Tres años después de su anuncio, y tras varios cambios de planes en el medio (¿se acuerdan que al principio iba a estar dividida en dos partes?), sumado a decenas y decenas de rumores, desmentidas, nuevos rumores, nuevas desmentidas, dos películas vapuleadas por la crítica y los fans (Batman v Superman: Dawn of Justice y Suicide Squad), y otra adorada por el mundo entero y que batió todos los récords (Wonder Woman), finalmente la Liga de la Justicia, el equipo de superhéroes por excelencia (todo bien con Marvel Comics, pero... dale, no hay comparación) hace su debut en la pantalla grande de la mano del siempre polémico y divisivo Zack Snyder. ¿Podrá Snyder corregir el curso que él mismo trazó previamente? ¿O el DC Expanded Universe está destinado a ser el perro que se persigue siempre su propia cola? Si estás leyendo esto es porque la ansiedad te supera y ya conocés bien a los personajes y sabés que, en esta ocasión, tras la muerte de Superman y con la amenaza de una invasión, Batman y Wonder Woman deciden armar un equipo e intentar hacerle frente a la situación. Listo, ya está. Ahora vayamos directo al grano y empecemos por lo peor que tiene el film. El primer acto sin lugar a dudas es el más flojo. Snyder y el guionista Chris Terrio caen en la trampa de querer presentar a todos los personajes brevemente y de la manera más escueta posible. En algunas instancias funciona bien, como con Wonder Woman y Batman (en una escena con una fotografía impecable, por cierto), pero porque ya los conocemos. En los otros casos, con los nuevos protagonistas, la narrativa trastabilla un poco. En ningún momento llega al nivel caótico de la presentación de personajes en Suicide Squad (gracias a Dios y la Virgen), pero no deja de ser irregular. Y este es quizás el mayor problema de toda la película: se ve obligada a introducir cuanto antes a varios personajes nuevos, de los cuales sabemos poco y nada (siempre hablando de lo que sabemos de ellos en el universo diegético de los films, no de nuestros conocimientos de años y años de leer cómics en el baño). Por ejemplo, la introducción de Mera (la bellísima Amber Heard) es notablemente chapucera mediante un diálogo con Aquaman que no puede ser más forzado e incómodo, como cuando en el cumpleaños de tu suegra terminás sentado frente a la tía insoportable y la vieja te saca charla toda la noche. Los realizadores tienen que hacer en el primer acto lo que no hicieron en tres películas. Claramente tenían todas las de perder. El otro gran punto desfavorable es... ¡sorpresa!... el villano. Perdón por ser tan directo, pero ya me tienen los huevos llenos con los villanos creados por CGI. No les pido que intenten algo como el paupérrimo Apocalipsis de Oscar Isaac, pero aflojemos con los grafiquitos por computadora, muchachos; especialmente en el DCEU. Como personaje, Steppenwolf amaga con tener algo más de relevancia al mencionar su pasado milenario y su relación con los Viejos/Nuevos Dioses... pero todo queda ahí, en menciones, sin mostrar casi nada más allá de la escena de combate inicial (la cual, hay que reconocerlo, se ve épica). En definitiva, Steppenwolf termina convirtiéndose en otro Doomsday más pero con un curso terciario y pronunciado acento británico. Aún así, a pesar de jugar contra el reloj, Justice League logra definir a los tres nuevos héroes con bastante claridad: Barry Allen/The Flash (Ezra Miller) es el novato que utiliza su humor para intentar disimular su inseguridad; Victor Stone/Cyborg (Ray Fisher) es el joven atleta que súbitamente ve modificado su prometedor futuro y no termina de encontrar su lugar; y Arthur Curry/Aquaman (Jason Momoa) es sencillamente el tipo que sabe que es groso y no se molesta en hacerse el humilde. Cada uno de ellos cumple con creces en sus interpretaciones, en especial Flash, con Miller interpretándolo como un joven inquieto y espontáneo que se ve sobrepasado por la situación pero igual se mete de cabeza; y Aquaman, con Momoa que va a terminar comiéndose al personaje como ocurrió en su momento con Robert Downey Jr. y Tony Stark; no sería nada raro que DC Comics dentro de unos años comience a modificar al Aquaman de los cómics para ir acercándolo a la versión de Momoa. Los otros ya son viejos conocidos: Diana es puro amor y heroísmo, mientras que Bruce la baja la espuma a su chocolate y se lo ve muuuucho menos agresivo; ¿quizás tiene que ver con que ya está viejo, o con la enorme culpa que siente el personaje por haberse mandado la cagada que desembocó en la muerte de Superman? No sé, digo. Pero incluso con este cambio de personalidad, si Batfleck no te gustó antes, eso no va a cambiar ahora. Lo que es mejor aún, la película no solo logra exhibir con claridad las personalidades de cada uno sino también sus habilidades especiales y su grado de poder. Hay una escena en particular donde lo demuestran de manera brillante y no podés evitar sonreír de oreja a oreja (en serio, a todo el grupo con el que la vi le fascinó). Ya hechas las presentaciones semi-formales, la narración se afirma poco a poco y logra un ritmo más estable gracias a la gran química que hay entre los miembros del equipo, que por supuesto funcionan como un engranaje bien aceitado ya de entrada; todo con esa inverosimilitud propia de un cómic de superhéroes. Desde el argumento, la trama es bastante simple y lineal, con las Mother Box empleadas como McGuffin para que ocurra todo lo que tiene que ocurrir. De hecho, y de manera algo sorpresiva en esta era hollywoodense de universos de franquicias, esa simplicidad se debe a que la historia prácticamente se enfoca en sí misma sin irse por las ramas, tratando de cuidar lo que tiene entre manos acá y ahora. ¿Recuerdan la escena de Batman v Superman donde Flash se le aparece a Bruce para advertirle de algo/alguien? ¡Bien por ustedes!, porque los guionistas no se molestaron en ofrecer la más mínima respuesta al respecto. Esta vez es todo mucho más directo y "a los bifes", sin preocuparse por plantar una docena de semillas para las eventuales secuelas y spin-offs (hay algo de eso, pero no es alevoso). Sus poco menos de 2 horas de duración impiden que la historia se vaya por las ramas mientras prepara el terreno para la película del primo espía de Alfred o cosas por el estilo. Finalizando el segundo acto, hay un punto en la trama que sin dudas será el más polémico (y que por supuesto no puedo especificar sin andar spoileando todo). A decir verdad, no es tanto el hecho per se, sino la forma. ¡Ni los propios integrantes de la Liga logran ponerse de acuerdo! En lo personal, sólo voy a decir lo siguiente: dadas las herramientas previas disponibles (léase "las cagadas que se mandaron en las películas anteriores"), a mí me gustó cómo lo llevaron a cabo. ¿Se podría haber hecho de otra manera? Probablemente. Pero eso tampoco garantiza que la otra manera hubiera sido mejor. La resolución elegida acá, aunque le falta algo de punch, es correcta y da lugar a una de las mejores escenas de toda la película (afortunadamente, no hay indicio alguno de ella en ninguno de los trailers y spots lanzados hasta ahora). Detrás de las cámaras, Snyder hace lo suyo pero esta vez se lo percibe mucho más contenido, sin abusar tanto de sus recursos. La mayor parte de la película tiene su filtro de color favorito, hay un mini-videoclip con música de Leonard Cohen y hasta vuelan naranjas en cámara lenta. Todo eso está, por supuesto. Es su sello. Sin embargo, la estética general es mucho más vistosa y menos opresiva que en BvS; ¡hasta me sorprendí que haya un combate a plena luz del día! Se le pueden criticar muchísimas cosas a Snyder, pero hay algo que no se le puede negar: visualmente es un gran director, con un estilo propio y bien definido (algo que, en lo personal, valoro muchísimo en un cineasta). Te puede gustar o no, pero que lo tiene, lo tiene. Por otra parte, es bien sabido que Joss Whedon (Avengers, Firefly) se incorporó a la producción luego de Snyder abandonara en la etapa final tras el suicidio de una de sus hijas, con el creador de Buffy encargado de retocar partes del guión, dirigir los reshoots y algo de la edición final. Cuánto escribió/dirigió Whedon, qué escenas puntualmente, es algo que por ahora desconocemos... aunque tenemos una ligera impresión de saberlo en algunos casos. "El colo" es especialista en darle un aire amigable y divertido a los diálogos grupales, y definitivamente hay de esos. Liga de la Justicia tiene un tono más... ¿luminoso?... que Batman v Superman, y con varios toques de humor que por suerte nunca llegan al punto de convertirse en una Thor: Ragnarok. Eso sí: los fans acérrimos del Hombre Murciélago que antes pusieron el grito en el cielo con que "¡Batman no mata!", ahora van a quejarse con que "¡Batman no hace chistes!". No obstante, es Aquaman quien termina aportando la escena más divertida de toda la película. Por último, es imposible no mencionar a Superman. Y no, NO ES UN SPOILER desde el momento en que Henry Cavill estuvo presente en toda la campaña de prensa y algunas imágenes promocionales. ¡Todos sabíamos que Superman iba a resucitar! Es por eso que, escuchando las críticas de los fans sobre la representación del personaje, esta vez sí tenemos al Superman que nos merecemos. No tengan la menor duda: si Diana es el corazón del equipo, la persona que trata de poner el paño de agua fría y que llega para mirarte a los ojos y decirte que todo va a estar bien (Gal Gadot te amo con cada cana de mi barba), Superman es el alma del Universo DC, la expresión de la bondad absoluta, la representación de que todos podemos, y debemos, dar lo mejor de nosotros mismos. ¡Este Hombre de Acero sí se puede ver! OK, excepto por ese maldito bigote borrado digitalmente. Más de una vez me desconcentré pensando "Che... SE NOTA, se le ve rara la boca". Ah, y creo que está de más decirlo a esta altura con las películas de superhéroes, pero aún sigo viendo pánfilos que se levantan y se van apenas arrancan las créditos. Hay dos escenas post-créditos, las cuales, y a diferencia de que ocurrió con Thor: Ragnarok, sí valen la espera. Especialmente la primera, que representa todo lo maravilloso y genial de DC Comics. VEREDICTO: 7.0 - CON "S" DE ESPERANZA Lo lamento por los fanboys que esperaron durante años, pero esta no es la película definitiva del género. Ni tampoco es mejor que Wonder Woman. De todas maneras, Liga de la Justicia logra quizás el mayor objetivo que se propuso: corregir el curso del tono general del Universo DC luego de la sombría y algo tediosa Batman v Superman. Con una gran química entre los nuevos héroes (Flash y Aquaman la rompen), algunas escenas de combate muy bien logradas y una cuota de "humor ligero" que nos recuerda a algún episodio de Justice League Unlimited, se trata de una película totalmente disfrutable, entretenida y que no se te hace larga en absoluto. Todavía les queda bastante camino por recorrer a Warner Bros. y DC. Pero trajeron de regreso la luz y la esperanza a su universo cinematográfico. Y eso no es poca cosa.
