En épocas de secuelas y remakes, era extraño no encontrar una continuación al neo-clásico de Disney llamado Frozen, que estrenó por 2013 y abrió una catarata de venta de trajes de princesa azul, pelo blanco y mucha interpretación sobre la salida del clóset al ritmo de “Libre Soy”. Pero el billete manda, y seis años después (y habiéndose estrenado un corto en el medio) tenemos en cines Frozen 2. Repiten Chris Buck y Jennifer Lee en la dirección, y el cuarteto original compuesto por Kristen Bell (Anna), Idina Menzel (Elsa), Josh Gad (Olaf) y Jonathan Groff (Kristoff). ¿La historia? Las hermanas llevan adelante al pueblo luego de los eventos de la primera parte, Anna y Kristoff siguen en una relación donde él tiene ganas de casarse, Olaf está feliz ahora que está compuesto de hielo eterno y Elsa escucha un cántico que la llama más allá de los confines del pueblo. Frozen 2 indaga nuevamente en el descubrimiento, pero mientras que en la primera parte era sobre los poderes y dejar de estar a la sombra, ésta vez es sobre quienes somos en relación a nuestro pasado, a nuestros padres y la conformación de nosotrxs personas a partir de saber de donde venimos. La película arranca con la pregunta que nunca nos hicimos “¿cómo obtuvo Elsa sus poderes?”, algo que dimos por hecho sin preguntarnos si era “normal”. Ahora, con un cántico de una voz reconocible, Elsa y su familia entrarán a un bosque perdido en el tiempo para entender que pasó con el abuelo y el padre de la reina y su hermana, y sus papeles en un guerra que hubo con un pueblo mágico ahora desaparecido. Todo esto en clave musical, porque Frozen es (más que nunca) un espectáculo musical digno de Broadway, luego del éxito de la adaptación de la primera parte, parece que ya está todo listo para llevar la segunda a los escenarios. Las canciones no tienen la fuerza y la contundencia de “Let it go“, sin embargo “Into the unknow” es un gran tema musical, y “Show yourself” también; pero el premio se lo lleva “Lost in the woods“, cantado por Kristoff en clave rock glam de los 80s con un videoclip delicioso. Olaf se lleva las palmas con una secuencia donde actúa y resume la primera parte en clave comedia, y Anna se pone al hombro la mayor parte de la acción de la película y a pesar de no tener poderes es una gran heroína. Por otra parte, los personajes nuevos son pocos y no tienen mucha participación, salvo las personificaciones de los 4 elementos (agua, fuego, tierra y viento) que tienen una importancia relevante en el relato. Frozen 2 es un bonito show de luces y sonidos, con algunas pinceladas de terror (algo que se agradece) y mucho foco en los personajes y sus relaciones. El factor de lo mágico gana puntos y eso suma mucho a la saga, que regala un espectáculo digno de disfrutar con niñxs o en soledad gritando a viva voz que vamos hacia lo desconocido. Y nos encanta…
2019 va a ser un año bisagra para el cine: además del regreso de Tarantino a la pantalla grande y de Scorsese a la pantalla (no tan) chica, fuimos testigos del fin de un proceso de entretenimiento transmedia que se llamó Avengers: Endgame, y ahora mismo volvemos a darle un cierre a una saga que definió para siempre el cine de entretenimiento y acompañó a varias generaciones desde su estreno (cuando no era Episodio IV) allá por 1977. Star Wars cierra su derrotero de la ahora llama “Saga Skywalker” con su novena entrega: El Ascenso de Skywalker, habiendo cambiado para siempre el paradigma del negocio audiovisual a través del merchandising, los productos satélites y el concepto de precuelas/secuelas. Entender la novena parte de esta saga en un todo en el tiempo es esencial para un análisis certero, porque al igual de lo que sucedió con Endgame esto ya no es sólo una película, es una franquicia, una maquinaria ideada por Disney para perpetuarse en el tiempo jugando en una lógica entre lo melancólico y lo nuevo. La idea ya no es contar historias nuevas, sino vivir en un hilo finito y endeble entre vender muñecos nuevos, videojuegos, comics, novelas y a la vez intentar mantenerse jovial para que el demográfico no sea +45. Y ahí veo necesario detenerse, y analizar un poco el bloque de cada una de las tres trilogías por separado… (pueden saltearse todo el análisis e ir a la reseña si así lo desean). Tres veces tres La trilogía “original” y la que todos aman surgió en 1977. A pesar de estar avanzada en su tiempo, los efectos visuales no sólo son impresionantes sino que fueron la vara en la que se midió todo el cine de verano de ahí en adelante. ¿La historia? Una Soap-Opera Espacial (género arbitrario por demás) que seguía las peripecias de un granjero (Luke Skywalker) en un planeta olvidado y distante que se convertía en un caballero poderoso para derrotar al Imperio del mal que tenía como lugarteniente principal a su padre (Darth Vader). En el medio, una hermana princesa revolucionaria (Leia Organa-Skywalker), un antihéroe carismático con un amigo peludo (Han Solo y Chewbacca) y por sobre todas las cosas un concepto new age que modificaría para siempre la