Comedia divertida con una premisa argumental exótica El club de los 27 es ese extraño conjuro que, en la práctica, hizo que muchas estrellas de rock -desde Jim Morrison a Jimi Hendrix- mueran en el momento más alto de su carrera, a los 27 años, generalmente de sobredosis o accidentes que podrían haberse evitado. Nicanor Loreti, el director de la excelente "Diablo" y la más difundida "Kryptonita", arremete con este tema pero partiendo de la idea delirante de una conspiración para que éstos y otros músicos terminen muriendo a dicha edad. Para contar esta historia, el director arma una pesquisa policial: Sofía Gala es una groupie que graba con su celular la supuesta muerte accidental de una estrella de rock, un tal Leandro de la Torre, y Diego Capusotto es el detective que se ocupa del caso. Su personaje es lo mejor de este film desparejo pero con varias escenas buenas, incluyendo varios tiroteos violentos que marcan el alto nivel de humor negro del film. Pero lo que desequilibra la corta duración de esta película, que nunca deja de ser divertida, son los flashbacks en blanco y negro e inglés sobre las historias de músicos de rock del club al que se refiere el título, como Janis Joplin o Sid Vicious, en secuencias que no aportan mucho salvo cortar la acción principal. Igual, "27, el club de los malditos" tiene un buen nivel actoral, además de otra lograda caracterización de Capusotto.
A falta de ideas, otro “Jumanji” Amable pero poco necesaria nueva versión de la película fantástica para adolescentes, ahoracon un videojuego mágico en lugar de un libro. En la primera "Jumanji" (1995), la magia que teletransportaba a los personajes hacia un mundo fantástico surgía de un juego de mesa. Ahora, en esta segunda secuela luego de "Zathura" (2003) y de una serie de televisión, el artefacto mágico es un viejo videogame que unos chicos encuentran en el deposito de su colegio secundario mientras están en penitencia después de hora, al estilo de "El club de los 5". La gracia del argumento recae sobre todo en que un chico alfeñique se convierte, en el universo de "Jumanji", en el forzudo Dwayne Johnson, o que una chica obsesionada por su teléfono celular termine transformada en un explorador regordete encarnado por Jack Black. Justamente Black, que es un excelente comediante, es uno de los puntos a favor de esta comedia fantástica llena de aventuras y escenas de acción, aunque también incluye demasiados momentos dialogados que no resultan tan atractivos, y que estiran la duración más de lo recomendable. De todos modos hay estampidas de rinocerontes y persecuciones en moto a través de la jungla como para que el público adolescente, al que esta destinado el film, se mantenga razonablemente entretenido.
Atrasada secuela de clásico de terror, hoy divierte Hay algo importante a favor de esta demorada secuela de "Jeepers Creepers", y es que ya nadie hace peliculas así: tan malas y divertidas. Bodrios de este calibre ya no suelen pasar los filtros de la industria, lo que es una pena, sobre todo en lo que tiene que ver con el cine de terror. Es que mientras una mala comedia, que no hace reír, es una experiencia tristísima, una pésima película de terror, que no da miedo, genera carcajadas a granel. En sus mejores peores- momentos, "Jeepers Creepers 3" aporta esa absurda chispa que ya casi nunca brilla en la pantalla grande. La historia vuelve a incluir un camión infernal repleto de gadgets temibles, comandado por el demonio alado de otrora, que ahora además de cebarse con adolescentes descerebrados (incluyendo aprendices de motoqueros) también es perseguido por un ejército de parapoliciales sureños. Entendiendo que las peliculas previas son de 2001 y 2003, esta nueva entrada debería conseguir que el público se interese por una trama que, ya de por sí, era bastante hermética. No lo logra, pero si regala una media docena de escenas delirantes, lamentablemente intercaladas con situaciones más sobrias que mitigan el potencial de todo el asunto.
Con la marca del olvidado humor blanco del cine francés Dos empleados públicos se pierden en la Guyana para supervisar un resort de invierno, momento en que comienza el despliegue de comicidad. Al cine francés del siglo XXI le falta, entre muchas otras cosas, el inigualable humor blanco de tantas peliculas de la década de 1970 que, por momentos, eran geniales. Esta "Ley de la jungla" emula esa forma de comicidad, y si bien no llega a alcanzar aquellos títulos jamás deja de lanzar algún buen chiste saludable y politicamente incorrecto. Y, salvo el primer acto, que enfatiza la sátira no muy sutil sobre la burocracia, el colonialismo y la corrupción, no aburre. No es que el resto de esta torpe pero graciosa comedia sea mucho más sutil, pero desde el momento que la acción transcurre en la selva de Guyana, el asunto se potencia y funciona a prueba de errores. La trama obliga al infeliz burócrata Vincent Macaigne a viajar a Guyana para supervisar un hipotético resort de deportes de invierno, Guya-Nieve. Lo asiste otra empleada pública, Vimala Pons, y cuando ambos se pierden en la selva, la película despega con sus chistes elementales. La pareja protagónica se las arregla para sostener esta comedia irregular, que podría aprovechar más el potencial visual del paisaje y otros detalles formales, pero que con todos sus defectos es bastante divertida.
