El paradigma de héroe mayor de edad fue el de Liam Neeson estos últimos años, con su venganza en todos lados: Europa, un tren, un avión, un páramo helado. Pero no fue el único, ¿acaso ya olvidamos a Old Man Logan hace algún tiempo? ¿A los Expendables? ¿Al regreso de Rocky y Terminator? ¿A la adaptación de RED con Bruce Willis? ¿Al regreso de Clint Eastwood o de Mel Gibson? Bueno, en el medio de todo eso destaca otro actor que viene envejeciendo en pantalla grande y que lo está haciendo de manera muy loable, digna y divertida: estamos hablando de Gerard Butler. Sí, el mismo que mostraba sus músculos estomacales cuadrados, perfectos, homoeróticos y llenos de aceite en 300. Y lo hace siguiendo un camino muy similar a otro personaje que está en boga en este momento, y además cierra una trilogía. Hablamos de Presidente bajo fuego. Los herederos de Jack Ryan Tom Clancy escribió aproximadamente 20 libros sobre su personaje Jack Ryan, varios tuvieron adaptaciones cinematográficas (encarnado por reconocidos actores como Harrison Ford, Alec Baldwin, Chris Pine, Ben Affleck…), y ahora mismo se encuentra por estrenar una segunda temporada de una serie producida por Amazon Prime con este personaje, no basada en ningún libro y protagonizada por John Krasinski. En todo el recorrido literario del personaje comenzaba como soldado, luego pasaba a la CIA, a director de inteligencia, y llegaba incluso a la presidencia luego de un ataque a la Casa Blanca que se adelantó varios años al ataque del 2001. ¿Les parece muy similar a Jack Bauer de 24? Bueno, si. El caso es que durante tres películas vimos crecer a Mike Banning (Gerard Butler) hasta ganarse su lugar junto al presidente de EE.UU., de soldado con síndrome post-traumático a mano derecha de una de las personas más influyentes del mundo. En Ataque a la casa Blanca (2013) Mike era un paria, y se encontraba siendo la llave de la liberación del presidente Benjamin Asher (Aaron Ekchart) cuando un grupo terrorista entraba al centro del poder político a terminar con la vida del mandatario. Allí ya aparecía Allan Trumbull (Morgan Freeman) y se iba definiendo la mitología. En Londres bajo fuego (2016), la acción se traslada a Europa, cuando un político importante es asesinado y todos los mandatarios mundiales van a su funeral. Aquí Trumbull ya es Vice-Presidente, y Mike es el guardaespaldas del Presidente Asher. La franquicia impensada Presidente bajo fuego es el cierre de una trilogía, de Asher ni noticias, pero Trumbull es el Presidente, y Mike está por ser ascendido a director de seguridad. Claro que no todo es perfecto, y ex-combatientes trabajando en el mercado privado deciden atacar a toda la comitiva presidencial, dejando en coma al “dueño del mundo libre” e inculpando a Banning por toda la situación. Nuestro protagonista deberá evitar a todas las fuerzas de seguridad, encontrar a los culpables, proteger a su familia y limpiar su nombre. Una suerte de El protegido con altas dosis de acción. Gerard Butler tiene mucho carisma, la acción es cuidada y espectacular, los villanos son muy villanos y algunos guiños de comedia (casi siempre sostenidos sobre la espalda de un geronte Nick Nolte) descomprimen la tensión inteligentemente, jugando justo entre lo pochoclero y auto-consciente. La acción no se detiene un minuto, y tiene algunas secuencias muy logradas (el inicio, emulando a un videojuego está muy bien) que abusan un poco del montaje, demostrando que Keanu Reeves hay uno solo, pero dejando bien parado en el proceso a Butler. En esto hay virtud de su director Ric Roman Waugh, que arrancó su carrera como coreógrafo de dobles en grandes películas de los 80s. Presidente bajo fuego es un subidón de adrenalina, con auto-consciencia y algunos palos internos (sobre todo a la presidencia de Trump) que la convierten en un producto de entretenimiento puro y duro con algunas búsquedas que la colocan un poco por encima del cine pochoclero actual.