sensación al pararse frente a una puerta corrediza automática: LA FUERZA. La trilogía tuvo continuación en 1980 y tercera parte en 1983, y la segunda parte es considerada por la mayoría como la mejor. Se vendieron millones de muñecos, Marvel publicó cientos de comics y todo fue alegría. Su creador, George Lucas, decía todo el tiempo que esto formaba parte de una saga de seis partes, o nueve, de acuerdo en qué momento de la vida hacías la pregunta. En 1999 fue momento de reavivar la llama y de volver a meterse en esta galaxia muy muy lejana. Los efectos visuales ya eran moneda corriente y el tío Spielberg había demostrado con Jurassic Park que había con qué. Pero George Lucas se dejó llevar por los cantos de sirena de los VFXs y no estuvo a la altura de las circunstancias. En este caso conoceríamos el nacimiento y caída de Anakin Skywalker, quien en el futuro se convertiría en Darth Vader por odiar la arena (eso entendimos). También vemos la caída de los Jedi (una orden antigua que usaba la fuerza) y el ascenso de el Imperio en manos de los Sith (enemigos naturales de los Jedi). Todo esto aderezado con discusiones parlamentarias, efectos visuales defectuosos y muy malas actuaciones. Las precuelas (como se llamaron) se estrenaron en 1999, 2002 y 2005, fueron escritas y dirigidas por Lucas y terminaron llevando la saga a un ostracismo total hasta que llegó… Disney. En 2012 Disney compra Lucasfilm, quedándose con el negocio millonario de Star Wars y produciendo una nueva trilogía que se desarrollaría en 2015, 2017 y 2019. Continuaría a lo que sucedía en la trilogía original e intentaría atraer a toda una nueva generación de futuros compradores de merchandising. Esto no era tarea fácil ya que: muchos habían abandonado el bote luego de las precuelas, y por otra parte el elenco original estaba cansado o en otra. Peeeeeeero… llegó el Sr. Billetín y con él El despertar de la Fuerza. En este caso seguíamos las peripecias de una suerte de pepenadora (Rey) en un planeta olvidado y distante que se convertía en una caballera poderosa para derrotal al Imperio del mal que tenía como lugarteniente principal a un chico con el que tiene mucha conexión (Kylo Ren). En el medio, una princesa revolucionaria (Leia Organa-Skywalker), un antihéroe carismático con un amigo robótico y redondo (Poe Dameron y BB8) más un antihéroe carismático con un amigo peludo (Han Solo y Chewbacca) y un desertor del Imperio (Finn). La fórmula tenía muchos parecidos a la primera película y esto dividió las aguas tanto entre los que gustaron de esto, como los que creyeron sentirse estafados por la repetición. Eso cambió en 2017 con Los últimos Jedi, donde la polémica se hizo mas potente que la fuerza del maestro Yoda: un cambio de paradigma total, ideas jugadas que sacaban del lugar de comodidad, una cantidad gigantesca de agujeros de guión y un final que llevó al paroxismo la discusión en redes sociales bajo el lema: “Not my Luke” (no es mi Luke). En este escenario, se desacralizaba la idea de los Jedi, la fuerza y Luke Skywalker; se relativizaba el pasado de Rey (era una don nadie) y se instauraba la idea que nada era tan blanco o negro. Claro que esto enervó a jóvenes y grandes por igual, colocando en un lugar incómodo a Disney que volvió a contratar a J J Abrams (el director del Episodio 7) para hacerse cargo del final de la saga y ver de volver a encontrar ese fino límite entre lo conocido y lo… nuevo. Una despedida que lleva años La saga de Star Wars, entonces, se resiente del mismo problema que los comics: tiene que mantenerse igual a través de todo el tiempo y al mismo tiempo reinventándose. Bruce Wayne tiene que seguir siendo Batman a pesar que tiene buenos personajes para que lo sucedan, pero “para la gente común” no serían Batman. En el universo de SW estamos en una Galaxia Muy Muy Lejana, GIGANTESCA, pero siempre encontramos a los mismos personajes y todos por una cuestión u otra están relacionados. El inicio de El Ascenso de Skywalker actúa como una respuesta a los fans y a Rian Johnson (director de Episodio 8), se plantea un “nuevo” villano que maneja los hilos desde el fondo y qué cuál Mago de Oz fue el responsable de Snoke, de Kylo Ren, de Rey, y de la devaluación luego de las PASO. En el medio de todo esto Rey se encuentra entrenando con Leia para ser más poderosa en la fuerza y la Resistencia está diezmada. A diferencia de Los Últimos Jedi, acá tenemos a todo el equipo nuevo junto durante casi toda la película, el trinomio Finn / Rey / Poe crece y se consolida con una trifecta nostálgica telonera compuesta por C3PO (en su mejor participación en años), Chewbacca y Lando Calrissian, que vuelve para despedir la saga como corresponde (y no es el único). ¿El objetivo? Derrotar a la armada definitiva: La orden final. Una legión de naves espectrales con la capacidad de destruir un planeta (ya ni es necesario otra Estrella de la Muerte, ahora son todas). En el medio de esto, Rey va a descubrir su origen y objetivo final, Kylo Ren va a ser lo mejor de la cinta mostrando matices y contradicciones, Finn