Wonder Woman tenía mucho que demostrar. No sólo por ser venir a tratar de limpiar un poco el sabor amargo que dejaron las últimas películas de este nuevo universo cinematográfico expandido de DC Comics y Warner Bros. Pictures (luego de las, cuanto menos, polémicas Batman v Superman y Suicide Squad), sino también por ser la primera película de superhéroes en la historia protagonizada por una mujer. Así es: por más inaudito que suene, Wonder Woman, un personaje que tiene casi 76 años (fue creada por William Moulton Marston en 1941) y que sin lugar a dudas es un ícono mundial, jamás había sido trasladada a la pantalla grande. De hecho, su última aparición live-action fue hace casi 38 años, cuando terminó la recordada serie televisiva protagonizada por Lynda Carter. Como verán, el peso que tenían sobre sus hombros, y de manera casi injusta, Gal Gadot y la directora Patty Jenkins era demasiado. Wonder Woman es una "historia de origen", hecha y derecha. Zack Snyder (por más que le pese a algunos, la historia es una semilla suya) y Allan Heinberg (productor y guionista de series como The O.C., Grey's Anatomy y Sex and the City, que además tiene experiencia escribiendo al personaje en los cómics) nos muestran a Diana desde su infancia como una niña impetuosa y deseosa de aprender el arte del combate. Y no es para menos: Diana es una amazona, mítica raza de mujeres creadas por el mismísimo dios Zeus para ayudar al hombre a hallar su camino y derrotar de una vez por todas a Ares, el dios de la guerra. Las amazonas, lideradas por la Reina Hipólita (Connie Nielsen) y comandadas por la General Antíope (Robin Wright) viven en la isla de Temiscira, aisladas por completo del resto del mundo. A pesar de que al principio Hipólita se niega a que Diana sea entrenada, por motivos que mantiene en secreto, la joven consigue su aprobación y crece decidida a ser la mejor guerrera de todo Punta del Este. No pasará mucho tiempo hasta que eso sea puesto a prueba cuando Steve Trevor (Chris Pine), un piloto y espía británico, colisiona con su avión en las aguas cercanas a la isla. Diana lo rescata y lo lleva a la costa (lucky guy!), pero Steve estaba siendo perseguido por el ejército alemán tras haberles robado sus maléficos planes (!). Lo mítico y lo real colisionan en un impresionante enfrentamiento entre amazonas con arco y flecha y alemanes con armas de fuego, con bajas en ambos bandos por supuesto. Steve entonces es "interrogado" (lazo de la verdad mediante) y confiesa que robó el diario de la Dra. Maru, alias "Dr. Poison" (la española Elena Anaya), quien, bajo la supervisión del General Ludendorff (Danny Huston interpretando a una figura histórica real del ejército alemán), está a punto de crear un gas letal que provocará millones de muertes inocentes. Con toda esta nueva información encima, y totalmente segura de que este enfrentamiento bélico debe ser provocado por Ares (porque, claro, los humanos seríamos incapaces de pelearnos entre nosotros), Diana decide birlarse el kit completo de batalla (espada legendaria anti-dioses, escudo y armadura sexy pero-no-tanto) y partir junto a Steve a Europa, para acabar con Ares y la guerra de manera definitiva. En lo que resulta una acertada decisión, la trama comienza sin mayores vueltas ni conexiones al resto del universo DC; tampoco hay molestos flashbacks intermitentes, con la historia "yendo y viniendo" constantemente. A los pocos minutos de iniciada la película, Diana Prince comienza a recordar su infancia y su pasado en Temiscira, y hasta que no termina su primera aventura como superheroína en la civilización occidental, no deja de recordarlo. Esta continuidad en el desarrollo, que a primera vista puede parecer simplona, permite que la narración sea fluida y sin cambios innecesarios de ritmo. El cambio se manifiesta más bien desde lo visual: los paisajes paradisíacos de Temiscira, con sus playas de arena blanca y sol radiante, se ven reemplazados por la gris y sucia Londres industrializada. El abrupto contraste en la paleta de colores entre un escenario y otro no es azaroso: todo sirve para reforzar el concepto de que... chicos, ¡Diana es un pez fuera del agua! La química entre ambos protagonistas es perfecta. Cada vez que Diana y Steve están juntos en pantalla, ya sea intercambiando miradas cargadas de tensión sexual o con la amazona tratando de comprender el concepto del matrimonio, las reacciones de ambos resultan totalmente creíbles; como espectador, querés verlos juntos todo el tiempo posible. Chris Pine no solo le brinda a Steve Trevor sus ojos claros de héroe de acción, sino que también le aporta una cuota de respetuosa picardía y escepticismo a lo que experimentó en Temiscira: a pesar de que le cuesta creer todo lo que le cuenta Diana, Steve jamás la ningunea ni se burla de ella. De hecho, tampoco lo hace su secretaria, Etta Candy (una genial Lucy Davis que se roba cada escena en la que participa). Ya lo mencioné en su momento en la review de Batman v Superman, cuando destacaba a Gal Gadot en su breve participación. Gadot nos tapó la boca a todos, y me incluyo entre los que criticaron la elección de la actriz israelí cuando se conoció la noticia hace unos años. Su Diana Prince/Wonder Woman es tan pero tan encantadora y fascinante que sinceramente va a ser difícil visualizar al personaje con otro rostro que no sea el suyo a partir de ahora. Hay una dulzura y una bondad en cada mirada y cada sonrisa de la actriz que resulta apasionante contemplarla; cada vez que Gadot sonríe, se ilumina la pantalla. A diferencia del Capitán América de Marvel Studios (paralelismo que más de uno va a pretender hacer), Wonder Woman no viene de una época diferente: viene de una sociedad totalmente distinta, viene de vivir en una burbuja. Como resultado, nos encontramos ante un personaje con una ingenuidad y una inocencia tan cautivantes como novedosas en el género. Diana es capaz de sorprenderse al probar por primera vez un helado de la misma manera que al ver un bebé en la calle o ante la falta de decisión de los líderes militares. Pero, y esto es importantísimo en la construcción del personaje y en el lugar que se la da como mujer, esa ingenuidad jamás la representa como una tonta, sino que se utiliza para cuestionar nuestras (por momentos arcaicas) costumbres e ideologías en una sociedad supuestamente moderna y civilizada. Las escenas de humor jamás ridiculizan a Diana; todo lo contrario, nos ridiculizan a nosotros (y merecidamente). Detrás de las cámaras, Patty Jenkins no tendrá la muñeca ni la destreza visual para las escenas de acción que sí tiene Snyder (algo que no le podemos objetar al polémico Zack), pero aún así logra distinguirlas de las vistas previamente en el DCEU: Wonder Woman tiene su propio estilo de pelea al ir alternando ataque/combate/lazo/embestida, etc. El look de la película también logra diferenciarse, remitiendo sólo por momentos al "filtro Snyder". Para ser recién su segundo largometraje (luego de Monster, en 2003, film por el cual Charlize Theron se llevó un Oscar), la Jenkins sale posicionada de manera impecable. Y tengan en cuenta esto: es la primera directora en la historia de Hollywood responsable de una superproducción de 150 millones de dólares. Go, girl! Pero nada ni nadie es perfecto, y esta no es la excepción. Algunos elementos de la trama (que no puedo detallar porque ¡spoilers!) pasan sin mucha explicación, mientras que "la revelación" no tiene mayor resonancia dramática porque no hay con quién compartirla. Pero quizás lo más flojo es el combate final: en parte porque la presencia de Ares termina siendo algo casi anecdótico (la historia deja en claro que el verdadero enemigo es la guerra en sí misma), y en parte porque la escena de Diana en "No Man's Land" es tan pero tan contundente, te resuena tanto a nivel emotivo en las entrañas (ustedes saben a qué me refiero), que la pelea final repleta de CGI se queda a mitad de camino. Pero... ¡hey, son superhéroes! Si no pelearan al final nos estaríamos quejando del anti-clímax, porque somos así de inconformistas y quejosos. Sin lugar a dudas, Wonder Woman se convertirá en un ejemplo para el público femenino y hasta para las cineastas. Para millones de fans, el personaje retomará su lugar como quizás el mayor ícono femenino de la cultura pop. Y está perfecto, porque se lo ganó merecidamente durante décadas. Pero por suerte la película trasciende todo eso, careciendo de cualquier speech anti-patriarcal. Porque es tan buena que no lo necesita. El marco histórico-social de la primera Guerra Mundial permite que la postura políticamente feminista del film (que por supuesto la tiene) sea mucho más sutil, que esté oculta a simple vista en los detalles: sí, Diana usa una pollera para luchar, pero dista muchísimo de la malla calada que vistió durante décadas en los cómics; los militares la tratan despectivamente cuando irrumpe en el concejo de guerra británico, pero aún así les demuestra ser más culta y sensible que todos ellos juntos; y ni hablar del respeto con el que la trata Steve, aún cuando descree de todo ese cuento de asesinar a Ares para acabar con la guerra. El momento en el que Diana, tras ver de cerca y con sus propios ojos la cruda realidad de la guerra y sus consecuencias en el campo de batalla, decide asumir de lleno su rol es sumamente emblemático. Cuando la ves saliendo de esa trinchera, decidida a tomar acción en la batalla, rechazando las balas de los alemanes con sus brazaletes, y comienza a correr... se te pone la piel de gallina. Más de uno/a va a lagrimear (sé que yo estuve cerca pero logré contenerme porque tengo barba). No obstante, hay otro momento en particular, muy breve, que representa a la perfección al personaje. Cuando uno de los miembros de este improvisado escuadrón armado por Steve cree que quizás sea mejor que se retire del combate (lo llevaron para cumplir una tarea y no pudo hacerlo), Diana, con una leve sonrisa y una mirada compasiva, casi maternal, le responde "Si tú te vas, ¿quién nos va a cantar?". Son esos gestos desinteresados, sinceros, y repletos de amor los que engrandecen al personaje y la convierten en verdadera merecedora del rótulo de héroe. Sí, mucho más que cierto Hombre de Acero y cierto Caballero Oscuro. VEREDICTO: 8.5 - MÁS WONDER WOMAN POR FAVOR Como habrán notado, esta review carece de epítetos ultra-feministas que suenan hermosos pero que, en definitiva, no aportan mucho a la reseña. Mujer Maravilla es una gran película simplemente porque es una gran película, porque se vale de sus propios medios para serlo: un personaje formidable, una interpretación acertadísima de Gal Gadot, una pareja protagonista con una dinámica perfecta, las dosis exactas de humor/acción y, principalmente, muchísimo corazón y sentimiento. Punto. Que sea la primera superheroína en la historia del cine en protagonizar su propio film es la reluciente cereza de una torta imperdible.