Bruja es la nueva película de Marcelo Paez-Cubells (su anterior película fue “Omisión“, de 2013), está protagonizada por Erica Rivas, acompañada por gente de la talla de Pablo Rago, Leticia Bredice o Rita Cortese. La historia se centra en algo no muy explotado en nuestro cine: la existencia de la magia como algo real, rural, sucio… y la figura de la bruja, interpretada por Rivas, cómo esa persona foránea dentro del pueblo, víctima de las miradas, de los susurros de otros. Selena es madre soltera (aún más factores para el desprecio pueblerino popular), desde niña practica la magia ofreciéndole a la “Gran Maga” algo a cambio. Cuando inicia la película la vemos reticente a aceptar su destino, no quiere hacer daño… pero su madre (interpretada por Rita Cortese) le demuestra que ciertos hombres sólo pueden rendir cuentas si es a través de los hechizos. De ahí nos vamos al presente, su hija está por ser mayor de edad y comienza a buscar la independencia. Ellas conviven alejadas de la ciudad, con Selena renegando de la tecnología y generando sus propios alimentos a través de una huerta. Pero “hay gente mala en el pueblo” y su hija cae en una red de trata de personas, y como nadie en el pueblo parece reaccionar, Selena saldrá a relucir sus dotes de madre-bruja-leona para encontrar a su hija y luchar contra un sistema corrupto y podrido. Cómo fue hace algunos años con “Hipersomnia” de Gabriel Grieco, estamos frente a una película de género (entendida como algo fantástico, de terror…) que usa su verosímil para contar una realidad cruda y dolorosa como es la de la trata de mujeres en los pueblos. A pesar que la actuación de Erica Rivas es gigantesca (exuda locura, fragilidad, poder, sensualidad… todos los atributos de las brujas) y que el diseño de sonido es de calidad de exportación, la película termina cayendo por sus propios defectos en la imagen. Los efectos visuales (innecesarios en su mayoría) son paupérrimos, utilizando librerías genéricas que asemejan el producto más a un video viral de youtube que a una película propiamente dicha. El verosímil rural que plantea la película choca contra una utilización de VFXs con humo de colores, y lucecitas, que al estar mal trabajados en la imagen terminan restándole mística al relato y haciéndolo navegar en una suerte de sátira que quita valor y agrega risas incómodas que gritan “¿ésto está pasando?”. Un guión digno, con actuaciones acordes, y momentos de tensión muy logrados (sobre todo los que involucra a la maldita policía) se ven totalmente opacados por cromas horrorosos, tomas realizadas de día con efecto de noche que saltan a la vista automáticamente, o efectos de humo y fuego que no están integrados a la imagen y parecen haber sido pegados por alguien sin ganas y/o conocimiento. En tiempos donde el cine argentino escasea en cantidad, y que no es común encontrar películas de género (razón por la que se celebran estrenos como “Muere monstruo muere“), es una lástima ver desperdiciado un producto de calidad por un trabajo tan pobre de efectos visuales, más teniendo en cuenta que existen grandes profesionales en el país. Bruja no tiene vistas de convertirse en un clásico, sino en otro peldaño fallido en ese complicado camino de encontrar un cine de género de calidad en el país. Mientras los haters de siempre siguen teniendo razones y argumentos para ver la misma horrorosa película de terror yanqui ya que “acá no hacen nada bueno”. Esperemos que Selena tome cartas en el asunto y haga un hechizo para revertir esto en el futuro.
Arrancar siendo la película más recaudadora de terror, con un proyecto que Cary Fukunaga (True Detective) había “abandonado”, luego de una primera película basada en un cortometraje como fue Mama…. Andy Muschietti no tenía en 2013 el presente que tiene hoy al estrenar este mastodonte llamado IT Capítulo 2. Pero hoy es otro el panorama, y la libertad creativa más el aparato de distribución demuestran el momento que el director argentino tiene en el mundo. ¿Pero cómo se atraviesa ese cambio, esas expectativas, ese nuevo horizonte? Si 27 años después te vuelvo a encontrar, en algún lugar… IT2 (para resumir) continúa a la promesa que hicieron “Los Perdedores” al finalizar la primera película: Si “Eso” volvía, ellos (y ella) también… pero las promesas y el pasado se olvidaron fruto de la magia de Derry y sólo el llamado de Mike (interpretado por Isaiah Mustafa) despierta al durmiente grupo de la cruel verdad: “Eso” no fue derrotado, y vuelve por más… y también por ellxs. Mike fue el único que se quedó, Beverly (Jessica Chastain) está infelizmente casada con un violento, Bill (James McAvoy) se dedica a escribir para cine pero se encuentra en un momento donde no sabe como terminar sus relatos -la gripe King-, Richie (Bill Hader) es un reconocido comediante que hace stand up, Ben (Jay Ryan) bajó mucho de peso y es un exitoso empresario, Eddie (James Ransone) está repitiendo el ciclo de su niñez con su madre y Stan (Andy Bean) vive una vida familiar tranquila. Cada unx recibe la noticia de diferente maneras, para nadie es indiferente, pero la verdad aún no está a la mano… hay unos espacios de tiempo olvidados y Los Perdedores, ahora mayores, deberán enfrentar su pasado para derrotar finalmente a “Eso”. Más de dos horas cuarenta y cinco… Este mastodonte es media hora mayor que su anterior capítulo, y teniendo en cuenta que tiene que indagar en “los nuevos” personajes y trabajar el pasado parece poco… lo cierto es que el corte inicial tenía más de tres horas y media y fue afilándose a medida que pasaban los screenings con público. Su director prometió hacer una super versión uncut de SIETE HORAS entre ambas partes. Lxs fanáticxs del libro seguirán esperando la explicación mitológica