va a tener algo que hacer en lugar de sólo huir y van a aparecer un par de personajes nuevos con potencial pero muy poco tiempo en pantalla cómo para destacar (o sea, es la novena película gente). Hurgar más sería entrar en detalles, pero si sos amante incondicional de la saga, la última hora va a ser un viaje emotivo que te mantiene con un nudo en la garganta y del que no te conviene estar al tanto antes de sentarte en la butaca. Pero claro, el viaje emotivo también tiene sus turbulencias: todo es casual, todo esta puesto para forzar la narración en una dirección. Las sorpresas no son tales, porque huelen más a bálsamo para el humor de los fans que buscaban a su Luke maestro groso, a Leia no volando por los aires y a Kylo y Rey casándose entre flores como Anakin y Padme en Episodio 2. El villano parecía conocer al detalle todo lo que iba a suceder, pero a su vez parece no estar en control total. Dos puntos interesantes y que la separan de otras películas de la saga: el tono terrorífico es algo que nunca vimos y que se agradece enormemente, algo heredado de los comics donde se cuentan historias de los Siths, y por otro lado el tema de la aventura. Una aventura más cercana a Indiana Jones que a la espada y hechicería espacial, y que le da un toque diferente al cierre de la saga, que a su vez puede emparentarse (un poco, no se asusten) con lo que fue Episodio 6. Star Wars Episodio 9: El Ascenso de Skywalker es difícil de analizarse como película unitaria, si así se hiciese sería ilógica, irracional, imperfecta, hasta en algunos puntos intentendible. Pero si tomamos la foto de una historia que arrancó en 1977 vamos a ver el gran entramado que hay detrás, una narración mítica donde el bien y el mal se enfrentan entre generaciones, y las postas se van pasando de abuelos a nietos. Así como en la vida, pero con sables laser y en una galaxia muy muy lejana. Esa misma que no volveremos a ver con los ojos de Skywalker nunca mas.
Rian Johnson (el encargado de la polémica Star Wars Episodio 8) dirige y escribe esta película que se enmarca dentro del género de whodunnit… ¿qué? Sí, este es un sub-género, ese heredado de las novelas de Agatha Christie, de Sherlock Holmes donde un asesinato sin resolución pone en jaque a un grupo variopinto de personajes que tienen (en su mayoría) las razones para llevar a cabo tamaña atrocidad. En este caso el misterio, las vueltas de rosca, el relato divergente a través de relatos de culpables lleva el metraje adelante con hidalguía a pesar de superar las dos horas. En la mañana después de su fiesta de cumpleaños número 85, el acaudalado escritor de novelas de misterio Harlan Thrombey (Christopher Plummer) es encontrado muerto en su propiedad. El famoso detective sureño Benoit Blanc (Daniel Craig) se alista en el caso y desconfía de un juego sucio. Todos son sospechosos y sospechosas y, a medida que se acerca la lectura del testamento y la investigación se calienta, la familia de Harlan, que se empeña en su dinero, comienza a revelarse como mucho más intrigante y competitiva de lo que parece. Porque ante todo, la familia Thrombey es una foto de lo que es la sociedad: personajes empáticos, rastreros, ladrones, anodinos, mentirosos, bondadosos… hay de todo, cada uno parece cumplir un rol actancial en un modelo que se parece mucho a lo que sucede en las reuniones familiares de fin de año. Hasta uno de los personajes es un troll de derecha en redes sociales, habrase visto. Pero no sólo eso, sino que esta familia es estelar con los ya nombrados Daniel Craig y Christopher Plummer, más Chris Evans, Jamie Lee Curtis, Michael Shannon, Toni Collette, Lakeith Stanfield, Ana de Armas, Don Johnson, Katherine Langford y Jaeden Martell. Y no sólo esto, además cada uno de los actores y actrices están a la altura, enalteciendo el relato con una tridimensionalidad que se agradece mucho para sobrellevar el ida y vuelta que tiene la historia, y haciéndonos creer cuando los héroes se convierten en villanos y viceversa. Entre Navajas y Secretos es una película de actores, que los tiene como piedra basal y a la vez fertilizante, demostrando que Rian es un gran director de actores logrando ecualizar las diferentes energías y escuelas actorales en un mood muy propio y particular que, como dije antes, enaltece el relato. Tanto Daniel Craig como Ana de Armas son los motores principales, pero se agradece mucho la incorporación a mitad de la película de Chris Evans y todos los matices de Toni Collete. Cómo toda historia de misterio, uno puede ir intentando adivinar lo que sigue, pero las vueltas de tuercas van moldeando la tensión de manera muy prolija y nos ofrece un plano final que dan ganas de aplaudir y ponerse de ese lado de la mecha por siempre. Entre Navajas y Secretos parece haber salido de otros tiempos, de la época del star system con figuras de relevancia, planos y tiempos prolijos, y una trama que entretiene y nos invita a pronosticar lo que viene como si fuésemos la persona del clima, pero todos y todas sabemos… casi siempre vamos a fallar.