Luego de seis años, y tras una cuarta entrega que hizo trastabillar a la popular franquicia (¡más de 4 billones de dólares recaudados!), el capitán Jack Sparrow vuelve a zarpar rumbo a la aventura. Pero ¿llega a buen puerto o se hunde en el muelle de San Blas? Con la ausencia de los queridos Will Turner y Elizabeth Swann, sumado a nuevos compañeros y un nuevo enemigo, Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas, de 2011, no dejó satisfechos a los fans de la trilogía previa en absoluto. Los nuevos coprotagonistas no tenían esa química de Orlando Bloom y Keira Knightley, y a pesar de ser un gran actor, el Capitán Barbanegra interpretado por Ian McShane pasó rápidamente al olvido comparado con Davy Jones. Quizás lo peor de todo: el público parecía estar agotado del Capitán Jack Sparrow y de la interpretación, otrora divertida y novedosa, de Johnny Depp. Quizás sin muchas opciones, Disney optó por dejar pasar unos años, que corra agua bajo el puente, antes de intentarlo nuevamente. Y acá estamos otra vez. Lo mejor de Piratas del Caribe siempre fue cuando logra ubicarse en esa delgada línea entre el fin del misticismo y el comienzo de la ciencia moderna, con personajes que se niegan a abandonar la vida de pirata y creen en cuanta leyenda marina exista, con aquellos volcados al estudio y a los libros. Esa oposición, esas miradas diametralmente opuestas, se ven representadas esta vez por Carina Smyth (Kaya Escadelario), una joven bruja astróloga que busca cumplir el sueño de su padre y descifrar "el mapa que no puede ser leído por ningún hombre" mediante un diario de Galileo Galilei. Afortunadamente, Carina es lo suficientemente capaz de manejar por sí sola su lado de la ecuación. Es una fuerte presencia femenina, determinada, aguerrida y definitivamente la más inteligente de todos. Si bien alguna que otra vez la rescatan, dista muchísimo de ser una damisela en peligro, recordando quizás los mejores momentos de la mencionada Elizabeth Swann (lo cual claramente es intencional). Son varias las instancias donde Carina es tan protagonista como Jack. De la otra vereda tenemos a... bueno, prácticamente todo el resto de los personajes, piratas de la vieja escuela, representados por un jovenzuelo de nombre Henry (Brenton Thwaites), cuyo apellido no vamos a spoilear para aquellos que no vieron los avances (aunque su identidad se revela a los pocos minutos de comenzada la película), y claro está por Jack Sparrow. Sobre él, lo único que puedo decir es que... sigue siendo Jack Sparrow, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva: si te divertía el personaje, va a seguir robándote algunas carcajadas, pero si ya te había cansado la interpretación de Johnny Depp... te va a cansar aún más. Ah, y también vuelve el Capitán Barbossa (Geofrey Rush), ahora convertido en una suerte de Ricardo Fort del océano; Barbossa nos cae de maravillas, por cierto. Vale la pena mencionar que, de manera algo sorpresiva (salvo cuando nos percatamos de la tendencia e insistencia de Hollywood por el recurso en la última década), La Venganza de Salazar funciona casi como precuela, narrando lo que sería el origen/nacimiento del Capitán Jack "Sparrow". De hecho, el capitán español Armando Salazar (Javier Bardem) se convierte en lo que sería su primer antagonista, su primer villano. Quizás por eso es que el personaje no logra en ningún momento convertirse en EL villano (menos aún con esa desconcertante cabellera que "flota" continuamente), de la misma manera que su tripulación fantasma no parece ser en ningún momento una graaan amenaza; recordemos que Jack fue devorado vivo por un Kraken, ¿qué es un fantasma sin mandíbula comparado con eso? En típica tradición de Piratas, todos los personajes principales coinciden en motivaciones y objetivos, lo que los une (a veces de manera un poquito demasiado conveniente) rumbo a un mismo destino: el tridente de Poseidón. Sí, ese Poseidón; hay que apuntar cada vez más alto, no queda otra. Por supuesto que hay sorpresas y traiciones en el camino (no es por estigmatizarlos pero, después de todo, son... bueno, ¡piratas!), aunque parece que los guionistas se avivaron y en esta ocasión no hay tantas idas y vueltas como en la tercera entrega de la saga, En el Fin del Mundo (con esa recuerdo que, sentado en el cine, en un momento me perdí y ya no sabía quién estaba buscando qué, con quién y para qué). Entre esas sorpresas hay una importante revelación que... quizás al comienzo parece innecesaria, pero es justamente lo que lo aporta la cuota emotiva al tercer acto de la película; sin ese elemento, el final no tendría el mismo peso. Como era de esperarse de un tanque de Disney, el despliegue visual es impresionante, en especial durante el clímax en las profundidades del océano. En tierra firme también tenemos algunas secuencias divertidas y muy logradas desde su planificación y realización: la primera de ellas es la reintroducción de Jack y lo que queda de su tripulación, quienes le dan un significado totalmente nuevo a la frase "robar un banco". La otra involucra el rescate de Jack ante un novedoso método de ejecución: la guillotina. Ambas se sienten como la primera película, tienen esa atmósfera clásica de la saga. Por su parte, el 3D también está muy bien implementado aunque, como ocurre siempre, oscurece la imagen y en las escenas nocturnas por momentos se ve muy poco lo que ocurre en pantalla. Sobre el final de Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales (su título original), los directores Joachim Ronning y Espen Sandberg vuelven a poner las piezas en su lugar. Es evidente que Disney desea hacer una sexta entrega pero, de no ser así, éste sería un gran cierre para la saga pirata. O, por lo menos, uno mucho mejor que Navegando Aguas Misteriosas. Caso contrario, y como bien escuché decir a alguien a la salida del cine, corre el riesgo de convertirse en "la Rápido y Furioso del océano". Citando a otra popular franquicia de una galaxia, muy lejana, "El círculo está completo". Quizás es hora de que Jack se retire y disfrute de su jubilación, sentado en una reposera mientras bebe una botella de ron en su chalet de la isla del sol. VEREDICTO: 7.5 - SOMOS LOS PIRATAS Parece que el descanso prolongado le hizo bien a Jack Sparrow, porque Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar vuelve a traer la diversión y aventura en altamar, sabiendo conjugar de manera inteligente el legado de la primera trilogía con el porvenir de la franquicia, gracias a nuevos personajes (incluyendo uno femenino de fuerte personalidad) y viejos conocidos. ¿Esta será la última? Ni idea. Pero, si la saga concluyera definitivamente acá, sería un cierre más que satisfactorio y adecuado.