y espacial, pero algo se cuenta. Pennywise (Bill Skarsgård) sigue estando ahí, burlándose, asesinando, jugando con las debilidades. Y lo cierto es que a pesar de ser algo necesario, algunas secuencias que vuelven al pasado parecen algo largas e innecesarias. Los efectos visuales funcionan muy bien en su mayoría, y ofrecen algunas secuencias perturbadoras (como la cabeza con patas, que será una imagen que nos perseguirá por mucho tiempo). La cantidad de minutos puede ser una molestia para aquellxs que buscan una experiencia pochoclera fugaz, IT2 es un producto que se va disfrutando más a medida que pasa el tiempo, rojo como el vino… como la sangre. Eso, el terror de la nueva generación Teniendo en cuenta que la primera parte de IT fue exitosa en el público jóven (y hasta un poco menos -un demográfico similar a Stranger Things-) uno esperaría que escatime en sangre y vísceras, pero lo cierto es que Andy Muschietti redobla la apuesta y pone tercera para ir a toda velocidad por la autopista del miedo. Su película parece haberse construído a partir de imágenes salidas directamente de la cabeza del director, esas que cuando sos chico te atormentan y persiguen. Esto puede ser lo que detiene el relato, utilizando el tiempo en secuencias terroríficas en lugar de hacer avanzar un relato que de por sí es gigantesco. Pero como para nuestra generación Tim Curry es el payaso que nos persiguió cada vez que apagábamos la luz, sin duda esta nueva iteración de IT es el tipo de trauma que a través de un buen manejo de la tensión y el terror, va a ofrecerle muchos billetes a lxs psicólogxs de la nueva generación de adolescentes con payaso-fobia. Gigantesca, algo torpe (algo común por su tamaño), pesadillesca, asquerosa… IT Capítulo 2 es un nuevo hito del cine de terror. A la altura de los grandes exponentes de una época… ¿estamos frente a la Scream de la nueva generación? Solo el tiempo lo dirá…
Quentin Tarantino está de vuelta. Esto siempre es motivo de algarabía, de nervios, de fanáticxs haciendo F5 en la página de los cines para conseguir su entrada. Volver a ver a uno de los autores de nuestra generación siempre es para festejar, pero a la vez el reloj sigue sonando y el tan mentado “hago diez películas y dejo el cine” se encuentra cada vez más cerca. “Había una vez en Hollywood” es la novena película, y ya falta poco… Caída en desgracia Rick Dalton (un gigante Leonardo DiCaprio) no está feliz, su carrera se ve empantanada, y su agente Marvin Schwarz (Al Pacino) le dice que sería mejor viajar a Italia a participar de Spaghetti Westerns en lugar de seguir siendo el villano que siempre perece en las series de moda televisiva. Pero Rick no se encuentra solo, junto a él cual sombra se encuentra Cliff Booth (Brad Pitt), un doble de acción con un pasado algo turbio, que es una suerte de sidekick del héroe y que parece ser metódico y pragmático. En Los Angeles, y junto a la casa de Dalton se muda la pareja de Roman Polanski y Sharon Tate (Margot Robbie), junto a Jay Sebring (Emile Hirsch), ex pareja de ella y compañero de la vida ahora de ambos. Mientras conocemos más sobre la vida de Rick y su relación con el ambiente del cine, nos metemos en la privacidad (muy seca y desaliñada) de Cliff y en el nuevo mundo de Sharon Tate convirtiéndose de a poco en estrella. Amor por el cine La película es un poco confusa en su conflicto. Tiene mucho de “Bastardos sin gloria” ya que mezcla historia real con fantasía, y de “Death Proof” en los diálogos que esconden una tensión que termina explotando hacia el final. Pero lo cierto es que el largo del metraje (2 horas 40 minutos) conspira en contra, cayendo en repeticiones de fórmulas ya conocidas del director (por favor, que no caiga en el virus Burton…) y mareando un poco sobre el curso de lo que quiere contar. Pero claro, son tan bellos los planos, son tan nítidos y estridentes los colores, y es tan mágica y movediza la música, que no es difícil caer encantados ante la sabia música de este flautista de Hamelin que es Tarantino. No tan parejo La tensión y la historia son un poco desparejas, cómo así también el tiempo en pantalla de lxs tres protagonistas, Leo DiCaprio se lleva la mayor cantidad de minutos en pantalla, demostrando su calidad actoral y haciéndonos aplaudir de pie en algunas secuencias preciosas que van desde el drama a la comedia. Brad Pitt liga menos, pero todas sus escenas son importantes, incluso a nivel tensión, dramatismo e importancia narrativa casi todas sus escenas son imprescindibles para la historia, y todo esto se hace carne en el clímax. Margot Robbie es la mas desdibujada ya que no comparte casi tiempo con los otros dos protagonistas, tiene muchos menos minutos, pero no deja de hacer brillar su ángel y belleza en cada plano que le toca. La cantidad exacerbada de cameos es gigantesca, y es casi un “Buscando a Wally” meterse en el cine y tratar de encontrar a su actor o actriz favoritx. Algunxs pasan muy desapercibidxs, y otrxs incluso quedaron fuera del corte final. También es muy importante todo “el temita” del Clan Manson, y el ideal hippie de la época. Cine al cuadrado “Había una vez en Hollywood” se pierde un poco en sí misma, o en el onanismo de un director que ya se conoce y reconoce, claro que no deja de ser un espectáculo cinematográfico gigantesco para todxs lxs que amamos el cine y su cine. Podría ser su película más fallida si no fuese por la última media hora, y un par de secuencias donde destaca Brad Pitt (por favor que genial la pelea con Bruce Lee). Esperemos que la próxima película de Quentin Tarantino (¿será la última?) lo encuentre en una zona de no confort, y pueda seguir encontrando esa chispa cinéfila y de autor que sólo un talento verborrágico como él nos puede ofrecer.
