle la campaña a su rival. No es la primera vez que Hollywood se ocupa de este tipo de tema serio (y, al mismo tiempo, un poco ingenuo ya que sin duda este historia se queda corta en sus revelaciones sobre el mundo no visible de la política), y hasta ahora no hay ningún film que supere la obra maestra de Otto Preminger «Tempestad sobre Washington» («Advise And Consent»), y en todo caso, si bien no llega a ese nivel, «Secretos de estado» va hilvanando las presiones profesionales de sus personajes con detalles de su vida personal que se van mezclando hasta explotar en un escándalo que incluye una relación extramatrimonial, aborto y suicidio. Es un toque melodramático que le imprime al film un giro anticuado y terriblemente serio que viene bien en estos tiempos livianos. La visión de Clooney sobre los políticos es grave, descarnada y con buenas imágenes, pero sobre todo con excelentes actuacioens de todo el elenco. El resultado es una película reflexiva que funciona especialmente en su crítica al mundo de los políticos justamente por, en tiempos de Obama, ocuparse de los Demócratas.
Inexpertos acometen un robo desopilante Es un placer volver a encontrarse con el Eddie Murphy de sus mejores tiempos, esos de películas formidables como «De mendigo a millonario» o «48 horas». Justamente, su personaje en aquel film de Walter Hill es una especie de pariente sofisticado del ratero que interpreta en esta divertida «Robo en las alturas», un chorro de bajo vuelo que nunca robó más de mil dólares para no meterse en líos demasiado complicados, pero que ahora es convocado por unos amateurs para robar veinte millones en el lujoso penthouse de una custodiada torre de departamentos neoyorquina. Ben Stiller es un gran actor absolutamente perfecto en esta comedia policial hecha a su medida. Él es el administrador de la torre que, un mal día, tiene la idea de pedirle al magnate de Wall Street que personifica Alan Alda, y que vive en dicho penthouse, que administre los fondos de pensión de él y de todos los empleados del edificio. El millonario hace un terrible desfalco y, en medio del desastre, por supuesto caen los fondos de estos trabajadores, que en algunos casos, como el del portero, también le dieron los ahorros de toda su vida al tiburón de la bolsa para que los ayudara a invertirlos. El protagonista indignado (y justamente esta es una comedia de indignados) le rompe el parabrisas de la Ferrari que el millonario tiene a modo de adorno excéntrco en el living, por lo que es despedido con la prohibición expresa de volver a entrar al edificio Ese gesto de indignación provoca la solidaridad de la agente del FBI Tea Leoni, que le invita unos tragos y le dice la verdad del asunto: que la única manera de que recuperen el dinero de las pensiones es que directamene vayan y roben el penthouse, ya que estos sujetos siempre se guardan unos cuantos millones a pesar de que supuestamente sus cuentas estén en rojo. El hombre se toma el consejo literalmente y empieza a asociarse con algunos empleados y hasta un vecino (Matthew Broderick, con quien tiene escenas hilarantes), que jamás robaron nada en su vida, y que ahora se proponen dar ese gran golpe justiciero, dirigido por un ratero del barrio, Eddie Murphy desde ya, que en realidad tiene tan poca idea como todos los demas. La película tiene algún pequeño guiño a esa obra maestra del cine italiano «Los desconocidos de siempre», y si bien no llega a semejante altura, realmente tiene muy buen ritmo y una batería de gags que logran que el público no pare de reír a lo largo de todo el film. El director Bratt Ratner logra algunas imágenes realmente impactantes durante los momentos culminantes del robo, y también excelentes actuaciones. A Murphy, Stiller y Broderick hay que agregar al siempre talentoso Alan Alda haciendo un retrato realmente minucioso de un terrible hijo de perra que hace que Gordon Gekko parezca un boy scout. Las actuaciones de estos cuatro actores son más que un buen motivo para recomendar esta vertiginosa y muy reidera versión cómica de la vida en tiempos de crisis.