Ari Aster no es un director que pase desapercibido, después de dirigir diversos cortometrajes saltó a la fama con El legado del diablo (Hereditary, 2018), una película “de terror” que abrió muchos debates entre los amantes del género y que lo convirtió en un referente a pesar de haber dirigido un solo largometraje. Un año después llega Midsommar, su nueva película, y Aster vuelve a incursionar en el género para reversionarlo y meter su propia impronta. Dani (Florence Pugh) no la tiene fácil, su hermana tiene tendencias suicidas y decide no sólo irse del mundo, sino llevarse a sus padres con ella. Entra en una depresión importante, a la que Christian (Jack Reynor) su anodino novio no puede apoyar y consolar. Él sólo quiere terminar la relación, pero no se anima a dar el paso dadas las circunstancias. La posibilidad de arreglar las cosas aparece de la mano de Pelle (Vilhelm Blomgren) un estudiante de intercambio amigo de él que lo invita con su grupo (conformado por Josh y Mark) a conocer una celebración pagana sueca que se lleva a cabo cada 90 años y que se llama Midsommar. Christian decide unilateralmente invitar a Dani a que los acompañe a ver si eso la hace sentir mejor. Pero nada es lo que parece… La película se vende como “una de terror que ocurre de día”, pero lo cierto es que no es tan raro en el género. Lo nuevo de Aster parece ser una reversión moderna de ese clásico de culto llamado The Wicker Man de 1973, protagonizada por el incombustible Christopher Lee. Sí, hubo una remake protagonizada por Nicolas Cage en 2006 pero todos decidimos olvidarla. ¿Con qué se encuentra nuestro grupo de 5 amigxs? Un lugar paradisíaco, alejado de la tecnología, con gente vestida de blanco y sonrisas sostenidas ad-eternum. ¿Qué hay detrás de eso? Un culto, sangre, asesinatos, gente mayor desnuda, sexo entre parientes y un libro profético que parece más antiguo que la cultura occidental. Midsommar es un recorrido emocional y de sensaciones. Imágenes potentes y a la vez preciosas con un uso de la cámara muy preciso y una fotografía clara, simétrica y profunda. El horror se va apoderando de la historia de a poco, primero a través de la extrañeza, a la otredad a partir de este culto añejo y diferente; luego por usos y costumbres rituales, tan diferentes a los y la protagonista; y finalmente un festival de sangre, drogas, sexo y horror. Existe una versión extendida, un corte del director, que tiene aproximadamente media hora más de material… sólo para quienes tienen paciencia y el estómago de hierro. Midsommar vuelve a crear una grieta, vuelve a hacernos pensar al respecto del género y cómo crear horror… y no es algo para tomar a la ligera.
Dos hermanos viven en una casa ochentosa, derruida, de esas repletas de objetos anacrónicos y marchitos, de botellas con vidrio esmerilado, con colores pastel y amarronados. Su padre, un hombre muy enfermo y con tendencias suicidas, fallece y la tercera hermana (en este caso, hermanastra) vuelve de España para llevar a cabo toda la burocracia. ¿Qué podría salir mal? Piedra, papel y tijera es una co-dirección, y ambxs directores estrenan título como tales. Macarena García Lenzi es dramaturga y directora de teatro. Dirigió Tripas Corazón, Sangre de mi sangre y Mis cosas preferidas. Esta es su primera película como directora, siendo una adaptación de su obra Sangre de mi sangre. Martín Blousson, por su parte, es montajista y guionista. Escribió La Memoria del Muerto (Valentín J. Diment) y participó de los guiones de Hermanos de Sangre (Daniel de la Vega) y El Eslabón Podrido (Valentín J. Diment), entre otros. Tuvo a cargo el montaje de La Memoria del Muerto, Necrofobia (Daniel de la Vega), La Valija de Benavídez (Laura Casabé) y la multipremiada El Eslabón Podrido, también de Diment, entre otras. Antes de encarar esta primera co-dirección en ficción dirigió el documental El Sentido Derby, estrenado en el BAFICI 2016. La producción es del gran Valentín J. Diment, que además de El Eslabón Podrido dirigió dos documentales muy fuertes como Parapolicial negro, apuntes para una prehistoria de la AAA y La Feliz: Continuidades de la violencia. Estamos frente a conocedores del género y sus diferentes facetas. La dinámica es clara: el juego del gato y el ratón (en este caso, cobayo) se inicia cuando Magdalena (Agustina Cerviño) sufre un “accidente” y queda postrada en la cama de la casa de sus hermanastros, la misma que alojó a su padre cuando éste estaba moribundo. María José (Valeria Giorcelli) y Jesús (Pablo Sigal) comenzarán a mostrar la hilacha y a generar alianzas y traiciones alrededor del nuevo integrante. Claro, los nombres son una clara alusión bíblica, pero no se detiene allí… la película del Mago de Oz, aquella de 1939 también tiene un juego metatextual, con la guerra entre las dos brujas: la del Este y el Oeste. E incluso… un momento musical. La casa, los colores y el arte engalanan un duelo actoral muy interesante, convirtiéndose en un protagonista más a través de una paleta que se va modificando a medida que las alianzas hacen lo propio, y a través de diversos elementos vintage que tendrán una repercusión importante en el relato. Esa calma que genera la casa (que es imposible que no nos recuerde a nuestrxs abuelxs) va jugando de contrapunto a la tensión entre los personajes, llegando a dar ganas de gritar “¡SALI DE AHÍ MARAVILLA!” a grito pelado en la sala. Con buenas actuaciones, un aprovechamiento del poco presupuesto en estas producciones a través del arte y las paletas cromáticas, una tensión que recuerda a Misery, ¿Qué pasó con Baby Jane? y El bebé de Rosemary, y bastante humor negro, Piedra, papel y tijera termina siendo una muy buena opción para meternos de lleno en ese terror que no te hace dar saltos a través de jump scares, pero que una vez que termina te das cuenta lo tenso que estaban cada uno de los músculos agarrados a la silla. Y necesitamos un spin-off del cobayo, claro está.