La discusión eterna aplica en varios órdenes de la vida: ¿fue primero el huevo o la gallina?, en este caso: ¿Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw existe porque se pelearon Vin Diesel y Dwayne Johnson o porque se dieron cuenta de la potencialidad infinita de la franquicia? Sea cual sea la respuesta no importa, sólo queda entrar en este mundo inverosímil y hermoso de una longeva saga que parece no tener fin ni techo. Mientras se graba Rápido y furiosos 9 (¿realmente creían que no iban a seguir?) nos metemos en el primer spin-off de esta franquicia que en un principio era sobre “policías en acción sobre cuatro ruedas”, para luego virar a “producción pochoclera de super-acción” a lo que es hoy “la franquicia más redituable y extensa de superhéroes después de Marvel”. Ya está, aceptémoslo… lo que primero parecía ser simplemente un salto de fe en el verosímil de lo que sucedía en las primeras películas (algunos saltos imposibles entre auto y auto), terminó virando a una gran saga que bebe de los héroes con capas, no solamente en la cuestión de lograr hazañas físicamente imposibles sino también como se va entretejiendo el universo compartido y los personajes de las diferentes películas (no olvidemos esa INCREÍBLE escena post-créditos en R&F5 con el personaje de Eva Mendes de R&F2 sorprendiéndose con el regreso de entre los muertos de la mujer de Toretto…). Y la pieza fundamental que ayudó a este viraje fue la introducción de Dwayne “no me llamen mas La Roca” Johnson, una montaña de carne, esteroides y sobre todo mucho carisma. La marca de las llantas En este caso asistimos a su merecido spin-off, pero aderezado con la genial introducción de otro personaje (que cómo en los comics) pasó de la villanía al lado más heroíco… estamos hablando de Deckard Shaw (Jason Statham), un personaje que entró a la saga para vengar a su (no tan) fallecido hermano y que fue mutando hasta salvar al SPOILERS hijo de Toretto en R&F8. Hobbs & Shaw es entretenimiento puro y duro, junto con Misión Imposible es parte de ese engranaje perfecto entre una historia simple pero bien ejecutada, personajes con carisma y mucha sabiduría en el uso de la cámara para las escenas de acción. La excusa: hace acto de presencia una nueva hermana (esto ya parece la familia de Freezer de Dragon Ball) Shaw: Hattie, interpretada por Vanessa Kirby; ella se alejó de su familia luego de creer que su hermano era un traidor y se puso a trabajar para el MI6. Lamentablemente, se cruza con un virus letal, que una empresa maquiavélicamente diabólica Eteon (que tiene una agenda entre la ya nombrada MI y James Bond) está buscando. Ella tiene que inyectarse el virus y escapar, siendo acusada injustamente de traidora. Eteon se dedica a modificar genéticamente a los seres humanos hasta lograr al “Superman Negro” (esto no es un pensamiento personal, así se lo nombra en la película), Brixton, interpretado por Idris Elba, que tiene un pasado con Deckard Shaw. ¿El resultado? Hobbs y Shaw tienen que unir fuerzas para encontrar a la hermana perdida, detener el apocalipsis virósico, recorrer el planeta, de vez en cuando subirse a un auto, y sobre todo llenar de carisma, humor y el concepto “familia” todo el metraje que sea posible. Suena como si fuese una de R&F, porque básicamente lo es. Cuerpos gigantescos, corazones también Además de grandes escenas de acción y un evidente cambio de paradigma hacia algo mas superheroíco, Hobbs & Shaw sorprende por un par de cameos geniales de personajes/actores que merecen mantener el secreto para que te sorprendas en la sala. No los busquen, no indaguen en IMDB, son dos personajes que ofrecen un par de escenas que sacan sonrisas y que se agradecen en tiempos de sobre-información y spoileo. El corazón también es parte de esta franquicia, y así como la familia Toretto, una nueva se comienza a formar: Hobbs vuelve a sus raíces, luego de alejarse y separar a su hija de su abuela y tío, mientras que Shaw busca satisfacer a su madre (la gran Helen Mirren) y volver a unir a los hermanos. Rápidos y furiosos – Hobbs & Shaw es un espectáculo pochoclero a 300 km/h, cargado de acción, comedia y carisma, que aprovecha los recursos actorales para explotarlos al máximo en el lugar donde se sienten más cómodos. Es otro peldaño de esta escalera que parece infinita llamada Rápidos y Furiosos.
