Los “Mini espías” todavía entretienen Después de tres películas, la saga infantl por excelencia de Robert Rodriguez casi necesariamente tiene que lucir un poco vacilante. Igual, el director de «Machete» se las arregla para que el asunto funcione a partir de una trama que comienza con las aventuras de Jessica Alba, una espía embarazada de nueve meses que lucha contra una horda de villanos mientras se le rompe la fuente de la que será la primera bebé espía, y así hasta que haya una nueva generación de mini espías. Como ya ha demostrado en sus films anteriores, el 3D es algo que Rodriguez sabe utilizar muy bien, especialmente dado que casi toda la acción utiliza decorados digitales que se aplican muy bien a esta tecnología (de hecho, el film está rodado en el sistema 4D, que incluye olores, lo que en realidad implica toda una serie de aromas escatológicos que por suerte no están incluidos en los cines argentinos). El argumento sobre un ladrón del tiempo que provoca la pérdida de horas da lugar a gags eficaces y situaciones surrealistas disfrutables también por el público adulto, especialmente hacia el final donde a los chistes se suman decorados alucinantes influidos por la estética de los dibujos de Escher. También hay todo tipo de gadgets hipertecnológicos para los espías grandes y chicos, y un perro parlante que se roba algunos de los mejores gags. Si bien en un principio llama la atención el nivel de violencia de las escenas de peleas, pronto queda claro que todo es parte de un gran chiste tonto donde ni siquiera hay verdaderos villanos, por lo que, como entretenimiento familiar, esta cuarta parte de la saga es un pasatiempo ideal.
La guerra según un Spielberg iluminado Steven Spielberg vuelve a la guerra, más exactamente a la Primera Guerra Mundial, pero con un concepto que no tiene nada que ver con el Soldado Ryan ni con ninguna otra película previa dentro de este género. La manera más simple de explicar este film extraordinario sería decir que es la guerra vista desde el punto de vista de un caballo, pero tampoco es así, ya que Spielberg alterna los puntos de vista y básicamente hace una película mucho más compleja de lo que podría parecer a simple de vista. La primera parte de la historia podría describirse como una especie de «Crin Blanca» (aquel excelente mediometraje de Albert Lamorisse, el director de «El globo rojo» sobre la relación entre un chico y su caballo), pero en un ambiente de campiña que recuerda bastante al John Ford irlandés de clásicos como «El hombre quieto» o «Qué verde era mi valle». Aquí, el caballo fue comprado por un granjero terco que no tenía dinero suficiente para pagarlo, pero que no quería dar el brazo a torcer en la subasta en la que competía con uno de los poderosos del lugar. Una vez perpetrado el desastre, es su hijo quien debe tratar de que el caballo, demasiado joven y pequeño para la tarea, pueda ayudar en la siembra para que no se pierda la propiedad. La historia tiene momentos realmente emotivos en esta parte prebélica de un film que, ya desde su título, prepara al espectador para que todos los personajes protagónicos estén en un frente de batalla. En la guerra, el caballo encuentra un amigo equino y juntos tienen la suerte que muchos humanos no tienen de encontrar alguien que los proteja en medio del infierno. Las batallas de «Caballo de guerra» están narradas de una manera más clásica que el hito ultraviolento de Spielberg, «Rescatando al Soldado Ryan», pero de algún modo más sutil tienen un clima más infernal, con imágenes casi sobrenaturales, lo que en algunos momentos ejemplifican las palabras de uno de los grandes actores del film, Niel Arestrup, que le explica a su nieta que a veces hay que tener el coraje necesario para «volar por sobre cosas horribles para poder volver a casa». La escena del caballo que nunca supo saltar aprendiendo de golpe para volar por sobre un tanque de guerra parece salida de una pesadilla. Pero esta nueva pesadilla bélica de Spielberg tiene, entre sus múltiples cualidades poco comunes, el don de hacernos sentir bien en medio de escenas horribles, contradicción que solo puede entenderse del todo viendo esta excepcional e inclasificable película. Otra de sus grandes virtudes es la de poner en escena las situaciones más complejas sin darle al espectador la posibilidad de entender cómo están hechas en términos cinematográficos, ya que es casi imposible separarse de la historia. Habría que ver una secuencia varias veces para entender los detalles técnicos de un gran director que con este film se supera a sí mismo, tanto en el mensaje como en la forma. Pocas peliculas de Spielberg tienen imágenes tan tenebrosas y un desenlace tan luminoso como el de «Caballo de guerra», una película que recomendamos especialmente entre todos los buenos films que se han estrenado últimamente.