Hernán Findling es un viejo lobo de mar del género en Argentina, productor de primeras películas de muchos directores consagrados, siempre anda buscando nuevos guiones, historias… se lo ve siempre en los pasillos a fin de año del Festival Buenos Aires Rojo Sangre, y de allí surge el germen de lo que es su nueva película, esta vez como director. Estamos hablando de Crímenes Imposibles. Durante 2015 se realizó un concurso de guión en el BARS (las siglas del festival en cuestión) en donde el premio era dinero y la posibilidad de ver la película en cines comerciales, algo casi imposible para cualquiera que quiera dar ese paso. Este premio lo gano Nora Leticia Sarti, y su guión que se centraba en una monja que asesinaba gente de maneras improbables fue modificado por Findling para adaptarse a algo que estaba buscando, y así nació el proceso que dio inicio a lo que hoy vemos en pantallas de todo el país. ¿La historia? Lorenzo Brandoni (Federico Bal), un hombre con una pérdida en el pasado y una familia feliz ve su mundo derrumbarse tras un accidente automovilístico. Mucho tiempo después, y siendo detective en un extraño mundo anacrónico, da con el caso de una monja de nombre Caterina (Sofía del Tuffo, que vimos en Luciferina) que jura ser la asesina de una mujer pero que el homicidio lo cometió desde la distancia, con una maldición. Al principio todo es incredulidad, pero luego cuando otros cuerpos aparecen y la información coincide, Lorenzo comenzará a creer que algo singular está sucediendo. La aparición de un cura exorcista (el padre Miguel, interpretado por Guido D´Albo) pondrá el elemento sobrenatural que falta para ir acomodando el relato que se va volviendo más y más exótico hasta un final con una vuelta de tuerca un poco predecible para aquellos y aquellas que estamos atentxs. La factura técnica de la película no puede criticarse, se ve y escucha muy profesional y no teme en ofrecer movimientos de cámara jugados y constantes, conformando una suerte de montaje interno que se agradece mucho en épocas (justificadas por poco tiempo de rodaje) de puestas más televisivas y conformadas por un plano y su contraplano. Los efectos visuales son muy buenos, al igual que algunas ideas gráficas como la de la sobre-exposición de la luz. El centro de todas las miradas está puesto en la participación de Federico Bal como protagonista, y a pesar de cierta predisposición negativa, su actuación (que a veces se va un poco del tono) se ve muy cuidada y cercada tanto por su co-protagonista Sofía (con más experiencia, y también en el género) cómo por su compañero de armas Julito (interpretado por Marcelo Sein y que aporta una muy agradecida cuota de humor). Habrá que ver como avanza su carrera y si estamos frente a un actor completo de cine, ya sabiendo que se viene una nueva película producida por Findling que también lo tiene como protagonista… La película comienza como una de terror, se convierte en un thriller de suspenso y luego va mutando en una suerte de película de auto-ayuda new age que juega todo el tiempo con el concepto de la fe y la redención a pesar de todo. ¿Sos de las personas que disfrutaron consumiendo best-sellers como La décima revelación de James Redfield? Sin dudas, esta puede ser tu tipo de película. El cine argentino no está en su mejor momento, la falta de presupuesto, de estrenos constantes… sumado al problema de la distribución y que el público siempre mira de costado cuando llegan productos diferentes al “costumbrismo realista” (discutamos este concepto en otro momento), un proyecto como Crímenes imposibles busca romper ese preconcepto, con un trailer con gancho, un cartel atrayente, una figura de la farándula y una película que se ve y oye bien. Nada mal para arrancar el camino…
Daniel de la Vega es un director argentino arriesgado. Incursionó en los inicios en películas de terror directo a video en inglés para el mercado yanqui (con La muerte conoce tu nombre), hizo cine de terror en 3D (Necrofobia) o hasta películas de terror en inglés con Faye Dunaway (Jennifer´s Shadow, co-dirigida con Pablo Parés). Además humor negro (Hermanos de Sangre) y terror con caras reconocidas de la tele (Ataúd Blanco). Con este prontuario no es extraño que para su nueva película elija contar una historia en blanco y negro, un misterio Agatha-Christiano digno de Allan Poe con un asesinato y un gato negro incluído. Si pensás, salís… Punto Muerto cuenta la historia de un escritor (interpretado por el gigantesco Osmar Nuñez), que parece haber encontrado la solución al famoso misterio del cuarto cerrado: una muerte en un lugar cerrado, sin posibilidad de entrar o salir, y en el que nadie sabe quien fue el responsable. Claro que la crítica (representada por un muy buen Luciano Cáceres) no le cree y lo enfrenta a otro escritor (interpretado por dignamente por Rodrigo Guirao Díaz), uno más novel que el protagonista, que lo admira profundamente y que a su vez funciona como potencial amenaza. De repente, una muerte muy similar al escrito ocurre, y Luis Peñafiel (nuestro protagonista) queda en la mira como un posible asesino. La película, ambientada en una posible realidad entre los 40s y 50s, es un gran ejercicio de estilo; la música, el sonido, la composición y sobre todo la fotografía son pilares en los que se apoya una producción que ya de por sí se sabe que no tiene el presupuesto de las grandes producciones. Pero, por suerte, no es necesario justificarla: la película se mantiene por sí sola. Daniel de la Vega vuelve a apostar y vuelve a ganar, apoyado por un gran trabajo actoral, en el que también participan Natalia Lobo, Enrique Liporace y la bellísima María Eugenia Rigón. El gato estuvo aquí Punto Muerto es un mecanismo de relojería, cada uno de los elementos cinematográficos están a disposición del relato. Un relato que (como sus fuentes) se va cocinando a fuego lento, con una conclusión que nos hace pensar cuanta casualidad hay en que se estrene el mismo día que Guasón. En tiempos donde no es común ver muchos estrenos nacionales de género, es para festejar la aparición de un producto como éste, jugado, diferente, tan lleno de cine.