Es difícil analizar el fenómeno actual de hacer remakes de películas animadas en live-action. ¿Cuándo es el momento para retomar una película y reinventarla para una nueva generación? ¿Es simplemente una falta de ideas? ¿Un camino rápido para recuperar la inversión, atacando a los antiguos chicos hoy vueltos padres y su progenie? El Rey León es uno de los neo-clásicos que generó el cine, en épocas donde la literatura ya no es tan consumida (no, no voy a mirar al mago de Hogwarts) esta película modificó la infancia de una generación enorme. Todxs lloramos la muerte de Mufasa, y cantamos Hakuna Matata o “laaaaaaaaaaa cigüeñaaaaaa”, mientras que otrxs pueden hablar de “Hamlet”, “Los 10 indiecitos” o “De la Tierra a la Luna”, nosotrxs tenemos “Jurassic Park”, “ET”, “Star Wars” o “El Rey León”. John Favreau, el director de esta nueva interpretación, es un conocido de los geeks. No sólo por haber dirigido “El libro de la selva” (donde fusiona muy bien a los animales CGI con los humanos), sino que es el director de “Iron Man” (2008) y ex novio de Monica Geller en “Friends”. Cuando le preguntaron el porqué de la razón de volver a dirigir una película basada en esta historia 25 años después el contestó: “cada generación tiene que tener su versión, no es lo mismo Hamlet interpretado hoy que hace 20 años, y sin embargo sigue siendo Hamlet”. En este caso, todo está ahí: las canciones que conocemos y amamos, las situaciones (ay por favor esa estampida del mal…), los personajes… sus convicciones y motivaciones. Hay algunas actualizaciones necesarias (sobre todo en el personaje de Nala), o una apertura hacia la improvisación (sobre todo en el caso de Timón y Pumbaa), pero el centro de la historia es el mismo. ¿Entonces? ¿Cuál es la razón de ser? Estamos ante un espectáculo que busca enamorar a una nueva generación, aquella que si vio la original lo hizo en DVD o en alguna pasada por los canales de Disney, pero que nunca tuvo la posibilidad de ver este bonito espectáculo de luces y sonidos en pantalla grande. ¿Es necesaria? Los temas que esta suerte de epopeya hamletiana (sic) pos-moderna maneja son atávicos e indestructibles: la responsabilidad de crecer, entender que todos somos parte de un mismo ecosistema, la amistad y el amor antes que todo, reconciliarse con las fuentes, matar al tío… bueno, esa última no tanto. Pero el resto son cosas que hacen a la cultura y que cualquier chicx que dé con la película va a poder absorberlo y disfrutarlo de manera sencilla y natural. Casi podríamos decir que… todxs somos Simba, querramos o no. Los efectos visuales son una locura absoluta y total, el trabajo del director y el director de fotografía más el equipo de VFX sigue revolucionando la historia del cine y deja la vara muy alta para lo que viene. La falta de personajes humanos permite un nivel de foto-realismo extremo, que nos hace pensar que ya todo es posible en el mundo de los efectos visuales (salvo sacarle el bigote a Superman, claro…), y canaliza a la perfección la personalidad de cada personaje a pesar de no humanizar las facciones. Las voces son otro hallazgo, con la maravillosa Beyonce (All the single ladies, All the single ladies, Now put your hands up -les desafío a no escuchar todo lo que queda del resto del día esta canción en su cabeza-) como Nala, Donald Glover (Atlanta) como Simba, Chiwetel Ejiofor (12 años de esclavitud) como Scar, y el indestructible James Earl Jones (DARTH VADER) repitiendo como Mufasa. El círculo perfecto de la vida lo cierra el trío del humor conformado por John Oliver (el del Late Night de HBO) como Zazu, Billy Eichner (Parks and recreation) como Timón y el genial Seth Rogen (This is the end) como Pumbaa. Para lxs fanáticxs de la película nos quedan dos caminos: emocionarnos por revivir la historia, o sentir que sólo le dan un lavado de cara a algo que amamos mucho. Pero El Rey León es un clásico, y como tal se renueva para cada nueva generación. A nosotrxs nos tocará el trabajo de llevar a nuestrxs niñxs, sobrinxs, nietxs o lo que sea, como pasó con nosotros hace 25 años atrás en uno de esos cines que seguramente no existen más, y hoy sea un shopping o un lugar donde la gente reza. Los clásicos no se manchan.