Guardians of the Galaxy Vol. 1, de 2014, fue la película que confirmó que... listo, "Marvel Studios puede hacer lo que quiera, todo le sale bien". Es que, luego de introducir por sus propios medios a los personajes más icónicos de la editorial (Iron Man, Capitán América, Thor y Hulk), con mayor o menor grado de éxito pero siempre con éxito, el estudio podía darse el lujo de comenzar a revelar personajes de segunda línea, sólo conocidos por el público bien comiquero. Así fue como se atrevió a presentar masivamente a los Guardianes de la Galaxia: un equipo espacial integrado por un huérfano terrestre amante de la música de los 70's y 80's, la hija mercenaria de un dictador planetario, un psicópata que no entiende los sarcasmos, un mapache parlanchín amante de las armas y un árbol caminante cuyo vocabulario se limita a tres palabras. Afortunadamente el escritor y director James Gunn (una elección algo extraña, con una filmografía que incluía films como Slither y Super) supo darle al film un tono de aventura y comedia que remitía muchísimo a las películas de la década del '80 (principalmente Star Wars, claro). Sumado a un casting perfecto y una química fascinante entre las distintas personalidades de los protagonistas, Guardians of the Galaxy fue un éxito rotundo: cualquier fanático de Marvel (y hasta de DC) la tiene en su podio de favoritas, junto a Captain America: Winter Soldier y alguna otra. ¡Hoy todo el mundo sabe quién es Groot! Sin embargo, en estos años pasó bastante agua bajo el puente y vimos muchas cosas en el género: conocimos a un hombre que "habla" con las hormigas, presenciamos guerras civiles (eran una docena, pero bueno...), tenemos un nuevo Spider-Man y hasta vimos un escuadrón suicida de la vereda de enfrente. ¿Podría James Gunn repetir ese truco de magia que nos cautivó? ¿O, entre tanta novedad, los Guardianes ya habían perdido su encanto? La historia comienza en la Tierra y, de entrada nomás, responde quizás la interrogante más grande que había dejado el film anterior: ¿quién es el padre de Peter Quill? Para saber exactamente qué es el padre de Peter habrá que esperar algunos minutos más, pero esa pregunta también se responde y no hace más que seguir ampliando el universo Marvel en la pantalla grande (literalmente). Como podrán intuir, aún más que en el primer volumen, el tema principal de la película es la familia: la que uno recibe "por defecto" versus la que uno "elige". Y, en especial, la relación entre padres e hijos. Peter (nuevamente interpretado por un carismático Chris Pratt), como todo adulto que conoce a su padre biológico por primera vez, se ve deslumbrado por su presencia y sus historias y el lazo único entre ambos, queriendo recuperar el tiempo perdido; por el lado de las hermanitas Gamora (Zoe Saldana) y Nebula (Karen Gillan), la sombra de su padre Thanos sigue estando demasiado presente entre ambas luego de una infancia algo... complicada, digamos. En una película con un elenco numeroso, lo más difícil es brindarle tiempo a cada personaje para definirlo ante la audiencia (¿Se acuerdan de Slipknot en Suicide Squad? ¿No? Exacto). Sin embargo, Gunn hace que todo parezca demasiado fácil, con una enorme destreza para darle a cada personaje "su momento" para que brille con luz propia, ya sea aportándole humor a la historia (Drax y Baby Groot), dosis de acción (Rocket y Yondu) y emotividad (Peter, Gamora y Nebula). Y sí, leyeron bien: dije "emotividad". La trama tiene un par de escenas que te agarran desprevenido, te sorprenden con la reacción de los personajes y la elección de la canción adecuada, dando como resultado un balance ideal entre risas y emoción. Las interrelaciones entre los miembros del equipo, esa "amigable disputa" que ya habíamos disfrutado la primera vez, ahora se ve elevada al cubo y vuelve a ser lo mejor del film, aquello que lo distingue por encima del resto. A esto tenemos que sumarle que el principal nuevo miembro del equipo, la inocente Mantis (Pom Klementieff), es una incorporación maravillosa: los diálogos que mantiene con Drax (un Dave Bautista totalmente sin filtro) son desopilantes y aportan quizás las carcajadas más fuertes en la sala. Otra nueva dupla que se destaca es la de Rocket (Bradley Cooper) con Yondu (Michael Rooker). Como es de esperar en un (buen) film de ciencia-ficción, la película es un festín visual. Conocemos varios planetas, cada uno de ellos con arquitecturas y diseños y colores bien variados que los distinguen entre sí: el planeta de Los Soberanos, donde reside Ayesha (Elizabeth Debicki), es diametralmente opuesto al planeta de Ego, siendo éste quizás lo más psicodélico que se haya visto en un film de Marvel; afortunadamente, los numerosos trailers e imágenes promocionales hasta ahora mostraron muy poco de él, porque realmente vale la pena verlo por primera vez en la pantalla grande. Y, aunque no llega al increíble nivel que llegó la utilización del 3-D en Doctor Strange, el efecto está muy bien implementado y le suma bastante inmersión. Luego de lo que fue el excelente "Awesome Mix Vol. 1" (alias "el soundtrack de la peli"), es obligatorio hablar del "Awesome Mix Vol. 2". Y nuevamente hay que sacarse el sombrero ante James Gunn: su selección musical es soberbia, digna de un film de Tarantino. Esta vez no tendremos a David Bowie o a The Jackson 5, pero los aseguro que van a estar tarareando "The Chain" de Fleetwood Mac o bailando con "Mr. Blue Sky" de Electric Light Orchestra durante meses. Por momentos, las melodías se funden con la trama y forman parte de ella: algunas escenas no funcionarían tan bien con otra canción. Por cierto, vale la pena destacar que, si bien aún faltan casi dos semanas y todo puede cambiar para peor, hasta ahora los trailers no spoilearon ninguna de las grandes revelaciones de la historia (créannos que algunas son muy importantes) ni ninguno de sus maravillosos cameos. En definitiva, lo mejor de Guardianes de la Galaxia Vol. 2 es que sigue jugando en su propio rincón del universo Marvel, con sus propios personajes, sus propias reglas, su propia identidad y humor. Sí, ya sabemos que esto se va a interrumpir con la inclusión obligada del equipo en la próxima Avengers: Infinity War, pero aún así: ¿quién nos quita toda la diversión que nos brindan estos personajes? Además, la semana pasada James Gunn confirmó que volverá para dirigir el inminente tercer volumen. Eso significa que los prestamos un rato, pero eventualmente vamos a poder seguir usando nuestros juguetes favoritos 😉 VEREDICTO: 9.0 - GUARDIANES DE LA DIVERSIÓN Sí, está bueno ver a los superhéroes enfrentarse en un aeropuerto o verlo a Iron Man dándole clases de moral a un joven Peter Parker, pero Guardianes de la Galaxia Vol. 2 vuelve a demostrar que lo mejor del Universo Cinematográfico Marvel está jugando allá arriba, por su cuenta, solito en el espacio. Sumamente divertida, emotiva, con un nivel visual increíble, personajes que son pura química entre sí y un soundtrack que no podés dejar de escuchar, el film de James Gunn vuelve a poner la vara bien alto para el resto.
Creo que el mayor logro que puede anhelar la adaptación cinematográfica de una obra literaria es lograr atrapar tanto a la audiencia que ya disfrutó del material original como a aquella que no leyó ni tres páginas. Siendo uno de los que se ubica en el segundo grupo, pienso que Los Padecientes sale airosa en ambos sentidos. Como muchos sabrán, el film dirigido por Nicolás Tuozzo (en su primer largometraje desde Horizontal/Vertical, de 2009) es una adaptación de la exitosísima novela escrita por Gabriel Rolón y publicada en 2010: "Los Padecientes" es el libro de ficción más vendido de los últimos 30 años en nuestro país, por lo cual había bastante expectativa sobre su traslado a la pantalla grande. De hecho, el guión fue adaptado en conjunto entre Rolón, Tuozzo y Marcos Negri. La historia comienza con Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña), un psicólogo muy reconocido en su materia, quien viene de una ruptura sentimental algo dolorosa aunque en ningún momento es trascendental en la trama, así que ni sé por qué la menciono acá (¿tendré que volver a mi psicóloga?). Por medio de su mejor amigo, "El Gitano" (Pablo Rago), Rouviot es contactado por Paula Vanussi (Eugenia "la China" Suárez), hija mayor de un poderoso empresario recientemente asesinado. Paula requiere que, como profesional calificado, Rouviot realice una pericia y certifique la inimputabilidad de su hermano Javier (Nicolás Francella), el único acusado en el crimen de su padre, Roberto Vanussi. Pero el psicólogo, ahora devenido en investigador, rápidamente se percata que es casi imposible que Javier haya sido el autor del cruel asesinato debido a sus serios trastornos psiquiátricos. A medida que comienza a indagar y a escarbar el núcleo familiar, poco a poco van surgiendo los oscuros secretos de Vanussi, tanto en sus negocios como en la relación con sus tres hijos. Pero Rouviot está decidido (¿u obsesionado?) a encontrar "la verdad" del crimen, o lo que más se parezca a ella, lo cual provoca que cierto entorno se ponga nervioso y amenace a sus seres más cercanos. Y ahí paro de contar. Voy a comenzar siendo absolutamente sincero: durante los primeros minutos de Los Padecientes, sentí que los diálogos y las actuaciones estaban muy forzadas, muy "duras", como si Vicuña y Suárez estuvieran leyendo párrafos directamente del libro en lugar de actuar el texto (el breve monólogo inicial es un claro ejemplo). Afortunadamente, con el correr de los minutos, y en especial luego de la introducción de un genial Pablo Rago, todos se distienden y los diálogos comienzan a sentirse menos expositivos y fluyen con mayor naturalidad. Más tarde, promediando la película, me di cuenta que realmente estaba muy metido en la trama (¡recuerden que no leí el libro!). A esa altura, como espectador, ya conocía parte de la verdad pero estaba ansioso por conocer el resto. ¿Quién es esta gente que comienza a apretar a Pablo para que desestime su investigación? ¿En qué chanchullos estaba realmente metido Vanussi? ¿Cuáles son los secretos que esconden celosamente los tres huérfanos? Como todo buen thriller psicológico, Los Padecientes logra captar nuestra atención y provocar que, en simultáneo con el protagonista y con los datos que tenemos a mano, comencemos a hilvanar teorías sobre quién lo mató y por qué. Toda esta teorización de nuestra parte se ve incrementada por un par de escenas, realizadas con destreza por el director y el director de fotografía, donde Rouviot va recreando los testimonios in situ, como si él mismo estuviera presente en ese momento, cual fusión de Sherlock Holmes y Freud. Desde el lado del elenco, todos cumplen un papel más que correcto. No obstante, sin lugar a dudas las mejores interpretaciones provienen de una fabulosa Ángela Torres como Camila, la menor de los tres hermanos, y Luis Machín en el breve pero intenso papel de Roberto Vanussi, el padre asesinado. Desde su participación en Gilda: No me arrepiento de este amor que nos dimos cuenta que la joven actriz tenía pasta para roles más rigurosos que los que puede brindar una tira diaria televisiva: su Camila inicia su travesía emocional como una niña algo introvertida, avocada por completo a sus clases de violín, casi adormecida internamente. Pero a medida que los secretos se revelan y las piezas caen en su lugar, Camila logra liberarse y salir de su escondite, y afortunadamente Angela Torres resuelve con holgura dramática las escenas más exigentes. Por otra parte, lo de Luis Machín es sencillamente genial. No tiene tantos minutos en pantalla, y tiene aún menos diálogos. Pero no importa. Machín se apoya en las miradas, en los gestos, en las muecas socarronas para construir en cuestión de segundos un personaje totalmente perverso y detestable, que te genera un profundo rechazo con sólo verle el bigote. Pablo Rago es otro que cumple con creces: su "Gitano" es uno de esos amigos que están en las buenas y especialmente en las malas, los que te bancan aún cuando saben perfectamente que estás cometiendo un error. Con niveles de producción, fotografía y dirección más que satisfactorios, el film transita por senderos ya recorridos pero no por ello menos interesantes y bien ejecutados. En definitiva, Los Padecientes no va a romper el molde en el cine de género nacional. Pero tampoco hace falta que nadie rompa nada, sino que lo que se hace, se haga bien. Quienes desconocen por completo la trama, van a sentirse cautivados por ella. Quizás la mayor dificultad esté con convencer a quienes ya leyeron el libro en estos siete años desde su publicación, y que suelen formar "su versión" de los personajes en su mente. Para ellos, me tomo el atrevimiento de parafrasear a Pablo Rouviot y darles un consejo: "El libro no deja de existir porque se lo coloque en la repisa". VEREDICTO: 6.5 - DIVÁN CON POCHOCLOS La adaptación de la novela de Gabriel Rolón logra superar algunos obstáculos iniciales (principalmente desde lo actoral) para llegar a un segundo acto atrapante y convincente. Quizás no resulte tan exitosa como el libro original pero, como thriller psicológico cinematográfico, Los Padecientes se vale por sus propios medios (en especial gracias a las interpretaciones de Ángela Torres y Luis Machín) para mantenernos atentos a la pantalla buscando desentrañar la oscura trama de la familia Vanussi.