La grieta atraviesa fuertemente cualquier conversación digital (y no) hoy en día, y el cine no está exento. Que sí Avengers, que sí Batman, que sí el mostacho de Superman, que sí copiar esquemas que funcionaron… El estreno de Guasón (Joker para les amigues) puede leerse de dos maneras: como un elemento más para agrandar la grieta, o cómo una manera de saltarla, evitarla, achicarla… Lo que Todd Phillips (The Hangover, Old School, War Dogs) hizo es de otro planeta, aprovechando el rugir económico de las películas de superhéroes, se puso la capa para hablar sobre la demencia, el pobre sistema de salud estadounidense, la violencia armamentística, el espectáculo morboso, etc… Tenemos que hablar de Arthur Fleck El Guasón (a partir de ahora, Joker) es un personaje reconocido en la cultura pop. A niveles sintéticos es el antagonista principal de Batman, pero como su contracara los niveles de complejidad que conlleva el personaje, su destrozada psiquis, y esa sensación de libertad (tan explotada por Ledger en la trilogía de Nolan) lo convierten en un entretenimiento por sí mismo. Piensen lo siguiente: ¿recuerdan más las películas de Batman con o sin Joker? ¿Recuerdan todos los personajes que interpretaron a Batman en cines y series? ¿Y del Joker? Esa misma complejidad permite a los actores abordarlo desde diferentes aristas (no olvidemos que en universo de los comics, puede que existan 3 Jokers conviviendo al mismo tiempo), y a nosotrxs esperando a ver con qué nos sorprende el nuevo intérprete. Esta simpleza en la complejidad posicionan al Joker como un personaje “evergreen”, cómo dicen las empresas de medios: es un personaje vigente todo el tiempo y que puede acomodarse a cada coyuntura. Es en este escenario que la jugada de Phillips parece ser maestra. Pudiendo caer en un error de forzar la conexión con un universo expandido de DC algo confuso, decide llevar adelante un proyecto separado (o no…) y explotar sus filias y fobias desde allí. Ofreciendo un espectáculo amargo, espeso, incómodo… villanesco. Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) es un hombre con transtornos psiquiátricos, tiene una enfermedad que lo hace reir compulsivamente aunque no quiera hacerlo. Su madre se encuentra postrada en un departamento desvencijado y él se gana la vida vendiendo publicidad disfrazado de payaso y soñando con ser comediante de stand up. Su pasado es algo incoherente y su futuro no parece tener mucho vuelo. Pequeños sinsabores diarios y cachetadas burocráticas van a comenzar a convertir a este pobre hombre en un sociópata asesino que con su accionar va a poner de pie a una parte de la sociedad de Gotham (Ciudad Gótica para los que veían la serie de Adam West) que ya no aguanta más que los ricos gobiernen solo para ellos, olvidando a los de abajo. Todo esto engalanado por artistas como Robert De Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy o Brett Cullen. Que no es un antihéroe… es un villano Las primeras impresiones de la película levantaron polvareda: que aprueba la violencia, que no es de superhéroes, que Marvel lo hace mejor, que el Oscar a Phoenix, y un largo etcétera. Joker no es una película sencilla. No es “divertida” y simple. No es pasatista. No es para ver de reojo en la gran plataforma de la N mientras hacemos otra cosa para luego contar en redes que vimos toda una temporada de un tirón. Joker es una película que te requiere atento, activo, pensante, sintiente. Te genera dudas, te cambia el punto de focalización, te demuestra que sólo existen los grises… no es una película de superhéroes entendida como Infinity War. Es el siguiente paso de la evolución, eso que se demostró tibiamente con Logan, el género superheroíco se estableció tan fuertemente que ya comienzan a surgir productos que fusionan los géneros. Pasó con Brightburn y el terror, pasa con Joker y el thriller policial / drama. Y recordando siempre lo más importante: el Joker es un VILLANO, no es un antihéroe, no es Punisher… que gane él es que gane el mal. Y eso en tiempos tan edulcorados es un poco molesto… incómodo. ¿Hay conexiones con Batman? ¡Pues claro! Algunas mas inteligentes que otras. ¿Se puede leer como parte de otros Jokers y Batmans que hemos conocido? ¡Por supuesto! Pará… ¿puede incluso relacionarse con el Batman de Pattinson? ¡Para que te digo que no, sí si! Tantas capas, tantas aristas, tanto a la interpretación… Phillips decide no cerrar las puertas a un universo expandido y en eso saltea totalmente la grieta, aprovechando para hablar de cosas que quería. Robert De Niro es un presentador televisivo, usado para una crítica de los medios incluso en tiempos de los 70s/80s. Zazie Beetz es el “interés romántico” que muestra lo que le sucede a la gente común. Frances Conroy es su