Woody, Buzz y compañía están de vuelta. Luego de una emocionante tercera parte era posible que no existan más historias de este universo. Pero con algo de escepticismo (sincerémonos) descubrimos hace un año que se venía una nueva película. ¿Una precuela? ¿Una nueva trilogía como Star Wars? Que gran sorpresa disfrutar de esta experiencia cinematográfica sin tanta información, solo maravillándose con lo que estos personajes pueden ofrecer… y el cine también. Toy Story 4 es un epílogo, uno que no sabíamos que necesitábamos… es una historia de amistad, lealtad, amor, compañerismo. Es crecer, descubrirse, enfrentar los conceptos conocidos. Es una gran enseñanza sobre los que son distintos, sobre lo que es ser distinto. Es una aventura de pies a cabeza, en un universo totalmente verosímil, ya establecido. Todo lo que conocíamos se ve movilizado con una nueva información: todo puede ser un muñeco, si un niño pone su imaginación en eso. Así que en la nueva familia donde se encuentran nuestros personajes ahora, un nuevo compañero hace acto de aparición: es Forky (tenedorcito, sería…), un tenedor customizado por Bonnie (la nena a la que Andy dejó los muñecos) en su primer día de colegio. Pero claro, Forky no entiende nada… cree ser basura, no cree ser merecedor de llamarse un juguete, de ser amado. Un viaje como recompensa por haber superado su primer día en el colegio es la excusa para poner a todos nuestros muñecos favoritos en una épica que tiene muchos factores en común con las anteriores películas, pero distinta. Estamos frente a una película más de Woody que de Buzz, una suerte de círculo que se cierra sobre el Sheriff favorito de Andy. Tom Hanks se luce aportando todo el carisma y corazón que su personaje necesita. Por su parte, Tim Allen le da a su policía espacial una nueva capa teniendo que escuchar su voz interior. Es una película llena de rencuentros (bienvenida nuevamente, Bo Peep), de nuevos “villanos”: Christina Hendricks como Gabby Gabby encuentra la perfecta alquimia para ser vulnerable y terrorífica; el dúo de Bunny y Ducky (Jordan Peele y Keegan-Michael Key) aportan grandes dosis de humor, sobre todo en sus escenarios mentales; y Keanu Reeves nos sigue demostrando porque es uno de los mejores artistas autoconscientes vivo, haciendo brillar a su Duke Caboom en las pocas secuencias que tiene. Dirigida por Josh Cooley (que solo ostenta en su CV dos cortometrajes -uno de ellos el de La primera cita de Riley, de Inside Out-) y con guiones de Andrew Stanton (uno de los padres de la criatura) entre otrxs, tenía la dificultad de parecer innecesaria, y se abre paso a través de sentimientos, sensatez y mucho (MUCHO) carisma. Es menester hacer hincapié en lo que puede hacer gráficamente la gente de Pixar, las texturas, el color, los escenarios… todo es un diez absoluto. Toy Story 4 es un epílogo que suma elementos nuevos a este universo. Es otra carta de despedida, es seguir gastando pañuelos en el cine, es entender que jugar es eterno, como la aventura, como la risa… sin importar la edad, básicamente dejándose maravillar.