Miedo bien vestido de comedia negra Una chica está esperando al agente de la inmobiliaria al que quiere entregarle un departamenteo viejo que tiene para alquilar. Ella está en la puerta de calle, pero el hombre estaba arriba y tiene una gran propuesta: alquilárselo por el triple de lo que vale a un cliente especial, sólo que ella debe esperar que llegue la gente de la oficina para hacer el contrato ipso facto. Es un día raro, se espera un eclipse solar, y pronto a la chica (una abogada española que ya de por sí está bastante loca), de a poco todo se le empieza a volver realmente pesadillesco. Es obvio que el asunto se va a poner feo -la abogada también es una auténtica malvada, así que algún castigo se merece- pero la gracia de «Penumbra» es que no se sabe por un buen rato por dónde viene el problema terrorífico. Y los directores Adrián y Ramiro García Bogliano se las arreglan muy bien para mantener su esotérico enigma incluso en el mismísimo final cuando ya han rodado cabezas a lo grande (en este caso, esto no es ninguna metáfora). «Penumbra» podría ser un thriller, un film de terror sobrenatural o una comedia negra. En realidad, principalmente es esto último, ya que la historia está contada con la ironía y el delirio propios del viejo cine inglés o del Polanski de «Cul de Sac» (aunque el bajo presupuesto y la acción en un decorado básico recuerdan a «Repulsión»). No es que se trate de exagerar los logros de esta muy buena película de terror, sino de explicar los guiños y el estilo elegido por los Bogliano en su intento de salir del ghetto de los fans del género, para conseguir atraer al público masivo, algo que perfectamente podrían lograr con este sólido producto. A favor de esta intención hay que señalar un par de actos iniciales un poco lentos y convencionales, que por falta de acción terrorífica, pueden desesperar un poco al público que ya vio algo de su prolífica obra, («Sudor frío», «No moriré sola», «36 pasos», «Habitaciones para turistas» son algunas de las más vistas). Por suerte luego todo va explotando debidamente, pero ese lento despegue lo tienen que remar los dos protagonistas principales demostrando un talento a toda prueba tanto para el suspenso como para el humor solapado. Cristina Brando como la implacable y despiadada abogada es la actriz que se enfrenta con eficacia al desafío de bancarse todos los climas del guión, y Sebastián Berta Muñiz es el lunático agente inmobiliario que debe mantener la ambigüedad inicial y acentuar el sadismo del final, y realmentee logra componer a un villano memorable. Aunque el que se roba las pocas escenas en las que aparece indudablemente es un antológico Arnaldo André, cuyo personaje de gurú refinado y enigmático merece aparecer en alguna secuela de esta película que abre todo un panorama para el cine de género en la Argentina.
Terror a la antigua que asusta en serio Harry Potter se hizo mayor de edad y ahora le tocó sufrir horrores dignos de la Hammer. Es una combinación un poco rara pero razonable: terminado Potter, algo tiene que poder hacer para continuar con su carrera el hasta ahora eterno teenager Daniel Radcliffe, y tal vez su popularidad previa pueda ayudar a reflotar la nueva era del legendario estudio del terror inglés clásico, la Hammer Films, que hasta ahora no ha logrado ningún éxito ni nada que se le parezca desde su reciente resurrección. Si uno se olvida del famoso mago, se le puede creer a este abogado que tiene que arreglar los asuntos de una clienta recién fallecida en una mansión espectral de un paraje desolado, cercano a un pueblo horrible donde nadie quiere a ningún forastero. Por suerte, como nadie vio por aquí a Radcliffe haciendo un personaje adulto, padre de familia y todo, más que con Potter uno se lo puede confundir con el sufrido Elijah Wood, que suele tener que interpretar este tipo de roles. En todo caso, la historia y las imágenes son lo bastante eficaces y tenebrosas como para que las expresiones de sufrimiento del protagonista estén plenamente justificadas. Es que esta historia clásica de fantasmas apunta al clima ominoso del glorioso horror gótico europeo, y si bien el director James Watkins no es Terence Fisher, aquí hay buenas ideas y un generoso presupuesto a la hora de concentrarse en los terrores de la casa embrujada donde este pobre abogado tiene que pasar unos difíciles momentos a solas, apenas con la compañía de un perrito que, para que no desespere del todo, le presta el aristócrata del pueblo, sólidamente interpretado por el talentoso Ciaran Hinds. Más allá del encanto clásico de la historia sobre la espectral dama del título vengándose por una injusticia sufrida años atrás (castigo sobrenatural infligido sobre todo niño que se acerque al lugar), Watkins se ocupa de que el clima desolador y fatídico no se aligere nunca. Especialmente logra darle gran fuerza horripilante a los momentos más terribles, intentando asustar con recursos elaborados y no tanto con el gore que uno esperaría de una producción Hammer. Por momentos realmente lo consigue, convirtiendo a «La dama de negro» en un raro experimento de terror a la antigua, muy serio y sin una pizca de humor, pero que, cuando funciona, lo hace muy bien.