Antes de arrancar, debo confesar que jamás fui fan de los Power Rangers en su origen televisivo. Quiero pensar que "ya era grandecito" para engancharme con la serie y en su defecto... bueno, veía Dragon Ball Z, obvio. Así que me senté a ver esta nueva adaptación cinematográfica sin ningún tipo de expectativa propia de un fan. A los pocos minutos de comenzada la película, y luego de una intro que no voy a spoilear acá porque está totalmente fuera de los avances previos pero brinda información interesante sobre uno de los personajes, vemos un chiste sobre masturbar a un toro. Sí, leyeron bien: en una película de "los Power" hablan sobre masturbar a un toro. Nada muy gráfico ni fuera de lugar -tampoco es American Pie esto-, pero es una clara señal de que el tono es ligeramente más adulto que el de la serie de los '90s. Porque... ya saben, los adolescentes se masturban y todo eso. La historia a grandes rasgos ya la conocen: cinco jóvenes encuentran unas "monedas" de inmenso poder y se convierten en los Power Rangers, un grupo de defensores intergalácticos que se enfrentan a alienígenas de gomaespuma que atentan contra nuestro humilde planeta. No hay sorpresas ni necesidad de que las haya. Pero claro, estamos en el año 2017 y -supuestamente- los pibes de hoy en día ya no se comen las mismas pavadas insulsas que nosotros cuando éramos chicos. Por eso todo el primer acto de la historia se centra en hacernos conocer a los cinco jóvenes en cuestión: Jason (Dacre Montgomery), el héroe deportivo de la Secundaria que no para de meterse en problemas; Billy (RJ Cyler), un nerd con problemas de autismo que termina siendo demasiado efusivo y extrovertido para ser autista; y Kimberly (Naomi Scott), la chica popular que es discriminada por sus amigas debido a un incidente en las redes sociales (!). Si son conocedores del cine de los '80 y al principio se les hace todo muy The Breakfast Club/El Club de los Cinco cuando los tres estudiantes coinciden en "detención escolar", bueno... es porque intenta serlo. Perdón, ¿dije "tres estudiantes"? ¿Acaso no eran cinco? Sí, de hecho lo son. El problema es que la historia claramente se enfoca en ese trío, dejando las introducciones de Zack (Ludi Lin) y Trini (Becky G) para más tarde y de manera totalmente casual. Es gracioso ver cómo el grupo le pregunta a Trini su nombre recién después de conocer a Zordon y Alpha 5. ¡Por lo menos esta vez Zordon no es racista! La manera en la que los cinco "descubren su destino" es, de vuelta, completamente azarosa. Lejos de ser elegidos por una inteligencia superior debido a su valor y blablabla (a lo Green Lantern), da la casualidad que estos pibes justo pasaban por ahí y... bueno... una cosa llevó a la otra y ahora son Power Rangers. O intentan serlo. Porque como en toda película "de origen" del género superheroico que se precie de tal, hay un proceso de aprendizaje, de prueba y error, con el infaltable montaje de entrenamiento. Y aunque todos resultan ser nobles de corazón y se ganan su lugar, la sensación es que podría haber sido cualquier otro que justo pasara por ahí; daba lo mismo que sea Zack o "El Chino" Volpato. Respecto a los protagonistas, esta semana se dio a conocer (de manera anticipada, claramente buscando repercusión en los medios) que uno de los personajes ahora es homosexual. No voy a decirles quién, porque en definitiva es totalmente irrelevante. Si bien el dato se presenta de manera sutil durante un momento de intimidad y sinceridad entre los personajes, luego no se retoma en ningún momento de la historia, por lo que carece de cualquier tipo de profundidad dramática. ¿Qué sentido narrativo tiene entonces? El único problema con la inclusión es cuando se percibe más como un guiño a las boleterías y a los titulares que como un intento genuino de sumar a la comunidad LGBT. A decir verdad, varias cosas son irrelevantes y sin sentido en Power Rangers. Desde el plan de la villana Rita Repulsa que consiste en robar oro para construir un monstruo gigante ¡de oro! que arrase el pueblo (a lo Stay Puft Marshmallow en Ghosbusters), pasando en cómo puede ser que un androide que estuvo enterrado 65 millones de años hable perfecto idioma inglés (coloquialismos incluidos), un intento de twist al cierre del segundo acto (que, aún si no hubieras visto ni un solo trailer, es más que obvio que se va a resolver rápidamente), y terminando en cómo carajo los protagonistas aprenden a manejar robots gigantes en cuestión de minutos (¡yo tardé casi un día en sincronizar mi Samsung Galaxy con mi cuenta de Gmail!). Pero... hey, no lo jodimos en su momento a Optimus Prime con el temita del idioma, tampoco hay que ser muy exigentes ahora. Uno debe saber perfectamente que, en el momento que ingresa a ver este tipo de películas, la lógica y el razonamiento quedan fuera de la sala. Ya que mencionamos a Rita Repulsa, hablemos de ella y del resto del elenco. Elizabeth Banks comienza con un look y gestos más cercanos a Evil Dead que a la versión televisiva, para paulatinamente ir cobrando forma, color y teatralidad, como Dios manda: ¡no sería una villana de los Power si no fuera exagerada! A Bryan Cranston lo bancamos en absolutamente todo, incluso cuando es una caripela gigante dentro de una pared; nos cae bien Zordon porque los bardea a los Powers y porque suena como Heisenberg, obvio. Para terminar, Bill Hader le pone la voz a Alpha 5 y, más allá del "¡Ay ay ay ay ay!", en más de una oportunidad logra sumar con su interpretación. En líneas generales, cada uno de los tres cumple con lo que se les pide (que tampoco es mucho). Por el lado visual, la cinta es más que correcta: lo importante acá es el combate final de los Zords contra Goldar, y ciertamente no está mal. En los planos generales de los Zords corriendo/volando hay cierto look "de juguete" que rememora las escenas de la serie original. Se nota que la intención de los realizadores fue capturar algo de aquella nostalgia, ese feeling medio pedorro, y eso debe respetarse y valorarse, te guste o no. Ojo, los efectos distan muuucho de ser Kong: Skull Island, o hasta de Pacific Rim. No obstante, lo que debería haber sido LA escena, lo que debería haber sido la "money shot" (hablo de la formación de Megazord en la pelea final), pierde casi todo el impacto porque es mostrada a medias y, otra vez, se siente azarosa e injustificada. Por si aún no había quedado claro, si sos un viejo fan de la serie seguramente disfrutes Power Rangers más que yo. Varias personas en la sala aplaudieron y festejaron algunos de los chistes, sin mencionar los inevitables cameos y la ya clásica escena post-créditos (sí, quedáte hasta el final). Y está bien, porque esta película está hecha para ellos. El resto de los espectadores no la va a pasar mal; yo no me aburrí ni me quedé dormido, por ejemplo. Pero tampoco se van a ir con nada encima o totalmente obnubilados por la experiencia; va a ser "una más del montón". O quizás te pase como a mí, que de tanto hablar de "mórfosis esto", "mórfosis lo otro", salí de la sala con hambre y me morfé un tostado de jamón y queso en el bar de enfrente. VEREDICTO: 6.0 - MEH-Gazord Quizás lo peor que tenga Power Rangers (incluso por encima de los elementos sin sentido del guión) es que, si no sos fan de la serie original, tampoco vas a convertirte en uno al salir del cine; simplemente va a ser una más del extenso listado de películas de "Gente Disfrazada Aprendiendo Todo con Suma Facilidad". Si veías la serie en tu infancia, ni lo dudes: seguramente salgas satisfecho. Pero si querés ver adolescentes aprendiendo a controlar robots gigantes y a ser un verdadero equipo, mejor quedáte mirando la primera temporada de Voltron: Legendary Defender en Netflix.