Reglas básicas para cualquier pre-adolescente de familia hegemónicamente normalizada: “volvé temprano a casa”, “mirá que te destapen la gaseosas”, “no hables con extraños”… bueno, Ma es una muestra de lo que pasaría si no cumplís esas (y muchas otras) reglas. Dirigida por Tate Taylor (que en 2016 dirigió La chica del tren), es una suerte de thriller de venganza que da vueltas alrededor de lo que el bullying le puede hacer a una persona. Estamos en el pasado. Octavia Spencer es Sue Ann, una chica retraída que está enamorada de Ben (Luke Evans), el chico popular de la prepa (?). A Ben lo rodean Mercedes (Missi Pyle), su novia y Erica (Juliette Lewis), la mejor amiga de su novia. Sue es engañada y termina haciéndole sexo oral a un compañero random en la oscuridad de un locker creyendo que es Ben, cuando sale todos y todas se ríen de ella. Volvemos al presente: Sue Ann es veterinaria y está un poco loca. Ben es un perdedor que tiene una agencia de seguridad y su mujer falleció de cáncer, él y Mercedes vuelven a estar juntos aunque a él le importa muy poco. Erica regresó luego de un matrimonio que falló. Maggie (Diana Silvers) y Andy (Corey Fogelmanis) son los hijos de Erica y Ben respectivamente, y tendrán la poca fortuna de cruzarse en la vida con Sue Ann. ¿El motivo? Junto a su grupo de amigos menores de edad buscaban a un adulto que les compre bebida. Sue Ann parece retiscente, pero al darse cuenta quien es Andy decide emprender una venganza que la viene consumiendo hace más de 20 años. Así, Sue los invita a pasar el tiempo en el sótano de su casa para que “no les pase nada”. Pero deja una sola regla: No se puede subir a la casa. Evidentemente algo está muy mal con “Ma” (el apodo que le ponen). La película es un thriller hecho y derecho, donde todo se va enrareciendo y las cartas se van mostrando de a poco. Como si fuese un slasher, lxs protagonistas toman decisiones estúpidas y se van encerrando en un espiral que ellxs mismxs construyeron. La venganza se va recrudeciendo, y si en este momento del metraje entendiste el espíritu vas a disfrutar a mansalva los momentos de tortura que van de 0 a 100 en minutos. Si para la mitad de la película no entraste en el código, seguramente odies el final. Ma es una suerte de mezcla entre Misery y Carrie, sin poderes sobrehumanos pero con el mismo porcentaje de cinismo y crudeza. Además, agrega algunas gotas de humor negro que son bien aceptadas una vez entendido el verosímil que propone. Octavia Spencer se lleva todos los aplausos y las miradas, mientras que se agradece volver a ver a Juliette Lewis en pantalla. Los momentos de tortura están muy bien resueltos, y no escatima en sangre y perversión. Acordate: nunca hables con extraños, y menos vayas a su sótano.
Godzilla vuelve a defender su título de campeón mundial en reventar edificios en la secuela de Godzilla de 2014, que a su vez es la piedra basal de este nuevo universo de monstruos que Legendary (la productora en cuestión) ha denominado “Monsterverse” (sí, se mataron con el nombre). El otro ladrillo de este universo compartido es Kong: Isla Calavera que estrenó hace dos años. La secuela está dirigida por Michael Dougherty, que tiene pocos papiros como director (Trick´r Treat y Krampus), pero es reconocido en su faceta como guionista (habiendo estado en X-Men 2, Superman Returns, o X-Men: Apocalipsis). Michael tiene la difícil tarea de levantar un peso pesado que fue la película original, con su enfoque desenfocado y su rimbonbante estructura donde desaparecía al toque Bryan Cranston. Además, la ya nombrada Kong con su desparpajo de aventura había dejado la vara alta. Godzilla 2: El Rey de los Monstruos es sin dudas mejor que la primera, le da importancia al bicho del título, las peleas entre kaijus se entienden, y los personajes humanos son ridículos (como en tooooooodas las películas de monstruos), capaz su gran problema radica en forzar el crecimiento de este nuevo universo, olvidando un poco la película que están contando. Si hacemos un paralelo con el universo DC de las películas, Godzilla 1 sería Man of Steel (no se entiende que quisieron hacer, pero tenía cosas a explotar y sentó las bases de un nuevo universo), Kong sería Wonder Woman (divertida, fuera de la necesidad de armar un universo compartido, pero dejando entrever que hay algo mas), y Godzilla 2 sería Batman V Superman (el plan no tiene puto sentido, se gasta mucho tiempo abriendo las bases de las películas por venir, pero cuando llega la batalla de monstruos AGARRATE, porque es una fiesta total para los amantes del género). Acá (como en Batman V Superman), Godzilla no es el único bicharraco. Acompañan Mothra (la reina de los monstruos, la polilla gigante), Ghidorah (el dragón de tres cabezas, DAENERYS TELEFONO) y Rodan (un pájaro de fuego que tiene mucha pinta de un pokemon legendario – ojo con compartir más universos-). Estos cuatro monstruos principales serán el entretenimiento principal de este WWE de bichos gigantes, claro que habrá algunos más dando vueltas pero sin protagonismo (sí, el mono gigante también). ¿La historia? Godzilla desapareció después de los hechos ocurridos en 2014 (película original) y Monarca, la corporación detrás de la caza de estos monstruos está diseñando una máquina con un sonar que puede calmar o volver locos a los monstruos. En el medio una familia que perdió a su hijo por culpa del rey Gojira y unos eco-terroristas que buscan terminar con la mitad de la población y dejar que los monstruos retomen el control de la Tierra (THANOS, TELEFONO). Lo que sucede con los humanos carece de sentido y épica, Vera Farmiga (El Conjuro, Bates Motel) está desdibujadísima, Milli Bobby Brown (Eleven de Stranger Things) hace lo mismo que en la serie de Netflix, y Kyle Chandler (Super 8) nos quiere hacer creer que puede llegar a ser un héroe de acción. Una lástima haberle puesto tanto trabajo a los monstruos y poco a los humanos. Las explicaciones monstruosas navegan entre el mito, la ciencia, la ciencia ficción y la religión, y parecen ser una carta para poder explicar en cada momento cada cosa que pasa. A veces, a buen entendedor… Godzilla 2 es la película de monstruos que el Rey necesitaba (luego de varios intentos yanquis por adaptarlo) y puede tener un gran potencial si deja de querer vendernos un universo compartido y nos regocija con edificios estallando y gente a los gritos en las calles. Ahora, a esperar al 2020 por el encuentro entre el Godzilla y King Kong. Vayan haciendo sus apuestas.