Invasión de rutina y efectos elementales Se trata de la misma historia de siempre, una invasión alienígena con una sola vuelta de tuerca original: el ataque extraterrestre es atestiguado en Moscú por un grupo de amigos norteamericanos que, de algún modo, se convierten en unos de los pocos sobrevivientes en la populosa ciudad que queda semidestruida y deshabitada. Pronto descubren ques las principales metrópolis del planeta han sido atacadas, y asumen que hay poca esperanza para el mundo, pero siguen luchando por su vida. No mucho después se juntan con algunos ssobrevivientes rusos que no sólo están pensando en conservar la vida sino en repeler la invasión pero, dado lo moderno de las armas esxtaterrestres, tienen una tarea bastante difícil por delante. Inclive hay un ruso que inventa un arma casera de microondas con la que espera contrarrestar los rayos de los aliens, que no tienen la típica forma monstruosa de H. G. Wells sino que más bien son unas figuras electromagnéticas más bien curiosas. Cuando atacan inicialmente desde el cielo logran cierto atractivo estético, pero en realidad, a lo largo de todo el film, sólo se parecen a lo que son, unos rudimentarios efectos digitales. Hay algunas buenas escenas de acción, sobre todo hacia el final, y muchos diálogos ridículos entre los jóvenes norteamericanos y los rebeldes rusos. Tambien hay buenas imágenes de la Moscú derruida, y una escena climática donde un perro solitario le ladra a los marcianos. No mucho más.
Feliz regreso de los Muppets Volvieron los Muppets, y ahora hasta cantan temas de Nirvana y secuestran a Jack Black para que haga de anfitrión invitado, y maniatado, en un programa con el que deben recaudar los diez millones de dólares necesarios para que un magnate malísimo no derribe su estudio en busca de petróleo. EL guión, divertido hasta lo surrealista, parece una mezcla de dos clásicos del humor setentista, «Los Blues Brothers» y «The Jerk» de Carl Reiner (en la que Steve Martin crecía con una familia negra y no se daba cuenta de que era adoptado). Aquí los protagonistas son un extraño padre y hermanos, un tipo bastante muppet (Jason Segal) y un Muppet a secas, que no se siente del todo integrado a la sociedad hasta el día que ve un video del viejo «Show de los Muppets» y se siente identificado. Tanto, que arrastra a su hermano junto con su novia al estudio de los Muppets en Los Angeles, sólo para encontrarse con un sitio semiabandonado y polvoriento donde la visita cuesta 50 centavos (el guía es Alan Arkin), y al que sólo van los turistas japoneses pensando que son los estudios Universal. Ahí el pobre descubre el complot para destruir ese sitio emblemático en busca de petróleo, y no puede no hacer algo al respecto, por lo que pronto Kermit (es decir la vieja y buena rana René del viejo doblaje al castellano) esta explicándole que hace años no se ve con sus viejos colegas, que han tomado rumbos diferentes. Gonzo se hizo rico poniendo una fábrica de inodoros, Mis Piggy es la ocupada editora de la revista «Vogue», Fuzzie tiene un show patético en Reno con un grupo llamado «Los Moopets», y así sigue la lista. Los van encontrando de uno para reunirlos y recaudar el dinero, para lo que sólo tienen un par de días. La única que se niega es Miss Piggy, demasiado herida por su ruptura con Kermit, pero obviamente en el mundo de los Muppets todo es posible. Esta es la película perfecta para público de todas las edades, ya que el humor demente de los Muppets funciona para chicos y grandes, y si bien los adultos obviamente preferirán la versión en inglés con subtítulos en castellano, hay que reconocer que las voces y sobre todo las canciones de la versión doblada son mucho más potables que en otros caoso parecidos (después de todo, los estudios Disney saben que tienen que vender en nuestro mercado el CD con la increíble banda sonora de la película). Hay gags hilarantes, muy buenas canciones escritas para este film («Hombre o Muppet» es formidable), hay Muppets de toda forma y tamaño. Jack Black casi siempre está atado, y hasta aparece Mickey Rooney para meter una línea cantada. Más no se puede pedir.