El musical en cine es un género... complicado, quizás incluso para un público muy puntual, casi de nicho. Un espectador promedio piensa en musicales y se remite, de manera algo inevitable, a gente chapoteando bajo la lluvia, a décadas pasadas, a renombradas figuras que ya homenajeamos hace rato en los Oscars. Algunos directores han intentado reflotar el género y adaptarlo a nuestros tiempos con bastante éxito: Lars von Trier y Bjork con Dancer in the Dark, en el 2000; Baz Luhrmann con sus versiones de Romeo + Julieta y Moulin Rouge!; o hasta Ryan Murphy con sus seis temporadas televisivas de Glee. La clave del éxito quizás sea tomar un referente, convertirlo en algo más pop, y llevarlo a cabo con una joven pareja. Pero, ¿cómo hacer que un musical en torno al jazz resulte atractivo para los millennials del público actual? Ese es el problema al cual se enfrenta el autor y director Damien Chazelle. Y es justamente el mismo problema al que se enfrenta Sebastian, el protagonista masculino de La La Land interpretado por Ryan Gosling. Un talentoso pianista amante del free jazz, Seb reconoce que se trata de un género musical que, lamentablemente, para gran parte de su audiencia, caducó o está en vías de hacerlo. Angustiado e impotente, contempla cómo los viejos bares históricos son reemplazados por locales de "samba y tapas", mientras a él no le queda más remedio que tocar villancicos en un restó para ganarse el pan. Seb es un purista de la música, al cual hasta le cuesta salir con mujeres que no disruten del jazz tanto como él; ergo, no sale con ninguna. Sin embargo, una serie de encuentros casuales y poco afortunados cruzará su camino con el de Mia, interpretada por la carismática Emma Stone, una joven aspirante a actriz que llegó a Los Angeles hace seis años para probar suerte en el mundo del espectáculo, "esperando a ser encontrada" mientras la rechazan en cuanto casting se presenta. Cuando ambos vuelven a cruzarse en una fiesta, comienza el flirteo. En especial a partir del momento en que Seb la acompaña a buscar su automóvil estacionado sobre la colina en Griffith Park, frente a una hermosa vista panorámica de la ciudad semi-iluminada: cuando reconocen la belleza del paisaje pero se lamentan no estar con otra persona, es evidente que se gustan, jiji. Y, sinceramente, ¿cómo no hacerlo? Si había alguna mujer con sangre en las venas que todavía no estuviera rendida ante la mirada de cachorrito mojado de Gosling... bueno, hasta acá llegó; en cuanto lo vean tocando el piano con una sola mano, con su mechón sobre la frente y poniendo esa sutil cara de tonto que tan bien le sale (si vieron The Nice Guys saben de cuál hablo), van a olvidarse de Diario de una Pasión y van a tomar este film como su nuevo referente gosliniano. Respecto a Stone... la actriz irradia una frescura y un encanto tan espontáneos y genuinos que supera cualquier otra interpretación femenina vista en el último año; es imposible no salir de la sala perdidamente enamorado de ella (creo que pocas veces se la vio tan radiante como cuando viste ese vestido amarillo o cuando baila sola en el bar). Además, siendo ésta la tercera vez que ambos comparten pantalla (luego de Crazy, Stupid, Love y Ganster Squad), la química entre ellos es instantánea e innegable. Sus interpretaciones son naturales y creíbles, sin tintes cursis ni sentimientos forzados porque el guión así lo requiere; de igual manera, la evolución del noviazgo se siente verosímil y real (más de uno se sentirá identificado en algún punto). Técnicamente, la pareja es excelente en sus líricas y sus pasos de baile... y aún así, no se sienten "demasiado perfectos"; por supuesto que habrán estado ensayando y practicando durante meses, pero reconozcámoslo: ni él es Fred Astaire ni ella es Ginger Rogers (aunque Stone sale mejor parada). Esto, que puede parecer algo negativo, termina siendo un plus porque afirma la verosimilitud del relato: no son personas que, repentinamente, bailan "como los dioses" sin ser bailarines. Sobre el elenco secundario realmente no se puede decir mucho, porque casi ni figuran: tenemos a J.K. Simmons como el dueño del bar donde trabaja Seb; Rosemarie DeWitt como su hermana mayor, y el músico John Legend como Keith, un ex-colega de Seb. Pero ninguno de ellos tiene ni la suficiente incidencia en la trama ni los minutos en pantalla como para destacarse demasiado; hacen su trabajo y punto. Claramente Stone y Gosling son los protagonistas indiscutidos de esta historia, apareciendo alguno de los dos (o ambos) en casi todo minuto de la cinta; de hecho, suelen aparecer perfectamente centrados en cuadro. . Volviendo a la historia, conforme avanza la película, Seb va dejando de lado el sueño de abrir su propio bar en pos de una estabilidad financiera que ayude al crecimiento de la pareja. Por su parte, Mia se anima a renunciar a su empleo y comenzar a escribir una obra de teatro unipersonal, con toda la ansiedad y miedo que lógicamente eso conlleva. Y ése es el tema principal que plantea Chazelle en La La Land: ¿hasta dónde estamos dispuestos a perseguir nuestros sueños? ¿Qué estamos preparados para sacrificar a cambio de conseguirlos? ¿Qué tanto nos ayuda la pasión que sentimos por lo que hacemos a conseguir el éxito personal y profesional? ¿Cuántas veces nos pasó que, como le ocurre a Mia, nos cuestionamos diciendo "Quizás no soy tan bueno en esto como pensaba"? El joven director/guionista consigue una empatía absoluta con todos aquellos que alguna vez sintieron ese temor, con todos esos diseñadores que ven sus entregas vapuleadas por docentes universitarios, con todos esos estudiantes de Abogacía o Medicina que observan cómo su carrera se extiende más de lo deseado, con todo aquel que alguna vez pensó "Che... esto no funciona, quizás realmente no es lo mío". Porque, en definitiva, el film no es acerca del amor entre Mia y Seb, es acerca de la pasión que siente cada uno por sus respectivos sueños. Afortunadamente, Chazelle evita recurrir a un dramón lacrimógeno y nos regala un musical impresionante que homenaje a lo mejor del cine clásico, retomando aquella noción casi romántica de Hollywood como "fábrica de sueños". La La Land es prácticamente una cartita de amor al "star system" de la ciudad californiana, un lugar donde "todo se venera pero nada se valora": por ejemplo, el bar donde trabaja Mia, dentro de los estudios de Warner Bros., está ubicado exactamente frente a la ventana por la que se asomaban Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en Casablanca. Pasando al lado técnico, la cámara siempre está colocada en el lugar ideal. Cada encuadre está meticulosamente planeado mediante una puesta en escena que pone a llorar a varias superproducciones con el triple de presupuesto: elementos en segundo o tercer plano nos remiten a la era dorada de los estudios cinematográficos, con afiches de films clásicos o murales con Marilyn Monroe y James Dean, mientras que varios planos secuencia (cuando la cámara se mueve de un lado a otro sin efectuar ningún corte) perfectamente coordinados dan vida a los números musicales, uno más hermoso que el otro (el epílogo es una cosa de locos). A esto hay que sumarle el descomunal trabajo del director de fotografía, Linus Sandgren. La película presenta varias escenas filmadas sobre el final de la tarde, a esa hora cuando casi casi es de noche pero todavía no, lo cual resalta aún más los colores y logra darle a todo un tinte mágico, casi onírico, en una ciudad que también es protagonista (Dato extra: Chazelle hizo cambiar cada una de las bombillas de luz de los faroles, para que iluminen un poco más de lo normal). La dirección de arte es exquisita, con una magnífica paleta repleta de colores primarios y radiantes, especialmente al comienzo (el plano de Mia bailando con sus amigas, cada una con un color de vestido distinto, es bellísimo en su simpleza y efectividad), para luego ir apagándose paulatinamente, volviéndose todo más serio y opaco a medida que los sueños maduran y la relación comienza a mostrar fisuras. Es imposible no hablar de la música. Nuevamente a cargo de Justin Horowitz (el mismo de Whiplash), la banda sonora, totalmente original excepto por dos covers que suenan por ahí, no solo es vital a nivel narrativo (estamos ante un musical) sino que además es un deleite absoluto para cualquier amante del jazz y el swing. Reconozco que siempre me gustó el jazz (mi viejo me hacía escuchar a Sinatra cuando yo era chico) y que en los últimos años profundicé aún más en el género, pero aún así: es el mejor soundtrack original de los últimos años, sin duda alguna. Algo que me sorprendió gratamente es que la película es mucho más divertida de lo que anticipaba. Sí, por supuesto que tiene su cuota emotiva, pero además tiene un grado de humor en las interpretaciones (especialmente la de Gosling) que se mantiene a lo largo de casi todo el relato. A diferencia de lo que suele ocurrir actualmente con muchas comedias, que a veces ya revelan sus mejores chistes en la previa, ninguna de estas escenas o diálogos se vieron en los numerosos avances o spots televisivos, algo que agradecemos los que vemos cada trailer. Los espectadores casuales encontrarán homenajes obvios a films como Singin' in the Rain y Top Hat, mientras que los más cinéfilos sabrán reconocer influencias de los musicales de Jacques Demy en los '60s, como The Umbrellas of Cherbourg y The Young Girls of Rochefort, así como varias pequeñas referencias a otros films (especialmente en el mencionado epílogo). Aún así, Chazelle en ningún momento ahonda en el tributo solemne sino que logra fusionar los guiños al pasado con los pies firmes en el presente y la mirada puesta en el futuro. De esto mismo habla Keith cuando, algo molesto con Seb, le dice que su problema es que intenta salvar al jazz de la manera errónea: "¿Cómo quieres ser un revolucionario si eres tan tradicionalista?". Chazelle nos dice que debemos saludar y respetar lo que ya pasó, pero trazar nuestro rumbo hacia lo que vendrá. En definitiva, La La Land es una de esas pocas películas donde cada aspecto (dirección, fotografía, vestuario, elenco, etc.) se mueve al unísono del conjunto y sin dar paso en falso. Lo que es mejor aún: es de esos films que te hacen abandonar la sala con una sonrisa de oreja a oreja (ni se les ocurra verla pirateada, porque voy personalmente y les rompo las rodillas con un pan duro). Así que traigan a los rebeldes, los pintores, los poetas y las obras de teatro: ésta va para todos ellos. VEREDICTO: 9.5 - PARA LOS SOÑADORES Realmente es asombroso que Damien Chazelle, con tan solo 31 años de edad y en su tercer largometraje, haya realizado semejante film. Dejá de lado cualquier tipo de prejuicio sobre los musicales, las comedias románticas o simplemente "lo cursi" (que tampoco lo es tanto): La La Land es una maravilla de punta a punta, con una calidad absoluta en cada uno de sus rubros técnicos y artísticos. Una muestra perfecta del cine como séptimo arte, destinada a convertirse en un clásico del género.