Se luce Clooney como un padre en conflicto Con nominaciones en los rubros mejor película, mejor director y mejor guionista, más otras dos a mejor actor, para George Clooney, y al mejor montaje, el realizador Alexander Payne («Entre copas»), parece ser uno de los candidatos principales de la próxima entrega de los premios de la Academia de Hollywood. Sin embargo, como comedia dramática más dramática que cómica, «Los descendientes» es una muy buena película que interesa más allá de la temporada del Oscar, y que por otro lado,no tiene los típicos tics de las que parecen diseñadas para cosechar nominaciones primero y premios después. «Los descendientes» tiene que ver con una serie de crisis emocionales, familiares, conyugales y también de negocios, ya que en el guión todo sucede al mismo tiempo. George Clooney intepreta a un padre ausente que debe hacerse cargo de sus hijas cuando su esposa sufre un accidente que la deja al borde de la muerte. El protagonista es heredero del primer terrateniente blanco en Hawai, y está justo por cerrar un negocio que implica cambiar totalmente el paisaje hawaiano para construir departamentos para turistas, y justo en ese momento debe retomar la relación con sus hijas -que obviamente se oponen al negocio-, además de descubrir de la manera más imprevista que su mujer lo estaba engañando con otro. Podría decirse que ésta es una «película de cámara», al estilo de otras del mismo director, pero si bien las situaciones y los climas son más bien intimistas, es difícil llamar de esta manera a una película que utiliza tan bien el paisaje, ya que aquí el de Hawai es prácticamente un coprotagonista esencial. Es justamente este el detalle que le da a este drama el toque cinematográfico (especialmente con el aporte del director de fotografía Phedon Papamichael, en quien debería haber recaído una nominación al Oscar mucho más que en el otro rubro técnico que sí está anominado, el montaje). George Clooney luce un poco frío a pedido del personaje como este hombre en medio de todo tipo de conflictos, y su habitual eficacia lo vuelve un firme candidato a las estatuilla. Pero en el film también hay otras sólidas actuaciones, empezando por las de sus dos hijas (Shailen Woodley y Amara Miller), que con la ayuda del director, logran evitar los lugares comunes de las performances juveniles. Y la gran sorpresa a nivel elenco es el reencuentro con un gran actor increíblemente olvidado por la industria del cine pese a ser todo un aristócrata hollywoodense de pura raza: Beau Bridges, en una actuación de reparto que se convierte en otro motivo para recomendar esta muy buena película.
Híbrido que pudo ser un buen thriller Las primeras imágenes de «Que lo pague la noche», especialmente durante la secuencia de créditos, muestran de manera fascinante, con mucho clima y excelente música, el decorado donde va a transcurrir el resto de la acción: los monoblocks de Lugano 1 y 2. Esas imágenes podrían pertenecer a algún film de ciencia ficción, ya que los edificios no parecen de este mundo. Sin embargo lo son. Lástima que el resto del film es bastante pedestre, y de ese clima semifantástico del comienzo, enseguida el guión cae en una fiesta de bodas más bien típica con un asadito en medio de una plaza del complejo. Para ser un thriller, «Que lo pague la noche» carece casi totalmente de suspenso. Hay un complot que tiene que ver con un negociado del que podrían ser víctimas los vecinos del lugar, pero tampoco hay escenas propias de un policial negro, ni mucho menos acción. El hecho de que la historia esté ambientada en los días previos a la caída de De la Rúa proporciona cierto interés, pero por otro lado convierte lo que parecía ser un policial en el más o menos típico film testimonial argentino, restándole originalidad. En general, los rubros técnicos son correctos, igual que el elenco, aunque las largas escenas casi sin diálogos no permiten mucho lucimiento por parte de los actores.