Muy sentimental para ser una película de terror Esta película de bajo costo tiene una idea que no deja de ser interesante, además de muy buenas locaciones de Pennsylvania y algunos monstruos aterradores, pero sin duda lo que le falta es conseguir el clima auténticamente terrorífico que pide la historia, ya que el director no consigue otra cosa que darle un tono melodramático a situaciones fantásticas. Brian Krause es un médico que llega con su familia a trabajar en el hospital de un pequeño pueblo situado en una zona de bosques. Con un hijo chico, demasiado imaginativo, y otro adolescente y rebelde, más una esposa con un embarazo difícil, la idea es buscar una vida más tranquila, algo que inmediatamente queda claro que no obtendrá, ya que en el lugar hay una extraña ola de desapariciones de niños y una serie de fenómenos misteriosos relacionados con la idea de que alguien siempre está observando a la gente. Mientras el médico, su esposa y el pequeño empiezan a ser acosados por esa extraña presencia, pronto descubren azorados que, si miran por el rabillo del ojo, pueden ver unas figuras escamosas con grandes garras. Justamente garra es lo que le falta al director Drew Gabreski, antiguo director de fotografía de telefilms y producciones de bajo presupuesto que no logra darle tensión al asunto, aunque al menos consigue filmar bien algunos paisajes tan atractivos como misteriosos.
El arte de no innovar y ser siempre éxito La flamante secuela parte de una trama similar a la de “El retorno del Jedi”. El director y guionista, Rian Johnson, se las arregla para imprimir seducción visual a escenas que podrían ser obvias. Aportar algo nuevo a una saga como la de "Star Wars" es algo cada vez mas difícil, ya sea en lo argumental como en lo visual o técnico. Justamente, la trama de "Los últimos Jedi", segunda parte de esta nueva trilogía, no parte de un lugar demasiado distinto del de "El imperio contraataca", la mejor y segunda parte de la trilogía original, con las tropas rebeldes a punto de ser exterminadas por el ejército de Darth Vader, aquí reemplazado por Lord Snoke y su discípulo, Ben Solo (Adam Driver). El director y guionista Rian Johnson se las arregla para que escenas que, argumentalmente, serían obvias, alcancen una fuerza visual asombrosa, logrando agregar algo nuevo a la estética de Star Wars. Cuando hace foco en personajes extraños como el "decodificador" Benicio del Toro, Johnson también consigue darle nuevos detalles extraños a estos mitos de la cultura pop del siglo pasado. Hay muchas escenas póstumas con la princesa Leia, interpretada por Carrie Fisher. Y también hay demasiadas subtramas y flashbacks, generalmente relacionados con una candidata a Jedi que intenta que el legendario Luke Skywalker vuelva a dar pelea, sin darse cuenta de que tal vez el malvado Adam Driver esté detrás de todo. En todo caso, el personaje de Mark Hamill aporta lo mejor, pero también lo más débil de esta extensa entrega de la saga: con dos horas y media, la más larga de todas las películas de la franquicia, ya que su libro se detiene más de lo que hace falta en la conexión entre Luke, Daisy Ridley y Adam Driver. Pero nada de esto importa demasiado cuando este "last Jedi" de Hamill genera un desenlace formidable, digno de una antología de lo mejor de Star Wars, que casi redime cualquier desequilibrio previo.
Percy Fawcet, el Fitzcarraldo inglés Una de las historias más fascinantes entre las de los exploradores del Amazonas es la del inglés Percy Fawcet, quien después de la Primera Guerra Mundial se adentró en la jungla, aseguró haber encontrado una civilización originaria tan evolucionada como desconocida, fue ridiculizado por el establishment académico, y finalmente desapareció de manera misteriosa al regresar a América del Sur. James Gray, director de sólidos policiales como "Los dueños de la noche", se aparta en esta ocasión del cine negro para probarse en un terreno original, el del género de aventuras amazónicas histórico-alucinatorias, con antecedente de culto como "Aguirre, la ira de Dios", de Werner Herzog, o "La selva esmeralda" de John Boorman. Sobre la base de un libro sobre Fawcet escrito por David Grann, Gray intenta, sensatamente, algo más modesto que el de esos grandes cineastas, y es tratar de ajustarse lo más posible a la historia verídica, o al menos lo que se sabe de ella. Por eso, si bien en "Z: la ciudad prohibida" hay espectaculares escenas de acción que involucran tanto combates en la guerra del 14 como ataques de los indígenas, además de impactantes imágenes relacionadas con la jungla y la navegación por el Amazonas, aquí nadie encontrará un ritmo al estilo Indiana Jones. Esta es una historia extraordinaria, bien narrada y filmada, y con una creíble actuación de Charlie Hunnam como el explorador estelar.