madre, y sufre ante la falta de ayuda del estado ante un problema de salud, mientras evita escarbar en el pasado de ambos: madre e hijo. Y Brett Cullen es el meritócrata que buscar ser gobernador, que cree que puede sacar adelante a Gotham City a pesar de venir de un stablishment alejado de “la gente común”. Interpreta a un personaje conocido, y como tal, aprovecha la poca información para mostrar todos sus matices. Puede ser un faro de esperanza, o un garca neoliberal. El show del payaso Dolor, muerte, asesinato, medios, corrupción, problemas en los sistemas de salud estatales, personajes profundos, claroscuros, justicia… La grieta va a existir desde siempre, pero la existencia de películas como Joker puede ser la gasa que cure este mal que nos aqueja. Y a la vez nos permite sentirnos interpelados de manera oscura y adulta con un personaje que podría considerarse infantil. Pero tengamos en cuenta: el payaso homicida nunca debería tomarse a la ligera…
Es un truco bastante conocido el de poner a alguna figura cinematográfica en lo más alto del poster, para confundir al espectador que luego descubre en letra chiquita “presentada por…” o “de los mismos creadores de…”. Pero hay una regla de oro que parece cumplirse a rajatabla: si dice “Producida por Guillermo del Toro” sabemos que no es solo un nombre, es una actitud, una manera de ver el mundo cinematográficamente. Historias de miedo para contar en la oscuridad es la nueva película que encuentra al ganador del Oscar como productor y guionista, pero no solo eso: la película está basada en una trilogía de libros para adolescentes (escrita por Alvin Schwartz en 1981, 1984 y 1991) y tiene como director a André Øvredal, ¿no les suena? Es el director de La Morgue (The Autopsy of Jane Doe), aquella película con una bruja muerta, Brian Cox y Emile Hirsch que sorprendió a propios y extraños. Con todo esto, podemos esperar grandes cosas… y les puedo asegurar que lo logra Simple, efectivo y terrorífico La película bebe de la conocida fórmula de los relatos cortos dentro de una gran historia que los contiene, en este caso en lugar de beber de cosas como Cuentos de la Cripta, Creepshow o la argentina ¡Malditos Sean!, va más por el lado de Escalofríos o ¿Le temes a la oscuridad?. Un terror más apuntado a los jóvenes. ¿La historia? Cuatro chicos escapan de unos bullies y terminan en una casa abandonada donde vivía una chica con problemas psicológicos, terminan perdidos en la mansión y la protagonista encuentra un libro (que parece no preocuparle que esté forrado con piel humana -¡Hola Necromicon!-) con algunas historias macabras escritas en el. Lo que no sabe es que ahora cada uno de sus amigos y conocidos serán los actores principales de nuevas historias que se escriben fantasmagóricamente en el libro. Lo extraño y para festejar, es que en ese afán de apuntar a un público menos adulto no escatima en búsquedas precisas para generar terror, alejadas del jump scare y más enfocada en dos grandes vectores: diferenciar estéticamente cada uno de los relatos y buscar asustar desde los climas. Esto (lamentablemente) se desdibuja un poco hacia la secuencia final, haciendo abuso del CGI. La película sigue la vida de Stella, Auggie, Chuck y Ramón, cuatro nerds, “perdedores”, periféricos… cada uno con una historia y un pasado a explotar, con una tridimensionalidad a celebrar y una actuación muy por encima de la media. Realmente sufren, se enamoran, les importa todo poco o mucho… Estados Unidos demuestra tener una caterva grande de jóvenes actores, otro punto que emparenta a esta producción fuertemente con productos como IT y Stranger Things. El público de estas dos películas va a disfrutar fuertemente Historias de miedo para contar en la oscuridad. El miedo por el otro Otro punto a destacar: la película se desarrolla a finales del 60, con un trabajo muy fino en el arte, el maquillaje y el vestuario; pero además utilizando el trinomio: Nixon – Vietnam – el estreno de La noche de los muertos vivos (el clásico zombie de George Romero) para hablar sobre el miedo presente en USA en ese momento: el miedo a la guerra, el miedo al otro, el miedo por el miedo mismo. Este elemento realza cada una de las historias y las atraviesa, convirtiéndose en parte del decorado narrativo, pero además como causa o consecuencia del accionar de alguno de los personajes. Historias de miedo para contar en la oscuridad, además de tener un título larguísimo tiene un manejo del terror transparente y efectivo, grandes actuaciones de nuevos talentos, una crítica social subyacente y sobre todo lo que importa: monstruos aterradores que demuestran cómo nos seguimos asustando como chicxs si nos cuentan una buena historia de terror. Guillermo del Toro (otra vez) apuesta y gana.