Entretenido viaje fantástico para grandes y chicos Luego del viaje al centro de la tierra en 3D, ahora llega una «Isla misteriosa» en 3D, bien para toda la familia, y con el agregado de tener a un gran actor como Michael Caine en el papel de explorador simpático, algo que tal vez su carrera nunca le permitió hacer (Caine siempre hizo más de villano que de héroe en sus películas, incluyendo algunos clásicos de aventuras). En todo caso, aqui está todo lo que debe tener un film fantástico de este tipo, incluyendo abejas gigantes, elefantes diminutos (uno de los grandes hallazgos del film), restos de la Atlántida y hasta el submarino del Capitán Nemo, el famoso Nautilus, con las baterías un poco gastadas luego de más de un siglo, pero listas para ser recargadas por alguna anguila gigante que pase cerca. La trama que permite que un chico vaya en busca de su abuelo es bastante minimalista, pero al menos sirve para que la acción no demore en empezar. Luis Guzman es un muy buen actor de reparto que logra apoyar varias escenas desde el humor, mientras que Dwayne Johnson es un protagonista lo bastante versátil para hacer de héroe sin dejar de lado la comicidad que resulta esencial a lo largo de toda la película. 3D bien aprovechado Además del talento de Michael Caine, obviamente el fuerte del film es la estereoscopia con todo tipo de seres extraños para ver en 3D (realmente este sistema está utilizado al máximo nivel). Independientemente de que esta «Isla misteriosa» tenga poco que ver con el relato original de Verne, es un buen entretenimiento fantástico y no va a decepcionar ni a los chicos ni a los grandes.
Mucha acción, pero de mitología nada Las imágenes de este peplum mitológico por momentos son alucinantes, y tanto los efectos digitales como el 3D parecen estar diseñados especialmente para este tipo de film. Lamentablemente el guión no acompaña demasiado: aquellos que no sean muy duchos en mitología griega se sentirán bastante perdidos al intentar armar el rompecabezas de dioses y criaturas legendarias que propone «Inmortales». Pero lo grave es que aquellos que sí conocen algo sobre mitos griegos se sentirán aún más perdidos, ya que pensarán que los Inmortales del título tienen más que ver con la famosa pizzeria porteña que con cualquier cosa relativa a Zeus, el Olimpo, los titanes o el Minotauro, todos mezclados em una delirante ensalada griega que no tiene pies ni cabeza, aunque sí cabezas y miembros cortados a lo largo de toda la película porque, eso sí hay que reconocer, acción no falta. Tampoco faltan buenas actuaciones, empezando por la de un Mickey Rourke tenebroso como nunca interpretando al malvado rey Hyperion, que busca un arco mágico que le podría dar el triunfo sobre Grecia, arma escondida en algún lado que sólo podría ver el ojo clarividente de la pitonisa virgen Fedra (Freida Pinto). Entre otras cosas, el héroe Teseo (Henry Cavill), además de enfrentar al bestial Minotauro, se ocupará de terminar con las visiones y la virtud de la bella sibila (en una buena escena de amor y erotismo en un film donde hay poco Eros y mucho Tanatos). Los fans del gore encontrarán que «Inmortales» tiene alegrías al por mayor, y como además actúa John Hurt como Zeus en su fachada humana, la película tiene muchas razones para ser recomendada, más allá de que el director publicitario Tarsem Singh sea todo ojos y poco cerebro, y que por más que les pese a sus productores, esto no sea «300».
Raro thriller de sostenido suspenso Este thriller haría un buen doble programa con la recién estrenada «Robo en las alturas», una comedia sobre un robo en el piso más alto de una torre neoyorquina. Sólo que «Al borde del abismo», ya desde el título, está presentado como un drama tremendo: en la primera escena un tipo se aloja en un hotel de Manhattan, pide un buen desayuno e inmediatamente sale a la cornisa y amenaza con suicidarse. El presunto suicida es un ex policía falsamente acusado del robo de un diamante, lo que lo llevó a la cárcel, arruinó su vida, e incluso provocó la muerte de su padre. El falso culpable aprovecha la primera ocasión ara huir de la cárcel y plantarse en la cornisa del hotel esperando probar su inocencia o arrojarse al vacío. Como única demanda exige que la negociadora sea una policía famosa por haber fallado miserablemente en sus intentos por evitar el suicidio de otro policía en el puente de Brooklyn. Está claro que el protagonista tiene otros planes totalmente distintos al suicidio, y lo que vuelve especialmente divertida a esta película es un guión tramposo no sólo en tono (el drama terrible se va volviendo más liviano y humorístico, aunque siempre puede volver a la seriedad del principio), sino también en los múltiples giros sorpresivos de una trama preparada para que, cuando el espectador crea que pudo adivinar todo, le cambie la historia en cualquier otro sentido. El concepto parece basarse en lanzar toda una serie de clichés del género para que, cada vez que alguien baje la guardia subestimando todo el asunto, la película lo sorprenda con una vuelta de tuerca inesperada. El director danés Asger Leth no da tiempo para analizar demasiado las cosas: este extraño thriller tiene un ritmo endemoniado, y sostiene sólidamente la idea enervante de contar un relato que transcurre casi íntegramente en una cornisa. Los protagonistas, Sam Worthington y Elizabeth Banks, se las arreglan para que su absurda situación se sostenga durante casi todo el film, y un puñado de excelentes actores de reparto ayudan a que la diversión nunca decaiga, empezando por el caricaturesco villano Ed Harris, el dúo cómico Jamie Bell y Génesis Rodríguez (la super sexy hija del Puma Rodríguez), y otros actores excelentes como Edward Burns o William Sadler, en un rol misterioso sin desperdicio. Entendiendo que es un híbrido bastante extraño, y que la trama no resiste el menor análisis una vez terminada la proyección, no se puede dejar de reconocer que en cuanto a ritmo y suspenso, «Al borde del abismo» es totalmente fiel a su título.