Holmes contra Moriarty en brillante obra de Ritchie Aunque no intenta ser una adaptación literal, esta secuela del taquillero «Sherlock Holmes» que dirigió Guy Ritchie en 2009 se basa en «The Final Problem», uno de los relatos favoritos de su autor, Sir Arthur Conan Doyle, que lo pensó como una manera de terminar con el detective que lo llenaba de dinero pero le absorbía su vida por completo. En el cuento, Conan Doyle enfrentaba a Holmes con una mente tan o más brillante que la suya, con el mismo don de deducción para adelantar los pasos de su contrincante. El criminal en cuestión, el Profesor Moriarty, era tan malvado e inteligente como para justificar la muerte de Holmes, desaparición que luego el autor no pudo sostener debido a la presión del público y los editores, pero que a él siempre le pareció un final adecuado. Justamente, si la película anterior de Ritchie era totalmente original, audaz y poco ortodoxa en su aproximación al personaje más filmado de la historia del cine, logrando además que su Holmes fuera el más taquillero entre los mas de 200 a lo largo de las décadas, en esta secuela mejora las cosas al enfrentar la formidable encarnación revisionista de Robert Downey Jr. con un imperdible Moriarty interpretado por Jared Harris. Pero para llegar al duelo de mentes entre Holmes y Moriarty que se va volviendo más cruento a medida que avanza la segunda mitad del film, primero hay que ocuparse de lo que parece ser el verdadero problema de Holmes: su eterno cmopañero, el Dr. Watson (Jude Law, otro hallazgo de esta saga), se está por casar, algo que al protagonista le parece inadmisible, detalle que potencia aun más la tensa y cercana relación entre el famoso dúo según la visión moderna de Ritchie, quien empieza el film con un tono de vertiginosa comedia de equívocos relacionados con los intentos de Homes por sabotear la boda de su gran amigo. El archivillano sirve de gran excusa: Holmes, para no dejar escapar a Watson, ya que al pedirle a Moriarty que quite de la ecuación a su compañero, eximido por el matrimonio, lo convierte en el principal blanco elegido por el genial delincuente para amedrentar al único rival serio contra sus planes criminales. Así es como se complica la despedida de soltero, la boda y especialmente la luna de miel de Watson, en la que entre otras cosas aparece un Holmes travesti que arroja a la flamante esposa desde un tren en marcha. La mujer encuentra que no hay un solo Holmes, sino dos, ya que también conoce a Mycroft, el excéntrico hermano de Sherlock que aparece para dar una mano. «Sherlock Homes, juego de sombras» es un film tan entretenido y espectacular como inteligente, bien actuado, y minuciosamente pensado en imágenes para unir el vértigo visual y la narración con lo que pasa por el cerebro de Holmes. El recurso del film anterior de mostrar cómo se adelantan los hechos en la mente de Holmes para hacerlos que sucedan en tiempo real se repite de modo aun más complejo, ya que en esta ocasión hay otro personaje que también se adelanta a los hechos, lo que conduce todo el film a un antológico partido de ajedrez entre Holmes y Moriarty). Si bien tiene algunos puntos débiles, empezando por la breve intervención de Irene Adler (Rachel McAdams), que la misteriosa gitana que encarna Noomi Rapace no termina de llenar de forma convincente, esta secuela supera al film anterior en su afán por darle más audacia a esta original variación sobre Sherlock Holmes, moderna pero fiel al espíritu y las obsesiones de Conan Doyle, empezando por la preocupación por la industria armamentista, que desde fines del siglo XIX se preparaba para llevar al mundo a una guerra mundial. En este sentido, una larga secuencia en la que los esbirros de Moriraty van utilizando todas las nuevas posibilidades en materia de armas. Como éste, hay muchos hallazgos visuales y efectos especiales, pero lo mejor de film de Ritchie sigue siendo el factor humano, empezando por la actuación de Jared Harris que brilla especialmente en momentos ominosos como cuando tortura a Holmes exhibiendo una profunda descripción de la locura.
Entretenida “Misión imposible” El gran problema que tenía el film de Brian De Palma sobre la serie «Misión Imposible» era que tomaba un famoso programa de TV sobre un equipo de espías para armar un argumento basado en la disolución del grupo en cuestión. El director Brad Bird de algún modo retoma aquella misma estrategia con esta historia donde el equipo liderado por Tom Cruise queda metido en medio de la peor crisis entre Estados Unidos y Rusia desde la era de los misiles de Cuba. Esto, por culpa de una explosión en el Kremlim de la que los rusos culpan a los norteamericanos, es decir al grupo de Cruise que por tal motivo queda sometido al «protocolo fantasma» del título, o sea que debe trabajar sin ningún tipo de ayuda ni mucho menos protección oficial. Si alguno de sus miembros fuera atrapado durante el período del «protocolo», sería tratado como un simple terrorista o criminal. Dado que en los dos films posteriores al de Brian De Palma -incluyendo la obra maestra de John Woo «Misión Imposible 2»- la noción del equipo no era muy importante, además del hecho de que la serie de TV dejó de ser el modelo a seguir, la premisa de un equipo disuelto y trabajando desprotegido no molesta en este nuevo film, basado más en secuencias sueltas de gran impacto y espectacularidad antes que en un argumento realmente coherente. Algunas de esas escenas son contundentes y justifican la visión de esta película de espías del siglo XXI con todos los clichés de las del siglo XX, aunque con menos erotismo que las de James Bond. Con estas últimas comparte un villano bastante repetido en el género a lo largo de los años: un científico genial que de tanto tener que imaginar un mundo devastado por la guerra nuclear termina creyendo que esa opción asegurará la evolución de la humanidad. El robo en el Kremlim, una operación en el edificio más alto del mundo que requiere escalar al estilo hombre araña, o una tremenda pelea en un estacionamiento ultramoderno son algunas de las escenas que sirven para recomendar esta película muy bien filmada pero no tan original ni imaginativa en lo argumetnal ni en lo actoral, aunque hay que reconocer que los toques de humor gentileza de Simon Pegg por momentos superan el heroísmo a toda prueba de Tom Cruise.