Las películas con canciones de artistas reconocidos han tenido una suerte de revival estos años, Queen, Elton John, incluso (yendo por otro lado, claro está) la remake de A Star is Born con Lady Gaga. Con tamañas figuras, difícil era doblar la apuesta, saaaaaalvo que vengan The Beatles. Y bueno, pasó. De la mano de Danny Boyle (Slumdog Millonaire, 28 days later…, 127 hours y Trainspotting) en la dirección y Richard Curtis (Four Weddings and a Funeral, Notting Hill, Love Actually, About Time y uno de los mejores episodios de Doctor Who) en los guiones. Con este equipo, más los cuatro fantásticos de Liverpool era difícil fallar… Sean bienvenidxs a Yesterday. Un nuevo mundo Jack Malik (Himesh Patel) es un cantante y un empleado a medio tiempo, va a todos lados con su guitarra y sus canciones no tan espectaculares siempre acompañado por su manager y amiga de toda la vida Ellie Appleton (Lily James). Pero claro, su público es escaso y su arte poco comprendido, así que muy a su pesar decide dejar la música y meterse de lleno en la docencia. Pero algo sucede, el mundo entero (ENTERO) cae en la negrura total por la falta de electricidad, 12 segundos de oscuridad (¡hola Jorge Drexler!) en donde Jack va a ser atropellado por un colectivo, perdiendo dos dientes y quedando en una cama de hospital. Al salir se da cuenta, el mundo está diferente. No existe la Coca Cola, ni Oasis… tampoco The Beatles. Al principio sus amigos se emocionan al escuchar Yesterday como si fuera por primera vez, y luego comienza a caer de la cruel realidad: en este mundo no existen los dioses de la música popular. ¿Entonces qué hace? Se pone a rememorar (con dificultad) las canciones para apropiarse de ellas, convirtiéndose instantáneamente en un ícono de la música pop en épocas de Spotify y plataformas digitales. Una buena premisa que va desafinando Jack comienza a atravesar un camino del héroe en el mundo musical, primero recibe la visita en su casa de Ed Sheeran (uno de los protagonistas de esta película), que lo invita a ser telonero. Luego de volverse viral, la manager de Ed Debra Hammer (la comediante Kate McKinnon) decide representarlo y llevarlo a Los Angeles, por lo que Jack deberá cortar sus raíces y salir al mundo. La película ataca varios frentes de esta gran idea, pero lo hace sin mantenerse claramente en alguno. ¿Es una historia sobre un hombre que se sienta fracasado y sucio por traer a la gente canciones que no son suyas pero las presenta como tal? ¿Es una historia de amor entre Jack y Ellie más allá de todo? ¿Es una de ciencia ficción sobre el cambio del mundo cuando una mariposa agita sus alas? ¿Es una película musical como The Beatles: A Hard Day’s Night? ¿Es sobre encontrarse a uno mismo a pesar de todo? ¿Es una crítica a la industria musical? Bueno, es todo eso… pero al no focalizar en alguno de estos temas la película se siente como inacabada, endeble, fallida. Claro que las expectativas también pueden influir. La actuación de Himesh es muy buena, logrando transmitir ese estado intermedio en el que se encuentra entre la culpa, la fascinación y la alegría de cumplir sus sueños. Lo de Lily James es de otro planeta, no solo es hermosa, fresca, graciosa, angelada… sino que verla con el corazón roto es doloroso más allá de la pantalla. Los reyes de la colina musical Yesterday tiene un gran gérmen de historia: el paso de The Beatles por la vida de cada una de las personas y la cultura general es movilizador, gigantesco, inolvidable. El problema es que la película indaga poco sobre esto, el mundo no es un lugar más triste, todo sigue existiendo, rodando, avanzando… hay algunos indicios (sobre todo en algunos personajes que esconden una verdad), pero ese punto que podría ser importante no es muy trabajado. Por otra parte, que lindo es escuchar a este grupo en el cine, que experiencia hermosa su música, sus canciones… a pesar que las canciones no son tantas (entendiendo que es casi imposible abarcar todos sus hits), lo divertido es ver como Jack intenta recordar los temas. Al terminar la película deja un sinsabor, una oportunidad desaprovechada, un detonante narrativo precioso que en el desarrollo se va desinflando, algo similar a lo que pasa con películas como The invention of Lying por ejemplo. La película tiene un potencial, las actuaciones son correctas y se siente un poco la mano de Curtis en el desarrollo de los personajes y de Boyle en la imagen (con algunos montajes muy bien logrados), pero de todas las líneas posibles se elige una carretera rápida, algo sosa y en mal estado. Lamentablemente, Yesterday tiene altas posibilidades de ser olvidada en el futuro, como les paso a The Beatles en la película. Sin embargo, por suerte, las canciones van a seguir estando ahí. Para siempre. Salvo que haya algún apagón.