Luego de casi 15 años de intentos infructuosos con diversos realizadores y actrices para el rol protagónico, finalmente llega a la pantalla grande -de la mano de la documentalista Lorena Muñoz y la actriz y cantante Natalia Oreiro- la historia de Miriam Alejandra Bianchi, mejor conocida por todos como Gilda. Y junto al estreno, también llega la pregunta del millón: ¿el esperado film le rinde debido tributo a la popular cantante? ¿O no pasa de ser una demo mal grabada en el garage de casa? Confieso que conocía la historia de Gilda hasta ahí nomás. Por supuesto he cantado y bailado sus temas más famosos (¿quién no?), sabía que fue Maestra Jardinera, que tuvo que remarla bastante en los inicios de su carrera musical, y por supuesto conocía el trágico desenlace en la ruta. Como notarán, tenía una noción bastante general de su vida, sin mayores detalles ni profundidad. Quizás sea por eso que me tenía tan intrigado esta película y la aguardaba con algo de ansiedad (me fascina el género de la biopic de celebridades). El otro punto que me incitaba a verla era el protagónico de Natalia Oreiro: es bien sabido que la actriz uruguaya hace aaaaaños merodeaba este proyecto con la intención de llevarlo al cine. ¿Se justificaba tanto anhelo de su parte? El film comienza justamente por el final: el funeral de Gilda. Una pantalla negra y distintos audios de noticieros nos informan del accidente, y lo primero que vemos es un plano desde el interior del coche fúnebre, con la cámara apoyada sobre el cajón, los fans agolpándose y llorando a su ídola detrás del vidrio del vehículo. La imagen te sacude de entrada nomás, sin vueltas. La cámara entonces se eleva por encima del coche, y vemos a sus seres queridos retirando el cajón bajo la lluvia de una jornada gris. A continuación, y tras un corte directo, llega la segunda sacudida por parte de Muñoz: Miriam (aún no es Gilda) frente al espejo, seis años antes, preparándose para ir al Jardín. La vemos pálida, casi demacrada, inerte, en silencio; está prácticamente muerta en vida, presa de una realidad que no la satisface del todo, no la colma. El contraste entre su muerte rodeada de gente desconocida que la veneraba versus la vida solitaria (aún en familia) rodeada de sus seres queridos que la menospreciaban, es el primero varios aciertos por parte de la directora, que logra aportarle a la cinta un tono mucho más poético del que podríamos suponer apenas nos sentamos en la butaca. Miriam confesándose ante la puerta del baño mientras su marido se afeita; las dos imágenes casi premonitorias que nos advierten del final en la ruta; la camisa floreada que se rebela y rehúsa ocultarse bajo el delantal de maestra jardinera; la elección de la canción que cierra la película; son todos simbolismos que Lorena Muñoz despliega en una obra cargada de sentido y emoción. GILDA, No me arrepiento de este amor es el primer largometraje de ficción de la mencionada directora, quien siempre se desempeñó en el género documental. Su carácter incisivo se demuestra en la intimidad de las escenas, en la abundancia de primeros planos, en el énfasis en las miradas y los gestos. El momento en que Myriam se presenta al casting convocado por el productor musical y tecladista Toti Giménez, por ejemplo, es visualmente exquisito: ella parada frente al micrófono, durita, con la luz que se cuela por la ventana e incide en su rostro mientras comienza tímidamente a cantar las primeras estrofas de "Paisaje"... Muñoz está documentando el nacimiento de una figura angelical y nos invita a presenciarlo en primera fila. Y ahora sí, es momento de hablar de Natalia Oreiro. Sin dudas esta será una película bisagra en la (ya de por sí exitosísima) carrera de la actriz: pase de lo que pase de ahora en más, haga lo que haga, a partir de este momento Oreiro siempre será Gilda en el imaginario colectivo. Y bien merecido lo tiene. Luego de ver la caracterización de Nati (me siento confianzudo), el espectador abandonará la sala sin la menor duda: era la única actriz capaz de interpretar a la cantante. Más allá de sus declaraciones previas a los medios, cuando dejó bien en claro que nunca fue su intención imitar a Gilda (efectivamente no es una imitadora sino una intérprete, y acorde a eso canta con su propio timbre y tono de voz), todo lo que hace a la construcción del personaje... los gestos, el lenguaje corporal, la vestimenta, los peinados, los pasos de baile... Natalia Oreiro ES Gilda. La actriz logra construir a la figura (en su faceta como mujer, como madre y como cantante) de pies a cabeza de una manera impecable. Quizás el punto cúlmine de todo este physique du rol es cuando nos muestran la sesión de fotos realizada para la icónica portada de "Corazón Valiente", su disco más exitoso: hay un plano en particular donde la similitud física entre ambas mujeres es sencillamente asombroso. Respecto al resto del elenco, se compone de figuras que no son comerciales o convocantes, pero todas y cada una poseen una calidad actoral indiscutida: Ángela Torres es Miriam en su niñez/adolescencia (con una escena conmovedora, además de cantar una hermosa y cálida versión de "Sólo Dios sabe", el cover de los Bee Gees); Javier Drolas es el músico, manager y confidente Toti Giménez (en una interpretación que te hace quererlo de principio a fin); Daniel Melingo y Susana Pampín son Omar y Tita, los padres de Miriam; mientras qye Roly Serrano es El Tigre Almada, el discutido mafioso empresario de la movida tropical. Dejo para el final al siempre excelente Lautaro Delgado, quien interpreta a Raúl, esposo de Gilda: un tipo machista, celoso, absorbente y prejuicioso, que en más de una ocasión parece que está a punto de cruzar esa línea de la que un hombre jamás vuelve. Delgado es un actorazo, desenvolviéndose con holgura en un rol que por momentos roza lo oscuro; debería ser más tenido en cuenta por los medios masivos a la hora de las entrevistas en la noche de estreno, en lugar de preguntarle pavadas a ciertos monigotes mediáticos (sí, les estoy tirando un palo porque lo presencié con mis propios ojos en la premiere de Kryptonita y en la de Gilda). También vale la pena mencionar la participación de los músicos de la banda que sobrevivieron al choque: Edwin Manrique, Manuel Vázquez, Danny De La Cruz y Ricardo Fuentes, a quienes se les suma Jordan Otero Larosa como su padre, el también fallecido Raúl Larosa. Todos se interpretan a ellos mismos en la banda, en un gesto que legitimará aún más la cinta ante la legión de fanáticos. Como todo largometraje que representa una época (por más que esa época no parezca tan lejana en el tiempo), la recreación de los escenarios y el vestuario son cruciales para la construcción del verosímil. Y convengamos que los '90 tuvieron un look muuuy particular, especialmente en el ambiente bailantero. Si el diseño de producción hubiera sido inapropiado o poco convincente, le hubiera restado bastante al film; ¡no hay nada más frustrante para aquellos que vivimos una década en particular que verla mal representada en pantalla! Afortunadamente estamos ante una producción de altísima calidad, con cada elemento noventoso cuidado hasta el más mínimo detalle. Si a ello le agregamos extras como la banda sonora, con Oreiro cantando cada uno de los temas, estamos ante una producción de una magnitud pocas veces vista en la industria nacional. Quizás lo único que "no me cerró" fue que... sentí que la película tiene unos 10 minutos de más. Promediando su duración, la historia cae en un pequeño pozo: Gilda comienza a sentirse algo insatisfecha y frustrada por los obstáculos que sigue encontrando en el mundo bailanta, mientras que los problemas de su matrimonio ya son más que evidentes y la culpa por encontrarse tantas horas distanciada de sus hijos se acumula. Aunque estos elementos son necesarios y obligatorios en el guión (escrito por la propia Muñoz junto a Tamara Viñes) para la construcción del personaje como mujer/madre/esposa/hija, la película realmente toma vuelo cuando la vemos a Oreiro en el escenario cantando y tirando pasos (aunque algunas canciones se extienden un poquito más de lo necesario); su presencia en pantalla es tan cautivante, tan atractiva y magnética, que todo se enciende y cobra vida cuando la vemos frente a un micrófono. También confieso (y esto es exclusivamente un interés personal) que me hubiera gustado ver un poco más del lado místico en la historia de Gilda. En definitiva, sólo hay una escena donde se aborda de lleno el tema. Pero es una escena tan buena, tan sensible y emotiva, que me hubiera fascinado que Muñoz profundice un poco más, conocer su mirada al respecto y ver hacia dónde nos conducía como espectadores. Después de todo, ya lo dijo la propia cantante: "Si la música tiene el poder de hacer que la gente se cure, bienvenida sea". Luego de mostrar a Gilda enfrentándose al rechazo y al prejuicio de su propia familia y del ambiente de la música tropical, quienes la consideraban de un estrato social totalmente ajeno a la bailanta y demasiado flaca para ser atractiva (recordemos que se trataba de un entorno por demás cosificador y despectivo hacia la mujer, con sus "bombas tucumanas" y sus "tetamantis"), la directora podría haber decidido concluir la historia en un tono mucho más solemne y triste; no por algo Gilda era conocida como "la abanderada de la bailanta", convirtiéndose en una figura referente del público femenino. Sin embargo Muñoz opta, sabiamente, por despedirla de la mejor manera, del mismo modo que eligieron recordarla cada uno de sus fans a lo largo de estos 20 años: siendo feliz arriba de un escenario. VEREDICTO: 8.0 - NO SE VAN A ARREPENTIR (DE ESTE AMOR) Existen films donde resulta palpable la pasión de los realizadores por el proyecto, y este claramente es uno de ellos. El amor y respeto que sienten Lorena Muñoz y Natalia Oreiro por "Gil" se percibe en cada fotograma de la película. Dejá cualquier prejuicio que tengas (a la cumbia, a la protagonista, al cine argentino) de lado y andá al cine. GILDA, No me arrepiento de este amor es una producción de primera, con una excelente dirección por parte de Muñoz y una caracterización consagratoria de Oreiro.