Tintín de Spielberg: un gran espectáculo Tintin, el gran comic belga de Hergé sobre un periodista metido en todo tipo de aventuras fantásticas, era desde hace décadas el gran sueño imposible de Steven Spielberg, que claramente lo tenía en mente al diseñar algunas de las andanzas de su héroe Indiana Jones, especialmente en la época de «El templo de la perdición». Finalmente, gracias al desarrollo de nuevas tecnologías cinematográficas, Spielberg pudo darse el gusto de concretar su sueño, que en una mezcla de animación y actuaciones «capturadas» de escelentes actores para luego ser digitalizadas, consigue a un Tintin digno de la pantalla grande. Spielberg eligió muy bien una de las historias dobles, «El secreto del unicornio» y «El tesoro de Racham el rojo», como introducción al personaje, que tal vez no sea tan conocido por el público moderno. El relato toma algunas escenas de otro libro de Hergé, «El cangrejo de las pinzas de oro», relato menor en sí mismo pero importante en la construcción del personaje, dado que por primera vez deja de tener como único compañero al perro Milu, ya que en esa aventura se encuentra con el luego inseparable Capitán Haddock, alcohólico irremedible, famoso por sus elaboradísimos insultos perfectamente reproducidos en esta nueva película. Por supuesto, tampoco faltan otros personajes clásicos de Hergé, como los torpes policías Hernández y Fernández y la diva lírica Bianca Castafiore, que tienen a su cargo algunas de las mejores escenas del film. Para completar el panorama sólo faltaría el lunático Profesor Tornasol, al que no encontraron dónde agregarlo en esta historia en la que no aparecía originalmente. Aun un cineasta tan experimentado y talentoso como Spielberg puede sentirse algo desorientado al probar técnicas nuevas, y éste no sólo es el primer film animado del director de «E.T.», sino también el primero en 3D. Y por algunos pocos momentos da la sensación de que se concentra en las imágenes y los efectos estereoscópicos y pierde de vista el guión, quitándole al conjunto la precisión narrativa que solía caracterizar a los mejores comics de Hergé, empezando por «El secreto del Unicornio». Por eso se puede decir que cuando esta película de Spielberg realmente funciona es excepcional -algo que por suerte sucede a menudo, sobre todo en la primera y última partes del film-, pero que en algunos momentos pierde ritmo y tensión, lo que le resta algo de puntos a lo que, sin dejar de ser un gran entretenimiento, podría haber sido una obra maestra a la altura de lo mejor del director.
Se extrañan las mojarritas Esta mala copia de «Piraña 3D» con tiburones de todo calibre no deja de ser entretenida, gentileza del absurdo guión que intenta combinar la típica película de jóvenes en peligro, debido a la imprevista aparición de depredadores submarinos, con la amenaza de psicópatas pueblerinos al estilo de los de «La masacre de Texas» y todos sus clones posteriores. Pero además, el argumento es tan ridículo como para que casi todos los personajes, especialmente los chicos buenos, no puedan dejar de hacer estupideces ni cuando están mutilados y casi agonizando por los ataques previos de los escualos. La trama describe las vacaciones de un grupo de universitarios invitados a un lago de Louisiana por una chica del lugar, Es una pena que ella no les haya contado que nunca volvió allí luego de pasarle con una lancha por encima a su novio entrenador de buceo, al que le dejó un horrible cicatriz. En todo caso, los desprevenidos turistas se encuentran primero con la pésima acogida de los viejos amigos de su anfitriona, y luego empiezan a ser perseguidos por un tiburón. A partir de ese momento los personajes empiezan a desaparecer de la pantalla casi con la rapidez deseada por el espectador, que por momentos no podrá creer los idiotísimos giros argumentales entremezclados con los lugares comunes del género. La trama semifantastica acerca de una especie de reality show con tiburones come-turistas, por absurda que sea, al menos es original y ayuda a matizar el asunto con algo apropiadamente terrorifico. En este sentido, el psicópata redneck interpretado por Joshua Leonard es más terrorífico que los tiburones digitales que se lucen especialmente en algunas de las tomas diseñadas para el 3D.