John Wick 3: Parabellum, te mata cinco veces antes que toques el suelo John Wick 3: Parabellum es el nuevo capítulo en la historia de acción y venganza que se inició por… la muerte de un perrito. Dirigida por Chad Stahelski (como las dos anteriores), un director que inició su carrera como responsable de dobles de acción (técnicamente llamados “stunts”), y supo imprimir en estas tres películas un estilo de acción nunca visto, sin tanto cortes y con una imaginación que muchas veces roza el slapstick (comedia física con golpes y coreografía cómo Chaplin o Los Tres Chiflados). John Wick (interpretado por Keanu Reeves y que descubriremos en esta tercera parte que no es su nombre original) arranca escapando, está a minutos de pagar las consecuencias de haber roto las reglas, de haber asesinado a un integrante de “La mesa grande” y además, hacerlo en el Hotel Continental, ese lugar que sirve de refugio y asilo para la elite de asesinos. Un lugar sagrado que es manchado por sus acciones, convirtiéndolo en un excomulgado. ¿La recompensa? 14 millones de dólares por su cabeza. Winston (Ian MacShane, a quien estamos viendo en American Gods) decide tener piedad y darle una hora para que pueda sanar y comenzar a sobrevivir. Primer paso: dejar a su nuevo perrito al cuidado de Charon (Lance Reddick, de Fringe), el manager del Hotel Continental. Segundo paso: cerrar sus heridas. Tercer paso: iniciar la mejor defensa, un ataque feroz. A partir de acá, todo es una fiesta que arranca gritos, aplausos y sorpresas. Una secuencia con cuchillos, espadas y caballos (les juro, tiene sentido) que es una delicia visual y coreográfica, una pelea cuerpo a cuerpo con un gigante en una biblioteca (¿quién te conoce, Lyanna Mormont?), una pelea contra decenas de asesinos junto a Sofia (Halle Berry, de… Catwoman) y sus dos perros altamente entrenados, y un clímax en el hotel que es un catálogo de como abordar diferentes formas de pelea. En el medio, una persecución en la mitad de Nueva York a caballo… Sólo con estas secuencias, John Wick 3 se configura como una película visualmente entretenida con grandes dosis de acción, pero decide ser mejor que su antecesora indagando aún más en este grupo de asesinos que viven bajo nuestros ojos aunque no podamos verlos. Conocemos más sobre su origen, sus objetos, su estructura interna. Además (y algo que parecía no importar, pero una vez que sucede nos hace querer conocer más) se mete de lleno en el pasado de John, enseñándonos a su familia que va a pagar un costo muy caro por ayudar (a la fuerza, claro) a nuestro héroe asesino. Vuelve el rey Bowery (Laurence Fishburne), llenándonos la sangre de nostalgia y esperando que juntos re-creen alguna escena de Matrix. Hay varias caras nuevas, pero lo que se lleva todas las palmas es el trio de asesinos orientales que tienen el encargo de terminar de una vez y para siempre con el problema Wick: Zero (interpretado por la leyenda viviente de Mark Dacascos – Brotherhood of the Wolf, Cradle 2 the grave, Drive) y sus dos esbirros interpretados por Yayan Ruhian y Cecep Arif Rahman (que vimos en The Raid 2). Este trío tiene las mejores secuencias de acción de la película y Dacascos demuestra que a pesar de su edad sabe como patear culos. Parabellum se configura entonces como una gran película de acción, que sigue agregando elementos a su mitología y que “sin quererlo” se está convirtiendo en una saga épica con reglas propias al nivel de los grandes universos superheroícos; con ramificaciones ya confirmadas como una serie por venir. Mientras esperamos que Keanu estrene la tercera parte de Bill & Ted (llamada “Face the Music”), nos seguimos maravillando con un actor que sigue encontrando papeles importantes aunque parezca tener un solo registro. Mira que bien nos mintió…