Luego de todo el culebrón desatado al comienzo de la pre-producción, con J.J. Abrams (director de las dos anteriores), cambiándose la casaca y yendo a dirigir Star Wars; el productor y co-guionista Roberto Orci haciendo lobby para sentarse en la silla de director (y lográndolo), para unos meses más tarde alejarse debido a "diferencias creativas"; y Paramount Pictures incorporando a Justin Lin (responsable de las Rápido y Furioso 3, 4, 5 y 6) como director y ascendiendo a Simon Pegg como guionista, un sudor frío recorrió la espalda de muchos fans. No por la participación de Pegg, claro está: el británico no sólo interpretó a Scotty en las dos primeras entregas del reboot, sino que escribió varias de sus comedias y es considerado uno de esos "actores nerds" que tan bien nos caen. La inquietud venía por el lado de Lin. ¿Realmente era el indicado para completar la trilogía? Afortunadamente, no hay nada que temer: Star Trek Beyond ("Sin Límites" para Latinoamérica) es una excelente adición a esta nueva saga. Para comenzar, debo confesar algo que -creo, en el fondo- va a darle algo más de legitimidad a esta reseña: soy fan a muerte de Star Wars. Durante toda mi infancia (los '80) y mi adolescencia (los '90) ví a la saga creada por Gene Roddenberry como algo... denso, aburrido. Sentía que era necesario ver toda una serie de quichicientos episodios filmada en los '60, más otra decena de films y series televisivas, para comprender bien la franquicia. ¿Por el lado de Star Wars? Pfft, con tres películas estabas hecho y feliz de la vida. Por supuesto, esta sensación mía estaba fuertemente influenciada por "la grieta" sci-fi: si eras fan de SW, no podías ser fan de ST (y viceversa). River vs. Boca, The Beatles vs. Rolling Stones, Chevrolet vs. Ford, Star Wars vs. Star Trek: cuando uno es más pendejo e ingenuo, ve el mundo en absolutos, en blancos y negros; recién cuando empezás a madurar te das cuenta que en realidad hay una enorme variedad de grises en el medio. Esto sin mencionar que la irregular (y por momentos bastannnte floja) trilogía de precuelas de George Lucas me hizo pensar "OK, esto tampoco es un oasis...". Cuando J.J. Abrams, una de esas celebridades nerds que mencionaba antes, rebooteó Star Trek en el 2009, tuvo un éxito arrollador. Esto se debió en parte al pedigrí de Abrams (a esa altura ya estaba consagrado), aunque la clave, para muchos de nosotros, fue que starwarizó las aventuras del Capitán Kirk y Spock: la historia se sentía revitalizada, más divertida, con más acción y, principalmente, más accesible para aquel que jamás siguió la franquicia. Sin Límites comienza cuando el USS Enterprise lleva casi tres años (en su misión de cinco) en el espacio. Esto nos permite ver a una tripulación más unida, más compinche, con todo el abanico de relaciones interpersonales que se pueden gestar en una tripulación transcurrido un tiempo. Además, finalmente vemos al Enterprise interactuar con diversas razas alienígenas, de toda forma y tamaño, en misiones diplomáticas (bah, eso intentan ser). Uno de los temas que viene tratando esta nueva saga es el de legado, la herencia, cómo honrar en vida a aquél que nos inspiró. Esto se ve claramente en el papel del joven capitán James T. Kirk (Chris Pine), a quien todavía lo abruma la sombra de su honrado padre; más ahora, que James está por cumplir la edad que tenía su viejo cuando falleció. Pero también tenemos a Spock (Zachary Quinto), con la figura del Embajador Spock (el recordado Leonard Nimoy). Ambos están por tomar una decisión que cambiará el destino de la nave (uno escapando de su rol, el otro aceptándolo), cuando son convocados a una misión de rescate en una nebulosa, debiendo postergar dicha decisión para más adelante. Por supuesto, esta misión no es más que una trampa perpetrada por Krall (Idris Elba), el villano de turno. Con su flota de naves como enjambre (más de una vez son definidas como "abejas"), Krall despedaza al Enterprise, obligando a la tripulación a separarse y huir en distintas cápsulas de escape. Varados de a pares en un planeta desconocido, los "equipos" de Kirk & Chelkov, Spock & Bones, y Scotty & Jaylah (una alienígena también varada en la superficie), irán reuniendo distintos puchitos de información sobre el verdadero motivo del ataque de Krall y su identidad, para luego reunirse y planear el rescate de toda la tripulación capturada. Justin Lin es claramente un director de acción, y eso se nota en el trepidante ritmo que tiene la película. Una vez que el Enterprise es destrozado en pleno espacio (en una secuencia espectacular, con las "naves abeja" cortándola en pedazos y atrapando en pleno vuelo a las cápsulas que intentan huir), la cinta toma una interesante dinámica, casi de aventura, que explota la química entre los miembros de la tripulación, en especial la dupla conformada por Spock y Bones, quienes se roban las carcajadas de toda la sala en un par de escenas. Visualmente, es difícil que una producción de tal magnitud nos defraude. Y Star Trek no es la excepción. Más allá de la secuencia donde destruyen el Enterprise, Lin sabe desplegar el abanico visual que ofrece una megalópolis futurista como Yorktown, donde mejor se percibe el efecto 3D. Ambas secuencias que se desarrollan en el puerto espacial (una en el primer acto y la otra en el clímax) son deslumbrantes. Desde el diseño de personajes, tenemos de todo un poco. Por un lado, algunos son novedosos y muy bien realizados (como la que tiene esa "mandíbula" en la parte posterior de la cabeza), mientras que otros son los clásicos "alienígenas de cara grande" de Star Trek. Esto se mantiene incluso en las dos principales adiciones al elenco: el diseño de Jaylah (con su rostro blanco tiza y esas líneas negras verticales) es simplista pero terriblemente efectivo, mientras que el rostro de Krall es más... meh. Ya que menciono a Krall, aprovecho para decir que lo único que realmente no cierra en esta entrega es, nuevamente, el villano (¿qué pasa con los villanos últimamente, Hollywood?). Durante 3/4 de la duración del film, Krall es uno más del montón, ooootro alienígena que se quiere vengar de la Federación porque sí, porque le hicieron algo malo en algún momento y ahora les cabió. Lo peor de esto es que un actor de la categoría de Idris Elba está totalmente desperdiciado bajo todo ese látex en el rostro que apenas le permite gesticular, sin destacarse ni justificar su presencia en el elenco; es casi lo mismo que actúe él o Darío Lopilato. De hecho, lo único que permite reconocer al morocho es su voz, cuando en realidad debería ser su interpretación. Actúa mucho más (y mejor) en El Libro de la Selva que acá; y eso que en la otra es un tigre completamente animado por computadora. Afortunadamente, y por motivos que no voy a develar porque serían un spoiler, sobre el clímax, el guión redime un poco a Elba y nos permite verlo como queremos: actuando y chapeando. Lo que más destaco de Star Trek: Sin Límites, además de la relación entre los principales miembros de la tripulación, es que sabe dónde y cuándo meter un chiste para que la audiencia recuerde que, más allá de todo fanatismo, esto es una película para que uno se siente y disfrute y se divierta. Quizás acá es donde se puede intuir con mayor claridad el aporte de Pegg al libreto. El otro punto elogiable es que, a diferencia de la gran mayoría de los reboots, Star Trek rinde homenaje a la serie televisiva y a su elenco de una manera sutil pero muy emotiva (creo que más de un trekkie se habrá aguantado una lagrimita en esa escena); en la primera producción de la franquicia posterior al fallecimiento del enorme Leonard Nimoy, la película lo recuerda y saluda como debe ser, y luego simplemente se retira y sigue con lo suyo, sin extenderse ni abundar en sentimentalismo barato. Ah, y aunque la manera en que Kirk y el resto logran revertir el plan de Krall es, en definitiva, lo más cliché del género de ciencia-ficción (¡estos alienígenas no aprenden más!), es absolutamente imposible no mover la cabeza al compás de la banda sonora (quienes vieron todos los avances y son avispados, se darán cuenta de qué hablo). VEREDICTO: 8.5 - ENTRETENIMIENTO SIN LÍMITES Simon Pegg y Justin Lin disipan cualquier inquietud: Star Trek: Sin Límites es tan buena (o mejor) que las dos anteriores. Con un muy buen ritmo, una dinámica interesante y una excelente química entre los miembros de la tripulación (sumado a las dosis justas de humor y nostalgia hacia la serie original), esta tercera entrega sigue demostrando cómo debe hacerse un reboot. Un correctísimo homenaje en el 50º aniversario de la franquicia.
Secuela de Bailando con el Peligro, película hecha entre amigos en el año 2002, Nacido para Morir se estrenó en el 2014 en el Buenos Aires Rojo Sangre, fascinando tanto a los espectadores como a los jurados; prueba de ello es que se llevó la mayoría de los premios de la competencia internacional. Afortunadamente para quienes no la hayan visto, esta semana vuelve a la pantalla grande en el Cine BAMA, y en esta review te contamos por qué no te la podés perder. El agente Marcelo Riesgo (Leandro Cóccaro) se embarca en la captura del maléfico villano Cara de Póker, no sólo porque es el villano de turno sino también porque de esa captura depende limpiar su buen nombre y saldar deudas del pasado. Apoyado por su fiel compañero Guadalajaraman (Andrés Borghi), quien también atraviesa un interesante arco de transformación, se enfrentan a una serie de antagonistas que no tienen nada que envidiarle a James Bond: los ninjas “Maniáticos de la Limpieza” , el asesino a sueldo Víctor Patíbulo (un sorprendente Simón Ratziel) y el ya mencionado Cara de Póker. La película es una clásica cinta de agentes en clave cómica con un excelente ritmo. La principal fortaleza de la película es el trabajo de guión: hay una construcción de personajes y una causalidad de eventos contundente, que se hilvanan sobre una estructura sólida. Claramente Borghi sabía qué historia quería contar, y todo apunta en la misma dirección. Incluso los momentos cómicos están estratégicamente colocados para no destruir climas ni tensiones. Desde las actuaciones se termina de sellar la verosimilitud de la propuesta. En los roles principales, además de los nombres ya mencionados, destacan Nicolás Stilman (que de hecho no es actor) en el papel de Baniatto, el agente enemigo de Riesgo; Vanina Balena como Molly, la hermana de Baniatto en torno a la cual se estructura la subtrama romántica de la película; y en algunos papeles menores pero impecables Estéban Prol, Rocío Rodríguez y Laura Raggio. Mención aparte para el experimentado Germán Baudino, quien compone al Dr. Pupete (un experto en salsas picantes cuyo secuestro detona toda la trama), y sabe poner el cuerpo para retratar todos los matices que el personaje requiere. Mención aparte #2 para Leandro Cóccaro como Marcelo Riesgo: así como Ryan Reynolds es Deadpool y Margot Robbie es Harley Queen, Cóccaro nació para morir. No, mentira, nació para ser Marcelo Riesgo. Lo hemos visto siempre correcto, por ejemplo en la serie web Martín Mosca y en Corazón Muerto entre otras producciones independientes o no, pero es realmente en este playboy audaz donde alcanza la cima actoral (¿Tendremos un Nacido para Morir 2?). Desde la realización la película transmite fuerza, convicción, huevos. Está hecha con un presupuesto mínimo y, aunque se nota, nunca se achica, siempre apostando a más. Se deja entrever una obsesión casi milimétrica porque cada plano tenga el tamaño, la angulación y la duración adecuada. Sí es cierto (no son todas flores, por supuesto) que hay cierta desprolijidad en la calidad final; por momentos da la sensación que algunas secuencias fueron grabadas más a las apuradas que otras que incluyen movimientos de cámara con grúas y travellings. Nacido para Morir cuenta con banda de sonido original, algo no muy habitual en este tipo de producciones, compuesta por Pablo Borghi, hermano de Andrés y uno de los principales compositores del cine nacional del momento: suma muchísimo la musicalización incidental a la hora de generación de climas y tensiones. Por último, no podemos omitir mencionar la calidad de los efectos visuales que, hoy por hoy, a casi dos años de su estreno, no han sido igualados a nivel independiente (y de hecho muchas producciones grandes son bastante más berretas). Explosiones y modelados realistas en 3D a la cabeza, la riqueza de estos efectos es que saben ir de la mano armónicamente con el resto de la película. Podrían haber sido más artificiales, más pretenciosos (está a la vista de todos que el talento y la capacidad estaban), pero se tomó la sabia decisión de optar por la coherencia general. VEREDICTO: 9.0 - NACIDO PARA BRILLAR A pesar de algunas desprolijidades, Nacido para Morir es sin duda uno de los mejores exponentes del cine nacional independiente de los últimos años. Con fuerza, convicción y seguridad logra contar una historia que cierra y, además, se atreve a hablar de temas universales como el amor y la amistad