Capusotto en 3D para solaz de sus fieles Capusotto ha logrado convertirse en un culto televisivo tal vez equivalente a lo que deben haber sido en sus comienzos los Monty Phyton en Inglaterra, y, como ellos, llega al cine en un formato necesariamente parecido a lo que hace en la pantalla chica, que a esta altura ni hay que aclarar que es divertidisimo. Claro que aquí no estan sus videos de rock, y aunque se los pueda extrañar un poco, esto en principio no es malo, porque en las últimas temporadas televisivas, por más bueno que pudiera ser el video de archivo, se lo percibía casi como una intrusión entre un gag y otro. Aquí, en cambio, todo es puro Peter Capusotto contundente y en 3D, lo que al inicio del film da lugar a un memorable momento musical de Violencia Rivas exigiendo que le miren «ésta», además de un contundente spot del flamante complejo cinematográfico «Los hijos de puta» que ahora tienen una sala 3D en el sótano de su ya célebre pizzería, con la novedad tecnológica de incluir algo llamado «baños in» o algo por el estilo. Violencia Rivas con una especie de carta de suicidio es la que sirve de nexo para hilvanar distintos sketches con el lema común de desnudar las miserias de la industria del entretenimiento en todas sus formas, ya sea los deportes extremos como el vuelo en «parapete», los noticieros que entretienen mostrando catástrofes de todo tipo y calibre (incluyendo el flagelo del voley y los imitadores de Michael Jackson que caen desde azoteas por hacer el «moonwalk» de espaldas) y los que se divierten chateando poniendo «jaja jaja» cada dos líneas. También están los que se divierten con las drogas (uno de los grandes momentos de humor y 3D ultrapsicodélico de la película) y los que mezclan entretenimiento y política, como el mismísimo General junto al Palito Ortega montonero, Bombita Rodríguez, que quieren hacer un gran evento peronista en Michigan que es perturbado por la aparicion de Los Tres Pesados y el Ortodoxo Yogui (son momentos desopilantes, pero Bombita podría haber tenido más metraje; la única queja en todo el film). Capusotto es un comediante de primera, y encima también canta, incluyendo una formidable cumbia onírica con que canta en una pesadilla el astro del pop más que levemente nazi Micky Vainilla. Faltan personajes clásicos de la TV, y también hay unos nuevos hilarantes (un tanto menos rockeros, dado que éste no es un film de rock a diferencia del programa), pero lo importante es que el público ríe a carcajadas. Técnicamente el 3D es más que eficaz y tan descontrolado como el concepto general de Capusotto. También, hay actuaciones que se destacan además de la del protagonista, especialmente la de Ivana Acosta, que protagoniza varias escenas, incluyendo una con un yogur laxante que recuerda un chiste de «El fantasma de la libertad» de Luis Buñuel. El final, con Jesús de Laferrere y Violencia Rivas a toda ira (su furia aprovecha la estereoscopia al máximo) son más que contundentes, y por si faltaba algo, durante los créditos aparece Pomelo. No hace falta ser adolescente para reírse de lo lindo con esta comedia delirante plagada de humor de «gusto dudoso» y algo para herir todo tipo de sensibilidades, que es finalmente lo que su público espera de estos dos talentos: Diego Capusotto y su guionista y director Pedro Saborido.