Notable Jackie Chan en un papel más serio La intriga es sólida, aunque algunas vueltas argumentales innecesarias la complican. Martin Campbell dirigió dos films de James Bond, "Casino Royale" y la anterior "Goldeneye" en la era Pierce Brosnan, que justamente aquí aparece como un político irlandés que podría estar conectado con grupos terroristas. Al menos, esto es lo que sospecha Jackie Chan, que en un papel más serio de lo acostumbrado es el padre de una muchacha asesinada durante un atentado en Londres. La premisa es interesante, igual que ver a Chan como un hombre que parece excesivamente tranquilo, aunque demasiado insistente hasta que termina por convertirse en una temible usina de violencia dirigida a quienes mataron a su hija, lo cual da lugar a un puñado de buenas escenas incluyendo, lógicamente, alguna en la que el superastro chino tiene la ocasión de exhibir su talento para las artes marciales y la acrobacia-. En cambio, quien no tiene mucho a su favor es Pierce Brosnan, que tiene a su cargo demasiadas escenas dialogadas y más complicadas de lo necesario. "El implacable", con su extraña trama de terrorismo irlandés y relaciones entre políticos y grupos violentos, parece surgida de otra época, al punto de que por momentos da la sensación de ser un thriller filmado en la década del 90.
Un juego peligroso Paco Plaza, el director de la exitosa saga de "Rec", por esta vez dejó los zombies para dedicarse a un dramático caso sobrenatural, supuestamente verídico. Según explican los créditos del film, el guión se basa en el informe del inspector de la policía madrileña que se ocupó de un episodio extraño, y fue la única ocasión en que un informe oficial de la policía española utilizó la expresión paranormal para describir los hechos. Pero la historia no es exactamente de posesión, sino sobre los peligros de convocar espíritus en juegos supuestamente inocentes, que luego se van de control. Verónica, una excelente Sandra Escacena, es la hermana mayor, y como su madre trabaja día y noche en un bar cuida a sus tres hermanos menores, dos nenas y un varón. Las tres chicas van a un colegio de monjas y ahí es donde la protagonista se esconde a jugar a la "copa" con dos amigas que, pronto, quedan aterrorizadas ante señales inequívocas de que el juego está funcionando demasiado bien. Pronto los eventos extraños empiezan a ocurrir en la casa de Verónica, y antes de llegar a la mitad del film ya hay un clima ominoso y situaciones que pondrán los pelos de punta al espectador. "La posesión de Verónica" incluye sólidas actuaciones del elenco infantil algo realmente difícil- y está muy bien narrada. Hay grandes escenas como la del avistamiento de una eclipse de sol por todas las alumnas del colegio religioso que merecería incluirse en cualquier antológica del cine fantástico hispanoparlante.
Los amores de una indecisa que no seducen como film Los primeros diez minutos de "Dos amores en París" son divertidos y prometen algo que luego no se concreta del todo: una comedia francesa a la antigua, con una protagonista que personifica uno de esos personajes típicamente estrafalarios de los viejos buenos clásicos. Alexandra Lamy interpreta a una madurita que, a sus 40 años, aun sigue siendo incapaz de tomar la menor decisión por sí misma, y todo lo consulta con sus amigas o su padre. El prólogo explica los orígenes del problema, y es lo mas logrado de este film de Erica Lavaine, un director que hizo mejores cosas, quizá porque tuvo la suerte de contar con mejores intérpretes. Y no es que Lamy no actúe bien, pero no es lo bastante carismática para sostener sola una película que tampoco ofrece, desde el guión, situaciones o gags entretenidos. Y tampoco hay un elenco interesante como para mejorar el conjunto. La esencia de la trama, en la que la protagonista no puede decidirse por ninguno de sus dos galanes, genera algunos enredos amables, lo que provoca que junto a la corrección formal aportada por Lavaine el asunto se deje ver, aunque está claro que el nivel no pasa de alguna tira televisiva.