Comedia cuanto más pesadillesca, mejor El título local casi lo dice todo, mientras que el original era más sutil (algo así como «Un film en el que yo aparezca»). Es que los dos protagonistas, Mark Doherty y Dulan Moran, son dos fracasados que simulan tener algún tipo de relación con el cine. Uno asiste a castings para conseguir algún papel actoral, tipo «vecino preocupado» (la primera escena con un director y su asistente seleccionándolo para ese posible rol es de lo mejor de la película), y el otro es un supuesto director y guionista, alcohólico y jugador. Ninguno de los dos hace nada bien, pero sobre todo el presunto actor es un desastre total, incapaz de pagar el alquiler de su casa medio derruida, ni siquiera cuando su novia, bastante harta de todo, le presta la plata para la renta. Todo puede empeorar, y una serie de accidentes absurdos provocados por el estado calamitoso del edificio van liquidando personaje tras personaje. Quizá necesitando letra, el actor le pide ayuda a su amigo, cuyas ideas sólo llevan a peores desastres, a pesar de sus notables esfuerzos por organizar la trama macabra intentando hacer que su amigo actúe adecuadamente cuando deba enfrentar a la ley. Muy bien actuada y filmada con rigor y mucha imaginacion, algo importante dados los mínimos recursos, esta comedia negra en principio se deja ver sin ser demasiado divertida (la falta de gags no ayuda mucho), pero a medida que se vuelve más y más pesadillesca -sobre todo hacia la segunda mitad- se convierte en un film interesante, bastante original en su carácter de historia de «cine dentro del cine». El director no apela a los típicos climas irlandeses for export. En cambio, logra que un compatriota célebre como el director Neil Jordan le dé una mano en un irónico cameo.
Interesa aun a quien no entiende el béisbol Esta película está muy bien filmada y actuada, y si el espectador pudiera entender algo acerca del béisbol, podría entender bien de qué va el asunto, ya que más allá de que se basa en un suceso real, parece querer transmitir algún tipo de metáfora. Siendo sinceros, la verdad es que probablemente aun quien entienda perfectamente las reglas del béisbol, e incluso para todo fan a muerte de este deporte, sospecha de un film sobre la estrategia del manager de los Athletics de Oakland para que su equipo, carente de la mínima parte del presupuesto de sus competidores, logre hacerse notar en el campeonato. La trama parece obvia, pero su desarrollo no lo es. Una vez que el espectador neófito haya suplantado mentalmente el béisbol por cualquier otra cosa, lo cierto es que la historia sobre cómo el personaje de Brad Pitt apuesta a organizar un equipo sin nada parecido al presupuesto de sus oponentes, el asunto se vuelve razonablemente interesante. La presión que sufre el protagonista, sin embargo, no parece demasiado dramática dada la ausencia de factores políticos y violentos como los que podrían surgir de algún otro deporte. En todo caso, Brad Pitt se las arregla para sostener el interés en la trama casi solo, dado que más de la mitad de las tomas de la película son primeros planos del protagonista. Por algún motivo (tal vez referido al béisbol, ya que ésta es una historia verídica) el director técnico de los Athletics, que se opone a la estrategia basada en estadísticas del manager del equipo, prácticamente aparece sólo en planos generales, lo que ayuda a que Philip Seymour Hoffman dé otra de sus impactantes interpretaciones. Está claro que si esto funciona bien para quien no tiene la menor idea acerca del béisbol, podría ser una especie de obra maestra para aquellos fanáticos de este deporte. Quien tenga un beisbolero a mano, máas vale que le avise, así hace la buena acción de la semana.